El ser humano continúa con su carrera particular para descubrir lo que siempre ha querido saber: quiénes somos y de dónde venimos. Esas dos preguntas esenciales son, en realidad, el motor gracias al cual se mueve gran parte de la investigación científica de todos los tiempos.
En esta carrera por buscar certezas, cosas tan inquebrantables para explicar el origen del mundo como son los átomos o los quarks están quedando relegados a segundo término para dar paso a nuevas teorías.
Una de las más interesentes, postulada por un grupo de físicos entre los que se incluyen el Premio Nóbel danés Gerard t´Hooft y el físico de la Universidad de California Raphael Bousso, afirma que en el origen de la naturaleza podría haber únicamente ultrapequeños paquetes de información pura.
Según explica al respecto Newsfactor, esta teoría, basada en el “Principio holográfico”, establece que la información (“información” en este caso significa bits fundamentales de materia y las leyes físicas que los gobiernan) especifica el cuándo, dónde, cómo y cuánto del espacio, del tiempo y de la materia. La información sería pues, una variable para llegar a una “teoría del todo”.
Más allá de las cuerdas
Según la teoría cuerdas, el espacio está descrito por la vibración, en miles de maneras, de diminutas cuerdas de una dimensión. Una cuerda vibrando arriba y abajo a cierta frecuencia podría crear un átomo de helio o una ola gravitacional, tal y como las cuerdas de una guitarra crean diferentes sonidos a diferentes frecuencias.
Los teóricos de esta teoría han mantenido hace mucho tiempo que estas cuerdas son el componente fundamental de la naturaleza. El “Principio Holográfico”, sin embargo, cambia esta noción y mantiene que, mirando más de cerca una cuerda, se ven bits cuánticos, llamados “baldosas de Planck”, que, engarzados, dicen a las cuerdas como tienen que vibrar.
Estas “baldosas de Planck” son bits cuadrados que delimitan un “área de Planck”, o lo que es lo mismo, un trillón de un trillón, de un trillón de un trillón de un trillón de un trillón de un centímetro cuadrado. Una cuerda de baldosas de Plank sería la versión natural de un byte.
El “Principio Holográfico”, descrito por Gerard t´Hooft y Leonard Susskind y refinado Bousso, nos permite saber cuántos datos (bits y bytes) son necesarios para decirnos en detalle cada cosa que ocurre en cualquier región del espacio.
Conjunto de bits preprogramados
Esto quiere decir, en definitiva, que la naturaleza sería un conjunto de bits preprogramados. De ser esto cierto, el Big Bang que dio lugar al nacimiento del Universo, tendría más que ver con una gigantesca “bajada” de bytes de información por parte de un superordenador, que con una explosión masiva de materia.
El principio holográfico toma su nombre de otra ingeniosa predicción. Un holograma es una fotografía generada por láser que aparece como de tres dimensiones pero que, en realidad, contiene toda su información en una superficie plana de sólo dos dimensiones, como se puede ver en este ejemplo. Es decir, toda la información necesaria para crear un imagen en 3-D está codificada en la superficie del holograma.
En 1993 dos físicos de partículas, trabajando separadamente, llegaron a la conclusión de que el Universo en sí tendría que almacenar información de la misma manera. El mundo sería, pues, un holograma.
Los teóricos, una vez asumido que la cantidad e información requerida para describir un objeto de tres dimensiones (ya sea un libro, una agujero negro o el universo en su conjunto) está relacionada con el volumen del objeto, sospechan que dicha información puede ser codificada sobre la superficie del objeto.
Nueva descripción del mundo
Recientemente, Raphael Bousso, ha ayudado a formular de un modo más preciso este principio. El mundo no aparece ante nosotros como un holograma, pero en términos de información necesaria para describirlo, sí que se puede afirmar que el mundo es un holograma, afirma en declaraciones a Scientific American
La cosa más asombrosa es que el “Principio Holográfico” funciona para todas las áreas y en todos los espacios-tiempo (...) Lo que esto nos está indicando es que hay una descripción del mundo que deberíamos estar buscando y que sería más “económica” que la tenemos actualmente.
En esta carrera por buscar certezas, cosas tan inquebrantables para explicar el origen del mundo como son los átomos o los quarks están quedando relegados a segundo término para dar paso a nuevas teorías.
Una de las más interesentes, postulada por un grupo de físicos entre los que se incluyen el Premio Nóbel danés Gerard t´Hooft y el físico de la Universidad de California Raphael Bousso, afirma que en el origen de la naturaleza podría haber únicamente ultrapequeños paquetes de información pura.
Según explica al respecto Newsfactor, esta teoría, basada en el “Principio holográfico”, establece que la información (“información” en este caso significa bits fundamentales de materia y las leyes físicas que los gobiernan) especifica el cuándo, dónde, cómo y cuánto del espacio, del tiempo y de la materia. La información sería pues, una variable para llegar a una “teoría del todo”.
Más allá de las cuerdas
Según la teoría cuerdas, el espacio está descrito por la vibración, en miles de maneras, de diminutas cuerdas de una dimensión. Una cuerda vibrando arriba y abajo a cierta frecuencia podría crear un átomo de helio o una ola gravitacional, tal y como las cuerdas de una guitarra crean diferentes sonidos a diferentes frecuencias.
Los teóricos de esta teoría han mantenido hace mucho tiempo que estas cuerdas son el componente fundamental de la naturaleza. El “Principio Holográfico”, sin embargo, cambia esta noción y mantiene que, mirando más de cerca una cuerda, se ven bits cuánticos, llamados “baldosas de Planck”, que, engarzados, dicen a las cuerdas como tienen que vibrar.
Estas “baldosas de Planck” son bits cuadrados que delimitan un “área de Planck”, o lo que es lo mismo, un trillón de un trillón, de un trillón de un trillón de un trillón de un trillón de un centímetro cuadrado. Una cuerda de baldosas de Plank sería la versión natural de un byte.
El “Principio Holográfico”, descrito por Gerard t´Hooft y Leonard Susskind y refinado Bousso, nos permite saber cuántos datos (bits y bytes) son necesarios para decirnos en detalle cada cosa que ocurre en cualquier región del espacio.
Conjunto de bits preprogramados
Esto quiere decir, en definitiva, que la naturaleza sería un conjunto de bits preprogramados. De ser esto cierto, el Big Bang que dio lugar al nacimiento del Universo, tendría más que ver con una gigantesca “bajada” de bytes de información por parte de un superordenador, que con una explosión masiva de materia.
El principio holográfico toma su nombre de otra ingeniosa predicción. Un holograma es una fotografía generada por láser que aparece como de tres dimensiones pero que, en realidad, contiene toda su información en una superficie plana de sólo dos dimensiones, como se puede ver en este ejemplo. Es decir, toda la información necesaria para crear un imagen en 3-D está codificada en la superficie del holograma.
En 1993 dos físicos de partículas, trabajando separadamente, llegaron a la conclusión de que el Universo en sí tendría que almacenar información de la misma manera. El mundo sería, pues, un holograma.
Los teóricos, una vez asumido que la cantidad e información requerida para describir un objeto de tres dimensiones (ya sea un libro, una agujero negro o el universo en su conjunto) está relacionada con el volumen del objeto, sospechan que dicha información puede ser codificada sobre la superficie del objeto.
Nueva descripción del mundo
Recientemente, Raphael Bousso, ha ayudado a formular de un modo más preciso este principio. El mundo no aparece ante nosotros como un holograma, pero en términos de información necesaria para describirlo, sí que se puede afirmar que el mundo es un holograma, afirma en declaraciones a Scientific American
La cosa más asombrosa es que el “Principio Holográfico” funciona para todas las áreas y en todos los espacios-tiempo (...) Lo que esto nos está indicando es que hay una descripción del mundo que deberíamos estar buscando y que sería más “económica” que la tenemos actualmente.