CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

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Como ya ilustró la última entrada, las plantas son más que plantas para las culturas. En esta ocasión comenzaremos a explorar los recovecos que guarda el azafrán como planta religiosa.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


056. El azafrán (1)
Recolectora de azafrán. Fresco minoico de Acrotiri.

Una muy buena manera de aventurarse por los interesantes detalles que puede ofrecer el azafrán como símbolo religioso es repasar la documentación existente en la actualidad sobre esta planta en los repertorios de imágenes de la Creta minoica. Quizá sea esta planta la más utilizada en la iconografía de la isla durante el periodo que comprende entre el 1900 y el 1400 antes de nuestra era, y la verdad es que aparece en casi todos los tipos de objeto recuperado por la arqueología.

La encontramos, por supuesto, en los famosísimos frescos de Santorini, y también en algunos de Cnossos; aparece en anillos-sello de oro, vasos cerámicos o tallados en piedra, frescos que figuran vestidos bordados con azafranes, pendientes y otras joyas, sellos, piezas de marfil…

La investigación arqueológica intentó desde el principio averiguar por qué tanta flor de azafrán en el mundo minoico. Evans, descubridor de Cnossos, supuso que había una cierta industria del azafrán, industria que se dedicaría, principalmente, a su uso como tinte para vestidos. La idea es muy sugerente, ya que sabemos por varios frescos que el amarillo azafranado es un color propio de las vestimentas femeninas (casi no hay ejemplos de ropa masculina teñida de ese color). Pero el azafrán, como bien sabemos en España, es demasiado caro como para ofrecer un tinte universal. Parece más oportuno reducir su uso como tintura para ocasiones especiales, en concreto religiosas (si no otras civiles).

Otra interpretación para la abundancia de flores de azafrán en la cultura minoica ha sido la medicinal. Se ha estudiado la planta en los últimos años y algunas teorías antiguas que ya aparecen en Plinio, por ejemplo. Se utilizaba para infecciones de ojos, se sabe que puede reducir la aparición de cánceres, ayudar a regular ciertos desórdenes del sistema nervioso, algunos síntomas de síndrome premenstrual, etc. Pero, aunque se ha identificado algún resto de la planta en algunas “farmacias” minoicas (un taller en Chrisokamino), no parece que sea esa la principal vía de explicación, al menos aislada, de la importancia del azafrán.

Se ha sugerido también que podría utilizarse como parte de saumerios o inciensos varios, que serviría para comunicarse con los dioses. La verdad es que tampoco esta vía parece la fundamental, si bien se sabe por textos medievales e incluso modernos que el azafrán, tomado en dosis excesivas (nunca concretadas, es verdad) podría provocar vómitos, náuseas, ralentización del ritmo cardiaco e, incluso, la muerte.

Otra vía para buscar su significado en la religión y la cultura minoicas quizá pueda hallarse en su morfología y en sus fechas de aparición. Esta vía no ha sido en absoluto explorada, pero bien vale proponer su investigación. Resulta que el azafrán aparece en dos periodos concretos del año de forma salvaje, en los montes: el otoño (en algunos pueblos de España se le llama “quitameriendas” porque anuncia que la luz del día se reduce hasta privarnos de la tarde y su correspondiente tentempié) y la primavera. Estas épocas son realmente importantes para el ciclo económico agrícola, pues el cereal, base de la alimentación en una economía antigua, necesita las lluvias de ambas estaciones: las primeras para humedecer las semillas y facilitar la germinación de noviembre diciembre; y las de primavera para enfrentarse a los rigores que el calor traerá desde mayo y que conducirán a la maduración y posterior siega de las espigas. El azafrán serviría como símbolo de que las cosas, en efecto, “van bien”.

Por otro lado, el azafrán es un bulbo, es decir, es una planta capaz de regenerarse anualmente sin el concurso de una nueva semilla. Esto le confiere un carácter especial ya que, donde ha habido azafrán, siempre vuelve a haber azafrán más allá de la necesidad de floración. Es una planta, por tanto, capaz de indicar que la vida tiene la fuerza necesaria para seguir en cualquier circunstancia, que la Tierra como símbolo materno de la vida está en condiciones de seguir produciendo y alimentando a sus criaturas.

Quizá los frescos de Santorini de las recolectoras de azafrán sean un indicio de estas dos ideas.

Saludos cordiales.

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Domingo, 25 de Abril 2021


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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