CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


(21-02-2022 / 1213) Coincidencia no sorprendente


El Jesús del judío sionista  Josef Klausner (1921) y la investigación actual
Escribe Antonio Piñero
 
Un lector de Argentina me escribe lo siguiente:
 
Quiero expresarle que soy asiduo lector de sus trabajos y siempre estoy atento a sus publicaciones en su blog de internet. Al igual que Usted soy un apasionado de la figura histórica de Jesús.
 
Quiero expresarle que a mi entender el libro sobre el Jesús histórico de Klausner, "Jesús de Nazaret, su vida y enseñanza",  de 1920 aproximadamente es mi predilecto y a mi modo de ver, no ha sido superado por ningún trabajo posterior.
 
A este respecto, a pesar de haber leído alguna que otra crítica de Usted y Bermejo en su blog al trabajo de Klausner, es sorprendente que Usted en sus trabajos, coincida prácticamente en la totalidad de las conclusiones del libro de Klausner entre ellas:
 
1) Jesús era un judío nacionalista perteneciente a la escuela farisaica.
2) Jesús no era enemigo de los fariseos ni mucho menos, a lo sumo su contendiente en algunas cuestiones de la fe judía.
3) la doctrina ética extrema de Jesús solo es comprensible ante la inminente llegada del reino de dios que él proclamaba.
4) el reino de dios estaba pronto a llegar, solo faltaba las buenas obras y el arrepentimiento para acelerar su venida.
5) Jesús era practicante de la ley judía y nunca se apartó de ella.
6) Jesús nunca quiso salirse del judaísmo de su época, ni formar una religión aparte.
7) Jesús no era de ningún modo un pacifista, puesto que como todo profeta judio, tenia un carácter confrontativo.
8) Jesús al principio de su ministerio sólo actuó como profeta y continuador de la misión de la Bautista y solo al final de su carrera se proclamó Mesías.
9) Jesús no entabló la "eucaristía" por ser una idea totalmente ajena a la mente judía del siglo I.
10) Jesús nunca se consideró Dios ni Hijo de Dios. La palabra Abba, utilizada por Jesus era una palabra corriente como de igual manera Hijo del Hombre que no significa título honorífico alguno.
11) Jesús no predice ni quería su muerte.
12) Los líderes judíos actuaron contra él "por cuestiones políticas ya que temían que una revuelta derramara mucha sangre judía".
 
Es interesante como ese libro escrito alrededor de la primera década del siglo pasado, todavía no haya podido ser superado en sus conclusiones generales sobre el Jesús histórico. Y que Klausner haya sido un activo militante del sionismo, a mi modo de ver, no afectó en nada en la visión del Jesús histórico, puesto que, repito, coincide prácticamente en su totalidad con las conclusiones que Usted también arriba en sus trabajos.
 
Le he contestado: “Tiene Usted razón. En líneas generales Klausner acertó. Pero para este investigador Jesús "se pasó de tal modo de la raya" en su judaísmo que en la práctica lo hizo añicos. Esto es lo que criticamos de Klausner”.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero 
Lunes, 21 de Febrero 2022

18-02-2022 ()


Hoy escribe Antonio Piñero

Tenemos, por una parte, que los evangelios son propaganda de una fe. Por otro lado, observamos que esos evangelios cuando tienen que decir que Jesús era tomado por loco, lo dicen, o cuando tienen que decir que proclama un reino que no llegó nunca lo dicen también ¿Cómo se conjugan ambas cosas?
 
 
Eso es una pregunta que me han planteado alguna que otra vez. Sin embargo, no me parece difícil conciliar ambas perspectivas. Los evangelios son “biografías” de Jesús al modo de la época romano-helenística en la que se escribieron. La parte de propaganda era básica en esas “biografías”. Los evangelistas cumplen con esa labor del biógrafo. Pero pretenden también transmitir historia.
 

Y  tenemos que agradecerles el que datos de la tradición que podían ir en contra de lo que sería la fe futura no fueran eliminados por ellos. Pero también es lógico. Los evangelistas no podían calibrar qué podría ser un problema teológico cien años después, como que su familia estaba en contra, naturalmente, de que Jesús dejara el trabajo en su carpintería  (¡no hay por qué dudarlo!) y se dedicara  a la proclamación del reino de Dios. Los evangelistas tampoco sabían que el reino de Dios no iba a llegar nunca.



Puente Ojea calificaba estos datos como "material furtivo" y en verdad, por el criterio de dificultad, a saber, nadie tira piedras sobre su propio tejado a sabiendas, tal material ayuda muchísimo a reconstruir la figura del Jesús histórico.
 


Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Viernes, 18 de Febrero 2022

Notas

Una breve apostilla


 
Juan 17,26: “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”.

Hay quien argumenta:

“Jesús dice que les está dando a conocer el nombre es decir, que antes no sabían ese nombre y qué es Jesús el que les está COMUNICANDO ese nombre, es decir, que antes, no lo conocían, pero ahora se lo está dando a conocer Jesús, de modo que debe ser un Dios que no conocen puesto que es Jesús el que les está dando a conocer ese nombre”.
 
 
Y añade que mi argumento de que Jesús no introduce un Dios diferente al del Antiguo Testamento, sino el mismo de todos los israelitas, a saber, Yahvé, “no se sostiene”.

Ruego que no se enfaden conmigo los lectores habituales de este medio, si les digo que si defienden que Jesús no era judío y que predicaba un Dios distinto al de Israel es un imposible histórico.
 
Los que sostienen esta extraña idea en el mundo académico no entienden a fondo el Evangelio de Juan. El nombre que Jesús, el revelador celestial --que desgraciadamente para los creyentes no es el Jesús histórico, sino el Jesús “fabricado” por los autores de este evangelio místico, no histórico—es la esencia  (“nombre” como esencia de la persona en hebreo) íntima del Dios que naturalmente ningún israelita conoce hasta que ha llegado Jesús, repito, el revelador definitivo según el grupo johánico.
 
Antes de Jesús todos los israelitas conocían en “nombre” de Yahvé, pero imperfectamente; sólo Jesús revela su esencia íntima.

Lean, por favor el comentario de Gonzalo Fontana en “Los Libros del Nuevo Testamento” de Trotta del contexto (pp. 1398-1399). Se lo reproduzco aquí:

25        Os he dicho estas cosas en parábolas: hasta ahora, Jesús ha usado un lenguaje de imágenes veladas (véase 13,8-11; 13,16; 15,1-17; 16,21). En los LXX el término paroimía se utiliza para traducir el hebreo mashal que cubre una amplia gama de discursos figurativos, basados en elementos oscuros o enigmáticos: hasta el momento Jesús ha estado hablando de forma velada; sin embargo, después les hablará abiertamente acerca del Padre, el inaccesible (véase 1,18).

26        En ese día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros: la frase no tiene un sentido claro: ¿quiere decir que la propia fe de los creyentes va a propiciar que estos puedan acceder a Dios directamente?

29        ahora hablas abiertamente: a pesar de que con mucho optimismo los discípulos creen haber entendido el mensaje de Jesús (véase 16,32), en realidad tendrán que esperar a que el Espíritu les dé auténtico entendimiento (véase 16,13).

30        Ahora sabemos que lo sabes todo: la frase subraya la omnisciencia de Jesús (véase 1,47-49; 2,23-25; 4,16-19).
 
Como pueden Ustedes observar, l deducción de que los discípulos “no conocían el nombre” y Jesús lo revela nada tiene que ver con que el Dios de Jesús no es Yahvé, el Dios común de todos los israelitas.
 
Por favor, lean el volumen “Los libros del Nuevo Testamento” de Trotta, edición comentada. Hay versión digital.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Recuerden los residentes en Madrid:
 
Hoy, miércoles  16  de febrero 2022 a las 19.00 horas  en el salón de actos de la biblioteca Municipal de Madrid "Eugenio Trías", "Casa de Fieras, Paseo Fernán Núñez 24 (en el Retiro) dialogaremos Javier Sierra (Premio Planeta) y yo sobre Los libros del Nuevo Testamento". Y estará también con nosotros otro Premio Planeta: Juan Eslava Galán. Entrada libre hasta completar aforo.
 
El diálogo será grabado por Radio Nacional de  España, que lo emitirá cuando crea conveniente.
Miércoles, 16 de Febrero 2022

Notas

8votos

El vocabulario cristiano incluye este confuso término que debe ser convenientemente analizado. “Justificación por las obras” o “justificación por la fe” son temas demasiado importantes como para no atender a su verdadero significado. Basándome en un apunte que incluí en mi último libro, trataré esta cuestión.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


071. Justificación.
Retrato de Martín Lutero por Lucas Cranach.

Una de las grandes consecuencias de la revisión teológica que llevó a cabo Martin Lutero fue el planteamiento, a partir de su interpretación de las cartas de San Pablo, de la “justificación por la fe” como gran terremoto de la Iglesia Católica. Pero, ¿qué significa exactamente “justificación”?

Ya en mi tesis doctoral tuve el problema de traducir adecuadamente el término que en las cartas de Pablo recibe esta versión al español. Porque justificación, en el lenguaje normal, significa algo así como “explicación razonada”; incluso “explicación que respalda un hecho o actuación”. Pero si esta es la idea que debemos aplicar a la tesis de Pablo y la diatriba entre Lutero y la Iglesia Católica, no se entiende que uno “reciba la justificación”, pues, en realidad, uno debe “dar la justificación”. Como digo, en mi tesis traduje de otra manera.

La palabra griega para justificación es dikaiosýne (δικαιοσύνη), y el verbo justificar es dikaiódso (δικαιόω, δικαιόζω). Están formadas ambas palabras a partir de Díke (Δίκη), “Justicia, que a su vez proveniente de una raíz indoeuropea muy fértil: *deik/dik, de la que provienen palabras como decir, dictado, deíctico, índice, judicial, jurídico y muchas otras.
Es un término de carácter legal que, sin embargo, tiene que ver con la idea de “mostrar”, “indicar”, en este caso lo que se debe hacer.

Pero el sentido cristiano es otro. En mi último libro “Hijos de Yahvé: una arqueología de Jesús y Pablo”, indiqué en la página 63 éstas y otras consideraciones referidas al Juicio Final y a haber cumplido la Ley de Dios:
 
“Es también relevante, aunque generalmente está mal explicada, la idea de cumplir con la Ley como forma de asegurarse la salvación. No había otra posibilidad para la persona que se consideraba judía que cumplir la Ley para alcanzar el beneplácito final el día del juicio. Ese día culminaría en una vista universal que examinaría el comportamiento de toda la humanidad. En esa vista se decidiría si una persona ha sido justa o no, es decir, si se ha comportado según la Ley mosaica o no, y si ha aumentado su buen comportamiento mediante el recurso al zekhut. El repaso terminaría con la absolución o condena de cada persona. Esa decisión es lo que se denomina en muchas traducciones “justificación”, lo cual conlleva en español actual un problema de significado. No se trata del habitual significado de “explicar un comportamiento” sino de sancionar a alguien como persona justa. La palabra “justificar” está construida sobre el adjetivo “justo” y sobre el verbo “hacer” en una forma todavía cercana al latín facere. Tenemos este tipo de compuesto en panificadora, escenificar, amplificar, certificar, purificar, santificar, beatificar, etc. La palabra española es traducción de la griega dikaiódsein, con el mismo significado basado, en dikaiós, “justo”, y el sufijo -dsein que indica lo mismo que el latino-español -ificar. Pero, como ya he indicado, no se trata de justificar sino de considerar justo, por lo tanto, “absolver en un juicio”. Olvidando la raíz de justicia y mirando más a los resultados del proceso podríamos usar los términos “absolución”, “exculpación”, “absuelto”, “exculpado” en lugar de “justificación” y “justificado”.

Vuelvo, por tanto, a proponer traducir “absolución” para “justificación” y “absuelto” para “justificado”, siempre atendiendo a que se trata del resultado del examen último el día de la restauración del reino de Dios, del juicio de comportamientos de cada persona según un código legal concreto, la Ley de Dios.

Así, Lutero interpretó que San Pablo ofrecía ser absuelto el día del juicio si uno siempre había creído en Jesús pese a que las obras de una vida no hubieran justificado la absolución.

Saludos cordiales.

www.eugeniogomezsegura.es
logos@eugeniogomezsegura.es
 
Domingo, 13 de Febrero 2022

(11-02-2022 / 1210)


Escribe Antonio Piñero
 
Muy oportunamente escribe S. Guijarro en su libro “Los cuatro Evangelios” (Sígueme, Salamanca 2021) que las semejanzas entre el Evangelio de Juan y el de Marcos “Resultan más visibles cuando se contemplan en el marco de los diversos libros sobre Jesús compuestos en los inicios del cristianismo” (p. 94). Y añade  que los dos evangelios tienen en común “Una serie de rasgos característicos y numerosos episodios sueltos… junto con importantes discrepancias”.
 
Ciertamente es así. Obligatorio estar de acuerdo: toda persona interesada debe adquirir una sinopsis de los Evangelios, por ejemplo, la de Antonio Vargas Machuca y José Alonso Díaz, publicada por la editorial de la “Universidad Pontificia Comillas”, que es un instrumento indispensable para el estudio de los evangelios pensado no para los técnicos Las diferentes columnas, que corresponden a cada uno de ellos están en español, no en griego. Por tanto la obra está destinada para los “aficionados” al estudio de los Evangelios, pero que no han tenido la oportunidad de aprender la lengua helénica.
 
Y señala también Guijarro que los paralelos más significativos no se dan entre Marcos y Juan, sino entre Marcos y Lucas, lo cual es al menos curioso e interesante. Por último, plantea nuestro autor las tres hipótesis que la “investigación reciente” (he observado repetidas veces en este foro que para él la “investigación” se reduce a la de los investigadores confesionales o criptoconfesionales y no a los independientes), que son las tres que siguen:
 
1. El evangelio de Juan depende de los Sinópticos
 
2. El evangelio de Juan no depende de los Sinópticos, sino que utilizó las mismas fuentes, orales o escritas que estos últimos
 
3. Juan conoció a los Sinópticos en especial a Marcos, pero escribe independientemente de ellos (‘’. 95-96)
 
Adelanto ya una pista de la solución que adoptamos respecto a esta cuestión en el volumen “Los libros del Nuevo Testamento”. Y es que, muy probablemente, tanto la comunidad que está detrás del IV Evangelio y del Evangelio de Lucas, vivían en la misma ciudad, Éfeso (hipótesis de Gonzalo Fontana)… y  ¡Cómo no iban a conocerse…!
 
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 11 de Febrero 2022

Notas

6votos

(1209. 09-02-2022)


Coro de insultadores
Escribe Antonio Piñero
 
Una aclaración a propósito del “Coro de insultadores” que rodea hoy día en Twitter, Internet en general, a los autores de libros  y blogueros de cualquier tipo:
 
Ante todo: ¡Tranquilos! No todo el mundo tiene el lujo de estar rodeado de un coro de insultadores. ¡Que hablen mal de uno, pero que hablen! No saben el enorme beneficio que nos hacen. Y… también: “Ladran, luego cabalgamos”!
 
Aunque ya me lo hayáis oído o leído, deseo repetir: a los autores del volumen colectivo editado por mí  los "Libros del Nuevo Testamento" (Trotta) no nos mueve en absoluto un interés económico, ya que hemos renunciado en una grandísima parte a los derechos de autor para que se difunda la obra. Nos mueve ante todo la difusión del libro, ya que creemos que es un caso único sobre todo en lengua castellana.
 
Y no porque los autores seamos más listos –entre los colegas somos normalitos–, sino porque estamos convencidos de que en lengua española, portuguesa, italiana y francesa, al menos, nadie se había atrevido a dar una explicación puramente histórica a todas las secciones de los 27 libros del Nuevo Testamento, y en especial a los Evangelios.
 
Ya somos jubilatas y estamos de vuelta de muchas cosas. Y gozamos de la libertad de no depender de nadie económicamente, sino de nuestra pensión. Eso da mucha libertad para que con respeto y cortesía se comenten los textos de un modo que otros no se atreven, porque aún dependen de un sueldo o por sus convicciones religiosas que en cierto modo los atan en la investigación (¡me criticarán por esto!).
 
Insisto: explicar y comentar con cortesía y respeto. Pura historia. Al menos lo intentamos.
 
Nunca me cansaré de decir y escribir que un comentario y explicación laica al Nuevo Testamento no va contra nadie. Los autores del volumen, y en especial yo que tuve la idea y que cargué con el 81,20 % del trabajo, no somos anticlericales.
 
Me gustaría que los historiadores confesionales tuvieran la amabilidad de refutarnos con argumentos y no con un espeso manto de silencio.
 
De nuevo mi agradecimiento a todos Ustedes, lectores Un abrazo para todos.
Antonio Piñero
 
 
Miércoles, 9 de Febrero 2022

Voy a pasar del 1034 al 1207 que es su verdadera numeración (los dos primeras cifras indican el bloque de postales).
Como curiosidad: hasta ahora he publicado en este medio, contando la de hoy, 2899 postales


Escribe Antonio Piñero
 
Afirma Guijarro (p. 93), en la obra archimencionada por mí, que la cuestión de las semejanzas y diferencias entre los tres primeros evangelios y el de Juan es tan sorprendente que merece un tratamiento especial. ¡También de acuerdo!
 
Comenta que es una explicación que ya se plantearon los primeros cristianos. Y, como naturalmente, no cita lo que afirmé en mi “Guía para entender el Nuevo Testamento” de Trotta 2006, que va, creo por la sexta edición contando la digital, si no me equivoco, me paso a esta obra, y ya seguiré comentando otro día:
 
Escribí en el apartado 4. Finalidad del Cuarto Evangelio
 
¿Por qué repensó Juan y reescribió la tradición sobre Jesús? (Añadiría hoy día: ¡una enmienda a la totalidad a lo escrito por sus antecesores) No es posible saberlo con exactitud. Pero la respuesta debe hallarse en que pensaba que otros escritos evangélicos anteriores no habían presentado de modo adecuado las tradiciones sobre Jesús.
 
Más explícitamente: frente a la imagen de Jesús de Marcos, Mateo y Lucas, el autor del Cuarto Evangelio pretendía probablemente ofrecer una interpretación más completa, profunda y exacta de lo que en su opinión fue realmente el personaje. Como ocurría con Mateo y con Lucas, el autor del EvJn escribe su obra para enmendar conscientemente la plana a sus predecesores.
 
El principio que le mueve es el mismo que propició hasta el momento de la composición del IV Evangelio: la evolución de la cristología. Ello está expresado indirectamente en el evangelio mismo: la verdadera imagen de Jesús sólo se comprende bien tras su muerte.
 
Dice Jesús en 14,26: “Esto es lo que tenía que deciros mientras estaba con vosotros; el abogado que os enviará el Padre en mi nombre, el Espíritu santo, ése os enseñará todo y os irá recordando todo lo que yo os he dicho”. Igualmente en la interpretación de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén: “Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento. Pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de lo que estaba escrito sobre él y qué era lo que habían hecho” (12,16). Finalmente, en 13,7 Jesús dice a Pedro en el lavatorio de los pies: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde”.
 
Es claro que sólo gracias a la iluminación del Espíritu  que se otorgará a los discípulos tras la muerte y resurrección del Maestro, se percibirá el verdadero significado de lo que hizo, dijo y representó Jesús. Por tanto, parece que el autor del IV Evangelio afirma con claridad que él ha escrito un evangelio tal como se debe ver a Jesús tras la muerte de éste con la ayuda del Espíritu (el Paráclito que “guía hasta la verdad completa”: JN 16,13) prometido por el Maestro. Con otras palabras: el evangelista puso por escrito lo que él cree que Jesús hizo y dijo en vida, lo que en verdad significó su figura y misión, pero todo visto a través de la fe, fortalecida por el Espíritu Santo. Este modo de entender la finalidad del Cuarto Evangelio fue ya propuesta por Clemente de Alejandría a finales del siglo II d.C.  en un texto conocido al que quizá se ha prestado poca atención. El siguiente:
 
“Juan, el último [de los evangelistas], viendo que en los [otros] evangelios se mostraba [sólo la interpretación] corpórea de Jesús, impulsado por algunos conocidos e inspirado por el Espíritu [Santo], compuso un evangelio espiritual” (citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica VI 14,7).
 
Clemente de Alejandría afirmaba que el evangelista Juan no ignoraba lo que había sido escrito sobre Jesús por sus predecesores, sino que no le parecía bien o suficiente. Los demás habían escrito un “evangelio carnal”, es decir, en terminología gnóstica, un evangelio verdadero pero insuficiente, superficial. En el nuevo evangelio el autor presenta este conocimiento especial, “espiritual” (es decir propio de los “movidos por el Espíritu” o verdaderos conocedores), sin preocuparse por refutar expresamente a sus antecesores. Este último hecho es importante e iluminador, ya que una polémica expresa contra los Sinópticos no aparece en el Evangelio. No los considera “falsos”, sino simplemente “corporales” o “carnales”, superficiales.
 
El autor del IV cuarto evangelio indica que su libro sobre Jesús debe suscitar la fe de sus lectores (20,30)… en su imagen de Jesús. Así pues, el Evangelio de Juan está escrito expresamente para defender esta imagen. Y en este sentido el Evangelio de Juan es un escrito polémico, orientado contra los “judíos” que no creen, en especial contra sus dirigentes, contra los discípulos de Juan el Bautis­ta –quienes mantenían que su Maestro era también el mesías (cf. 1,19ss)–, y también contra otros grupos de cristianos (cf. 8,31-32) que no participaban del todo del modo cómo el autor entendía a Jesús (pp. 390-391).
 
Seguiremos con este apasionante asunto.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Lunes, 7 de Febrero 2022

(4-2-22; 1033)



Escribe Antonio Piñero
 
Termino aquí esta evaluación a lo que escribe S. Guijarro en “Los cuatro Evangelios”, pp. 91-93.
 
Explica nuestro autor que la hipótesis de Johann Jakob Griesbach  (1745 -1812) es famosa en la investigación del Nuevo Testamento porque para solucionar el “¿Quién copió de quién?” propuso que Mateo fue  el primer evangelista y que Marcos y Lucas copiaron de él. Lo importante es que Marcos se habría limitado a hacer una “síntesis entre los dos” evangelistas precedentes. En realidad esta idea ya la propuso san Agustín.
 
Quien pueda leer alemán tiene una estupenda historia de la cuestión sinóptica, en la Einleitung (“Introducción) al Nuevo Testamento de Werner Georg Kümmel (que ya cité en alguna ocasión) en las pp.19 y siguientes. Sobre la hipótesis de Griesbach trata en la p. 21. Cita a Agustín como lo hace ahora Guijarro, pero ninguno de los dos dice dónde. Por mi parte, tampoco puedo dar una cita exacta.
­­­­
Tiene razón Guijarro cuando escribe que “se trata de la hipótesis que mejor explica las expresiones dobles” entre los evangelistas sinópticos… ¡Pero no aclara el presunto y extraño comportamiento de Marcos que al copiar elimina un buen monto de material interesantísimo sobre Jesús! Tiene poco sentido.
 
Luego explica Guijarro la complicadísima hipótesis de Benoit- Boismard. Transcribo las palabras de nuestro autor: hubo “tres estadios en el proceso de redacción de los evangelios” […] Según la hipótesis “en el primer estadio habrían existido cuatro documentos”, anónimos naturalmente. Los tres primeros son designados por Benoit- Boismard, “con las letras A,B,C, y el cuarto con la sigla Q”. Hubo “diversas combinaciones de estos cuatro documentos, que a su vez habrían servido de base a los evangelios actuales” (p. 92). La hipótesis postula que hubo un Marcos intermedio que influyó en Mateo, Marcos y Lucas; y un Proto Lucas que solo influyó en Lucas.
 
Estoy de acuerdo con Guijarro (p. 93) en que las relaciones entre los evangelios sinópticos fueron más complejas que lo que las hipótesis que intentan explicarlas. La de Benoit- Boismard es “una de las explicaciones más serias y mejor fundadas[…], pero como hipótesis de trabajo resulta poco práctica” (p. 93).
 
El próximo día hablaremos de la relación del Evangelio de Juan con los Sinópticos y ahí creo que tengo algo que decir un tanto más personal.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:

Otro enlace a un programa de radio en el que se trató de “Los Libros del Nuevo Testamento”

https://youtu.be/rSfHJvo9P34
 
Viernes, 4 de Febrero 2022

2-2-22; (1032)


 
Escribe Antonio Piñero
 
Sigo erre que erre comentando a S. Guijarro en su libro “Los cuatro Evangelios”. Por ahora los comentarios son más bien informativos. Pronto llegaremos a temas en los que las precisiones serán de un tono bastante más crítico, pero manteniendo la cortés actitud dialogante / discusión científica. Prometí que iba a explicar tres hipótesis distintas a la usual sobre la prioridad de Marcos y la existencia de la Fuente Q. Pero me temo que voy a “liar” a los lectores. Así que solo aclaro la de Farrer-Goulder.
 
Guijarro presenta en primer lugar en la p. 90 otra solución a las cuestiones planteadas por los paralelos y diferencias entre Marcoa, Mateo y Lucas: la de solución de Farrer –Goulder que consiste en eliminar la Fuente Que; postular que el Evangelio de Marcos es el prioritario cronológicamente; que este fue utilizado por Mt; y finalmente que Lucas conoció bien el Evangelio de Mateo y tomó de él, a veces literalmente esos 200 versículos  que atribuimos a la Fuente Q. Por tanto esta no se ha perdido…, sino que no existió nunca. Lo cual explica que no se haya conservado ni un solo manuscrito.
 
Estoy de acuerdo con Guijarro en que esta hipótesis Farrer-Goulder es muy sencilla y que explica por qué coinciden Mateo y Lucas en 200 versículos  que no se hallan en Marcos.
 
Y también de acuerdo cuando Guijarro aclara, en este misma página, las dificultades de esta solución tan sencilla. Son las siguientes:
1. Farrer-Goulder no aclaran cuál es el origen de  esos 200 versículos  comunes. La existencia de la Fuente Q sí lo aclara, aunque sea hipotética.
2 En realidad la suposición de que Lucas solo copió de Mateo plantea la cuestión siguiente ¿De dónde tomó Mateo esos 200  versículos? La pescadilla que se muerde la cola.
 
3. La hipótesis de Farrer-Goulder tampoco es capaz de “explicar de manera satisfactoria por qué cuando Mateo y Lucas narran acontecimientos que también refiere Marcos, lo hacen de modo muy parecido; mientras que cuando narran acontecimientos que Marcos no refiere lo hacen a veces de forma muy diversa y contradictoria”.
 
 Aquí pone Guijrro un ejemplo, que no me parece afortunado: el de los “evangelios de la infancia”, Lucas 1-2 y Mateo 1-2: “No resulta fácil explicar por qué Lucas se aparta de forma tan radical de la narración de Mateo entrando incluso en contradicción con Mateo cuando explica la relación de Jesús con Nazaret y Belén.
 
No me cuadra este ejemplo, porque me parece claro que los evangelios de Mateo y Lucas fueron compuestos por sus autores sin las narraciones de la infancia. Estas fueron añadidas después, probablemente en el siglo II, por discípulos de cada uno de los evangelistas. Esta suposición que defiendo explica muy bien por qué – tanto en Mateo a partir del capítulo 3 como en Lucas también a partir del capítulo 3– Jesús y María no tienen ni la menor idea de lo que pasó en la concepción e infancia de Jesús
 
Por el contrario, sí me parece más oportuno lo que Guijarro explica en la página siguiente (91), cuando pone el ejemplo de las apariciones y señala que "ambos evangelistas difieren a la hora de situar geográficamente las apariciones de Jesús a sus discípulos, así como en otros detalles de no poca importancia”
 
Y finalmente: de acuerdo también con Guijarro cuando señala que “estas y otras objeciones explican que […] la hipótesis de Farrer-Goulder no haya alcanzado un reconocimiento amplio entre los estudiosos”.
 
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Un programa de “La Escóbula” dedicado al volumen  “Los libros del Nuevo Testamento”
 

http://www.laescobula.com/programa-418-deconstruyendo-el-nuevo-testamento/
 
 
Miércoles, 2 de Febrero 2022

(1032.- 31-01-2022)


Escribe Antonio Piñero
 
Sigo comentando el libro de S. Guijarro sobre los cuatro evangelios. La hipótesis de los dos documentos es la que sostiene que, no hay mejor explicación de los enormes parecidos entre los evangelios de Mateo y Lucas que suponer que, además de otras fuentes menores, los evangelistas tuvieron ante sus ojos y copiaron de Marcos y de la Fuente Q.
 
Y aunque esta hipótesis goza de un aprecio prácticamente unánime, tiene sus detractores, asunto bien explicado por parte de Guijarro, es interesante  leer sus páginas 87-89.
 
Argumenta nuestro autor que “la principal objeción consiste en negar la existencia de la Fuente Q. La segunda es que Marcos y “Q” no son fuentes independientes, sino que hay casos en los que los dos documentos coinciden. Y pone  cuatro ejemplos de coincidencias o combinación entre Marcos y “”, que debe consultar el lector.
 
Solo añado y estoy de acuerdo con Guijarro, que tales coincidencias literales “se pueden explicar de tres formas: a) Marcos y Q tuvieron acceso a las mismas tradiciones orales; b) Marcos conoció a Q; c) Q conoció a Marcos”.
 
Y, desde luego, aun admitiendo las dos primeras explicaciones (a y b) como posibles, Guijarro se pregunta “por qué razón Marcos prescindió de la abundante tradición de dichos de Jesús que presuntamente  habría tenido que encontrar en la Fuente Q o en la tradición oral que transmitía esos dichos (p. 89).
 
Estoy de acuerdo.
 
El próximo día comentaré el análisis de Guijarro de la hipótesis de Farrer-Goulder, de Griesbach y de Benoit-Boismard.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Enlace a otra entrevista, con los miembros de la “escuela de Alejandría”, sobre los Libros del Nuevo Testamento”:
https://youtu.be/gROLxWgiFTs
 
https://www.facebook.com/events/412786360536320/
Lunes, 31 de Enero 2022
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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