CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero


Da toda la impresión al leer a Flavio Josefo que en la época de Juan Bautista y de Jesús de Nazaret la sensación continua del pueblo era la de vivir en una perenne ocupación extranjera: Jerusalén había dejado de ser la capital administrativa, para ocupar su puesto una ciudad nueva fundada por Herodes el Grande: Cesarea marítima, llena de paganos. El ejército romano se hacía visible por doquier, especialmente de modo molesto en la ciudad santa, al lado del Templo (la Torre Antonia, fortaleza ocupada por los romanos que vigilaba el Santuario). Los tributos (capitación y otras gabelas) hacían recordar en todo momento a los israelitas piadosos que gran parte del producto de la tierra de Yahvé iba a manos de gentiles.

Aunque los romanos permitieron una amplia autonomía a las instituciones judías -la jurisdicción civil y religiosa seguía en manos del sanedrín de Jerusalén- y aunque las autoridades romanas buscaran al menos teóricamente la paz del territorio respetando en lo posible los sentimientos religiosos de las gentes, la brecha entre el Estado romano y el pueblo judío se hizo casi infranqueable.

De una manera u otra, con más o menos fuerza el espíritu de los celotas se hizo general entre la mayoría de la población. Los judíos piadosos sentían que estaban viviendo en un país ocupado. El control de los romanos, paganos, sobre el territorio de Dios, sobre la ciudad santa y su Templo, era una abominación. Muchos estaban convencidos de que la situación era tan mala que Dios no tardaría en poner remedio a estado tan contrario a los deseos divinos, puesto que su pueblo no podía guardar la Ley sin impedimentos y el país no estaba libre del acoso pagano. No cabe duda de que muchos podrían desear en su corazón que comenzara una guerra de liberación nacional que Dios, con su ayuda especial, se encargaría de concluir.

Otros años de grave tensión se sucedieron durante el gobierno de Poncio Pilato (26-36 d. C.), momento en el que hubo pequeños pero continuos movimientos antirromanos. La situación aparente era de cierta tranquilidad, pero Pilato hostigaba de continuo la sensibilidad religiosa de sus gobernados. Sabemos que introdujo en la ciudad santa, Jerusalén, estandartes romanos con la imagen del emperador Tiberio, lo que casi provoca un alzamiento popular sangriento, y también que intentó aplicar los dineros del Templo para construir un acueducto para uso de la capital. Aportar más agua era en sí una buena idea, pero significaba apropiarse de los tesoros sagrados, lo que provocaba sentimientos unánimes de repulsa.

Otro caso, esta vez muy sangriento, fue el asesinato por parte del Procurador de unos peregrinos galileos que estaban presentando sus ofrendas al Templo (Evangelio de Lucas 13,1). Este hecho debió de ocurrir porque esos galileos provocaron algún disturbio de orden público –ciertamente en contra de los romanos y sus secuaces los herodianos (partidarios del gobierno de Herodes Antipas en Galilea)- durante alguna de las festividades religiosas importantes.

El caso de Barrabás (Evangelios de Mateo [27,16ss], de Marcos [15,6ss] y de Lucas [23,17]) parece ser totalmente semejante y –por lo poco que dicen los Evangelios- debió de ocurrir casi a la par que el incidente denominado la “Purificación del Templo” por parte de Jesús. Como se trataba de un motín (stásis en griego, con algún que otro muerto: Mc 15,7), es claro que era contra los romanos. Dicho sea de paso, del incidente de Barrabás -sea o no auténtico desde el punto de vista histórico - se deduce que Jesús estaba en pie de igualdad con Barrabás a los ojos de los dominadores.

Un poco más tarde, un buen número de samaritanos que al parecer se habían congregado pacíficamente en las faldas del Monte Garizim convocados por un autodenominado profeta que les había prometido que sobre la montaña santa Dios haría aparecer los vasos sagrados del Templo (milagro que podía considerarse un signo de la pronta venida del mesías) fueron asesinados por las tropas de Poncio Pilato al intentar dispersar la multitud.

Mientras tanto en Galilea Herodes Antipas, por el contrario, tuvo un reinado bastante tranquilo, que duró desde el 4 a.C. hasta el 39 d.C. en tiempos del emperador Gayo Calígula. En líneas generales Antipas gobernó astutamente (según Lc 13,32, Jesús lo llamó “ese zorro”). Era un firme partidario de la colaboración con los romanos, de tal modo que al fundar una nueva ciudad, donde instaló colonos en parte paganos, la denominó Tiberíades, en honor del emperador Tiberio.

A pesar de esta disposición prorromana, Antipas supo no ofender en demasía los sentimientos religiosos judíos, pues practicó una política doble: por un lado fingía ser un judío piadoso, aunque no se tomara en serio algunas de las normas de la ley de Moisés; mas, por otro, se comportaba como un príncipe helenístico y como un fiel aliado de los romanos. De cualquier modo, procuró la convivencia entre paganos y judíos en su territorio de Galilea.

Los judíos ultrapiadosos no debían estar muy contentos con esta política. En lo que a nosotros interesa, ello se deduce del comportamiento del Jesús adulto y predicador ambulante: éste evitó siempre el contacto con las ciudades bajo el control de Antipas, probablemente por considerarlas llenas de extranjeros poco aptos para recibir su mensaje sobre el reino de Dios.

Y fue durante el gobierno de este Poncio Pilato y de Herodes Antipas, en un ambiente en apariencia relativamente tranquilo pero en el fondo muy exaltado, con graves tensiones políticas, sociales y religiosas pero a la vez llenos de esperanzas (e implicaciones políticas) en un reino de Dios sobre el torturado Israel, hay que situar a Juan Bautista y a su discípulo Jesús de Nazaret.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Fuentes críticamente históricas sobre Jesús”

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Saludos de nuevo.

Miércoles, 3 de Junio 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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