En un escenario internacional cada vez más complejo, marcado por conflictos
geopolíticos, amenazas híbridas, ciberataques, desinformación y una creciente
percepción de inseguridad, la Seguridad Privada debe ser un actor estratégico
para la Seguridad Pública. La seguridad ya no puede limitarse a una función
reactiva, sino que debe ser un elemento proactivo, clave para garantizar la
estabilidad social, la continuidad de los servicios esenciales y la resiliencia
de nuestras infraestructuras críticas. Proponemos una transformación del modelo
de seguridad, adaptado a los principales retos actuales en materia de seguridad,
desde una perspectiva integral e integrada a través del análisis de riesgos, el
refuerzo de la cultura de seguridad, la planificación preventiva y la formación
especializada, junto a una mayor coordinación entre instituciones, empresas y
ciudadanía.
En un mundo donde las amenazas a la seguridad evolucionan a diario, desde el
crimen organizado hasta el vandalismo en nuestras calles, proteger la libertad y
el bienestar de los ciudadanos la seguridad, de nuevo, se convierte en un reto
urgente e importante.
La Unión Europea se enfrenta en la actualidad a crecientes amenazas, retos y
desafíos, que han puesto en evidencia la dependencia y obsolescencia de sus
planes de defensa y seguridad (prevención + protección), que abarcan desde las
amenazas convencionales, hasta las transnacionales, incluyendo las híbridas,
ciberataques y generación de inestabilidad y conflictos generalizados.
Son muchas las responsabilidades y misiones que tiene encomendadas el Estado,
pero ninguna más básica ni más noble que la de garantizar la seguridad de los
ciudadanos, proteger sus derechos y libertades y salvaguardar su bienestar.
Como indica la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, en su
Art. 6, así como en el Art. 17 de la Constitución Española, toda persona tiene
derecho a la libertad y a la seguridad.
Un año más, la Seguridad Privada presenta un amplio programa de nuevos retos,
exigencias y necesidades en el proceso de evolución y dinamización sectorial de
su oferta y, sobre todo, de su demanda.
Así, la seguridad se ha ido estableciendo como motor estratégico del
funcionamiento de las organizaciones, donde el objetivo debe ir más allá de
proteger activos, para ser un aliado estratégico que impulse los objetivos de la
actividad y que garantice no solo la protección, sino su continuidad y
eficiencia.
En 2025, para mantener la calidad y el prestigio de nuestros servicios
públicos, un año más hemos de trabajar por la libertad y la seguridad humana y
ciudadana.