CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Una pena...pero es así.


Escribe Antonio Piñero
 
De sobra sabe la mayoría de los lectores que en lo referente a la ciencia bíblica, lo que se escribe en italiano o francés se lee poco. Y no digamos en español. Se prescinde, sin más. Yo mismo vi, hace muchísimos años, cuando hacía mi tesis doctoral en la Universidad de Heidelberg, donde frecuentaba las bibliotecas de las facultades de teología protestante y católica, cómo en el Seminario de Nuevo Testamento, el bibliotecario estaba examinado los diversos catálogos que le enviaban editoriales múltiples en diversas lenguas. La mesa donde yo trabajaba estaba muy cerca de la del bibliotecario. Este examinaba con atención los catálogos en alemán e inglés, dirigía una mirada breve y más bien displicente a lo publicado en francés e italiano, y los catálogos en español –por ejemplo, de Sígueme, Verbo Divino, Publicaciones de la Universidad Pontifica de Salamanca o el Estudio Bíblico Vallisoletano– no eran ni siquiera abiertos. Como si fuera un baloncestista, arrojaba olímpicamente y en casi perfecta parábola los catálogos de libros españoles a la papelera. Eso duele, pero así era… y es.
 
Y ahora aplico este “cuento” a mi serie de comentarios, críticos y laudatorios a la vez y con propuestas diversas, que he hecho en los meses pasados al libro de Santiago Guijarro, “Los cuatro Evangelios”, publicado por la Editorial Sígueme en 2021. Lo escrito son comentarios parciales; yo ya he leído el libro. Hoy estaba pensando en continuar la serie de comentarios sobre el mencionado volumen, y me encontré con la sección dedicada a las “relaciones entre los cuatro evangelios”, en especial al vidrioso tema de la “relación entre el Evangelio de Juan y los Sinópticos”. La bibliografía básica está recogida en la p. 103. Desde luego solo hay textos en inglés; por suerte se cita un artículo en francés…, pero recogido en un libro publicado en inglés de 1992.
 
Mi sorpresa ya fue grande, y lo es, cuando al tratar este tema (“Evangelio de Juan y los Sinópticos”) Santiago Guijarro dice con notable exactitud lo mismo que afirmo yo en un capítulo de mi “Guía para entender el Nuevo Testamento” (6ª edición, contada la electrónica de 2019), afirmaciones que en ese momento me parecieron a mí mismo que eran suficientemente originales. Solo un único aspecto, y secundario, me parece novedoso en el comentario de Guijarro al respecto, a saber la comparación del modo de proceder del autor o autores del Evangelio de Juan en el uso de los Sinópticos con el proceso de generación de los evangelios apócrifos.
Por cierto y sin embargo: en mi caso esta idea, que es buena, está sustituido en mi “Guía” por el modo de proceder de los autores judíos de los Apócrifos del Antiguo Testamento respecto a algunas obras que recogen tradiciones de secciones más o menos históricas de la Biblia hebrea, como es el caso de las “Antigüedades Bíblicas del Pseudo Filón” que presenta la tradición bíblica desde el Génesis hasta el reinado de Saúl (información e Apócrifos del Antiguo Testamento, tomo II, pp.197-315) reescrita desde el punto de vista del autor. Tal idea no es mencionada por Guijarro, aunque es muy interesante, puesto que enlaza el Evangelio de Juan con el modo literario de proceder de la literatura judía del Segundo Templo.
 
He aquí lo que dice Guijarro respecto a la construcción y propósito del Cuarto Evangelio:
a) Coincidencias y divergencias entre los tres primeros evangelios y el Juan (aquí nada hay nuevo que decir porque en todas las “Introducciones al Nuevo Testamento” se recogen de un modo muy similar). b) Juan conoció y utilizó a los Sinópticos; c) Juan utilizó tradiciones comunes a los Sinópticos; d) Reconocimiento general de que lo dicho en los apartados b) y c) no dan una respuesta completa a la cuestión; e) La mejor explicación al modo de proceder de Juan fue ya adelantada por Clemente de Alejandría (aclaro aquí: esta idea no se suele encontrar en las “Introducciones” al Nuevo Testamento), a saber, Juan conoció a los Sinópticos, probablemente al menos a Marcos y sobre todo a Lucas, pero no “los utilizó como referencia fundamental a la hora de componer su evangelio”; f) La idea básica de Clemente de Alejandría de que “Juan” quiso componer un evangelio espiritual en contraposición a la visión más corporal (es decir, superficial de los Sinópticos) es acertada; g) Esto lleva a pensar que el autor de Juan quiso exponer la “verdadera identidad de Jesús”, el sentido profundo de las acciones y palabras de este.
Como he indicado arriba, resulta que todo esto, al pie de la letra, fue dicho por mí en 2006 en la “Guía para entender el Nuevo Testamento”, en el capítulo dedicado al “Evangelio de Juan” (en especial pp. 389-395). Véase ahora la concatenación de mi propuesta en las citas que voy a hacer de la “Guía”, citas que son literales:
1. Posible explicación de las divergencias entre el Evangelio de Juan y los Sinópticos
 
“La explicación básica para aclarar las diferencias señaladas entre el Cuarto Evangelio y los Sinópticos podría ser la siguiente: Juan conoce ciertamente si no los evangelios anteriores, sí al menos la tradición sinóptica que está detrás de ellos y forma su base; pero no la utiliza tal cual, sino que la repiensa, la reelabora y la reescribe. El carácter simbólico y místico de este evangelio indica de modo indirecto al lector que Juan no deseaba reproducir simplemente la tradición que sobre Jesús le había llegado. Medita sobre ella y la presenta de manera que la figura de Jesús aparezca como él –el autor de un evangelio nuevo— cree que en realidad fue”.
 
2. Juan conoce la tradición sinóptica. Aquí la Guía añade una precisión importante: “Los temas, alusiones y el conjunto de ideas particulares del Evangelio de Juan no pueden ser entendidos correctamente por un lector que no tenga ya un conocimiento directo de los otros evangelios anteriores. Este fenómeno literario se conoce como “intertextualidad”, a saber un texto escrito sólo se comprende bien presuponiendo otro anterior al que de algún modo alude”.
 
En algunos casos esta reescritura se apoya en una interpretación alegórica de la tradición sinóptica e incluso de pasajes del Antiguo Testamento. Preciso ahora aquí: la interpretación alegórica de la tradición sinóptica es claro en Jn 2,19-21 donde la predicción del Jesús sinóptico de la destrucción por obra humana del templo de Jerusalén y reconstrucción por obra de divina (Mc 13,1-2; Mc 14,52; Mt 24,3-8; Lc 21,7-11), se interpreta alegóricamente como “que Jesús se estaba refiriendo al templo de su cuerpo”. Todo lo que se alegoriza en la Antigüedad es porque se considera sagrado; “Juan” indirectamente es el primer caso histórico de la consideración como “sagrada” de la tradición sobre Jesús poniendo las bases para una futura lista de libros sagrados. Creo que esta idea es interesante, y no la he visto expuesta en ningún sitio.
 
3. La reescritura / reinterpretación de la vida (hechos y dichos si los hay) de un personaje extraordinario del pasado “no es un fenómeno extraño en el ámbito judío, ni mucho menos. En la tradición de la literatura que llamamos “Apócrifos del Antiguo Testamento” hay obras que reescriben el texto del Antiguo Testamento totalmente a su aire, p. ej., la Vida de Adán y Eva, el Libro de los Jubileos (que reescribe y reinterpreta el libro del Génesis y parte del Éxodo) o el llamado Pseudo Filón, en sus Antigüedades Bíblicas (que reescribe y reinterpreta la historia bíblica desde la creación hasta la muerte del rey Saúl). En la Biblia hebrea misma, los Libros de las Crónicas, reescriben los de Samuel y Reyes. Igual ocurre con muchos pasajes de los profetas. Basándonos en estos ejemplos de la tradición judía, se puede con todo derecho suponer que el EvJn es un caso semejante. El autor conoce la tradición anterior, pero no la transmite tal cual, sino que la repiensa, reinterpreta y reescribe, mezclándola con elementos de otras tradiciones o con aportaciones propias, porque así lo cree conveniente para que resalte mejor el sentido que, en su opinión, tal tradición tiene”.
4. Sobre la finalidad del Cuarto Evangelio: el autor o los autores de Juan “pensaban que otros escritos evangélicos anteriores no habían presentado de modo adecuado las tradiciones sobre Jesús. Más explícitamente: frente a la imagen de Jesús de Marcos, Mateo y Lucas, el autor del Cuarto Evangelio pretendía probablemente ofrecer una interpretación más completa, profunda y exacta de lo que en su opinión fue realmente el personaje. Como ocurría con Mateo y con Lucas, el autor del EvJn escribe su obra para enmendar conscientemente la plana a sus predecesores”.
5. “Este modo de entender la finalidad del Cuarto Evangelio fue ya propuesta por Clemente de Alejandría a finales del siglo II d.C. en un texto conocido al que quizá se ha prestado poca atención: «Juan, el último [de los evangelistas], viendo que en los [otros] evangelios se mostraba [sólo la interpretación] corpórea de Jesús, impulsado por algunos conocidos e inspirado por el Espíritu [Santo], compuso un evangelio espiritual» (citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica VI 14,7). Clemente de Alejandría afirmaba que el evangelista Juan no ignoraba lo que había sido escrito sobre Jesús por sus predecesores, sino que no le parecía bien o suficiente. Los demás habían escrito un «evangelio carnal», es decir, en terminología gnóstica, un evangelio verdadero pero insuficiente, superficial. En el nuevo evangelio el autor presenta este conocimiento especial, “«espiritual» (es decir propio de los «movidos por el Espíritu» o verdaderos conocedores), sin preocuparse por refutar expresamente a sus antecesores. Este hecho es importante e iluminador ya que una polémica expresa contra los Sinópticos no aparece en el Evangelio. No los considera «falsos», sino simplemente «corporales» o «carnales», superficiales”.
 
Como he escrito más arriba, todo lo que antecede está escrito en 2006 (¡¡!!). Pero Hispanicum est non legitur. Además: no piensen ustedes que Santiago Guijarro y compañeros citen el estupendo estudio sobre Jesús de F. Bermejo, “La invención de Jesús de Nazaret”, que debe de ir ya por la tercera edición. Ni que al hablar de la pluralidad de los cristianismos en los primeros siglos se cite la obra “Cristianismos derrotados”; ni que si se discute sobre María Magdalena y otras mujeres en el cristianismo igualmente primitivo se mencione el libro “Jesús y las mujeres”; ni que si se dialoga sobre el pensamiento de Pablo de Tarso se cite “La Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación de su pensamiento”. Por supuesto, igualmente, es más que conveniente echar un espeso manto de silencio sobre la edición del Nuevo Testamento, histórico-crítica, laica pero respetuosa, independiente de toda confesión alguna (“Los libros del Nuevo Testamento”), que ha sido publicada por Trotta y cuya tercera edición en once meses está anunciada para septiembre-octubre de 2022.
Así son las cosas.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

Viernes, 22 de Julio 2022


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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