Reseñas
Filósofos y científicos ante el problema de Dios
Juan Antonio Martínez de la Fe , 05/06/2015
Ficha Técnica
Título: Filósofos y científicos antes el problema de Dios
Autor: Antonio Enjuto Pecharromán
Edita: Ediciones Newton, Oviedo, 2014
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 495
ISBN: 978-84-943430-0-1
Precio: 31,82 euros
Nos encontramos ante un libro con metas ambiciosas, pues pretende, ni más ni menos, que presentarnos un panorama cronológico de la trascendencia en la vida de los hombres. Un esfuerzo que merece una gratitud sincera, por poner a nuestra disposición un manual de muy práctica y útil consulta. Se podrá o no estar de acuerdo con la metodología seguida por el autor, o por la selección de los personajes representativos que circulan por las páginas del libro; pero, de lo que no cabe duda es de que se trata de una obra de la mayor utilidad, como corresponde a los libros de este sello editorial.
Tratándose, pues, de una obra coral es manifiesta la dificultad de ofrecer una detallada reseña de todos y cada uno de los apartados de su abultado índice. Un índice que, por lo demás, se detalla al final de estas líneas, de manera que sirva de práctica guía a quien se acerque a ella para su lectura o consulta. De ahí que intentaremos reflejar las líneas generales de cada uno de los capítulos que abarca, deteniéndonos en el último de ellos, donde el autor resume su planteamiento personal ante la temática de este trabajo, que consideramos del mayor interés.
Ya en el Prólogo, Antonio Enjuto, tras hacer un inicial planteamiento del tema de Dios a través de la historia, nos plantea los objetivos que se propuso para su ensayo: “nuestro propósito ha sido lograr ofrecer en estas páginas una somera visión de los más representativos filósofos y científicos cuando estos han tratado el tema de Dios.” Y deja a cada lector las conclusiones que pueda sacar de su lectura, ofreciéndonos su propia visión al final del texto.
Nos advierte de que, aunque el estudio se enmarca fundamentalmente dentro de la filosofía occidental, no se ha prescindido de las orientaciones y sabiduría de los maestros orientales. E indica el procedimiento de su metodología a la hora de exponer cada apartado: “Previo al pensamiento de cada autor, hacemos también una sucinta biografía, con la intención de situarles en su contexto personal, social y de escuela, sin pretender por ello dar una visión exhaustiva de toda su orientación intelectual; nos detenemos principalmente, como ya se dijo, en lo tocante al problema de Dios y los principios que les indujeron a reflexionar sobre el tema.”
Debido a su estructura cronológica, es necesario, según los casos, cotejar las reflexiones con las doctrinas precedentes, así como una somera crítica o valoración de su aporte a la historia del pensamiento.
La antigüedad
El primer bloque de la obra, con gran acierto, se titula De la realidad al misterio. Nos habla de la inquietud humana por indagar e interpretar las realidades de su entorno, sin marginar las aspiraciones más radicales del espíritu humano, entre las que se pregunta por el último fundamento de la realidad. En la actualidad, el hombre trata de desentrañar los mecanismos ocultos que gobiernan el mundo. Y no es de extrañar que, desde su física, su biología o el sistema filosófico escogido, se pregunte si hay algo tras los engranajes de esa enorme máquina que es el universo, si hay algún designio en la articulación de sus principios y leyes y, en última instancia, se interrogue por el fundamento de tantos fenómenos como le instan a dar una respuesta adecuada.
Tarea ardua y erizada de dificultades, en la que considera que no solo ha de intervenir la propia inteligencia, sino que ha de ser fruto de la dedicación de la totalidad de persona, toda su carga existencial, con sus sentimientos, su moral y sus más radicales aspiraciones.
Alude, también, a la palabra Dios y sus procedencias, desde el griego, latín, lenguas indoeuropeas, el hebreo, el acadio o el budismo, intentando arrancarles a cada una de ellas un significado primario. Y concluye: “aun cuando Dios trascienda cualquier posible atribución positiva, sería inadecuado desvincularle de toda relación con el mundo y de toda acción humana. Consideramos que podemos hablar de su realidad desde la diferencia y el contraste, desde la cercanía y la distancia, desde la univocidad y la analogía.” Y a ello dedica las páginas que llenan este primer capítulo.
El medievo
Dejando ya atrás la antigüedad, nos adentramos en el Sentido religioso en la época medieval, contenido del segundo bloque del libro. Un período, de unos mil años de duración, que el autor considera de especial significación para el tema de Dios. Se inclina por pensar que no se trató de una época tan oscura como habitualmente se la caracteriza: “Acaso el intento de adaptar el pensamiento filosófico a las doctrinas religiosas sea lo más característico de toda la Edad Media.” De ahí que decida escoger aquellas figuras que más indagaron sobre filosofía y fe religiosa y aquellas que más incidieron en la problemática de la existencia de Dios.
Distingue, esquemáticamente, como cuatro peldaños en todo el proceso de tal problemática. Como primer paso, se refiere a San Pablo, quien, en sus escritos, parece rechazar la filosofía a favor de la fe, pero que, con su conducta y ejemplo, abre caminos de buena avenencia. Otros personajes que incluye en este período, inicialmente favorable a la fe en detrimento de la filosofía, son Justino, Minucio Félix o Tertuliano; aunque el propio Justino y otros como Arístides, Atenágoras o Lactancio no dudaron en usar la expresión filosófica como forma positiva a la hora de manifestar las propias creencias.
Un segundo paso lo constituye la creación de la Escuela Catequética de Alejandría que, bajo la dirección de Panteno, se convierte en centro de teología científico-apologética, y que llega a su apogeo con Clemente y Orígenes. El propio Clemente procura dar a las enseñanzas cristianas una base filosófica y científica.
La posible tercera etapa la constituye la Escuela de Cesarea de Capadocia, donde su aptitud para conjugar la fe con la filosofía fue, en la mayoría de los casos, resulta bastante positiva. Entre sus numerosos representantes, destacan Gregorio de Nacianzo, Basilio y Gregorio de Nisa; incluso, se podría incluir en esta nómina al Pseudo-Dionisio.
La última etapa arranca ya con la figura de San Agustín, con quien el capítulo pasa a analizar con detenimiento sus teorías y sus obras, así como la de los otros personajes que recoge en este bloque. Hasta aquí, sobre las figuras que se han citado, solo se incluyen algunas notas, muy acertadas, sobre sus planteamientos y el papel que jugaron en el difícil encuentro entre fe y filosofía.
La edad moderna
El paso siguiente, nuevo capítulo, es Filosofía en la Edad Moderna. No es extensa la introducción que ofrece el autor. Lo que no implica que sea escasa; muy al contrario, es escueta, precisa, y define con gran acierto la época que nos propone recorrer. “Si lo original del Renacimiento fue probar nuevos caminos, también en los siglos siguientes no será menor el afán por las construcciones sistemáticas. El racionalismo, el empirismo y la Ilustración dan sobradamente cuenta de ellos. Las bases serán diferentes pero con intenciones similares.” Así, nos dice que, mientras el racionalismo procura ser esencialmente metafísico, el empirismo opta por la vía de lo psicológico, cuando el movimiento ilustrado se preocupa por asumir y coordinar ambas direcciones. Hay diferencias entre las sendas de unos y otros; el racionalismo copia del método matemático; el empirismo, como sabemos, del experimental; y los ilustrados pretenden una síntesis de ambos, en la que lo experimental y lo matemático tengan cabida y complemento. Y, como hace en cada uno de los capítulos y se detalla más adelante en el Índice, nos presenta una amplia selección de personalidades de la época, resumiendo sus postulados ante el problema de Dios.
Los siguientes capítulos profundizarán en aspectos más concretos de estos fundamentales planteamientos. Así lo comprobamos en Teología en los forjadores del Renacimiento científico, que es como titula el cuarto bloque de su obra.
La introducción de este capítulo nos lleva por un muy somero recorrido entre el idealismo platónico hasta el desarrollo de las ciencias naturales en los siglos XVI y XVII, con un especial detenimiento en el XIV, cuando surge un interés por las ciencias físicas; un interés que va dando tumbos entre realistas, conceptualistas, alquimistas, cabalistas y astrólogos. Pero, junto a estos intentos más o menos especulativos y, en cualquier caso, ilusorios, se inicia otra línea de pensamiento altamente científica respecto al método empírico, una auténtica ciencia positiva que combina la observación con el cálculo y las leyes matemáticas. Es la época en la que nacen genios como Leonardo da Vinci, Copérnico, Brahe, Kepler, Galileo y Newton; cada uno de ellos con sus propias ideas religiosas, en las que ahonda singularmente el autor a lo largo de las páginas que contiene este apartado de la obra.
El siguiente bloque está dedicado en exclusiva al Empirismo inglés. Aunque a lo largo de la historia se han presentado distintas nociones sobre el concepto de experiencia y su derivado empirismo, Antonio Enjuto se refiere aquí únicamente al empirismo inglés; se trata de una reacción contra el racionalismo del siglo XVII y se basa en el dato experimental como el origen que da valor a nuestros conocimientos; por ende, rechaza cualquier idea apriorística o innata del racionalismo, como tampoco admite la intuición intelectual: “la mente es como un papel en blanco donde se van escribiendo los informes sellados por la experiencia.” Solo dos personajes son los estudiados aquí, pero de suficiente importancia para abarcar la totalidad del proyecto del autor: George Berkeley y David Hume.
La Ilustración
Del empirismo inglés, el autor nos traslada a La Ilustración y el idealismo alemán. Comienza este apartado así: “Si desde un primer momento la Ilustración tuvo como incentivo armonizar el racionalismo con el empirismo, no es menos cierto que nunca lograría estructurarlo ni como método ni como sistema especulativo. De ahí que la Ilustración, más que ser un movimiento propiamente filosófico, sea una corriente estrictamente cultural.” No le falta razón. Los pensadores de esta época se proponen como objetivo iluminar a la sociedad, arrancándola del oscurantismo y la ignorancia. Y más que por el origen del conocimiento, propio de los racionalistas, se preocupan por la ampliación de saberes. Pero, el idealismo (o idealismos) alemán no mantiene la misma senda, pues sus pensadores ponen el énfasis en el yo como parte activa de todo el proceso cognoscitivo, más que en los objetos que se intentan esclarecer; el sujeto devendrá en el centro alrededor del cual giran todos los demás problemas. Y por las páginas de este bloque germano desfilarán los grandes pensadores: Kant, Fichte, Schelling y Hegel. Y no satisfecho con lo que detenidamente expone del pensamiento de aquellos, al final nos ofrece un Breve resumen filosófico del idealismo alemán; sí, breve comentario, pues solo ocupa tres páginas, pero del mayor interés.
Presunciones ateas es el nuevo paso que nos propone Enjuto en este deambular progresivo con el objetivo de libro. Se basa, fundamentalmente, en la influencia de Hegel en posteriores pensadores, que, basándose en su filosofía, siguieron, sin embargo, caminos diferentes que les llevaron a planteamientos bien distanciados unos de otros. Para aclarar su pretensión y siguiendo a Federico Strauss, los separa a la derecha, a la izquierda y al centro del pensamiento hegeliano; y, por el interés que mueve a Enjuto en este ensayo, dedica este capítulo a los llamados de la izquierda, que, como en el caso del citado Strauss, culmina su pensamiento en un materialismo ateo. En estas páginas nos encontramos a Feuerbach, Marx, Nietzsche, Freud y Sartre, cerrando el bloque el neopositivismo, con el Círculo de Viena y la superación del principio de verificación.
Ciencia y religión
Nos adentramos, seguidamente, en el campo de la ciencia y su posición frente a la religión. Ciencia y religión es pues el nombre del siguiente capítulo. La propuesta del autor figura muy nítida en la introducción que, como en resto de los capítulos, acompaña a este. Sus palabras son el mejor compendio de su propuesta: “La ciencia y la religión son dos grandes visiones sobre el mundo. Mientras la primera trata de comprender la naturaleza tangible y material, es decir, cómo ha llegado a ser, cómo la conocemos y qué leyes rigen su estructura, la religión trata de lo que está más allá de lo corpóreo, de aquello que se considera trascendente y, en todo caso, misterioso y espiritual. Las preguntas que hace la ciencia van dirigidas a lo observable y sus respuestas, atendiendo siempre a una metodología que lo pueda comprobar; en tanto que las preguntas en la religión miran al sentido del conjunto, incluido el sujeto que interroga.” Podría parecer que se trata de posturas encontradas, pero no lo son: en toda investigación de lo observable va implícita la pregunta sobre el fundamento y este sí que es terreno propio de la filosofía y de la religión.
A partir de aquí, la estructura del capítulo difiere un tanto de la observada en los precedentes. Primero, aborda el evolucionismo, para detenerse, seguidamente, en la figura de Charles Darwin, al que dedica algunas páginas. A continuación, profundiza en los planteamientos sobre el origen de la vida, el origen del universo (la creación) y credo religioso y creación; apartados todos ellos de muy interesante lectura como compendio de su evolución histórica. Llega luego a la lista de científicos, analizados, tras su biografía, desde su punto de vista ante el problema de Dios: Planck y Einstein.
Filosofía y Dios
Y de los científicos, a los Filósofos del siglo XX y XXI. Se trata de un capítulo amplio en su afán abarcador para brindar una visión lo más completa posible del panorama de la filosofía. Como hija de su tiempo, como dijera Hegel, la filosofía siempre ha tenido como horizonte las necesidades más ineludibles que podían demandar las personas. Y las personas de estos siglos están sometidas a convulsiones sociales y políticas de gran alcance, que se han traducido en corrientes filosóficas diversas: vitalista, materialista, fenomenológica, neopositivista, existencialista, etc. Son varios los pensadores que desfilan en este capítulo; una selección personal del autor, pero que, en conjunto, puede ofrecer una amplia panorámica de este vasto campo de la filosofía en estos dos últimos siglos: Bergson, Berdiáyev, Buber, Stein, Zubiri, Ricoeur y Küng. De cada uno de ellos nos ofrece una pinceladas amplias y, en algún caso, como ocurre con Hans Küng, un análisis de sus límites.
El autor y su pensamiento
Con esto se llega al último capítulo de la obra, Formulando una teoría, en el que el autor nos ofrece su aportación más personal de este denso volumen. Inicia su planteamiento, aludiendo a las cuatro preguntas kantianas: qué puedo conocer, qué debo hacer, qué me cabe esperar, qué es el hombre; cuatro preguntas que Antonio Enjuto sintetiza en dos: quién soy yo y qué será de mí. Unas cuestiones que propone no dirigidas al hombre en general, sino a cada persona que vive y siente en medio de continuas apetencias.
Aborda, así, su primer interrogante, quién soy yo. Para ello, se retrotrae a los momentos en que solo éramos una posibilidad de existir, antes de ser concebidos, para, posteriormente, describir todo el proceso de maduración como persona, cómo se va forjando el “yo”, con la inteligencia, la capacidad de raciocinio, el lenguaje y la comunicación. Por lo que, concluye definiéndose como “un principio unitario y racional de referencia múltiple”, un nudo de posibilidades, en el que no se pueden eludir cuestiones radicales que incumben al ámbito filosófico. Un ámbito en el que debe incluirse el tema de la felicidad, el cese de la vida, el conocimiento de la auténtica realidad y, propone Enjuto, el problema de la existencia de Dios.
Y, ante este cúmulo de posibilidades que es el ser humano, ¿será razonable hablar de lo que aún no es? Opina el autor que sí lo es, porque, en el mundo, no existe solamente el ser, sino, también, el “poder ser”, dando, así, carta de existencia al mundo de los posibles. Aduce: “el hombre no es solo presente y pasado, principalmente somos perspectiva, futuro, tensión hacia el mañana; queremos cosas, buscamos lo que no tenemos, deseamos en todo un final feliz.” Por eso, parte de esa búsqueda de la felicidad como uno de los temas clave para plantear de forma adecuada el problema de Dios.
Se detiene, seguidamente, en analizar la felicidad buscada. Y nos dice que buscamos la felicidad como bien incondicionado que pueda colmar todas nuestras aspiraciones; obedece a un impulso inscrito en el ser humano, en su esencia, por lo que es irrenunciable. Nos advierte de que no solo hay que buscar la felicidad en las cosas del mundo exterior, sino que hay que tener muy presentes las apetencias interiores.
Ahondando más en su propuesta, explica cómo nuestras acciones buscan la reciprocidad, teniendo como objetivo el encuentro con otra persona; y va más lejos: “lo inalcanzable en la relación interhumana es, por tanto, apelación a otra felicidad más elevada que colme la capacidad potencialmente infinita de la persona. Anhelamos, en lo más profundo de nuestro ser, la plenitud que solo es posible con un Amor Supremo y Absoluto.” Tras la finitud y la muerte, se antepone la exigencia incondicionada de vida y felicidad en nuestro ser.
Y, sobre ella, sobre la muerte reflexiona Antonio Enjuto. Habla de tres modalidades o maneras de hablar y entender el fin de la vida. De un lado, la muerte en general, como concepto abstracto; de otro, la muerte concreta de un ser que conocemos; y, finalmente, la conciencia de la propia muerte. En el terreno biológico, se percibe un avance y un decrecer hacia un final aciago; pero, en el terreno personal, la apertura es hacia un crecimiento mayor, nos elevamos porque el objetivo, viniendo de nuestro interior, es siempre un impulso hacia un bien que solo culminará en la suma Realidad. Por lo que vivir y detenerse en una vida solo biológica es, además de frustrante, incorrecto; buscamos, desde nuestro esencial interior, el amor con un Tú que va más allá de la muerte. Una argumentación con base racional, aunque, evidentemente, sometida a debate, dado que no es irrefutable, como avalan escritos de filósofos de otras tendencias.
El siguiente paso que nos propone el autor es el planteamiento de la existencia de Dios. Un tema que reconoce que no es primariamente una cuestión filosófica, ya que su origen conceptual es religioso, pero que la filosofía no puede renunciar a dar sentido a la creencia. Ante ella, a lo largo de la historia, se han dado tres posturas: ateísmo, teísmo y lo que denomina teísmo antropológico, en el que incluye a quienes creen que tiene sentido preguntarse por la existencia de Dios a partir de las más radicales exigencias humanas, las que dan sentido a la vida. Y es a partir de esta mirada fenomenológica que el hombre va descubriendo que es un “alguien” que desea, que busca el bien que le falta, que es un ser proyectivo que no puede vivir sin dar razón de sus anhelos.
Insiste el autor en esa cualidad inherente a nuestra condición, la de no ser solo presente y pasado, sino principalmente futuro, impulso, perspectiva, tensión hacia el mañana. Vivimos con metas a realizar. Y no solo en nuestra personal manera de existir, sino como integrantes de una Humanidad en evolución, una evolución con sentido; con un sentido que, de carecer de él, nos permitiría preguntarnos si toda la historia de la humanidad es una broma o un sinsentido, un absurdo. Y, reflexionando sobre este particular, recorre las posturas de pensadores que han marcado su sello en el pensamiento colectivo, con especial incidencia en las teorías de Teilhard de Chardin.
Pero, teniendo un sentido la vida humana, ¿qué justifica la presencia del dolor, de tantas víctimas, en una palabra, del mal? Problema crucial que ha marcado radicales posturas personales a lo largo de la historia. Antonio Enjuto no lo elude y reflexiona sobre él en tres apartados: 1. Existencia y concepto del mal; 2. Justificación del mal; y 3. Compatibilidad de Dios con el mal. En estos apartados, va haciendo un somero recorrido para completar su enunciado. Finalmente, en el punto más controvertido, el de la compatibilidad de un Dios con el mal, su respuesta va en la línea seguida por otros autores, como Torres Queiruga, que Dios opta por el “ser” en lugar de “la nada” y que ese ser está sometido a las limitaciones de la finitud, que hemos de superar. Concluye: “Se deduce entonces que la creación y la superación del mal no han terminado, pues, aun encontrándonos en una línea ascendente, las sucesivas etapas llevan el mal introducido en las propias venas.”
Concluyendo
Resumiendo, nos encontramos ante un libro fundamentalmente práctico, pensado para la docencia y el estudio, como corresponde a la línea de su editorial. Lo que no quiere decir que no sea profundo. Tiene una gran utilidad al permitirnos encontrar en sus páginas lo más granado de la relación de la filosofía y la ciencia con el problema de Dios a lo largo de la historia; y ello, realizado con una exposición metodológica muy acertada, a más de asequible, junto a un serio rigor científico en todos sus apartados. Por supuesto: como toda obra que aborda asuntos sometidos a discusión, esta contará con quienes traten de rebatir sus argumentos; están en su derecho. Pero, lo que no podrán argüir es que se encuentran ante un ensayo carente de racionalidad y rigor, aun no tratándose de un texto específico sobre el problema de Dios, desde un punto de vista de la filosofía personal del autor. Como se ha dicho más arriba, es solo en el último capítulo donde Antonio Enjuto explica en unas pocas páginas su pensamiento al respecto.
Desde el punto de vista formal cuenta el libro con varias ilustraciones que aligeran el peso de su contenido. Tiene una tratamiento tipográfico bastante generoso, lo que ayuda en su lectura, quizás un tanto dificultada por usar un papel algo satinado (de un adecuado gramaje) que, si bien aporta lustre a las ilustraciones, sus reflejos pueden incomodar, en depende qué situaciones, la lectura.
En definitiva: una obra recomendable que tendrá un lugar adecuado como libro de referencia en la biblioteca de docentes, estudiantes y personas interesadas en este tan traído y llevado tema del problema de Dios. Por algo será.
Índice
Prólogo.
1. De la realidad al misterio.
La mitología
Los presocráticos
Tales de Mileto. Animismo de la materia
Anaximandro. El retorno al apeiron
Anaxímenes
Pitágoras. La armonía como anhelo del espíritu
Heráclito. Dinamismo creador y divino
Jenófanes. Indiferencia de un dios impasible
Parménides
Sócrates. La muerte como obediencia a los dioses
Platón. Metodología platónica.- El “bien”: horizonte de lo absoluto.- Alma inmortal.- El camino hacia Dios
Aristóteles. Etapas del pensamiento aristotélico.- Tres formas de conocimiento.- Clasificación de las ciencias.- La metafísica como ciencia divina.- Dios: primer motor inmóvil
Cleantes. Honda religiosidad
Filón de Alejandría. El dios de Filón.- Entre Dios y la creación: el logos
Séneca. Aportación de Séneca.- La morada del dios de Séneca
Epicteto. Inmanencia de Dios en el mundo
El escepticismo
Plotino. El “uno” de Plotino, superior a Dios.- La dialéctica como retorno a lo absoluto
2. Sentido religioso en la época medieval.
San Agustín. Obras.- Doctrina.- Fuentes de la verdad.- El alma.- Dios
Boecio. Dios y el ser
Escoto Erígena, Juan. La razón y la fe.- Naturaleza y Dios
San Anselmo de Canterbury. Dios no puede no existir
Al-Farabí. Dios, como unidad absoluta.- Las emanaciones de Dios
Avicena. Orientación ideológica.- Dios, como el ser necesario.- Las irradiaciones de Dios
Algazel. Emisión vivificante de lo divino
Averroes. La fe no desplaza a la razón.- La filosofía prueba la existencia de Dios
Ibn’Gabirol-Avicebrón. A Dios solo se le conoce por sus obras
Maimónides. Convergencia de la fe y la razón.- Dios necesita ser demostrado
San Buenaventura. La razón iluminada por la fe.- Los caminos hacia Dios
Santo Tomás de Aquino. Perfil intelectual.- Uso de la razón hasta donde esta alcance.- Pruebas de la existencia de Dios: 1. Primera vía; 2. Segunda vía; 3. Tercera vía; 4. Cuarta vía: 5. Quinta vía.- Reflexiones a las pruebas tomistas
Duns Escoto, Juan. Dios como infinitud divina
Eckhart, Johannes. Inefable naturaleza de Dios
Guillermo de Ockham. Predominio de la individual.- Dios no es objeto de una prueba racional
Nicolás de Cusa. El saber humano.- La coincidencia de los contrarios está en Dios.- Despliegue de Dios
Marsilio Ficino. Todo gira en torno a Dios.- Proceso de divinización del alma
Pico della Mirandola. La dignidad del hombre.- En busca de la órbita de Dios
Giordano Bruno. El espacio infinito del universo.- Reflejo de Dios
Francisco Suárez. Proyección metafísica.- Un Dios vivo y creador.- Dios y las criaturas
3. Filosofía en la edad moderna.
Descartes. Obras.- Fuentes referenciales.- El problema cartesiano.- La noción de infinito implica la existencia de Dios.- Grandeza y límites de Descartes
Blas Pascal. Impotencia de la razón para alcanzar la verdad.- Las razones del corazón.- El sentimiento adivina a Dios.- Apostemos por la existencia de Dios
Baruch Spinoza. Punto de partida.- Dios es la única sustancia.- El mundo está inserto en Dios.- En la naturaleza todo ocurre necesariamente.- El amor intelectual hacia Dios.- Distintos juicios de valor
John Locke. Su primer objetivo.- A Dios se le puede demostrar
Malebranche, Nicolás. Un sugestivo anhelo.- Dios existe y es evidente.- Ocasionalismo
Leibniz, G. Wilhelm. Obras.- Dinamismo del ser.- El mundo reclama un creador.- Análisis crítico
4. Teología de los forjadores del renacimiento científico.
Leonardo da Vinci
Nicolás Copernico
Tycho Brahe
Juan Kepler
Galileo Galilei
Isaac Newton
5. Empirismo inglés.
George Berkeley. Punto de Partida.- Tenemos evidencia de Dios
David Hume. El conocimiento procede de la experiencia.- Idea de causalidad.- Las impresiones no alcanzan a las esencias.- La existencia de Dios no es demostrable.- Los principios de la moral.- Reflexión crítica
6. La ilustración y el idealismo alemán.
Inmanuel Kant. Obras.- Observaciones preliminares.- A) Crítica de la razón pura. Los juicios en la ciencia.- B) Crítica de la razón práctica.- La libertad.- La inmortalidad del alma.- Dios como exigencia de la conciencia moral.- Exposición crítica al pensamiento de Kant
Fichte, Johann G. Punto de partida.- Presencia de Dios en las acciones humanas.- Juicio crítico
Schelling, Friedrich. Fases filosóficas.- Filosofía de la naturaleza y del espíritu.- Sistema de identidad.- Sistema de la libertad.- Sistema religioso.- Valoración crítica
Hegel, G. Friedrich W. Interpretación religiosa de la realidad.- El absoluto, como identidad de lo real y lo ideal.- Dios es espíritu, verdad y vida
Breve resumen filosófico del idealismo alemán
7. Presunciones ateas.
Ludwig Feuerbach. Escisión del discípulo con el maestro.- Empirismo antropológico.- El hombre crea a Dios.- Objeciones a la filosofía de Feuerbach
Karl Marx. Dialéctica del devenir.- Materialismo práctico.- Materialismo histórico.- Materialismo ateo.- Replicas al contexto de Marx
Friedrich Nietzsche. Obras.- Tres períodos diferentes.- Transmutación de valores.- La muerte de Dios.- Crítica a la moral.- El superhombre.- Algunas discrepancias
Sigmund Freud. El psicoanálisis.- La religión como neurosis obsesiva.- Inmoderado reduccionismo
Jean Paul Sartre. Presunta interpretación sartriana. A) Etapa fenomenológica. B) Etapa existencialista. C) Etapa marxista.- Ambigüedades de Sartre
El neopositivismo. Círculo de Viena.- Superando el “principio de verificación”
8. Ciencia y religión.
Evolucionismo
Charles R. Darwin
Origen de la vida
Origen del universo (La creación)
Credo religioso y creación
Max Planck. Materia y espíritu
Albert Einstein. Religiosidad cósmica
9. Filósofos del siglo XX y XXI.
Henri Bergson. Evolución creadora.- Las experiencias místicas muestran a Dios
Nikolai Berdiayev. Antecedentes ideológicos.- La vida divina en unión con el destino del hombre.- Dios aparece en el abismo del ser
Martin Buber. Una filosofía del diálogo.- Comunicación interpersonal: yo-tú.- El tú eterno es el Dios sin medida
Edith Stein. Interés por la filosofía.- Sorprendentes vivencias personales.- Nuevo itinerario filosófico.- Caminos hacia Dios
Zubiri, Xavier. Contexto histórico.- La religión.- Inteligencia sentiente.- Acceso a Dios.- Ambigüedades filosóficas
Paul Ricoeur. Contexto ideológico y social.- Interpretación y fe
Hans Küng. La idea de Dios no es contradictoria en sí misma.- Reto al ateísmo contemporáneo.- Límites de Hans Küng
10. Formulando una teoría.
Lo que todavía no es
La felicidad
La muerte
Planteamiento de la existencia de Dios
El hombre en proyección de futuro
El problema del mal. Existencia y concepto del mal.- Justificación del mal.- Compatibilidad de Dios con el mal
Bibliografía. Diccionarios y enciclopedias.- Bibliografía general
Índice de autores
Índice analítico
Índice general
Título: Filósofos y científicos antes el problema de Dios
Autor: Antonio Enjuto Pecharromán
Edita: Ediciones Newton, Oviedo, 2014
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 495
ISBN: 978-84-943430-0-1
Precio: 31,82 euros
Nos encontramos ante un libro con metas ambiciosas, pues pretende, ni más ni menos, que presentarnos un panorama cronológico de la trascendencia en la vida de los hombres. Un esfuerzo que merece una gratitud sincera, por poner a nuestra disposición un manual de muy práctica y útil consulta. Se podrá o no estar de acuerdo con la metodología seguida por el autor, o por la selección de los personajes representativos que circulan por las páginas del libro; pero, de lo que no cabe duda es de que se trata de una obra de la mayor utilidad, como corresponde a los libros de este sello editorial.
Tratándose, pues, de una obra coral es manifiesta la dificultad de ofrecer una detallada reseña de todos y cada uno de los apartados de su abultado índice. Un índice que, por lo demás, se detalla al final de estas líneas, de manera que sirva de práctica guía a quien se acerque a ella para su lectura o consulta. De ahí que intentaremos reflejar las líneas generales de cada uno de los capítulos que abarca, deteniéndonos en el último de ellos, donde el autor resume su planteamiento personal ante la temática de este trabajo, que consideramos del mayor interés.
Ya en el Prólogo, Antonio Enjuto, tras hacer un inicial planteamiento del tema de Dios a través de la historia, nos plantea los objetivos que se propuso para su ensayo: “nuestro propósito ha sido lograr ofrecer en estas páginas una somera visión de los más representativos filósofos y científicos cuando estos han tratado el tema de Dios.” Y deja a cada lector las conclusiones que pueda sacar de su lectura, ofreciéndonos su propia visión al final del texto.
Nos advierte de que, aunque el estudio se enmarca fundamentalmente dentro de la filosofía occidental, no se ha prescindido de las orientaciones y sabiduría de los maestros orientales. E indica el procedimiento de su metodología a la hora de exponer cada apartado: “Previo al pensamiento de cada autor, hacemos también una sucinta biografía, con la intención de situarles en su contexto personal, social y de escuela, sin pretender por ello dar una visión exhaustiva de toda su orientación intelectual; nos detenemos principalmente, como ya se dijo, en lo tocante al problema de Dios y los principios que les indujeron a reflexionar sobre el tema.”
Debido a su estructura cronológica, es necesario, según los casos, cotejar las reflexiones con las doctrinas precedentes, así como una somera crítica o valoración de su aporte a la historia del pensamiento.
La antigüedad
El primer bloque de la obra, con gran acierto, se titula De la realidad al misterio. Nos habla de la inquietud humana por indagar e interpretar las realidades de su entorno, sin marginar las aspiraciones más radicales del espíritu humano, entre las que se pregunta por el último fundamento de la realidad. En la actualidad, el hombre trata de desentrañar los mecanismos ocultos que gobiernan el mundo. Y no es de extrañar que, desde su física, su biología o el sistema filosófico escogido, se pregunte si hay algo tras los engranajes de esa enorme máquina que es el universo, si hay algún designio en la articulación de sus principios y leyes y, en última instancia, se interrogue por el fundamento de tantos fenómenos como le instan a dar una respuesta adecuada.
Tarea ardua y erizada de dificultades, en la que considera que no solo ha de intervenir la propia inteligencia, sino que ha de ser fruto de la dedicación de la totalidad de persona, toda su carga existencial, con sus sentimientos, su moral y sus más radicales aspiraciones.
Alude, también, a la palabra Dios y sus procedencias, desde el griego, latín, lenguas indoeuropeas, el hebreo, el acadio o el budismo, intentando arrancarles a cada una de ellas un significado primario. Y concluye: “aun cuando Dios trascienda cualquier posible atribución positiva, sería inadecuado desvincularle de toda relación con el mundo y de toda acción humana. Consideramos que podemos hablar de su realidad desde la diferencia y el contraste, desde la cercanía y la distancia, desde la univocidad y la analogía.” Y a ello dedica las páginas que llenan este primer capítulo.
El medievo
Dejando ya atrás la antigüedad, nos adentramos en el Sentido religioso en la época medieval, contenido del segundo bloque del libro. Un período, de unos mil años de duración, que el autor considera de especial significación para el tema de Dios. Se inclina por pensar que no se trató de una época tan oscura como habitualmente se la caracteriza: “Acaso el intento de adaptar el pensamiento filosófico a las doctrinas religiosas sea lo más característico de toda la Edad Media.” De ahí que decida escoger aquellas figuras que más indagaron sobre filosofía y fe religiosa y aquellas que más incidieron en la problemática de la existencia de Dios.
Distingue, esquemáticamente, como cuatro peldaños en todo el proceso de tal problemática. Como primer paso, se refiere a San Pablo, quien, en sus escritos, parece rechazar la filosofía a favor de la fe, pero que, con su conducta y ejemplo, abre caminos de buena avenencia. Otros personajes que incluye en este período, inicialmente favorable a la fe en detrimento de la filosofía, son Justino, Minucio Félix o Tertuliano; aunque el propio Justino y otros como Arístides, Atenágoras o Lactancio no dudaron en usar la expresión filosófica como forma positiva a la hora de manifestar las propias creencias.
Un segundo paso lo constituye la creación de la Escuela Catequética de Alejandría que, bajo la dirección de Panteno, se convierte en centro de teología científico-apologética, y que llega a su apogeo con Clemente y Orígenes. El propio Clemente procura dar a las enseñanzas cristianas una base filosófica y científica.
La posible tercera etapa la constituye la Escuela de Cesarea de Capadocia, donde su aptitud para conjugar la fe con la filosofía fue, en la mayoría de los casos, resulta bastante positiva. Entre sus numerosos representantes, destacan Gregorio de Nacianzo, Basilio y Gregorio de Nisa; incluso, se podría incluir en esta nómina al Pseudo-Dionisio.
La última etapa arranca ya con la figura de San Agustín, con quien el capítulo pasa a analizar con detenimiento sus teorías y sus obras, así como la de los otros personajes que recoge en este bloque. Hasta aquí, sobre las figuras que se han citado, solo se incluyen algunas notas, muy acertadas, sobre sus planteamientos y el papel que jugaron en el difícil encuentro entre fe y filosofía.
La edad moderna
El paso siguiente, nuevo capítulo, es Filosofía en la Edad Moderna. No es extensa la introducción que ofrece el autor. Lo que no implica que sea escasa; muy al contrario, es escueta, precisa, y define con gran acierto la época que nos propone recorrer. “Si lo original del Renacimiento fue probar nuevos caminos, también en los siglos siguientes no será menor el afán por las construcciones sistemáticas. El racionalismo, el empirismo y la Ilustración dan sobradamente cuenta de ellos. Las bases serán diferentes pero con intenciones similares.” Así, nos dice que, mientras el racionalismo procura ser esencialmente metafísico, el empirismo opta por la vía de lo psicológico, cuando el movimiento ilustrado se preocupa por asumir y coordinar ambas direcciones. Hay diferencias entre las sendas de unos y otros; el racionalismo copia del método matemático; el empirismo, como sabemos, del experimental; y los ilustrados pretenden una síntesis de ambos, en la que lo experimental y lo matemático tengan cabida y complemento. Y, como hace en cada uno de los capítulos y se detalla más adelante en el Índice, nos presenta una amplia selección de personalidades de la época, resumiendo sus postulados ante el problema de Dios.
Los siguientes capítulos profundizarán en aspectos más concretos de estos fundamentales planteamientos. Así lo comprobamos en Teología en los forjadores del Renacimiento científico, que es como titula el cuarto bloque de su obra.
La introducción de este capítulo nos lleva por un muy somero recorrido entre el idealismo platónico hasta el desarrollo de las ciencias naturales en los siglos XVI y XVII, con un especial detenimiento en el XIV, cuando surge un interés por las ciencias físicas; un interés que va dando tumbos entre realistas, conceptualistas, alquimistas, cabalistas y astrólogos. Pero, junto a estos intentos más o menos especulativos y, en cualquier caso, ilusorios, se inicia otra línea de pensamiento altamente científica respecto al método empírico, una auténtica ciencia positiva que combina la observación con el cálculo y las leyes matemáticas. Es la época en la que nacen genios como Leonardo da Vinci, Copérnico, Brahe, Kepler, Galileo y Newton; cada uno de ellos con sus propias ideas religiosas, en las que ahonda singularmente el autor a lo largo de las páginas que contiene este apartado de la obra.
El siguiente bloque está dedicado en exclusiva al Empirismo inglés. Aunque a lo largo de la historia se han presentado distintas nociones sobre el concepto de experiencia y su derivado empirismo, Antonio Enjuto se refiere aquí únicamente al empirismo inglés; se trata de una reacción contra el racionalismo del siglo XVII y se basa en el dato experimental como el origen que da valor a nuestros conocimientos; por ende, rechaza cualquier idea apriorística o innata del racionalismo, como tampoco admite la intuición intelectual: “la mente es como un papel en blanco donde se van escribiendo los informes sellados por la experiencia.” Solo dos personajes son los estudiados aquí, pero de suficiente importancia para abarcar la totalidad del proyecto del autor: George Berkeley y David Hume.
La Ilustración
Del empirismo inglés, el autor nos traslada a La Ilustración y el idealismo alemán. Comienza este apartado así: “Si desde un primer momento la Ilustración tuvo como incentivo armonizar el racionalismo con el empirismo, no es menos cierto que nunca lograría estructurarlo ni como método ni como sistema especulativo. De ahí que la Ilustración, más que ser un movimiento propiamente filosófico, sea una corriente estrictamente cultural.” No le falta razón. Los pensadores de esta época se proponen como objetivo iluminar a la sociedad, arrancándola del oscurantismo y la ignorancia. Y más que por el origen del conocimiento, propio de los racionalistas, se preocupan por la ampliación de saberes. Pero, el idealismo (o idealismos) alemán no mantiene la misma senda, pues sus pensadores ponen el énfasis en el yo como parte activa de todo el proceso cognoscitivo, más que en los objetos que se intentan esclarecer; el sujeto devendrá en el centro alrededor del cual giran todos los demás problemas. Y por las páginas de este bloque germano desfilarán los grandes pensadores: Kant, Fichte, Schelling y Hegel. Y no satisfecho con lo que detenidamente expone del pensamiento de aquellos, al final nos ofrece un Breve resumen filosófico del idealismo alemán; sí, breve comentario, pues solo ocupa tres páginas, pero del mayor interés.
Presunciones ateas es el nuevo paso que nos propone Enjuto en este deambular progresivo con el objetivo de libro. Se basa, fundamentalmente, en la influencia de Hegel en posteriores pensadores, que, basándose en su filosofía, siguieron, sin embargo, caminos diferentes que les llevaron a planteamientos bien distanciados unos de otros. Para aclarar su pretensión y siguiendo a Federico Strauss, los separa a la derecha, a la izquierda y al centro del pensamiento hegeliano; y, por el interés que mueve a Enjuto en este ensayo, dedica este capítulo a los llamados de la izquierda, que, como en el caso del citado Strauss, culmina su pensamiento en un materialismo ateo. En estas páginas nos encontramos a Feuerbach, Marx, Nietzsche, Freud y Sartre, cerrando el bloque el neopositivismo, con el Círculo de Viena y la superación del principio de verificación.
Ciencia y religión
Nos adentramos, seguidamente, en el campo de la ciencia y su posición frente a la religión. Ciencia y religión es pues el nombre del siguiente capítulo. La propuesta del autor figura muy nítida en la introducción que, como en resto de los capítulos, acompaña a este. Sus palabras son el mejor compendio de su propuesta: “La ciencia y la religión son dos grandes visiones sobre el mundo. Mientras la primera trata de comprender la naturaleza tangible y material, es decir, cómo ha llegado a ser, cómo la conocemos y qué leyes rigen su estructura, la religión trata de lo que está más allá de lo corpóreo, de aquello que se considera trascendente y, en todo caso, misterioso y espiritual. Las preguntas que hace la ciencia van dirigidas a lo observable y sus respuestas, atendiendo siempre a una metodología que lo pueda comprobar; en tanto que las preguntas en la religión miran al sentido del conjunto, incluido el sujeto que interroga.” Podría parecer que se trata de posturas encontradas, pero no lo son: en toda investigación de lo observable va implícita la pregunta sobre el fundamento y este sí que es terreno propio de la filosofía y de la religión.
A partir de aquí, la estructura del capítulo difiere un tanto de la observada en los precedentes. Primero, aborda el evolucionismo, para detenerse, seguidamente, en la figura de Charles Darwin, al que dedica algunas páginas. A continuación, profundiza en los planteamientos sobre el origen de la vida, el origen del universo (la creación) y credo religioso y creación; apartados todos ellos de muy interesante lectura como compendio de su evolución histórica. Llega luego a la lista de científicos, analizados, tras su biografía, desde su punto de vista ante el problema de Dios: Planck y Einstein.
Filosofía y Dios
Y de los científicos, a los Filósofos del siglo XX y XXI. Se trata de un capítulo amplio en su afán abarcador para brindar una visión lo más completa posible del panorama de la filosofía. Como hija de su tiempo, como dijera Hegel, la filosofía siempre ha tenido como horizonte las necesidades más ineludibles que podían demandar las personas. Y las personas de estos siglos están sometidas a convulsiones sociales y políticas de gran alcance, que se han traducido en corrientes filosóficas diversas: vitalista, materialista, fenomenológica, neopositivista, existencialista, etc. Son varios los pensadores que desfilan en este capítulo; una selección personal del autor, pero que, en conjunto, puede ofrecer una amplia panorámica de este vasto campo de la filosofía en estos dos últimos siglos: Bergson, Berdiáyev, Buber, Stein, Zubiri, Ricoeur y Küng. De cada uno de ellos nos ofrece una pinceladas amplias y, en algún caso, como ocurre con Hans Küng, un análisis de sus límites.
El autor y su pensamiento
Con esto se llega al último capítulo de la obra, Formulando una teoría, en el que el autor nos ofrece su aportación más personal de este denso volumen. Inicia su planteamiento, aludiendo a las cuatro preguntas kantianas: qué puedo conocer, qué debo hacer, qué me cabe esperar, qué es el hombre; cuatro preguntas que Antonio Enjuto sintetiza en dos: quién soy yo y qué será de mí. Unas cuestiones que propone no dirigidas al hombre en general, sino a cada persona que vive y siente en medio de continuas apetencias.
Aborda, así, su primer interrogante, quién soy yo. Para ello, se retrotrae a los momentos en que solo éramos una posibilidad de existir, antes de ser concebidos, para, posteriormente, describir todo el proceso de maduración como persona, cómo se va forjando el “yo”, con la inteligencia, la capacidad de raciocinio, el lenguaje y la comunicación. Por lo que, concluye definiéndose como “un principio unitario y racional de referencia múltiple”, un nudo de posibilidades, en el que no se pueden eludir cuestiones radicales que incumben al ámbito filosófico. Un ámbito en el que debe incluirse el tema de la felicidad, el cese de la vida, el conocimiento de la auténtica realidad y, propone Enjuto, el problema de la existencia de Dios.
Y, ante este cúmulo de posibilidades que es el ser humano, ¿será razonable hablar de lo que aún no es? Opina el autor que sí lo es, porque, en el mundo, no existe solamente el ser, sino, también, el “poder ser”, dando, así, carta de existencia al mundo de los posibles. Aduce: “el hombre no es solo presente y pasado, principalmente somos perspectiva, futuro, tensión hacia el mañana; queremos cosas, buscamos lo que no tenemos, deseamos en todo un final feliz.” Por eso, parte de esa búsqueda de la felicidad como uno de los temas clave para plantear de forma adecuada el problema de Dios.
Se detiene, seguidamente, en analizar la felicidad buscada. Y nos dice que buscamos la felicidad como bien incondicionado que pueda colmar todas nuestras aspiraciones; obedece a un impulso inscrito en el ser humano, en su esencia, por lo que es irrenunciable. Nos advierte de que no solo hay que buscar la felicidad en las cosas del mundo exterior, sino que hay que tener muy presentes las apetencias interiores.
Ahondando más en su propuesta, explica cómo nuestras acciones buscan la reciprocidad, teniendo como objetivo el encuentro con otra persona; y va más lejos: “lo inalcanzable en la relación interhumana es, por tanto, apelación a otra felicidad más elevada que colme la capacidad potencialmente infinita de la persona. Anhelamos, en lo más profundo de nuestro ser, la plenitud que solo es posible con un Amor Supremo y Absoluto.” Tras la finitud y la muerte, se antepone la exigencia incondicionada de vida y felicidad en nuestro ser.
Y, sobre ella, sobre la muerte reflexiona Antonio Enjuto. Habla de tres modalidades o maneras de hablar y entender el fin de la vida. De un lado, la muerte en general, como concepto abstracto; de otro, la muerte concreta de un ser que conocemos; y, finalmente, la conciencia de la propia muerte. En el terreno biológico, se percibe un avance y un decrecer hacia un final aciago; pero, en el terreno personal, la apertura es hacia un crecimiento mayor, nos elevamos porque el objetivo, viniendo de nuestro interior, es siempre un impulso hacia un bien que solo culminará en la suma Realidad. Por lo que vivir y detenerse en una vida solo biológica es, además de frustrante, incorrecto; buscamos, desde nuestro esencial interior, el amor con un Tú que va más allá de la muerte. Una argumentación con base racional, aunque, evidentemente, sometida a debate, dado que no es irrefutable, como avalan escritos de filósofos de otras tendencias.
El siguiente paso que nos propone el autor es el planteamiento de la existencia de Dios. Un tema que reconoce que no es primariamente una cuestión filosófica, ya que su origen conceptual es religioso, pero que la filosofía no puede renunciar a dar sentido a la creencia. Ante ella, a lo largo de la historia, se han dado tres posturas: ateísmo, teísmo y lo que denomina teísmo antropológico, en el que incluye a quienes creen que tiene sentido preguntarse por la existencia de Dios a partir de las más radicales exigencias humanas, las que dan sentido a la vida. Y es a partir de esta mirada fenomenológica que el hombre va descubriendo que es un “alguien” que desea, que busca el bien que le falta, que es un ser proyectivo que no puede vivir sin dar razón de sus anhelos.
Insiste el autor en esa cualidad inherente a nuestra condición, la de no ser solo presente y pasado, sino principalmente futuro, impulso, perspectiva, tensión hacia el mañana. Vivimos con metas a realizar. Y no solo en nuestra personal manera de existir, sino como integrantes de una Humanidad en evolución, una evolución con sentido; con un sentido que, de carecer de él, nos permitiría preguntarnos si toda la historia de la humanidad es una broma o un sinsentido, un absurdo. Y, reflexionando sobre este particular, recorre las posturas de pensadores que han marcado su sello en el pensamiento colectivo, con especial incidencia en las teorías de Teilhard de Chardin.
Pero, teniendo un sentido la vida humana, ¿qué justifica la presencia del dolor, de tantas víctimas, en una palabra, del mal? Problema crucial que ha marcado radicales posturas personales a lo largo de la historia. Antonio Enjuto no lo elude y reflexiona sobre él en tres apartados: 1. Existencia y concepto del mal; 2. Justificación del mal; y 3. Compatibilidad de Dios con el mal. En estos apartados, va haciendo un somero recorrido para completar su enunciado. Finalmente, en el punto más controvertido, el de la compatibilidad de un Dios con el mal, su respuesta va en la línea seguida por otros autores, como Torres Queiruga, que Dios opta por el “ser” en lugar de “la nada” y que ese ser está sometido a las limitaciones de la finitud, que hemos de superar. Concluye: “Se deduce entonces que la creación y la superación del mal no han terminado, pues, aun encontrándonos en una línea ascendente, las sucesivas etapas llevan el mal introducido en las propias venas.”
Concluyendo
Resumiendo, nos encontramos ante un libro fundamentalmente práctico, pensado para la docencia y el estudio, como corresponde a la línea de su editorial. Lo que no quiere decir que no sea profundo. Tiene una gran utilidad al permitirnos encontrar en sus páginas lo más granado de la relación de la filosofía y la ciencia con el problema de Dios a lo largo de la historia; y ello, realizado con una exposición metodológica muy acertada, a más de asequible, junto a un serio rigor científico en todos sus apartados. Por supuesto: como toda obra que aborda asuntos sometidos a discusión, esta contará con quienes traten de rebatir sus argumentos; están en su derecho. Pero, lo que no podrán argüir es que se encuentran ante un ensayo carente de racionalidad y rigor, aun no tratándose de un texto específico sobre el problema de Dios, desde un punto de vista de la filosofía personal del autor. Como se ha dicho más arriba, es solo en el último capítulo donde Antonio Enjuto explica en unas pocas páginas su pensamiento al respecto.
Desde el punto de vista formal cuenta el libro con varias ilustraciones que aligeran el peso de su contenido. Tiene una tratamiento tipográfico bastante generoso, lo que ayuda en su lectura, quizás un tanto dificultada por usar un papel algo satinado (de un adecuado gramaje) que, si bien aporta lustre a las ilustraciones, sus reflejos pueden incomodar, en depende qué situaciones, la lectura.
En definitiva: una obra recomendable que tendrá un lugar adecuado como libro de referencia en la biblioteca de docentes, estudiantes y personas interesadas en este tan traído y llevado tema del problema de Dios. Por algo será.
Índice
Prólogo.
1. De la realidad al misterio.
La mitología
Los presocráticos
Tales de Mileto. Animismo de la materia
Anaximandro. El retorno al apeiron
Anaxímenes
Pitágoras. La armonía como anhelo del espíritu
Heráclito. Dinamismo creador y divino
Jenófanes. Indiferencia de un dios impasible
Parménides
Sócrates. La muerte como obediencia a los dioses
Platón. Metodología platónica.- El “bien”: horizonte de lo absoluto.- Alma inmortal.- El camino hacia Dios
Aristóteles. Etapas del pensamiento aristotélico.- Tres formas de conocimiento.- Clasificación de las ciencias.- La metafísica como ciencia divina.- Dios: primer motor inmóvil
Cleantes. Honda religiosidad
Filón de Alejandría. El dios de Filón.- Entre Dios y la creación: el logos
Séneca. Aportación de Séneca.- La morada del dios de Séneca
Epicteto. Inmanencia de Dios en el mundo
El escepticismo
Plotino. El “uno” de Plotino, superior a Dios.- La dialéctica como retorno a lo absoluto
2. Sentido religioso en la época medieval.
San Agustín. Obras.- Doctrina.- Fuentes de la verdad.- El alma.- Dios
Boecio. Dios y el ser
Escoto Erígena, Juan. La razón y la fe.- Naturaleza y Dios
San Anselmo de Canterbury. Dios no puede no existir
Al-Farabí. Dios, como unidad absoluta.- Las emanaciones de Dios
Avicena. Orientación ideológica.- Dios, como el ser necesario.- Las irradiaciones de Dios
Algazel. Emisión vivificante de lo divino
Averroes. La fe no desplaza a la razón.- La filosofía prueba la existencia de Dios
Ibn’Gabirol-Avicebrón. A Dios solo se le conoce por sus obras
Maimónides. Convergencia de la fe y la razón.- Dios necesita ser demostrado
San Buenaventura. La razón iluminada por la fe.- Los caminos hacia Dios
Santo Tomás de Aquino. Perfil intelectual.- Uso de la razón hasta donde esta alcance.- Pruebas de la existencia de Dios: 1. Primera vía; 2. Segunda vía; 3. Tercera vía; 4. Cuarta vía: 5. Quinta vía.- Reflexiones a las pruebas tomistas
Duns Escoto, Juan. Dios como infinitud divina
Eckhart, Johannes. Inefable naturaleza de Dios
Guillermo de Ockham. Predominio de la individual.- Dios no es objeto de una prueba racional
Nicolás de Cusa. El saber humano.- La coincidencia de los contrarios está en Dios.- Despliegue de Dios
Marsilio Ficino. Todo gira en torno a Dios.- Proceso de divinización del alma
Pico della Mirandola. La dignidad del hombre.- En busca de la órbita de Dios
Giordano Bruno. El espacio infinito del universo.- Reflejo de Dios
Francisco Suárez. Proyección metafísica.- Un Dios vivo y creador.- Dios y las criaturas
3. Filosofía en la edad moderna.
Descartes. Obras.- Fuentes referenciales.- El problema cartesiano.- La noción de infinito implica la existencia de Dios.- Grandeza y límites de Descartes
Blas Pascal. Impotencia de la razón para alcanzar la verdad.- Las razones del corazón.- El sentimiento adivina a Dios.- Apostemos por la existencia de Dios
Baruch Spinoza. Punto de partida.- Dios es la única sustancia.- El mundo está inserto en Dios.- En la naturaleza todo ocurre necesariamente.- El amor intelectual hacia Dios.- Distintos juicios de valor
John Locke. Su primer objetivo.- A Dios se le puede demostrar
Malebranche, Nicolás. Un sugestivo anhelo.- Dios existe y es evidente.- Ocasionalismo
Leibniz, G. Wilhelm. Obras.- Dinamismo del ser.- El mundo reclama un creador.- Análisis crítico
4. Teología de los forjadores del renacimiento científico.
Leonardo da Vinci
Nicolás Copernico
Tycho Brahe
Juan Kepler
Galileo Galilei
Isaac Newton
5. Empirismo inglés.
George Berkeley. Punto de Partida.- Tenemos evidencia de Dios
David Hume. El conocimiento procede de la experiencia.- Idea de causalidad.- Las impresiones no alcanzan a las esencias.- La existencia de Dios no es demostrable.- Los principios de la moral.- Reflexión crítica
6. La ilustración y el idealismo alemán.
Inmanuel Kant. Obras.- Observaciones preliminares.- A) Crítica de la razón pura. Los juicios en la ciencia.- B) Crítica de la razón práctica.- La libertad.- La inmortalidad del alma.- Dios como exigencia de la conciencia moral.- Exposición crítica al pensamiento de Kant
Fichte, Johann G. Punto de partida.- Presencia de Dios en las acciones humanas.- Juicio crítico
Schelling, Friedrich. Fases filosóficas.- Filosofía de la naturaleza y del espíritu.- Sistema de identidad.- Sistema de la libertad.- Sistema religioso.- Valoración crítica
Hegel, G. Friedrich W. Interpretación religiosa de la realidad.- El absoluto, como identidad de lo real y lo ideal.- Dios es espíritu, verdad y vida
Breve resumen filosófico del idealismo alemán
7. Presunciones ateas.
Ludwig Feuerbach. Escisión del discípulo con el maestro.- Empirismo antropológico.- El hombre crea a Dios.- Objeciones a la filosofía de Feuerbach
Karl Marx. Dialéctica del devenir.- Materialismo práctico.- Materialismo histórico.- Materialismo ateo.- Replicas al contexto de Marx
Friedrich Nietzsche. Obras.- Tres períodos diferentes.- Transmutación de valores.- La muerte de Dios.- Crítica a la moral.- El superhombre.- Algunas discrepancias
Sigmund Freud. El psicoanálisis.- La religión como neurosis obsesiva.- Inmoderado reduccionismo
Jean Paul Sartre. Presunta interpretación sartriana. A) Etapa fenomenológica. B) Etapa existencialista. C) Etapa marxista.- Ambigüedades de Sartre
El neopositivismo. Círculo de Viena.- Superando el “principio de verificación”
8. Ciencia y religión.
Evolucionismo
Charles R. Darwin
Origen de la vida
Origen del universo (La creación)
Credo religioso y creación
Max Planck. Materia y espíritu
Albert Einstein. Religiosidad cósmica
9. Filósofos del siglo XX y XXI.
Henri Bergson. Evolución creadora.- Las experiencias místicas muestran a Dios
Nikolai Berdiayev. Antecedentes ideológicos.- La vida divina en unión con el destino del hombre.- Dios aparece en el abismo del ser
Martin Buber. Una filosofía del diálogo.- Comunicación interpersonal: yo-tú.- El tú eterno es el Dios sin medida
Edith Stein. Interés por la filosofía.- Sorprendentes vivencias personales.- Nuevo itinerario filosófico.- Caminos hacia Dios
Zubiri, Xavier. Contexto histórico.- La religión.- Inteligencia sentiente.- Acceso a Dios.- Ambigüedades filosóficas
Paul Ricoeur. Contexto ideológico y social.- Interpretación y fe
Hans Küng. La idea de Dios no es contradictoria en sí misma.- Reto al ateísmo contemporáneo.- Límites de Hans Küng
10. Formulando una teoría.
Lo que todavía no es
La felicidad
La muerte
Planteamiento de la existencia de Dios
El hombre en proyección de futuro
El problema del mal. Existencia y concepto del mal.- Justificación del mal.- Compatibilidad de Dios con el mal
Bibliografía. Diccionarios y enciclopedias.- Bibliografía general
Índice de autores
Índice analítico
Índice general
Reseñas
Psicopatología del poder
Redacción T21 , 25/05/2015
Un ensayo sobre la perversión y la corrupción
Ficha Técnica
Título: Psicopatología del poder
Autor: Jorge L. Tizón
Edita: Herder Editorial. Barcelona, marzo de 2015
Materia: Psicología
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 248
ISBN: 978-84-254-3434-1
PVP: 16,90 €
¿El corrupto nace o se hace? ¿Es el miedo una buena arma de contención social? ¿Qué técnicas científicas utilizan los poderes para tratar de controlar nuestras mentes? ¿Qué organizaciones perversas existen en nuestra sociedad?
¿Cómo explicarnos que en la situación actual de sufrimiento personal, familiar y social tan amplios la población no se haya opuesto más radical y activamente? ¿Qué papel han jugado la psicología, la psiquiatría y los «medios de comunicación» en todo ello, cuando parecen haberse convertido a menudo en medios de persuasión y manipulación?
Estas son algunas de las preguntas que el psiquiatra Jorge L. Tizón trata de responder en el libro Psicopatología del poder, un ensayo sobre la perversión y la corrupción donde el autor reflexiona sobre la crisis y las perversiones y corrupciones estructurales de la sociedad actual desde una perspectiva no habitual, que tiene en cuenta los conocimientos y los puntos de vista psicológicos, psicosociales y antropológicos.
Según Tizón, la llamada «crisis económica» es sobre todo una crisis política y social que tiene mucho que ver con la perversión como organización relacional: una organización psicopatológica que ha arraigado fuertemente en nuestras formaciones sociales contemporáneas y, por lo tanto, en buena parte de los grupos dirigentes, las instituciones sociales y las formas de relacionarnos todos hoy en día.
El libro trata de abordar de una manera no habitual la situación psicosocial en la que nos encontramos, el fenómeno de la corrupción, el de las castas extractivas y las estructuras perversas que lejos de buscar el bien común, persiguen perpetuar situaciones en su propio beneficio.
Psicopatología del poder hace un recorrido por la política de las emociones, el uso del miedo como elemento de control social, la burbuja sanitaria y psicosocial, la banalidad del mal, el paso de la biopolítica a la psicopolítica y los duelo no resueltos de nuestra sociedad, entre otros elementos que confluyen en la situación actual.
Índice
Introducción
- La política de las emociones en la tardomodernidad
- Provocando el shock: de –simbolización del miedo y de –sublimación de la agresión intraespecífica
- “Burbuja” sanitaria y “burbuja” psicosocial
- La relación intrusiva y la organización relacional perversa
- ¿Banalidad del mal o venalidad del mal?
- ¿Podemos hablar de un contexto psicosocial de perversión?
- Eros, ares, Poder y porno
- La falta de conciencia de la globalización de la especie
- El envejecimiento de los sistemas políticos y la democracia
- Duelos no elaborados y negación-disociación de la memoria de la propia historia
- El eterno retorno de la política: diez tesis sobre la coyuntura psicosocial actual
- A modo de coda esperanzadora. Hay alternativas, pero ¿son posibles sin reparación o sin sufrimiento?
Referencias bibliográficas
Datos del autor
Reseñas
Sosiego. El arte de envejecer
Juan Antonio Martínez de la Fe , 24/05/2015
Ficha Técnica
Título: Sosiego. El arte de envejecer
Autor: Wilhelm Schmid
Edita: Kairós, Barcelona, 2015
Colección: Ensayo
Traducción: Francisco García Lorenzana
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 104
ISBN: 978-84-9988-439-4
Precio: 9,50 euros
El tema de la vejez no es nuevo. Lógicamente, es viejo, muy antiguo. ¿Quién no recuerda el De senectute, de Cicerón? Después de él, sobre todo en los últimos tiempos, la bibliografía específica es abundante, aunque, probablemente, es mayoritaria la que aborda temas que ayudan a envejecer desde el punto de vista de la salud y el mantenimiento de vida activa, no tanto de reflexión sobre esta etapa de la vida y su significado ante el último tramo del existir. A este respecto, acude a la mente el último capítulo de las memorias del reconocido filósofo y teólogo Hans Küng, cuyas páginas encierran todo un tratado sobre el final de la vida y la actitud ante él. Tal y como ocurre con el libro que presentamos.
A un grupo de personas “mayores”, el autor les dio una conferencia sobre el envejecimiento. A todos les gustó mucho lo que dijo, pero, le advirtieron de que no sabía nada de lo que había explicado. A su juicio, hay que ser una persona “mayor” para poder entender y explicar ese paso tan natural de la vida que es el hacerse viejo.
En la actualidad, no está muy bien visto eso de tener muchos años. Se viste uno con ropas juveniles, se tiñe el pelo, pasa por quirófanos para borrar las arrugas, … Se ha dado carta de ciudadanía a la expresión anti-aging, que, en su acepción más negativa, alude a ofrecer una apariencia de menor edad. Y, lo peor llega cuando se le da cartilla sanitaria como si el envejecer fuese una enfermedad.
Y, ante este panorama, el autor nos define su postura: “En lugar de emplear todas las fuerzas en destruir el envejecimiento, prefiero rescatar conscientemente la vida que se encuentra enterrada en las arrugas.” Hay que sumarse al arte de envejecer para vivir con este proceso, en lugar de vivirlo a la contra. ¿Por qué? Pues, según Wilhelm Schmid “la vida sigue siendo bella y que vale la pena; y, cuando no se trate de la propia vida en esta fase, al menos de la vida como un todo.” Y nos habla desde su propia experiencia personal y profesional.
De ahí que nos proponga darle a la vida una nueva orientación, tomando consciencia de ella. Nos invita a reflexionar en ocasiones sobre cuestiones que se nos plantean en el envejecer: ¿qué significa este proceso?, ¿cómo transcurre?, ¿dónde me encuentro en este momento?, ¿qué me espera?, ¿cómo me puedo preparar para eso que me espera?, ¿qué está en mi mano hacer y qué no?
Hay quien desea morir de manera repentina, sin pasar por este proceso. Pero, la naturaleza lo ha hecho lento, con una finalidad: ayudar a la vida que viene detrás de nosotros, aportándole todo nuestro saber y nuestra experiencia.
Este proceso de envejecer permite descubrir recursos que pueden hacer que la vida sea más fácil y más rica en este preciso momento. Uno de tales recursos es la serenidad. No una serenidad aparente y ficticia, que nos permita vanagloriarnos (en el sentido más estricto del término) de ella, sino auténtica y profunda. Y este libro que comentamos nos brinda diez pasos para alcanzar la serenidad. “El primer paso de esta senda es la disposición a reflexionar sobre las etapas de la vida, reconocer que dicha reflexión no siempre es la misma en cada una de las etapas, y comprender las características propias de la época de la vejez y del envejecimiento, para que sea más fácil que nos dejemos atrapar por la serenidad.”
El primer paso para alcanzar la serenidad que preconiza el autor, constituye el primer capítulo de la obra; no muy extenso (no alcanza las diez páginas), lleva por título Pensamientos para cada época de la vida. Schmid nos expresa que uno de los fundamentos de la vida es la polaridad, la presencia de polos opuestos: alegría-tristeza, miedo-esperanza, … y, sobre todo, ser-dejar de ser. Según el autor, se ha puesto en cuestión tal fundamento de la polaridad y su texto es un intento de mostrar cómo puede ayudar la serenidad.
Para ello, compara la vida con un día normal. La mañana, cargada de energía, es el primer cuarto de la vida, en el que todo está abierto; el lema sería “yo puedo ser esto, si quisiera”, pues el campo de posibilidades no tiene prácticamente límites. Sobre los treinta años, se presenta el segundo cuarto de la vida, cuando la pregunta fundamental es “¿qué planes se pueden realizar aún?” En su lema, desaparece el potencial “podría”, sustituido por un enérgico “yo puedo”. Y, al llegar a los cincuenta años, se alcanza la mitad de la vida; aquí, la serenidad es solo posible si estamos muy dispuestos a dejarnos llevar por la transición que supone. “El envejecimiento nos sigue los pasos como un acosador, que no mantiene una distancia constante y al que por ello no podemos ignorar.” Ahora, nuestra mirada cambia de objetivo, sustituyendo paulatinamente el futuro por el pasado, preguntándonos cómo ha transcurrido nuestra vida y qué hemos hecho y logrado hasta ahora.
Segundo capítulo y segundo paso para alcanzar la ansiada serenidad. Su título: Comprensión de las peculiaridades de la edad y del envejecimiento. Nos encontramos en el tercer cuarto de la vida, en torno a los sesenta años. Y, para alcanzar la serenidad que propugna, Schmid nos explica qué tres aspectos encierra su propuesta: 1. Adquisición del conocimiento de las peculiaridades de esta fase de la vida. 2. Mantener una actitud abierta a los cambios asociados con la edad. Y 3, comprensión de los retos que el envejecimiento trae consigo.
Y, aunque aún el lema de esta fase continúa siendo “yo puedo”, ante las múltiples actividades que nos es dado realizar y ante las ganas de vivir, surge una enorme rebelión ante el cierre de muchas de las alternativas que se nos presentaban. Aumenta, eso sí, la fuerza del espíritu, que podemos canalizar mucho mejor.
La serenidad es ahora reconciliarse con aspectos tan discretos, como la palabra “aún”: aún tienes buen aspecto, aún estás en forma, aún mantienes la cabeza clara. Signos evidentes de cómo nos perciben los demás y un hecho que hemos de aceptar.
También es el momento de empezar a vislumbrar el proceso inverso al de la infancia: ella es un proceso hacia la autonomía y la independencia; ahora, nos vemos abocados a una menor autonomía y una mayor dependencia. Incluso, la muerte aparece en el horizonte como algo real y más cercano.
Surgen unas preguntas que hasta ahora no nos parecían necesarias: ¿en qué entorno me gustaría envejecer?, ¿cuánto costaría?, ¿cuál será el momento preciso en que deba optar por las respuestas a estas cuestiones?
El autor nos brinda una fórmula que favorece la serenidad que buscamos: entregarnos a las costumbres y los hábitos que hemos venido manteniendo. Algo que desarrolla en el tercer capítulo: Costumbres que facilitan la vida.
El cuidado de los hábitos, de las costumbres constituye el tercer paso hacia la serenidad. Su sentido, el de los hábitos, radica en que podemos confiar en ellos sin tener que emplear fuerzas adicionales, en un momento en que nos encontramos en el cuarto cuarto de la vida.
La modernidad, los más jóvenes, encuentran aburrido hacer siempre lo mismo. Pero, según remarca el autor, “el arte de vivir consiste también en la adquisición consciente de costumbres para dejarse llevar por ellas siempre que sea posible.”
Porque las costumbres son modos de actuar fiables y que se repiten con una regularidad tranquila, de manera que, incluso, pueden afrontar una urgencia que no se puede evitar; las costumbres nos permiten eludir innumerables decisiones que debemos tomar continuamente; en definitiva, las costumbres constituyen un entramado de relaciones y procesos fiables a los que podemos dar un sentido, sin la necesidad de preocuparnos constantemente por ellas.
Y, con la siguiente frase que cierra este apartado, el autor nos introduce ya en el cuarto capítulo: “Afortunadamente, el disfrute de los placeres puede anclarse, gracias a las costumbres, incluso en la vejez.”
De tal disfrute va el cuarto capítulo, Disfrutar de los placeres y de la felicidad. Es, lógicamente, el cuarto paso hacia la serenidad: disfrutar conscientemente de los placeres y conocer la felicidad. La serenidad consiste en dejarse seducir por las pequeñas delicias que la vida nos brinda cada día. Pone Schmid varios ejemplos de sencillos placeres como el saborear una bebida o una comida concreta; añade el placer del recuerdo, incluso el de aquellos hechos que nos producen una serena nostalgia; y, por supuesto, el placer de comunicar, bien en conversaciones, bien escribiendo detalles de nuestra vida; sin olvidar el dolce far niente, el placer de no hacer nada, el ocio.
Concluye: “La serenidad no consigue que todo y en todo momento y por encima de todo dé placer; el privilegio del anciano sereno es que ya no debe correr detrás de todos los placeres, y se trata precisamente de tener el placer que a todos reemplaza: no tener ninguno.” Y, más adelante, introduciéndonos en el quinto capítulo, “la vida obliga a la aceptación serena de muchas cosas que no se pueden cambiar, en especial experimentar el dolor y la infelicidad.”
Y Convivir con el dolor y la infelicidad es el título de este apartado. Con los placeres de los que se ha hablado en el epígrafe precedente, las personas pueden intentar la construcción de un muro a su alrededor, para que las experiencias positivas alejen las negativas. Y aquí surge el quinto paso para alcanzar la serenidad: el fortalecimiento de la capacidad de sufrimiento para poder convivir con pequeñas dolencias y problemas más importantes.
La tesis del autor es que, ante el creciente número de “debilidades físicas” que los años nos van aportando, no cabe una actitud de desesperación; son inevitables pasos que forman parte del conjunto de toda una vida, y teme más a la incapacidad de aceptar algo malo que al propio daño que este pueda ocasionar. Huye de la depresión, de la melancolía, que deben ser sustituidas por una aceptación serena y positiva de lo inevitable, pero que formará parte de la extensa experiencia vital.
Pero, no nos deja huérfanos e indefensos ante estos ataques. “Para no hacerle demasiado caso a la cabeza, se puede recurrir a las diferentes modalidades del contacto físico que permiten que sea más fácil conservar la serenidad, incluso en los momentos más difíciles.” De ello trata el sexto capítulo, Tocar para sentir la cercanía.
Arranca Schmid partiendo de una hipótesis: las personas dependen del contacto físico durante toda su vida. De ahí que sea la búsqueda de este contacto físico el sexto paso hacia la serenidad: “El contacto físico es una atención sin la cual tanto el cuerpo como el espíritu se acaban secando y marchitando.”
Pero, ocurre que, precisamente en el momento en que es más importante esta necesidad, en la vejez, es menor la disposición de los demás a facilitarlo, por lo que es necesario prestarle mayor atención. Aunque hay que advertir de que la serenidad no se alcanza únicamente a través de un contacto corporal adecuado, sino con cualquier tipo de estímulo agradable que puedan proporcionarnos los sentidos: un bello paisaje, una hermosa melodía, un exquisito manjar, …
Pero, no solo es importante el contacto físico; tanto como él es imprescindible el contacto espiritual que tiene que ver con todas las sensaciones que se pueden derivar de la amistad y de la amabilidad. Pues hay que tener en cuenta que “la serenidad es un estado en el que el individuo se encuentra libre de turbaciones físicas o morales, y nada tiene que ver con la indiferencia ni con la insensibilidad.”
Aún atisba un principio de inquietud: ¿qué ocurre cuando la vida del espíritu se debilita con el tiempo y casi desaparece? Solo una suposición puede ser la respuesta; quizás, la de que todo lo espiritual sigue viviendo de otra manera.
Amor y amistad para sentirse inmerso en una red. Así se titula el séptimo capítulo de esta obra. La reflexión del autor en este apartado se centra en las relaciones personales que mantenemos a lo largo de la vida, dándole sentido. Así, alude a la que se establece entre padres e hijos, abuelos y nietos o con aquella persona con la que hemos compartido nuestra existencia a lo largo de tantos años. Su desaparición, convierte en desierto nuestro entorno. Pero no acaba aquí el mundo relacional, tan necesario para la serenidad en la vejez; alude, también a la amistad, que Schmid perfila con cuidado y no olvida a los enemigos, que, con su fidelidad a lo largo de los años, forman parte de nuestra vida, en ocasiones, estimulándonos en muchas de nuestras actividades.
El octavo capítulo es Conocimiento para adquirir alegría y serenidad. “Un octavo y decisivo paso hacia la serenidad es el conocimiento. El conocimiento ayuda a seguir adelante cuando se plantean preguntas, es la búsqueda de sentido y de relaciones, y alcanza su objetivo cuando se pueden reconocer las relaciones: ‘Ahora tiene sentido’.” No se trata, sin embargo, del sentido de la vida, sino del sentido en la vida, el sentido de los fenómenos y las experiencias individuales. Preguntarse qué se puede hacer con los diferentes niveles del sentido, con el sentido corporal (experiencias de los sentidos), con el sentido del alma (a partir de las sensaciones transmitidas por las relaciones) y con el sentido espiritual (a partir de las reflexiones y los pensamientos).
Lo que nos propone el autor aquí es echar una mirada atrás, sobre el conjunto de toda nuestra vida, abrazando y aceptando lo que consideramos que ha sido positivo y lo negativo también. Nadie nos va juzgar por cómo hemos vivido: “el propio significado de la vida es el tribunal supremo de la existencia, solo ante sí misma tiene que justificar una persona su vida”, nos dice Schmid. Con este conocimiento, se pueden evitar los nervios finales y alcanzar una serenidad definitiva.
Y recomienda sentirse dichoso con lo realizado, sentirse alegre; una alegría que, desde luego, no es permanente, sino sentir la alegría de verse lleno, algo que va más allá de sentir alegría en momentos determinados. Estar de acuerdo con el conjunto de la vida, aunque no con todos los detalles, es el fundamento de la dicha. Y tener en cuenta que no es necesario aceptarlo siempre todo con serenidad, pero sí preguntarnos de qué sirve enfurecerse; la serenidad dichosa no descarta la tristeza.
El final de la vida se aproxima, ya no es algo lejano, sino que lo percibimos cada vez más cerca. De ahí que Una relación con la muerte para poder vivir con ella sea el contenido del noveno y penúltimo capítulo de este interesante libro.
La serenidad es lo que podemos ganar cuando envejecemos. Y el noveno paso en el camino para alcanzarla consiste en encontrar una actitud ante el final de la vida. Saber que se dispone de una cantidad limitada de tiempo, la hace más valiosa, como ocurre con todo lo deseado y, a la vez, escaso. A partir de aquí, el autor se sumerge en una personal reflexión sobre el hecho de morir, incluyendo la posibilidad de la eutanasia o el suicidio. Y, pensando en cómo le gustaría que fuesen los últimos instantes de su vida, querría que a sus labios subiera lo que tantas veces ha repetido: Gracias, Señor, por el regalo de tantas cosas hermosas. Y termina: “¿A quién me refiero con ‘Señor’? No lo sé. Pero, siempre me pareció que hay algo que es mucho más grande que yo, que me ha dado la vida y me ha guiado a lo largo de la vida. ¿Se trata de una fuerza cósmica? Aunque así fuera, no me tomo demasiado en serio que sepa lo que está haciendo. Se trata solo de una idea que me rodea, un algo más invisible, que me conduce y gobierna sobre mi vida. Y que, una vez más, puede ocurrir como pasa con tanta frecuencia en la vida: que, en el momento que se cierra una puerta, se abre otra.”
Y llegamos al décimo y último capítulo de la obra: Pensamientos sobre la posibilidad de una vida después de la muerte. Así nos propone el décimo paso hacia la serenidad: abrir la vida a una dimensión eterna, que aparece más allá del final de la vida y que, como mínimo, se puede imaginar.
Las páginas siguientes las dedica el autor a explicarnos cómo puede ser ese nuevo existir, si es que se da; se trataría de pensar en que pertenecemos a un Todo y que la muerte es la puerta que conduce a la experiencia de la trascendencia, se entienda esta de manera profana o religiosa. Aduce que, si nuestra esencia constitutiva es energía, esta no se destruye, sino que se transforma; y extrapola esta idea de la física al campo espiritual, considerando al alma como sinónimo de esa energía, sin olvidar aludir al transhumanismo.
Y concluye: “Ahora también habría que confiar en que no toda la vida termina con la muerte, sino únicamente la vida vivida en esta figura, que se recupera para otra vida en el sueño del ser.” ¿Y si no fuera así? Entonces, esta vida ha sido, por lo menos, una vida hermosa. Y pensarlo, nos ayuda a disfrutar de un sereno envejecer.
Se trata de un capítulo que invita a la reflexión y con el que no pocos no estarán de acuerdo, ya que las puertas abiertas por sus palabras conducen a diferentes caminos y experiencias, de las que cada uno tiene sus propias propuestas.
¿Qué más se puede decir de este libro? Desde luego, son la profesión y la profesionalidad de Wilhelm Schmid las que avalan sus páginas. No deja de ser una materia opinable. Pero, de lo que no cabe duda es de que, quien se sienta concernido por sus palabras, en estas páginas encontrará un serio andamiaje por el que moverse con cierto grado de serenidad cuando la última estación de la vida se aproxima.
En cuanto a su presentación, la obra tiene varias cualidades a destacar. En primer lugar, su lenguaje sumamente asequible, con continuas alusiones a experiencias del autor o a aquellas que cada lector puede reconocer en su vida. No es excesivamente largo, sino muy ajustado a lo que su autor pretende trasladar. Y se acompaña de una generosa composición tipográfica, muy de agradecer cuando es de suponer que el grueso de sus lectores se encuentra entre personas que ya cuentan con varias décadas sobre sus hombros. A ello ayuda, además, la presencia de unos pequeños recuadros entre las páginas de cada capítulo, donde se encuentra la frase que puede considerarse clave de su contenido: todo un acierto.
Índice
Prólogo
1. Pensamientos para cada época de la vida
2. Comprensión de las peculiaridades de la edad y del envejecimiento
3. Costumbres que facilitan la vida
4. Disfrutar de los placeres y de la felicidad
5. Convivir con el dolor y la infelicidad
6. Tocar para sentir la cercanía
7. Amor y amistad para sentirse inmerso en una red
8. Conocimiento para adquirir alegría y serenidad
9. Una relación con la muerte para poder vivir con ella
10. Pensamientos sobre la posibilidad de una vida después de la muerte
Título: Sosiego. El arte de envejecer
Autor: Wilhelm Schmid
Edita: Kairós, Barcelona, 2015
Colección: Ensayo
Traducción: Francisco García Lorenzana
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 104
ISBN: 978-84-9988-439-4
Precio: 9,50 euros
El tema de la vejez no es nuevo. Lógicamente, es viejo, muy antiguo. ¿Quién no recuerda el De senectute, de Cicerón? Después de él, sobre todo en los últimos tiempos, la bibliografía específica es abundante, aunque, probablemente, es mayoritaria la que aborda temas que ayudan a envejecer desde el punto de vista de la salud y el mantenimiento de vida activa, no tanto de reflexión sobre esta etapa de la vida y su significado ante el último tramo del existir. A este respecto, acude a la mente el último capítulo de las memorias del reconocido filósofo y teólogo Hans Küng, cuyas páginas encierran todo un tratado sobre el final de la vida y la actitud ante él. Tal y como ocurre con el libro que presentamos.
A un grupo de personas “mayores”, el autor les dio una conferencia sobre el envejecimiento. A todos les gustó mucho lo que dijo, pero, le advirtieron de que no sabía nada de lo que había explicado. A su juicio, hay que ser una persona “mayor” para poder entender y explicar ese paso tan natural de la vida que es el hacerse viejo.
En la actualidad, no está muy bien visto eso de tener muchos años. Se viste uno con ropas juveniles, se tiñe el pelo, pasa por quirófanos para borrar las arrugas, … Se ha dado carta de ciudadanía a la expresión anti-aging, que, en su acepción más negativa, alude a ofrecer una apariencia de menor edad. Y, lo peor llega cuando se le da cartilla sanitaria como si el envejecer fuese una enfermedad.
Y, ante este panorama, el autor nos define su postura: “En lugar de emplear todas las fuerzas en destruir el envejecimiento, prefiero rescatar conscientemente la vida que se encuentra enterrada en las arrugas.” Hay que sumarse al arte de envejecer para vivir con este proceso, en lugar de vivirlo a la contra. ¿Por qué? Pues, según Wilhelm Schmid “la vida sigue siendo bella y que vale la pena; y, cuando no se trate de la propia vida en esta fase, al menos de la vida como un todo.” Y nos habla desde su propia experiencia personal y profesional.
De ahí que nos proponga darle a la vida una nueva orientación, tomando consciencia de ella. Nos invita a reflexionar en ocasiones sobre cuestiones que se nos plantean en el envejecer: ¿qué significa este proceso?, ¿cómo transcurre?, ¿dónde me encuentro en este momento?, ¿qué me espera?, ¿cómo me puedo preparar para eso que me espera?, ¿qué está en mi mano hacer y qué no?
Hay quien desea morir de manera repentina, sin pasar por este proceso. Pero, la naturaleza lo ha hecho lento, con una finalidad: ayudar a la vida que viene detrás de nosotros, aportándole todo nuestro saber y nuestra experiencia.
Este proceso de envejecer permite descubrir recursos que pueden hacer que la vida sea más fácil y más rica en este preciso momento. Uno de tales recursos es la serenidad. No una serenidad aparente y ficticia, que nos permita vanagloriarnos (en el sentido más estricto del término) de ella, sino auténtica y profunda. Y este libro que comentamos nos brinda diez pasos para alcanzar la serenidad. “El primer paso de esta senda es la disposición a reflexionar sobre las etapas de la vida, reconocer que dicha reflexión no siempre es la misma en cada una de las etapas, y comprender las características propias de la época de la vejez y del envejecimiento, para que sea más fácil que nos dejemos atrapar por la serenidad.”
El primer paso para alcanzar la serenidad que preconiza el autor, constituye el primer capítulo de la obra; no muy extenso (no alcanza las diez páginas), lleva por título Pensamientos para cada época de la vida. Schmid nos expresa que uno de los fundamentos de la vida es la polaridad, la presencia de polos opuestos: alegría-tristeza, miedo-esperanza, … y, sobre todo, ser-dejar de ser. Según el autor, se ha puesto en cuestión tal fundamento de la polaridad y su texto es un intento de mostrar cómo puede ayudar la serenidad.
Para ello, compara la vida con un día normal. La mañana, cargada de energía, es el primer cuarto de la vida, en el que todo está abierto; el lema sería “yo puedo ser esto, si quisiera”, pues el campo de posibilidades no tiene prácticamente límites. Sobre los treinta años, se presenta el segundo cuarto de la vida, cuando la pregunta fundamental es “¿qué planes se pueden realizar aún?” En su lema, desaparece el potencial “podría”, sustituido por un enérgico “yo puedo”. Y, al llegar a los cincuenta años, se alcanza la mitad de la vida; aquí, la serenidad es solo posible si estamos muy dispuestos a dejarnos llevar por la transición que supone. “El envejecimiento nos sigue los pasos como un acosador, que no mantiene una distancia constante y al que por ello no podemos ignorar.” Ahora, nuestra mirada cambia de objetivo, sustituyendo paulatinamente el futuro por el pasado, preguntándonos cómo ha transcurrido nuestra vida y qué hemos hecho y logrado hasta ahora.
Segundo capítulo y segundo paso para alcanzar la ansiada serenidad. Su título: Comprensión de las peculiaridades de la edad y del envejecimiento. Nos encontramos en el tercer cuarto de la vida, en torno a los sesenta años. Y, para alcanzar la serenidad que propugna, Schmid nos explica qué tres aspectos encierra su propuesta: 1. Adquisición del conocimiento de las peculiaridades de esta fase de la vida. 2. Mantener una actitud abierta a los cambios asociados con la edad. Y 3, comprensión de los retos que el envejecimiento trae consigo.
Y, aunque aún el lema de esta fase continúa siendo “yo puedo”, ante las múltiples actividades que nos es dado realizar y ante las ganas de vivir, surge una enorme rebelión ante el cierre de muchas de las alternativas que se nos presentaban. Aumenta, eso sí, la fuerza del espíritu, que podemos canalizar mucho mejor.
La serenidad es ahora reconciliarse con aspectos tan discretos, como la palabra “aún”: aún tienes buen aspecto, aún estás en forma, aún mantienes la cabeza clara. Signos evidentes de cómo nos perciben los demás y un hecho que hemos de aceptar.
También es el momento de empezar a vislumbrar el proceso inverso al de la infancia: ella es un proceso hacia la autonomía y la independencia; ahora, nos vemos abocados a una menor autonomía y una mayor dependencia. Incluso, la muerte aparece en el horizonte como algo real y más cercano.
Surgen unas preguntas que hasta ahora no nos parecían necesarias: ¿en qué entorno me gustaría envejecer?, ¿cuánto costaría?, ¿cuál será el momento preciso en que deba optar por las respuestas a estas cuestiones?
El autor nos brinda una fórmula que favorece la serenidad que buscamos: entregarnos a las costumbres y los hábitos que hemos venido manteniendo. Algo que desarrolla en el tercer capítulo: Costumbres que facilitan la vida.
El cuidado de los hábitos, de las costumbres constituye el tercer paso hacia la serenidad. Su sentido, el de los hábitos, radica en que podemos confiar en ellos sin tener que emplear fuerzas adicionales, en un momento en que nos encontramos en el cuarto cuarto de la vida.
La modernidad, los más jóvenes, encuentran aburrido hacer siempre lo mismo. Pero, según remarca el autor, “el arte de vivir consiste también en la adquisición consciente de costumbres para dejarse llevar por ellas siempre que sea posible.”
Porque las costumbres son modos de actuar fiables y que se repiten con una regularidad tranquila, de manera que, incluso, pueden afrontar una urgencia que no se puede evitar; las costumbres nos permiten eludir innumerables decisiones que debemos tomar continuamente; en definitiva, las costumbres constituyen un entramado de relaciones y procesos fiables a los que podemos dar un sentido, sin la necesidad de preocuparnos constantemente por ellas.
Y, con la siguiente frase que cierra este apartado, el autor nos introduce ya en el cuarto capítulo: “Afortunadamente, el disfrute de los placeres puede anclarse, gracias a las costumbres, incluso en la vejez.”
De tal disfrute va el cuarto capítulo, Disfrutar de los placeres y de la felicidad. Es, lógicamente, el cuarto paso hacia la serenidad: disfrutar conscientemente de los placeres y conocer la felicidad. La serenidad consiste en dejarse seducir por las pequeñas delicias que la vida nos brinda cada día. Pone Schmid varios ejemplos de sencillos placeres como el saborear una bebida o una comida concreta; añade el placer del recuerdo, incluso el de aquellos hechos que nos producen una serena nostalgia; y, por supuesto, el placer de comunicar, bien en conversaciones, bien escribiendo detalles de nuestra vida; sin olvidar el dolce far niente, el placer de no hacer nada, el ocio.
Concluye: “La serenidad no consigue que todo y en todo momento y por encima de todo dé placer; el privilegio del anciano sereno es que ya no debe correr detrás de todos los placeres, y se trata precisamente de tener el placer que a todos reemplaza: no tener ninguno.” Y, más adelante, introduciéndonos en el quinto capítulo, “la vida obliga a la aceptación serena de muchas cosas que no se pueden cambiar, en especial experimentar el dolor y la infelicidad.”
Y Convivir con el dolor y la infelicidad es el título de este apartado. Con los placeres de los que se ha hablado en el epígrafe precedente, las personas pueden intentar la construcción de un muro a su alrededor, para que las experiencias positivas alejen las negativas. Y aquí surge el quinto paso para alcanzar la serenidad: el fortalecimiento de la capacidad de sufrimiento para poder convivir con pequeñas dolencias y problemas más importantes.
La tesis del autor es que, ante el creciente número de “debilidades físicas” que los años nos van aportando, no cabe una actitud de desesperación; son inevitables pasos que forman parte del conjunto de toda una vida, y teme más a la incapacidad de aceptar algo malo que al propio daño que este pueda ocasionar. Huye de la depresión, de la melancolía, que deben ser sustituidas por una aceptación serena y positiva de lo inevitable, pero que formará parte de la extensa experiencia vital.
Pero, no nos deja huérfanos e indefensos ante estos ataques. “Para no hacerle demasiado caso a la cabeza, se puede recurrir a las diferentes modalidades del contacto físico que permiten que sea más fácil conservar la serenidad, incluso en los momentos más difíciles.” De ello trata el sexto capítulo, Tocar para sentir la cercanía.
Arranca Schmid partiendo de una hipótesis: las personas dependen del contacto físico durante toda su vida. De ahí que sea la búsqueda de este contacto físico el sexto paso hacia la serenidad: “El contacto físico es una atención sin la cual tanto el cuerpo como el espíritu se acaban secando y marchitando.”
Pero, ocurre que, precisamente en el momento en que es más importante esta necesidad, en la vejez, es menor la disposición de los demás a facilitarlo, por lo que es necesario prestarle mayor atención. Aunque hay que advertir de que la serenidad no se alcanza únicamente a través de un contacto corporal adecuado, sino con cualquier tipo de estímulo agradable que puedan proporcionarnos los sentidos: un bello paisaje, una hermosa melodía, un exquisito manjar, …
Pero, no solo es importante el contacto físico; tanto como él es imprescindible el contacto espiritual que tiene que ver con todas las sensaciones que se pueden derivar de la amistad y de la amabilidad. Pues hay que tener en cuenta que “la serenidad es un estado en el que el individuo se encuentra libre de turbaciones físicas o morales, y nada tiene que ver con la indiferencia ni con la insensibilidad.”
Aún atisba un principio de inquietud: ¿qué ocurre cuando la vida del espíritu se debilita con el tiempo y casi desaparece? Solo una suposición puede ser la respuesta; quizás, la de que todo lo espiritual sigue viviendo de otra manera.
Amor y amistad para sentirse inmerso en una red. Así se titula el séptimo capítulo de esta obra. La reflexión del autor en este apartado se centra en las relaciones personales que mantenemos a lo largo de la vida, dándole sentido. Así, alude a la que se establece entre padres e hijos, abuelos y nietos o con aquella persona con la que hemos compartido nuestra existencia a lo largo de tantos años. Su desaparición, convierte en desierto nuestro entorno. Pero no acaba aquí el mundo relacional, tan necesario para la serenidad en la vejez; alude, también a la amistad, que Schmid perfila con cuidado y no olvida a los enemigos, que, con su fidelidad a lo largo de los años, forman parte de nuestra vida, en ocasiones, estimulándonos en muchas de nuestras actividades.
El octavo capítulo es Conocimiento para adquirir alegría y serenidad. “Un octavo y decisivo paso hacia la serenidad es el conocimiento. El conocimiento ayuda a seguir adelante cuando se plantean preguntas, es la búsqueda de sentido y de relaciones, y alcanza su objetivo cuando se pueden reconocer las relaciones: ‘Ahora tiene sentido’.” No se trata, sin embargo, del sentido de la vida, sino del sentido en la vida, el sentido de los fenómenos y las experiencias individuales. Preguntarse qué se puede hacer con los diferentes niveles del sentido, con el sentido corporal (experiencias de los sentidos), con el sentido del alma (a partir de las sensaciones transmitidas por las relaciones) y con el sentido espiritual (a partir de las reflexiones y los pensamientos).
Lo que nos propone el autor aquí es echar una mirada atrás, sobre el conjunto de toda nuestra vida, abrazando y aceptando lo que consideramos que ha sido positivo y lo negativo también. Nadie nos va juzgar por cómo hemos vivido: “el propio significado de la vida es el tribunal supremo de la existencia, solo ante sí misma tiene que justificar una persona su vida”, nos dice Schmid. Con este conocimiento, se pueden evitar los nervios finales y alcanzar una serenidad definitiva.
Y recomienda sentirse dichoso con lo realizado, sentirse alegre; una alegría que, desde luego, no es permanente, sino sentir la alegría de verse lleno, algo que va más allá de sentir alegría en momentos determinados. Estar de acuerdo con el conjunto de la vida, aunque no con todos los detalles, es el fundamento de la dicha. Y tener en cuenta que no es necesario aceptarlo siempre todo con serenidad, pero sí preguntarnos de qué sirve enfurecerse; la serenidad dichosa no descarta la tristeza.
El final de la vida se aproxima, ya no es algo lejano, sino que lo percibimos cada vez más cerca. De ahí que Una relación con la muerte para poder vivir con ella sea el contenido del noveno y penúltimo capítulo de este interesante libro.
La serenidad es lo que podemos ganar cuando envejecemos. Y el noveno paso en el camino para alcanzarla consiste en encontrar una actitud ante el final de la vida. Saber que se dispone de una cantidad limitada de tiempo, la hace más valiosa, como ocurre con todo lo deseado y, a la vez, escaso. A partir de aquí, el autor se sumerge en una personal reflexión sobre el hecho de morir, incluyendo la posibilidad de la eutanasia o el suicidio. Y, pensando en cómo le gustaría que fuesen los últimos instantes de su vida, querría que a sus labios subiera lo que tantas veces ha repetido: Gracias, Señor, por el regalo de tantas cosas hermosas. Y termina: “¿A quién me refiero con ‘Señor’? No lo sé. Pero, siempre me pareció que hay algo que es mucho más grande que yo, que me ha dado la vida y me ha guiado a lo largo de la vida. ¿Se trata de una fuerza cósmica? Aunque así fuera, no me tomo demasiado en serio que sepa lo que está haciendo. Se trata solo de una idea que me rodea, un algo más invisible, que me conduce y gobierna sobre mi vida. Y que, una vez más, puede ocurrir como pasa con tanta frecuencia en la vida: que, en el momento que se cierra una puerta, se abre otra.”
Y llegamos al décimo y último capítulo de la obra: Pensamientos sobre la posibilidad de una vida después de la muerte. Así nos propone el décimo paso hacia la serenidad: abrir la vida a una dimensión eterna, que aparece más allá del final de la vida y que, como mínimo, se puede imaginar.
Las páginas siguientes las dedica el autor a explicarnos cómo puede ser ese nuevo existir, si es que se da; se trataría de pensar en que pertenecemos a un Todo y que la muerte es la puerta que conduce a la experiencia de la trascendencia, se entienda esta de manera profana o religiosa. Aduce que, si nuestra esencia constitutiva es energía, esta no se destruye, sino que se transforma; y extrapola esta idea de la física al campo espiritual, considerando al alma como sinónimo de esa energía, sin olvidar aludir al transhumanismo.
Y concluye: “Ahora también habría que confiar en que no toda la vida termina con la muerte, sino únicamente la vida vivida en esta figura, que se recupera para otra vida en el sueño del ser.” ¿Y si no fuera así? Entonces, esta vida ha sido, por lo menos, una vida hermosa. Y pensarlo, nos ayuda a disfrutar de un sereno envejecer.
Se trata de un capítulo que invita a la reflexión y con el que no pocos no estarán de acuerdo, ya que las puertas abiertas por sus palabras conducen a diferentes caminos y experiencias, de las que cada uno tiene sus propias propuestas.
¿Qué más se puede decir de este libro? Desde luego, son la profesión y la profesionalidad de Wilhelm Schmid las que avalan sus páginas. No deja de ser una materia opinable. Pero, de lo que no cabe duda es de que, quien se sienta concernido por sus palabras, en estas páginas encontrará un serio andamiaje por el que moverse con cierto grado de serenidad cuando la última estación de la vida se aproxima.
En cuanto a su presentación, la obra tiene varias cualidades a destacar. En primer lugar, su lenguaje sumamente asequible, con continuas alusiones a experiencias del autor o a aquellas que cada lector puede reconocer en su vida. No es excesivamente largo, sino muy ajustado a lo que su autor pretende trasladar. Y se acompaña de una generosa composición tipográfica, muy de agradecer cuando es de suponer que el grueso de sus lectores se encuentra entre personas que ya cuentan con varias décadas sobre sus hombros. A ello ayuda, además, la presencia de unos pequeños recuadros entre las páginas de cada capítulo, donde se encuentra la frase que puede considerarse clave de su contenido: todo un acierto.
Índice
Prólogo
1. Pensamientos para cada época de la vida
2. Comprensión de las peculiaridades de la edad y del envejecimiento
3. Costumbres que facilitan la vida
4. Disfrutar de los placeres y de la felicidad
5. Convivir con el dolor y la infelicidad
6. Tocar para sentir la cercanía
7. Amor y amistad para sentirse inmerso en una red
8. Conocimiento para adquirir alegría y serenidad
9. Una relación con la muerte para poder vivir con ella
10. Pensamientos sobre la posibilidad de una vida después de la muerte
Reseñas
Pensamiento crítico y diálogo fe-cultura. Homenaje a Pepe Alonso
Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/05/2015
Ficha Técnica
Título: Pensamiento crítico y diálogo fe-cultura. Homenaje a Pepe Alonso
Coordinadores; Isabel Luján, Carlos Cabrera y Segundo Díaz
Edita: Universidad de Las Palmas de Gran Canaria e ISTIC, Las Palmas de Gran Canaria, 2014
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 480
ISBN: 978-84-9042-147-5
Precio 29 euros (Sin IVA)
:
“Este libro pretende ser una experiencia de encuentro.” Y, ciertamente, lo es. Se trata de una serie de trabajos, suscritos por personalidades provenientes de diferentes campos del saber, en homenaje a Pepe Alonso. Sí, así: Pepe Alonso. Es como se le conocía, no solo en las Islas Canarias, sino más allá de sus límites. Nacido en Tenerife, a los pocos años se trasladó con su familia a Gran Canaria, al pueblo de Artenara. Despertada su vocación religiosa, ingresa a los 12 años en el Seminario Diocesano, donde cursa los estudios eclesiásticos y se ordena sacerdote en 1963, con 24 años. Completó sus estudios de Filosofía y Letras, en la especialidad de Filosofía, en las Universidades de La Laguna, Navarra y Complutense de Madrid. Comenzó su labor docente como profesor adjunto interino de Filosofía, primero en el Instituto Femenino Isabel de España y, después, en el Instituto de Enseñanza Media Masculino Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria , salvo el curso1977-78, que imparte enseñanza en el Instituto Experimental de Tafira (Gran Canaria).
En 1980 se traslada a Madrid, donde ejerce de consiliario Nacional de la JEC (Juventud Estudiante Católica) durante cuatro años, e interviene en congresos y actividades nacionales e internacionales. A su vuelta a Gran Canaria, regresa al profesorado en el Instituto de Bachillerato Alonso Quesada de Las Palmas de Gran Canaria. Dentro de la Universidad de esta ciudad, crea el Aula Manuel Alemán, auténtico núcleo intelectual de la isla y centro del diálogo fe-cultura. Con esta responsabilidad, fallece en Las Palmas de Gran Canaria, a los 77 años de edad.
Estas breves pinceladas biográficas no pueden ofrecer una visión, siquiera somera, de la gran labor que desplegó este profundo y sabio intelectual, en el que no se sabe qué ponderar más, si su capacidad de pensador o su talla humana, abierta siempre a todo y a todos.
El homenajeado mantuvo durante su vida un compromiso cívico y testimonió siempre su fe, comprometiéndose en la construcción de la convivencia y la transformación de la sociedad, convencido como estaba de que su fe no era viable sin la encarnación en los problemas de su tiempo.
Fruto de la admiración que despertaba y el cariño que se le profesaba desde el recinto académico, es el libro que comentamos y que nace como homenaje sincero a su figura. Se trata de una obra coral, en la que se combinan ensayos dedicados a su recuerdo con otros orientados a reflexionar sobre aspectos del ideario común compartido con él o relacionados con el Aula Manuel Alemán, a la que tan vinculado estaba.
Y lo hace con un intento de equilibrar diferentes procedencias territoriales de los autores que participan en la obra, con opciones intelectuales plurales y sensibilidades diversas y disciplinas intelectuales y profesionales variadas.
Ya el título pretende mostrar las motivaciones de Pepe Alonso y el legado que nos dejó. Su espíritu abierto y progresista no eludió los frecuentes conflictos que se le presentaron (y se nos presentan) con harta frecuencia: cuerpo-mente, idealismo-realidad, materialidad-espiritualidad, pensamiento-praxis, razón-sentimiento, conciencia-mundo, intimidad-relación, sujeto-estructura, cambio social-respeto a la persona, ética-política, autoridad-disenso, problemática humana-religiosidad, mundo moderno-Iglesia, mística-compromiso, profecía-institución, etc.
Así, pues, el homenaje que se dedica con esta obra a Pepe Alonso, se centra en su compromiso con la reflexión y la decidida apuesta por el pensamiento para que tuviera una proyección social y educativa.
El libro se organiza en seis secciones, de las cuales, cuatro recogen los trabajos dedicados a los principales centros de interés del homenajeado, mientras que otras dos se refieren al recuerdo de su persona en sus diferentes facetas. Estas dos secciones son la primera y la última, epigrafiadas respectivamente como El estilo de pensamiento de Pepe Alonso y Pepe Alonso, una vida entregada y plena.
La segunda sección se titula Diálogo de la fe con la cultura secular, centrada en el papel de la religión en sociedades pluralistas y los retos que para ella suponen los grandes problemas contemporáneos.
Compromiso con la emancipación humana y la justicia es el título de la tercera sección y recoge los trabajos dedicados a algunas de las cuestiones antropológicas, sociales y políticas que preocuparon a Pepe Alonso.
La cuarta sección es Función crítica de la educación y la profesión, aspectos ambos centrales en la reflexión y en la vida del homenajeado. Como se dice en la Introducción de la obra, de indispensable lectura para orientarse en su variado contenido, estos trabajos son “contribuciones que pretenden fundamentar y explanar la necesidad de un compromiso social desde estas instancias que contribuyen a la dignidad de las personas y el cambio social.”
Finalmente, la quinta sección se dedica a los Retos de la Iglesia en el mundo contemporáneo, con aportaciones que plantean, tanto el modo que debe revestir la teología cristiana hoy, como el estilo de evangelización y ejercicio del ministerio que demandan los tiempos actuales.
La lectura del índice que figura más abajo constituirá, sin duda, un atractivo aliciente para abordar cada uno de los temas tratados. Un abultado índice que, evidentemente, dificulta la tarea de poder reseñar con el detenimiento que merecen todos y cada uno de los ensayos que acoge. Y, para avalar el rigor académico de sus contenidos, al final de la obra se incluye una somera biografía profesional de todos y cada uno de los autores que participan en el homenaje.
Índice
Prólogo, por José Regidor García (Rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)
Presentación, por Jesús Pérez Peña (Director del Aula Manuel Alemán)
Para Pepe Alonso, amigo del alma, por Isabel Luján, Carlos Cabrera y Segundo Díaz (Coordinadores)
EL ESTILO DE PENSAMIENTO DE PEPE ALONSO
Pensar sin barandillas, por José Miguel Pérez García
Pensar dialogando, la huella de Pepe Alonso, por Guillermo García-Alcalde
DIÁLOGO ENTRE LA FE Y LA CULTURA SECULAR
A vueltas con la religión: ¿Salida de la religión?, ¿Retorno de la religión?, ¿Ingreso en la religión?, por Pedro Cerezo Galán
Razón y Fe: una relación controvertida, por Juan Antonio Estrada
Repolitización de la religión en sociedades democráticas, por Carlos García de Andoin
Los otros al diálogo con los cristianismos, por Antonio García Santesmases
Meditación sobre la plegaria (A partir de Primo Levi), por Daniel Barreto
La existencia teologal, dimensión constitutiva del ser humano, por Eloy Bueno de la Fuente
La Vida Eterna: Algunas cuestiones de teología y ontología en la hermenéutica actual (In Memoriam Pepe Alonso), por Teresa Oñate
COMPROMISO CON LA EMANCIPACIÓN HUMANA Y LA JUSTICIA SOCIAL
Acción moral y capacidades en la ética aristotélica según P. Ricoeur, por Antonio Pérez Quintana
La democracia como exigencia ética. Una crítica libertaria a los derechos humanos, por Pedro S. Limiñana
Por una economía humanizada y una humanidad consciente, por Pedro González de la Fe
Pedagogía social, solidaridad y voluntariado, por Agustín Ortega Cabrera
FUNCIÓN CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN Y LA PROFESIÓN
La Universidad, la reproducción social y el cambio social, por Rafael Díaz-Salazar
El compromiso ético y político del ejercicio profesional: servicio diligente y denuncia de la injusticia, por Emilio Martínez Navarro
Sobre la crisis y el profesorado, por Marta Jiménez Jaén
Educación y filosofía, por Eva Navarro
RETOS DE LA IGLESIA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Hacer teología en el siglo XXI, por F. Javier Vitoria Cormenzana
El Signo de los tiempos en la historia de la Evangelización, por Juan María Laboa
Dos claves del Concilio Vaticano II para la presencia de la Iglesia en el mundo, por Segundo Díaz
El presbítero secular en el mundo contemporáneo, por Ramon Prat i Pons
Reinterpretar el Apocalipsis desde el ángulo de la Resurrección de Cristo (Ap 6,1-2/19,11-16), por Luis María Guerra Suárez
PEPE ALONSO, UNA VIDA ENTREGADA Y PLENA
Pepe Alonso, apasionado por la vida, por Daniel Pérez Estévez
Acompañar y escuchar (2ª carta a Pepe Alonso), por Bonifacio Cabrera
Sobre los autores
Título: Pensamiento crítico y diálogo fe-cultura. Homenaje a Pepe Alonso
Coordinadores; Isabel Luján, Carlos Cabrera y Segundo Díaz
Edita: Universidad de Las Palmas de Gran Canaria e ISTIC, Las Palmas de Gran Canaria, 2014
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 480
ISBN: 978-84-9042-147-5
Precio 29 euros (Sin IVA)
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“Este libro pretende ser una experiencia de encuentro.” Y, ciertamente, lo es. Se trata de una serie de trabajos, suscritos por personalidades provenientes de diferentes campos del saber, en homenaje a Pepe Alonso. Sí, así: Pepe Alonso. Es como se le conocía, no solo en las Islas Canarias, sino más allá de sus límites. Nacido en Tenerife, a los pocos años se trasladó con su familia a Gran Canaria, al pueblo de Artenara. Despertada su vocación religiosa, ingresa a los 12 años en el Seminario Diocesano, donde cursa los estudios eclesiásticos y se ordena sacerdote en 1963, con 24 años. Completó sus estudios de Filosofía y Letras, en la especialidad de Filosofía, en las Universidades de La Laguna, Navarra y Complutense de Madrid. Comenzó su labor docente como profesor adjunto interino de Filosofía, primero en el Instituto Femenino Isabel de España y, después, en el Instituto de Enseñanza Media Masculino Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria , salvo el curso1977-78, que imparte enseñanza en el Instituto Experimental de Tafira (Gran Canaria).
En 1980 se traslada a Madrid, donde ejerce de consiliario Nacional de la JEC (Juventud Estudiante Católica) durante cuatro años, e interviene en congresos y actividades nacionales e internacionales. A su vuelta a Gran Canaria, regresa al profesorado en el Instituto de Bachillerato Alonso Quesada de Las Palmas de Gran Canaria. Dentro de la Universidad de esta ciudad, crea el Aula Manuel Alemán, auténtico núcleo intelectual de la isla y centro del diálogo fe-cultura. Con esta responsabilidad, fallece en Las Palmas de Gran Canaria, a los 77 años de edad.
Estas breves pinceladas biográficas no pueden ofrecer una visión, siquiera somera, de la gran labor que desplegó este profundo y sabio intelectual, en el que no se sabe qué ponderar más, si su capacidad de pensador o su talla humana, abierta siempre a todo y a todos.
El homenajeado mantuvo durante su vida un compromiso cívico y testimonió siempre su fe, comprometiéndose en la construcción de la convivencia y la transformación de la sociedad, convencido como estaba de que su fe no era viable sin la encarnación en los problemas de su tiempo.
Fruto de la admiración que despertaba y el cariño que se le profesaba desde el recinto académico, es el libro que comentamos y que nace como homenaje sincero a su figura. Se trata de una obra coral, en la que se combinan ensayos dedicados a su recuerdo con otros orientados a reflexionar sobre aspectos del ideario común compartido con él o relacionados con el Aula Manuel Alemán, a la que tan vinculado estaba.
Y lo hace con un intento de equilibrar diferentes procedencias territoriales de los autores que participan en la obra, con opciones intelectuales plurales y sensibilidades diversas y disciplinas intelectuales y profesionales variadas.
Ya el título pretende mostrar las motivaciones de Pepe Alonso y el legado que nos dejó. Su espíritu abierto y progresista no eludió los frecuentes conflictos que se le presentaron (y se nos presentan) con harta frecuencia: cuerpo-mente, idealismo-realidad, materialidad-espiritualidad, pensamiento-praxis, razón-sentimiento, conciencia-mundo, intimidad-relación, sujeto-estructura, cambio social-respeto a la persona, ética-política, autoridad-disenso, problemática humana-religiosidad, mundo moderno-Iglesia, mística-compromiso, profecía-institución, etc.
Así, pues, el homenaje que se dedica con esta obra a Pepe Alonso, se centra en su compromiso con la reflexión y la decidida apuesta por el pensamiento para que tuviera una proyección social y educativa.
El libro se organiza en seis secciones, de las cuales, cuatro recogen los trabajos dedicados a los principales centros de interés del homenajeado, mientras que otras dos se refieren al recuerdo de su persona en sus diferentes facetas. Estas dos secciones son la primera y la última, epigrafiadas respectivamente como El estilo de pensamiento de Pepe Alonso y Pepe Alonso, una vida entregada y plena.
La segunda sección se titula Diálogo de la fe con la cultura secular, centrada en el papel de la religión en sociedades pluralistas y los retos que para ella suponen los grandes problemas contemporáneos.
Compromiso con la emancipación humana y la justicia es el título de la tercera sección y recoge los trabajos dedicados a algunas de las cuestiones antropológicas, sociales y políticas que preocuparon a Pepe Alonso.
La cuarta sección es Función crítica de la educación y la profesión, aspectos ambos centrales en la reflexión y en la vida del homenajeado. Como se dice en la Introducción de la obra, de indispensable lectura para orientarse en su variado contenido, estos trabajos son “contribuciones que pretenden fundamentar y explanar la necesidad de un compromiso social desde estas instancias que contribuyen a la dignidad de las personas y el cambio social.”
Finalmente, la quinta sección se dedica a los Retos de la Iglesia en el mundo contemporáneo, con aportaciones que plantean, tanto el modo que debe revestir la teología cristiana hoy, como el estilo de evangelización y ejercicio del ministerio que demandan los tiempos actuales.
La lectura del índice que figura más abajo constituirá, sin duda, un atractivo aliciente para abordar cada uno de los temas tratados. Un abultado índice que, evidentemente, dificulta la tarea de poder reseñar con el detenimiento que merecen todos y cada uno de los ensayos que acoge. Y, para avalar el rigor académico de sus contenidos, al final de la obra se incluye una somera biografía profesional de todos y cada uno de los autores que participan en el homenaje.
Índice
Prólogo, por José Regidor García (Rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria)
Presentación, por Jesús Pérez Peña (Director del Aula Manuel Alemán)
Para Pepe Alonso, amigo del alma, por Isabel Luján, Carlos Cabrera y Segundo Díaz (Coordinadores)
EL ESTILO DE PENSAMIENTO DE PEPE ALONSO
Pensar sin barandillas, por José Miguel Pérez García
Pensar dialogando, la huella de Pepe Alonso, por Guillermo García-Alcalde
DIÁLOGO ENTRE LA FE Y LA CULTURA SECULAR
A vueltas con la religión: ¿Salida de la religión?, ¿Retorno de la religión?, ¿Ingreso en la religión?, por Pedro Cerezo Galán
Razón y Fe: una relación controvertida, por Juan Antonio Estrada
Repolitización de la religión en sociedades democráticas, por Carlos García de Andoin
Los otros al diálogo con los cristianismos, por Antonio García Santesmases
Meditación sobre la plegaria (A partir de Primo Levi), por Daniel Barreto
La existencia teologal, dimensión constitutiva del ser humano, por Eloy Bueno de la Fuente
La Vida Eterna: Algunas cuestiones de teología y ontología en la hermenéutica actual (In Memoriam Pepe Alonso), por Teresa Oñate
COMPROMISO CON LA EMANCIPACIÓN HUMANA Y LA JUSTICIA SOCIAL
Acción moral y capacidades en la ética aristotélica según P. Ricoeur, por Antonio Pérez Quintana
La democracia como exigencia ética. Una crítica libertaria a los derechos humanos, por Pedro S. Limiñana
Por una economía humanizada y una humanidad consciente, por Pedro González de la Fe
Pedagogía social, solidaridad y voluntariado, por Agustín Ortega Cabrera
FUNCIÓN CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN Y LA PROFESIÓN
La Universidad, la reproducción social y el cambio social, por Rafael Díaz-Salazar
El compromiso ético y político del ejercicio profesional: servicio diligente y denuncia de la injusticia, por Emilio Martínez Navarro
Sobre la crisis y el profesorado, por Marta Jiménez Jaén
Educación y filosofía, por Eva Navarro
RETOS DE LA IGLESIA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
Hacer teología en el siglo XXI, por F. Javier Vitoria Cormenzana
El Signo de los tiempos en la historia de la Evangelización, por Juan María Laboa
Dos claves del Concilio Vaticano II para la presencia de la Iglesia en el mundo, por Segundo Díaz
El presbítero secular en el mundo contemporáneo, por Ramon Prat i Pons
Reinterpretar el Apocalipsis desde el ángulo de la Resurrección de Cristo (Ap 6,1-2/19,11-16), por Luis María Guerra Suárez
PEPE ALONSO, UNA VIDA ENTREGADA Y PLENA
Pepe Alonso, apasionado por la vida, por Daniel Pérez Estévez
Acompañar y escuchar (2ª carta a Pepe Alonso), por Bonifacio Cabrera
Sobre los autores
Reseñas
Homo ¿sapiens?
Redacción T21 , 18/05/2015
Historia breve de los grandes errores del conocimiento humano
Ficha Técnica
Título: Homo ¿sapiens?
Autor: Pedro Domínguez Gento
Edita: Pedro Domínguez Gento. Valencia. Primavera, 2015
Materia: Historia del conocimiento
Encuadernación: Rústica
Número de páginas: 208
ISBN: 978-84-616-9019-0
PVP: 10€
Homo ¿sapiens?, es una entretenida y sabia obra del profesor Pedro Domínguez Gento que reúne algunos de los grandes errores del conocimiento humano con la sana intención de prevenirnos ante la aceptación de las “evidencias” que construimos sobre lo que llamamos realidad, y para lo cual contamos con unos sentidos que, aunque sumamente valiosos para el desarrollo cotidiano de nuestra vida, están condicionados por múltiples factores (externos e internos) que le hacen imprecisos.
Conocemos, dice el autor, lo que ocurre a nuestro alrededor mediante la información que recibimos a través de nuestros sentidos, los cuales funcionan de forma aproximada, siempre con un margen de error. Y si esta información fundamental es relativamente defectuosa, lo que pensamos o hacemos a partir de ella no puede ser exacto ni perfecto, de modo que somos falibles por naturaleza y los errores nunca nos abandonan por completo.
En definitiva nuestros sentidos no son muy agudos y a veces incluso nos engañan, por eso hemos inventado aparatos que miden de forma más objetiva y precisa. Con ellos tampoco eliminamos por completo los errores pero sí los reducimos muchos. Porque, por mucho que afinemos aparatos y mediciones, existen límites naturales para la precisión porque a escala atómica la materia se comporta ondulatoriamente y el proceso de medida interfiere con lo que se está midiendo, de manera que incluso los trabajos científicos más sofisticados tienen siempre el inevitable margen de error.
Y sin embargo existe una tendencia general, sobre todo entre los no científicos, a mitificar la ciencia y creerla exacta e infalible. Indudablemente la ciencia es nuestra mejor herramienta para conocer el mundo porque cualquier descubrimiento, ley o teoría se comprueba de forma exhaustiva e independiente en diferentes centros de investigación; pero creerla infalible resulta ingenuo y demuestra un gran desconocimiento de su naturaleza, su historia y los fraudes que la salpican. Quienes así la ven, la han convertido en una especie de religión, otro sistema de creencias, lo cual supone una tremenda equivocación porque la ciencia se basa en el método experimental propuesto por Francis Bacon (XVII) y en la duda metódica de René Descarte (XVII), de modo que está en permanente revisión.
En realidad, concluye el profesor Domínguez, la ciencia crece con nosotros, poco a poco, tropezando y cayendo, equivocándose a veces, buscando la verdad, hallándola con esfuerzo y rectificando cuando es necesario. (Extracto del texto sobre La falibilidad humana)
Índice
Prólogo
La falibilidad humana
Errores cosmológicos y geográficos
Errores físicos
Errores químicos
Errores biológicos
Errores de salud
Otros errores
Conclusiones
Datos del autor
Título: Homo ¿sapiens?
Autor: Pedro Domínguez Gento
Edita: Pedro Domínguez Gento. Valencia. Primavera, 2015
Materia: Historia del conocimiento
Encuadernación: Rústica
Número de páginas: 208
ISBN: 978-84-616-9019-0
PVP: 10€
Homo ¿sapiens?, es una entretenida y sabia obra del profesor Pedro Domínguez Gento que reúne algunos de los grandes errores del conocimiento humano con la sana intención de prevenirnos ante la aceptación de las “evidencias” que construimos sobre lo que llamamos realidad, y para lo cual contamos con unos sentidos que, aunque sumamente valiosos para el desarrollo cotidiano de nuestra vida, están condicionados por múltiples factores (externos e internos) que le hacen imprecisos.
Conocemos, dice el autor, lo que ocurre a nuestro alrededor mediante la información que recibimos a través de nuestros sentidos, los cuales funcionan de forma aproximada, siempre con un margen de error. Y si esta información fundamental es relativamente defectuosa, lo que pensamos o hacemos a partir de ella no puede ser exacto ni perfecto, de modo que somos falibles por naturaleza y los errores nunca nos abandonan por completo.
En definitiva nuestros sentidos no son muy agudos y a veces incluso nos engañan, por eso hemos inventado aparatos que miden de forma más objetiva y precisa. Con ellos tampoco eliminamos por completo los errores pero sí los reducimos muchos. Porque, por mucho que afinemos aparatos y mediciones, existen límites naturales para la precisión porque a escala atómica la materia se comporta ondulatoriamente y el proceso de medida interfiere con lo que se está midiendo, de manera que incluso los trabajos científicos más sofisticados tienen siempre el inevitable margen de error.
Y sin embargo existe una tendencia general, sobre todo entre los no científicos, a mitificar la ciencia y creerla exacta e infalible. Indudablemente la ciencia es nuestra mejor herramienta para conocer el mundo porque cualquier descubrimiento, ley o teoría se comprueba de forma exhaustiva e independiente en diferentes centros de investigación; pero creerla infalible resulta ingenuo y demuestra un gran desconocimiento de su naturaleza, su historia y los fraudes que la salpican. Quienes así la ven, la han convertido en una especie de religión, otro sistema de creencias, lo cual supone una tremenda equivocación porque la ciencia se basa en el método experimental propuesto por Francis Bacon (XVII) y en la duda metódica de René Descarte (XVII), de modo que está en permanente revisión.
En realidad, concluye el profesor Domínguez, la ciencia crece con nosotros, poco a poco, tropezando y cayendo, equivocándose a veces, buscando la verdad, hallándola con esfuerzo y rectificando cuando es necesario. (Extracto del texto sobre La falibilidad humana)
Índice
Prólogo
La falibilidad humana
Errores cosmológicos y geográficos
Errores físicos
Errores químicos
Errores biológicos
Errores de salud
Otros errores
Conclusiones
Datos del autor
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