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Reseñas

El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia Juan Antonio Martínez de la Fe , 29/12/2020
El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia
Ficha Técnica

Título: El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia
Autora: Marion Muller-Colard
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 128
ISBN: 978-84-17796-36-5
Precio: 12,90 euros

Este libro es una auténtica joyita. No solo por su contenido, profundo, sino por el estilo tan poético, a la par que cercano, que utiliza la autora. Se puede leer de corrido; no es muy extenso, aunque no le falta ni le sobra nada; pero su mayor virtud es la capacidad de hacernos reflexionar y meditar su propuesta.

Es otra manera de plantear el ya veterano problema del mal, un problema que ha sido abordado por filósofos y teólogos desde diferentes puntos de vista, pues no en vano ha sido piedra de toque para muchos; ante él, los caminos que se abren son pocos. Muchos se quedan en el cruce, otros se refugian en la religión y algunos más se aventuran por la senda del existencialismo o el nihilismo; pocos son los que lo orillan ignorando su interpelación.

La autora habla en primera persona. Su ensayo tiene su génesis en una dolorosa experiencia personal; su manera de afrontarla, su inicial rebeldía, su posterior comprensión y la serenidad hallada al final de su recorrido es lo que nos plantea en las páginas de su libro.

Su trayectoria encontró un paralelismo bíblico en la figura de Job y su traumática relación con Dios. Hombre devoto y cargado de bienes, tropezó con Satanás, que acudió al Señor para que le permitiera someterlo a durísimas pruebas: pérdida de su riqueza, pérdida de su salud y pérdida de sus amigos; y todo ello para comprobar si, aun en esas problemáticas circunstancias, su piedad y su fe permanecerían incólumes.

Se trata, pues, de un planteamiento cuasi contable, una manera de entender la relación con Dios que constituyera un cuidadoso detalle de lo que se da y se recibe. Como si hubiese un pacto, por el que el Señor concede bienes a quienes se portan bien con Él, siguiendo su senda y fiel cumplimiento de sus mandamientos. Y este estrecho punto de vista es el que pretende rebatir Marion Muller-Colard, con esta obra.

La Queja

En ese paralelismo entre experiencia personal y el relato de Job, la autora trata de explorar la Queja, con mayúscula, para diferenciarla de las quejas que nos pueden surgir con frecuencia. Job no se queja por la pérdida de sus bienes, ni por el sufrimiento físico, ni tan siquiera por la enfermedad. La Queja se produce ante el silencio de Dios, un dios del que se espera un comportamiento justo, que retorne en bienes la fidelidad a sus mandatos. Y sobre ese dios, Muller-Colard se declara agnóstica: “Porque creo en Dios, pero cada día exploro un poco más hasta qué punto no tengo conocimiento de ese Dios en el que creo”.

¿Qué perdió, pues, Job? Lo esencial. Pensaba estar rodeado de un cercado inexpugnable que le ofrecía seguridad. Y la Queja dibuja las barreras arrancadas. Perdida la seguridad, se logra ver la amenaza. Job perdió la confianza en ese Dios contractual que protegía su vida; ya no puede contar con ese Dios guardián que se había construido más o menos conscientemente.

La amenaza

La piedad que mostraba a ese Dios no le protegió de nada. Hoy, cuando el hombre descubre esa realidad, puede caer en la tentación de consagrar su vida a otros dioses que lo puedan cuidar. Y el miedo que esto le provoca contribuye a hacer de él un fanático del orden establecido. Aún no se ha encontrado nada que ayude a soportar la amenaza; una amenaza de falta de seguridad que nos lleva, indefectiblemente, a la Queja.

Una Queja que es “el despojamiento de cualquier arma mitológica frente a la Amenaza”. ¿Existe, pues, una justicia capaz de dominar la desgracia. Humildemente, Marion Muller-Colard reconoce que no cree “en una justicia inmanente. La piadosa máxima según la cual los caminos del Señor son inescrutables no basta, desde luego, para convencerme de lo contrario”.

Pero, a ese Dios que nos ha arrastrado fuera del cercado de todas nuestras garantías tenemos que dirigirle la palabra, plantearle preguntas insistentes, y hemos de arder en deseos de oír cada palabra de su boca. Porque en la alternativa de un Dios juez y un Dios sádico que permite nuestro mal cimentando su propia paradoja, comienza a dejarse entrever otro Dios: “Perdiste a un Dios funcional que demostró, con creces, no funcionar bien. Has encontrado a un Dios vivo que se te escapa y que persigues […] Entonces podemos empezar otra historia. Una historia de amor y de gracia: una historia gratuita sin sistema ni comercio”.

La gracia

La gracia. Si no una respuesta, sí es una invitación a tomar una posición frente al problema del mal: la importancia de ser, de existir, de vivir. Una invitación a repasar, junto con el Creador, los fundamentos inamovibles de la Creación: la gratuidad absoluta y sin concesiones que nos trajo al mundo, que nos hace ser, que nos hace vida en contraposición necesaria al caos. Dar las gracias por lo que fue, ya que todo lo que fue es lo opuesto al no-ser. La respuesta de Dios no tiene desperdicio: no ser una esperanza escatológica, sino un brote de vida ya cumplida. Es ese Dios que no se convierte en garante de mi seguridad, sino de la combatividad de lo vivo, de la que me invita a participar.

Las palabras de la autora al final de su libro resumen su postura: “Me pase lo que me pase es justo y bueno que el mundo sea, es justo y bueno que yo participe, aunque sea de manera efímera, en algo más grande que yo”. Sabias palabras.

Índice

Prólogo
La Queja
La Amenaza
La Gracia
Epílogo

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29/12/2020 Comentarios

Reseñas

La vida contada por un sapiens a un neandertal Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/12/2020
La vida contada por un sapiens a un neandertal
Ficha Técnica

Título: La vida contada por un sapiens a un neandertal
Autores: Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás
Edita: Alfaguara, Penguin Random House, Barcelona, 2020
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 218
ISBN: 978-84-204-3965-5
Precio: 18,90 euros

Juan Luis Arsuaga ya había publicado un libro sobre este tema (Vida, la gran historia, Ediciones Destino, 2019), entre otros variados títulos sobre la evolución. No así Juan José Millás. La conjunción de un científico y un gran escritor da como resultado esta obra.

No está redactada de un tirón en el tiempo; sus capítulos reúnen una serie de encuentros entre ambos intelectuales, en los que Arsuaga, a través de visitas a diferentes puntos, va exponiendo a Millás una especie de píldoras de ciencia que, luego, Millás las hace digeribles para un público lector de gran espectro: su estilo cercano las hace muy asequibles mientras que la creatividad del escritor las hace muy atractivas. De algunos de estos encuentros se tenía noticia gracias a las intervenciones de Millás en el programa de Javier del Pino A vivir que son dos días, en la Cadena SER. Desde luego, encontrar huellas de ciencia en lugares como un sex shop, un parque infantil o un cementerio llama poderosamente la atención, pero, simultáneamente, nos abre los ojos hacia una senda que nos permite prestar atención a destacadas pistas científicas que, de ordinario, nos pasan desapercibidas.

Nos adentramos así en el asombro ante la Naturaleza; una Naturaleza en continua evolución que hace crecer hermosas plantas, desaparecer y nacer montañas, … Y entramos en el Valle Secreto donde el sapiens explica cómo los neandertales carecían de capacidad simbólica mientras desentraña su vida en las cuevas y sus intercambios, incluidos los de genes, con los sapiens.

La existencia de nuestra antepasada Lucy sirve para apoyar la importancia de la bipedestación; y cómo, además de la darwiniana selección natural que explica las adaptaciones ecológicas, existe otra de enorme importancia: la de la selección de pareja, que da motivo para indagar en el dimorfismo sexual, las características propias de cada uno de los géneros masculino y femenino.

Evolución

¿Y qué decir de la evolución? En palabras de Arsuaga, transcritas por Juan José Millás, la evolución “no tiene la estructura de un relato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. La evolución es el mundo del caos”. Ella, la evolución, se ha manifestado, entre otros campos, en la división del trabajo, patente desde la aparición del Homo erectus, que destina a las mujeres las tareas de la agricultura, hecho que las ha convertido en su inventoras. Aspecto este cuasi tangencial en este capítulo del libro, mucho más extenso en contenidos.

Entran en escena Vesalio y Leonardo para explicarnos las diferencias entre anatomía y fisiología: la primera es la estructura, la segunda, la función. También entramos en ese prodigio de la bioingeniería que es la locomoción humana, en la que intervienen conceptos tan fundamentales como el centro de gravedad, la línea de gravedad y la base de sustentación, caso único entre los primates. Y nueva incursión en las teorías de Darwin, que no exigían una intervención externa para producir los efectos de la evolución.

Especie sociable

Somos una especie sociable. “En el ágora empieza el pensamiento, la comunicación, la política, el mercado, la economía. Es la negación de la naturaleza, el no-campo”. Si una cultura tiene espacios públicos, se trata de una civilización; si no los tiene, se trata simplemente de una agrupación. Las sociedades crecen en complejidad; en las más simples, sus dioses no intervienen en los asuntos de los hombres, pero en las más complejas sí se preocupan por ellos, son dioses prosociales que favorecen las conductas sociales y castigan a las antisociales.

Darwin aparece y desaparece en la obra de manera reiterada. Arsuaga da mucha importancia a la selección inconsciente en controposición a la selección consciente que es la que practicamos cuando, por ejemplo, tratamos la domesticación de los animales: se buscan cruces que permitan obtener una raza con las condiciones que deseamos que tengan; en el fondo, la domesticación consiste en el control de la reproducción. En este sentido, es destacable la explicación de cómo la selección inconsciente se produce de manera espontánea, mediante la competición entre los miembros de una especie; en el fondo, aunque parezca que en la naturaleza todo está vivo, en realidad, está casi todo muerto, pues es la desaparición de la mayoría no adaptada la que permite la adquisición de nuevas capacidades que permitan la supervivencia.

En una tienda de peluches

La entrada en una tienda de peluches da pie para explicar las características morfológicas que nos hacen atractivos los bebés y los cachorros de animales, lo que lleva a incidir nuevamente en el tema del control de la reproducción: se domestica cuando se decide quién se reproduce y quién no. Y otra afirmación importante: nosotros somos la especie domesticada del neandertal; y no ha habido quien nos haya domesticado, sino que nos hemos autodomesticado. Y en un proceso que no se ha detenido, pues la evolución avanza como una rueda que gira sobre sí misma, pero siempre avanza: cada vez somos más mansos y seleccionamos para la reproducción a los que son más mansos todavía.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que los caracteres sexuales secundarios (los primarios son los que se relacionan con la reproducción) que distinguen a los hombres de las mujeres, tienen que ver con la elección de la pareja y han sido seleccionados a lo largo de la evolución, pero carecen de valor adaptativo. Explicaciones que Arsuaga dio a Millás en el ámbito de un sex-shop.

No faltan, por supuesto, reflexiones más metafísicas. Por ejemplo, cuando Arsuaga plantea que nuestro organismo se ha ido construyendo corrigiendo y tachando; pero no somos, dice, el resultado de una planificación, de un diseño, ya que la naturaleza carece de propósito. “Sin embargo, es capaz de crear estructuras biológicas con propósito. La naturaleza no busca, pero encuentra”.

Otro concepto que se desliza en la obra: la teoría de la mente. ¿En qué consiste? En darse cuenta de que los demás tienen ideas en la cabeza y establecer hipótesis respecto de esas ideas. Es muy importante, porque aquí se asienta la base de la manipulación y el engaño. Los animales carecen de una teoría de la mente, por lo que no pueden mentir. Y la teoría fue explicada a Millás con experimentos realizados con niños: la teoría de la mente está ya en la infancia, por lo que es un error asociar a un niño con un ser prehistórico.

Nacimiento de los estados

El tema de alimentación sirve de base para comentar el nacimiento de los estados. Un bosque da suficiente nutrición para un gran número de seres; pero, desde el momento en que se tala y se planta, la idea es la de alimentar a una sola especie. Con el almacenamiento surge la idea de bien; y, si se almacenan excedentes, aparece la estratificación social, la jerarquía: clanes, bandas, tribus, cacicatos y, por último, reinos o repúblicas, en definitiva, el estado.

Visita a un cementerio, porque es el lugar idóneo para exponer cómo la vejez y la muerte son los dos grandes problemas de la ciencia. ¿Por qué envejecemos? ¿Por qué morimos? Y una aclaración importante: hay que distinguir entre longevidad y esperanza de vida; la primera es una propiedad de la especie, mientras que la esperanza de vida es una edad media de muerte de sus individuos. ¿Qué quiere decir esto? Que, en la Edad de Piedra, la longevidad de nuestra especie era la misma que ahora, solo que entonces morían muchos niños, hecho que incide directamente en el cálculo de esa media de edad que es la esperanza de vida.

Concluyendo

Nos encontramos con un libro de muy fácil lectura, muy ameno, salpicado de anécdotas y de referencias a los entornos en los que Arsuaga va explicando diferentes aspectos de la vida a Juan José Millás. Pero no conviene distraerse: a lo largo de estas visitas a diversos lugares para aplicar las enseñanzas sobre la vida y la evolución, se van dejando caer reflexiones de hondo calado que conviene mantener y recordar. Desde luego, el “Sapiens” de este libro, que siempre procura ceñirse a lo empírico, no duda en avanzar sus tesis que exceden a lo estrictamente científico para adentrarse en planteamientos más filosóficos, compartidos por el “Neandertal”, que parece aceptarlos, aunque evidentemente hay quienes difieran de las conclusiones más metafísicas.

Es, en definitiva, un libro de muy recomendable lectura; su estructura dinámica a la par que con la amenidad que caracteriza el estilo de Juan José Millás, hacen de él una obra muy amena dirigida a un gran público.

Índice

Cero. La visita a los abuelos
Uno. El florecimiento del piorno
Dos. Todo es neandertal aquí
Tres. Lucy in the sky
Cuatro: La grasa y el músculo
Cinco. La revolución de lo pequeño
Seis. El bípedo portentoso
Siete. Refundando Bettonia
Ocho. No hay relojero
Nueve. Superpeluche
Diez. Dos patinadores
Once. Todos niños
Doce. Confianza en la paternidad
Trece. Las huellas remotas de sus pies
Catorce. No tan simple como parece
Quince. La dieta milagrosa
Dieciséis. Pasar a la posteridad

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18/12/2020 Comentarios

Reseñas

Eso no estaba en mi libro de Botánica Juan Antonio Martínez de la Fe , 28/11/2020
Eso no estaba en mi libro de Botánica
Ficha técnica

Título: Eso no estaba en mi libro de Botánica
Autora: Rosa Porcel
Edita: Editorial Guadalmazán, Córdoba, 2020
Colección: Divulgación científica
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 384
ISBN: 978-84-17547-27-1
Precio: 19,95 €

¡Qué delicia de libro! Rosa Porcel nos abre la ventana a un mundo que, pese a estar a nuestro lado, con el que convivimos día a día, nos es desconocido en gran medida. De hecho, el libro que comentamos existe gracias a las plantas, que proporcionan la base para el papel.

Es un libro que trata de plantas, eso sí, pero no es un libro de Botánica al uso. La autora nos propone realizar con ella “un recorrido por la historia para saber cómo han influido [las plantas] en nuestra cultura, cómo se alimentan, cómo viven, cómo se relacionan y qué mecanismos tienen para defenderse o adaptarse al entorno, para terminar finalmente con la reproducción y el origen de una nueva planta. Verás que, detrás de cada brote verde, de cada flor o de cada raíz, se esconde una historia increíble”. Y es cierto. El objetivo que se propuso Rosa Porcel al redactar las páginas de esta amenísima obra lo ha alcanzado con creces.

Las plantas y nosotros

En una primera parte, aborda la relación entre las plantas y nosotros, partiendo de los principios del tiempo, hace mil millones de años, con plantas de las que se han encontrado microfósiles, muchos, muchos años antes de que el Homo sapiens hiciera su aparición en la historia. Es apasionante lo que cuenta Rosa Porcel sobre la evolución de las plantas, cómo pasaron del agua a la tierra y cómo se adaptaron al nuevo entorno.

A lo largo de los siglos, nuestra relación con las plantas ha ido creciendo, pues nos han servido de alimento y algunas de ellas, como las especias, llegaron a condicionar las relaciones entre países: el azafrán (del que nos explica su llegada a España), la canela, el palo de Campeche, circulan por las páginas del libro abriéndonos la mirada al importante papel que han desempeñado, y desempeñan, en la historia.

Otra forma de relacionarnos con ellas ha sido algo más enigmática: la magia, las brujas y su arribar a la ciencia. Brujas y hechiceras hacían uso de vegetales muy variados para llevar a cabo sus actividades, muchas de ellas beneficiosas a través de plantas medicinales. Aquí es el beleño, la belladona, la mandrágora o el estramonio, entre otras, las que nos visitan en el recorrido propuesto por Rosa Porcel, quien nos acerca, después, a las páginas de sucesos de los medios de comunicación ya que, en muchos de ellos, las plantas han ocupado un papel protagonista, interviniendo en múltiples asesinatos por envenenamiento o en románticos suicidios.

Y de las crónicas negras, la autora nos traslada al mundo de la economía, hasta el punto de convertirse alguna flor en el símbolo de todo un país, algo que ocurrió con el tulipán, que creó grandes fortunas y ocasionó sonoras ruinas en su mercadeo, concretamente en los Países Bajos. Todo un estudio de diferentes variedades a la búsqueda de la más bella y más rara; es paradigmático el caso del Semper augustus, el tulipán más caro vendido en aquellas tierras en el ya lejano siglo XVII.

Pero si la presencia de las plantas es celebrada en los aspectos ya recorridos, no lo es menos en nuestra cultura. Muchos de los mitos griegos se asocian con ellas, pero no solo acaece dentro de la cultura grecorroromana, ya que, por ejemplo, en la cultura maya abundan ejemplos de tal asociación. A lo que se añade que ellas, las plantas, ocupan primordial rol en la literatura y, especialmente, en la pintura. Afirma, sin que le falte la razón, Porcel que “ de hecho, si no fuera por las plantas, no tendríamos ni literatura ni pintura”.

Plantas hambrientas

“Para que las plantas crezcan y se desarrollen medianamente bien, requieren básicamente luz, agua y nutrientes, que son diferentes moléculas que las plantas no pueden sintetizar por sí mismas y necesitan tomarlas del medio, como nosotros las vitaminas”. Partiendo de este párrafo inicial, la autora nos traslada a la manera de vivir de las plantas. Por supuesto, necesitan nitrógeno y asistimos, no sin asombro, a los variados manejos que realizan para poder obtenerlo. Pero es que, además del nitrógeno, es fundamental la presencia de fósforo y potasio como macronutrientes, a los que se ha de unir algunos micronutrientes importantes como el calcio, magnesio y el azufre; su deficiencia produce alteraciones en el crecimiento de la planta, por lo que ha de ingeniárselas para obtenerlos.

Hay variados métodos. Alguno nos ha llevado, incluso, hasta la tienda de los horrores en un alarde de imaginación, como ocurre con las plantas carnívoras, de las que hay variados tipos y tamaños, buscando todos ellos la mejor manera de cazar a sus víctimas. Otro método no menos importante es el de parasitismo, del que Rosa Porcel nos ilustra abundantemente.

Plantas sociales

La aparente inmovilidad de las plantas nos induce a engaño. Tienen una muy activa e, incluso, estresante actividad social. Y, como sucede en nuestras redes de comunicación, ellas utilizan, de manera recurrente los abundantes recursos que les ofrece el suelo: bacterias y micorrizas (a las que califica como “internet bajo el suelo”). Y, aunque reconoce que se necesita seguir comprendiendo los diálogos moleculares entre estos microorganismos y de estos con las plantas y los mecanismos que ponen en marcha para protegerlas, es apasionante la descripción que hace la autora sobre este mundo que habitualmente pisamos sin conocer la rica vida que encierra.

Igualmente, pese a esa apariencia de inmovilismo, las plantas se mueven; en todas direcciones, con distintos tipos de movimientos. Uno de ellos es el tropismo, que indica una respuesta que depende de la dirección de un estímulo ambiental; otro es el gravitropismo, con la atracción de la gravedad; y añade el electrotropismo, motivado por un campo eléctrico y el fototropismo direccionado por la luz. Con el descubrimiento de los ciclos circadianos en las plantas, la autora nos plantea una muy interesante pregunta: ¿tienen inteligencia las plantas?

Es claro que las plantas no tienen cerebro; pero es que no les hace falta. Es cierto que se comunican entre ellas, a lo largo de kilómetros, a través de las grandes redes de micelio fúngico, informando sobre su estado nutricional o de una amenaza cercana. Pero también lo hacen por el aire; no hablan, cierto; pero tienen su propio lenguaje, que hay que saber interpretar; por ejemplo, algo comunican cuando se expande el olor a césped recién cortado, y Rosa Porcel nos ayuda a interpretar esos mensajes. Y a responder a preguntas tales como si las plantas sienten, cuáles son sus orejas y sus balbuceos, o si tienen consciencia. La respuesta final es que solo los vertebrados, artrópodos y cefalópodos poseen la estructura cerebral de umbral para la consciencia. Pero el camino por el que la autora nos conduce a esta conclusión, plagado de curiosos ejemplos y sesudas investigaciones científicas, ha de ser recorrido por su amenidad.

Las plantas enferman

Con seres vivos tan vivos, no es extraña la pregunta de si tienen sangre las plantas. Algunas personas se lo plantearon al ver algunas especies de árboles formar savias y resinas de un color rojo brillante muy parecidas a la sangre que, al solidificarse, reciben el nombre de goma roja; desde luego, uno de los ejemplos más conocidos es el de la sangre de drago, ya utilizada por romanos y griegos como barniz, medicina, incienso o tintura.

Aun no teniendo realmente sangre, pese a la posible apariencia, las plantas enferman. Hasta les sube la temperatura y pueden dar muestras de estrés. ¿Quién no recuerda la terrible plaga que afectó a las patatas de Irlanda a mediados del siglo XIX? Fue una auténtica catástrofe económica y social. Y las actuales condiciones de la globalización son un excelente vehículo para transportar plagas, enfermedades, insectos que atacan a las plantas e, incluso, otras plantas que se convierten en invasoras. Olmos, tomates, olivos, etc. se ven expuestos a bacterias, hongos, herbívoros, insectos, babosas, caracoles, arañas, orugas …, y una serie de condiciones climatológicas y ambientales que ponen a prueba su supervivencia. Y no siempre los tratamientos que se les aplican para curarlas dan el resultado apetecido, lo que obliga a una permanente vigilancia y estudios para hallar los remedios anhelados.

Así, pues, tienen las plantas muchos y variados enemigos. En primer lugar, los seres vivos, a quienes acompañan múltiples elementos. Con abundantes ejemplos, algunos recientes en la memoria, Rosa Porcel nos guía, a través de varias páginas, para mejor comprender las situaciones a las que se ven sometidas las plantas y, en ocasiones, el enorme problema que suscitan sus enfermedades.

Las plantas se defienden

Pero existe un mundo de moléculas vegetales que ellas utilizan para defenderse; una fitoquímica que nos puede pasar desapercibida pero que la autora nos descubre. Para ello, nos invita a asistir al menú de una cena íntima, con platos variados. Allí encontraremos rúcula, cuyo sabor no es grato a todo el mundo, algo que ella, la rúcula, utiliza como escudo ante sus depredadores. Hemos domesticado patatas, tomates, berenjenas y pimientos para reducir el alcaloide peligroso que utilizan como defensa, de manera que podamos consumirlos sin peligro; pero, por ejemplo, el tono verdoso que presentan a veces partes de las patatas, es señal de una acumulación peligrosa de solanina que ha creado la planta para su defensa. Por su parte, cebolla y ajo se protegen generando compuestos ricos en azufre, potente veneno para los insectos. Esta cena, a la que hemos asistido y que detalla extensamente la autora, tendrá una mezcla de sabores suaves y explosivos, lo que, a veces, obligará a beber para calmar, por ejemplo, el sabor picante del jengibre. ¿Y qué decir de las almendras amargas, un sabor protector de la planta y que, según nos explica Porcel, si consumimos unas veinte puede producirnos la muerte?

Y nos defienden

Ya desde las antiguas civilizaciones de Oriente, Egipto y Grecia se tenía un conocimiento suficiente como para recurrir a las plantas con el fin de obtener remedios para la salud dañada. Hoy día, se utilizan, según la FAO, más de cincuenta mil especies de plantas con fines medicinales: analgésicos, antitusivos, antihipertensivos, cardiotónicos, antineoplásicos o antipalúdicos, entre una gran variedad de beneficiosos efectos. También tiene un origen vegetal la conocidísima aspirina, que etimológicamente, significa droga fabricada sin el uso de Spiaea ulmaria, de cuyas flores se obtiene su principio activo.

Y, aunque nos ayudan a incrementar nuestra longevidad, ellas no son eternas. Aunque, eso sí, las hay que nos superan ampliamente en edad, como ocurre con las coníferas que viven varios siglos; hay algún pino, como el llamado Matusalén, en Estados Unidos, que cuenta 4.852 años, es decir que, cuando comenzó a crecer, la humanidad se encontraba en la Edad del Bronce. Son también longevos los baobabs y algunas otras variedades. Pero no son eternos: algún día dejarán de existir. Aunque lo verdaderamente interesante son los diversos sistemas de que se han valido para alcanzar tan altas cotas de vida, algo deliciosamente narrado por la autora.

Las plantas crean vida: colores y formas

Si hablamos de colores hay que recurrir, necesariamente a las flores, una belleza desarrollada por las plantas para asegurarse la descendencia. Muchas plantas necesitan la fecundación sexuada, para lo que se valen de insectos y animales, así como del viento, para que su polen sea portado hasta la parte femenina de otra planta generando la fecundación. Todo un espectáculo de vida. Aunque, evidentemente, hay plantas que son capaces de reproducirse sin sexo, mediante una reproducción asexual donde no intervienen las flores ni las células sexuales, ni hay fecundación. En ellas solo participa un progenitor y sus descendientes serán genéticamente idénticos a él.

De manera muy gráfica y cercana, Rosa Porcel titula el capítulo dedicado al resultado de la fecundación: Cariño, vamos a tener un fruto. Los frutos son variadísimos en cuanto aspecto, tamaño, sabor y en la manera de contener las semillas con una visión de futuro. Fresas, frambuesas, aguacates, cocos, … discurren por estas páginas, aclarándonos algunos conceptos erróneos; por ejemplo, el coco no es un fruto, pero sí lo son, por ejemplo, los tomates, pepinos, calabazas, frijoles y guisantes.

Y, como ocurre con nuestros hijos, los niños, los frutos se van de casa también. Rosa Porcel nos explica cómo los diseminan las plantas para crear nuevas generaciones; y nos habla de los bancos de semillas, con especial referencia a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, archipiélago noruego, donde se conservan importantísimas semillas de todo el mundo; valga como ejemplo que alberga más de cien mil variedades solo de arroz.

Concluyendo

Todo lo dicho hasta aquí es poco, muy poco; son solo unas pinceladas acerca de lo que le lector encontrará en las páginas que comentamos. Desde una muy cuidada cubierta, este libro nos está invitando a su lectura. Merece la pena; y mucho. El estilo de la autora es muy cercano; prácticamente, está en continuo diálogo con el lector, al que interpela con preguntas y del que adivina las cuestiones que el libro le sugerirá. En sus páginas, se encuentran muchísimos ejemplos que nos ilustran y nos acercan las descripciones técnicas obligadas por el rigor científico que respalda su contenido. Imágenes abundan; lástima que no sean en color. Por otra parte, la estructura del libro es progresiva, aunque no impide que se pueda disfrutar siguiendo otro orden. En cualquier caso, el disfrute de su lectura está garantizado.

Índice

Introducción

PARTE I.
Las plantas y nosotros
Al principio había
Los vegetales que hicieron historia y nos descubrieron el mundo
Entre la magia y la ciencia: la sabiduría de las brujas
Protagonistas secretas de la página de sucesos
La belleza sí tuvo un precio y nosotros, una crisis financiera
Las plantas en la cultura: el despertar de los sentidos

PARTE II.
Come… Las plantas tienen hambre y se alimentan
Donde comen varios se come mejor
Plantas carnívoras
Plantas parásitas

PARTE III.
Vive … La agitada y estresante vida social de las plantas
¿Hay alguien ahí abajo?
Movimiento de las plantas
Las plantas no tienen cerebro, ni falta que les hace
Por sus venas corre … ¿sangre?
Cuando las plantas enferman
Enemigos de las plantas (I): los seres vivos
Enemigos de las plantas (II): todo lo demás
Fotoquímica: un mundo de moléculas vegetales
La botica verde
Las plantas (no) son eternas

PARTE IV.
Y ama … Las plantas también crean vida
Para gustos se hicieron los colores … y las formas
El florecer del sexo (I): masculino
El florecer del sexo (II): femenino
Secreciones naturales
Cópula vegetal, casi siempre
Cariño, vamos a tener un fruto
Los niños se van de casa

Epílogo
Notas
Índice de plantas que aparecen en el texto
Bibliografía recomendada


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28/11/2020 Comentarios

Reseñas

Todavía seguimos aquí Redacción T21 , 25/11/2020

Unas memorias del Holocausto


Todavía seguimos aquí

Ficha Técnica
 
Título: Todavía seguimos aquí
Autora: Esther Safran Foer
Edita: Ediciones Paidós. Barcelona, noviembre de 2020
Traducción: Pablo Hermida Lazcano,
Colección: Contexto
Materia: Biografías y memorias
Encuadernación: Rústica con solapa
Número de páginas: 256
ISBN: 978-84-493-3722-2
PVP: 21,00 €
 
 
“Todavía estamos aquí” es un fascinante relato sobre la familia, el Holocausto y la búsqueda de la verdad. Su autora, Esther Safran Foer, creció en una familia con un pasado demasiado terrible como para hablar sobre él. El Holocausto fue el trasfondo en el que discurrió su vida cotidiana —estaba ahí, pero nadie lo mencionaba—, porque sus padres fueron los únicos supervivientes de sus respectivas familias. La infancia de Esther estuvo marcada por silencios dolorosos y un aire trágico. Incluso con una carrera exitosa, su matrimonio y sus tres hijos, Esther siempre sintió que algo se le escapaba.

Todo cambió el día que la madre de Esther reveló un secreto enterrado años atrás: su padre había tenido una esposa y una hija que fueron asesinadas en el Holocausto. Esther decide entonces averiguar quiénes fueron aquellas mujeres y cómo sobrevivió su padre. Con solo una foto en blanco y negro y un mapa dibujado a mano, la autora viaja a Ucrania, decidida a encontrar el shtetl donde se escondió su padre durante la guerra. Lo que encuentra allí le dará una nueva forma a su identidad y la oportunidad de hacer el duelo finalmente.

Todavía seguimos aquí es la conmovedora historia de cuatro generaciones que vivieron a la sombra del Holocausto; cuatro generaciones de supervivientes, de custodios de la memoria dispuestos a que el pasado no se pierda en el olvido.
 
 
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25/11/2020 Comentarios

Reseñas

La especie espiritual. Por qué las creencias son parte de la naturaleza humana
Ficha Técnica

Título: La especie espiritual. Por qué las creencias son parte de la naturaleza humana
Autor: Melvin Konner
Edita: Editorial Almuzara, Córdoba, 2020
Traducción: Óscar Mariscal
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 250
ISBN: 978-84-18089-05-3
Precio: 19,95 euros

“No creo que la fe vaya a desaparecer, ni creo tampoco que deba hacerlo”. Desde la Introducción a su obra, Melvin Konner deja clara su postura. Hace ya un par de siglos que autorizadas voces vaticinan que la religión y la fe se evaporarán y se esfumarán, pero no es ese el pensamiento del autor de este interesante libro.

Konner pretende entender la fe, sus fundamentos en los genes y en la actividad fisiológica del cerebro, su desarrollo durante la infancia, su profundo trasfondo evolutivo, sus innumerables variedades culturales e históricas, sus relaciones con la moral y sus muchos roles en la vida humana.

Este es el objetivo del libro y lo que se desarrolla, admirablemente bien, en sus páginas. Hay que tener muy presente que términos como fe, religión, religiosidad, espiritualidad se barajan continuamente en ellas y, sin ser términos sinónimos, sí tienen amplios campos en común que permiten la comprensión de las intenciones y explicaciones de Konner.

Por supuesto, se parte de la base de que cada uno es libre de creer en lo que quiera, ya que es una parte esencial de la civilización, que incluye, naturalmente, la libertad de fe. Sí constata el autor que, en el norte de Europa, la religión convencional es ahora una cultura minoritaria, aunque no así la espiritualidad. Algo natural: a medida que los países se modernizan y se enriquecen, mejora el estado de bienestar, sus habitantes viven más y mejor mientras que la religiosidad decrece; parece que son los países menos desarrollados los más religiosos.

Por su parte, los ateos, concretamente los ateos beligerantes, atacan la fe porque rechazan la idea de que nuestras acciones a veces pueden estar legítimamente motivadas por algo que no sea la pura razón; el ateísmo, pues, pese a su racionalidad, ha tomado un giro fundamentalista que intenta excluir las demás formas de creencias. El autor, que se declara ateo, pretende con este libro comprender científicamente la religión y hacer una defensa atea de ella, como parte de la naturaleza humana, como muchos piensan; porque hay quienes niegan una “naturaleza humana”.

Naturaleza de la religión

Y de eso va la obra. “Este libro trata de la naturaleza de la fe, un conjunto de inclinaciones e ideas evolucionadas, biológicamente fundadas, psicológicamente íntimas y socialmente fuertes que, aun no siendo universales, están tan extendidas y profundamente arraigadas que, en mi opinión, la fe nunca desaparecerá”. Y eso porque Konner cree que la religión es parte de la naturaleza humana y que su futuro depende de tendencias competitivas en el proceso de evolución biológico-cultural.

Partiendo de su experiencia personal, el autor nos ofrece, inicialmente, una breve reseña de su propia trayectoria a través de sus encuentros con autores, ideas, tendencias, religiones, etc. Así, cuenta cómo hoy la teología y la metafísica prosperan en algunos círculos, aunque, sin embargo, han perdido sus milenarias guerras de conquista para alcanzar su estatus actual, en los que influyen pero ya no gobiernan.

¿Y qué ocurrió con el alma, con su alma, la sede de la fe y de la creencia? Pues llega a la conclusión de que el alma es más bien el producto del efecto de la interacción de los circuitos cerebrales, los flujos y reflujos corporales y las vicisitudes de la vida.

Ciencia de la religión

Hay que hablar de la ciencia de la religión, cuyos inicios establece en la obra Las variedades de la experiencia religiosa, publicada en 1902 por el fundador de la psicología moderna, William James. Partiendo de los presupuestos de James, que examina con detenimiento, Konner nos lleva a visitar las posturas de pensadores como Jung y Freud, con sesudos análisis de sus planteamientos, que resultan del mayor interés, para, seguidamente, ahondar en las variedades de la experiencia religiosa, antes de dedicarse a intentar entender qué ocurre en el cerebro cuando de religión se trata, como producto de la evolución.

Toca, pues, abordar el origen de las religiones; Konner arranca de la afirmación de Émile Durkheim de que los totems de los aborígenes australianos pueden explicar el origen de la religión y explone su propia experiencia personal entre los san, tribu del noroeste de Botswana a orillas del desierto del Kalahari, una experiencia a la que acude recurrentemente a lo largo de la obra.

Antes de que James, Jung y Freud abordaran los aspectos comunitarios de la fe, lo hicieron los científicos sociales, de los que Edward Tylor es el fundamentalmente estudiado, con un discreto acercamiento a Bronislaw Malinowski.

El mapa de Dios

¿Podemos hablar de un mapa de Dios? Konner lo hace. Nos dice: “nadie versado en la ciencia del cerebro se tomaría en serio la idea de que la religiosidad pueda residir en un punto. Esto podría hallarse en un circuito que uniera muchos puntos”. Desde luego, sería del mayor interés preguntarse cómo el cerebro genera estados religiosos o espirituales y, para intentar hallar una respuesta, se exponen una serie de experimentos sociológicos, llevados a cabo con el mayor rigor científico. Aquí se consideran las bases cerebrales de una presencia o poder superior sentida; de visiones inspiradoras como la música o voces; de la aceptación de ideas religiosas; de la comunión con Dios y de la oración; de la sensación de ser sanado tras rezar pidiéndolo; de las experiencias de la meditación o del ritual; … Un amplio recorrido con un resultado final similar: una mayor sensación de unidad con los mundos naturales y sobrenaturales.

La cuestión es que hay una serie de sustancias capaces de activar las regiones del cerebro para producir efectos similares con estados alterados del conciencia. Konner habla aquí de sustancias más cotidianas, como el tabaco o el alcohol y el chocolate, la coca o el betel, y de otras más conocidas en el entorno chamánico, como son el peyote, el hachís, la marihuana, el cánnabis o la ayahuasca entre otras.

Todo lo cual plantea interesantes interrogantes a los que el autor intenta dar explicación. ¿Cómo pueden los ritos chamánicos, especialmente los llevados a cabo bajo la influencia de sustancias alucinógenas, arrojar luz sobre las actuales religiones mayoritarias, teniendo en cuenta que los actuales estudios muestran similitudes entre la espiritualidad inducida por sustancias y las del tipo más convencional? La respuesta puede ser que hay otros métodos, además de las drogas, para cambiar el cuerpo y el cerebro. Hay quien dice que los circuitos cerebrales son como antenas de Dios que nos llevan a ellos: “El hecho de que los alucinógenos usen neuronas de serotonina debería ayudarnos a determinar las vías espirituales del cerebro: el mapa de Dios”.

Religión y cerebro

En cualquier caso, resume Konner, la investigación cerebral sobre la religión confirma que: 1) La religión no es solo cognitiva, sino también emocional, social, corporal y mística; 2) La amplia variedad de la experiencia religiosa implica el solapamiento de diferentes circuitos cerebrales; y 3) La religión puede, en principio, ser explicada, pero no diluida con nuestras explicaciones.

“Los neurocientíficos buscan, y a veces encuentran, espiritualidad y fe en circuitos cerebrales y sustancias químicas; entretanto, las investigaciones realizadas por psicólogos, antropólogos y filósofos muestran cómo se ha formado la religión, no solo en el cerebro, sino también la mente”. Con estas líneas aborda Konner un nuevo capítulo de su obra, para acercarnos al concepto de religión; él la ve como una propiedad emergente de la función cerebral humana, que surge de una compleja interacción de las capacidades cognitivas, emocionales y sociales humanas para convertirse en un todo que es más que la suma de sus partes: adaptativa y, por tanto, seleccionada por derecho propio, durante la mayor parte del pasado humano. Dicho esto, ¿cómo la definiría? Sus palabras: “un conjunto de compromisos y experiencias apasionadas, y a menudo comunales, con agentes y fuerzas sobrenaturales que no requieren de una explicación basada en evidencias de la experiencia ordinaria”. Muy claro y contundente.

¿Adoctrinamiento?

Seguidamente, Konner nos propone un planteamiento de gran envergadura. Alude a Richard Dawkins, quien afirma que etiquetar a un niño de cuatro años con la religión de sus padres es abuso infantil, ya que el niño es demasiado joven para tener puntos de vista religiosos. La cuestión, claro, es saber si la religiosidad es algo innato o surge por el adoctrinamiento. Y Dawkins es benigno en sus afirmaciones, si las comparamos con las de Nicholas Humphrey, quien compara la enseñanza de cualquier fe a los niños con la mutilación genital femenina y el infanticidio ritual.

¿Qué pasaría si los niños fueran criados sin adoctrinamiento religioso? Pues que la mayoría de esos niños crecerían normalmente sin creencias religiosas, aunque muchos afirman ser espirituales. Sin embargo es evidente que la religiosidad, definida de manera diversa, está grabada en el cerebro y este se desarrolla.

Investigaciones llevadas a cabo con metodología científica muestran que la religión posee un moderado componente genético. Aunque sorprenda, algo tan sujeto a influencias personales como la religión o la espiritualidad es moldeado por los genes.

Tras analizar los posicionamientos de autoridades como Piedmont, Mark Leach, Rican o Janosova, Konner recapitula: “Tenemos evidencias de una dimensión espiritual con una heredabilidad del 30 al 40%, vinculada con circuitos cerebrales y neurotransmisores conocidos, y relevante en sujetos con un bajo nivel de creencia religiosa convencional; tal vez una dimensión de personalidad en sí misma”.

Está claro que aún queda mucho por aprender, pero sí se puede afirmar que el simple adoctrinamiento no puede explicar la complejidad del desarrollo religioso; es cierta la influencia del adoctrinamiento, pero también hay que tener presentes otros condicionantes: genes, apego positivo y negativo, imaginación, individualidad, estados alterados de conciencia, crisis de identidad, valores familiares, compañeros y búsqueda, etc. Aunque es normal que surja una pregunta: si existen aspectos innatos de la espiritualidad, ¿por qué están ahí?

Origen de la religión

Konner nos habla de varias teorías sobre el origen de la religión, para tratar de responder a esa pregunta: la religión es una adaptación evolutiva para controlar la ansiedad y la depresión; que mejoró la cohesión grupal y fue favorecida por la selección grupal; que dio a algunos individuos control sobre el grupo; o que no es más que un subproducto de nuevos poderes cognitivos que tenían un valor adaptativo que la fe no tenía. Todas ellas teorías que pueden ser parcialmente ciertas. En definitiva, gran parte del pensamiento actual sobre los orígenes de la religión tiene su fundamento en las sociedades que se encuentran en el registro antropológico. Y, seguidamente, el autor nos ofrece un acertado bosquejo de la historia religiosa.

Se ha hablado mucho sobre si la religiosidad hace a las personas más sinceras y más cooperativas, o si la religión tiene efectos positivos sobre la enfermedad y la salud, además de inspirar a quienes nos cuidan; o, también, si quienes se manifiestan religiosos, son más felices y más caritativos. Al parecer, esto es así. Y si es así, si la fe ayuda, entonces no es solo una droga adormecedora del pueblo, sino que puede resultar un alimento para el futuro de la gente.

¿Y en vez de religión, qué? Pensar que los productos que la ciencia u otros de diferente origen pueden ocupar el lugar de la fe, revela una visión empobrecida de la religión. Porque, como dictamina Kunner, “puede usted enumerar tantas como desee, pero no hallará nada que satisfaga la necesidad humana de comprometerse con algo que, realmente, le dé un sentido más amplio a la vida como la religión para muchos. Critíquela tanto como guste, pero ¿eliminarla? No lo creo posible”.

Como cierre de su trabajo, el autor nos ofrece en un concentrado epílogo una serie de conclusiones, ya expresadas a lo largo de la obra, pero que ahora presenta como un apretado resumen de todo su contenido. Su lectura es obligada; pero adelantamos algunas: “¿Qué es lo que creo que sucederá? El número de no creyentes crecerá debido a la evolución cultural”, pero “no veremos el fin de la fe. Las inclinaciones religiosas están arraigadas en la naturaleza humana: evolucionadas, desarrolladas y parcialmente codificadas en genes que construyen circuitos cerebrales”; “predigo un equilibrio en el que una minoría sustancial será convencionalmente religiosa, muchos serán religiosos o espirituales poco convencionales, y habrá una minoría sustancial de ningunos [alude a quienes, en las encuestas, no se encuadran en alguna de las opciones que se les presentan]”; “la búsqueda de un sentido para la vida no tiene por qué ser religiosa”. Son solo unas pocas ideas, pero que, con seguridad, invitarán al lector a introducirse en las páginas de esta apasionante obra.

Concluyendo

El tema abordado en este libro de Melvin Konner es sumamente atractivo. Y el autor se encarga de que el interés inicial que despierta se mantenga a lo largo de toda la obra. Su estilo, tan cercano, lleno de experiencias personales y de descripciones de investigaciones sociológicas llevadas a cabo y que sustentan sus tesis, hacen que la lectura resulte amena e instructiva; lo que no es óbice para que algún capítulo revista un carácter más técnico por la abundancia de datos sobre nuestro cerebro, cuya lectura pueda resultar un poco más complicada. Pero, de lo que no cabe duda, es de que el argumentario de su hipótesis de trabajo es sólido, muy sólido, aunque, lógicamente, puede no ser compartido.

Índice

Introducción

I. Encuentros
II. Variedades
III. Formas elementales
IV. El mapa de Dios
V. Cosechando la fe
VI. Convergencias
VII. ¿Buena para pensar?
VIII. La voz del niño
IX. Asombro en evolución
X. ¡Gracias al cielo!
XI. ¿Y en vez de religión, qué?

Epílogo

Apéndice: Para saber más

Agradecimientos

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21/11/2020 Comentarios

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Redacción T21
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