CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


De la mano de P. Sacchi seguimos comentando la época después del exilio en Babilonia en lo que respecta a la evolución del concepto de mesías. Para esta época interesante pero muy oscura hay otro pasaje de Zacarías (9,9-10) que merece recordarse:

« ¡Regocíjate enormemente, hija de Sión; canta de júbilo, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey. Es justo y victorioso, humilde, y cabalga en un asno, un pollino, hijo de una asna. Haré desaparecer de Efraín los carros de guerra, y los caballos de Jerusalén; el arco de combate desaparecerá. Anunciará la paz a los gentiles; su dominio será de mar a mar, desde el Río hasta los confines de la tierra (Texto hebreo masorético, es decir, tradicional). »

Este pasaje pertenece a la segunda sección del libro de Zacarías, capítulos 9-14, que se denomina técnicamente Deuterozacarías, porque probablemente salió de la mano de un discípulo, no del profeta mismo. No se sabe cuándo se escribió, pero se piensa que es un producto casi un siglo posterior al profeta Zacarías, por tanto en torno al siglo IV a.C. Este pasaje será importante para los cristianos, porque en él se verá el trasfondo (uno de los trasfondos) de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén = Evangelio de Marcos 11,1-10.

Permítaseme ofrecer aquí –a modo de inciso y con un salto en el tiempo- un complemento interesante, que se olvida siempre, a ese trasfondo de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Y lo voy a hacer de la mano de Javier Alonso en el libro La verdadera historia de la Pasión, Edaf, Madrid, 2008, pp. 132-133:

“Se suele olvidar (además del pasaje del Deuterozacarías) otros textos del Antiguo Testamento que aportan unos matices interesantes. En el primer libro de los Reyes leemos que, poco antes de morir, el rey David ordena a sus servidores que lleven a cabo las acciones necesarias para asegurar el traspaso de poderes según sus deseos:

g[ Y díjoles éste [David]: Tomad con vosotros a los servidores de vuestro señor y montad a Salomón, mi hijo, sobre mi propia mula y bajadle a Gihón. Allí le ungirá Sadoq con el profeta Natán, por rey sobre Israel. […] Bajaron y montaron a Salomón sobre la mula del rey David y le condujeron a Gihón. El sacerdote Sadoq tomó de la tienda el cuerno del óleo y ungió a Salomón. Entonces hizo sonar el cuerno, y todo el mundo exclamó: “¡Viva el rey Salomón!” Luego todas las gentes subieron tras él y las gentes tañían las flautas y rebosaban en algazara tan grande que parecía que se desgarraba la tierra en su vocerío (1 Re 1, 33-40). ]g

Este pasaje se refiere a Salomón como al rey de Israel que entra en su ciudad, Jerusalén, en medio de escenas de júbilo y -lo que es más importante para la similitud con el gesto de Jesús-, montado en un asno uno para asemejarse a la profecía de Zacarías; el otro en una mula; no en un caballo de guerray haciendo su ingreso en la ciudad por el Gihón, en el valle del Cedrón que comunica el Monte de los Olivos con Jerusalén.

La referencia es bastante clara y las gentes que estaban acogiendo a Jesús en Jerusalén -y que apreciaban mucho la figura de Salomón- tendrían este pasaje bíblico en la mente. Por tanto, para ellos Jesús estaría declarándose rey de Israel ante su pueblo (en estos momentos es rey/mesías), pues emplea el mismo procedimiento llevado a cabo por Salomón, a la vez que se identifica conscientemente con el "rey" de la profecía de Zacarías por la utilización del asno en vez de la mula.

Si de algo no deben quedar dudas es de que los presentes entendieron a la perfección el mensaje, pues la sociedad judía de la época estaba enormemente familiarizada con las citas o alusiones a pasajes del Antiguo Testamento, y más si se referían a la posible llegada de un mesías o a la proclamación de un rey que los liberase del yugo romano.

En consecuencia, recibieron a Jesús como lo que creían que llegaría a ser, el nuevo rey de Israel. ¿De qué otro modo se pueden entender las expresiones proferidas por el pueblo: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene de David, nuestro padre!" de Mt 21,9?
Pero no sólo eso. El acto de extender los mantos en el suelo al paso de Jesús significa que los presentes responden actuando según el tipo de otro texto veterotestamentario relacionado también con la unción de un rey, en concreto de Jehú por parte de un profeta enviado por Eliseo.

« Apresuráronse ellos a tomar cada uno su manto, los colocaron a sus pies sobre los desnudos escalones e hicieron sonar el cuerno y exclamaron: ¡Jehú es rey! (2 Re 9, 13). »

Debemos recordar que esta manifestación popular no se produce de manera fortuita, sino que es el propio Jesús quien ha dispuesto todos los detalles de su entrada en Jerusalén, y es absolutamente consciente de la reacción que va a provocar entre sus compatriotas.

Y no sólo los judíos parecen entenderlo en este sentido. También los romanos parecen ver en Jesús un personaje con pretensiones monárquicas y con una actitud poco favorable hacia los señores extranjeros de la tierra de Israel. La acusación ante Pilato se centrará en estos tres puntos:

« Hemos averiguado que éste revoluciona a nuestra nación y prohíbe pagar tributos al emperador y dice que es el ungido, rey (Lc 23,2). »

Tras la acusación, la condena a muerte en la cruz, un suplicio reservado a los sediciosos, y el titulus crucis que se coloca sobre la misma afirmando que el crucificado era el rey de los judíos, confirman esa imagen de mesías davídico, si no de un marcado carácter guerrero, sí al menos de claro tono desafiante.

De estos paralelismos ofrecidos por los textos resulta lógico deducir que al menos al final de su vida, Jesús se consideró mesías de Israel. Y se puede pensar razonablemente que el modelo con el que se identificó fue el más familiar en el imaginario de sus compatriotas, el de un rey de estirpe davídica que asumiría el gobierno del pueblo elegido tras liberarlo del yugo extranjero.

No queda claro por el resto de los pasajes evangélicos el modo cómo iba a actuar Jesús en concreto. Parece excluirse que Jesús emprendiera una auténtica acción armada continuada contra los romanos. Pero no queda claro si Jesús iba a asumir la iniciativa de comenzar una acción violenta –se ha pensado siempre en la llamada “Purificación del Templo” (narrada por el Evangelio de Marcos casi inmediatamente después de la entrada triunfal)- para luego esperar que Dios actuara por su cuenta, por ejemplo con “doce legiones de ángeles”, como indica el Evangelio de Mateo 26,53.

A este carácter de expulsión de los romanos y su administración de algún modo –de lo contrario no podría instaurarse el reino de Dios, ni cumplirse las funciones de rey mesiánico- habría que añadir además un tono apocalíptico en las manifestaciones generales de Jesús que se basaría en su convicción de la inminente llegada del fin del mundo, tal como se concebía en aquellos instantes, y como indica el discurso escatológico del capítulo 13 del Evangelio de Marcos.

Hemos introducido aquí un paréntesis a propósito del famoso texto del Deuterozacarías que nos ha valido para comentar las circunstancias de la época de Zorobabel y proyectarlas hacia Jesús. En la próxima nota seguiremos directamente con el tema del "mesianismo" incipiente en el Antiguo Testamento.

Seguiremos, pues. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“El núcleo del argumento sobre los recuerdos acerca de Jesús”

Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha.

Saludos de nuevo.





Miércoles, 17 de Junio 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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