CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

Otro tema importante que nos sirve para mostrar (más que demostrar) que los Evangelios nos presentan –si no en la superficie, si al menos en una lectura atenta- la imagen de un Jesús meramente humano encuadrado en la religión y religiosidad judía del siglo I es la noción del Nazareno sobre el Reino de Dios. ¿Cómo concebía Jesús este Reino?

Sobre este tema he aquí una síntesis de mi pensamiento al respecto expresado en diversas publicaciones desde hace años:

El reino de Dios que Jesús predicaba es exactamente el mismo que habían proclamado los profetas de las Escrituras hebreas. Él nunca necesitó explicar qué era exactamente el Reino de Dios, porque todos sus oyentes lo sabían por las continuas lecturas en la sinagoga de la Biblia y las explicaciones que se le agregaban. Y la proclamación del Reino de Dios es la característica esencial de Jesús que lo define como un hombre en la línea total del pensamiento profético de la Biblia hebrea.

Reducido a sus términos más escuetos, este ideal del Reino significaba la actuación definitiva de Dios en el marco de la Alianza establecida desde antiguo entre Abrahán y el pueblo escogido, que al establecer con toda claridad su poderío en la tierra aspiraba a la liberación político-religiosa del pueblo judío. Tal liberación era la conidicón sin la cual no se podía cumplir plenamente en Israel la lay divina otorgada por Dios a ese pueblo elegido. Esta acción divina para instaurar su dominio sobre Israel acarrearía la perdición de los no aptos para el Reino -entiéndase los paganos y los judíos que no adecuaran su vida a las normas de la Ley, y la postrera y definitiva salvación y bendiciones divinas para quienes se hallaren preparados.

Las características del Reino de Dios predicado por Jesús son, al menos aparentemente, un tanto contradictorias:

· Es un "Reino/Reinado de Dios" que se realiza en el futuro, pero con unas ciertas características de comienzo en el presente; se ha iniciado de algún modo ya, pero de hehco su realización se aguarda para el futuro.

· Es un Reino material, de bienes de esta tierra con insistencia en elementos espirituales;

· Es un Reino con claras implicaciones en la política del momento (puesto que los gentiles que no aceptaran el Reino debían abandonar la tierra de Israel en la que les sería casi imposible vivir, ya que se trataría de una auténtica teocracia, gobernada por una "constitución" claraL la ley de Moisés ), pero su proclamador, Jesús, no pone los medios políticos para su realización, sino que los deja en manos de Dios.

La cuestión del pensamiento de Jesús acerca del Reino me parece tan importante para nuestra intención de enmarcarlo en el judaísmo del siglo I que merece la pena detenerse un poco más en él.

Precisar la noción de “Reino/reinado de Dios” según el pensamiento de Jesús es materia muy controvertida entre los hsitoriadores e incluso entre los teólogos por la razón clara que el Nazareno -como dijimos más arriba- no explica en ninguna parte, al menos en lo que tenemos recogido en los Evangelios, qué es exactamente ese reino divino. Es éste un concepto que compartía plenamente con sus oyentes, las gentes que le seguían y escuchaban y que, por tanto, no necesitaba aclarar.

Ocurriría algo similar a lo que puede pasar con un político de hoy que hablara continuamente en sus discursos sobre la democracia. Todo el mundo sabe más o menos qué es, y su definición se da por supuesta por convención en la inmensa mayoría de las proclamas políticas. Ahora bien, el político imaginado sí puede explicar de vez en cuando cómo deben ser algunos rasgos precisos de la “democracia” aquí y ahora: en qué sentido ha de ser límpida y clara, que acciones son incompatibles con ella, qué actitudes son demócratas o no, etc. El político puede estar un año entero hablando sobre la democracia a su público sin necesidad de precisar ni una sola vez qué entiende exactamente por el concepto “democracia”..., puesto que lo da por supuesto y conocido.

Igualmente pasaba con Jesús: en sus parábolas sobre el Reino no explicaba qué era el Reino en sí, sino algunas características o maneras de éste sobre las que le interesaba insistir en algún momento. Por ejemplo:

• Su pronta venida en un momento muy cercano; sus mínimos inicios, ya incoados en el presente, pero su rápido crecimiento;

• Que en él estarán juntos el trigo y la cizaña y que Dios no había ordenado eliminar rápidamente esta última;

• La obligación de cada uno de prepararse para tal llegada con el arrepentimiento y la vuelta a la ley de Moisés, bien entendida tal como él, Jesús, la explicaba;

• Que tal preparación no consistía en guardar pequeñas minucias legales según la tradición, sino en ir a lo esencial de la Ley: mantener la pureza de corazón, no apegarse a los bienes presentes…;

• Que si la familia carnal se oponía a la preparación y venida del Reino, debía ser dejada aparte, etc., con el fin de dedicarse plenamente a preparar la venida del reindado divino.

Pero, en realidad, después de aclarar todos estos extremos, Jesús no había explicado qué es en sí el Reino.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero

Sábado, 29 de Noviembre 2008


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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