CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
La invención de Jesús. Más argumentos de R. Carrier (17-12-2020) (1153)
Escribe Antonio Piñero
 
Antes que nada, tengo el gusto de indicarles la subida a la nube por parte de Miguel Delgado Delgado de Costa Rica, de la siguiente entrevista sobe el pensamiento, que creo auténtico de Pablo de Tarso:

https://www.facebook.com/100004098498864/posts/2354108328069094/?d=n  
 
Y vídeo en YouTube: https://youtu.be/FyI1U3h-Z5Y
 
Foto: Talmud
 
En una postal anterior escribí que no debemos hacer caso prácticamente ninguno a datos sobre Jesús extraídos del Talmud y de las referencias de Epifanio sobre los ebionitas / nazarenos, a saber que habían vivido en la época del rey macabeo Alejandro Janeo  (103-76 a. C.) cien años antes de lo que sabemos. Ahora vuelvo a R. Carrier mismo. En la p. 13 del importante  capítulo inicial “¿De qué Jesús estamos hablando exactamente?” (p. 13, ofrece nuestro más consideraciones, esta vez sobre la inseguridad total que tenemos acerca de cómo fue la muerte de Jesús.
 
Vamos a tratar ahora este aspecto. Carrier no ofrece en su último libro (destinado al gran público) datos concretos del Talmud acerca de la muerte de Jesús. Por ello presento los textos. Son los siguientes.
 
Lo primero es reconocer que acerca de la muerte de Jesús y sus causas se ocupan solo algunos pocos pasajes del Talmud. En diversas ocasiones en el tratado Sanhedrín (b. Sanh 67a = j. Sanh 25cd = Tosefta Sanh X 11) se lee lo siguiente:
 
El primero:
"Respecto a todos aquellos que son dignos de la pena de muerte de acuerdo con la Ley no se utiliza el encubrimiento y el engaño, salvo en el caso del seductor (es decir el que extravía al pueblo hacia una falsa religión) ¿Cómo se actúa con éste? Se disponen a dos discípulos de los sabios en una cámara interior y se sienta (al acusado de herejía) en una habitación exterior, contigua, y se enciende una lámpara sobre él de modo que (los testigos) lo vean y oigan su voz. Eso hicieron con Ben Stada en Lida; escondieron por su causa dos discípulos de los sabios, (éstos escucharon sus opiniones), lo llevaron ante el tribunal (Bet Din), lo lapidaron y lo colgaron en la víspera de la Pascua".
 
Este texto supone, primero, que Jesús fue condenado por sus doctrinas basándose en sus propias palabras; segundo, que Jesús murió en Lida, no en Jerusalén; tercero, que su muerte fue un asunto sin intervención romana, puramente judío –una disputa en materia de ley y religión– y cuarto, que fue apedreado hasta la muerte y luego colgado del madero.
 
Sabemos que, al parecer, algunos cristianos debieron de morir en Lida a instigación del famoso Rabí Aquiba. Y esta tradición, confusa, hace al Maestro, Jesús, morir en el mismo lugar que sus discípulos. Lida Esto es totalmente improbable, pero cualquier modo es claro que los redactores tenían bien poca idea de lo que había ocurrido en verdad con el personaje, Jesús, al que criticaban. En realidad, no les importaba.
 
El otro famoso pasaje del mismo tratado Sanhedrín (43a) es más explícito sobre la ejecución de Jesús. Reza así:
 
"Es tradición: En la víspera de la Pascua fue colgado Jesús (el Nazareno), Y el heraldo fue por doquier durante cuarenta días diciendo: 'Jesús de Nazaret va ser apedreado, porque ha practicado la magia y ha engañado y extraviado a Israel. Si alguien sabe algo en su favor, que salga y declare sobre él. Pero no encontraron nada en su favor. Y lo colgaron en la víspera de la Pascua. Ulla dice: ¿Habría que suponer que Jesús, el Nazareno, un revolucionario, tenía algo a su favor? Era un engañador..."
 
El texto confirma lo de la muerte de Jesús tras lapidación y luego crucifixión (¿?). Por cierto que en la conocida disputa entre los evangelios Sinópticos y el de Juan acerca de la fecha exacta de la muerte de Jesús [los tres primeros evangelios sostienen que Jesús fue crucificado el día de la Pascua; el cuarto, por el contrario, que en la víspera de la Pascua], el texto del Talmud se inclina por la versión de Juan, y vuelve a repetir las acusaciones de magia y de engaño para con el pueblo al haber predicado Jesús una falsa religión, basándose en que él se hacía a sí mismo Dios.
 
El siguiente texto: b. Sanhedrin 106ª dice:
 
“Y él, Balaán, compuso una parábola y dijo: ‘¡Ay! ¿Quién vivirá si Dios hace esto? Rab Simeón ben Laquish dijo: ‘¡Ay de aquél que dice de sí mismo que vive por el nombre de Dios!’”
 
El último texto rabínico, de la Tosefta, Sanhedrin IX 7, alude probablemente a la muerte en cruz de Jesús: (Tosefta es la reunión de opiniones de rabinos igualmente ilustres sobre la Ley y su interpretación no contenidas en la colección más importante, la Misná. Es, pues, un complemento a la Misná).
 
R. Meir acostumbraba a decir: ¿Cuál es el significado de ‘Maldito el colgado [del madero]?’ (Dt 21,23). Es como el caso de dos hermanos, gemelos, que se parecían el uno al otro. Uno de ellos gobernaba sobre el mundo entero; el otro se dedicó al bandidaje. Después de cierto tiempo, el que se dedicó al bandidaje fue hecho prisionero, crucificado y murió en la cruz. Y todos los que pasaban por allí decían: ‘Parece que el rey ha sido crucificado’. Por ello se dice: ‘Maldito el colgado [del madero]?’”.
 
¿Qué puede sacarse históricamente de estos textos? Prácticamente nada. Sostengo que un rabino ilustrado del siglo XXI, crítico, como Daniel Boyarin, por ejemplo, no se creería ni un ápice de lo que dicen estos pasajes.
 
Sí es cierto que –desgraciadamente– la palabras griega para “cruz” –staurós- y “crucificar” –stauróo– valen lo mismo para “empalar” que para “crucificar”. De cualquier modo, se trata un modo de muerte horrible, de esclavos, sediciosos o prisioneros de guerra sobre un madero. También es cierto que en el Deuteronomio 21,22-23 se dice que:
 
“Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado y le has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahveh tu Dios te da en herencia”,
 
texto que supone que el reo primero ha sido ejecutado (normalmente por lapidación) y luego colgado de un árbol como ejemplo y escarmiento para aterrorizar a futuros criminales.
 
 
Ahora bien, los Evangelios no hablan de lapidación previa, sino de ejecución en un madero. Y Pablo en Gálatas 3,13 3 tampoco confirma expresamente que “madero” sea “cruz” y no “palo”:
 
 
“Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero”. Y lo mismo en Flp 2,8: “Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte en  / de madero”.
 
 
Por lo visto es que los cristianos primitivos creían firmemente que Jesús “había muerto en un madero”. Y ¿por qué entendemos en concreto “crucifixión” y no empalamiento? Porque los romanos no practicaban la empalación, y sabemos de otros muertos en la cruz en tiempos cercanos a Jesús (Valerio Grato y los dos mil crucificados tras las revueltas después de la muerte de Herodes el Grande). Además los cristianos primitivos entendieron siempre que la muerte era en cruz. Y esta tradición se sustenta en griego porque fue transmitida por los apóstoles y otros muchos que presenciaron en vivo la muerte de Jesús.
 
Aceptemos, sin embargo, que hay dudas entre empalamiento y crucifixión… Y ¿qué más da?
 
Carrier dice, en la misma p. 13 que este hecho “supone un problema para responder a la cuestión «¿Existió Jesús?» de modo que debemos preguntarnos “¿A qué Jesús nos referimos?”. Y responde que no a un Jesús cualquiera, pues Joshua era un nombre común en la época de cualquier individuo que pudo morir en un madero bajo Poncio Pilato en torno a la época del Jesús que tenemos en mente. Nos referimos, pues, al Jesús que propició el nacimiento de la fe cristiana.
 
 
Ahora bien, como Joshua, o Jehoshúa, era un nombre que significaba “Yahvé es mi salvador”, y como muchos estudiosos opinan que solo después de su muerte / resurrección los cristianos afirmaron que Jesús era el  Mesías y el Señor”, al decir “Jesús Cristo” esos mismos cristianos se referían a que ese personaje vindicado por Dios era el “Salvador de Dios y el Mesías”. Y por tanto…–concluye Carrier– cuando los cristianos decían “murió en cruz Jesús” es posible que ese personaje pudiera NO llamarse Jesús, sino con cualquier otro nombre (Ben Stada, por ejemplo).
 
 
Escribe Carrier:
 
“Lo que necesitamos preguntarnos es si había finalmente algún judío (sea como fuere su nombre) que había reunido un puñado de seguidores, que había sido ejecutado por un tribunal judío o romano, dirigidos por Pedro (Cefas en arameo) que llegaron a convencerse de que Dios lo había exaltado nombrándole su “Señor y Salvador”, el Mesías verdadero del final de los tiempos. (Esto hubo de ser así). Hubo de existir, pues, tal personaje judío. Por el contrario, si tal personaje no existió, tampoco existió Jesús de Nazaret. Si Pedro y su cuadrilla no afirmaban que un sujeto terreno antes de ese momento había sido asesinado y había resucitado, y que entonces –tras su muerte– era su Salvador exaltado a los cielos, no tiene sentido alguno afirmar que existió el Jesús histórico. Ellos pudieron pensar que había existido y que era real. Pero nosotros no tenemos por qué pensarlo” (p. 14)
 
 
Y llegados aquí veo que me he detenido mucho en exponer el pensamiento de Carrier y su fundamento en el Talmud y en la étimo del nombre “Jesús”, por lo que esta postal ha resultado muy larga. Así que el análisis crítico de este razonamiento tiene que ser aplazado para otra postal. De lo contrario no la leerá nadie, porque se le caerá de las manos. Pero adelanto que este razonamiento me parece muy improbable.
 
Hasta el próximo día.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

Jueves, 17 de Diciembre 2020

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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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