CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“Nuevos enigmas de la Biblia” (III) de Ariel Álvarez Valdés (28-01-2021; 1160)
Foto: Libro
 
Escribe Antonio Piñero
 
Si no me equivoco es esta la octava o novena vez que escribo sobre este ilustre colega, Ariel Álvarez Valdés y sobre sus libros de divulgación bíblica, que me parecen excelentes. Ariel tiene un buen acumen crítico, escribe claro y ordenado y lleva al lector en volandas hasta la conclusión de cada uno de los capitulitos/capítulos de sus libros. Su método de análisis es el usual en la investigación histórica de textos antiguos, intentando aclarar sus lugares difíciles por medio del estudio del contexto histórico, del vocabulario, de la historia de las ideas, del pensamiento global del autor bíblico del que comenta alguna sección o pasaje.
 

Los resultados son buenos, porque creo que en la mayoría de los caso convence al lector de que su opinión interpretativa es la correcta. En la ocasión actual comento la tercera entrega de su serie sobre “Nuevos enigmas de la Biblia”, Editorial PPC, Madrid, 2020, 12x19 cms, 172 páginas. ISBN: 978-84-288-3541-1. Precio 16,50 €.

 

 

En esta entrega el autor propone la resolución de 10 “enigmas” bíblicos, que son los siguientes: 1. “¿Quién es el único personaje bíblico concebido por un ángel?”. 2.  “¿Se casó el rey David con su propia suegra?”. 3. “¿Mató el profeta Eliseo a cuarenta y dos niños?”. 4. “¿Predijo el profeta Isaías el nacimiento de Jesús?”. 5. “¿Anunció Jesús su muerte con una parábola?”. 6. “¿Cómo supo el centurión al pie de la cruz que Jesús era Hijo de Dios?”. 7. “¿Por qué se pelearon san Pablo y Bernabé?”. 8. “¿Condenó san Pablo la homosexualidad?”. 9. “¿Por qué Judas escribió su carta?”. 10. “¿Por qué el autor del Apocalipsis viajó a Patmos?”.

 

 

Siete, pues, de estos temas abordan cuestiones del Nuevo Testamento, por tanto del ámbito en el que trabajo preferentemente. No quiero destripar el libro, pero sí deseo comentar algunas cosas que me han llamado la atención.

 

 

En el texto 4, el pasaje de Isaías 7,14 (“El Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”), que servirá, por ejemplo, al evangelista Mateo 1,23 para probar que las Escrituras ya habían profetizado el nacimiento virginal de Jesús (“Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros»”) como “enigma” se halla resuelto si se considera el proceso de traducción y reinterpretación del pasaje por parte de los LXX traductores al griego que creyó/creyeron que debían traducirlo así, referido a Jerusalén y a un rey futuro, porque ese era el pensamiento verdadero de Isaías: “donde decía «muchacha» (la mujer del rey Ajaz 2 Reyes 18,2) el traductor escribió «virgen», ya que pensó, al traducir al griego, que el profeta se refería no a la mujer del rey sino a Jerusalén suele identificarse con una virgen en la Escritura Is37,22; Jer 14,17; Lamentaciones 2,13), y en donde se decía en el hebreo «ha concebido» puso un futuro «concebirá». Así el traductor más que traducir hizo una acomodación del texto pasado al futuro.

 

 

El evangelista Mateo, cuya lengua era el griego, se encontró en ella esta traducción del pasaje de Isaías, y le pareció clarísimo que eso explicaba el nacimiento de Jesús de maravilla: Jesús era un héroe especial, como otros héroes del mundo grecorromano, cuyo nacimiento se debía a Dios y solo a Dios. Pero en Jesús en grado excelso.

 

 

Otro caso, muy bien explicado por Ariel, es el de la parábola de los viñadores homicidas de Marcos 12,1-11:

 

 

“Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros.  Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: “A mi hijo le respetarán”. 7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.” 8 Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. 10 ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; 11 fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»”.

 

 

Sostiene nuestro autor la misma tesis que diversos comentaristas críticos,  por ejemplo, John P. Meier, quienes estiman que la parábola es auténtica, pero hasta el v. 8 exclusive (“Lo agarraron, lo mataron, y lo echaron fuera de la viña), aunque quizás con una formulación no exactamente igual a la que aparece ahora en Marcos. El resto (“¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»”) NO pertenece a Jesús. ¿Por qué? ¿Por qué/Porque refleja la teología del evangelista o de su grupo cristiano primitivo? Y ¿cómo podemos llegar a esa conclusión? Pues porque para contar al pueblo esta parábola (mejor, “alegoría) Jesús tendría que haber sabido muchas cosas que no es verosímil que supiera.

 

 

¿Y cuáles eran esas cosas? Por ejemplo, que él era “el Hijo de Dios” (hijo único en sentido ya paulino, y una entidad divina, al menos después de la resurrección; que las autoridades romanas lo matarían; que moriría fuera de las murallas de Jerusalén; que después vendrían sus seguidores que acabarían formando con gentiles, no solo con judíos, una religión nueva, el cristianismo; que Jesús sería la “piedra” esencial de esa nueva construcción/religión, etc. Todo este conjunto de argumentos pertenece al modo de razonar de la crítica evangélica desde hace siglos, que concluye que tal como está el final de la parábola (versículos 8-11) no pueden en modo alguno proceder del Jesús histórico.

 

 

Y así podría seguir poniendo ejemplos, pero –como dije– no destriparé el libro.

 

 

Hay otros casos en los que la postura de Ariel quizás pueda discutirse. Señalaré algo. Por ejemplo, en el enigma nº 7 “¿Por qué se pelearon Pablo y  Bernabé?”, opino que Ariel tiene razón al destacar que en el período de la vida de Pablo que narran los Hechos de los apóstoles hay mucha señales de que al principio la figura de Bernabé era mucho más importante que la de Pablo en el conjunto de la comunidad judeocristiana primitiva. Y también tiene razón en poner en duda muchos datos de Hechos porque no resisten la crítica histórica.

 

Un paréntesis: creo que Hechos es una obra mucho más tardía que el 90 que postula Ariel. El análisis del estilo por potentes computadoras, la igualdad, sin embargo, de temática y de frases con el tercer Evangelio, las evidentes contradicciones de Hechos respecto a Lucas, sobre todo en la resurrección y Ascensión de Jesús, hacen que sea probable que Hechos fue compuesto por un discípulo de Lucas que actuando con el “espíritu” del maestro imitó su estilo y parte de sus ideas, añadiendo las propias. Cierro el paréntesis.

 

 

Sigo. Creo que no se profundiza en la razón por la cual Pablo discutió agriamente con Pedro y con Bernabé. Ciertamente no fue por la “fuga” de Marcos que dejó en la estacada a estos dos, como afirma Hch 13,13. Hay otra razón que solo se descubre teniendo en cuenta, como apunta ciertamente Ariel, Gálatas 2,11-14. He aquí el texto:

 

“Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»”.

 

El pasaje exige páginas enteras para desarrollar y explicar bien su complejidad. Opino, sin embargo, que hay una razón básica para la discusión entre Pablo, Pedro y Bernabé: el evangelio de Pablo dirigido a los gentiles (las cartas todas de Pablo, las conservadas, van dirigidas a gentiles, no propiamente a judeocristianos; Pablo adopta retóricamente el punto de vista de los gentiles, aunque él sea un judío convencido y practicante, solo que creyente en Jesús como mesías, y afirma que los gentiles al creer en Jesús no tienen que hacerse judíos. Por tanto, la parte de la ley de Moisés que está dirigida solo al pueblo judío (pureza ritual, pureza de los alimentos y circuncisión) no afecta a quienes NO son judíos, aunque sean creyentes en Jesús.

 

Pablo distingue muy bien entre dos partes de la ley de Moisés: 1. Una eterna y universal, fundamentalmente el Decálogo; 2. Otra especial, y en parte temporal, dirigida solo a los judíos. Lo único que  dice Pablo en sus cartas (desgraciadamente sin especificar –utilizando solo la palabra “ley”, sin más–, ya que sus corresponsales lo entendían perfectamente, es que esa parte de la Ley no les obligaba.

 

Cuando desde S. Agustín y Lutero sobre todo se dice sin precisar que Pablo “negó la validez salvadora de la ley de Moisés”, sin concretar más, se está diciendo un auténtico disparate. La parte esencial de la Ley es el Decálogo y la Shemá (la confesión de que el Dios de Israel es el único Dios)… Siendo esto así, ¿le cabe a alguien en la cabeza que Pablo hubiera dicho que la “Ley” (insisto que contiene el Decálogo y la Shemá) ya no tiene función salvadora? Pues aunque parezca una increíble imprecisión se ha dicho siempre que Pablo  y el cristianismo negaron toda validez a la ley de Moisés. Disparate mayúsculo, repito. Lo que Pablo  negó fue que la observancia de la parte de la ley de Moisés que afectaba solo a los judíos (alimentos, pureza y circuncisión) NO era precisa para los gentiles creyentes en Jesús como mesías, ya que por creer en Jesús no se habían hecho judíos. Como ramas de oleastro se habían injertado en Israel (el único que se salva, según Pablo), pero no se habían hecho judíos. Así se cumplía la promesa de Dios a Abrahán de que sería “padre de numerosos pueblos” (Génesis 17,4; no solo del pueblo judío) Y si alguien tiene alguna duda que lea 1 Corintios 7, 17-19:

 

“En todo caso, a cada uno como le asignó el Señor; cada cual viva del modo como le ha llamado Dios. Y así lo ordeno en todas las iglesias. 18 ¿Fue llamado uno siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Fue llamado uno siendo incircunciso? No se circuncide. 19 La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. 20 Permanezca cada uno en la llamada en la que fue llamado por Dios”.

 

Ahora bien, hay que reconocer que a los judíos normales no creyentes en Jesús como mesías, les daba cien patadas en el estómago que viniera Pablo a decirles que un gentil, con tal de que creyera en Jesús y cumpliera la ley del amor o del Mesías, se iba a salvar con iguales derechos que ellos, el pueblo elegido que además tenía que cumplir 613 preceptos. ¡No había derecho! Israel perdía, con la doctrina de Pablo todas sus ventajas en la salvación. Jamás persiguieron los judíos a Pablo porque hubiera pensado que el mesías una vez resucitado fuera divino de algún modo, y nunca pensaron que Pablo estaba poniendo en duda el más estricto monoteísmo. Eso, acerca de un mesías semidivino tras su muerte, lo pensaban muchos judíos piadosos de la época, sino porque con la doctrina de Pablo Israel perdía todas sus ventajas en cuanto a la salvación.

 

Por tanto, la disputa de Pablo / Pedro y Bernabé era muy seria: “Pablo afea a Pedro el cambio de actitud: primero le había dado la razón en la reunión de Jerusalén --los gentiles convertidos a la fe en el Mesías se salvarán incluso sin cumplir la ley de Moisés completa--, pero luego se la quitó con su actitud en Antioquía: la salvación de los gentiles sería de segundo grado, puesto que eran impuros. Como la actitud de Pedro suponía aceptar que los rigoristas tenían razón, todo el concepto del evangelio de Pablo --en su importante idea acerca del cumplimiento de la Promesa a Abrahán con la incorporación de gentiles a Israel sin circuncidarse, en cuanto gentiles etc.-- se venía abajo. Por eso se enfadó tanto Pablo con Pedro y con Bernabé” (véase aquí  mi obra “Guía para entender a Pablo”, Trotta, Madrid 2ª edición de 2018, p. 157)

 

Y un par de cosas más para valorar el libro de Ariel Álvarez Valdés: sobre el enigma nº 8 (8. “¿Condenó san Pablo la homosexualidad?”) habría que discutir bastante, pero lo dejo para otra ocasión. Solo decir que aquí la aportación de Ariel es muy importante y que puede servir, y mucho, para una discusión acerca de cómo conviene precisar el tema de si Pablo condenó la homosexualidad tal como se entiende hoy.

 

Me temo, sin embargo, que a pesar de las precisiones del libro se olvida el autor que ante todo y por encima de todo Pablo es un judío, y un judío cabal y diría que “fanático” en el buen sentido, y que si hoy levantara la cabeza, no creo que aceptara los argumentos de Ariel, porque aplicaría sus principios judíos clarísimos hasta hoy día sobre la sexualidad (siempre dentro del matrimonio y como fin primario la procreación) y no abonaría en absoluto las tesis del libro que estamos comentando.

 

 

Y, por último, lanzo una mera hipótesis a propósito del “enigma” nº 9: “¿Por qué Judas escribió su carta?”. La carta de Judas es mucho más tardía que lo que supone Ariel. Está escrita ciertamente por un judeocristiano que se sabe de memoria su Biblia y que sabe escoger ejemplos estupendos de la Biblia hebrea para atacar a los “herejes”.

 

Pues bien, propongo como hipótesis de trabajo que el autor de Judas, para describir a los “falsos maestros” de dentro y de fuera de la comunidad que combaten  “la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre” (concepción típicamente lucana y tardía en el cristianismo primitivo: la fe ha caído del cielo con la revelación de Jesús formada ya perfectamente y sin mancha; solo los herejes, libertinos, que se dejan llevar de la avaricia y sus pasiones corrompen la fe recibida) utiliza la descripción paulina de los “pneumáticos” o espirituales de 1 Corintios, y de los falsos maestros que se recomiendan a sí mismos de 2 Corintios 10. El autor de Judas, pues, se inspira no solo en la Biblia hebrea en su furibundos ataques, sino en lo que encuentra en 1 2 Corintios cuando Pablo se defiende también de sus adversarios. La carta de Judas debe situarse, pues, a finales del siglo I.

 

 

Resumo: merece la pena leer y pensar en esta tercera entrega de “Enigmas” de la Biblia del filólogo/ teólogo argentino Álvarez Valdés. La divulgación de Ariel tiene detrás de sí muchísimas horas de estudio técnico y profundo de la Biblia hebrea y del Nuevo Testamento en particular. Es pues una “divulgación/investigación” porque “divulgar” es simplemente ofrecer al gran público las ideas del pensar medio de la investigación, pero aquí hay mucho más que mera divulgación: hay reflexión propia sobre los textos bíblicos, lo cual no es divulgación solo, sino investigación.

 

 

Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

 

Mi intervención en RNE “Espacio en blanco”, con Miguel Blanco, sábado a domingo 23/24 enero 2021

https://www.rtve.es/alacarta/audios/espacio-en-blanco/zombies-convento-24-01-21/5770673/
A partir del minuto 12.45
 
 
 

Jueves, 28 de Enero 2021


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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