NotasLa primera traducción del Evangelio en lengua náhuatl
Queridos amigos:
Me ha llegado a través de una antigua alumna una interesante noticia acerca del primer evangeliario en lengua náhuatl, la lengua del Imperio azteca, descubierta gracias a una investigación (una tesis doctoral realizada por Heréndira Téllez) dirigida por un colega y amigo de la Universidad Complutense: La nota es la siguiente: Entre las paredes del Archivo Capitular de Toledo se conservaba una obra tan valiosa como desconocida: el Evangeliario, es decir, la primera traducción de los evangelios en náhuatl, la lengua del imperio azteca. Heréndira Téllez ha anunciado el hallazgo de este misterioso documento en su tesis, dirigida por José Miguel Baños, catedrático de Filología Latina de la Universidad Complutense de Madrid. Ambos explican su relevancia en esta entrevista http://bit.ly/1RShzLm. Saludos cordiales, Antonio Piñero
Sábado, 5 de Diciembre 2015
Comentarios
Notas
Escribe Antonio Piñero
Prometí la semana pasada que continuaríamos con las conclusiones del libro del Prof. Fontana, ya que un análisis pormenorizado de cada uno de los capítulos sería demasiado largo y farragoso. Así que cumplo lo prometido. Estoy de acuerdo con el autor en su idea del principio de su libro que hay que contextualizar el incipiente movimiento cristiano, que da origen a obras muy importantes dentro de la lista de libros sagrados del Nuevo Testamento (el canon) en el contexto histórico general del Asia Menor romana. Y para ello me parece estupendo que intente el Prof. Fontana ofrecer al lector un panorama de cómo era el Éfeso romano, cuna de grandes obras cristianas como diremos. Y otra cosa importante, como desde el los inicios del siglo XX el movimiento de “historia de las formas” trataba de explicar el origen de las obras del Nuevo Testamento, y en especial las diferentes escenas, o perícopas (secciones) de los evangelios, como un producto de la predicación cristiana y de la obra moldeadora de la comunidad que estaba detrás, me parece estupendo que intente precisar qué tipo de comunidades, o grupos sociales había en Asia Menor, y que tipos de gentes diversas dieron lugar a obras diversas: Evangelio de Lucas / Hechos de los apóstoles, Evangelio de Juan y Apocalipsis. Con todo, observa el autor que –debido a las características de estos textos todos ellos centrados en sus particulares problemas teológicos y disciplinares, y formalmente muy distantes del mundo circundante–, se hace muy difícil trazar vínculos tangibles entre la información que a base de mucho análisis se puede sacar de los textos cristianos y la realidad que reconstruyen los estudios históricos generales de la época y el lugar, es decir, en este caso el Asia Menor y en concreto Éfeso Me ha parecido interesante –confieso que yo mismo me he ocupado menos de esta aspecto y más del ideológico– y que he quedado gratamente sorprendido al ver cómo el autor ha logrado, a base de estudiar la documentación epigráfica (las inscripciones recogidas y editadas de la zona), mostrar que era muy posible la difusión del cristianismo entre ciertas agrupaciones profesionales, y también la presencia de cristianos en la “familia del César”, es decir, entre los funcionarios que formaban el núcleo de la administración imperial. Los cristianos no eran todo esclavos, como decía la historiografía marxista a finales del siglo XIX y principios del XX,, sino ante todo gente de clase media (y algunos de baja), normalmente libres. Solo los menos serían esclavos, salvo aquellos que al convertirse el padre de familia al cristianismo, se “convertían” igualmente con él. Estas relaciones sociales más elevadas de lo que se había pensado contribuyeron a explicar la rápida expansión del movimiento de seguidores de Jesús en el espacio romano de Asia Menor. “Frente a la imagen que se desprende del idealizado relato de Hechos” –escribe el autor– en donde se presentaba al misionero cristiano”, aislado de su contexto social, “predicando ante un ignoto auditorio sin otro bagaje que el ardor de su fe, nuestra reconstrucción habla de unos individuos que se sirvieron de los recursos que les suministraba la sociedad en la que trataban de abrirse camino”. Coincido con estas observaciones, ya que he señalado a menudo que tanto Pablo como otros misioneros judeocristianos helenísticos, de lengua griega, no eran gente que iban predicando a la aventura, sino que utilizaban las redes sociales de la época –los amigos, parientes y conocidos– y las sinagogas y sus diversas ramificaciones, para ir extendiéndose. Sin embargo, no estoy en absoluto de acuerdo con el autor cuando este sostiene que cuando el cristianismo de cuño helenista se abrió paso entre diversos grupos de temerosos de Dios (esto es, individuos que orbitaban en los alrededores del judaísmo; que iban todos los sábados a la sinagoga, que admiraban el monoteísmo, las virtudes sociales y el apoyo mutuo de los judíos entre sí), el cristianismo les “ofrecía” la posibilidad de ser plenamente ‘judíos’ sin tener que asumir las onerosas cargas de la Ley: bastaba solo con la proclamación de su fe en el Resucitado”. No creo que esto sea así, o por lo menos no me parece bien formulado. Teniendo en cuenta que los textos que se estudian en este libro (Lc/Hch EvJuan; Apoc) muestran que aceptan el marco mental paulino respecto a cómo entender la figura, la muerte y la resurrección de Jesús, hay que pensar que el evangelio no ofrecía a los temerosos de Dios el hacerse “judíos”. Lo que yo creo que predicaban estos cristianos helenistas de cuño paulino era que los temerosos de Dios –tras aceptar por un acto de fe que Jesús era el mesías, que Dios había rescatado a toda la humanidad por medio del sacrificio vicario de la cruz– debían, o podían, seguir siendo paganos. De ningún modo tenían que hacerse “judíos” ni siquiera metafóricamente. Pablo lo había dicho muy claro a los corintios (1 Cor 7,17-20 escrita precisamente desde Éfeso, lugar donde estuvo casi tres años, más que en ningún otro sitio de os que visitó) que “Cada uno siga como le asignó el Señor; cada cual viva del modo como le ha llamado Dios. Y así lo ordeno en todas las iglesias. 18 ¿Fue llamado uno siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Fue llamado uno siendo incircunciso? No se circuncide. 19 La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. 20 Permanezca cada uno en la llamada en la que fue llamado por Dios”. Es este un pasaje que considero muy importante y que muchas veces no se entiende bien o no se obtienen de él las consecuencias que Pablo hubiera querido. La línea de pensamiento de todo el párrafo es en principio clara y contundente: el que ha sido llamado por Dios a la fe en el Mesías siga viviendo y comportándose (respecto al cumplimiento de la Ley que afecta en concreto a la circuncisión) como era cuando le fue hecha la llamada para responder al evangelio (es decir, cuando respondió a la predicación del evangelio con un acto de fe en Jesús como el mesías. La consecuencia es trascendental: el judío ha de creer ciertamente en el Mesías de Israel, Jesús, ha de aceptar la llamada a convertirse al evangelio, pero ha de seguir comportándose como judío y cumpliendo aquellas normas de la alianza del Sinaí que lo señalan como miembro de ella, especialmente –por su repercusión exterior-- el deber de la circuncisión y las leyes sobre la pureza cultual y los alimentos. Si no lo hace, sostiene Pablo, no sigue la norma que predica en todas las iglesias, a saber que el judío convertido no abandone el judaísmo. En el pensamiento global de Pablo es absolutamente impensable que la venida del Mesías acabe con la Alianza de Dios con cada israelita y con la distinción de dos “pueblos” en el mundo, los judíos y los gentiles, diversidad querida por Dios. Y quizás es también muy importante, por sus consecuencias, caer en la cuenta de que Pablo hace afirmación indirecta de su judaísmo ante las preguntas de sus interlocutores gentiles, los de Corinto que le habían remitido una carta preguntándole sobre esto. Al sostener que el judío llamado a la fe en el Mesías no “rehaga su prepucio” (indica que no debe dejar de ser judío, pues había apóstatas del judaísmo que se hacían operar por famosos cirujanos de la época para ocultar su circuncisión). Y esto lo dice de sí mismo y de todos los judíos. Según la Promesa de Dios a Abrahán (Génesis 17,5), este será padre de los judíos y de numerosos pueblos. Pablo deduce las consecuencias: los gentiles no pueden convertirse en judíos…Si eso fuera así, ¡habría un solo pueblo!... y jamás Abrahán sería padre de numerosos pueblos. Por consiguiente afirma Pablo respecto a los paganos que se hacen creyentes: ¿Fue llamado uno siendo incircunciso? No se circuncide. Por tanto, el que ha sido llamado como gentil/pagano a responder a la proclamación del Mesías, no necesita de modo alguno circuncidarse, hacerse judío de ninguna forma, ni observar las normas de la alianza del Sinaí (circuncisión; alimentos; pureza ritual), sencillamente porque no debe hacerse judío al convertirse al Mesías; es heredero de Abrahán, cierto, pero heredero adoptivo. Formará parte de esos pueblos que al convertirse a la fe en el Mesías tienen como padre al “Abrahán-padre-de-numerosos-pueblos-por-tanto-no-judíos”. El pagano convertido es llamado a ser miembro del cuerpo místico del Mesías de Israel, es decir, miembro del Israel de los tiempos finales o mesiánicos, pero como gentil. Y todo ello a pesar de las opiniones de algunos adversarios de Pablo. Lo que importa –dice Pablo– es cumplir los mandamientos de Dios, observar las normas o preceptos que este ha dispuesto para la plenitud de los tiempos hasta el final de la historia. Pero las normas o mandamientos no son iguales para judíos y paganos, ambos creyentes en el Mesías, porque son dos pueblos distintos. La gran revelación concedida al Apóstol es que los dos pueblos se salvan por igual permaneciendo sin cambios: el judíos sigue siendo judío y el pagano siendo pagano tras aceptar la llamada de la fe. Por eso dice Pablo que considerada en sí misma la circuncisión o la incircuncisión son nada¸ no tienen importancia por sí mismas. No puede entenderse de ningún modo (sería absurdo en el pensamiento de Pablo completo) que el Apóstol esté eliminando el valor de la ley de Moisés para los judíos convertidos a Cristo. Entiéndase bien la explicación en Gálatas (2,15-21 y 3,19-29). Esta fundamenta las diversas distinciones sobre la Ley: todos tienen que cumplir la parte de la Ley que es universal y eterna, como dice en Romanos 2; pero no todos tienen que cumplir la parte de la Ley “específica” de los judíos, es decir circuncisión, alimentos y pureza. Esas normas las seguirán cumpliendo los judíos creyentes en Jesús porque no dejan de ser judíos. Ni pueden ni deben, dice Pablo en el texto que comentamos. Lo que importa para nuestro pasaje es que Pablo defiende dos posturas importantes en este texto de 1 Corintios: 1. De ningún modo quedan exentos los judíos creyentes en el Mesías de observar la ley mosaica completa. Esto comporta algunos pequeños inconvenientes, y Pablo lo sabe, pero la llamada a Israel como pueblo elegido tiene también otras grandes ventajas (Rom 9,4-5: filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas). 2. De ningún modo estas leyes específicas para los judíos deben ser observadas por los gentiles convertidos. Me gustaría saber si el autor del libro que comentamos está de acuerdo con mi argumentación, o bien yo no he entendido correctamente cuando él afirma que el cristianismo de los judíos de cuño helenistas ofrecían a los paganos hacerse “judíos” pero sin observar las leyes de la circuncisión, alimentos y pureza. Creo que debe matizarse, o corregirse esta afirmación. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 3 de Diciembre 2015
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
En mi última postal me permití remitir a los lectores interesados a uno de mis artículos más recientes, en el que señalo la escasa fiabilidad de los relatos evangélicos de la pasión como fuentes históricas, así como la penosa confusión de historia y ficción que la credulidad de muchos "estudiosos" todavía sigue produciendo hoy en día –y, es de temer, para siempre jamás–. Allí señalé también –aunque en una mera nota– que la mencionada confusión en el campo académico no es resultado únicamente de la ignorancia, la credulidad o un déficit de sentido crítico, sino también, demasiado a menudo, de pequeñas o grandes cobardías, de mezquindades y de intereses personales por medrar en ciertos ámbitos en que la adopción de una neta posición crítica le cierra a uno el acceso a determinadas instituciones y foros, y por ende a determinadas prebendas y redes de influencia. En ocasiones, quienes doran la píldora a las ficciones imperantes son personas valiosas –o al menos no directamente estúpidas–. Otras veces, sin embargo, son personajes mediocres –por no decir algo peor– quienes lo hacen. El cóctel de credulidad, ignorancia, deshonestidad, codicia y falta de escrúpulos que entonces se obtiene resulta ser un brebaje nauseabundo que solo los papanatas –pero, ay, stultorum infinitus est numerus– se pueden tragar. El enésimo ejemplo de este cóctel en nuestro país ha sido denunciado recientemente por parte de un profesor de la Universidad de Huelva. Alejandro García Sanjuán ha escrito publicado en Revista de libros un comentario crítico sobre un subproducto infame, sí, pero no por ello menos arropado por las autoridades castellanoleonesas (con dinero público) y que ha generado ya prebendas a sus perpetradores. La reseña puede leerse en este enlace: http://www.revistadelibros.com/resenas/el-grial-de-leon-entre-la-historia-y-la-fantasia Para que los lectores más reflexivos no desesperen demasiado pronto, me permito recomendar a aquellos que lean fluidamente el italiano, y como contrapunto a los disparates denunciados en el escrito criticado por García Sanjuán, un libro de un historiador de Turín, Andrea Nicolotti, que hace unos meses publicó la magnífica monografía sobre la denominada “sábana santa”: Sindone. Storia e leggende di una reliquia controversa, Torino, Einaudi, 2015. En este interesante libro, con enorme erudición, sentido crítico y hasta sentido del humor Nicolotti explica las aventuras y desventuras de una de las reliquias más célebres de la historia del cristianismo y que es incluso objeto de una supuesta ciencia especial –la “sindonología”–, así como de su uso político e ideológico, y de todo el papanatismo creado a su alrededor. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 2 de Diciembre 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: En el libro de los Hechos de los Apóstoles acaban con la vida de Pablo hacia el 62, y no especifican nada de cuándo o de cómo murió. He leído artículos cristianos que dicen que en realidad Hechos fue escrito precisamente en estos años y que no pudieron concluir con la muerte de Pablo ya qu cuando se escribió aún no estaba muerto. Pero esto no me cuadra con las informaciones más científicas que dicen que Hechos fue escrito alrededor del año 80, paralelamente al evangelio de Lucas. No sé si esto es verdad o es otra hipótesis. La cuestión es: ¿aborda esta pregunta que le formulo en su libro sobre Pablo? Debido a que Hechos está plagado de exageraciones y mentiras; ¿porqué no inventarse una muerte de Pablo que cayera bien a todos los cristianos a quienes iba dirigido el libro? Esta duda y también la vida y muerte de Pedro, que desaparece de escena después de la amonestación de Pablo en Antioquía y que en Hechos recibe un trato preferencial, pero que seguramente son invenciones; son incógnitas que nunca he aclarado por mucho que haya consultado escritos sobre este particular. Porqué; ¿cómo puede ser que Pedro atestara un mandoble de espada a uno de los que iban a arrestar a Jesús, hiriera a un soldado y después tan ricamente estuviera haciendo proselitismo por Jerusalén junto al hermano de Jesús y a Juan? RESPUESTA: Estimo que la datación científica actual de Hechos es más tardía: hacia 110/120. Dejar la historia abierta pudo ser un propósito expreso del autor. El valor histórico de Hechos es escaso. Pero es imprescindible usarlos. No sabemos absolutamente nada, nada, de la muerte de Pedro y Pablo. Por eso no lo trato específicamente. La Guía trata preferentemente de cuestiones del intrincado pensamiento de Pablo. En realidad sabemos bien poco de la teología judeocristiana de Pedro y de Santiago: Jesús profeta, mesías, exaltado al cielo; poca claridad respecto al valor de la muerte redentora de Jesús; Jesús es e justo sufriente, pero eso no significa que tenga una muerte vicaria por toda la humanidad; necesidad de que los creyentes paganos en Jesús mesías se hagan preferentemente judíos (circuncisión, etc.); salvación de los paganos incircuncisos, sí pero de segunda clase…. y poco más. Pregunta La interpretación que le hemos dado algunos de los que nos identificamos como Cristianos es que Dios está dentro de nosotros. Esperando que no le parezca ridículo o falto de fundamento el comentario que voy a hacerle, pero yo en mi ignorancia de información fidedigna y en base a mi experiencia sensitiva en cuanto a la presencia de Dios en mi vida, lo podría explicar de la siguiente manera poniendo como ejemplo lo siguiente: Hace algunos años compre una computadora de escritorio que no tenía el "software Office" instalado en ella, o al menos eso yo suponía. Como me era muy necesario el adquirirlo, contacté a la empresa que se encarga de venderlo y lo compré vía telefónica, les pregunte que en cuánto tiempo me llegarían los CDs. La señorita me contestó que el "software" ya estaba instalado en la computadora y que ella solo me iba a dar un código de acceso con el cual ya podría disfrutar del "Office". Así es como yo interpretaba el hecho que Dios esté dentro de nosotros, de acuerdo a la interpretación que le di al versículo de Lucas al cual nos estamos refiriendo. Que Dios está dentro de nosotros pero tenemos que buscar ese código que nos haga tener esa comunicación o interacción con El. Esto también a correlación de lo que explica en Tendencias 21 El Dr. Rubia que nos pregunta si Dios hizo al cerebro o el cerebro hizo a Dios, para mi Dios creo al cerebro, pero hay algo en el cerebro que nos permite esa comunicación con Dios. Sé que su tiempo vale mucho y que posiblemente este tipo de dialogo no es el que Usted comparte en su blog, pero dado su amplio conocimiento en el tema del Cristianismo me podría dar su opinión al respecto por favor? RESPUESTA: Creo que el Dr. Rubia y yo estamos en pleno acuerdo que el cerebro hizo a Dios. ya lo dijo Jenófanes de Colofón en el siglo VI antes de Cristo. Le copio el texto de Jenófanes que he citado muchas veces, porque me parece muy instructivo: Pero los mortales se imaginan que los dioses han nacido y que tienen vestido, voz y figura humana como ellos. Los etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros; y los tracios, que tienen los ojos azules y el pelo rubio. Si los bueyes, los caballos y los leones tuvieran manos y fueran capaces de pintar como los humanos, los caballos dibujarían las imágenes de sus dioses semejantes a las de los caballos, y los bueyes semejantes a las de los bueyes, y harían sus cuerpos tal como cada uno tiene el suyo (G. S. Kirk – J. E. Raven, Los filósofos presocráticos. Gredos, Madrid 1969, 241). La idea de Dios en nosotros considerada como un fenómeno ideológico-social, no escapa a la férrea ley natural de que su génesis y desarrollo dependen del entorno en el que vio la luz. Creo que esta idea fue expuesta por vez primera en el pensamiento occidental por Jenófanes de Colofón (hacia 570- 468 a.C.), en el fragmento del poema transcrito y en el contexto de una acerba crítica del politeísmo. Su poema Sobre la naturaleza, sólo se ha conservado fragmentariamente por Clemente de Alejandría en sus Stromata V 109,2-3; VII 22,1. Pregunta: Mi pregunta es la siguiente: Siendo los criterios de análisis del texto o crítica textual necesarios en conjunto y nunca infalibles, entre los criterios secundarios, tal cual los valora John P. Meier, ¿el de "huellas del arameo" usado con tanta exigencia por J. Jeremías y siendo usted un especialista en esta lengua, cree que tiene el débil rigor que le atribuye Meier?, por supuesto utilizándolo como otro de los complementarios del resto de criterios? RESPUESTA: Utilizado solo, es poco eficaz porque se proponen mil interpretaciones y retrotraducciones entre los expertos en arameo de cada uno de los dichos de Jesús. Pero como confirmación de otros criterios, yo lo valoro, sin duda, muy positivamente. Pregunta: Mis preguntas son las siguientes 1: Sabemos que CASI NADA o poca informacion es veridica en el Nuevo testamento, sobre todo porque los escritos son datados 38 años después de Jesús, con lo cual con casi 40 años de diferencia se puede no solo manipular sino al no ser testigos directos de los hechos ni han conocido directamente a Jesús surgan tantas contradiciones, y falacias, como digo los escritos parten de 38 años mas tarde de la muerte de Jesús, salvo las cartas paulinas... es decir, podemos finarlos del Nuevo Testamento, si, pero pero pero con mucha cautela. Siendo este veridicto correcto, tal como usted enseña, mi primera pregunta se en basa en ello, y partiendo de que ya que ya sabemos los escritos del Nuevo Testamento no son fiables al 100% en su totalidad..., siendo asi por la datación sobre todo ¿como pues podemos fiarnos de Flavio Josefo si este nació en el año 37 y no conoció a Jesús? Esta misma regla debe ser aplicada tal como la aplicamos a Lucas... que escribe sobre Jesús sin haberlo conocido... Dudo de Josefo, pues una persona que escribe DE OIDAS y basandose en argumentos Judaicos (ya que el era Judio) y no de primera mano, ¿es fiable EN SU TOTALIDAD lo que cuenta en sus escritos sobre Jesus o el Cristianismo? Se que son minimas las aluciones, pero ¿veraces? Cuando leo los conceptos generales en su escrito sobre Jesús, dudo de el. Sus fuentes fueron cuatro y fueron tardias a Jesús y ya comenzado el cristianismo DE PABLO La guerra de los Judios la escribe hacia el año 75, posterior a Lucas, y sobre todo a Marcos... Antiguedades Judias la escribe hacia el año 93, posiblemente ya compuesto el evangelio de Juan ... pero si el de Marcos, Lucas y Hechos, así como las cartas paulinas... Contra Apión la escribe sobre el año 93 tambien... Por ultimo; su biografia, un año mas tarde, en el 94 Es decir, sus escritos son de años posteriores a los primeros cristianos o seguidores de Jesus y también del otro grupo, el grupo de Pablo. ¿Cómo pues podemos fiarnos que Josefo cuente realidades, en especial sobre Jesus o los cristianos? Josefo no menciona a los líderes del pequeño grupo de cristianos (Pedro y Pablo) ni a María, la madre de Jesús. Sin embargo, dos párrafos tratan directamente de Jesús: En el capítulo 18, párrafos 63 y 64 de Antigüedades judías, 18:3:3 dice: Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, [si es lícito llamarlo hombre], porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles. [Era el Cristo.] Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, [porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él.] Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos. Me cuesta aceptarlo si soy neutral, porque ¿como supo Josefo que Jesus era sabio si ni siquiera el habia nacido aun, era el testimonio de los Judios o de los creyentes en Jesus? ¿en quien se basó PARA CREER tal idea? ¿como supo que era cierto? Siendo justo, me pregunto y me doy cuenta que o bienque Josefo no escribió estas cosas o bien tenia un escriba con tendencias Paulinas... o que estos escritos son interpolaciones TOTALES de Cristianos, digo bien, Cristianos, seguidores de Pablo... dudo mucho que Josefo hablase bien a favor de una persona que no conoció, de un grupo que no pertenecia etc... Su escrito me hacen preguntar al respecto. ¿licito llamarlo hombre? ¿Milagros? ¿Maestro? ¿ACEPTAN LA VERDAD? ¿QUE VERDAD? ¿Una verdad con PLACER? ¿Jesus atrajo a muchos Judios? ¿gentiles? dudo sobre todo de la palabra = MUCHO, y sobre todo gentiles, más bien serian Griegos pero de religion Judia... ¿Delatado por los PRINCIPALES LIDERES JUDIOS? Me sorprende su TAJANTE AFIRMACION Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo ¿COMO LO SABE EL SINO LOS CONOCE O HABLÓ CON ELLOS, AQUELLOS? Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos. Antonio usted sabe que los seguidores de Jesús no eran llamados Cristianos, que eran Galileos, y del vulgo, gente que no sabian leer y apenas escribir, en Hechos lo deja claro referente a Pedro y a Juan, por eso se maravillaban ... Hechos 4... 13 Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Es bien cierto que Hechos (en todo su conjunto) exagera muchisimo, por ejemplo 4 Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil. ¿Cinco mil? lo dudo... ¿pero acaso Josefo no exagera al escribir que MUCHOS Judios y Gentiles fueron atraidos por Jesus? Si hubiese sido asi, eso hubiese sido un motivo para desplazar una cohorte Romana (la de la Antonia) para al menos controlar las reuniones entre TANTA MULTITUD (MUCHOS), supongo que estará de acuerdo en que las reuniones de tantas personas congregadas daban que sospechar a los Romanos y creo sino me equivoco que estaban prohibidas o deberian tener el permiso Romano de reunion. ¿es así? Usted dice una gran verdad, NO HAY NADA ORIGINAL EN EL CRISTIANISMO ¿PERO COMO PODEMOS NO DECIR LO MISMO DE JOSEFO? No tenemos historiadores ("periodistas") de aquella época, los mas cercanos son Josefo (93) Tacito (116), Plinio EL JOVEN (112), Suetonio (120), Luciano (165), Mara Bar Sarapion (170), Celso (175) No creo que estas personas con todo mi respeto por ellos y por lo que hicieron, sea TESTIGOS fehacientes de estos hechos acontecidos, ya que ni vivieron en la epoca de Jesus ni le conocieron cara a cara, salvo de oidas, osea que Josefo creia lo que le contaban de Jesús, dudo que viniese de parte de los Judíos, salvo de los que quedaron de Jesus ¿iba Josefo a fiarse de esos testimonios? Por eso dudo de Josefo, a no ser que ústed me haga cambiar de parecer, por eso le consulto SI TIENE TIEMPO, SE LO AGRADEZCO DE ANTEMANO. Mi otra pregunta es referente a Pablo, como lo digo, voy a comprar su libro, el cual le agradezco de antemano por ilustrarme e invitarme a conocer a Pablo... Mientras no salia su libro me dediqué a buscar otros libros gratis en internet sobre Pablo en PDF. Y encontré uno de R. Ambelain. Me hace dudar de su veracidad, digo dudar porque si el autor no hubiese dado referencias le descartaba de inmediato, pero dado que no puedo acceder a esas referencias como usted, le consulto su opinion sobre lo que este autor explica sobre Pablo. Según este autor, Pablo era Persona Indumea De la casa de Herodes No judio Estaba contra el Judaismo y SUS PRACTICAS.... RESPUESTA Seré muy breve. F. Bermejo ha dedicado hace poco relativamente toda una serie en el Blog al Testimonio Flaviano. Es estupenda. Utilice el buscador y le responderá a todas sus preguntas. Segundo: No haga el menor caso a R. Ambelain, porque es absolutamente fantasioso y un puro especulador. Apenas nada de lo que dice tiene valor. Y ciertamente hoy no se puede hablar de Pablo si no se tiene en cuenta la nueva investigación desde 1970. Y él no la tiene en cuenta. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Lunes, 30 de Noviembre 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Recordarán quizás los lectores que en los meses de mayo y junio de este año 2015 comenté con cierto detenimiento un libro anterior del Prof. G. Fontana Elboj, de la Universidad de Zaragoza, cuyo título era, “El Evangelio de Juan. La construcción de un texto complejo: orígenes históricos y proceso compositivo”, publicado por la Universidad de Zaragoza en 2014. Ahora deseo comentar otro libro del mismo autor que acaba de aparecer, cuyo título es el de esta postal, publicado en 2015, editado por Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona en 2015 (colección “Instrumenta”, nº 49). ISBN: 978-84-475-3929-1; 518 pp. Con bibliografía amplia dividida por secciones e índices exhaustivos de “Fuentes, Onomástico (autores antiguos) y Geográfico”. Me parece una obra sencillamente monumental, bien editada, sobresaliente en cuanto a la calidad del papel, y de gran tamaño (30x21 cms.). En una edición de caja tipográfica normal, no tan gigantesca, más bien propia de ciertos catálogos de renombradas exposiciones, la obra alcanzaría por lo menos las 650 pp. Y me parece monumental este trabajo porque está construido sobre la monografía anterior –centrada en el enigmático Evangelio de Juan y en sus orígenes– para presentar, como complemento estupendo un panorama, creo que absolutamente completo en cuanto a las fuentes disponibles, de los orígenes y desarrollo del cristianismo en torno a Éfeso. <!--more--> Esta ciudad era la capital de Asia Menor, en el período crucial en el que se escriben todas las obras del Nuevo Testamento menos las siete cartas auténticas de Pablo. Y al estudiar el autor la gran cantidad de literatura cristiana primitiva que se compone en Asia Menor (aparte del Evangelio de Juan, las tres cartas johánicas –1 2 3 Juan–, el Apocalipsis, el Evangelio de Lucas y su segunda parte los Hechos de los apóstoles, Colosenses, Efesios, 2 Tesalonicenses, Epístolas Comunitarias, o Pastorales, y 1 Pedro), se ve obligado, por suerte para nosotros, a desarrollar un esbozo de historia de la creación y desarrollo del movimiento de seguidores de Jesús, que con el paso del tiempo –por lo menos un par de siglos– dará lugar al cristianismo. El libro está organizado del modo siguiente: En primer lugar un planteamiento metodológico del tema que incluye una necesaria precisión sociológica sobre el concepto de “comunidad”, precisión absolutamente necesaria, pues desde Rudolf Bultmann se ha impuesto la comunidad como una suerte de figura todopoderosa, responsable de cómo nos ha llegado a nosotros la traición sobre Jesús y sus seguidores. Luego viene la reconstrucción tradicional de la historia del cristianismo en Éfeso, la conveniente crítica a esta imagen transmitida en sus rasgos principales desde hace muchísimos años, y el hincapié en la necesidad de una nueva reconstrucción de los cristianismos efesios, que tienen tras sí una historia compleja. Naturalmente, est propuesta lleva consigo una breve descripción del método a seguir, estrictamente filológico e histórico, no teológico. Viene luego un capítulo dedicado al contexto histórico de los “primeros cristianismos”, en el marco del judaísmo del siglo I (importantísimo, a mi parecer, pues el autor pone en claro, y de relieve, que el cristianismo no es desde el principio un movimiento autónomo dentro del escenario de un judaísmo del siglo I, sino que justamente ese judaísmo es el actor y el escenario. Con ello el Prof. Fontana está de acuerdo con Montserrat Torrents (La Sinagoga cristiana, de 1995) en que el cristianismo no es más que un judaísmo del siglo I que acepta a Jesús como el mesías que ya ha venido. Y si se insiste en hablar de escenario, no hay más remedio que mencionar la historia del Imperio Romano y su actuación en el Mediterráneo Oriental que es donde el cristianismo nace. Hay en este apartado una idea interesante y novedosa: el análisis de cómo –tras los primeros pasos de los seguidores de Jesús, con el análisis de la resurrección de este a la luz del judaísmo y de su expresión literaria– el deseo manifestado por el emperador Calígula de instaurar su estatua en el templo de Jerusalén provoca un movimiento dentro de los seguidores de Jesús que radicaliza tras su muerte la imagen semidivina de éste. Esta imagen insiste en la necesidad de que un Jesús ya divinizado vuelva como mesías pleno, confirmado totalmente por Dios, y ponga fin a todos los desmanes de este mundo perverso. En esta sección nuestro autor estudia también la iglesia cristiana naciente, a la que define como una “sinagoga informal”, y sus aspectos organizativos: obispos y diáconos, etc. No puede faltar tampoco la descripción crítica de los primeros conflictos abiertos de los seguidores de Jesús con el judaísmo (la cuestión de la “Bendición contra los herejes” o “Birkat ha-minim” y la negativa de los primeros cristianos a pagar el impuesto al Templo, el fiscus iudaicus) junto con los componentes mistéricos en el cristianismo primitivo. Considero también un aspecto muy interesante, y poco tratado en los manuales antiguos sobre orígenes del cristianismo, el estudio sociológico –hoy, por cierto, ya usual– de las gentes que se incorporaban al grupo de seguidores de Jesús. Naturalmente en este libro el autor se concentra en la perspectiva de Asia Menor y en concreto, Éfeso: qué redes sociales previas había en la ciudad y cómo fueron utilizadas por los cristianos, cómo se expandió el grupo entre familiares y compatriotas; a qué grupos profesionales pertenecían los cristianos, y el posible contacto de estos con las altas esferas de la administración romana, la “familia del César”. En los capítulos siguientes vienen los temas más importantes de este estudio, el análisis de las obras principales cristianas que se generan, con muy alta probabilidad, en la ciudad de Éfeso: El Evangelio de Lucas y su segunda parte, los Hechos, el corpus johánico (IV Evangelio y Cartas) y el Apocalipsis. Respecto al primero aborda el Dr. Fontana las cuestiones siguientes: Lucas, como el primer evangelio efesio y la comunidad gentil que hay tras él; quién fue realmente el autor de esta obra, con una propuesta seminueva e interesante deducida del famoso texto de Papías de Hierápolis, hacia el 140, sobre la autoría de los evangelio; dónde fue escrito este obra compuesta, Lc/Hch; el componente baptista en el texto lucano; las características generales de la comunidad gentil efesia en el siglo I, y la composición y organización del grupo. Respecto al segundo grupo de escritos, el corpus johánico, la obra presente se detiene un poco menos porque el tema ha quedado muy estudiado en la obra precedente, del 2014, que mencioné arriba. De todos modos, el autor vuelve a exponer sintéticamente la trayectoria del grupo johánico en el siglo I y propone una hipótesis histórica sobre su generación y devenir en Éfeso. Se aborda también la cuestión de la autoría variada y compleja de este Cuarto Evangelio; se investigan los materiales lucanos que se incorporaron a él; se estudia el estrato de los discursos teológicos puestos en boca de Jesús y quién fue su autor o autores concretos de tales discurso, y finalmente se exponen los resultados sobre la génesis de la comunidad johánica: su procedencia de una “iglesia” de Samaria; su traslado a Éfeso en ignotas circunstancias; los datos que pueden obtenerse de las inscripciones griegas sobre la existencia de un grupo de exiliados samaritanos en Éfeso en la época de composición del Evangelio; y finalmente se trata la memoria de la comunidad johánica en Éfeso acerca de sus presuntos fundadores de la comunidad: el apóstol Juan o Discípulo amado, y las doble figura de un misterioso personaje, Felipe, que presenta características de los dos personajes que llevan ese nombre, el apóstol y el diácono, que aparecen en el Nuevo Testamento. Concluye este tratamiento con el tema de la expulsión de la sinagoga del grupo johánico. El capítulo siguiente plantea una cuestión muy discutida, la de los cristianos judeo-helenistas en Asia Menor y la génesis del Apocalipsis de Juan. Nuestro autor presenta un esbozo de una hipótesis estratigráfica: son varios los autores, no uno solo como en apariencia da a entender el inicio de la obra, quizás fundamentalmente dos más un redactor final que une materiales que se compusieron en diversos momentos y por diversas manos. Ello se deduce del estudio del doble ciclo de las visiones presenta la obra, de la sección de las siete cartas y del cierre de la composición: prólogo y epílogo. Naturalmente, se discute quién es el llamado “Juan” que firma el escrito y cómo su obra es el reflejo de una comunidad perseguida. Se apunta también a la cuestión de sus conflictos internos junto con las controversias con los grupos de cristianos gentiles que vivían en el entorno. El penúltimo capítulo se propone ofrecer una visión general de la evolución de los cristianismos efesios en los siglos I y II: a) Los grupos johánicos; b) los grupos lucano-paulinos c) el binomio Colosenses-Efesios; d) las cartas comunitarias o pastorales; e) la propuesta irenista, es decir, pacifista, de los Hechos de los apóstoles y, finalmente, f) la existencia de otro grupo de judeocristianos en Asia Menor, que se revela en textos de los Oráculos Sibilinos, que se conservan en los libros IV al VI. El último capítulo es más que interesante también porque aborda el discutidísimo tema de las persecuciones del Imperio romano en el siglo II (¿las hubo o no?), en concreto, cómo les fue a los cristianismos efesios ante el poder romano. El autor trata de los inicios de las persecuciones, y precisa su nacimiento en un bosquejo histórico. Estudia luego la famosa carta de Plinio el joven, la Décima, que no afecta propiamente a Asia Menor, pero sí a una región muy cercana al norte que es Bitinia y puede arrojar luz acerca de lo que ocurrió en Asia (por cierto: si no me equivoco creo que en el apartado del índice de “Fuentes” se menciona a Plinio el Viejo, pero no al Joven y su Carta X). Viene luego un estudio muy interesante sobre el documento, casi único, que tenemos sobre el cristianismo perseguido en esta época, la Primera carta de Pedro. Esta solo ofrece informaciones muy generales, pero debe tenerse muy en cuenta. Estudia el Dr. Fontana otros presuntos documentos, como el rescripto de Adriano a Minucio Fundano , que estima como falso, con toda la razón. Finalmente se toca el candente tema de por qué desaparece el cristianismo en Éfeso desde más o menos el 130 hasta finales del siglo II: y se presenta en una sección “Las persecuciones y el eclipse del cristianismo en Éfeso”, al ambiente hostil del Imperio contra los cristianos de esta zona que dejan de repente de aparecen en los textos hasta el 190 con la Carta de Polícrates de Éfeso. Hay al final un capítulo de conclusiones de más de diez densas páginas, que me parece súper interesante y magistral. Pocos libros condensan tan bien y tan claro los resultados a los que se ha llegado tras una minuciosa investigación de centenares de páginas. Pero debo detenerme aquí para no abrumar y aburrir a los lectores, y seguiremos con las conclusiones otro día. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 26 de Noviembre 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: Yo tengo entendido que usted se considera agnóstico. Siendo así entonces ¿A qué atribuye usted la persecución de Roma a los primeros cristianos? Según entiendo, la historia dice que ellos fueron perseguidos por su fe. ¿Es así realmente? RESPUESTA: No es así realmente. La primera noticia es del historiador Tácito y afirma que Nerón buscaba un chivo expiatorio ya que el pueblo lo acusaba de haber provocado el incendio de Roma. Nerón, a su vez, para descargarse los acusó de incendiarios porque –afirmaba—que se sabía que el vulgo los odiaba por su religión. He aquí el texto: Ergo abolendo rumori Nero subdidit reos et quaesitissimis poenis adfecit, quos per flagitia invisos vulgus Chrestianos appellabat. Auctor nominis eius Christus Tibero imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat; repressaque in praesens exitiabilis superstitio rursum erumpebat, non modo per Iudaeam, oríginem eius mali, sed per urbem etiam, quo cuncta mundique atrocia aut pudenda confluunt celebranturque. “Por lo tanto, en su deseo de acabar con los rumores, Nerón subyugó a los (cristianos declarándolos) culpables (de este incendio) y los sometió a penas e investigaciones; pues el pueblo, que los odiaba por sus vicios, los llamaba “cristianos”, nombre que toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato; reprimida por el momento, la fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal, sino también en la metrópoli [Roma], en donde todas las atrocidades y vergüenzas del mundo confluyen y se celebran”. Y otra cosa: el ser agnóstico no tiene por qué influir en los juicios históricos en los que intervienen casos de fe o creencias. Simplemente se da cuenta de que existen, sin entrar si son verdaderas o falsas. El historiador no se mete en ese terreno y debe ser respetuoso. Aunque también es verdad, como he escrito repetidas veces, que lo sobrenatural no puede ser materia de la historia, que por definición es una ciencia de los hechos empíricos y de su explicación. Pregunta: Para mi sería de mucho valor conocer su opinión acerca de la veracidad del documento conocido como el Evangelio Copto de Tomás. No me refiero a su contenido filosófico, pues se que como historiador, no es de su competencia y no me atrevo a preguntarle por su opinión personal de este escrito. Mi pregunta se refiere a si puede ser posible que estemos ante un documento fidedigno en cuanto a antigüedad y escritura (aunque sea copia de otro original) o se trata de algún texto "creado" por alguna ramificación dentro de la pluralidad del cristianismo, o tal vez un simple fraude. RESPUESTA: No es un fraude, ni muchísimo menos. Es un original griego, del que se conservan algunos fragmentos y la versión completa al copto. Sirve para comprobar dichos de Jesús auténticos, recogidos por otra tradición y remodelados por el pensamiento gnóstico cristiano de mediados del siglo II. Pregunta: ¿Cuáles de las muertes de los apóstoles de Jesus son históricamente ciertas? Saludos RESPUESTA: Absolutamente ninguna. Todas dependen de los Hechos apócrifos de los apóstoles (por favor, si le es posible consulte la página web de la editorial B.A.C. que ha editado mi edición junto con G. Del Cerro) y verá que no tienen fiabilidad alguna esas historias Pregunta: Hace algunos años hice un cursillo de evangelios en Manresa impartido por el cura de Navarcles (Mn Escós, aunque ya mayor, se ha doctorado recientemente) y me sorprendió la estructura que postulaba para algunos evangelios (tratamos Mateo y Juan) que nunca había leido que tenian. Se trata de una estruscura que el llama “Quiástica” (o concéntrica) donde hay una exposición central que es la importante y luego arriba y abajo versículos relacionados y así sucesivamente hasta completar todo el párrafo, orientados a enfatizar la idea central. Le incluyo un fichero con algunos de estos fragmentos donde se explicita los versículos relacionados con letras. Ejemplo: A,B,C,D,C’,B’,A’ donde A y A’ etc estarian relacionados y D seria la idea central. Lo justificaba en parte dado que eran rollos de pergamino que estaban enrollados por los lados y que cuando se abrían, lo primero que se podia leer era la parte central, que tenia que ser , por tanto, la idea principal. Lo que había arriba y abajo era para reforzar esta idea. La pregunta es si està este hecho está aceptado por la mayoria de exagetas, i si es así, si debemos desestimar una lectura o interpretación clásica o lineal (o cronológica) del texto y tener esto presente. RESPUESTA: La estructura quiástica en sí está aceptada por todos los exegetas, pero para pasajes concretos. El que esta estructura sea la dominante en el Evangelio de Mateo es imposible de saber. Primero porque la división de las perícopas y secciones no es universal (cada crítico presenta la suya), y segundo porque la interpretación de las subsecciones también varía de unos comentaristas a otros. Y sobre la estructura general del evangelio de Mateo se vienen proponiendo mil esquemas desde el siglo XIX y no hay consenso. Por tanto aceptar una estructura de modo que se desestime como Usted dice la interpretación clásica lo veo imposible y pernicioso. Le recomendaría que lea el estupendo comentario de Ulrich Luz en varios tomos, de Editorial Sígueme, El Evangelio de Mateo. Está traducido al castellano. Creo que le iluminará y le dará bibliografía sobre el tema. Pregunta: El motivo principal de mi misiva, además de declarar toda esa admiración y respeto, es sobre un tema del Antiguo Testamento. En realidad no debería decir Antiguo Testamento porque realmente lo que me gustaría saber es dónde, o si usted mismo me lo puede decir, encontrar el orden de los estratos de tradición de todo el material judío hasta los tiempos de Jesús. Especialmente, o únicamente, todos aquellos materiales que hayan podido afectar el pensamiento del propio Jesús o de los judeocristianos, o del propio Pablo. Esto me gustaría principalmente para entenderles mejor, y pensé que una lectura ordenada de los estratos desde el más antiguo al más cercano me pudiera servir. En el caso de algunos estratos paralelos a la \"fundación\" del cristianismo me gustaría también, ya que quizás me aclara el pensamiento judío en más de un aspecto revelando mejor las oscuridades del Nuevo Testamento. RESPUESTA: Sería maravilloso que existiera ese libro. Pero no existe. Quizás pida Usted demasiado, pues “todo el material judío hasta Jesús dividido en estratos” sería una obra hercúlea de varias personas y muchísimos años: todo el Antiguo Testamento en hebreo y en griego, porque tiene tradiciones diferentes, todos los apócrifos del Antiguo Testamento (65 obras), toda la literatura judía del Segundo Templo, incluido Filón de Alejandría…. todo Qumrán, los targumes datados en torno al siglo I…. las partes de la Misná con material del siglo I. Creo sinceramente que no ha caído en la cuenta de lo que Usted pide. Pero en parte puede ayudarle lo recogido por los mejores comentarios a los cuatro evangelios…que son como mínimo, 25 libros en varios volúmenes cada uno… Al menos puede Usted leer uno por cada evangelio de los mejores comentarios: Marcos: Joel Marcus; Mateo: Ulrich Luz; Lucas, François Bovon; Juan: Raymond E. Brown. Todos están traducidos al español (consulte Google). PREGUNTA: 1) Me ha parecido muy razonable su explicación -en la "Guía para entender a Pablo de Tarso"- de que Pablo concebía el Espíritu Santo como la "proyección de Dios". Coincido en que no está clara en él todavía la doctrina trinitaria, que es posterior. En este sentido, en Juan, 16, 13-14, el hecho de que se emplee el pronombre demostrativo masculino para "pneuma", ¿favorece la idea de que la comunidad joánica ya empezaba a concebir al Espíritu, en cierta medida, como un ser personal, o es indistinto que fuera masculino o neutro? ¿El Espíritu ya se entendía hacia finales del siglo I como algo más que la "proyección de Dios" paulina? Gracias. 2) Me ha parecido magnífica su traducción "parafrástica" de las epístolas paulinas que nos ofrece en la "Guía para entender a Pablo de Tarso". ¿Se ha planteado preparar una traducción así de todo el Nuevo Testamento? Al margen del esperado proyecto de la Biblia de San Millán, sería estupendo contar con un Nuevo Testamento parafrástico completo. Muchas gracias. 3) ¿Conoció usted personalmente a Raymond E. Brown, o mantuvo contacto epistolar con este gran erudito? En caso de que sí, ¿podría compartir con sus lectores algún recuerdo o su impresión sobre el autor del famoso comentario al Evangelio de Juan? 4) Enhorabuena de nuevo por su excelente "Guía para entender a Pablo", con la que he aprendido muchísimo. En una de las explicaciones sobre la escatología de Pablo, usted comenta que para Pablo el futuro de los impíos tras el Juicio sería el castigo eterno, o quizá su destrucción. En caso de que fuera esto último, ¿de dónde habría tomado esa idea Pablo? Porque, en el siglo I, los fariseos y la mayoría de los judíos, incluido Jesús, ¿creían en la inmortalidad del alma y en el castigo eterno, o convivía esta idea con la de una "destrucción definitiva", sin inmortalidad del alma? RESPUESTA: 1. Es posible esa idea. Pero hay que tener en cuenta que la personalización o hipostasiación de las cualidades divinas (Sabiduría, Palabra, Presencia) era muy normal en el judaísmo desde los siglos IV a.C. sin que eso signifique realmente ni el menor concepto de Binidad / Trinidad ni nada parecido. 2. Es una buena idea. Pero le confieso que no se me ha ocurrido. Pero lo consideraré. 3. No; aunque traduje su Introducción al Nuevo Testamento de Trotta, Madrid. Ni siquiera epistolar, pues no tuve duda alguna de traducción. No era difícil su inglés. Por el contrario, cuando traduje a Joel Marcus, el segundo volumen de su comentario al Evangelio de Marcos (de Sígueme, Salamanca), sí tuve que pensar mucho. Pero solo tuve en realidad una única duda (de un juego de palabras) y se la pregunté por correo electrónico. También recuerdo, que al menos en una ocasión, que me señaló un lector avisado, interpreté mal una frase suya. 4. La idea de destrucción del cuerpo del impío sale alguna que otra vez en los Apócrifos del Antiguo Testamento, pero la destrucción del alma no está clara en ningún pasaje desde la época en la que se cree ya en su inmortalidad. Pregunta: Estimado Antonio En verdad no se si llegará a leer esta pregunta, mas quisiera conocer su opinión acerca de la autonomía que gozaba el sanedhrin para aplicar la pena capital para asuntos religiosos en la época que se estima Jesús fue juzgado. La inquietud nace a partir de la inconsistencia que encuentro, y no soy el primero, en el doble juicio de Jesus. Por que habría el sanedrin de juzgarlo para que luego pase a ser nuevamente juzgado? y que sentido tendría juzgarlo si no puede aplicársele la pena que del juicio resulte? acaso podía el sanedrin juzgarlo y condenarlo para que luego pilato aplique su ejecución? En ese caso por que habría de ser juzgado nuevamente? y cual hubiera sido el objeto de imponer falsos testigos para condenarlo? Otra pregunta: usted comparte la idea que jesus era un judío apocalíptico? No entraría en contradicción con considerarlo un fariseo? Desde ya, muchas gracias RESPUESTA: 1. No tenía capacidad ninguna el Sanedrín de Jerusalén de aplicar la pena capital. Esa entre otras, incluidas las que Usted menciona, son las causas, por las que –desde M. Goguel, hace casi un siglo-- se duda seriamente de la implicación de las autoridades judías en el prendimiento y juicio de Jesús 2. No había incompatibilidad ninguna entre ser fariseo y apocalíptico. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 25 de Noviembre 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pregunta: ¿Cómo es posible que el escritor de la carta de Judas haga uso del Libro de Henoc cuando el "hijo del hombre", la figura mesiánica en este libro, es el mismísimo Henoc? RESPUESTA: El libro de Henoc no es naturalmente de Henoc, el “séptimo varón después de Adán” de Génesis 5,7 (cito de memoria). En tiempo de la Epístola de Judas, de datación incierta, pero al menos de finales del siglo I d.C., era el libro de profecías (apócrifo) de la Biblia hebrea como se creía, más usado y conocido. Le ruego que adquiera si le es posible mi edición del libro de Henoc, con El Prof. Federico Corriente, de Ediciones Cristiandad, Madrid 1984, vol. IV de la colección de “Apócrifos del Antiguo Testamento”, donde encontrará respuesta a muchas preguntas acerca de este libro y su posible influencia en el Nuevo Testamento. Utilizo también mucho textos de este apócrifo en mi obra “Guía para entender a Pablo”, de Trotta, Madrid 2105, para elucidar en la posible la concepción de la naturaleza del mesías en Pablo. Por último: no está claro que en el Libro de Henoc (salvo en los capítulos añadidos 71-73) Henoc sea un “como hijo de hombre”, reminiscencia del Libro de Daniel. Pregunta: ¿Está por salir el volumen 7 de los Apócrifos del Antiguo Testamento? ¿será ese el último volumen, o debemos esperar un octavo? Y otra pregunta complementaria a la anterior: ¿no sería conveniente incluir a aquellos libros que normalmente se incluyen entre los Apócrifos del Antiguo Testamento pero que tienen fuertes interpolaciones Cristianas, en un libro diferente, de la “Categoría Patrística, sub-Categoría Padres Apostólicos, sub-sub-Categoría Escritos de la Iglesia Judeocristiana”? Y parodiando a Jean Daniélou, ¿como podría ser la introducción general a un libro de ese contenido? RESPUESTA: • El vol. VII será el último. Contendrá los fragmentos las obras de autores judeohelenísticos perdidas (Ps Focílides; Ezequiel Trágico Artápano, Eubulo, Ps Hecateo, etc.) y los índices completísimos de los siete volúmenes. No sé cuándo la terminaré. • No sé si refiere sobre todo a “Los Testamentos de los XII patriarcas”, que ya está editado en el vol. V de la colección. Pero esas obras no están en ninguna colección de las que conozco –-de las serias y creo que conozco todas— de “Apócrifos del Antiguo Testamento”. Pregunta: Quiero comprar sus libros por internet ya que en El Salvador he buscado sus libros en todas las librerías y nadie los distribuye, soy cristiano evangélico, pero un apasionado por el estudio, actualmente estudio licenciatura en teología y realmente su conocimiento me ha retado y me ha demostrado lo mucho que desconocemos del Jesus histórico y el Cristo celeste, cuidese y que tenga una larga vida para que nosotros los jóvenes disfrutemos de su legado. Si puede orientarme para adquirir sus libros se lo agradeceré. RESPUESTA Creo que, desde esa distancia, el único modo es entrar en la Página Web (Google!) de cada editorial del libro que le interese y preguntar si tienen versión electrónica. Comprarla así es fácil. Y si solo tiene versión en papel, habría que preguntar cuánto valen –pidiendo descuento—, y luego el porte, según el número de libros que se compre. No veo otro medio. Pregunta: En estos momentos me encuentro ahíto de información acerca de los primeros cristianos de Jerusalén, una vez muerto Jesús, en concreto de las comunidades comandadas por Santiago y Pedro, el hermano de Jesús. Así pues, me gustaría saber en cuál de los libros de tu bibliografía se aborda el tema de estas comunidades en profundidad. Todo ello viene de un documental en el que se afirma, por parte de algunos investigadores, que los primeros "cristianos" de Jerusalén (judíos seguidores de Jesús para ser exactos) no proclamaban resurreción alguna de su maestro, lo que me lleva a pensar son Pablo y sus seguidores los que componen toda la literatura de la resurreción en los canónicos, y de ahí la falta de concordancia, quizás, de los relatos acerca de este fenómeno inexplicable científicamente hablando. De tal modo te preguntaría, como experto, cuál es tu opinión al respecto, ¿a ciencia cierta podemos asegurar que los judíos seguidores de Jesús que se asociaron de algún modo después de morir su maestro, creían ciegamente en su resurrección? ¿O tal vez este punto no está tan claro? RESPUESTA: No tenemos más fuentes que las cartas de Pablo, Los Hechos y los evangelios. Teniendo esto en cuenta se me hace muy difícil creer que los primeros judeocristianos no tuvieran como base de su fe en Jesús mesías la resurrección. Porque una vez asesinado el mesías sin haber llegado a cumplir su misión, ¿qué podían esperar? ¿La venida de otro mesías diferente a la tierra? Se me hace dificilísimo pensarlo. Pregunta: Desearía saber cuál es su opinión sobre el libro \" Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica \" de Pepe Rodríguez. Atentamente, muchísimas gracias. RESPUESTA: Que dice la verdad en muchísimas cosas. Pero que el tono y la orientación me parecen muy poco oportunas. Muchas de esas "mentiras" son el fruto de una tradición de siglos en donde se creía a pies juntillas todo lo que escribía la Biblia. Entonces no esa mentira. Ahora empieza a interpretarse todo simbólicamente, pero con gran lentitud. Pregunta: Hace unos momentos escuche su programa en espacio en blanco, donde abordaron el tema de jesús, donde hizo las siguientes aseveraciones: jesús tubo hermanos, nació en nazaret, y fue un nacionalista que esperaba que dios enviara una legión de ángeles. lo que mas me ha impresionado es que el señor miguel blanco, le da a sus aseveraciones toda la credibilidad, asegurar que la biblia ha dejado de ser el libro que mas influye en el mundo, sin duda es una falsedad monumental, por otra parte, yo le respeto mucho, no comparto sus opiniones, soy un creyente, soy una persona que ha profundizado en su fe, y le sugiero que en sus intervenciones, seria bueno, que tuviera a alguien que le refutara todas las mentiras y falsedades, usted dice ser un agnóstico, pues, bien, yo como creyente puedo entender sus posiciones, pero no creer, no quiere decir tener derecho de usar los medios para confundir a los mas pequeños y débiles en la fe, solamente le puedo decir que ahora usted esta en mis oraciones, para que algún día la luz del señor le ilumine las profundas tinieblas de su corazón. RESPUESTA: Gracias por tenerme en sus oraciones. Yo soy un simple historiador y no me meto en cuestiones de fe. Y soy muy respetuoso. Lo que ocurre es que Usted mismo no sabe que todo lo que Usted llama mentiras lo saco de historiadores y comentaristas católicos que van soltando poco a poco lo que piensan. Casi diría que una solo cosa digo que no haya sido escrita en algún libro por algún investigador profundamente religioso. Un historiador no puede permitir que en sus estudios entre lo sobrenatural. Si lo hiciera se acabaría en ese mismo momento la historia. Y la razón es sencilla: si admito lo sobrenatural en mis investigaciones, ¿dónde pongo la barrera? Tendría que admitir también, por ejemplo, que el arcángel Gabriel dictó sílaba por sílaba el Corán a Mahoma. O la infalibilidad absoluta de las Escrituras. Reflexione: nada divino ni sobrenatural cabe en la historia. Rompería el método histórico. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Lunes, 23 de Noviembre 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
No escribí el viernes pasado (20 noviembre) porque durante todo este “fin de semana” del 20-21 de noviembre 2015 hemos estado más que ocupados los miembros de la redacción de la edición de la Biblia de San Millán, volumen I, “Los Libros del Nuevo Testamento”, revisando las obras ya entregadas y unificando criterios de edición. Esperemos que la obra esté terminada en marzo del 2016, y que todo ese año se dedique a corrección minuciosa, de modo que el producto sea concorde con los propósito de ofrecer una versión castellana muy pulida ortotipográficamente, muy fiel al texto griego, pero a la vez absolutamente idiomática, de acuerdo con las normas de la actual Gramática normativa de la Lengua Castellana de la Real Academia Española. A la vez, esta edición ha de ser estrictamente neutra, aconfesional, laica, puramente histórico-crítica y no militante, no afecta a ninguna postura o sesgo interpretativo o hermenéutico. Y ahora vamos a la conclusión de nuestra serie sobre la noción del reino de Dios según Jesús. He citado en entregas anteriores un texto del Evangelio de Marcos 10,30, que ahora conviene ver entero, pues parece resumir el pensamiento del Nazareno sobre la primera y segunda fase del Reino de Dios, aunque, naturalmente, tampoco es tan rotundo como desearíamos: Los discípulos asombrados se decían unos a otros: “Y ¿quién se podrá salvar?”. Jesús, mirándolos fijamente, dice: “Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios”. Pedro se puso a decirle: “Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús dijo: “Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora en este tiempo, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna” (10,26-30). Prescindiendo ahora de un examen de los retoques efectuados por el evangelista Marcos, este pasaje es quizá suficientemente claro, a pesar de todo. Con la expresión en “este tiempo” indica Jesús la primera fase o el “primer” Reino de Dios, el mesiánico, aquí en la tierra, pleno de bienes materiales. Con la frase “en el mundo venidero”, donde se tendrá una “vida eterna”, señala Jesús el definitivo Reino de Dios, la segunda fase, en el cielo. No parece que todo lo dicho hasta aquí sobre un doble Reino de Dios sea una pura invención por nuestra parte. Aparte de la interpretación del material que hay en los Evangelios –que ciertamente hay que leerlo a veces entre líneas y suplir lo que falta o se da por supuesto–, esta concepción del doble reino futuro es muy clara también en libros puramente judíos cercanos a los años de Jesús. Así, los capítulos 29 y 30 del ya mencionado Apocalipsis siríaco de Baruc, donde leemos: b[Acaecerá que, tras cumplirse lo que debe suceder en esas etapas, comenzará a manifestarse el mesías […] Para todos los que queden, la tierra dará su fruto, diez mil por uno: en una vid habrá mil pámpanos, un pámpano producirá mil racimos, un racimo dará mil uvas y una uva producirá una medida de vino. Los que desfallecían se regocijarán y también verán prodigios todos los días. Desde mi presencia saldrán vientos que traerán cada mañana un aroma de frutos deliciosos, y al final del día nubes que destilarán un rocío saludable. En aquel tiempo ocurrirá que descenderá de nuevo desde el cielo el tesoro del maná y comerán de él durante esos años, pues ellos son los que llegaron al final de los tiempos. Tras esto sucederá que se cumplirá el tiempo de la (segunda) llegada del mesías, que volverá gloriosamente. Entonces, todos los que durmieron con la esperanza resucitarán. En aquel tiempo sucederá que se abrirán los depósitos en los que se guardaba la multitud de las almas de los justos, y saldrán: podrá contemplarse la multitud de las almas unida en una asamblea unánime; las primeras se alegrarán y las últimas no se entristecerán. Sabrán, pues, que ha llegado el momento del cual se dijo que sería el fin de los tiempos. Mucho se consumirán las almas de los malvados al ver todo esto. Sabrán que ha llegado su suplicio y que su perdición ha venido. ]b Creo que estas líneas son impresionantes, y que los paralelos con textos de los Evangelios sobre el Gran Juicio y del Apocalipsis son evidentes. El pasaje es puramente judío; nada tiene de cristiano, por lo que ilumina perfectamente el mundo ideológico en el que se movía Jesús acerca de las dos fases del Reino de Dios. ¿Por qué ha quedado tan en la sombra en la tradición cristiana la primera fase del Reino de Dios? Resta por preguntarnos por qué no aparecen claramente en los Evangelios las dos fases del Reino de Dios si hemos afirmado que –según el testimonio de estos textos, bien analizados- debemos postular su existencia: dos Reinos de Dios, o dos períodos de él, y por qué no es ésta la doctrina que se enseña comúnmente en las Iglesias. La respuesta tiene que ver con una doble circunstancia: A) el momento de composición y B) la tendencia espiritual de los Evangelios, tanto sinópticos -Mateo, Marcos, Lucas- como tras ellos el de Juan. A) Los escritos evangélicos canónicos se escriben entre el 70 y el 100 d.C., en un momento en el que ha fracasado la “misión a los judíos” por parte de la naciente Iglesia cristiana, es decir, ha concluido en fracaso el intento de convencer a los judíos de que el mesías había llegado ya, y que éste era Jesús de Nazaret, muerto y resucitado por Dios. Entonces los grupos de cristianos dirigen su propaganda religiosa de captación de nuevos fieles, sobre todo a los paganos habitantes del Imperio romano. Ahora bien, en el que podríamos denominar osadamente “mercado religioso del siglo I”, en el Mediterráneo oriental sobre todo, muy activo y bullente, pleno de filósofos itinerantes, de propagandistas de las religiones orientales y de los cultos de misterios, no tenía ninguna perspectiva de éxito insistir, en la propaganda de la nueva fe, en la primera fase del Reino de Dios predicado por Jesús. En efecto, ésta presentaba un mesías estrictamente judío, con un reino espiritual sí, pero ante todo de bienes materiales en una “Jauja” paradisíaca en la tierra de Israel. Era la primera fase de un Reino de Dios en la que había algunos felices fieles de procedencia gentil/pagana, pero muy pocos; los beneficiarios eran casi todos judíos. Después de la Gran Revuelta de los judíos contra Roma, que concluyó en el 70 d.C. con la destrucción de Jerusalén y su Templo, y con una animadversión general de los habitantes del Imperio contra los judíos…, no era nada recomendable ni presuntamente exitoso presentar un “Reino de Dios - Primera fase”, casi puramente judío, con un mesías judío y con resultado feliz casi sólo para judíos. Así que los evangelistas optaron por casi silenciar esta “Primera fase del Reino de Dios” e insistir en la Segunda, el Reino de Dios ultramundano. Esta tendencia fue continuada por la Gran Iglesia, cuyos miembros en el siglo II eran ya casi todos de procedencia gentil. Sus efectos duran hasta hoy en la predicación y catecismo cristianos. B) En segundo lugar esta puesta en segundo plano de la “Primera Fase del Reino de Dios”, tan terrenal, tiene que ver con el talante espiritual de los Evangelistas. Los cuatro son seguidores de la reinterpretación paulina de la figura y misión de Jesús de Nazaret, que insiste desde luego en el valor salvífico de la cruz y resurrección de Jesús (el cuarto evangelista en menor grado), pero que presenta a Jesús no tanto como un mesías judío cuanto como el salvador universal de todos los hombres. Por ello los cuatro evangelistas restringen las expresiones sobre el Hijo del Hombre escatológico sólo al tiempo de Jesús. En las cartas auténticas de Pablo de Tarso, compuestas de veinte a treinta años después de la muerte del Nazareno, tanto la figura del “Hijo del Hombre” como la expresión tan judía el “Reino de Dios” apenas desempeñan función alguna: están casi ausentes. Lo mismo ocurre con el resto de los escritos del Nuevo Testamento donde casi ni parece el “Hijo del Hombre”. La concepción paulina –como veremos- de un reino de Dios totalmente ultraterreno, tal como se deduce sobre todo de su idea del final del mundo en 1 Tesalonicenses 4 y 5, se corresponde ante todo con la Segunda fase del Reino de Dios, la postrera, ultraterrena. Pablo de Tarso, aunque creyente como Jesús en un fin inmediato del mundo, modifica un tanto la concepción del final…, como ocurre en su teología con muchos puntos de la religión y religiosidad de Jesús de Nazaret. Y tras los pasos del Apóstol han ido la mayoría de las iglesias cristianas, que son paulinas fundamentalmente. Sinteticemos: cuando los Evangelios –que son todos, los cuatro de carácter paulino en su concepción básica sobre la función y valor de la muerte sacrificial del Mesías por los pecados de la humanidad; que son obras ante todo de propaganda de la fe en un Jesús no sólo mesías judío, sino sobre todo redentor y salvador universales– intentan abrirse paso en la efervescente vida religiosa de finales del siglo I d.C. en el Imperio romano, no era en absoluto aconsejable insistir en la primera fase del Reino de Dios, tan terrenal y tan judía, sino en la segunda, ultramundana, final absoluta, paraíso y cielo para todos los justos, tanto de procedencia judía como gentil. Esta perspectiva hizo que en el material evangélico la primera fase del Reino quedara en la sombra y sólo el análisis crítico sea capaz hoy día de ponerla de relieve con los restos de material histórico que de ella quedan en los Evangelios. Esta tendencia que corresponde a la misión religiosa de corte paulino dura hasta hoy. Nuestra síntesis pone de relieve, además, algunos aspectos poco citados, u omitidos, en los libros al uso para consumo de los fieles: que si tuviéramos solo y exclusivamente los Evangelio no podríamos reconstruir con seguridad el pensamiento de Jesús sobre el Reino. Que este reino de Dios según Jesús era totalmente terrenal en su primera fase, que constaba de bienes también terrenales. Que indirectamente tenía enormes consecuencias políticas. Que Pablo –al proclamar a Jesús como mesías, salvador a las gentes del Imperio romano– no tiene más remedio que mudar no solo la figura de Jesús, sino también la del núcleo de su predicación, el reino de Dios. Que esta mutación no es concorde con la idea nuclear que de ese Reino tenía Jesús el Nazoreo. Que el cristianismo actual solo piensa en el reino de Dios ultraterreno y que esa noción, como exclusivista, es de raigambre paulina. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com b[
Domingo, 22 de Noviembre 2015
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
La historicidad de los evangelios –o, si se prefiere, el grado de fiabilidad que estos merecen– es una de esas cuestiones clave que, quizás precisamente en virtud de sus implicaciones potencialmente devastadoras, no acostumbran a ser respondidas de manera suficientemente clara. Los autores confesionales acostumbran, sea a soslayar, sea a minimizar todo lo posible los problemas de fiabilidad de los evangelios con diversos procedimientos, y generalmente, tras un mero reconocimiento genérico pro forma de la existencia de tales problemas, en la práctica pasan a olvidarlos. Pero también a menudo los estudiosos laicos abordan de modo insatisfactorio esta cuestión, bien porque presuponen que el carácter hagiográfico de los evangelios hace superflua la demostración de su escasa fiabilidad, bien porque –más a menudo– se acomodan a las expectativas del lector medio, que en consonancia con la enseñanza eclesial tradicional tiende a asumir la básica verosimilitud de lo narrado. El problema se plantea de forma particularmente acuciante en lo que respecta a los relatos de la pasión, que constituyen el punto neurálgico del kerigma cristiano hasta el punto de que, en la célebre frase de Martin Kähler, los evangelios pueden ser definidos como “relatos de la pasión precedidos de una extensa introducción”. En diversos artículos, y de acuerdo con otros investigadores, he puesto de manifiesto de modo argumentado que, a pesar de su carácter de propaganda religiosa, existe un núcleo no solo verosímil sino históricamente probable en esos relatos, que consiste en que el galileo Jesús hijo de José (Jesús de Nazaret) fue ejecutado en Jerusalén por orden del prefecto romano Poncio Pilato hacia el año 30 e.c. con acusaciones de signo político –una posición antirromana–. He argumentado asimismo que algunos otros detalles extraíbles de los relatos de la pasión tienen asimismo un altísimo grado de probabilidad: que hubo algún tipo de resistencia armada por parte del grupo de Jesús, que este fue ejecutado en una crucifixión colectiva –y que por tanto Jesús fue ejecutado con varias personas relacionadas ideológica y/u operativamente con él–, y que fue acusado (con fundamento) de enarbolar una pretensión regio-mesiánica. Sin embargo, una vez admitido esto, poco más de tales relatos tiene visos de verosimilitud. Una gran proporción muy considerable de los contenidos de los relatos de la pasión oscila entre lo improbable y lo imposible. Esta proporción es mucho mayor de lo que la mayor parte de estudiosos están dispuestos a reconocer, tal como muestra un análisis mínimamente pausado. Las razones para ello han sido mostradas en solo algunas ocasiones por estudiosos particularmente críticos, aunque sus voces resultan apenas audibles en medio del ruido creado por las legiones de quienes repiten acríticamente las viejas cantilenas. En un artículo que acaba de publicarse, he expuesto las razones principales no solo para desconfiar, sino para mantener positivamente que los relatos de la pasión son –dejando aparte el núcleo señalado– narraciones piadosas, apologéticas y polémicas, infestadas de incongruencias y cuya fiabilidad como fuentes históricas resulta muy limitada. Los lectores interesados pueden descargarlo gratuitamente en https://uned.academia.edu/FernandoBermejoRubio Resulta profundamente aleccionador que una gran cantidad de personas, incluso con una seria formación cultural, estén dispuestas a prestar amplio crédito a tales relatos hagiográficos como fuentes históricas. A ello ha contribuido no solo un eficaz y multisecular proceso de adoctrinamiento, sino también el hecho de que la dramática historia narrada en estos escritos –la de un ser ontológica y moralmente excepcional, víctima inocente de una conspiración por parte de una colectividad odiosa y desalmada– resulta vívida y profundamente cautivadora, a tal punto que para muchos oyentes y lectores a lo largo de los siglos ha poseído indudable verosimilitud, a pesar de sus abundantes e innegables incongruencias. La necesidad de contar con relatos que doten de sentido a la difícil existencia humana, por inconsistentes que sean, parece inhibir la capacidad crítica del sedicente homo sapiens hasta límites insospechados. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 18 de Noviembre 2015
Notas
Escribe Antonio Piñero
¿Quién es el rey de este reino? La respuesta a esta pregunta es variada. Se da por supuesto que el rey supremo es Dios, aunque dada la distancia entre la divinidad y los hombres, Dios no ejercerá el dominio propio de su reinado directamente. El Jesús que aparece en la tradición evangélica no es explícito a este propósito, por lo que acudimos a la tradición de la teología del judaísmo de su entorno que sin duda Jesús compartía. El rey de la primera fase del Reino de Dios sería, para la inmensa mayoría del pueblo, el “mesías”. Pero esta figura se concebía de modos muy diferentes en la época de Jesús. Normalmente –se pensaba- sería un personaje descendiente da algún modo de David, conforme a la profecía de Natán de 2 Sam 7, que se ha citado en el capítulo anterior. Tendría este rey davídico dos facetas: una guerrera; otra, de cuidado de que se enseñara la Ley y fuera como la “constitución” del Reino y se cumpliera exactamente. Respecto a su faceta guerrera sería un hombre que ejercitaría expresamente la acción bélica contra los extranjeros, para expulsarlos de la tierra de Israel de modo que el pueblo no tuviera impedimento en practicar libremente su religión. Pero a la vez no confiaría en sus propias armas, ni en jinetes ni carros de combate, sino que la victoria vendría concedida expresamente por Dios. ¿Cómo intervendría Éste? Con una acción maravillosa y directa, o bien por medio de sus ángeles (“doce legiones de ángeles”: Mt 26,53). Esta imagen de rey guerrero, pero también pacífico, promotor de la Ley y del bienestar del pueblo –una vez establecido el Reino-, es la del Salmo 17 de la colección denominada Salmos de Salomón . Para otros judíos de la época, como los representados en los Manuscritos del Mar Muerto o en los Testamentos de los XII Patriarcas , habría en realidad dos “reyes”, es decir, dos “mesías”: uno sacerdotal; otro guerrero. El texto más famoso que presenta esta idea es 1QS IX 9-11 (Regla de la comunidad de Qumrán): b[… Serán gobernados [los miembros de la comunidad de Qumrán] por las ordenanzas primeras en las que comenzaron a ser instruidos, hasta que venga el profeta (el precursor) y los mesías de Aarón [sacerdotal] y de Israel [el guerrero].]b Para otros judíos del siglo I, el rey-mesías habría de ser también una figura humana, pero de algún modo celeste. Las figuras eran variadas: Melquisedec (Génesis 14,18), o un “hijo de Dios” o “hijo del Altísimo”, o un Hijo del Hombre, o el “profeta” Henoc, o una figura indeterminada, que actuaría en la tierra como delgado divino. De este personaje trataremos más adelante al discutir si Jesús se creyó a sí mismo, o no, el Hijo del Hombre como juez universal del Gran Juicio (p. *). Finalmente, para otros judíos, el “rey” de esta primera fase del Reino sería simplemente el sumo sacerdote en funciones. Hemos visto en el capítulo anterior cómo el sumo sacerdote es en el pensamiento judío del tiempo de Jesús, por un lado, el representante del pueblo ante la divinidad; por otro, el representante de Dios para el pueblo. En un régimen teocrático, para muchos judíos la figura del sumo sacerdote y su consejo bastaba para regir la nación. Igualmente podría ser así en la primera fase del futuro reino mesiánico. 2. Segunda fase o segundo “reino futuro de Dios” Éste vendrá, según el autor del Apocalipsis (20,7), “cuando se terminen los mil años y sea Satanás soltado de su prisión”. Podemos considerar que no es éste propiamente un “segundo” reino, sino la segunda fase del “Reino de Dios en general”. Habrá entonces otra lucha mesiánica de los malvados, capitaneados por Satanás, contra Jesús y sus fieles. Pero estas huestes del Mal serán definitivamente derrotadas, y entonces tendrá lugar el Gran Juicio final. Inmediatamente antes habrá una resurrección universal para que sean juzgadas todas las gentes: se abrirán los libros celestes, o las “tablas celestiales” y todas las naciones y pueblos serán examinados según sus obras. Finalmente, tras el juicio, los malvados recibirán su castigo junto con el Diablo, su seductor, arrojados todos a un lago de fuego y azufre, donde están también la Bestia y el falso profeta, símbolos del Imperio Romano y por extensión de todos los imperios malvados de la tierra. Allí serán todos atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Ap 20,10). Para los justos vendrá entonces el “cielo nuevo y la tierra nueva” absolutos, cuya característica principal es que se trata ya de un reino ultramundano, en el más allá. Sus habitantes no sufrirán nunca más la muerte, no habrá llanto, ni gritos ni fatigas porque el mundo viejo “ha pasado”, ha desaparecido. El paraíso es esplendoroso: como una ciudad de piedras preciosas y oro. El trono de Dios estará en medio de ella y la felicidad consistirá en darle culto: Verán su rostro y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá noche; ni tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará, y reinarán por los siglos de los siglos (Ap 22,3-5). Esta breve descripción del “segundo Reino de Dios” es obra del presbítero Juan, uno de los autores del Nuevo Testamento más enraizados en el judeocristianismo. Como ya apuntamos, es de suponer que es por ello uno de los que más fielmente se acerca al pensamiento del Jesús histórico, por lo que podemos atribuir a éste una concepción del Segundo Reino parecida a la que hemos señalado. Parece lícito, pues, formular la hipótesis de que Jesús se imaginaba dos reinos de Dios o quizá mejor un Reino de Dios en dos fases: la primera, inmediata, en la tierra de Israel, con la recepción por parte de los fieles del ciento por uno de cuanto hubieren debido sacrificar anteriormente, un Reino pleno de bienes espirituales y materiales. Tras éste vendría la segunda fase, otro “Reino de Dios definitivo”, una vida en el otro mundo absoluto, el “segundo mundo futuro”, muy espiritualizado como piensa el cristiano hoy día, junto a la divinidad, un estar gozoso rodeado de los patriarcas del pueblo (“en el seno de Abrahán”: Lc 16,23), disfrutando de una existencia como la de “los ángeles en el cielo”. Si es así, y ello parece posible, Jesús debía de concebir este mundo futuro, ultramundano, definitivo o final, como un lugar celeste donde los bienaventurados son los justos supervivientes que viven ya una vida angélica. La actividad principal del justo resucitado será la contemplación y la alabanza de Dios junto con los ángeles. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com]bb[
Lunes, 16 de Noviembre 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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