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Reseñas

La infancia del cristianismo Juan Antonio Martínez de la Fe , 07/05/2021
La infancia del cristianismo
Ficha Técnica

Título: La infancia del cristianismo
Autor: Étienne Trocmé
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Traducción: Alejandro del Río Herrmann
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 212
ISBN: 978-84-1364-000-6
Precio: 22 euros

La traducción de este libro a nuestro idioma ha sido un acierto editorial. En un momento en que en las iglesias cristianas, incluida la católica, nacen y crecen corrientes muy diversas, incluso, a veces, antagónicas, echar una vista a aquellos primeros años en que comenzó a germinar la semilla sembrada por Jesús de Nazaret, puede arrojar un rayo de luz, si no esclarecedora, sí, al menos, de esperanza en que se podrán superar las diferencias porque, en el fondo, todas ellas cuentan con un único agente impulsor: el mensaje del nazareno.

Xabier Picaza abre esta obra con una necesaria introducción. En ella, nos señala las principales aportaciones de Trocmé en este libro: a) Una confianza básica en las fuentes del Nuevo Testamento para entenderlas en su diversidad, comparadas entre sí desde el trasfondo de su tiempo; b) El autor sabe iluminar varios personajes menos conocidos y algunos hechos menos valorados; y c) Ha querido que los datos hablen por sí mismos.

Y para una mejor comprensión del libro, Picaza nos ofrece, en primer lugar, una descripción de la geografía del cristianismo primitivo, detallando espacios y trayectorias; concretamente, nos refiere nueve espacios de la geografía protocristiana que nos permiten situar las personas y argumentos básicos de la obra; y, luego, una cronología de aquellos primeros años, arrancando desde el año treinta de nuestra era y llevándonos hasta el ciento veinticinco, con detalle de los primordiales acontecimientos que jalonan esta apasionante historia.

Y ya Trocmé toma la palabra, explicándonos, en un primer capítulo, la situación del judaísmo al inicio de nuestra era. Un judaísmo que sufre el exilio a la par que recibe influencias de las culturas y tradiciones de los pueblos en los que se asienta y que da origen a un judaísmo de la diáspora con algunas diferencias con el palestino, si no mayoritario numéricamente en relación con la totalidad, sí en su provincia, que contaba con minorías tales como samaritanos o filisteos.

Hay que entender la relación entre Jesús y Juan el Bautista, que tenía su grupo de discípulos y seguidores que se mantuvieron fieles a él incluso tras su muerte. Pocas son las noticias documentales que existen sobre Juan, lo que complica la labor del investigador; los escasos documentos que se pueden consultar están teñidos ya por la fe cristiana posterior. La diferencia fundamental entre ambos está en que el Bautista predica la venida inminente del Reino, mientras que, con Jesús, esa inminencia se ha transformado en misteriosa presencia y que no hay ya que prepararse para un mañana porque el Reino de Dios debe ser aprehendido desde hoy.

Santiago, el hermano

Tras la crucifixión de Jesús, los discípulos, decepcionados, se habían reintegrado a sus labores profesionales emprendiendo una existencia ordinaria. Pero se producen fenómenos extraordinarios: las apariciones del difunto, unas cristofanías que son el origen de la fe en Jesús como Mesías y de la actividad de los discípulos para difundir esta convicción.

En esta primera época, algunos partidarios de Jesús permanecieron en las ciudades de Galilea, pero no hay nada que haga pensar que se organizaran en comunidades religiosas distintas de las sinagogas. Por su parte, la situación de los grupos establecidos en Jerusalén era otra; su organización giraba en torno a los discípulos y parientes de Jesús, sin que haya motivo para pensar, como se ha insinuado en alguna ocasión, que existiera una copia de las comunidades esenias. Constituyeron la Iglesia de Jerusalén que no estuvo exenta de discordias y diferencias de pareceres que dieron lugar a la creación de grupos disidentes.

Pedro pierde aquí autoridad; una autoridad que pasó a Santiago, hermano del Señor. A él le corresponde extraer las conclusiones del debate que se había producido sobre la evangelización de los paganos. Palabras de Trocmé: “a partir del año 44 de nuestra era, aquel que no era aún más que un personaje respetado se convirtió en el papa de la iglesia de Jersualén y, al mismo tiempo, de la iglesia universal”. Un hecho que viene confirmado por diferentes tradiciones posteriores. Así, pues, Santiago obtiene su legitimidad por su parentesco con Jesús y, con ayuda de un nuevo grupo de dirigentes (los ancianos) se hace con el poder durante un largo período en la iglesia de Jerusalén y, a través de ella, en la iglesia universal. Un Santiago que fue gran predicador del Mesías Jesús, y un judío estricto observante de conducta irreprochable.

Esta iglesia jerosolimitana conoce un período de expansión y de crecimiento de su influencia sobre todas las comunidades cristianas exteriores a la Ciudad Santa, pero sufrió un brutal final tanto por el martirio del propio Santiago como por la catástrofe que se abatió sobre la capital judía y su templo. Y, aunque después del año 70, esta iglesia regresara a la ciudad santa, la influencia que había ejercido en tiempos de Pedro y Santiago sobre todas las comunidades exteriores, no se restableció. A partir de este momento, el cristianismo abandona su régimen centralizado y pasa a un congregacionismo integral, favorable a todas las dispersiones.

Un fenómeno consecuencia de esta deriva lo encontramos en el grupo de cristianos más influidos por la cultura helenista, grupos que presentaban una fisonomía original que combinaba rasgos de la comunidad jerosolimitana y otros producto de la presión del medio ofrecido por una gran urbe cosmopolita. Este grupo no solo se contentó con actuar, sino que también reflexionó sobre su acción y se expresó en algunos documentos literarios; exhibe, además, una violencia polémica mucho mayor en relación con los dirigentes judíos que sus hermanos de la mayoría de la iglesia de Jerusalén.

Tal movimiento contestatario legó a las generaciones cristianas algunos elementos importantes. Así, por ejemplo, obligó a la iglesia de Jerusalén a salir de su concha y a interesarse por el mundo exterior; contribuyó a helenizar el cristianismo en el plano cultural, lo cual orientó su expansión hacia el imperio romano más que hacia el Oriente semita; y, con el evangelio de Marcos, ofreció un modelo literario que ejerció gran atracción en autores cristianos de generaciones posteriores.

Pablo, apóstol de los gentiles

“Pablo es a un tiempo el personaje más conocido de la primera generación cristiana y un hombre envuelto en misterio en muchos aspectos”. Su conversión parece más bien referirse a una conmoción interior que a una manifestación espectacular. Trocmé nos lleva de la mano para recorrer su biografía y nos hace caer en la cuenta de que fue reconocido como detentor de una vocación misionera para los incircuncisos, mientras que Pedro, que gozaba de igual vocación, lo era para los circuncisos. Circuncisión o no circuncisión en los nuevos cristianos constituyó un profundo y a veces doloroso debate en el seno de aquella iglesia que nacía. Se intentó una solución de compromiso, consistente en pedir a los convertidos de origen pagano que se sometieran a unas cuantas reglas inspiradas en los mandamientos tradicionales, pero ni Pablo ni sus herederos aceptaron tal compromiso.

Si bien es cierto que Pablo era reconocido como legítimo misionero entre los paganos, el hecho es que los cristianos judíos y los que no tenían esa procedencia no podían vivir en plena comunión, por lo que cada uno de estos grupos tenía que constituir su propia comunidad. De esta manera, para las más altas autoridades cristianas era más importante la pertenencia étnica de los convertidos que el propio mensaje de salvación del Señor. Una situación que llevó, irremediablemente, a la ruptura, no quedando otra alternativa a Pablo que desarrollar y consolidar su obra misionera autónoma.

Sobre estas iglesias, Pablo extendía su autoridad, no sin combates y contestación, provenientes, sobre todo, de grupos judaizantes; tales iglesias se caracterizaban por haber roto puentes con las sinagogas, pero se desconoce cómo era su organización interna. Para ellas, Pablo es un apóstol de Jesucristo, un título por el que él sentía gran apego.

Tal situación le obligó a una gran actividad, corriendo de un lado a otro esforzándose por cerrar las brechas que surgían y dedicándose a la redacción de sus cartas tanto para responder a las cuestiones que se le planteaban, como para defenderse de ataques o para preparar su acción. Así, se vio obligado a fundar doctrinalmente sus exhortaciones a la constitución de una comunidad que reuniera a todos los fieles, sin dejar de lado su convicción de que la constitución de una iglesia local era la llave de la vida cristiana.

Tiempos difíciles

“A comienzos de los años sesenta de nuestra era, la iglesia cristiana era un grupo de tamaño modesto, pero animado por una dinamismo real y bastante sólidamente organizado en torno a su centro, la ciudad de Jerusalén”. Es verdad que había disidencias, pero eran menores. Aun así, la influencia centralizadora jerosolimitana fue disminuyendo, tanto por la poca brillantez de quienes sucedieron a Santiago como por las querellas dogmáticas surgidas tras la desaparición del hermano del Señor, a lo que se une el descalabro de la guerra judía y sus consecuencias. Así las cosas, “de un sistema cuasi papal, las iglesias cristianas habían pasado sin transición a un régimen congregacionalista, fundado en las comunidades locales y en las relaciones que estas quisieran establecer espontáneamente entre ellas”.

Se da, también, en esta época un fenómeno de singular importancia: el hecho de que las autoridades imperiales comienzan a distinguir entre judíos y cristianos; el estatus de religio licita del que gozaban los judíos, dejó de proteger a los cristianos, algo que encontramos en la génesis, entre otras muchas causas, de las persecuciones, especialmente, las del año 64. Hacia el año 70, ya habían desaparecido los tres protagonistas de la primera generación: Santiago, Pedro y Pablo.

Y se desarrollan cuestiones con diferente intensidad según el grupo cristiano en el que nacen; por ejemplo, las relaciones con las personas ricas, sobre quién podía hacer uso de la palabra en las reuniones, la importancia que se da a la cristología, etc. Pese a ello, los textos de la época permiten considerar una actitud aguerrida por parte de la mayoría cristiana en su intento de ganar para el Evangelio a un buen número de miembros de las sinagogas, presentándoles el cristianismo como una forma más acabada del judaísmo.

Pero, perdida la protección del estatuto de los judíos en el Imperio Romano, ¿qué sería de este grupo de cristianos?. Pues su salvación le llegó gracias a la pequeña minoría de quienes habían sido adoctrinados por Pablo. Paradójicamente, la mayoría de las iglesias cristianas continuaba considerando a los herederos de Pablo como unos irresponsables que ponían en peligro a todos los cristianos. Pero, a finales de la década de los 80 de nuestra era, estiman las iglesias paulinas que pueden dar a las demás comunidades cristianas consejos y ejemplos prácticos para ayudarlas a organizarse, en el momento en que se prepara su expulsión de las sinagogas.

Época de madurez

En torno al año 100, rotos ya los vínculos con las sinagogas, los cristianos renuncian a polemizar contra ellas y a presentarse como los judíos más auténticos. Los de origen pagano, en número cada vez mayor, no sienten nostalgia de un pasado reciente en el que sus comunidades vivían en estrecha dependencia de las sinagogas. Por otro lado, se muestran cada vez más leales al imperio romano, obedeciendo a un sentimiento de creciente necesidad de integrarse en la civilización grecorromana, lo que hace que las autoridades no perciban ya el Evangelio como una propaganda religiosa agresiva, sino como la fe de una comunidad razonable.

Palabras de Trocmé que resumen la situación: “el cristianismo, que descubrió su identidad propia en torno al año 100 de nuestra era, busca insertarse en la sociedad en la que eligió mayoritariamente implantarse y emprende un vasto debate interno sobre la manera de conseguirlo. Por este motivo, puede ser descrito como un cristianismo emancipado respecto de su progenitor, el judaísmo, y que había entrado, antes de 150, en la edad adulta, donde había de tomar en sus manos su propio destino”.

Concluyendo

En esta obra, encontrará el lector una detallada cronología de los primeros años de un cristianismo que, como un recién nacido, es consciente de la magnitud del mensaje que sigue, pero balbucea en la manera de incorporarlo a su vida diaria en el horizonte de una labor misionera: custodiaban un Evangelio, una buena noticia, que no podían reservar egoístamente para sí, sino que tenían que esparcir por todo el mundo.

Étienne Trocmé desarrolla su libro con maestría. Primero, con un lenguaje que sabe armonizar y conjugar el necesario discurso de lectura, entreverado con la abundancia contundente de citas de documentos que sustentan su narración; en ningún momento, esta importante aportación documental, impide una lectura apasionante, bien estructurada y minuciosamente desarrollada. Luego, la ausencia de complicados términos propios de una exégesis meticulosa, facilita en no pequeña medida el éxito del proyecto expositivo concebido por el autor.

Desde luego, junto a una amena lectura, encontrará, quien se adentre en sus páginas, un sólido conocimiento de los primeros años de los grupos de seguidores de Jesús de Nazaret hasta convertirse en la realidad del cristianismo.

Índice

Introducción: Geografía y cronología. Los dos ejes del cristianismo primitivo. Por Xabier Picaza
Prólogo

1. El judaísmo al inicio de nuestra era
2. Juan el Bautista y Jesús de Nazaret
3. La primera iglesia de Jerusanlén
4. El envite “helenista”
5. Pablo: los primeros pasos
6. Pablo: la huida hacia adelante
7. Pablo, jefe de iglesia
8. Pablo, teólogo y mártir
9. La gran crisis de los años sesenta
10. La contraofensiva cristiana
11. El despertar de los herederos de Pablo
12. Hacia un cristianismo adulto
13. Consolidación y helenización

Conclusión
Bibliografía




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07/05/2021 Comentarios

Reseñas

Capitalismo cansado Redacción T21 , 06/05/2021

Tensiones (eco)políticas del desorden global


Capitalismo cansado
 
Ficha Técnica
 
Título: Capitalismo cansado
Autor: Luis arenas
EditaEditorial Trotta.  Madrid, marzo de 2021
Colección: Estructuras y Procesos
Materia: Filosofía
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 202
ISBN: 978-84-9879-837-1
PVP: 21,00 €
e-pub: 12,99 €
 
Ha pasado ya más de una década desde que la crisis de 2008 acabara de resquebrajar el mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces los esfuerzos por clarificar este horizonte convulso y aparentemente ininteligible siguen dando escasos resultados.
La desorientación se extiende en los ámbitos políticos y en los económicos ante las amenazas que impone un entorno caracterizado por graves tensiones medioambientales, por el desafío de la robotización e informatización y la inteligencia artificial, por los flujos migratorios, por el calentamiento global, por la irrupción de la extrema derecha o por la creciente desigualdad e injusticia global. Todos los datos apuntan a un «agotamiento sistémico» cuyo síntoma más evidente es el cansancio que parece mostrar el capitalismo desde hace más de una década.

En este contexto, resulta en extremo optimista dar por asumidos logros culturales, políticos y civilizatorios que se creía consolidados hasta hace poco, por lo que vale la pena repensar de manera radical para las próximas décadas los supuestos (económicos, ecológicos, geopolíticos, culturales, pedagógicos) asumidos acríticamente como telón de fondo de nuestras vidas.

Porque incluso si, como muchos sospechan, estamos ante el amanecer de un sistema completamente distinto al que conocimos, no hay garantías de que lo que finalmente acabe por triunfar se parezca más a nuestros sueños políticos que a nuestras pesadillas.

Lo fascinante de la encrucijada a la que nos enfrentamos es que sabemos que el pasado quedó atrás para siempre y no volverá, pero aún no somos capaces de vislumbrar qué será lo que lo sustituya.
 
 
CONTENIDO

Prólogo (a modo de epílogo) a una pandemia
Introducción. Paisaje después de la tormenta (y antes de la tempestad)
  1. De éxito en éxito hasta el fracaso final: el triple fracaso del juego económico capitalista
  2. Capitalismo de plataforma y trabajo
  3. ¿Vivimos por debajo de nuestras posibilidades? Keynes, Ortega y el fin del trabajo asalariado
  4. Thorstein Veblen: para una crítica de las instituciones imbéciles.
  5. Crisis y sabotaje capitalista: la actualidad del pensamiento económico de Thorstein Veblen
  6. El veneno está en la dosis (o de cómo su cantidad convierte en insoportable la injusticia)
  7. Construir, habitar, pensar (de otra manera). La arquitectura entre la ecología política y el fondo gastado de la Modernidad
  8. Un ahora sin aquí. La experiencia del mundo y del arte en la era de la pantalla global
 
Bibliografía
Nota sobre el origen de los textos
 
 
 
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06/05/2021 Comentarios

Reseñas

La virtud del egoísmo Redacción T21 , 26/04/2021

Un nuevo concepto del egoísmo


La virtud del egoísmo
Ficha Técnica
 
Título: La virtud del egoísmo
Autora: Ayn Rand
Ensayos adicionales: Nathaniel Branden
EditaEdiciones Deusto.Barcelona, abril de 2021
Traducción: Domingo García
Colección: Ayn Rand
Materia: Filosofía
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
 Número de páginas: 192
ISBN: 978-84-234-3232-5
PVP: 19.95 €
eBook (Epub 2): 9.99 €

 
“Durante siglos de plagas y calamidades provocadas por vuestro código de moralidad, habéis clamado que vuestro código había sido quebrantado, que las plagas eran el castigo por quebrantarlo, que los hombres eran demasiado débiles y demasiado egoístas para desramar toda la sangre necesaria. Maldijisteis al hombre, maldijisteis la existencia, maldijisteis esta Tierra, pero nunca os atrevisteis a cuestionar vuestro código. Vuestras víctimas asumieron la culpa y continuaron luchando, con vuestras injurias como recompensa de su martirio — mientras seguíais clamando que vuestro código era noble, pero la naturaleza humana no era lo suficientemente buena para practicarlo —. Y nadie se alzó para hacer la pregunta: ¿Buena...? ¿De acuerdo con qué estándar?” (Extracto de La ética objetivista de Ayn Rand)


La mejor exposición de los principios morales del Objetivismo, la influyente filosofía de Ayn Rand.

Desde que empezaron a publicarse, las obras de Ayn Rand han tenido un notable impacto en la escena intelectual, política y social. Sus ideas se han discutido con pasión y defendido con ahínco durante más de medio siglo.

En el universo randiano el tema subyacente siempre es la filosofía, con una nueva moralidad que aborda el individualismo, la libertad, y el rechazo a la vocación totalitaria de los estados y a los instintos tiránicos de aquellos que quieren imponernos soluciones colectivistas. Un desafío que todavía hoy sigue vigente y nos amenaza.

Conocida como Objetivismo, su filosofía sostiene que la vida humana —la vida apropiada para un ser racional— es la norma de los valores morales y considera que el colectivismo es incompatible con la naturaleza del hombre.

En esta serie de ensayos escritos a lo largo de varias décadas, Rand se pregunta por qué el hombre necesita la moral. Y, su respuesta, define un nuevo código ético basado en la virtud del egoísmo.
 

Sumario

Introducción
 
  1. La ética objetivista
  2. Salud mental contra misticismo y autosacrificio
  3.  La ética de las emergencias
  4. Los «conflictos» de intereses entre los hombres
  5. ¿No es todo el mundo egoísta?
  6. La psicología del placer
  7. ¿La vida no requiere concesiones?
  8. ¿Cómo lleva uno una vida racional en una sociedad irracional?
  9. El culto a la moralidad gris
  10. Éticas colectivizadas
  11. Los constructores de monumentos
  12. Derechos del hombre
  13. «Derechos» colectivizados
  14. La naturaleza del gobierno
  15. Cómo financiar el gobierno en una sociedad libre
  16. 16. El divino derecho al estancamiento
  17. Racismo
  18. Individualismo falsificado
  19. El argumento por intimidación
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26/04/2021 Comentarios

Reseñas

Inteligencia, mente y conciencia Redacción T21 , 19/04/2021

Mano, Citta, Viññāna. Tal y como el Buda lo enseñó


Inteligencia, mente y conciencia

Ficha Técnica
 
Título: Inteligencia, mente y conciencia
Autor:Dhiravamsa
EditaEditorial Kairós. Barcelona, 2021
Traducción: Jordi Roig
Colección: Sabiduría peremne
Materia: Filosofía, Mística
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 240
ISBN: 978-84-9988-846-0
PVP: 16.5€
Libro digital: 7.7€
 
 
Este texto altamente esperado ve la luz. Una selección de los suttas en los que el Buda profundizó sobre tres de los conceptos más importantes tanto para la cosmovisión como para la práctica del budismo: la inteligencia, la mente y la conciencia.
 
Este libro es una recopilación de las enseñanzas o dharmas del Buda procedentes de varios suttas relacionados con mano o inteligencia universal autoluminosa, cita o la mente y viññāna o la conciencia. Estos tres temas interrelacionados de Inteligencia, Mente y Conciencia pueden parecer complicados, pero el Buda los expuso de forma sencilla y clara. En los suttas descubre lo que está cubierto, hace que lo profundo emerja hacia lo sencillo y simplifica lo complicado.
 
El reconocido maestro Dhiravamsa ha ido a las fuentes originales en lengua pali y nos ilumina el significado profundo de estos conceptos, no siempre fáciles de manejar, incluso para los meditadores más experimentados.
 
Utilizando una metáfora del propio Buda, el maestro nos recuerda que la inteligencia cósmica (mano) es como el rayo del sol, que se refleja en la conciencia (viññâna), con la que conocemos. La continuidad de la luz en el pensamiento y otras funciones es la mente (citta).
 
Una obra profundamente esclarecedora y necesaria para iluminar la práctica de la meditación.
 

Sumario
 
Dedicatoria
Agradecimientos
Abreviaciones
 
Introducción
 
Primera parte: Mano, cita, viññāna
Segunda parte: Citta
Tercera parte: Mano
Cuarta parte: Viññāna
Quinta parte: Samkhata – asamkhata
 
Conclusión
 
 
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19/04/2021 Comentarios

Reseñas

Breve historia de la astronomía Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/04/2021
Breve historia de la astronomía
Ficha Técnica

Título: Breve historia de la astronomía
Autor: Enrique José Díaz León
Edita: Guadalmazán, Córdoba, 2021
Colección: Divulgación científica
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 256
ISBN: 978-84-17547-10-3
Precio: 15,95 euros

Enrique José Díaz León es un autor especializado en temas de divulgación histórica, como lo prueban las obras publicadas, aparte de su labor profesional en radio y televisión, entre otras vías comunicativas. Y, en esta obra, da muestra, una vez más, de su buen quehacer.

Se trata de un libro de fácil lectura, pese a la abundancia de datos que reúne en sus páginas, destinados a dar conocer la historia de una búsqueda, la del conocimiento de los astros y del propio entorno y, al propio tiempo, brindar al lector una aproximación a una ciencia cada día más en boga.

El recorrido que nos propone el autor es amplio, pues abarca desde la época prehistórica hasta nuestros días. En tiempos anteriores a la historia, los astros permitían registrar el tiempo, algo fundamental para aquellos primeros humanos, que practicaban, así, una astronomía de posición, fabricando alineaciones con piedras y palos para determinar los puntos de salida y puesta del sol. Como ejemplo típico de estas construcciones, se detiene principalmente en Stonehenge, citando también otros restos arqueológicos.

Astros en el ayer

En un paso más en el tiempo, es la astronomía mesopotámica, como exponente de las primeras civilizaciones, la que ocupa la atención del autor. Un momento en que astronomía y religión iban de la mano, sosteniendo una importante serie de creencias. Un avance en esta línea se produce en Egipto, donde sus sabios explicaron el universo a través de la religión, con diferentes visiones cosmológicas; el universo se concibe como algo cíclico, lo que permite que sea su civilización la primera en contar con un calendario. Fueron los egipcios capaces de distinguir los objetos celestes fijos y los móviles, entre otros avances de sus sacerdotes astrónomos.

Importante fue también la astronomía en las culturas prehispánicas, que se desenvolvían entre la ciencia y el misterio. La astronomía maya, la chavín, la olmeca, la zapoteca y la azteca constituyen el objeto de la explicación de Díaz León, quien, de manera sucinta, nos ofrece un excelente resumen de los más importantes logros astronómicos de estas civilizaciones, para pasar, seguidamente, a estudiar esta ciencia en la cultura griega.

Aquí ya aparecen los nombres que ocupan un lugar preeminente de la historia helénica. Los pitagóricos ceden paso a las teorías de Aristóteles, a quien dedica varias páginas del texto, y a las destacadas aportaciones de Eratóstenes y sus conclusiones acerca de un geocentrismo que se vería destronado tiempo después por la teoría heliocéntrica.

Lugar destacado ocupan también los árabes, cuya astronomía se considera heredera de la clásica. Por aquí desfilan Ibn Qurra, Avicena, Azarquiel, Avempace, Averroes, Maimónides, etc. Sus trabajos y sus avances son expuestos de manera clara y concisa por el autor, ofreciéndonos un auténtico panorama de sus importantes aportaciones.

En el mundo cristiano medieval ocupa, también, destacada importancia la astronomía. No se olvida el autor de culpar “a la Iglesia del retraso científico en el lado cristiano durante la Edad Media”. La escolástica, nacida en el estamento religioso, revisa las principales obras de la filosofía natural, cuyos autores más destacados eran Aristóteles, Platón. Ptolomeo o Arquímedes, pues considera que la naturaleza es un conjunto de leyes que se podían explicar por la razón, con énfasis en la lógica y el empirismo. Aquí es el turno de Roger Bacon (quien estableció pautas en lo que se conoce como método científico), Nicolás de Cusa, Regius Montanus, Martin Bylica, etc.

En tiempos modernos

Con esto llegamos a la Edad Moderna, donde, paulatinamente, se va produciendo un desplazamiento de Dios por el hombre: “el siglo XVI será sin duda el siglo marcado por el final del teocentrismo medieval, y la irrupción del homocentrismo”. Al timón del avance de la ciencia astronómica encontramos a Nicolás Copérnico, Tycho Brahe, Johannes Kepler, Pedro Nunes y Christopher Clavius, de los que el autor ofrece una apretada síntesis de su pensamiento y aportaciones.

Mientras, la razón va ganando terreno a la creencia y a la superstición: tanto René Descartes como Baruch Spinoza convierten la razón en el motor de crecimiento de la actividad humana. El siglo XVII comienza cuando Galileo Galilei y Kepler han publicado algunos de sus mejores trabajos y a lo largo de su desarrollo se producen grandes debates entre heliocentristas y geocentristas. Galileo, Kepler y Newton centran la atención de Díaz León, desarrollando su biografía, pensamiento y obras.

Con el sugerente título de Las luces inundan el cielo, abre el autor un capítulo que arranca con Isaac Newton como puente perfecto que abre camino a la Europa de la Ilustración, suponiendo el triunfo de la razón sobre la fe. Nos ofrece una panorámica de los acontecimiento primordiales de tan importante siglo en la historia. Aquí descuellan las figuras de Edmund Halley, Herschel y sus telescopios, Charles Messier, Pierre Mechain, Pierre-Simon Laplace, Lagrange, Bode, Titius, Le Verrer y el español Jorge Juan. De todos ellos podemos leer su biografía y aportaciones a la ciencia.

Desde luego, los telescopios constituyen un imprescindible instrumento para la observación estelar. Y es el siglo XIX el que contempla su sofisticación, junto a otros medios de observación. Esta centuria supone el momento de esplendor de las grandes academias científicas y el comienzo de una inversión estatal en la investigación. También aquí, Díaz León nos ofrece una resumida biobibliografía de las figuras destacadas del momento: Charles Piazzi Smith, Elizabeth Brown, Janet Taylor, Friedrich Wilhelm Bessel, Johann Encke, Giovanni Virgilio Schiaparelli, Mary Somerville, Mariel Mitchell, Williamina Fleming, Henrietta Swan Leavitt, Percival Lowell y los españoles Cecilio Pujazón y Josep Comas i Solá. Como se ve, un amplio grupo a ambos lados del océano y en el que abundan las mujeres como destacadas científicas.

Entramos así en el siglo XX, en el que se recorre el camino de la teoría de relatividad a los albores de la carrera espacial. Personajes que nos son más cercanos en el tiempo desfilan por este capítulo, tales como Einstein, Hubble, Georges Lemaître, Gamow, Schrödinger, Max Valier, Paulet, Goddard, Shapley y Hoyle. Como se ve, científicos astrónomos junto a creadores de diseños y motores capaces de elevarse desde la tierra hacia el amplio campo del cielo.

A partir de aquí, el autor nos ofrece una amplia visión de lo que ha constituido y constituye prácticamente hasta nuestros días lo que se ha dado en llamar la carrera espacial que nos ha llevado hasta Marte. Personas y programas se mezclan en este remolino ascendente para alcanzar las estrellas.

Concluyendo

Breve historia de la astronomía es un libro de divulgación; en este sentido, constituye un magnífico manual, a tener siempre a mano, para poder consultar detalles del devenir de tan apasionante ciencia. El lenguaje, como corresponde a este tipo de publicaciones, es muy próximo y asequible, lo que permite una lectura relajada a la par que entretenida. Importante aportación es la inclusión de una selecta bibliografía al fina del cada capítulo que permitirá al lector interesado profundizar en aquellos temas que, en la presente obra, quedan simplemente esbozados.

Índice

Introducción

La astronomía prehistórica
La astronomía mesopotámica, exponente de las primeras civilizaciones urbanas
La astronomía sumeria
La astronomía babilonia
El antiguo Egipto y la religión de los astros
La astronomía en las culturas prehispánica, entre la ciencia y el misterio
La astronomía maya
La astronomía chavín
La astronomía olmeca
La astronomía zapoteca
La astronomía azteca
La astronomía en la civilización griega
La astronomía árabe, heredera de la astronomía clásica
La astronomía medieval en el mundo cristiano
La Edad Moderna: el hombre desplaza a Dios
El poder de la razón
Las luces inundan el cielo
La sofisticación de los medios de observación
De la teoría de la relatividad a los albores de la carrera espacial (1900-1950)
De la carrera espacial a la llegada a Marte (1951-2000)

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18/04/2021 Comentarios

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