CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escriben Antonio Piñero/Paolo Sacchi


He aquí el texto, prometido en la nota anterior, de lps Salmos de Salomón, que afecta directamente a nuestro tema del mesianismo en la ´poca de Jesús:

Señor, tú eres nuestro rey por siempre…
Nosotros esperamos en Dios nuestro salvador, porque el poder de nuestro Dios es eterno y misericordioso;
Su reinado y sus sentencias se mantienen siempre sobre los pueblos.

Tú, Señor, escogiste a David como rey sobre Israel; Tú le hiciste juramento sobre su posteridad, de que nunca dejaría de existir ante Ti su casa real.
Por nuestras transgresiones se alzaron contra nosotros los pecadores; aquellos a quienes nada prometiste nos asaltaron y expulsaron, nos despojaron por la fuerza y no glorificaron tu honroso Nombre.
Dispusieron su casa real con fausto cual corresponde a su excelencia, dejaron desierto el trono de David con la soberbia de cambiarlo.

Pero Tú, oh Dios, derríbalos y borra su posteridad de la tierra, suscitando contra ellos un extraño a nuestra raza.
Según sus pecados retribúyelos, oh Dios…


Míralo, Señor, y suscítales un rey, un hijo de David, en el momento que tú elijas, oh Dios, para que reine en Israel tu siervo [También es posible la traducción “para reinar sobre Israel, tu siervo”]. Rodéale de fuerza, para quebrantar a los príncipes injustos, para purificar a Jerusalén de los gentiles que la pisotean, destruyéndola… para quebrar el orgullo del pecador como vaso de alfarero, para machacar con vara de hierro todo su resistencia, para aniquilar a las naciones impías con la palabra de su boca.

Reunirá un pueblo santo al que conducirá con justicia… no permitirá en adelante que la injusticia se asiente entre ellos…
El extranjero no habitará más entre ellos; juzgará a los pueblos y a las naciones con justa sabiduría. Obligará a los pueblos gentiles a servir bajo su yugo; glorificará al Señor a la vista de toda la tierra, y purificará a Jerusalén con su santificación, como al principio…

No confiará en caballos, jinetes ni arcos; ni atesorará oro y plata para la guerra, ni el día de la batalla acrecentará sus esperanzas la multitud de sus guerreros. El Señor es su Rey. Su esperanza es la del fuerte que espera en Dios y pondrá a todas las naciones ante él con temor…

Conducirá a todos en la rectitud, y no habrá en ellos orgullo para oprimir a los demás…
El Señor es nuestro Rey para siempre jamás” (SalSl 17, passim).

Comenta Paolo Sacchi (pp. 292-293 de su Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo, Trotta, Madrid, 2004:

El contenido de este salmo muestra cómo en Judea existía gente que fue obligada a abandonar su propia tierra y a huir al desierto. Allí esperaban un varón descendiente de David, que habría de venir para instaurar el reino de Israel, prometido por la divinidad: el reino de Dios. Ello ocurrirá algún día, pero siempre sucederá por obra del ungido (el término aparece varias veces en este salmo), cuya verdadera fuerza estará en el apoyo que recibirá de Dios. Él eliminará además todas las injusticias sociales.

Esta gente, que había abandonado su tierra y vivía como podía fuera de las ciudades, representaba una masa inquieta y dispuesta a acudir a las armas cuando alguien la convocara, pero no era dócil con el primer aventurero que surgiera. Al menos es esto lo que afirma el autor del SalSl 17: él mismo no desea participar en una batalla sin sentido, sino que quiere ser guiado por el hijo de David, el ungido de Dios.

Un problema grave concierne a esta última pretensión. ¿Cómo podían esperar al “hijo de David” si por siglos su estirpe parecía desaparecida, tanto que no se tenían ya noticias de descendientes de Zorobabel? Al menos hasta el siglo III a.C. existían listas genealógicas de los davídidas (cf. 1 Cro 3); después se han perdido para nosotros, pero es probable que alguno las siguiera conservando. En efecto, es difícil que el texto del salmo se pueda entender en sentido alegórico: mencionar a un “descendiente de David” para que se entendiera como un “rey justo”.

El autor habla de usurpación del trono y del mesías esperado que es verdaderamente el ungido de la casa de David. Es un tono muy distinto al de los manuscritos del Mar Muerto que esperan de modo más general al ungido de Israel. Quien aguarda al ungido de Israel no pone condiciones preliminares para aceptarlo; le basta que se presente como tal. Quien espera al ungido descendiente de David presupone una limitación muy precisa.

Seguiremos comentando este texto. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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• Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “Promesa de resurrección e inmortalidad a los devotos del Salvador”

• Información sobre la película acerca de Jesús de Nazaret, titulada “El discípulo”:

www.eldiscipulofilm.com

Saludos de nuevo.






Viernes, 21 de Agosto 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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