Fuente: Universidad de Michigan.
Normalmente se piensa que el color es una característica fundamental de los objetos: un lago azul, un flamenco rosado, las nubes blancas…
Sin embargo, esta noción popular de los colores no es real. Según sugiere una reciente investigación realizada por científicos de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, el color con que vemos las cosas depende en realidad de procesos biológicos que se producen en los ojos y en el cerebro.
En un comunicado emitido por dicha universidad, se explica que existen ciertos mecanismos neuronales en el cerebro que establecen qué color pertenece a qué objeto. Gracias a ellos, por ejemplo, nadie verá nunca un flamenco azul en un lago rosa.
Pero, ¿qué pasa cuando un color pierde el objeto con el que está relacionado? La presente investigación ha demostrado, por vez primera, que en lugar de desaparecer con su objeto, el cerebro aplicaría el color “sin forma” a otro objeto que se encuentre a la vista. Este hallazgo ha revelado una nueva propiedad básica de la visión.
Establecer nuevas relaciones
En otras palabras, lo que el estudio ha demostrado es que el cerebro procesa la forma de un objeto y su color siguiendo dos vías separadas y que, aunque la forma y el color de los objetos normalmente estén relacionados, la representación neuronal del color puede “sobrevivir” sola, sin forma que la acompañe. Cuando esto sucede, el cerebro establece una nueva relación entre ese color y una forma visible alternativa.
Steven Shevell, psicólogo de la Universidad de Chicago especializado en el color y la visión, y autor de la investigación, afirma que: “el color está en el cerebro. Es construido de la misma forma que son construidos los significados de las palabras. Sin los procesos neuronales no seríamos capaces de comprender los colores de las cosas, al igual que somos incapaces de comprender una lengua que no conocemos”.
Shevell y sus colaboradores han publicado un artículo en la revista especializada Psychological Science en el que se explica detalladamente su trabajo.
Los resultados obtenidos han aumentado la comprensión de cómo el cerebro es capaz de integrar las múltiples características de un objeto (forma, color, localización y velocidad), en un todo unificado.
Cómo vemos
Según explica Shevell, “un aspecto de la visión humana que normalmente no apreciamos es que las diferentes características de un objeto, incluidos el color y la forma, pueden ser representadas en diferentes partes del cerebro”.
Así, por ejemplo, si una persona ve una pelota de baloncesto en movimiento, la percibe con un color particular, una forma y una velocidad. La reunión de estas características, que hace posible que percibamos la pelota como un todo, es fruto de una compleja función cerebral.
En lo que se refiere a la percepción del color, los investigadores usaron una técnica denominada “rivalidad binocular” para analizar cómo procesa el cerebro la información de los colores, y cómo unifica el cerebro esta percepción con la de la forma de los objetos.
La rivalidad binocular consiste en presentar una imagen diferente a cada ojo y al mismo tiempo. El científico afirma que cuando se aplica la “rivalidad binocular”, el cerebro tiene dificultades para integrar las señales recibidas por ambos ojos. Si ambas señales son lo suficientemente distintas, lo que ocurre es que el cerebro resuelve el conflicto suprimiendo la información recibida por uno de los ojos.
Aprovechando esta característica del procesamiento de señales visuales dispares por parte del cerebro, los investigadores aplicaron la “rivalidad binocular” para hacer que uno de los ojos suprimiera la forma de un objeto presentado, pero no su color.
Proceso neuronal activo
Así, en primer lugar, ante el ojo izquierdo de los participantes en la investigación fue presentado un conjunto de rayas verdes orientadas verticalmente, al tiempo que ante su ojo derecho se desplegó un conjunto de rayas rojas horizontales.
Según Shevell, en este caso, el cerebro es incapaz de fusionar ambas imágenes en una sola que tenga sentido, por lo que sólo percibe las líneas horizontales o las verticales, y descarta las otras líneas.
Los científicos crearon una versión de la técnica de rivalidad ocular para este estudio, con la que se suprimió el patrón horizontal sin eliminar el color rojo, cuya percepción continuó llegando al cerebro.
Cuando ante los ojos de los participantes se presentaron ambos patrones (el vertical con líneas y color verde, y el horizontal sólo en color rojo), sus cerebros se enfrentaron a un problema de “ubicación”.
Tanto el color rojo como el verde alcanzó la conciencia de los participantes, pero sólo había un patrón vertical (un objeto, pero dos colores). El resultado fue sorprendente: el color rojo “incorpóreo”, del patrón horizontal no visible, se adosó a partes del patrón vertical visible para el otro ojo. Es decir, que los participantes vieron rayas verticales rojas y verdes.
Según los científicos, este hecho prueba la idea de un acoplamiento neuronal, que permitiría que el color siempre sea relacionado con un objeto a través de un proceso neuronal activo. Este proceso resulta para nosotros automático e inmediato.
Sin embargo, esta noción popular de los colores no es real. Según sugiere una reciente investigación realizada por científicos de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, el color con que vemos las cosas depende en realidad de procesos biológicos que se producen en los ojos y en el cerebro.
En un comunicado emitido por dicha universidad, se explica que existen ciertos mecanismos neuronales en el cerebro que establecen qué color pertenece a qué objeto. Gracias a ellos, por ejemplo, nadie verá nunca un flamenco azul en un lago rosa.
Pero, ¿qué pasa cuando un color pierde el objeto con el que está relacionado? La presente investigación ha demostrado, por vez primera, que en lugar de desaparecer con su objeto, el cerebro aplicaría el color “sin forma” a otro objeto que se encuentre a la vista. Este hallazgo ha revelado una nueva propiedad básica de la visión.
Establecer nuevas relaciones
En otras palabras, lo que el estudio ha demostrado es que el cerebro procesa la forma de un objeto y su color siguiendo dos vías separadas y que, aunque la forma y el color de los objetos normalmente estén relacionados, la representación neuronal del color puede “sobrevivir” sola, sin forma que la acompañe. Cuando esto sucede, el cerebro establece una nueva relación entre ese color y una forma visible alternativa.
Steven Shevell, psicólogo de la Universidad de Chicago especializado en el color y la visión, y autor de la investigación, afirma que: “el color está en el cerebro. Es construido de la misma forma que son construidos los significados de las palabras. Sin los procesos neuronales no seríamos capaces de comprender los colores de las cosas, al igual que somos incapaces de comprender una lengua que no conocemos”.
Shevell y sus colaboradores han publicado un artículo en la revista especializada Psychological Science en el que se explica detalladamente su trabajo.
Los resultados obtenidos han aumentado la comprensión de cómo el cerebro es capaz de integrar las múltiples características de un objeto (forma, color, localización y velocidad), en un todo unificado.
Cómo vemos
Según explica Shevell, “un aspecto de la visión humana que normalmente no apreciamos es que las diferentes características de un objeto, incluidos el color y la forma, pueden ser representadas en diferentes partes del cerebro”.
Así, por ejemplo, si una persona ve una pelota de baloncesto en movimiento, la percibe con un color particular, una forma y una velocidad. La reunión de estas características, que hace posible que percibamos la pelota como un todo, es fruto de una compleja función cerebral.
En lo que se refiere a la percepción del color, los investigadores usaron una técnica denominada “rivalidad binocular” para analizar cómo procesa el cerebro la información de los colores, y cómo unifica el cerebro esta percepción con la de la forma de los objetos.
La rivalidad binocular consiste en presentar una imagen diferente a cada ojo y al mismo tiempo. El científico afirma que cuando se aplica la “rivalidad binocular”, el cerebro tiene dificultades para integrar las señales recibidas por ambos ojos. Si ambas señales son lo suficientemente distintas, lo que ocurre es que el cerebro resuelve el conflicto suprimiendo la información recibida por uno de los ojos.
Aprovechando esta característica del procesamiento de señales visuales dispares por parte del cerebro, los investigadores aplicaron la “rivalidad binocular” para hacer que uno de los ojos suprimiera la forma de un objeto presentado, pero no su color.
Proceso neuronal activo
Así, en primer lugar, ante el ojo izquierdo de los participantes en la investigación fue presentado un conjunto de rayas verdes orientadas verticalmente, al tiempo que ante su ojo derecho se desplegó un conjunto de rayas rojas horizontales.
Según Shevell, en este caso, el cerebro es incapaz de fusionar ambas imágenes en una sola que tenga sentido, por lo que sólo percibe las líneas horizontales o las verticales, y descarta las otras líneas.
Los científicos crearon una versión de la técnica de rivalidad ocular para este estudio, con la que se suprimió el patrón horizontal sin eliminar el color rojo, cuya percepción continuó llegando al cerebro.
Cuando ante los ojos de los participantes se presentaron ambos patrones (el vertical con líneas y color verde, y el horizontal sólo en color rojo), sus cerebros se enfrentaron a un problema de “ubicación”.
Tanto el color rojo como el verde alcanzó la conciencia de los participantes, pero sólo había un patrón vertical (un objeto, pero dos colores). El resultado fue sorprendente: el color rojo “incorpóreo”, del patrón horizontal no visible, se adosó a partes del patrón vertical visible para el otro ojo. Es decir, que los participantes vieron rayas verticales rojas y verdes.
Según los científicos, este hecho prueba la idea de un acoplamiento neuronal, que permitiría que el color siempre sea relacionado con un objeto a través de un proceso neuronal activo. Este proceso resulta para nosotros automático e inmediato.