CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
El extranjero y el emigrante en el Antiguo Testamento (II) (30-07-2020)

 
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Sansón y Dalila según el cartel del Festival internacional de teatro clásico de Mérida
 
Ya escribí en mi comentario general de la semana pasada que el libro que estoy comentando (véase la ficha en la postal anterior) me parece muy interesante y necesario, por su tema y su tratamiento de la figura del emigrante-extranjero en la primera pate de la Biblia. Quien lea esta segunda parte y luego la tercera, en la que comentaré brevemente alguno de sus capítulos, verá que no exageré.
 
Cualquiera que estudie el Antiguo Testamento conoce perfectamente que esa parte de la Biblia es un documento de historia de primer orden, pero lleno de problemas de historicidad. Es una mezcla de historia y de teología. Y la teología es una ciencia humana que une razonamiento, datos e imaginación, en textos que el creyente cree inspirados. Naturalmente la teología es falible, como toda la teología, y aquí, la historia antigua, como humana que es; la teología no es divina. Pero el libro que comento no se mete en estos intrincados problemas, sino que  intenta con buenas razones aprovechar lo aprovechable de un mensaje de hace más de dos mil años, pero que sigue teniendo interés hoy día.
 
Esta es la razón por la que el lector de “Sal de tu tierra”, editado por Verbo Divino, no encontrará tratados los problemas de historicidad. Pongamos un ejemplo: del libro de Daniel.  Esta obrita se introdujo en la lista de textos sagrados (“canon”; tanto del judaísmo como del cristianismo) porque los rabinos de los siglos II y III d. C. creyeron firmemente que Daniel era un profeta del reino de Nabucodonosor (siglo VI a. C.), aunque en realidad es una ficción de la época de los Macabeos (en torno al 162 a. C.). Lo que importa aquí es el mensaje del Antiguo Testamento hoy, y eso es lo que destaca el libro que comentamos. Hay en el Antiguo Testamento hay muchísimas ideas que son perennes y que deben aprovecharse.
 
Como dije, el libro tiene dos niveles, el del entendimiento fácil, y digamos popular, y el técnico. Si cualquiera, como lector, se considera no estar suficientemente ducho en temas del Antiguo Testamento, y como cada uno de los diez capítulos pueden leerse independientemente de los otros, le aconsejaría que empezara por el número 6: “El extranjero en la pintura bíblica del siglo XIX. Sansón y Dalila de José Echenagusía como ejemplo de interpretación”, de Carmen Yebra, ya que ofrece una buena introducción  para lectores del primer nivel.
 
La autora nos advierte (p. 128) que la terminología utilizada en la Biblia para referirse al extranjero y el emigrante es múltiple y variada. Eso nos indica que en concreto el Antiguo Testamento  –obra de muchísimas manos y de reelaboraciones durante siglos hasta la fijación de su texto en torno al siglo II d. C.– tiene múltiples interpretaciones o líneas de exégesis. Una de ellas es el aspecto cultural que muestran sus historias, en donde no solo hay que comprender en qué contexto socio-cultural, económico, político y religioso nacieron, sino también  en cómo son recibidas esas historias y mensajes en el mundo de hoy.
 
En concreto, argumenta Carmen Yebra que la interpretación de la Biblia en el siglo XIX supone un enorme cambio de paradigmas. Es la época del romanticismo, generalizando; y al construir un imaginario en el que insertar esas historias bíblicas generadas en el Medio Oriente, ese romanticismo construye un imaginario nuevo con matices importantes que hemos heredado hasta hoy. La autora se centra en el influjo de esta mentalidad en la pintura de este siglo  XIX y en una en concreto. Yebra nos dice que el cuadro, mencionado un par de párrafos arriba, conservado en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, representa el diálogo entre dos personajes tan conocidos en la literatura en general como Sansón y Dalila cuando el primero revela a  su enamorada que el secreto de su fuerza, divina reside en su cabello, que no se corta porque está ofrecido a Dios (p. 137).
 
Desde el punto de vista de la percepción del extranjero, la pintura refleja cómo la escena se ambienta en Egipto (por la indumentaria que lleva Dalila), sin ningún tipo de “feísmo” por no ser judío el ambiente, menos culto que el egipcio, lo cual es muy positivo, a la vez que está ausente cualquier tipo de figuras de los filisteos, que pudieran ser muy negativas. Omisión totalmente voluntaria. En segundo lugar, presenta la pintura una suerte de pareja mixta de dos etnias. Sansón es de piel aceitunada, mientras que Dalila tiene un cuerpo/piel blanquísimos. Sansón apoya la cabeza sobre el regazo de la mujer y oculta cualquier idea de la traición futura. El cuadro, pues, transmite la idea de que la propagación de mensajes de odio y la xenofobia hace un inmenso daño mental; igualmente –y al revés– que una cierta idealización del extranjero ayuda enormemente a un comportamiento cortés e incluso amistoso/amoroso que fomenta la convivencia.
 
Y la conclusión es clara por parte de la autora (p. 140): Los textos bíblicos son leídos (en cada época) con categoría culturales diferentes. El extranjero es verdaderamente un estereotipo, que puede ser reforzado, o negado, a través de la imagen. “El siglo XIX se ofrece como un ejemplo de las distintas posibilidades de interpretación bíblica, y su pintura se presenta como un caso de novedad y de ‘transgresión’ (esto último en el sentido de que añade un matiz o sesgo que quizás no estaba en el pensar  del autor del primitivo del relato de Sansón y Dalila). Añada el lector además otra idea: hay que comprender quién es el otro y representarlo convenientemente ya que está abierto a muchísimas posibilidades, positivas o negativas (p. 140). Y puede añadirse también una reflexión propia sobre el cine, TV e incluso sobre las ideas propagadas por otros medios sociales de masas que todos conocemos.
 
El capítulo I “Israel y los pueblos extranjeros en el Pentateuco”, de Francisco Varo Pineda presenta al lector cómo se va formando la identidad de Israel en los relatos de este corpus, el “Pentateuco”. Este vocablo es la denominación de los cinco  primeros libros de la Biblia (en griego “penta” significa “cinco”: Génesis, Éxodo, Número, Levítico y Deuteronomio) que son como la muralla de protección contra la idolatría (“-teuco” corresponde al griego “téuchos”: “utensilio”, en especial “armas”, “objeto de protección”) compuesta de cinco instrumentos defensivos. La ley de Moisés defiende al ser humano de la idolatría, de la sensualidad desordenada, de toda inmoderación, etc.
 
El extranjero puede ser el enemigo, el amigo, y en general el que recibe mi acción caritativa o negativa. Concluye F. Varo que una aproximación a los textos bíblicos podría reflejar una situación histórica muy antigua (de las que más en la Biblia) en los albores del reino de Israel en los inicios del primer milenio a. C. Ya en ese momento son vistos como extranjeros incluso los cananeos (¡los israelitas son también cananeos!) que no son “hijos/descendientes de Jacob”, que lleva el sobrenombre de “Israel” = “hijos de Israel”.
 
Esto es negativo, porque tenemos ya aquí el fundamento de un nacionalismo estricto…, pero en las narraciones del Pentateuco no solo aparece esta idea, sino “que se va desarrollando una reflexión en la que también  se contempla una notable apertura hacia los extranjeros, que de hecho conviven en un mismo territorio, viendo además a los pueblos vecinos –unidos a menudo por lazos de parentesco– en un plano que está por encima de las disputas o enemistades coyunturales…, lo que invita a una fraternidad que supera las divisiones” (p. 43).
 
Visión idílica, sin duda, pero muy animante. Y afirma también el autor que “el inmigrante, el extranjero, o el desplazado… suponen una alteridad ciertamente (“son los otros”) pero que esta alteridad se suaviza a medida que se conoce mejor cómo es el Dios de Israel, por muy feroz que aparezca en su imagen superficial. Es un Dios que  ama a su pueblo… sí, pero dentro de otros pueblos “lo que supone un avance, sociológicamente estimable del reconocimiento del respeto que la reclama la dignidad humana” (p. 44). El cristianismo avanza sobre esta idea.
 
Un poco de buen deseo… pero muy reconfortante.
 
No termina aquí mi comentario. Deseo en alguna postal posterior comentar algún otro aspecto de este animante libro en tiempos de cierta desesperación.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
 
 

Jueves, 30 de Julio 2020


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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