CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero

Sabemos ya, por lo visto hasta ahora, que el pueblo judío del siglo I admitía sin más por lo general la ascendencia davídica del mesías, que pertenecía al mito general de la teología de la “restauración de Israel”. Este mito suponía los siguientes conceptos: pueblo elegido, Israel; arreglo final por parte de Dios del caos del mundo; lucha de Israel contra la naciones politeístas; victoria de Israel gracias a la ayuda divina (doce legiones de ángeles por ejemplo), y dominio universal de Israel tras la destrucción de las naciones adversas; sojuzgamiento pacífico a Yahvé del resto de las naciones: el monte Sión y su Templo como centro del mundo.

Para el pueblo de Israel la fundamentación de esta teología era la “verdad profética”, sobre todo los profetas del exilio, en especial Isaías y Malaquías. Los evangelistas, a pesar de la concepción virginal –de cuyo trasfondo y origen hablaremos oportunamente– se atienen a esta “verdad” de la restauración de Israel al final de los tiempos, los mesiánicos. Y como creen que Jesús es el mesías de Israel, que ya ha llegado al mundo, buscan las pruebas de su ascendencia davídica.

Esas pruebas son las genealogías evangélicas. Tenemos dos: la de Mateo y la de Lucas. No sabemos si hubo otras. Probablemente sí, pero no se han conservado. Tampoco sabemos si las genealogías que se hallan en estos dos evangelios son de, o fueron compuestas por, los autores mismos, o están tomadas de un material exterior. La de Lucas (situada en el capítulo 3) tiene visos de ser asumida plenamente por Lucas (aunque la base puede que no sea suya y se apoye por tanto en una tradición previa. De la de Mateo, que va al principio del evangelio y que forma como un cuerpo con las tradiciones legendarias del primer capítulo segundo de su Evangelio, se sospecha que sea tradicional. Al estar colocada como inicio del relato cerrado de los comienzos de Jesús quizás no sea procedente estrictamente de la mano de Mateo en cuanto al “material” básico, los nombres, pero por lo que veremos, ha sido muy arreglada por él… o por el autor de estos dos capítulos. De cualquier modo en cuanto se estudian un poco a fondo las dos genealogías se percibe su carácter artificial. Por tanto es difícil que un historiador las tenga en cuenta. No son bases para una historia razonablemente fundada.

Examinemos primero la genealogía de Mateo. Su carácter artificial se percibe sobre todo en 1,17:

“Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones”.

A priori el historiador puede sospechar, sobre todo conociendo otras genealogías de la Biblia que aparecen sobre todo en el Libro Primero de las Crónicas, que esa exactitud de las generaciones no es posible. Hay una selección artificiosa, y se percibe en ello la intención del autor: toda la ascendencia de Jesús está movida desde los inicios de la historia por un designio divino. Como los antiguos eran muy aficionados a la numerología podemos ver en esta división de tres grupos de catorce un caso de “gematría”, es decir, del “método” exegético que consiste en transformar las consonantes hebreas en su valor numérico y jugar con el sentido simbólico de los números obtenidos, ya sea por sí mismos o comparando con otros vocablos. Este sistema de indicar los números por medio de letras era igualmente el usual, como sabemos muy bien, entre los romanos antes de que fuera adoptado el sistema arábigo de signos especiales para los números del 0 al 9.

Téngase en cuenta para entender bien la “gematría” hebra que en la transcripción por escrito de las sentencias de esta lengua las vocales (son muchas más que en español, largas y breves) no se escriben, menos dos, la wau que corresponde a los fonemas /a/ y /o/, largas normalmente, y la yod, que corresponde a los fonemas /i/ y e/, largas o breves. El sistema vocálico completo de la Biblia hebrea, tal como se imprime hoy, solo se trasladó a los manuscritos hacia el siglo VII, y corrió a cargo de unos escribas especializados, denominados “masoretas”. Estos recogían y trasladaban a la escritura la tradición ya fija de la pronunciación de toda la Biblia hebrea tal como se leía desde hacía siglos y siglos en las sinagogas. Lo que importa en la gematría es la raíz de un vocablo (sea sustantivo o verbo), expresada por las consonantes. Esta raíz es trilítera (a veces si hay consonantes dobles, es decir, iguales, lo se que denomina “geminadas”– las dos se abrevian en una; por ejemplo, el verbo rmm, que significa “exaltar”, “levantar” = Mariam; yirmi-yahu = Jeremías: “Dios me exalta o exaltará”, puede aparecer simplemente como rm.

Teniendo en cuenta estas breves explicaciones, el número 14 corresponde al valor en hebreo de las consonantes que componen el nombre de “David”. Da = 4 + Wi = 6 + D = 4. Si se suman estos valores dan, pues 14: /D(a)v(i)d = 14. Probablemente Mateo compuso artificialmente su genealogía en la forma de tres grupos de antepasados en número de catorce precisamente para indicar lo que para él era física y teológicamente Jesús: descendiente de David, el mesías con todo derecho genealógico..

Pero hay una dificultad: si contamos bien en el texto de Mateo (aquí es necesario tener delante el Nuevo Testamento), en el primer bloque de nombres aparecen 14 nombres = hasta v. 1,6, pero sólo 13 generaciones (= treces veces el vocablo “engendró = griego egénnesen; pero 14 nombres). En la segunda sección, que empieza en segunda mitad del 1,6, aparecen 14 generaciones, pero quince nombres (David repetido). Y en la tercera aparecen trece generaciones pero 14 nombres. Es ésta una dificultad aritmética de la genealogía de Mateo que parece irresoluble.

Da la impresión como si a Mateo, en esas secciones, le interesara más el número de nombres ilustres que el de generaciones propiamente tal (que son 13 + 14 + 13 = 40); en realidad, pues, Mateo presenta 4). De todos modos, cuadre o no, el esquema subyacente del evangelista,, pretendido por él expresamente es el de 3 x 14. Algunos estudiosos ven en él el sistema 3 x (7+7), que está compuesto por dos números perfectos (el 3 será finalmente el número de la Trinidad). Otros consideran que el sistema oculto es 6 x 7, también con la presencia del número 7 (es posible, según el Apocalipsis al menos, que el 6 sea la perfección en el universo, abajo, y el 7 la perfección el universo total, que incluye el “arriba”). Es bien sabido que ya desde los babilonios el número 7 tenía un significado importante astronómico, religioso y hasta cierto punto mágico; era un número relacionado con la divinidad. Para los judíos tenía un significado especial asociado con la creación: al séptimo día Dios contempló la perfección de su obra creadora y descansó en ese día. Igualmente Israel guarda el sagrado descanso el día del sábado que es el séptimo día.

Otra posibilidad de interpretar esta serie de 3 x 14 podría ser: “Mateo relacionó quizás las catorce generaciones desde Abrahán hasta David con el período progresivo hasta la luna llena; catorce desde David hasta el exilio con el período de mengua y luna nueva, y 14 hasta Jesús con el nuevo creciente hasta la luna llena de nuevo” (U. Luz, Comentaeio Mateo, Sígueme, Salamanca, 2ª edición de 2001, I 131). Sería, pues, el tránsito de un plenilunio de camino hacia la oscuridad (luna nueva) para terminar en otro plenilunio… Cada lector que escoja.

Otra dificultad es que el cuadro que dibuja esta genealogía mateana no está corroborado por lo que aparece en la Biblia. Así, por ejemplo, cuando se llega al 1,18 “David engendró a Salomón”, que es una genealogía referida a los reyes de Judá, observamos que el autor se ha saltado cuatro reyes, pues en 1,8, “Jorán engendró a Ozías”, habría que leer “Jorán engendró a Acazías; Acazías engendró a Joás; Joás engendró a Amasías; Amasías engendró a Ozías” según las listas que aparecen 1 Crónicas 1,34; 2,1-5; 3,17.19.

En la tercera serie hay dos nombres de reyes conocidos: Salatiel y Zorobabel, pero el resto son desconocidos a partir de la Biblia.

Por último, para no cansar demasiado al lector, en 1,11 se lee “Josías engendró a Jeconías y sus hermanos den el exilio de Babilonia”. Pero en esos momentos babilónicos Josías había muerto hacía 20 años. Por tanto, tenemos un descuido notable del genealogista, lo que invalida la genealogía o bien una remodelación de la sucesión historia de reyes para hacer 14 generaciones artificiales. De cualquier modo aquí importa menos la historia y más la teología. Un historiador no puede utilizar estas listas genealógicas, pues son legendarias.

Habrá una segunda parte, Lucas y Juan

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 2 de Septiembre 2016


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile