CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con las razones del perseguidor.

Martin Hengel reconoce también que el relato lucano sobre Pablo como perseguidor de los judeocristianos sufre de otra contradicción, que nosotros hemos ya señalado repetidas veces. A saber, es muy improbable la imagen de unidad que ofrece Lucas de la comunidad judeocristiana primitiva de Jerusalén, reduciendo sus fricciones a meras disputas “sociales” sobre el cuidado de las viudas, y omitiendo las diferencias tanto de lengua (= mentalidad) como sobre todo teológicas, a saber, las discrepancias en torno a la función disminuida de la Ley en la nueva economía de la salvación traída por la muerte de cristianismo en la cruz, así como sobre el papel del Templo como lugar exclusivo de encuentro con Dios, y lugar también obligado para cualquier acción “sacramental” de perdón de los pecados.

Acepta Hengel que las escenas de la división meramente nominal o social de la comunidad cristiana jerusalemita son “escenas ideales”, literarias, redactadas por Lucas, que describe una situación que no se compagina en absoluto con

a) La descripción de las funciones dentro de la comunidad de los siete dirigentes de los “helenistas”, con Esteban a la cabeza, que son de predicación, enseñanza, estudio de las Escrituras y en nada funciones propias de “diáconos”, como los llama Lucas, encargados de tareas meramente sociales. Léase para ello el inicio del capítulo 6 de los Hechos de los apóstoles.

b) La diferencia de lengua materna llevaba a que los oficios religiosos propios de los judeocristianos, fuera del Templo, quizá el primer día de la semana, después del sábado y que consistía en la “fracción del pan” y rezar y leer las Escrituras juntos, se hacía por separado. Los helenistas por un lado y los hebreos, por otro.

c) Con las grandes diferencias teológicas que hubo de haber necesariamente, como hemos ya apuntado (Ley y Templo)

d) Con la gran persecución contra los judeocristianos helenistas de la que se habla en Hch 8,1. Los perseguidores , otros judíos helenistas, pero "ortodoxos, habían matado antes al jefe de los judeocristianos de lengua griega, Esteban, pero a los Doce apóstoles y a los que les seguían no les hicieron nada.

Hengel tiene que aceptar que esta pintura de Lucas, sobre todo d) es muy inverosímil. Hubo de ocurrir que la persecución a los judeocristianos helenistas por parte de los judíos “ortodoxos” –incluidos los de lengua griega, como los miembros de la “sinagoga de los libertos procedentes de Alejandría y de la Cirenaica, la actual Libia”- y luego por Pablo se debió a motivos teológicos muy profundos. Si dejaron al resto de los judeocristianos (“hebreos”) en paz, fue porque su teología sobre Jesús no les parecía tan peligrosa.

Una vez dilucidados, en lo posible, los motivos de la persecución, volvamos, por un momento, de nuevo al tema tratado en nuestra nota del día 07/02/2009, sábado (3-06-L) donde expusimos las razones por las cuales el texto de Gálatas 1,22 (“Personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo”) me parece definitivo en contra de una estancia larga, como estudiante, del Pablo precristiano en la capital de Judea, Jerusalén, porque también afecta a la cuestión que ahora estamos tratando:

¿Sería posible mantener que la comunidad a la que Pablo perseguía era la “iglesia madre” de Jerusalén? Y si respondemos que sí, ¿podemos mantener al mismo tiempo que es verdad que “Personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en Cristo?”.

Respondemos:

· Ante todo afirmar que en Gálatas 1,13 (“Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba”) no se nombra expresamente lugar alguno de persecución.

· Segundo: que no me parece posible que un individuo que sacaba a las gentes de sus casas, las llevaba a juicio, y luego las encerraba en las cárceles (Hch 8,3) en Jerusalén fuera un desconocido más tarde para esos pobres perseguidos en aquella ciudad.

· Tercero: que me parece posible que Pablo –según Hch 9,1- fuera momentáneamente a Jerusalén a ver el sumo sacerdote (no tuvo por qué verlo ninguno de los judeocristianos en esos momentos) para pedirle cartas para luego perseguir a esos judeocristianos en un lugar que –por el motivo que fuese- él conocía muy bien, Damasco, donde –según Lucas- no consiguió consumar persecución alguna:

Dicen los Hechos: “Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén” (9,1-2).

Lucas da por supuesto que antes hubo persecuciones de Pablo en Jerusalén, al igual que antes Pablo se había formado en la misma ciudad, pero eso es precisamente lo que estamos discutiendo: este punto de vista de Lucas que no nos parece correcto.

Cuarto: que como Gálatas 1 no nombra para nada a Jerusalén, no me parece convincente el argumento de M. Hengel de que Pablo “no dice toda la verdad”. “No nombra a Jerusalén por conveniencia y oculta algunos datos” (p. 278). Este razonamiento me parece muy peligroso y casi alcanza la categoría de “petición de principio”.

Quinto: que es muy plausible que Pablo tampoco llegara a consumar una persecución real en la ciudad de Damasco. Lucas dice que la “conversión” tuvo lugar en el camino, antes de llegar a la ciudad (Hch 9,1; 22,5, 26,12); y es muy improbable que si allí había perseguido Pablo a los fieles fuera luego recibido con los brazos abiertos.

Entonces la pregunta se reduce a lo siguiente: ¿Dónde fue, pues, el lugar de la persecución paulina?

Y la respuesta:

Ateniéndonos a Gál 1,13 (citado más arriba: no nombra lugar alguno) y 1 Corintios 15,9 (“Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios”) donde tampoco nombra lugar alguno, la conclusión es: no lo sabemos.

Terminaremos en seguida con este tema del Pablo precristiano. Y cuando lo hagamos, efectuaremos un resumen global de lo dicho.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

Viernes, 13 de Febrero 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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