Notas
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero
Sobre el alma y la resurrección 5,1-2 Los que defienden que nuestra alma, después de haberse separado del cuerpo, nuevamente entra en otros cuerpos, no discrepan ciertamente de la resurrección que esperamos, pues dice nuestra Escritura que nuestro cuerpo consta de los elementos del mundo y que de los mismos elementos ha de constar para constituirse posteriormente. Es el mismo parecer de los filósofos ajenos a nosotros (...). La diferencia y controversia consiste en que nosotros decimos que el mismo cuerpo se constituye en torno a la misma alma y que estará constituido por los mismos elementos. Los otros, en cambio, sostienen que el alma retorna y pasa a algunos otros cuerpos, ya dotados de razón, ya desprovistos de razón y de sentido. (2) Decir que una misma alma, ahora dotada de razón, de inteligencia y de la facultad de pensar, cubierta por el ropaje del cuerpo, luego habite con los reptiles en las cavernas o se reúna con los pájaros o soporte cargas o coma carnes crudas o se sumerja o degenere en una naturaleza carente de sentido o eche raíces o llegue a ser árbol y produzca ramas y se convierta en flor o en espina o en algo dotado de facultad nutritiva o se haga y llegue a ser perjudicial, no es otra cosa sino estimar que todo es lo mismo y que sea una misma la naturaleza de todo, mezcladas unas cosas con otras en una confusa comunión, indistinta e indivisa, sin que lo uno se distinga de lo otro por alguna propiedad. Sobre el alma y la resurrección 6, 6,148 La resurrección es la restitución de nuestra naturaleza a su antiguo estado. En la primera vida, de la que Dios mismo fue autor, no había vejez ni infancia, como es lógico, ni sufrimientos debidas a todo tipo de enfermedades ni ninguna otra miseria corporal, pues no era verosímil que Dios creara tales cosas, sino que la naturaleza humana era una cosa divina antes que el género humano adquiriera el impulso hacia el mal. Sobre la formación del hombre 28, 229b-233b Algunos de los que nos han precedido, autores del tratado De los principios, han enseñado que las almas preexisten y forman, por así decir, un pueblo en una ciudad aparte, donde estarían situados los modelos de vicio y de virtud, y que mientras que el alma permanece en el bien, no conoce la experiencia de unión corporal, pero si se aparta de la participación que tenía con el bien, se desliza hacia la vida de aquí abajo y se introduce en un cuerpo. Otra categoría de autores se muestran partidarios del orden seguido por Moisés en su relato de la formación del hombre y afirman que en el tiempo el alma ha sido creada después del cuerpo: Dios, en efecto, en primer lugar tomó polvo del suelo para formar al hombre y a continuación lo animó con su soplo. De acuerdo con esta manera de hablar, establecen que la carne vale más que el alma, pues ésta última es introducida en una carne formada anteriormente. Afirman que el alma existe a causa del cuerpo, a fin de que el cuerpo así modelado no quede sin hálito y sin movimiento. Pero un objeto que existe a causa de otro tiene menos valor que aquél por cuya causa existe (...). Una y otra hipótesis merecen crítica, la que imagina que las almas han tenido una existencia anterior en alguna ciudad particular y la que sostiene que las almas se han formado después del cuerpo. (...). Los adeptos de la primera opinión, que sostienen que la ciudad formada por las almas es más antigua que su existencia en la carne, me parece que no han sido purificados de esas doctrinas imaginadas por los griegos sobre la metempsicosis (...) que el mismo ser que es hombre, se reviste de un cuerpo de mujer, vuela entre los pájaros, se convierte en arbusto y termina por vivir en las aguas (...). La causa de este absurdo es la creencia en la preexistencia de las almas (...). El retorno a un estado mejor es necesariamente imposible para el hombre. Pero ellos la hacen retornar del arbusto al estado humano, sin ver que de esta suerte inducen a pensar que la vida en el arbusto es de mayor valor que el estado de vida incorpóreo (...) si la caída en el vicio ha comenzado en ese estado superior y si desde el estado inferior comienza a retornar hacia la virtud. Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero, y subsidiariamente de Antonio Piñero NOTA: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
Miércoles, 19 de Octubre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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