CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero
 
Sigo haciendo un resumen con comentarios propios  del capítulo de G. del Cerro sobre estos criterios en el libro ¿“Existió Jesús realmente?”. Abordamos hoy el “Criterio de dificultad”.
 
Se puede enunciar así:
 
Sería muy probable que una tradición procediera del Jesús histórico cuando tal tradición causa muchos problemas a la Iglesia posterior. No es lógico que ésta invente tradiciones sobre Jesús que luego habrían de plantearle dificultades para explicarlas. Utilizan los ingleses el término “embarrasement” (embarazo en el sentido de dificultad y estupefacción a la vez) para definir el sentimiento que producen ciertos hechos “incómodos” de la vida de Jesús sobre todo para las ideas que de él se formó la Iglesia primitiva.
 
Ejemplos:
 
· El bautismo de Jesús. A la Iglesia de finales del siglo I y a la del II causó problemas el hecho de que Jesús, Dios y ser sin pecado, fuera bautizado como un pecador por Juan Bautista para la remisión de los pecados. ¿Qué penitencia tenía que practicar Jesús? ¿De qué pecados tenía que limpiarse el que presumía de que nadie podría argüirle de pecado? (Jn 8,46; Heb 4,15). Parece improbable que una historia tan molesta para los intereses teológicos de la Iglesia primitiva fuera un puro invento de ésta.
 
· En los Evangelios la figu­ra del Nazareno tiene un aura de bondad, mansedumbre y serenidad.  En Mt 11,29 Jesús mismo afirma ser "manso y humilde de corazón". Por ello cuando el evan­ge­lista Marcos (1,41) nos dice que en cierta ocasión Jesús se "enfadó muchísimo" (gr. orgistheís) cuando un leproso le pidió que le curase de­bemos sospechar que estamos ante un recuerdo histórico: Jesús no era sólo manso, sino también iracundo. Ese dato contradice su proverbial manse­dumbre. Nadie se habría atrevido a inven­tarlo. No es extraño que es­cri­bas posteriores enmendaran el texto eliminando el "se enfadó muchísimo" escribiendo "se compadeció".
 
· Jesús no conoce el día ni la hora de los momentos finales del mundo (Mc 13,32). Esta afirmación contradice la noción posterior de que Jesús es un ser divino, que todo lo sabe y conoce. recogida en Mc 13,32: “Sobre aquel día o la hora nadie sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. No es verosímil que una Iglesia desde la fe pudiera atribuir a Jesús tan sustancial ignorancia. El escándalo –la “dificultad”– que tal expresión provocaba explica la omisión de las palabras “ni el Hijo” en algunos manuscritos de Mc y en muchos e importantes del lugar paralelo de Mt 24,36.
 
· Más de 30 indicaciones en los Evangelios de que esteba indirectamente relacionado con la política de su tiempo: a) Ser el Mesías davídico o pretensión regia; b) el pago del tributo; el títulus crucis…
 
· El grito de Jesús en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mc 15,34 par). Por más que la expresión sea una cita del Salmo 22,1, ese abandono en tales circunstancias ha sido desde siempre una dolorosa crux theologorum… si admitimos que es probable que la frase provenga de Jesús.
 
Dificultades:
 
Los dichos “embarazosos” se encuentran conservados en la tradición, lo que indica que tal vez no causaron suficientes problemas como para ser eliminados, y que las sensibilidades parecen haber sido variadas en las comunidades primitivas: lo que resultaría inasumible para unas no lo habría sido para otras.
 
Respuesta:
 
· No podían omitir los Evangelistas hechos muy testimoniados por la tradición
 
· No caían en la cuenta porque estos hechos o dichos están muy dispersos; faltan en algunos evangelios; están rodeados de una “vida” de Jesús súper encomiástica lo que hace que pasen desapercibidos o se neutralicen.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Miércoles, 30 de Noviembre 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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