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Las lenguas evolucionan como los organismos vivos

Un análisis estadístico demuestra que la presión de cada entorno marca las diferencias entre los idiomas del mundo


Un equipo de psicólogos norteamericanos ha realizado un análisis estadístico de las características de más de 2.000 lenguas del mundo, en relación a las condiciones sociales en que éstas se han desarrollado. Los resultados revelan que los idiomas se adaptan como los organismos biológicos, como resultado de la presión de sus entornos. Así, cuanto más común sea una lengua, más sencilla será su construcción, con el fin de facilitar su supervivencia. Por Yaiza Martínez.


22/01/2010

Fuente: Everystockphoto.
Fuente: Everystockphoto.
Un equipo de psicólogos de la Universidad de Pennsilvania y de la Universidad de Memphis, ambas en Estados Unidos, ha realizado un estudio sobre la evolución lingüística de los idiomas del mundo, cuyos resultados podrían desafiar las explicaciones existentes sobre la diferencia de las lenguas en las distintas partes del planeta.

La investigación sugiere que las lenguas humanas se adaptarían de manera más similar a los organismos biológicos de lo que hasta ahora se pensaba, y que cuanto más común sea una lengua, más sencilla será su construcción, con el fin de facilitar su supervivencia.

Según publica la Universidad de Pennsylvania en un comunicado, la creencia tradicional es que las lenguas se desarrollan en base a cambios aleatorios y factores históricos.

Así, por ejemplo, el inglés y el árabe son lenguas muy diferentes por su historia, que les ha llevado a desarrollarse en espacios y tiempos distintos.

Demografía, complejidad

Los científicos norteamericanos Gary Lupyan, del departamento de psicología de la Penn’s School of Arts and Sciences, y Rick Dale, profesor de psicología de la Universidad de Memphis desafían esta idea, a partir de los resultados de su investigación.

Según publica la revista PLosONE, en el estudio se llevó a cabo un análisis estadístico de más de 2.000 lenguas combinando datos procedentes de fuentes demográficas y del Atlas Mundial de Estructuras Lingüísticas (una base de datos sobre las propiedades estructurales del lenguaje).

La finalidad de dicho análisis fue establecer si ciertos entornos sociales podían estar relacionados con determinadas propiedades lingüísticas.

Así, se constató que existían fuertes relaciones entre las propiedades demográficas de las lenguas (como la cantidad de población que las habla o su difusión global) y la complejidad gramatical de éstas.

El análisis demostró que aquellas lenguas habladas por un gran número de hablantes, y aquéllas que se han extendido por todo el mundo, presentan gramáticas más simples, en concreto en su morfología, que las lenguas habladas por pequeños grupos de personas o circunscritas a ciertas regiones.

Por ejemplo, los idiomas hablados por más de 100.000 personas tienen una tendencia seis veces mayor de tener conjugaciones verbales simples que las lenguas habladas por menos de 100.000 personas.

Por otro lado, las poblaciones mayores tienden a tener pronombres y sistemas numéricos más simples, y un número menor de casos y géneros, y en general no utilizan reglas de prefijos y sufijos complejas en sus gramáticas. Como consecuencia, resultan más fáciles de aprender.

Como organismos biológicos

Aunque diversos investigadores habían predicho que podía existir ciertas relaciones entre las estructuras sociales y las lingüísticas, ésta sería la primera prueba estadística a gran escala realizada que demuestra estas predicciones.

Una de las consecuencias de esta constatación es que se pueden establecer, a raíz de ella, la existencia de conexiones entre la evolución del lenguaje humano y los organismos biológicos.

Al igual que organismos distantes coinciden entre ellos en las estrategias evolutivas que siguen en entornos particulares, las lenguas se adaptarían a los entornos sociales en los que son aprendidas y utilizadas.

En otras palabras, explican los investigadores en PLosONE, las estructuras lingüísticas se adaptan a su entorno como los organismos biológicos se adaptan a los entornos ecológicos en los que viven.

De esta forma, a medida que los adultos aprenden una lengua, aquellos rasgos que les resultan difíciles de aprender tienden menos a pasar a los aprendices siguientes. Los idiomas utilizados para la comunicación en grupos humanos grandes, que incluyen adultos aprendices (como consecuencia de colonizaciones o migraciones), parecen estar sujetos a este tipo de selección.

Por otro lado, la complejidad morfológica común en lenguas utilizadas en pequeños grupos sociales cuenta con un incremento de la redundancia, lo que podría facilitar el aprendizaje del idioma por parte de los niños.

Esta capacidad de adaptación de la lengua se constata claramente en las diferencias que existen entre el inglés y el mandarín, por ejemplo. En el primer caso, la gramática es muy sencilla: los verbos son fáciles de conjugar y los plurales se hacen añadiendo, simplemente, una “s” al final de las palabras. El mandarín, en cambio, responde a reglas gramáticas muy complejas.

Relación no arbitraria

En definitiva, aquellas lenguas habladas por muchas personas y extendidas a múltiples regiones se van simplificando morfológicamente de generación en generación.

Como explicación para la complejidad de las lenguas que se hablan en poblaciones más pequeñas, los científicos proponen la siguiente hipótesis: ciertos rasgos, como el género gramatical o los sistemas de conjugación verbal, podrían facilitar el aprendizaje de lenguaje en niños, al proporcionar a éstos una red de información redundante que facilitaría la comprensión del significado de las palabras, y la noción de cómo éstas deben reunirse unas con otras.

Dado que el estudio es sólo estadístico, los investigadores señalan que las excepciones a estos resultados pueden ser múltiples. Sin embargo, la investigación vierte luz sobre la manera en que los factores sociales influyen en la estructura de los idiomas (esto es, que las estructuras de las lenguas están condicionadas por presiones de diversos entornos), y demuestran que las relaciones entre lengua y cultura distan mucho de ser arbitrarias.



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1.Publicado por Elizabeth el 30/03/2010 16:04
Es interesante el artículo, sin duda. La prevención final que indica que hay muchas excepciones -porque el estudio es solo estadístico- es importante. De hecho, comparto la certeza (no el conocimiento científico, claro está) de que hay más relación de la que parece entre la biología y la lingüística. No obstante, quisiera comentar algunos asuntos relacionados con este artículo.
1. El principio de economía lingüística es una realidad de la comunicación, y no solo por el acortamiento de palabras, sino por la reducción del sistema gramatical de manera que un misma forma lingüística tenga más de un posible uso (es lo que sucede con el uso del género masculino en español para agrupar masculinos y femeninos). Por ello, resulta razonable pensar que cuántos más hablantes compartan una lengua, más fenómenos de economía lingüística apreciaremos en ella, y con más rapidez y amplitud se extenderán. La reducción progresiva del sistema verbal español, con la desaparición de tiempos del subjuntivo, por ejemplo, y la multiplicación del uso del presente de indicativo con valores también de pasado (ej. "y entonces LLEGA y me DICE que no va a trabajar más en ese asunto") o de futuro (ej. "mañana VAMOS a la playa"), es otro ejemplo de ello.
2. En el artículo se compara la sencillez del inglés en relación con la supuesta complicación de la gramática del mandarín, a partir del número de hablantes que tiene una y otra lengua. Sin embargo, los datos son cuestionables. Por lo que he leído, la morfología del mandarín es altamente sencilla (al contrario de lo que dice el artículo). No en vano, el número de hablantes de esta lengua supera los 830 millones. A tenor de las investigaciones citadas por el artículo, la enorme extensión de hablantes del mandarín podría explicar esta simplificación del sistema gramatical. Lo mismo sucede con el inglés. Y a todo ello se le podrían sumar o superponer las razones del principio de economía lingüística.
3. En conclusión, tal vez los psicólogos que han realizado el estudio y los lingüistas que acuñaron el principio de economía lingüística estén hablando, en el fondo, de lo mismo: la supervivencia de las lenguas y de los organismos depende en gran medida de la capacidad de adaptación de ambos y de la simplificación de los sistemas de funcionamiento.

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