CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

(16-03-2022) (1220)


Escribe Antonio Piñero
 
Sigo replicando amistosamente a las observaciones críticas de Xabier Pikaza a la obra “Los libros del Nuevo Testamento”, de la que soy el principal responsable. En esta ocasión la crítica afecta al puesto de Pablo en el Nuevo Testamento y a los orígenes y formación del cristianismo.
 
Otra crítica, doble, es la siguiente:
 
La alergia por Jesús va unida a la emergencia de PABLO, de quien dependería por lo menos el 90% de la formulación del NT. Ciertamente, Pablo ha sido y sigue siendo esencial para entender el despliegue de los libros del NT (y del mismo NT), pero no todos los cristianismos del NT son paulinos, como piensa Piñero, aunque Pablo haya catalizado algo que resulta muy importante en la primitiva Iglesia. Quizá los autores no se han enterado de los ORIGENES DEL CRISTIANISMO de CROSSAN, donde apenas se apela a Pablo para entender el NT; puede estar exagerado Crossan, pero lo que dice merece tenerse en cuenta.  Creo que A. Piñero y sus colaboradores no han valorado la aportación de las tradiciones sinópticas, no han reconocido a mi juicio la aportación petrina (ni han insistido en los tres “líderes”: Pedro, Pablo, Santiago…). Centrado todo en Pablo (y, a mi juicio, en un Pablo previamente “domesticado”) no se entiende todo el NT, con sus temas fundamentales que son la universalidad, la “justificación” por la fe, la superación del talión, la recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, que es genial, pero que no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida (no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña. 
 
1. “No todos los cristianismo son paulinos”.
 
Por supuesto, no al cien por cien, ya que muchos de los judeocristianos no aceptaban que los paganos conversos a la fe en el Mesías no tenían por qué circuncidarse, es decir,  no debían hacerse plenamente judíos para salvarse, sino que debían mantenerse en el estado en el que les había llegado la llamada. Si eran incircuncisos debían mantenerse como incircuncisos; por tanto al no hacerse judíos no estaban obligados a cumplir esa parte de la ley de Moisés que afectaba solo a los hijos naturales de la –Alianza, a saber: circuncisión, alimentos y pureza ritual (1 Corintios 7,17-21). Naturalmente tampoco aceptaban la consecuencia: los paganocristianos se salvaban con una salvación de primera clase sin tener que cumplir la ley mosaica completa. Esto fastidiaba especialmente a los judíos y a los judeocristianos “judaizantes”.
 
Pero todos los libros del Nuevo Testamento aceptan los principios fundamentales y básicos de la interpretación paulina de la muerte y resurrección de Jesús como agente mesiánico dentro del cuadro de un designio eterno de Dios para la salvación del género humano completo, no solo de los judíos, que conducen a un impulso rápidos hacia la divinización de este : la verdadera entidad y naturaleza de ese mesías como un ser humano, pero a la vez adoptado por Dios, sentado como ser divino –solo después de su resurrección– al lado del Padre, aunque subordinado a este; la absolución / justificación de los pecados por la fe en el mesías; la unión con éste a través del bautismo (y en algunos caso en la eucaristía), su nuevas ideas sobre la escatología y el reino de Dios espiritualizado.
 
2.  Apelar a Crossan como autoridad exegética no me parece argumento.
 
Con el paso del tiempo se ha visto que todas sus tesis: un Jesús no apocalíptico, no un profeta escatológico, un mero predicador sapiencial muy parecido a un filósofo cínico, un absoluto pacifista no bien entendido, son tesis totalmente superadas hoy. Igualmente su discriminación de las fuentes antiguas y su aceptación en bloque de fragmentos papiráceos o evangelios apócrifos, en especial los Evangelios de Pedro y sobre todo el de Evangelio gnóstico de Tomás como anteriores a los Sinópticos y reveladores de la identidad y pensamiento verdaderos del Jesús de la historia; los evangelios de la infancia como meras parábolas, etc., no son hoy de recibo. No conozco exegeta serio hoy día que las siga aceptando. El producto de la exégesis de Crossan acerca de Jesús es la figura de este Jesús idealizada y californiana como se ha señalado oportunamente. Lo dejo aquí porque prácticamente todos los comentaristas posteriores  han desmontado ya, o puesto al menos seriamente en duda los fundamentos de la exégesis de Crossan respecto a Jesús …y consecuentemente respecto a los orígenes del cristianismo.
 
3. “Orígenes del cristianismo sin Pablo”…
 
Así fue según Crossan, aunque Pikaza afirma que la postura de este exegeta es exagerada. Crossan no ha reflexionado ni un minuto sobre la estructura del Nuevo Testamento, que explico en este libro cuya amable reseña tuya estoy comentando: el Nuevo Testamento sigue unas reglas numerológicas estrictas que afectan al 4 (número que significa lo cósmico) y al 7 (número de la plenitud): hay 4 evangelios como los cuatro puntos cardinales. Mi amigo Xabier –que ha traducido el estupendo comentario al Evangelio de Marcos, del norteamericano Joel Marcus– sabe perfectamente que es un escrito transido de cabo a rabo de teología paulina de la muerte y resurrección de Jesús. Y que los otros tres evangelios, que copian la estructura de Marcos aceptan esa misma interpretación; sobre todo Mateo, el más petrino de los Evangelios, asume en su obra el 80% del Evangelio de Marcos, y toda la teología paulina de que el Mesías tiene potestad de cambiar la Ley en época mesiánica (Sermón de la Montaña) y el sentido expiatorio de la muerte de Jesús, etc.
 
Además, de las 21 cartas que hay en el Nuevo Testamento nada menos que 14 están atribuidas a Pablo (no importa nada para el argumento si la atribución es correcta o no; ¡se le atribuyen! Y solo 6 cartas –y dos ellas diminutas, al resto de los “apóstoles”; y solo una a Santiago, el “hermano del Señor”, nada menos. Es más: la investigación reconoce que 1 2 Pedro son epístolas compuestas por discípulos de Pablo; que hay tres de “Juan” (una mínima) cuya teología  no es antipaulina, sino en todo caso “una enmienda a la totalidad” a la figura de Jesús, tan “superficial” para los miembros del grupo johánico, de los tres evangelios anteriores; que la Epístola de Judas presupone para su descripción de los herejes 1 Corintios…
 
Me parece claro como el agua cristalina, en mi opinión, que aparte de Jesús, el fundamento de todo el cristianismo, el Nuevo Testamento es rigurosísimamente paulino. ¿Cómo puede decirse que Pablo fue admitido en el canon de la Gran Iglesia petrina y que para eso “domesticó” la teología paulina? En mi opinión es este uno de los grandes mitos de la interpretación confesional del Nuevo Testamento.
 
En mi opinión, nunca existió la Gran Iglesia Petrina. Carecemos en absoluto de textos en el Nuevo Testamento para sustentar la existencia de una teología particularmente petrina, y menos aún con esa fuerza atractiva y aglutinante que se le atribuye. Desgraciadamente casi nada sabemos con seguridad de una teología de Pedro según los libros del Nuevo Testamento, salvo las ideas generales del judeocristianismo y algún rasgo más que podemos conjeturar como coincidente con las ideas atribuidas a los Doce en los evangelios, por ejemplo, el reservarse para sí un protagonismo decisivo como jueces de las naciones y de Israel desde sus doce tronos en el futuro reino de Dios (Mt 19,28). Pedro era el dirigente de los Doce en vida de Jesús. Cierto, pero un Pedro que era tan “celota” como Santiago y Juan, los hijos del trueno. Es decir,  su liderazgo corresponde a la época de Jesús  cuando este era un profeta de Israel que predicaba la venida del reino de Dios o bien un pretendiente mesiánico judío al trono de Israel.
 
En mi opinión también, Pedro no tuvo fuste alguno, ni teología específica alguna, en el cristianismo primitivo para fundar una Gran Iglesia unificada y unificante que atrajera hacía sí a los paulinos, sobre todo los “domesticados”. Sino exactamente al revés, en mi opinión. Pablo mismo y los paulinos sintieron la imperiosa necesidad de fundar una interpretación de la figura y misión de Jesús, de su muerte y resurrección, basado en un evangelio de Pablo totalmente visionario en una unión y aprobación de este “evangelio” por parte de los sucesores del Jesús histórico.
 
Y por otro lado la función de líder influente de las iglesias cristianas, que atribuya Xabier Pikaza a Santiago, no me parece real.  Santiago era el líder de los más judíos de los seguidores de Jesús que no admitían en su seno a ningún pagano, aun creyente en Jesús que no estuviera circuncidado. Por desgracia, esa facción judeocristiana, probablemente la de los seguidores más auténticos del Jesús histórico, pereció casi entera en la tremenda hecatombe de las tres grandes guerras de los judíos contra Roma desde el 66 al 135. Solo quedaron los paulinos como comunidades con cierta prestancia y número de fieles. Y en mi opinión el mito de a Gran Iglesia Petrina fue en principio un invento de los paulinos para unir a su interpretación del seguimiento de Jesús con la Iglesia de Jerusalén. Y el que comenzó a establecer ese mito fue el autor de Hechos de apóstoles, cuando atribuye a Felipe, pero sobre todo a Pedro con el bautizo de Cornelio (Hch 10) nada menos que el “invento” oficial de la misión a los paganos.
 
En concreto, opino que el iniciador o “inventor” de la Gran Iglesia petrina fue el autor de Hechos de Apóstoles, sea “Lucas” o un discípulo suyo (como defiendo). Por eso presenta a Pedro –como he dicho– inaugurando oficialmente la misión a los gentiles. Y es el autor de Hechos el que “domestica” a Pablo obviando en su obra las cartas de Pablo y las aristas más difíciles de su doctrina. El autor de Hechos presenta a Pedro actuando como Pablo y a Pablo hablando como Pedro (Hechos 13).
 
4. Escribe Pikaza que “la teología paulina fue una recreación del judaísmo desde el fondo del puro-judaísmo, no desde un tipo de iluminismo griego, es genial”. Lo admito de grado, aunque observaría que elementos básicos de la teología paulina, como la justificación por la fe” (un acto puramente intelectual solo para adultos); el bautismo interpretado como muerte y resurrección al estilo de los cultos mistéricos, y la eucaristía como comunión con el cuerpo y sangre del mesías al estilo de los banquetes de divinidades de salvación en los que la ingestión de los alimentos, presidida por el dios, era como una participación en la esencia de esa divinidad, o el uso del concepto grecorromano de la adopción para explicar la divinidad de Jesús después de la resurrección y la filiación de los paganos creyentes, y algún que otro elemento más de la teología paulina son totalmente griegos.
 
5 Sostiene Pikaza que la doctrina paulina “no llega a la experiencia de fondo de la muerte que da vida, no por sacrificio de imposición externa, sino por gratuidad interna, en la línea del Sermón de la Montaña”.
 
Esta crítica es un acto exegético puramente teológico, no de exégesis histórica, que atribuye a la muerte de Jesús –que no fue a Jerusalén para morir, sino para triunfar, para esperar la venida del reino de Dios que tendría lugar allí según la profecía de Zacarías 14– un sentido que, en opinión de toda la exégesis independiente, jamás tuvo el Jesús histórico en vida. Jesús como pretendiente mesiánico, que se había metido voluntariamente en la boca del lobo, en Jerusalén, que no era tonto en absoluto, pudo caer en la cuenta del peligro que corría y que quizás le alcanzara la muerte traidora de sus enemigos antes de la llegada del Reino… pero creo que jamás pensó que su muerte fuera un sacrificio gratuito, plenamente aceptado, sin imposición externa alguna, sino por designio eterno divino. Insisto en que tal idea de muerte –sacrifico voluntario redentor– ha sido superpuesta a la mentalidad del Jesús histórico, condenado a muerte por la ley romana por sedición contra el Imperio, por la teología y no por la verosimilitud histórica. Por tanto, un argumento teológico como este no invalida en nada el intento de explicación histórica de la muerte de Jesús.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com

Miércoles, 16 de Marzo 2022


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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