CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Vida de san Mateo en los apócrifos gnósticos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Memoria de Mateo en los apócrifos gnósticos

El evangelio según María (Magdalena)

María Magdalena ejerce un protagonismo muy particular en este evangelio, que es de la misma época que el evangelio según Tomás. María había recibido revelaciones personales del Salvador. Los discípulos conversaban sobre esas circunstancias con diferentes apreciaciones y puntos de vista. Tres apóstoles expresan sus criterios. Andrés n o podía admitir que el Salvador hubiera dicho cosas extrañas. Pedro tampoco admitía que el Salvador revelara doctrinas especiales a una mujer y no a ellos. Se preguntaba incluso: “¿Es que la prefiere a nosotros?”.

Mateo se opuso a sus demás condiscípulos y dijo claramente a Pedro: “Pedro, siempre has sido colérico. Ahora te veo que tomas posición contra la mujer, como hacen sus adversarios. En verdad que el Salvador la conoce bien, por eso la amó más que a nosotros”. Mateo tenía el atrevimiento incluso de reprender a sus compañeros, a animarlos a revestir el hombre perfecto y a dedicarse si9n más a la predicación del evangelio. Cuando Mateo terminó de decir estas palabras, marcharon los apóstoles a predicar.

Diálogo del Salvador

Considerado como un evangelio del bautismo, el Diálogo del Salvador es una obra originaria posiblemente del siglo II y escrita en griego, aunque traducida al copto en el siglo IV. Muchos autores lo comparan con el evangelio canónico de Juan por su carácter de diálogo de Jesús con sus discípulos. Según el uso acostumbrado en los escritos coptos, el titulo del manuscrito figura al principio y al final del texto. No faltan algunos para quienes es una especie de catecismo gnóstico o exposición básica de la gnosis salvadora. Como todo diálogo en sentido propio, se produce una sucesión de preguntas y respuestas, de consultas y explicaciones. El interlocutor protagonista es lógicamente el Salvador, que inicia sus intervenciones dirigiéndose a sus discípulos. Aunque a veces se habla de los discípulos en general, los que participan del protagonismo con el Salvador son principalmente tres: Judas (Tomás), Mateo y María (Magdalena), nombrados por este orden.

Las palabras del primero de estos tres son las que Mateo dirigió al Salvador en forma de consulta: “Señor, cuando hablo y cuando escucho, ¿quién es el que habla y quién el que escucha?” La respuesta del Señor es misteriosa: “El que habla es el que escucha, y el que ve es el que revela” (P. 126). Una nueva pregunta de Mateo queda en la oscuridad de las lagunas del manuscrito y en la duda de la respuesta consiguiente.

Sigue una secuencia de intervenciones de Judas y María, tras la cual toma la palabra Mateo para expresar su deseo de contemplar el lugar donde no hay tinieblas, sino purísima luz. “Hermano Mateo, le contesta el Señor, no podrás verlo mientras estés revestido de carne”. Mateo insiste que desea al menos conocerlo aunque no pueda verlo. El Señor le dice que lo ve aquel que se conoce a sí mismo, o sea, el gnóstico (P. 132).

En el contexto de una visión apocalíptica concedida a Judas, Mateo y María, Judas dijo a Mateo: “Hermano, ¿quién podrá subir a las alturas o bajar al abismo?” Respondió una voz que bajaba de los cielos. Era la voz del Hijo del Hombre que había bajado y vuelto a subir. Tras una larga secuencia de preguntas y respuestas de Judas y María, dirigidas al Salvador, Mateo pregunta al Señor cuándo podrían descansar de una vez. El descanso definitivo, tan apetecido por los gnósticos, la apetecida anápausis llegará cuando los hombres dejen las cargas que arrastran en su peregrinación por el mundo. Es decir, cuando se despojen de ellos mismos. Es lo que el mismo Mateo definía como “el final de todo sin dolor”. Es la obsesión de las misas de difuntos: “Dales, Señor, el descanso eterno, y brille sobre ellos la luz perpetua”

Judas y Mateo manifestaron su deseo de saber qué clase de vestidos vestirán cuando salgan de la corrupción de la carne. Recibirán como hijos de la verdad unos vestidos que duran eternamente. Una última intervención de Mateo interpretaba la orden del Señor de no orar donde hubiera mujeres. Eso significa la necesidad de ”aniquilar las obras de la feminidad, no porque haya otra manera de engendrar, sino para que cese la generación”.

Judas Tomás, Mateo y María Magdalena tenían en el mundo copto un notable predicamento como de discípulos particularmente apreciados por Jesús, dotados de capacidad de magisterio personal. La prueba es la frecuencia de alusiones y referencias en la literatura gnóstica, muchas de ellas sin contenido especial, pero con al dato concreto de su recuerdo y la impresión de su categoría de discípulos ejemplares del grupo apostólico.

(Icono moderno de san Mateo)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 4 de Junio 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile