CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Pregunta: ¿La guerra del año 70 entre Roma e Israel menguó tanto la comunidad judeocristiana de Jerusalén como para que los seguidores de Pablo, que ya había sido martirizado, tuvieran el camino expedito para imponer su teología?

Respuesta:

Creemos que ocurrió así por los escasos restos que dejaron esa comunidades judeocristianas: seis u ocho evangelios, como le digo. Interpretamos que el pasaje de Eusebio de Cesarea, en su obra Historia de la Iglesia, compuesta al principio del siglo IV, de que el Espíritu Santo inspiró a los judeocristianos de Jerusalén para que salieran más allá del Jordán, ante la inminencia de la gran escabechina que se produjo cuando la primera Gran Revuelta contra Roma (que concluyó con la derrota de los judíos y el aniquilamiento de Jerusalén y del Templo), pudo tener parte de verdad. Pero debieron de salir unos pocos: la inmensa mayoría de los que se quedaron pereció en Jerusalén a manos de los romanos, porque de lo contrario habrían dejado muchos más escritos. También alguno puede decir que ya se encargó la Iglesia primitiva de quemar aquellos evangelios apócrifos que más le molestaban, pero es que los restos que han dejado son mínimos.

Pregunta: ¿No habría tenido suficiente autoridad para desprestigiar la interpretación paulina un solo superviviente de Jerusalén, u otra comunidad evangelizada por esta corriente?

Respuesta:

Se luchó mucho, como indican las cartas a los Filipenses, Gálatas y a los Romanos de Pablo de Tarso, pero piense que después del año 70 tanto Jesús como los discípulos que habían tenido contacto directo con él ya habían muerto. Y fue entonces cuando se componen los cuatro evangelios luego canónicos: ¿quién puede protestar entonces que tal texto está exagerando o tal interpretación es errónea? Y, como la teología paulina es la más cómoda y potente, nadie podía poner freno a su triunfo. ¿Qué atractivo y porvenir podía tener un cristianismo que destacara los rasgos judíos de Jesús después de la guerra del 70, en la que Jerusalén quedó destruida, y sobre todo después de la del 135, cuando Adriano volvió a arrasarla e impuso la pena de muerte a cualquier judío que paseara por la comarca? No era positivo un cristianismo muy judío en esos momentos.

Pregunta: ¿Qué se sabe de la relación entre Pedro y Pablo?

Respuesta:

Algo. Pero nos la tenemos que imaginar bastante. Creemos que la relación entre Pedro y Pablo fue mejor que entre Santiago y Pablo. En los Hechos de los Apóstoles, Pedro aparece nada menos que como el que decide organizar la misión para convertir a los paganos, y Pablo va detrás de él como un corderito. De ahí podemos deducir que el autor del texto y de uno de los evangelios, a quien llamamos Lucas, le quería presentar como un hombre no tan recalcitrante como algunos ex esenios y ex fariseos de Jerusalén, convertidos al judeocristianismo que exigían que para salvarse había que convertirse a su vez al judaísmo.

Yo creo que Pedro andaba en una posición intermedia entre la posición muy judaizante de Santiago, el “hermano del Señor” y la helenizada de Pablo de Tarso, permitiendo que los judíos que creyeran en Jesús siguieran practicando el judaísmo y los paganos que lo hicieran se salvaran también. Sin embargo, en el segundo capítulo de la epístola a los Gálatas se ve que Pedro y Pablo se enfadan, porque éste le achaca que antes comía con los gentiles y ahora que han llegado algunos discípulos de Jerusalén se comporta como un judío estricto que no quiere saber nada de los paganos.

Ahora bien, reconstruir la figura de Pedro es muy difícil porque por lo menos la primera epístola que se le atribuye en el Nuevo Testamento tiene mucho de teología paulina. Y la segunda tampoco fue escrita por él. La reconstrucción del pensamiento de Pedro hay que hacerlo a partir de los Hechos de los apóstoles y de los Evangelios. Lo que intuimos de él se basa también en las Homilías Pseudoclementinas.

Pablo y Santiago, en cambio, debieron de mantener las distancias, aunque con respeto mutuo. Pablo aparece en sus cartas reuniendo dinero para los cristianos de Jerusalén, dirigidos por Santiago,que habían vendido sus posesiones porque esperaban el fin del mundo inminente y estaban literalmente "muertos de hambre", como dicen al principio los Hechos de los Apóstoles. Pablo se les quiso ganar así, aunque no lo consiguió; los judíos, con los romanos, lo detuvieron allí mismo, en Jerusalén, y probablemente fueran los propios cristianos de Jerusalén los que permitieron que los judíos le llevaran al procurador romano y Pablo acabara degollado en Roma.

Pregunta: De lo que ha dicho Usted hasta ahora, deduzco un par de cosas. La primera, que Jesús no debió de nombrar a Pedro su sucesor, ya que la comunidad de Jerusalén queda bajo el mando de Santiago; y la segunda, que el Juan evangelista, paulino y gnóstico, no tiene nada que ver con el apóstol del mismo nombre.

Respuesta:

Sí, ambas cosas son verdad. El pasaje de la fundación de la Iglesia, que aparece sólo en Mateo lo cual ya da que pensar que se trata de un añadido de este autor, es sospechoso porque Santiago jamás se habría atrevido a derrocar a Pedro, obligándole a marcharse a Antioquía. Para mí que Jesús se limitó a reunir un grupo de doce apóstoles que representaran simbólicamente a las doce tribus de Israel. Siendo como era un judío piadoso, jamás deseó fundar iglesia nueva alguna, lo que implicaba una nueva religión.

En el tiempo de Jesús y desde hacía siglos, del Israel antiguo ya sólo quedaban dos tribus y media (las de José, Benjamín y Judá), porque el resto habían perecido en la conquista de Samaria a manos del rey asirio Salmanasar (721 a. C). Pero los judíos piadosos de la época de Jesús pensaban que esas tribus habían escapado de Babilonia y se habían internado en Asia, y que, cuando Dios instaurara su reino en la tierra, volverían montadas en águilas. Jesús era de ese pensamiento y lo único que hace es instituir un grupo de doce que representa a esas tribus que van a ser restauradas. (Todavía en el siglo XX, Israel echó mano de judíos etíopes, los falashas, como tropas de choque, y algunos rabinos predicaban que los aviones en que les traían era el cumplimiento de la profecía. Los aviones eran las águilas por medio de las cuales Dios les llevaba a la tierra de Israel para pelear por su liberación contra los árabes).

Así que la Iglesia actual no se corresponde en absoluto con lo que cuenta el trasfondo del Evangelio de Mateo en su capítulo 16. La iglesia actual se debe más a su necesidad de asentarse en el mundo una vez se vio que el fin del mundo esperado, tanto por Jesús como por Pablo, no acababa de llegar.
A partir del siglo II, las iglesias paulinas ejercieron un potente control de las comunidades por medio del establecimiento de la jerarquía. El control intelectual se logró por medio de la creación del concepto del “depósito” de la recta doctrina y el filtrado de las Escrituras, la creación de una lista específica de libros cristianos que formaron el Nuevo Testamento. La exégesis de ellos, además, se reservaba para la jerarquía.

Ni Jesús ni sus apóstoles establecieron nada de eso; simplemente pensaban que Dios establecería su reino en la tierra de Israel y los apóstoles serían los representantes de las doce tribus. El Jesús de la Historia tenía una mente tan judía que a Pablo, en el fondo, apenas le servía de nada. Por ello no lo cita apenas (sólo cinco veces), y su teología se baso únicamente en la interpretación de la muerte (y la resurrección) del Nazareno.

Seguiremos.

Sábado, 8 de Noviembre 2008


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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