CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
La autenticidad de las parábolas de Jesús a examen  Vol. V de "Un judío marginal" (II) (949)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Escribía en la postal anterior que quería examinar las tesis básicas sobre las que se fundamenta el libro de J. P. Meier, “Un judío marginal. Una nueva visión del Jesús histórico"”, volumen dedicado al estudio de las parábolas de Jesús solo desde el punto de vista de la autenticidad. Esta última frase es importante. El lector que vaya buscando una explicación, o aclaración, al tipo de un “Comentario”, de las parábolas de Jesús se habría equivocado de libro. El autor afirma que sobre ello se ha escrito tanto y tan bien que él no puede añadir nada que pudiera ser novedoso.  Humilde es Meier y probablemente diría algo nuevo. Pero no es ese su interés. Sin embargo, sí puede decir de cierto algo nuevo desde el punto de vista del método empleado para resolver la cuestión de  la historicidad de la Parábolas.
 
 
La Tesis Nº 1 dice así: “Que los eruditos discrepen entre sí amplia y firmemente sobre cuántas parábolas de Jesús hay en los evangelios sinópticos revela un hecho embarazoso: en general ni siquiera se ponen de acuerdo respecto a qué constituye una parábola de Jesús”.
 
 
Mi comentario: Como es la constatación de un hecho evidente no hay apenas nada que decir. Solo observar lo siguiente: dado que, sin duda alguna, las parábolas de Jesús constituyen una continuación del género literario de lo que en la Biblia hebrea se llama el “mashal”, y como este tiene unas formas tan variadas, no es extraño que en Jesús se dé el mismo fenómeno: sus parábolas no son reducibles a un modelo único. En la Biblia hebrea un mashal lo mismo es un proverbio, una comparación, un aforismo, una semejanza, un dicho de sabiduría, e incluso una canción irónica o burlesca. Lo mismo pasa con las  parábolas de Jesús.
 
 
En la tesis Nº 2 comienza lo sorprendente: “El mashal sapiencial (es decir lo que encontramos en los escritos “sapienciales” de la Biblia hebrea como Proverbios, Salmos, Eclesiástico) no es el principal paralelo a las parábolas de Jesús”. Por el contrario –y dado que las parábolas de Jesús son narrativas–, “los paralelos de verdad se hallan en los libros históricos de Samuel-Reyes y en las narraciones de los profetas”.  Como ejemplo, pone Meier el apólogo de Jotán de Jueces 9,8-15; el relato de ficción que la mujer de Tecoa cuenta al rey David en 2 Samuel 14,5-8 y, sobre, todo el relato de Natán a David (2 Sam 12,1-12) por medio del cual hace visible ante los ojos del monarca el gran pecado cometido por éste al ordenar la muerte del marido de Betsabé y quedarse luego con su esposa.
 
 
Mi comentario: esta tesis me parece totalmente cierta. Ruego al lector que lea los textos señalados y observará que se parecen mucho a las parábolas narrativas de Jesús.
 
 
La Tesis 3ª reza: “En los «profetas posteriores» (como suelen decir los judíos), o «profetas escritores» es donde se encuentran los mejores ejemplos del relato breve comparativo (como las parábolas de Jesús) utilizado por los profetas para argumentar sobre los acontecimientos esenciales de la historia se Israel”. Además, estos relatos son denominados por la Biblia hebrea “mashal”. Ejemplos: la alegoría de la Viña de Is 5,1-7; o la similitud del “Leño de la vid” de Ezequiel 15,1-8; o la alegoría de la Olla de Ez 24,1-4.
 
 
Mi comentario: Totalmente cierto también y queda uno convencido si se leen esos pasajes. Me parece del todo justificado que Meier sitúe a Jesús precisamente como continuador de esta tradición profética. Creo que es también cierto que si hay algún rasgo que puede caracterizar todo el ministerio público de Jesús (y no solo su final, como el «mesianismo» o la «pretensión regia», manifestada por Jesús quizás al impulso de sus seguidores más entusiastas: Lc 19,38) es el de profeta.
 
 
Jesús se creyó el profeta final de Israel, puesto que detrás de él vendría la instauración del reino de Dios (Jesús descrito como profeta se halla en pasajes como Mc 6,4.15; Lc 7,16.39; 13,34; 24,17-19; Hch 33-23 y la alusión a Dt 18,13-15). Pienso que no es una hipótesis descabellada –puesto que Jesús se consideraba a la altura de Jeremías, Ezequiel o Isaías– que la expresión aramea “bar nashá” = “hijo de hombre”, que Jesús utilizaba a menudo para designarse a sí mismo, y que es relativamente rara en arameo, sea un calco voluntario por parte de Jesús de la expresión “ben adam” = hijo de hombre”, que aparece frecuentísimamente en Ezequiel. Al pasar al griego, y por necesidades internas de la lengua, la expresión se tradujo como Hijo del Hombre y solo después –y en algunos pasajes– se le añadió un contenido estrictamente mesiánico.
 
 
Tesis 4º: “El Jesús comunicador por parábolas no se inserta en la tradición sapiencial de Israel sino en la tradición profética”.
 
 
Mi comentario: esta tesis, como señala Meier mismo, no es más que una consecuencia de la anterior.  Pero tiene una importancia enorme, ya que hace unos años, a finales de los 90 del siglo pasado, estuvo de cierta moda la presentación de Jesús como un predicador puramente “sapiencial”, como un mero maestro de sabiduría, un Jesús en nada escatológico ni apocalíptico, más parecido a un predicador de la escuela cínica de la filosofía griega, como Diógenes, el cínico, que a cualquier profeta de Israel.
 
Opino que esta tesis –promovida sobre todo por el “Jesus Seminar” californiano, con Jean Dominic Crossan a la cabeza (con su “Historia de Jesús, un campesino judío”, cito de memoria; F. G. Downing;  Burton L. Mack, y otros de menor importancia)– del Jesús sapiencial y cínico, ha quedado ya totalmente desacreditada, y tildada de sesgada y unilateral.
 
 
Igualmente la insistencia en el Jesús sapiencial de un reino de Dios nada judío, sino interior, íntimo, etc., queda también fuera de juego cuando se extraen las consecuencias de la tesis 4ª de Meier, desarrollada a lo largo del libro. Esa tesis se basaba en gran parte en la idea de que  el Evangelio de Tomas gnóstico era una  fuente independiente de los dichos de Jesús recogiso en los evangelio sinópticos  y anterior a ellos, tesis defendida por Helmut Koester, James M. Robinson, Elaine Pagls, Karen King y otros menos famosos.
 
 
Opino igualmente que el salto de Jesús como profeta escatológico a mesías de Israel, al menos al final de su vida fue relativamente fácil de dar –por parte de Jesús o de sus discípulos– a partir de una consideración del pasaje del Deuteronomio citado arriba: 18,15, “Yahvé tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis”, en donde habla Moisés anunciando al mesías futuro que es también un profeta.
 
 
Tesis 5ª: “Cualquier intento de definir detalladamente las parábolas de Jesús a base de componer una lista de características supuestamente esenciales está condenado al fracaso”.
 
 
En este caso, el comentario a Lucas tesis lo hace el propio Meier, quien critica como inexactas las afirmaciones generales siguientes: A. “Las parábolas de Jesús se basan en sucesos de la vida cotidiana campesina de Israel o en los ciclos de la naturaleza”.  B. “Las parábolas de Jesús son siempre relatos ficticios”. C. “Las parábolas de Jesús son siempre relatos subversivos; exponen historias desconcertantes que se resisten a una interpretación fácil”. Meier argumenta que quienes defienden etas tesis no tienen en cuenta el conjunto de dichos parabólicos jesuánicos, y fuerzan el sentido de muchas parábolas.
 
 
Tesis 6ª: “La afirmación de que las parábolas de Jesús en el Evangelio gnóstico de Tomás copto representan una tradición independiente, realmente anterior y más fiable que las parábolas del Jesús sinóptico es muy discutible”.
 
 
Mi comentario: me alegra muchísimo que un capítulo entero del libro que comentamos esté dedicado exclusivamente a este tema. Desde hace muchos años he defendido la misma tesis que Meier, y no creo que Francisco García Bazán y José Montserrat, los coeditores conmigo de la edición de la “Biblioteca copta de Nag Hammadi” en español (Trotta), estén en absoluto en contra. En el capítulo 38 del presente libro Meier hace –en primer lugar– unas observaciones generales sobre el Evangelio de Tomás gnóstico y los Sinópticos, es decir, notas de tono general y abarcante, y luego hace un doble estudio: a) Comparación de dichos de Jesús no parabólicos, sino generales con el material del Evangelio de Tomás; y b). Comparación de los paralelos entre el Evangelio de Tomás y el material sinóptico exclusivamente en las parábolas.
 
 
Examinaré más adelante el método comparativo de Meier, pero adelanto su conclusión: tanto en los dichos en general como en el material parabólico, y tras un análisis muy detenido, “Se perciben señales bastante probables de algún tipo de dependencia del Evangelio de Tomás de los Sinópticos”. El Evangelio de Tomás es importante en lo referente a la recepción de los Evangelios Sinópticos a mediados del siglo II, lo cual es sin duda importantísimo. Pero parece que al autor del Evangelio de Tomás tiende a utilizar pasajes combinados de los Evangelios, y muestra igualmente la tendencia a primar a Lucas sobre los otros dos, pues se notan en él expresiones lucanas incluso de pasajes puramente redaccionales, es decir, no de material antiguo, sino propio del evangelista. Y afirma contundentemente Meier: “Aún no he podido encontrar ni un solo comentarista que haya probado convincentemente que un determinado logion tomasino con un paralelo sinóptico sea realmente independiente de la tradición sinóptica” (p. 180). ¡Afirmación rotunda!
 
 
 Y la última tesis, la 7ª, del libro de Meier reza así: “Muy pocas parábolas jesuánicas de los evangelios sinópticos pueden atribuirse al Jesús histórico con un buen grado de probabilidad de acierto”.
 
Mi comentario: en verdad, aparentemente decepcionante o entristecedor para muchos. Pero Meier ha llevado a cabo un análisis riguroso, lento, desapasionado, minucioso, difícil de rebatir, que le lleva a la conclusión de que las tres primeras parábolas (Cizaña: Mt 13,25ss; El gran banquete: Mt 22,2ss; Los talentos/minas: Mt 25,3ss / Lc 19,13ss) pueden ser defendidas como auténticas por el criterio de múltiple atestiguación; y la última, Los viñadores homicidas (Mc 12,1-8), solo por el criterio de dificultad y quizás por el de discontinuidad.
 
 
Pero se debe insistir, con Meier mismo, en que esta cosecha, aparentemente escasa, no significa negar que “Jesús habló muchas veces en parábolas”; ni que “Probablemente las repitió en múltiples ocasiones y que de ahí surgieron cierta variantes en la tradición”; ni que lo único que no se pude saber con cierta exactitud es “Si Jesús pronunció tal o cual parábola”; ni que, salvo algunas parábolas concretas, que parecen ciertamente composiciones de la Iglesia primitiva, o en varios casos obra del propio evangelista (como en Lucas el “Buen samaritano” o “El hijo pródigo”), hay bastantes otras sobre las que solo se puede decir “No queda claro, no es posible probar que Jesús dijera esta o esta otra parábola”, pero no se puede negar que quizás sea auténtica”.
 
 
Por tanto, la conclusión no es tan dramática como parece a primera vista.
 
Seguiremos un poco más con el comentario a esta importante obra de J. P. Meier.
 
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

Http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html 

Miércoles, 20 de Diciembre 2017


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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