¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Tendencias Estratégicas
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Crean mosaicos inteligentes que facilitan el recuento de multitudes
18/12/2025 17:48 - Pablo Javier Piacente / T21 -
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18/12/2025 17:48 - Pablo Javier Piacente / T21 -
La IA muestra cómo los desastres naturales profundizan la desigualdad social
17/12/2025 17:43 - Pablo Javier Piacente / T21
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El covid-19 representa un prolongado y desconcertante paréntesis en el tránsito a un nuevo periodo histórico: la cuarta revolución industrial (4RI)
El término cuarta revolución industrial fue introducido en 2016 por Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum (WEF) y, permite designar a una nueva etapa en el desarrollo de la economía mundial, en la cual el papel de tecnologías inteligentes será determinante.
El imaginario tecnológico de la 4RI comprende la integración de la biotecnología, cadenas de bloques, computación cuántica, impresoras 3-D, inteligencia artificial, internet de las cosas (IoT), nanotecnologías, robótica, vehículos autónomos, etc.,
La 4RI confirma la pertinencia del pensamiento complejo y de la teoría general de sistemas, al afirmar la posibilidad de relacionar e integrar todo aquello que antes se suponía particular y disperso.
Sin incurrir en un determinismo tecnológico absoluto, podemos anticipar que las tecnologías de frontera -como las designa Naciones Unidas-, afectarán profundamente todo el complejo psíquico y social de las personas y las sociedades.
El imaginario tecnológico de la 4RI comprende la integración de la biotecnología, cadenas de bloques, computación cuántica, impresoras 3-D, inteligencia artificial, internet de las cosas (IoT), nanotecnologías, robótica, vehículos autónomos, etc.,
La 4RI confirma la pertinencia del pensamiento complejo y de la teoría general de sistemas, al afirmar la posibilidad de relacionar e integrar todo aquello que antes se suponía particular y disperso.
Sin incurrir en un determinismo tecnológico absoluto, podemos anticipar que las tecnologías de frontera -como las designa Naciones Unidas-, afectarán profundamente todo el complejo psíquico y social de las personas y las sociedades.
El desarrollo de una economía de elevadísima productividad vendrá acompañado de una significativa reducción en la necesidad de la intervención humana en forma de mano de obra, incluso, la altamente calificada.
En principio, los robots realizarán trabajos elementales y rutinarios. La tecnología finalmente podría determinar la obsolescencia del proletariado y, finiquitar la utopía relativa a una gran revolución mundial que nos instalaría en la plenitud de un mundo feliz, gracias a la abolición de la propiedad privada y la lucha de clases.
Por supuesto, tendremos que cuestionarnos cuál será el destino laboral que tendrán millones de trabajadores, quienes serán desplazados por las máquinas y, más importante aún, anticipar posibles soluciones al grave dilema que representará el desempleo tecnológico masivo.
Debemos tener presente que los robots son capaces de efectuar operaciones complejas con absoluta precisión, como las que realizan los cirujanos más calificados. En no pocas salas de operaciones de modernos hospitales, hoy intervienen robots en complicadas intervenciones quirúrgicas.
En una etapa más avanzada de la 4RI, incluso podríamos estar rodeados de máquinas inteligentes, capaces de hacer prácticamente todo mejor que nosotros mismos.
El covid-19 exhibió cuan delicada resulta la biopeligrosidad de la especie humana. A pesar de millones de años de evolución, el ser humano sigue siendo sumamente vulnerable.
La impresionante aceleración histórica que acompañará el desarrollo de la 4RI generará profundas crisis, las cuales pondrán en evidencia las limitaciones de algunas instituciones históricas en su capacidad para asimilar complejidad e incertidumbre.
Ante el nuevo shock que nos depara el futuro, no pocos gobiernos e instituciones parecen entumecidos.
Definitivamente, merecemos gobiernos más inteligentes. Además, los gobiernos inteligentes son posibles. Sin embargo, en nuestros días padecemos los caprichos y ocurrencias de no pocos políticos idiotas.
En el complejo imaginario de la 4RI, la inteligencia artificial (IA) es medular.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones y la Unesco (2018) afirman que la IA permite sacar todo el provecho de Big Data para diseñar programas de desarrollo que permiten aprovechar toda la información que es generada en tiempo real.
El análisis predictivo -una de las bondades de Big Data- permite detectar riesgos emergentes y adoptar medidas correctivas en el momento oportuno.
Todo ello debería transformar el imaginario de las políticas públicas. Sin embargo, mientras el principal argumento de la planeación de políticas públicas sea político, lo inercial prevalecerá sobre lo efectivamente indispensable, necesario e inteligente.
El tránsito a la 4RI está sucediendo más rápido de lo que muchos suponen. En el libro Próxima estación futuro, Yogeshwar señala que, en materia de Internet de las cosas (IOT), en 2012 estaban conectados a Internet 8,700 millones de objetos. Solo un año después (2013) había diez mil millones, y para finales de esta década podríamos tener más de ciento cincuenta mil millones.
Las implicaciones de la IA son complejas, particularmente al considerar el aprendizaje automático, el cual supone la posibilidad de que las máquinas y algoritmos aprendan de sus propias experiencias, aún sin haber sido programados para ello.
El aprendizaje automático comprende tres niveles: el aprendizaje basado en tareas (aprendizaje supervisado), el basado en datos (aprendizaje no supervisado), el de refuerzo (aprendizaje que permite reaccionar a su entorno).
Además, existe el aprendizaje profundo, el cual permite resolver problemas muy complejos que incluyen grandes cantidades de datos. Este se produce mediante redes neuronales artificiales que se organizan en capas para reconocer relaciones y patrones complejos de datos.
En el imaginario del aprendizaje automático, las máquinas podrán fabricar todo. Incluso autómatas que serían capaces de construir mejores autómatas sin la participación humana.
Si bien el coeficiente de inteligencia promedio en la especie humana ha venido progresando de forma constante de generación en generación, el desarrollo de la IA permite suponer que futuras generaciones de máquinas y algoritmos serán cada vez más inteligentes.
Inevitablemente se llegaría a un punto en el cual la IA podrá superar a la inteligencia humana (Superinteligencia artificial). Los autómatas podrían evolucionar a agentes autónomos.
Las nuevas tecnologías seguirán su ciclo de desarrollo, extenderán y amplificarán nuevas funciones y capacidades, y, en un momento determinado, evolucionarán a una forma más sofisticada que, podría impactar en la reconfiguración del ser humano como especie.
Frente a la superinteligencia artifical, el hombre tendría necesariemente que evolucionar. El ser humano -ya lo había anticipado Federico Nietzsche- no debe ser considerado como la culminación perfecta en el complejo proceso de la evolución.
Hasta ahora, la evolución ha sido un proceso orgánico. Sin embargo, el destacado historiador israelí Yuval Noah Harari señala que la nueva evolución posible sería inorgánica y tecnológica.
Además, fundamentalmente se daría a través de la ingeniería biológica, la ingeniería ciborg y, la ingeniería de seres no orgánicos.
Harari indica que la inteligencia artificial y la biotecnología ofrecen a la humanidad la posibilidad de remodelar y diseñar la vida.
Si la especie humana no consigue incrementar significativamente sus capacidades, el futuro podría ser mucho más complicado de lo que imaginamos.
La gran disyuntiva posible supone aceptar la presencia de la tecnología en nuestra biología, transformándonos en una especie de ciborgs de orden superior.
La simbiosis entre el cerebro humano y la (IA), anticipada por la ciencia ficción, parecía muy remota. Sin embargo, a finales del mes de julio de 2019, Elon Musk, presentó un prototipo que desmuestra su viabilidad.
La visión transhumanista responde a la posibilidad de que el ser humano pudiera ser sustituido por un ente superior, que funcione mejor en un ambiente tan complejo, gracias a la manipulación tecnológica de su estructura.
En principio, los robots realizarán trabajos elementales y rutinarios. La tecnología finalmente podría determinar la obsolescencia del proletariado y, finiquitar la utopía relativa a una gran revolución mundial que nos instalaría en la plenitud de un mundo feliz, gracias a la abolición de la propiedad privada y la lucha de clases.
Por supuesto, tendremos que cuestionarnos cuál será el destino laboral que tendrán millones de trabajadores, quienes serán desplazados por las máquinas y, más importante aún, anticipar posibles soluciones al grave dilema que representará el desempleo tecnológico masivo.
Debemos tener presente que los robots son capaces de efectuar operaciones complejas con absoluta precisión, como las que realizan los cirujanos más calificados. En no pocas salas de operaciones de modernos hospitales, hoy intervienen robots en complicadas intervenciones quirúrgicas.
En una etapa más avanzada de la 4RI, incluso podríamos estar rodeados de máquinas inteligentes, capaces de hacer prácticamente todo mejor que nosotros mismos.
El covid-19 exhibió cuan delicada resulta la biopeligrosidad de la especie humana. A pesar de millones de años de evolución, el ser humano sigue siendo sumamente vulnerable.
La impresionante aceleración histórica que acompañará el desarrollo de la 4RI generará profundas crisis, las cuales pondrán en evidencia las limitaciones de algunas instituciones históricas en su capacidad para asimilar complejidad e incertidumbre.
Ante el nuevo shock que nos depara el futuro, no pocos gobiernos e instituciones parecen entumecidos.
Definitivamente, merecemos gobiernos más inteligentes. Además, los gobiernos inteligentes son posibles. Sin embargo, en nuestros días padecemos los caprichos y ocurrencias de no pocos políticos idiotas.
En el complejo imaginario de la 4RI, la inteligencia artificial (IA) es medular.
La Unión Internacional de Telecomunicaciones y la Unesco (2018) afirman que la IA permite sacar todo el provecho de Big Data para diseñar programas de desarrollo que permiten aprovechar toda la información que es generada en tiempo real.
El análisis predictivo -una de las bondades de Big Data- permite detectar riesgos emergentes y adoptar medidas correctivas en el momento oportuno.
Todo ello debería transformar el imaginario de las políticas públicas. Sin embargo, mientras el principal argumento de la planeación de políticas públicas sea político, lo inercial prevalecerá sobre lo efectivamente indispensable, necesario e inteligente.
El tránsito a la 4RI está sucediendo más rápido de lo que muchos suponen. En el libro Próxima estación futuro, Yogeshwar señala que, en materia de Internet de las cosas (IOT), en 2012 estaban conectados a Internet 8,700 millones de objetos. Solo un año después (2013) había diez mil millones, y para finales de esta década podríamos tener más de ciento cincuenta mil millones.
Las implicaciones de la IA son complejas, particularmente al considerar el aprendizaje automático, el cual supone la posibilidad de que las máquinas y algoritmos aprendan de sus propias experiencias, aún sin haber sido programados para ello.
El aprendizaje automático comprende tres niveles: el aprendizaje basado en tareas (aprendizaje supervisado), el basado en datos (aprendizaje no supervisado), el de refuerzo (aprendizaje que permite reaccionar a su entorno).
Además, existe el aprendizaje profundo, el cual permite resolver problemas muy complejos que incluyen grandes cantidades de datos. Este se produce mediante redes neuronales artificiales que se organizan en capas para reconocer relaciones y patrones complejos de datos.
En el imaginario del aprendizaje automático, las máquinas podrán fabricar todo. Incluso autómatas que serían capaces de construir mejores autómatas sin la participación humana.
Si bien el coeficiente de inteligencia promedio en la especie humana ha venido progresando de forma constante de generación en generación, el desarrollo de la IA permite suponer que futuras generaciones de máquinas y algoritmos serán cada vez más inteligentes.
Inevitablemente se llegaría a un punto en el cual la IA podrá superar a la inteligencia humana (Superinteligencia artificial). Los autómatas podrían evolucionar a agentes autónomos.
Las nuevas tecnologías seguirán su ciclo de desarrollo, extenderán y amplificarán nuevas funciones y capacidades, y, en un momento determinado, evolucionarán a una forma más sofisticada que, podría impactar en la reconfiguración del ser humano como especie.
Frente a la superinteligencia artifical, el hombre tendría necesariemente que evolucionar. El ser humano -ya lo había anticipado Federico Nietzsche- no debe ser considerado como la culminación perfecta en el complejo proceso de la evolución.
Hasta ahora, la evolución ha sido un proceso orgánico. Sin embargo, el destacado historiador israelí Yuval Noah Harari señala que la nueva evolución posible sería inorgánica y tecnológica.
Además, fundamentalmente se daría a través de la ingeniería biológica, la ingeniería ciborg y, la ingeniería de seres no orgánicos.
Harari indica que la inteligencia artificial y la biotecnología ofrecen a la humanidad la posibilidad de remodelar y diseñar la vida.
Si la especie humana no consigue incrementar significativamente sus capacidades, el futuro podría ser mucho más complicado de lo que imaginamos.
La gran disyuntiva posible supone aceptar la presencia de la tecnología en nuestra biología, transformándonos en una especie de ciborgs de orden superior.
La simbiosis entre el cerebro humano y la (IA), anticipada por la ciencia ficción, parecía muy remota. Sin embargo, a finales del mes de julio de 2019, Elon Musk, presentó un prototipo que desmuestra su viabilidad.
La visión transhumanista responde a la posibilidad de que el ser humano pudiera ser sustituido por un ente superior, que funcione mejor en un ambiente tan complejo, gracias a la manipulación tecnológica de su estructura.
Por otra parte, la fusión entre la infotecnología y la biotecnología promete humanizar a las máquinas. Los deseos y las emociones podrían ser interpretados como complejos algoritmos bioquímicos.
Los algoritmos informáticos podrían aconsejarnos mejor que los propios sentimientos humanos. Para ello, afirma Harari, resulta clave el desarrollo del sensor biométrico.
En los próximos años, la evolución científica y tecnológica entrará a una fase de mayor aceleración. La Cuarta Revolución Industrial podría provocará que el ser humano efectivamente evolucione en una forma que impactará en su constitución como especie.
Por tal motivo, resulta necesario cuestionarse nuevamente el rol de la tecnología, la ciencia y la humanidad en un entorno tan dinámico y complejo como en el que nos encontramos actualmente, para tratar de comprender cuáles son nuestras efectivas posibilidades de adaptación, cambio y supervivencia.
Los algoritmos informáticos podrían aconsejarnos mejor que los propios sentimientos humanos. Para ello, afirma Harari, resulta clave el desarrollo del sensor biométrico.
En los próximos años, la evolución científica y tecnológica entrará a una fase de mayor aceleración. La Cuarta Revolución Industrial podría provocará que el ser humano efectivamente evolucione en una forma que impactará en su constitución como especie.
Por tal motivo, resulta necesario cuestionarse nuevamente el rol de la tecnología, la ciencia y la humanidad en un entorno tan dinámico y complejo como en el que nos encontramos actualmente, para tratar de comprender cuáles son nuestras efectivas posibilidades de adaptación, cambio y supervivencia.
Octavio Islas (México).
Director general de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CINTE).
Director general de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CINTE).
Doctor en ciencias sociales. Autor y coordinador de 17 libros, más de 55 capítulos en libros, más de 700 textos periodísticos. Fundador de la revista científica Razón y Palabra. Se desempeña como catedrático e investigador en la Universidad Central de El Ecuador. Director de la maestría en Comunicación y Cultura, Universidad Central de El Ecuador. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, México, nivel 2. Su cuenta de correo electrónico es ORCID https://orcid.org joseoctavio.islas@gmail.com [0000-0002-6562-3925 ]
Director de la Maestría en Comunicación y Cultura
FACSO, Universidad Central del Ecuador.
Director general y fundador de la revista cientìfica Razón y Palabra http://www. revistarazonypalabra.org/ index.php/ryp
Miembro del comité científico de la revista Comunicar
Miembro del comité científico de la revista Explorations in Media Ecology.
Miembro del comité científico de la revista Latina
Miembro de la Media Ecology Association
Miembro de GICOM (Grupo Hacia una Ingeniería en Comunicación Social)
Director general de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CINTE).
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, SNI, nivel 2.
FACSO, Universidad Central del Ecuador.
Director general y fundador de la revista cientìfica Razón y Palabra http://www.
Miembro del comité científico de la revista Comunicar
Miembro del comité científico de la revista Explorations in Media Ecology.
Miembro del comité científico de la revista Latina
Miembro de la Media Ecology Association
Miembro de GICOM (Grupo Hacia una Ingeniería en Comunicación Social)
Director general de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CINTE).
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, SNI, nivel 2.
Lunes, 18 de Mayo 2020
Comentarios
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Esta nueva sección nace con el objeto de crear un foro de debate donde colegas, académicos, compañeros y seguidores del fallecido Rafael Alberto Pérez, expertos de la Nueva Teoría Estratégica, comparten sus reflexiones sobre los temas de actualidad.
Sabemos que Rafael hubiera escrito y debatido mucho sobre el tema durante el confinamiento y, por ello, queremos darle voz a su legado, en su blog, queremos compilar su huella. Como siempre, de la mano de sus colegas, compañeros, seguidores y defensores de la NTE: Gracias a todos por hacer este FORO NTE posible.
Iniciativa de sus hijos Alejandro y Emma, con el apoyo incondicional del anfitrión del blog, Tendencias 21, y de los amigos y compañeros de Rafael en esta disciplina; abrimos este foro de debate en tiempos de incertidumbre, el plena crisis del Covid 19, expectantes a enfrentarnos a la "nueva normalidad".
Iniciativa de sus hijos Alejandro y Emma, con el apoyo incondicional del anfitrión del blog, Tendencias 21, y de los amigos y compañeros de Rafael en esta disciplina; abrimos este foro de debate en tiempos de incertidumbre, el plena crisis del Covid 19, expectantes a enfrentarnos a la "nueva normalidad".
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"Este foro representa un bien merecido homenaje permanente a nuestro querido Rafael Alberto Pérez. También será el soporte y canal para las aportaciones de más de un centenar de seguidores profesionales, docentes e investigadores que ya componen el movimiento, extendido por Europa y América, en torno a la Nueva Teoría Estratégica (NTE) nacida del pensamiento y el bien hacer de Rafael."
Tertulia en la terraza jardín del Hotel Nacional de la Habana (Cuba) durante el descanso en alguna de las sesiones de un Ciclo Avanzado de Seminarios en Comunicación Estratégica que impartimos conjuntamente al alimón. Nos acompañan en la imagen la Doctora Magda Rivero, el profesor Orlando Gutiérrez y dos profesionales de las Relaciones Públicas y la Comunicación de Cuba y México, respectivamente.
Se suele decir que las personas no mueren mientras se les mantengan en el recuerdo y, siendo así, Rafael Alberto Pérez se mantiene vivo no solo en el recuerdo, también en el legado que nos ha dejado. Un legado capaz de generar todo un movimiento en torno a su propuesta de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) Y, como sus ideas al respecto dan para mucho desarrollo, profundidad y cambios, tanto en las personas, como en las organizaciones, la economía y la sociedad, me parece muy loable y acertada la idea de sus hijos, Emma y Alejandro, de mantener vivo y activo su blog, recuperándolo como un foro de pensamiento libre, opinión y debate.
Este foro representa un bien merecido homenaje permanente a nuestro querido Rafael Alberto Pérez. También será el soporte y canal para las aportaciones de más de un centenar de seguidores profesionales, docentes e investigadores que ya componen el movimiento, extendido por Europa y América, en torno a la Nueva Teoría Estratégica (NTE) nacida del pensamiento y el bien hacer de Rafael. Hombre polifacético donde los haya, reflexivo, creativo, de acción y gestión, además de un gran conversador, dialogante, tolerante y respetuoso. Más allá de los muchos ratos y trabajos compartidos profesionalmente, quiero destacar de su personalidad esa faceta de conversador infatigable. Hablaba con toda el alma y escuchaba con todos los sentidos. Largas y amenas tertulias en las que podías hablar con él de multitud de temas, siempre aprendiendo algo.
© Francisco Aguadero Fernández, 12 de mayo de 2020.
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Una de las cosas que sugiere la Nueva Teoría Estratégica (NTE) es rastrear el entorno, tanto cercano como lejano y ponernos en situación, para establecer las mejores estrategias y poder alcanzar el futuro. Un futuro que, por ahora, sólo puede ser imaginario y así nos lo ha venido a confirmar esta pandemia con capacidad para cambiar el mundo y todos los escenarios posibles. Por eso, y a la luz de la NTE, pasamos seguidamente a rastrear la venida del virus, su presencia entre nosotros y la nueva realidad o normalidad a la que nos conduce.
En la última semana de septiembre de 2019 un comité de expertos de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y el Banco Mundial entregaba a la ONU un análisis sobre el riesgo de una emergencia sanitaria global próxima. Alertaba de que la pandemia tendría aspecto de gripe masiva, pero muy letal, y de que el mundo no tenía estructura ni herramientas suficientes para evitar su fuerza devastadora que situaba entre 50 y 80 millones de muertos y un 5% de la economía global. En el mismo informe se apuntaba también qué había que hacer para prevenirla. El informe había sido encargado por la ONU con el objetivo de aprender de los errores habidos en las últimas epidemias.
No sirvió de mucho, no aprendimos nada, porque las autoridades mundiales y de los diferentes países no prestaron la atención necesaria. El virus llegó, se expandió como un relámpago, nos pilló con el paso cambiado, sin estar preparados para hacerle frente y todos los gobiernos, todos, reaccionaron tarde y con capacidades limitadas.
No sirvió de mucho, no aprendimos nada, porque las autoridades mundiales y de los diferentes países no prestaron la atención necesaria. El virus llegó, se expandió como un relámpago, nos pilló con el paso cambiado, sin estar preparados para hacerle frente y todos los gobiernos, todos, reaccionaron tarde y con capacidades limitadas.
Hablar de la vida en el 2020 es hablar del coronavirus o Covid-19. Un virus que ha conseguido lo inimaginable: parar el mundo y hacer temblar el planeta. Ha confinado a una gran parte de la humanidad. Un virus que en el momento en que se escriben estas líneas ha segado la vida de casi 300.000 personas y que cambiará, sin duda, la forma en que vamos a vivir y disfrutar en adelante.
¿Cómo será la vida y el mundo tras la salida de esta crisis? No lo sabemos. Como tampoco sabemos las amenazas que nos esperan, ni el rumbo que tomará la sociedad. Sí podemos intuir que llegarán nuevas amenazas globales y que la sociedad ha de tomarse muy en serio el peligro que individual y colectivamente, estamos corriendo si no cambiamos nuestro comportamiento y formas de vida.
Por el momento seguimos en el estado de alarma o alerta sanitaria que ha traído un confinamiento casero, en el domicilio, al que se han visto obligado los ciudadanos de un buen número de países. La inmensa mayoría de la sociedad española lo ha llevado de una forma ejemplar, quedándose en casa o atendiendo heroicamente los servicios públicos, con un alto grado de fraternidad, puesto de manifiesto en los masivos aplausos en los atardeceres. El esfuerzo conjunto de la ciudanía por medio de una disciplina social en el cumplimiento de las normas del confinamiento y una solidaridad social manifiesta, ha salvado miles de vidas humanas.
.
Pero llega la llamada desescalada, que yo prefiero llamar desconfinamiento progresivo, y se echa en falta la unidad y el comportamiento de solidaridad habido durante el confinamiento. Aparece el individualismo, los particularismos, los intereses de unos y otros, el ir a lo nuestro y no a lo de todos, los reinos de taifas campan a sus anchas y hasta irresponsabilidades tanto de políticos como de una parte de los ciudadanos se hacen patentes.
Enseguida hemos dejado de lado el sentido común, la búsqueda del necesario bien social y cada uno va a lo suyo. Enseguida nos olvidamos del qué puedo yo hacer por mí mismo y por los demás en la lucha contra el virus y pasamos directamente a pedir, cuando no a exigir, buscando excepcionalidades, con esa sangrante expresión del individualismo que es la de “qué hay de lo mío” para yo llegar a una normalidad cuanto antes, parece no importar el bien común. Como si eso, la llegada a la normalidad, no fuera lo que queremos todos. El cuándo llegaremos a ella dependerá mucho de la unidad que mantengamos en la lucha contra el virus y la puesta en práctica de los valores del bien común y del interés de todos. Nunca han sido buenos los reinos de taifas, tampoco serán buenos ahora, si con ellos pretendemos escapar del interés general para concentrarnos solo en el particular y en los egoísmos.
Estamos en un tránsito hacia la normalidad que está lleno de riesgos y espinas. Pero, ¿qué normalidad buscamos? Para unos sería la vuelta a la situación en la que estábamos antes de la llegada del coronavirus, para otros, se trata de una nueva normalidad, porque la anterior ya no será posible, tal cual era. Personalmente pienso que muchas cosas no volverán a ser como antes, o porque no son posibles o porque a la sociedad no le conviene. Vamos, deberíamos ir, hacia una nueva normalidad o nueva realidad. Pero bien digo vamos, porque hay que andar y reconstruir mucho hasta llegar a ella.
El coronavirus ha puesto de manifiesto nuestras debilidades y miserias. Nos ha demostrado que no somos tan fuertes como creíamos y que nuestros egoísmos en la vida tienen fecha de caducidad. El avance de las sociedades se mide por el bienestar de sus componentes y por el cuidado de sus mayores, pero en esto último nos hemos quedado cortos, no hemos estado a la altura. El virus nos ha puesto de manifiesto que ante pandemias como esta u otros desastres naturales y sus consecuencias, no cabe otra que seguir el camino de la unión, porque la alternativa es la decepción y la muerte.
Por supuesto que la solución y la salida de esta crisis es difícil, si fuera fácil no sería crisis, mejor dicho, no serían crisis. Ya que, a la situación de emergencia sanitaria, con unos servicios médicos desbordados y un país confinado, hay que añadir las consecuencias de la misma: crisis económica, social, laboral y de confianza en las instituciones, porque nuestra sociedad cambia, pero la política, nuestra política, parece que no.
Dice el sociólogo Manuel Castells que “Sólo hay futuro en una reencarnación colectiva de nuestra especie” y se habla de un cambio de paradigma, al igual que en la Nueva Teoría Estratégica (NTE) se habla de un cambio de paradigma en la estrategia. Yo pienso que la pandemia del Covid-19 no va a cambiar el mundo, pero sí va a acelerar y a profundizar muchos de los cambios que ya estaban sucediendo y va a introducir otros necesarios para una mejor convivencia. Es preciso que el futuro que nos espera escape de la barbarie y se centre en el bien común.
Por supuesto que cuando la pandemia pase habrá alumbrado una nueva realidad o normalidad. Albergamos la duda de cómo será, pero sería bueno para la sociedad en su conjunto y para el planeta que saliéramos de esta más unidos, más solidarios, más humanos. El futuro ha de asentarse en tres pilares: el humanismo, la responsabilidad y la sostenibilidad del planeta. Ello requiere un cambio en los comportamientos individuales, en la sociedad como colectivo y en la política como gestora de las instituciones. Se hace necesario cambiar los parámetros y relaciones de la globalización actual y llevar a cabo un cambio en los Estados que profundice en la interdependencia entre regiones y países, para dar una respuesta conjunta a los retos de la vida, basada en el conocimiento científico, la consideración humana, la voluntad popular y el bien común, por encima de todo. Sostiene la Nueva Teoría Estratégica (NTE) que “el ser humano es la pieza clave necesaria para que las explicaciones y modelos estratégicos aterricen, se encarnen y cobren otra forma más útil”. No pretendo corregir a Albert Einstein cuando decía que “es en las crisis donde nace la inventiva”, yo pienso que la capacidad de invención ya está en nosotros y que es en las crisis donde se desarrolla y se pone de manifiesto. Es un reto para todos que nos ayudaría a recuperar la normalidad. A ver si es verdad.
¿Cómo será la vida y el mundo tras la salida de esta crisis? No lo sabemos. Como tampoco sabemos las amenazas que nos esperan, ni el rumbo que tomará la sociedad. Sí podemos intuir que llegarán nuevas amenazas globales y que la sociedad ha de tomarse muy en serio el peligro que individual y colectivamente, estamos corriendo si no cambiamos nuestro comportamiento y formas de vida.
Por el momento seguimos en el estado de alarma o alerta sanitaria que ha traído un confinamiento casero, en el domicilio, al que se han visto obligado los ciudadanos de un buen número de países. La inmensa mayoría de la sociedad española lo ha llevado de una forma ejemplar, quedándose en casa o atendiendo heroicamente los servicios públicos, con un alto grado de fraternidad, puesto de manifiesto en los masivos aplausos en los atardeceres. El esfuerzo conjunto de la ciudanía por medio de una disciplina social en el cumplimiento de las normas del confinamiento y una solidaridad social manifiesta, ha salvado miles de vidas humanas.
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Pero llega la llamada desescalada, que yo prefiero llamar desconfinamiento progresivo, y se echa en falta la unidad y el comportamiento de solidaridad habido durante el confinamiento. Aparece el individualismo, los particularismos, los intereses de unos y otros, el ir a lo nuestro y no a lo de todos, los reinos de taifas campan a sus anchas y hasta irresponsabilidades tanto de políticos como de una parte de los ciudadanos se hacen patentes.
Enseguida hemos dejado de lado el sentido común, la búsqueda del necesario bien social y cada uno va a lo suyo. Enseguida nos olvidamos del qué puedo yo hacer por mí mismo y por los demás en la lucha contra el virus y pasamos directamente a pedir, cuando no a exigir, buscando excepcionalidades, con esa sangrante expresión del individualismo que es la de “qué hay de lo mío” para yo llegar a una normalidad cuanto antes, parece no importar el bien común. Como si eso, la llegada a la normalidad, no fuera lo que queremos todos. El cuándo llegaremos a ella dependerá mucho de la unidad que mantengamos en la lucha contra el virus y la puesta en práctica de los valores del bien común y del interés de todos. Nunca han sido buenos los reinos de taifas, tampoco serán buenos ahora, si con ellos pretendemos escapar del interés general para concentrarnos solo en el particular y en los egoísmos.
Estamos en un tránsito hacia la normalidad que está lleno de riesgos y espinas. Pero, ¿qué normalidad buscamos? Para unos sería la vuelta a la situación en la que estábamos antes de la llegada del coronavirus, para otros, se trata de una nueva normalidad, porque la anterior ya no será posible, tal cual era. Personalmente pienso que muchas cosas no volverán a ser como antes, o porque no son posibles o porque a la sociedad no le conviene. Vamos, deberíamos ir, hacia una nueva normalidad o nueva realidad. Pero bien digo vamos, porque hay que andar y reconstruir mucho hasta llegar a ella.
El coronavirus ha puesto de manifiesto nuestras debilidades y miserias. Nos ha demostrado que no somos tan fuertes como creíamos y que nuestros egoísmos en la vida tienen fecha de caducidad. El avance de las sociedades se mide por el bienestar de sus componentes y por el cuidado de sus mayores, pero en esto último nos hemos quedado cortos, no hemos estado a la altura. El virus nos ha puesto de manifiesto que ante pandemias como esta u otros desastres naturales y sus consecuencias, no cabe otra que seguir el camino de la unión, porque la alternativa es la decepción y la muerte.
Por supuesto que la solución y la salida de esta crisis es difícil, si fuera fácil no sería crisis, mejor dicho, no serían crisis. Ya que, a la situación de emergencia sanitaria, con unos servicios médicos desbordados y un país confinado, hay que añadir las consecuencias de la misma: crisis económica, social, laboral y de confianza en las instituciones, porque nuestra sociedad cambia, pero la política, nuestra política, parece que no.
Dice el sociólogo Manuel Castells que “Sólo hay futuro en una reencarnación colectiva de nuestra especie” y se habla de un cambio de paradigma, al igual que en la Nueva Teoría Estratégica (NTE) se habla de un cambio de paradigma en la estrategia. Yo pienso que la pandemia del Covid-19 no va a cambiar el mundo, pero sí va a acelerar y a profundizar muchos de los cambios que ya estaban sucediendo y va a introducir otros necesarios para una mejor convivencia. Es preciso que el futuro que nos espera escape de la barbarie y se centre en el bien común.
Por supuesto que cuando la pandemia pase habrá alumbrado una nueva realidad o normalidad. Albergamos la duda de cómo será, pero sería bueno para la sociedad en su conjunto y para el planeta que saliéramos de esta más unidos, más solidarios, más humanos. El futuro ha de asentarse en tres pilares: el humanismo, la responsabilidad y la sostenibilidad del planeta. Ello requiere un cambio en los comportamientos individuales, en la sociedad como colectivo y en la política como gestora de las instituciones. Se hace necesario cambiar los parámetros y relaciones de la globalización actual y llevar a cabo un cambio en los Estados que profundice en la interdependencia entre regiones y países, para dar una respuesta conjunta a los retos de la vida, basada en el conocimiento científico, la consideración humana, la voluntad popular y el bien común, por encima de todo. Sostiene la Nueva Teoría Estratégica (NTE) que “el ser humano es la pieza clave necesaria para que las explicaciones y modelos estratégicos aterricen, se encarnen y cobren otra forma más útil”. No pretendo corregir a Albert Einstein cuando decía que “es en las crisis donde nace la inventiva”, yo pienso que la capacidad de invención ya está en nosotros y que es en las crisis donde se desarrolla y se pone de manifiesto. Es un reto para todos que nos ayudaría a recuperar la normalidad. A ver si es verdad.
© Francisco Aguadero Fernández, 12 de mayo de 2020.
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Aguadero@acta.es
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Ante un panorama de incertidumbre, caos y con la amenaza de destruir muchas vidas a nivel global, la NTE es la gran oportunidad para generar una interpretación, análisis y dar respuestas a la nueva realidad que estamos viviendo como consecuencia de la irrupción de la pandemia COVID-19 la cual aceleró el surgimiento de un nuevo orden mundial.
Estrategar, cuyo significado es vivir la estrategia, apasionarse por ella, es la mejor manera de promover un comportamiento individual y social que contribuya a generar un ambiente de paz, máxime en estos momentos de crisis en donde la perspectiva y el foco deben centrarse en preservar la vida. El siglo XXI es denominado el siglo de la paz y de vida por lo tanto este paradigma emergente nace como resultado de los cambios sociales que van dirigidos a fomentar los valores incluidos que promueven la paz.
El término estrategia, tradicionalmente vinculado al ámbito bélico como ha señalado el Dr. Rafael Alberto Pérez (2018) y que imperó durante hasta la primera mitad del siglo XX, signado por dos guerras mundiales, cedió paso a un replanteamiento producto del paradigma de la NTE que convirtió la estrategia en una oportunidad para generar cambios organizacionales más humanistas.
La NTE deja atrás el conflicto, centra su foco en la articulación social marcando así un gran cambio en la concepción de la estrategia en general. A nuestro juicio la NTE considera la estrategia como un conjunto de directrices y acciones comunicativas en un mundo cambiante que persigue articular la dimensión y condición humana y agregar valor a las organizaciones. Estrategar para construir paz es la vía correcta para generar comportamientos que persigan la sustentabilidad, emociones positivas, relaciones y conectividad entre el individuo y la organización.
Diseñar estrategias de paz, implica tomar al ser humano con su complejidad, respetar su dignidad y convertirlo en actor de armonía dentro y fuera de la organización a la que pertenece. Estas estrategias deben partir desde la comunicación y no al revés.
En el tema de comunicación uno de los grandes retos para construir esa paz individual y social en tiempos del Covid-19, constituye el surgimiento de la pandemia en comunicación denominada: el virus de la desinformación, que en determinados contextos amenaza la institucional de muchos países. La NTE se erige como el paradigma que dará respuestas a una sociedad envuelta en cambios permanentes y con tendencia a la convulsión. Una de las formas es a través de estrategias que fomenten la alfabetización mediática e informacional (UNESCO,2016) que según este organismo consiste en el empoderamiento ciudadano para reconocer el papel fundamental de la información y los medios de comunicación en nuestra vida diaria, como parte central de la libertad de expresión y de información; y que faculta a los ciudadanos a comprender las funciones de los medios de comunicación y de información, a evaluar críticamente los contenidos y a tomar decisiones fundadas como usuarios y productores de información y contenido mediático.
En definitiva, el gran desafío para todos es revitalizar el sentimiento de conexión mutua, que en la actualidad se ve a veces sumamente debilitado. Y solo podremos lograrlo a través de las herramientas de análisis que nos proporciona la NTE.
Diseñar estrategias de paz, implica tomar al ser humano con su complejidad, respetar su dignidad y convertirlo en actor de armonía dentro y fuera de la organización a la que pertenece. Estas estrategias deben partir desde la comunicación y no al revés.
En el tema de comunicación uno de los grandes retos para construir esa paz individual y social en tiempos del Covid-19, constituye el surgimiento de la pandemia en comunicación denominada: el virus de la desinformación, que en determinados contextos amenaza la institucional de muchos países. La NTE se erige como el paradigma que dará respuestas a una sociedad envuelta en cambios permanentes y con tendencia a la convulsión. Una de las formas es a través de estrategias que fomenten la alfabetización mediática e informacional (UNESCO,2016) que según este organismo consiste en el empoderamiento ciudadano para reconocer el papel fundamental de la información y los medios de comunicación en nuestra vida diaria, como parte central de la libertad de expresión y de información; y que faculta a los ciudadanos a comprender las funciones de los medios de comunicación y de información, a evaluar críticamente los contenidos y a tomar decisiones fundadas como usuarios y productores de información y contenido mediático.
En definitiva, el gran desafío para todos es revitalizar el sentimiento de conexión mutua, que en la actualidad se ve a veces sumamente debilitado. Y solo podremos lograrlo a través de las herramientas de análisis que nos proporciona la NTE.
Referencias:
Pérez, Rafael Alberto. Estrategar (2018). Vivir la estrategia. Ecuador; Editorial Octavio Islas.
UNESCO (2016) Alfabetización mediática e informacional. Comunicación e Información
UNESCO (2016) Alfabetización mediática e informacional. Comunicación e Información
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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