CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Peligrosas generalizaciones negativas sobre el valor de Flavio Josefo acerca de la existencia de Jesús de Nazaret (18-02-2021) (1164)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Flavio Josefo. Tomado de Wikipedia.
 
Voy a traducir la p. 41 del libro de R. Carrier “Jesus from the Outer Sapece” y luego comentaré:
 
A partir de haber establecido Carrier la idea de que, en la “historia de las religiones” ninguna divinidad que muere y resucita (entre las que se halla Jesús) tiene ninguna existencia histórica., Carrier se pregunta si Jesús es una excepción:
 
“A partir de este momento, tenemos que preguntar: ¿hay alguna prueba o testimonio (el vocablo evidencia es aquí un bárbaro anglicismo, pero que se está introduciendo sin remedio) que asegura que Jesús es una excepción? Podemos rescatar a Jesús de nuestras justificadas sospechas (de que nunca existió)?”
 
“Cuando miramos los testimonios fuera del NT, concluimos que nada hay utilizable para este propósito. Las primeras menciones que tenemos, desde sesenta a noventa años posteriores, son los «Anales» de Tácito y las «Antigüedades» de Flavio Josefo. Incluso si son auténticas (y hay buenas razones para dudar de ello), tales escritos serían las únicas   menciones a Jesús como figura histórica (fuera del NT) hasta pasados cien años desde que comenzó la religión (cristiana). Ahora bien, tales fuentes no proporcionan indicación alguna de ora fuente de información que no séanlos Evangelios, o bien informantes que se basan en los Evangelios”.
 
“Por consiguiente, no tienen capacidad de corroborar (la información) de los Evangelios, puesto que no podemos dar por seguro que no sean otra cosa que ecos de tales obras. Justamente eso: meros ecos de los Evangelios directa o indirectamente. No hay en ellas una corroboración independiente de algo concerniente a Jesús. Eso significa que no existía ninguno que pudiera ser citado; o bien que de alguna manera se perdió o se ignoraba. Sea una cosa o la otra, no existe para nosotros prueba alguna que podamos tener en consideración”.
 
Hasta aquí Carrier.
 
Por lo menos en lo que respecta a Flavio Josefo (Antigüedades XVIII 63-64: escritas en el 95 d. C. y cuando muchos de los cristianos con los que pudo contactar Josefo en Roma eran judíos creyentes) lo  que dice Carrier es sencillamente muy dudoso, por no decir erróneo.
 
Argumento tomando notas de mi libro “Aproximación al Jesús histórico” 4ª edición Trotta 2020:
 
Ningún historiador independiente duda de que ese testimonio flaviano haya sido interpolado por los escribas cristianos.
 
El texto de Flavio Josefo es el siguiente:
 
“Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”.
 
Están de acuerdo todos los investigadores en que el texto ha sufrido las manos de los escribas cristianos, que lo han glosado e interpolado.
 
Los retoques cristianos son, en opinión casi unánime de la investigación, los siguientes:
 
a) “Vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre”;
 
b) “Era el Cristo”;
c) “Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él”.
 
Estas frases son ciertamente imposibles en Flavio Josefo, pues representan una clara profesión de fe cristiana y ese autor no le era; no lo fue nunca. Por tanto, son claramente añadidos cristianos. Si quitamos estas frases más que dudosas, diría que imposibles, quedaría el texto así:
 
“Por esta época vivió Jesús, un hombre [sabio]. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de hombres que acogen la verdad con placer, y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Y hasta el día de hoy existe la tribu de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”.
 
Parece que este pasaje puede atribuirse sustancialmente a Josefo, pues su estilo e ideas y vocabulario son típicamente suyas. Opino, pues, que la hipótesis de la “autenticidad de ese texto, pero con retoques” es la más convincente.
 
Y existe un argumento suplementario en pro de su autenticidad. Casi todos los investigadores mencionan este famoso pasaje tal cual lo hemos transcrito al principio, aislándolo de su contexto y considerándolo en sí mismo, pero pocos hacen hincapié en el final del texto sobre Jesús que sirve de empalme con el siguiente y que me parece iluminador:
 
“Y por el mismo tiempo (de Jesús) ocurrió otra cosa terrible (griego: héteron ti deinón) que causó gran perturbación entre los judíos (griego ethorýbei toùs ioudaíous)”.
 
Ciertamente este último pasaje aclara mucho. De él se trasluce que el núcleo del testimonio de Flavio Josefo sobre Jesús estaba dentro de una lista de personajes y sucesos tristes y malos que impulsaron a los judíos a la desastrosa sublevación del 66 d.C. Por tanto, el historiador judío estaba dando unos breves toques sobre tipos dañinos para el judaísmo y en concreto menciona la vida de un personaje mesianista, Jesús de Nazaret, cuya existencia había causado daños al pueblo judío, pues había potenciado las expectativas mesiánicas; había contribuido notablemente al ambiente exaltado general que llevó al pueblo judío a la catástrofe del año 70 d.C.: destrucción de Jerusalén del pueblo, de gran parte del país, innúmeras gentes hechas prisioneras y esclavas, y muchos muertos.
 
Flavio Josefo no tenía ningún interés en inventarse la existencia de un Jesús de Nazaret nefasto y colocarla dentro de una lista de personajes para él desastrosos. Luego, si eliminamos los retoques cristianos, el pasaje es un testimonio directo de la existencia de Jesús.
 
Por tanto, el texto no puede eliminarse alegre y desenvueltamente de la discusión, como si todo él fuera un añadido voluntario, con ánimo falsario, por obra de un escriba cristiano que apoyaba así la existencia de un personaje que en el fondo era un puro mito. El argumento se revela insostenible, a mi parecer.
 
Opino que lo único que hizo el escriba cristiano fue manipular el texto y presentar a Jesús a mejor luz. Así el retoque consistió en a) eliminar un posible principio del texto que ponía a Jesús dentro de una lista de personajes indeseables; b) añadir tres frases (las arriba destacadas); c) cambiar la más que probable palabra de Josefo sophistés, “sofista” (Jesús era un sofista más) por sophós = “sabio”.
 
Teniendo todo esto en cuenta, no es extraño que el texto de Josefo reconstruido por R. Esissler en su obra de 1931 “Jesús, el rey que nunca reinó” sea bastante plausible y haya comenzado del siguiente modo:
 
“Por aquel tiempo ocurrió el inicio de nuevas perturbaciones: Jesús, varón sofista… (griego archè néon thorýbon)”.
 
La reconstrucción del texto griego originario está citada en una amplia nota por el editor, Louis Feldman, en la p. 48 del volumen IV de las Obras de Josefo de la Loeb Classical Library, de 1965. L. Feldman era un excelente filólogo y un judío muy religioso y conservador, de quien no cabe esperar tantas simpatías por Jesús como para no declarar espurio un texto de Flavio Josefo si así lo creyera.
 
Así pues, según el historiador judío, Jesús de Nazaret agitó con su predicación a las masas judías y fue un eslabón más de los que la condujo a la catástrofe. Lo mismo que antes Juan el Bautista, que aparece por ello en la misma lista. Por tanto, si no es posible rechazar en bloque este texto como totalmente inauténtico, y si estimamos la mención josefina de Jesús como muy negativa, no sospechosa de ser una interpolación, debo concluir que es un testimonio directo de la existencia histórica de Jesús de Nazaret. 
 
Algún estudioso podría argumentar que este pasaje de Josefo es demasiado positivo respecto a Jesús, aun despojado de las posibles glosas cristinas. Pero el argumento tampoco es válido: si se estudian las palabras que este texto, en apariencia o por hipótesis más o menos neutro sobre Jesús, utiliza para describir la actividad de Jesús, observaremos que se emplean en el resto de su obra para designar actos negativos. Es esta una tarea propia de especialistas, en la que no puedo detenerme y mostrar listas de palabras unidas a una discusión filológica de su significado en este preciso texto, pero sus resultados son también muy concluyentes.
 
Alguien puede volver a argumentar en contra: El pasaje de Flavio Josefo no se encuentra en el texto del sabio cristiano Orígenes (muerto hacia el 250). Luego es falso.
 
Pues tampoco este argumento es seguro. Es más probable lo siguiente: la transmisión del texto de Flavio Josefo fue obra de cristianos ya que los judíos lo odiaban como traidor. Al llegar al Testimonio los escribas cristianos lo eliminaron (= texto en manos de Orígenes). Pero luego se dieron cuenta que era más provechoso para la propaganda cristiana falsificar el texto josefino añadiéndole glosas = texto que ha llegado hasta nosotros.
 
Sostengo que lo dicho es más plausible que la opinión de Carrier de que Flavio Josefo simplemente copió o bien de los Evangelios o de cristianos que citaban los Evangelios.
 
Síntesis: opino que la hipótesis de Carrier sobre Flavio Josefo no es en absoluto convincente.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

Jueves, 18 de Febrero 2021


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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