CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
“Hijos de Yahvé. Una arqueología de Jesús y Pablo” (11-03-2021) (1167)
Escribe Antonio Piñero
 
Hago hoy un alto en mi diatriba “con” (no “contra”) R. Carrier (“adversario”; nunca “enemigo”) sobre la tesis de este investigador norteamericano acerca de la no existencia de Jesús de Nazaret, para presentar un libro de un autor que Ustedes, lectores de este medio, conocen ya perfectamente: Eugenio Gómez Segura, ya que escribe regularmente aquí. Y temas de impacto sobre el trasfondo próximo o remoto de la teología y religiosidad cristiana. Hoy hago una presentación de su libro, y en futuras postales comentaré aspectos importantes de la obra. El doctor en Filología Clásica Gómez Segura es un antiguo alumno y ahora colega mío muy apreciado. Quizás alguno diga que noy imparcial en lo que escribiré; pero procuraré serlo.
 
La ficha del libro es,
 
Editorial Dilema; edición del 11 febrero de 2021. Madrid, 378 pp. 978-849827505. Precio 18 euros.
 
Como saben, se escriben unos mil libros al año sobre Jesús. Pero muy pocos son de verdadero interés, por su aportación de ideas interesantes o nuevas perspectivas. Sostengo que el libro de Eugenio Gómez Segura pertenece a este tipo, tan raro, escaso y talentoso. El tema es “Jesús y Pablo”, o bien de Jesús a Pablo con la vista puesta en la caracterización de los dos personajes, apuntando hacia la solución a) de enigmas interpretativos de las fuentes de las que disponemos, y b) de la posible aclaración de la pregunta básica de quién fue el fundador del cristianismo (casi seguro, ninguno de los dos, sino los discípulos de Pablo durante varias generaciones).
 
Recuerdo que Joel Marcus (el autor de un Comentario, buenísimo, al Evangelio de Marcos, en dos volúmenes, editado en español por Sígueme, Salamanca) decía que D. C. Allison –coautor con W. D. Davies de un Comentario al Evangelio de Mateo– le había escrito advirtiéndole de que desconfiara de cualquier idea suya, dentro de su comentario, que no hubiera sido dicha ya varias veces en la investigación de los últimos doscientos años.
 
Pues bien, el libro de Gómez Segura tiene un buen monto de ideas seminuevas (quizás una o dos nuevas) que son de interesante consideración. Además está escrito en una prosa limpia y clara, muy ordenada, muy legible e inteligible, que no introduce notas al texto (abundantes) a pie de página, sino que las reserva para el final, de modo que la lectura discurra sin tropiezos. Consecuentemente la lectura de este libro resulta sencilla y fácil. Pero ello no significa que sea un libro de mera divulgación, sino de investigación… solo que investigación pura y dura, novedosa, presentada de un modo sencillo y ameno.
 
En la contracubierta de su libro el autor mismo comenta, en diálogo con estudiosos de estos años, que la gran dificultad que conllevan las recientes aportaciones en la interpretación de los datos ofrecidos por las cartas de Pablo y los evangelios consisten en el uso de técnicas nuevas que iluminen problemas añejos. Por ello, en la obra que comentamos, Gómez Segura se preocupa de presentar los principales métodos –algunos muy conocidos; otros novedosos–, tanto analíticos como deductivos, mediante el análisis y aclaración de textos importantes de los dos conjuntos de textos, sobre Jesús y de Pablo, aludidos.
 
Gómez Segura ha estudiado muchísima arqueología clásica grecolatina y semítica y a la vez es un experto en sintaxis griega (su tesis doctoral lo demuestra). Lo novedoso de su aproximación interpretativa es la aplicación del método arqueológico a la aclaración de un texto, el Nuevo Testamento, un método que estudia los diferentes pasajes en estratos cronológicos sin confundirlos. Logra así relacionar los dos personajes más importantes de la cristiandad (Jesús y Pablo) en un solo libro  sobre todo en su pensamiento teológico. Además no se trata de un mero análisis de estas figuras fuera de sus condicionantes vitales, sino en el marco religioso concreto del “judaísmo que adora a Yahvé en el siglo I de nuestra era que se enfrenta a Roma”.
 
Me uno a lo que dice el editor al respecto, a saber, que en este interesantísimo libro encontramos muchos análisis etimológicos de traducciones “desgastadas por la teología” en un planteamiento tomado de las técnicas arqueológicas, técnicas que de “principio al fin del libro muestran una unidad”. Ello hace fácil la divulgación de lo que en muchos libros se queda solo para los especialistas y no llega al gran público.
 
Así que estoy encantado con la aparición de este libro, por lo que felicito muy sinceramente a mi colega (y a pesar de eso amigo) y al director de Dilema por haberlo publicado. Como he anunciado comentaré en próximas postales algunos puntos del libro que me parecen interesantes y de los que he aprendido mucho.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Jueves, 11 de Marzo 2021
Queridos amigos:

Una antigua alumna mía de cursos de especialidad de la Complutense, Marta Herrero Gil, me envía los enlaces de dos entrevisas que me hicieron ella, y su marido . Ahí van los enlaces:

 
Buenos días, profesor
 
Ya han salido publicados los dos vídeos de la entrevista que tuvimos con usted. 
 
Espero que esté bien. Gracias por todo. Que Dios le bendiga.
 
Marta
 
 
https://www.youtube.com/watch?v=tZPgCkYPrp4&t=122s
 

 
Miércoles, 10 de Marzo 2021

La tradición religiosa cristiana recoge el culto a los santos como uno de sus puntales. Las similitudes con la tradición grecorromana (al menos) son demasiado grandes como para no conocerlas.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


050. El culto a los santos: medicina.
Un milagro de la Ermita-Santuario de San Tirso y San Bernabé (Merindad de Sotoscueva). Foto de M. J. Valiño.

Podemos distinguir al menos dos detalles en la tradición milagrosa cristiana. Uno de ellos es la pronta aparición de semejanzas entre los héroes paganos y los santos cristianos, por ejemplo, una pareja de santos que curiosamente es muy similar a lo que la tradición clásica afirmaba sobre los médicos más famosos de la mitología. Cosme y Damián eran dos gemelos médicos nacidos de padres cristianos y fechados en el s. III. Ejercieron la medicina en Cilicia, concretamente en Egea (moderna Ayas), incluso se dice que gratuitamente. Si sus saberes no alcanzaban, su fe en Dios les otorgaba el plus sanador necesario, al punto que lograron convertir a numerosos paganos. Su muerte ocurrió durante la persecución de Diocleciano: fueron apresados junto a sus tres hermanos menores y sometidos a tortura, lapidación, crucifixión, pero de todo ello salieron vivos. Finalmente, se decretó su decapitación, cosa que, al parecer, sí fue efectiva.

La leyenda sobre estos mártires no sólo incluye el milagro de su persistente resistencia a los tormentos. Resulta muy interesante observar cómo, una vez muertos, actuaron como lo hacía otro médico inmortal, Asclepio, que durante el sueño realizaba la curación o inspiraba el remedio. Así, el milagro más conocido de estos santos quizá sea la curación de una pierna afectada de isquemia crítica. El diácono Justiniano, adscrito a la basílica en Roma de estos santos, sufría de peligrosa gangrena en una de sus piernas. Durante una noche, tras mucho rezar a los hermanos, éstos se le aparecieron en un sueño discutiendo cómo curar el problema. Decidieron amputar y después sustituir la pierna con una de un etíope recientemente muerto que “ya no iba a necesitar la suya”. Al despertar, el diácono se sintió restablecido y comprobó que su mal ya había desaparecido de su cuerpo.

La similitud con el milagro de Asclepio que mencioné en el post 049 es grande. Y más lo es el hecho que los santos fueran hermanos, como los míticos Macaón y Podalirio, que en la Ilíada aparecen como los médicos del ejército griego. La curación más conocida de éstos es la que lograron para Filoctetes, uno de los caudillos griegos que, durante el viaje a Troya, fue mordido por una serpiente en la isla de Ténedos. El incidente le produjo una horrible infección putrefacta y maloliente que llevó a sus compañeros a dejarlo abandonado en la isla. Cuando, de resultas de un oráculo, Filoctetes fue llevado a Troya para conquistar la ciudad, los hermanos lo curaron de esa especie de gangrena.

El segundo detalle interesante de la tradición cristiana sobre santos milagreros (en realidad casi todos), es la existencia de muchos santuarios de los mismos que celebran las extraordinarias curaciones: mediante pintura, esculturas y poemas que relatan (a veces en forma de precedente de los cómics modernos) la historia de esas curaciones, costumbre que tenemos perfectamente registrada en Epidauro, donde Asclepio inspiraba durante los sueños la curación. Un ejemplo entre muchos es la imagen que encabeza este post, tomada en el santuario de San Tirso y San Bernabé en las cuevas de Ojo-Guareña. El techo de la cueva y las paredes desde cierta altura están cubiertos de frescos que representan milagros ayudados de poemas para explicación de las imágenes.
 
Sobre el particular de los milagros, en esta ocasión ligados a la figura de Jesús de Nazaret, he aquí un enlace a una entrevista que me hizo Gabriel Andrade unos meses atrás:

https://www.youtube.com/watch?v=oLi5z89f4XQ
 
Saludos cordiales
 
Domingo, 7 de Marzo 2021
Pablo y Jesús (II). La involuntaria contribución de Pablo a los cimientos de una religión nueva (04-03-2021) (1166)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: san Pablo
 
 
Sigo con lo apuntado en mi postal de la pasada semana. En mi amigable confrontación con R. Carrier (a la verdad no sé si lee español; pero es facilísimo que lo haga y que no se lamente de que no se le entienda. Con el traductor de Google o con Deep L es más que fácil  cambiar en segundos, y gratis todo lo que no contenga más de 5.000 caracteres) afirmo que no estoy discutiendo con él sobre la aplicación del teorema de Bayes –que vuelve a explicar en “Sobre la historicidad de Jesús”, su obra de 2014, en la afirma en la p. 17 que este último escrito hace que su obra anterior “Proving History” queda periclitada, “supersedes” en inglés.
 
Y no aplico este teorema por la sencilla razón que creo que las pruebas de verosimilitud presentadas por mí y resumidas en mi postal anterior, son suficientes. Seguro que Carrier se reirá de mí sarcásticamente. Pero no me importa. Léase el resumen al principio de mi postal anterior.
 
Vayamos, pues, al grano.
 
A la vez que afirmo que Pablo conoce la tradición sobre el Nazareno, sostengo como cierto que el Apóstol cambió radicalmente la figura del Jesús histórico. Jesús se veía a sí mismo como un ser humano normal, aunque con una relación especialísima con Dios; Pablo, por el contrario, hace de él un ser humano transformado --tras su resurrección/exaltación-- en un ser divino, secundario ciertamente, pero divino al fin y al cabo, cuyo mesianismo, como concepto al menos, es preexistente. Dios pensó su mesianismo antes de la creación. Es sabido, pues, que de este modo el Jesús de la historia se convierte en un salvador universal que olvida conscientemente su caracterización histórica como un mesías, profeta o maestro de la Ley judío.
 
Pablo  transmutó también el mensaje (evangelio) del Jesús de la historia: de ser un anuncio de la venida del Reino de Dios, absolutamente irrelevante en el mundo helenístico, de características netamente judías y pensado en principio sólo para los israelitas observantes de la Ley y gentiles plenamente convertidos (prosélitos), pasó a convertirse en un mensaje de salvación universal, en el anuncio de la muerte y resurrección del redentor Jesús, el evento que reconcilió a la criatura pecadora con Dios, es decir, lo que realizó la salvación para todos los humanos no solo para los judíos.
 
El concepto de la salvación del ser humano en Pablo es muy distinto del de Jesús de Nazaret. El sistema de salvación del hombre según el Jesús histórico fue cumplir la ley de Moisés completa, haciendo hincapié en el precepto del amor, y prepararse con el arrepentimiento para la entrada en el reino de Dios. Ahora bien, el sistema de salvación según Pablo consistía esencialmente en creer en los efectos salvadores el sacrificio del Mesías divino y apropiarse de sus beneficios. Para Jesús la salvación estaba en el futuro; para Pablo, en un acto/evento en el pasado.
 
El cambio de perspectiva, iniciado por Pablo, no deja de ser natural si lo contemplamos en el marco histórico de la generación y expansión del ideario paulino dentro del Imperio romano, y en el ámbito de la confrontación, más o menos explícita, con el mensaje de salvación del culto al emperador y de los cultos de misterio de la época, que prometían igualmente la salvación.
 
Del mismo modo, y permítanme que insista,  cambia el concepto de mesías para los judíos que aceptaban que Jesús de Nazaret lo era. Unido, pues, al cambio en la concepción del Reino de Dios, Pablo transmutó profundamente el anuncio de un mesianismo estrictamente judío, que habría de llevar a la instauración de la teocracia israelita y al aplastamiento del yugo de los gentiles, en otro pacífico.
 
He repetido a menudo que la noción anterior del mesías, judío, no podía tener atractivo ni posibilidad de éxito alguno entre los posibles candidatos a la conversión en el Imperio; sólo podría interesar a quien hubiera decidido de antemano que estaba dispuesto a convertirse en judío.
 
Esta acomodación al entorno explica también que en las cartas de Pablo se suprima el título mesiánico de “Hijo del hombre”, incomprensible para los que no fueran arameo parlantes. Para designar a Jesús, el Apóstol utilizará preferentemente otros títulos como “Hijo de Dios”, y sobre todo “el Señor” en sentido absoluto, es decir, sin ninguna añadidura. Solo hay un Señor.
 
En las cartas paulinas la afirmación de que Jesús es el mesías según la fe de Israel aparece en realidad disfrazada para llegar a un número mayor de conversos; las palabras “mesías”, “ungido”, “cristo”, pasarán a ser como denominaciones, o un nombre propio completo del único salvador, llamado Jesucristo.
 
Pablo efectúa un cambio de acento en la concepción del bautismo, iniciada por Juan Bautista y continuada por Jesús. El rito paulino de entrada al cuerpo místico del Mesías, el bautismo, no es él normal judío (una simple purificación de “manchas” rituales), pues manifestaba que el iniciando participaba de la peripecia de muerte y resurrección de la divinidad salvadora. Entonces recibía el bautizando un nombre, a modo de “sello”, que indicaba que era propiedad del Mesías.
 
Y el cambio en el sentido de la “fracción del pan” (“partir el pan” era muy judío) fue tremendo. La “fracción del pan” en una comida judía solemne simbolizaba al principio la unión del grupo y no la comunión íntima con el Mesías.  Pablo la muda en este sentido, transformándola en una unión mística con el Mesías, con lo que hacía competir la imagen de Jesús con la de las divinidades salvadoras que pululaban en el Imperio.
 
La eliminación de la obligatoriedad de la totalidad de la ley de Moisés para los gentiles conversos, que se injertan en Israel, era en Pablo una radical novedad respecto a Jesús, ya que adquiere una dimensión universal que no existía en el Nazareno.
 
En el pensamiento de Gálatas y sobre todo en Romanos, la supresión de la obligatoriedad de la observancia de la parte de la ley de Moisés que era específica para los judíos (Romanos 7,1-25) se transforma para el creyente gentil en el Mesías (6,10) en una maravillosa realidad de libertad espiritual que incita a actuar noblemente, siempre según el espíritu de la ley del amor.
 
Naturalmente esta idea no casa con la noción expresada por Jesús de que hay que cumplir hasta la mínima porción de la Ley: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda…” (Mateo 5,17-18), sentencias cuyo espíritu al menos corresponden al pensamiento del Jesús histórico.
 
En fin… el paso de Jesús a Pablo es tremendo.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

www.antoniopinero.com
Jueves, 4 de Marzo 2021

Un último aspecto (pese a que otros pueden apuntarse) servirá para entender la necesidad de encontrar en los difuntos un apoyo de los dioses para los males de la humanidad: los ancestros milagreros y oraculares.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura


049. Del culto a los difuntos al culto a los santos (y 6).
Santuario de Anfiarao en Oropo.
 
  1. Anfiarao y Asclepio.
Anfiarao fue un héroe nacido en la ciudad de Argos que pereció de resultas de la campaña de los Siete contra Tebas (como reza el título de la tragedia de Esquilo). Muerto en territorio beocio, su culto se centró en la ciudad costera de Oropo. Oropo había sido un importante enclave estratégico por el que lucharon Tebas y Atenas, aunque finalmente acabó en manos de esta última en época de Filipo el padre de Alejandro.

Pausanias, en su guía de viajes, describió el santuario y su culto (I 34, 3-5). Del héroe dice:

Creo que Anfiarao se dedicaba sobre todo a la interpretación de los sueños; y es claro que, cuando fue considerado dios, instituyó la adivinación por los sueños. Es costumbre que el que viene a consultar el oráculo de Anfiarao debe en primer lugar purificarse. La purificación consiste en hacer sacrificios al dios, y no sólo a él, sino a todos los que tienen en el altar sus nombres, Una vez hecho esto, sacrifican un carnero, extienden su piel y se duermen sobre ella, esperando la revelación del sueño (trad. de M. C. Herrero Ingelmo).

Las ruinas que se puede visitar en la actualidad están situadas en una boscosa y cerrada garganta por la que discurre un riachuelo. En la margen izquierda, en una terraza artificial, está el templo, los restos de un pórtico y algún edificio. En la margen derecha hay una pequeña población de cuyas ruinas destaca un reloj de agua, quizá el mejor conservado de Grecia.

Otro mortal de cuya vida post mortem se afirmó ser divina es Asclepio. En este caso su raigambre entronca con Apolo, de quien era hijo, lo cual ayudaría, sin duda, a terminar considerándolo un dios. El bueno de Asclepio adquirió tales conocimientos médicos que llegó a resucitar muertos, lo cual rompía la barrera entre dioses y hombres y, en consecuencia, no debía ser consentido: Zeus lo fulminó. Apolo rogó por su hijo, quitó hierro al asunto y consiguió que su vástago terminara en el Olimpo venerado como dios.

Asclepio recibió su principal culto en el santuario de Epidauro, en cuyo recinto se estableció un oráculo médico que combinaba medicina experimental, veneración y ciertas dosis de magia. Entre los hallazgos más importantes del santuario se puede citar una colección de inscripciones que detallan los milagros del hombre-dios, inscripciones que reciben el nombre de iamata. Una de ellas reza así:

Un hombre con un absceso en su vientre. Este hombre, mientras dormía en el templo, tuvo un sueño. Le pareció que el dios ordenaba a sus asistentes que cogieran y alzaran al hombre de manera que él pudiera abrir su vientre; él trató de escapar pero lo agarraron y lo ataron a una aldaba. Entonces Asclepio abrió su vientre, eliminó el absceso y lo liberó de sus ataduras. Después de lo cual salió sano pero el suelo del santuario estaba lleno de sangre (IG IV2 1 nos. 121-122).

Además de estas inscripciones, en los santuarios se colgaban exvotos para propiciar o para agradecer las curaciones y oráculos, muchos de los cuales se han conservado por ser de cerámica o piedra (pintura en madera, por ejemplo, lamentablemente no conservamos ninguna).
 
  1. Trofonio.
El oscuro héroe Trofonio procedía de Lebadea. Entre otras genealogías, se dijo que era hijo de Apolo., que le habría pagado con una muerte joven cuando construyó uno de sus templos en Delfos. El caso es que Pausanias describe el oráculo junto a Lebadea, situado en una escarpada garganta de la que surge una fuente cuyo frontal estuvo adornado con hornacinas que adornaban la cueva de la adivinación. Sobre el funcionamiento dice Pausanias:

En el oráculo sucede los siguiente: cuando un hombre decide bajar al santuario de Trofonio, en primer lugar vive un número determinado de días en un edificio que está consagrado al Buen Demon y a la Buena Tique, y, mientras vive allí, hace las purificaciones, se mantiene apartado de baños calientes, y se bala sólo en el río Hercina. Tiene carne abundante de los sacrificios, pues el que baja hace sacrificios a Trofonio y a los hijos de Trofonio, y además a Apolo… El oráculo está más arriba del bosque sagrado en la montaña. Alrededor, en del círculo, hay un zócalo blanco, cuya circunferencia es como la más pequeña era… Pues bien, el que baja se tiende en el suelo mientras sostiene en la mano dos panes de cebada amasados con miel, pone primero los pies en el agujero y avanza, esforzándose para que sus rodillas queden dentro del agujero. El resto del cuerpo es atraído en seguida y corre tras las rodillas como el más grande y más veloz de los ríos cubriría a un hombre llevado por un remolino., A partir de aquí, los que han entrado en el santuario no tienen un mismo modo de aprender lo que va a suceder, sino que uno ve y otro escucha. Los que han bajado pueden volver atrás por la misma entrada, también con los pies por delante (Pausanias IX 39, traducción de M. C. Herrero Ingelmo).
 
Saludos cordiales.
 
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Domingo, 28 de Febrero 2021

Notas

3votos
Queridas amigas, queridos amigos:
 
Creo que esta entrevista sobre “El Jesús de los filólogos” podría ser interesante para algunos.
Paso el enlace
Saludos cordiales

https://youtu.be/-aYeKtSuFpU
 
Saludos cordiales
Viernes, 26 de Febrero 2021

Notas

10votos

Jesús no fue inventado desde la nada por Pablo
(25-02-2021) (1165)


Pablo y Jesús
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: La legendaria caída del caballo (El Mundo)
 
Sobre que Pablo fue el que inventó (sic,según R. Carrier) hemos hablado ya en la postal 1158 del ¿De qué Jesús estamos hablando? III, del 14-01-2021 destacando brevemente de los siguientes siete puntos:
 
1. Pablo menciona en Rm 1,3 que Jesús en cuanto hombre es un descendiente de David. Así que lo considera un ser humano y solo pasa a otra  dimensión tras su muerte y resurrección.
 
2. Pablo conoce ciertamente la tradición existente de dichos de Jesús, aunque  apenas los cite directamente; sólo dos veces, en 1 Cor 7,10-11 = Mt 5,32 + 19,4-6, y 1 Cor 9,14 = Lc 10,7
 
3. Según la tradición más difícil, extraordinariamente difícil porque va contra todo el resto de relatos del descenso de la cruz y el entierro de Jesús –y por tanto probablemente la más genuina–, la de Hechos 13,27-29, se presenta a un Pablo diciendo que no fue José de Arimatea el que bajó a Jesús de la cruz, sino los esbirros de las autoridades judías..
 
4. Toda la teología de Pablo habla solo de la reinterpretación no de la vida terrenal del mesías, que le importaba un comino, sino solo de su muerte (y su consiguiente resurrección), pero sobre todo de su muerte.
 
 5. En mi opinión Carrier interpreta mal el pasaje de Romanos 16,25-26, “el evangelio y la predicación de Jesucristo”.
 
Deseo completar ahora esta perspectiva utilizando parte del material de la Aclaración XV: “Jesús y Pablo ¿Fue Pablo el verdadero fundador del cristianismo?” de mi libro “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino, Trotta, Madrid, 2ª edición de 2018, pp.  372-379.
 
La relación de Jesús y Pablo es compleja ya que no es posible asegurar si Pablo conoció personalmente a Jesús (2 Cor 5,16). Pero sí podemos preguntarnos, si tras recibir noticias de él por sus compañeros en la fe, utilizó o no el Apóstol el material oral y escrito que se iba generando sobre Jesús, parte del cual acabó dentro de los escritos evangélicos.
 
Ciertamente Pablo muestra interés por la tradición recibida y su transmisión (1 Tes 4,1; 1 Cor 11,2). No es difícil reunir los datos concretos que sobre la vida de Jesús, aparte de su pasión, muerte y resurrección, ofrece Pablo: Jesús es descendiente de Abrahán, nacido de mujer y nacido bajo la Ley (Gál 4,4), hijo de David (Rom 1,1-4), paciente, obediente hasta el extremo, justo; no conoció el pecado (2 Cor 5,21); fue servidor de los judíos para anunciarles la verdad (Rom 15,8); tuvo hermanos (1 Cor 9,5; Gál 19); no vivió para complacerse a sí mismo (Flp 2,1ss; Rom 15,3); se entregó a sí mismo al sufrimiento hasta la muerte en cruz (Flp 2,6ss); fue intérprete de la Ley y dador de normas (Gál 6,2). Sabemos, además que citas estrictas del Jesús terreno sólo hay dos ( en 1 Cor 7,10 y 9,14).
 
James D. G. Dunn “The Theology of Paul the Apostle”, Eerdmanns, Grand Rapids, USA, 1998,190-195, ha recogido posibles ecos de la tradición sinóptica en los siguientes pasajes: Rom 1,16 (No me avergüenzo del evangelio); en los textos de Pablo sobre el Reino de Dios  indican un conocimiento de la predicación de Jesús al respecto; Rom 14,17 (también acerca del Reino, pero interpretado como protesta contra la ausencia de comensalidad común entre judeocristianos y paganocristianos); Rom 8,15-17/Gál 4,6-7 (Abba); 2 Cor 10,1 (mansedumbre y modestia de Cristo); Flp 1,8 (entrañas de Cristo Jesús); Rom 12,14 (amor a los enemigos); Rom 14, 14 (nada es impuro por sí mismo); 1 Cor 13,2 (fe que mueve montañas); 1 Tes 5,2.4 (el Señor viene como un ladrón; somos hijos de la luz); 1 Tes 5,13 (vivir en paz unos con otros). Rom 13,14 (revestirse de Cristo) y Rom 15,1-5 (no buscar la complacencia personal).
 
Estos pasajes paulinos apuntan a una imitación de Cristo en la vida moral y a una enseñanza sobre la vida de Cristo en la catequesis bautismal (Rom 6,17: Habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados). Todo ello indica que –a pesar de que la ética de Pablo es “profana” por lo general (Aclaración 8ª, p. *)--, tiene en cuenta que Jesús fue un maestro de sabiduría y que no puede ser desdeñado en este ámbito en absoluto, aunque de él interese sobre todo su final en este mundo, es decir, la cruz.
 
Pablo conoce, por tanto la tradición sobre Jesús, y si sólo pone su atención en los hechos capitales de su final terrestre es porque así lo exige su teología. Pablo simplifica y desjudaíza la figura y misión de Jesús para poder presentarlo ante los ciudadanos del Imperio como el redentor universal. Sus conversos, más que actualizar los dichos y hechos del Jesús terreno, deben vivir con el Mesías y ser crucificados con él.
 
Su aparente desconocimiento del Jesús histórico no se debe a ignorancia, sino a que a Pablo no le interesa más que la obra de Dios al final de la vida de aquel: el acto supremo de reconciliación de la humanidad con su Creador por medio de la cruz (2 Cor 5,19). Pablo contempla la figura del Jesús terrestre desde la óptica del resucitado y exaltado tras cumplir su misión, y a veces funde y confunde las dos figuras (1 Cor 2,8): “Pablo no distingue entre la autoridad del Cristo exaltado (1 Tes 4,15-17 y la del Cristo terreno (1 Cor 7,19; 9,14); el terreno y el exaltado son la misma cosa” (Becker, 155). Por ello no queda claro cuál es pensamiento del Apóstol sobre la naturaleza del mesías terreno.
 
Seguiremos hablando, pues, sobre si Pablo fue o no el fundador del Cristo inventando a un Jesús, sacándolo de la chistera, como un prestidigitador… a lo que apunta la tesis de R. Carrier.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
 
Jueves, 25 de Febrero 2021

El culto a los difuntos adquirió una dimensión diferente cuando los difuntos habían sido grandes personajes en vida. Y aún más cuando la fama post mortem creció hasta traspasar fronteras.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


048. Del culto a los difuntos al culto a los santos (5).
Pitágoras de Samos. Retrato en el Foro Romano.
  Un caso de cómo la fama puede aumentar la importancia de algunas personas tras la muerte pueden ser los de los filósofos griegos. Sin duda el ejemplo más relevante es el de Sócrates, cuya memoria lo convirtió en uno de los personajes más importantes de la cultura helenística, y no sólo por la trascendencia que le otorgó Platón al retratarlo como protagonista de sus exquisitos diálogos. En la Antigüedad clásica, Sócrates puede considerarse entre los mortales que más polémica y literatura despertó a su muerte. Incluso en la cárcel de Atenas donde tomó la cicuta (tal como cuenta Platón en su extraordinario diálogo Fedón) se veneró su recuerdo: durante las excavaciones llevadas a cabo en el siglo XX en las inmediaciones del edificio, apareció una estatua que se ha relacionado con su memoria y una especie de culto a su figura.
 
Otros dos filósofos, Pitágoras de Samos y Empédocles de Agrigento alcanzaron gran trascendencia en la Antigüedad: ambos habrían realizado milagros y ambos habrían disfrutado cierta sabiduría conectada con la divinidad que quizá hasta ahora se haya echado en falta al hablar del culto a los difuntos. De Pitágoras, por ejemplo, se dijo en época tardía que le era más fácil calmar un río o el propio mar que cruzarlos. Aristóteles escribió, a propósito de ríos, que “cuando (Pitágoras) cruzaba el río Cosa fue saludado y que muchos afirman haber oído el saludo”, o que “el mismo día a la misma hora fue visto por muchos en Metaponto y en Crotona”. De esa sabiduría antes mencionada parecen derivar las noticias que hablan de cómo Pitágoras libraba a poblaciones enteras de pestes. Aunque, de todas formas, en este sentido fue mucho más allá su discípulo Empédocles de Agrigento:
 
Por lo que respecta a la mujer sin respiración Heraclides dice que fue como sigue: que mantuvo el cuerpo treinta días sin respiración ni pulso. Por eso (Heraclides) lo calificó de médico y adivino...
 
Nos acercamos ya a un concepto nuevo que fue apareciendo paulatinamente en el mundo antiguo, el de hombre divino, la persona tocada por los dioses. No fue ésta una idea simplemente religiosa, ya que, en aquellos siglos, sobre todo a partir de Alejandro Magno (s IV antes de nuestra era) se extendió la idea de que los gobernantes habían de estar bajo la protección de las divinidades para que a su vez ellos protegieran a sus súbditos. La idea logró imponerse en los reinos que fraccionaron el efímero y majestuoso imperio de Alejandro a su muerte (año 323).
 
De manera que el hombre divino (theios aner, como se decía en griego) contando como debía con autoridad y majestad, podía ser tanto una persona de especial sabiduría como un buen gobernante o una persona relacionada con lo religioso y milagroso.
 
Este último es el caso de figuras como Anfiarao y Trofonio. El primero, con un oráculo médico en el sur de Beocia; el segundo, con un oráculo onírico. Sobre ambos versará el siguiente post.
 
Sobre la conexión entre difuntos y milagros, quiero recordar el libro colectivo que edité con Antonio Piñero y este enlace a una entrevista que me hizo Gabriel Andrade sobre los milagros de Jesús.
 
Saludos cordiales.
 
Domingo, 21 de Febrero 2021
Peligrosas generalizaciones negativas sobre el valor de Flavio Josefo acerca de la existencia de Jesús de Nazaret (18-02-2021) (1164)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Flavio Josefo. Tomado de Wikipedia.
 
Voy a traducir la p. 41 del libro de R. Carrier “Jesus from the Outer Sapece” y luego comentaré:
 
A partir de haber establecido Carrier la idea de que, en la “historia de las religiones” ninguna divinidad que muere y resucita (entre las que se halla Jesús) tiene ninguna existencia histórica., Carrier se pregunta si Jesús es una excepción:
 
“A partir de este momento, tenemos que preguntar: ¿hay alguna prueba o testimonio (el vocablo evidencia es aquí un bárbaro anglicismo, pero que se está introduciendo sin remedio) que asegura que Jesús es una excepción? Podemos rescatar a Jesús de nuestras justificadas sospechas (de que nunca existió)?”
 
“Cuando miramos los testimonios fuera del NT, concluimos que nada hay utilizable para este propósito. Las primeras menciones que tenemos, desde sesenta a noventa años posteriores, son los «Anales» de Tácito y las «Antigüedades» de Flavio Josefo. Incluso si son auténticas (y hay buenas razones para dudar de ello), tales escritos serían las únicas   menciones a Jesús como figura histórica (fuera del NT) hasta pasados cien años desde que comenzó la religión (cristiana). Ahora bien, tales fuentes no proporcionan indicación alguna de ora fuente de información que no séanlos Evangelios, o bien informantes que se basan en los Evangelios”.
 
“Por consiguiente, no tienen capacidad de corroborar (la información) de los Evangelios, puesto que no podemos dar por seguro que no sean otra cosa que ecos de tales obras. Justamente eso: meros ecos de los Evangelios directa o indirectamente. No hay en ellas una corroboración independiente de algo concerniente a Jesús. Eso significa que no existía ninguno que pudiera ser citado; o bien que de alguna manera se perdió o se ignoraba. Sea una cosa o la otra, no existe para nosotros prueba alguna que podamos tener en consideración”.
 
Hasta aquí Carrier.
 
Por lo menos en lo que respecta a Flavio Josefo (Antigüedades XVIII 63-64: escritas en el 95 d. C. y cuando muchos de los cristianos con los que pudo contactar Josefo en Roma eran judíos creyentes) lo  que dice Carrier es sencillamente muy dudoso, por no decir erróneo.
 
Argumento tomando notas de mi libro “Aproximación al Jesús histórico” 4ª edición Trotta 2020:
 
Ningún historiador independiente duda de que ese testimonio flaviano haya sido interpolado por los escribas cristianos.
 
El texto de Flavio Josefo es el siguiente:
 
“Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”.
 
Están de acuerdo todos los investigadores en que el texto ha sufrido las manos de los escribas cristianos, que lo han glosado e interpolado.
 
Los retoques cristianos son, en opinión casi unánime de la investigación, los siguientes:
 
a) “Vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre”;
 
b) “Era el Cristo”;
c) “Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él”.
 
Estas frases son ciertamente imposibles en Flavio Josefo, pues representan una clara profesión de fe cristiana y ese autor no le era; no lo fue nunca. Por tanto, son claramente añadidos cristianos. Si quitamos estas frases más que dudosas, diría que imposibles, quedaría el texto así:
 
“Por esta época vivió Jesús, un hombre [sabio]. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de hombres que acogen la verdad con placer, y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Y hasta el día de hoy existe la tribu de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”.
 
Parece que este pasaje puede atribuirse sustancialmente a Josefo, pues su estilo e ideas y vocabulario son típicamente suyas. Opino, pues, que la hipótesis de la “autenticidad de ese texto, pero con retoques” es la más convincente.
 
Y existe un argumento suplementario en pro de su autenticidad. Casi todos los investigadores mencionan este famoso pasaje tal cual lo hemos transcrito al principio, aislándolo de su contexto y considerándolo en sí mismo, pero pocos hacen hincapié en el final del texto sobre Jesús que sirve de empalme con el siguiente y que me parece iluminador:
 
“Y por el mismo tiempo (de Jesús) ocurrió otra cosa terrible (griego: héteron ti deinón) que causó gran perturbación entre los judíos (griego ethorýbei toùs ioudaíous)”.
 
Ciertamente este último pasaje aclara mucho. De él se trasluce que el núcleo del testimonio de Flavio Josefo sobre Jesús estaba dentro de una lista de personajes y sucesos tristes y malos que impulsaron a los judíos a la desastrosa sublevación del 66 d.C. Por tanto, el historiador judío estaba dando unos breves toques sobre tipos dañinos para el judaísmo y en concreto menciona la vida de un personaje mesianista, Jesús de Nazaret, cuya existencia había causado daños al pueblo judío, pues había potenciado las expectativas mesiánicas; había contribuido notablemente al ambiente exaltado general que llevó al pueblo judío a la catástrofe del año 70 d.C.: destrucción de Jerusalén del pueblo, de gran parte del país, innúmeras gentes hechas prisioneras y esclavas, y muchos muertos.
 
Flavio Josefo no tenía ningún interés en inventarse la existencia de un Jesús de Nazaret nefasto y colocarla dentro de una lista de personajes para él desastrosos. Luego, si eliminamos los retoques cristianos, el pasaje es un testimonio directo de la existencia de Jesús.
 
Por tanto, el texto no puede eliminarse alegre y desenvueltamente de la discusión, como si todo él fuera un añadido voluntario, con ánimo falsario, por obra de un escriba cristiano que apoyaba así la existencia de un personaje que en el fondo era un puro mito. El argumento se revela insostenible, a mi parecer.
 
Opino que lo único que hizo el escriba cristiano fue manipular el texto y presentar a Jesús a mejor luz. Así el retoque consistió en a) eliminar un posible principio del texto que ponía a Jesús dentro de una lista de personajes indeseables; b) añadir tres frases (las arriba destacadas); c) cambiar la más que probable palabra de Josefo sophistés, “sofista” (Jesús era un sofista más) por sophós = “sabio”.
 
Teniendo todo esto en cuenta, no es extraño que el texto de Josefo reconstruido por R. Esissler en su obra de 1931 “Jesús, el rey que nunca reinó” sea bastante plausible y haya comenzado del siguiente modo:
 
“Por aquel tiempo ocurrió el inicio de nuevas perturbaciones: Jesús, varón sofista… (griego archè néon thorýbon)”.
 
La reconstrucción del texto griego originario está citada en una amplia nota por el editor, Louis Feldman, en la p. 48 del volumen IV de las Obras de Josefo de la Loeb Classical Library, de 1965. L. Feldman era un excelente filólogo y un judío muy religioso y conservador, de quien no cabe esperar tantas simpatías por Jesús como para no declarar espurio un texto de Flavio Josefo si así lo creyera.
 
Así pues, según el historiador judío, Jesús de Nazaret agitó con su predicación a las masas judías y fue un eslabón más de los que la condujo a la catástrofe. Lo mismo que antes Juan el Bautista, que aparece por ello en la misma lista. Por tanto, si no es posible rechazar en bloque este texto como totalmente inauténtico, y si estimamos la mención josefina de Jesús como muy negativa, no sospechosa de ser una interpolación, debo concluir que es un testimonio directo de la existencia histórica de Jesús de Nazaret. 
 
Algún estudioso podría argumentar que este pasaje de Josefo es demasiado positivo respecto a Jesús, aun despojado de las posibles glosas cristinas. Pero el argumento tampoco es válido: si se estudian las palabras que este texto, en apariencia o por hipótesis más o menos neutro sobre Jesús, utiliza para describir la actividad de Jesús, observaremos que se emplean en el resto de su obra para designar actos negativos. Es esta una tarea propia de especialistas, en la que no puedo detenerme y mostrar listas de palabras unidas a una discusión filológica de su significado en este preciso texto, pero sus resultados son también muy concluyentes.
 
Alguien puede volver a argumentar en contra: El pasaje de Flavio Josefo no se encuentra en el texto del sabio cristiano Orígenes (muerto hacia el 250). Luego es falso.
 
Pues tampoco este argumento es seguro. Es más probable lo siguiente: la transmisión del texto de Flavio Josefo fue obra de cristianos ya que los judíos lo odiaban como traidor. Al llegar al Testimonio los escribas cristianos lo eliminaron (= texto en manos de Orígenes). Pero luego se dieron cuenta que era más provechoso para la propaganda cristiana falsificar el texto josefino añadiéndole glosas = texto que ha llegado hasta nosotros.
 
Sostengo que lo dicho es más plausible que la opinión de Carrier de que Flavio Josefo simplemente copió o bien de los Evangelios o de cristianos que citaban los Evangelios.
 
Síntesis: opino que la hipótesis de Carrier sobre Flavio Josefo no es en absoluto convincente.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 18 de Febrero 2021

Los mártires de las persecuciones romanas forman una buena parte de quienes se encuentran en el grupo de los considerados santos. El respeto que los mártires alcanzaron entre sus compañeros de religión es una de las marcas de su futuro culto como tales. Pero parece que hay algo más que cristianismo en su desafiante actitud ante la muerte.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


047. Del culto a los difuntos al culto a los santos (4).
Calígula. Tomada de Wikipedia.

La devotio era una práctica propia de la religión romana más antigua que, si bien prácticamente desapareció de los usos comunes, permaneció en la tradición y la ética religiosa del Imperio.

La devotio consistía en ofrecer la propia vida a los dioses para lograr un bien para la ciudad de Roma. Este voto extremo tuvo al parecer pocas ocasiones de celebrarse. La primera gran cita de la devotio con la historia tuvo lugar en la batalla del Vesubio, disputada en el año 340 antes de nuestra era. Para sofocar la revuelta que los habitantes de Campania y otras regiones al sur de Roma habían iniciado contra ésta, los romanos habían enviado un ejército compuesto por cuatro legiones, dos dirigidas por el cónsul Publio Decio Mus, las otras dos por otro cónsul, Tito Manlio Torcuato. El caso es que, según cuenta el historiador Tito Livio, ambos cónsules soñaron que los dioses les avisaban que el triunfo caería en favor del ejército cuyo general muriera en combate ofreciendo su vida a la Madre Tierra y a los dioses subterráneos. Los cónsules tomaron la decisión de entregar su vida si alguna de las legiones a su mando estaba en peligro inminente de ser derrotada. Cuando la batalla tuvo lugar, fue Publio Decio Mus quien ofreció su vida. Para ello habló con el pontífice M. Valerio:
 
Necesitamos la ayuda de los dioses, M. Valerio. Ea, pues, Pontífice público del pueblo romano, ve pronunciando delante las palabras con las que yo me consagre por las legiones. El Pontífice le ordenó que tomara la toga pretexta, y una vez cubierta la cabeza y llevada la mano bajo la toga hacia el mentón, le ordenó que, estando de pie sobre una espada arrojada al suelo, repitiera una a una estas palabras: “Jano, Júpiter, Padre Marte, Quirino, Belona, Lares, dioses Novensiles, dioses Indigetes, dioses, bajo cuya potestad estamos nosotros y los enemigos, Dioses Manes, os suplico y ruego con veneración, os pido y consigo que concedáis al pueblo romano de los Quirites la fuerza y la victoria, y a los enemigos del pueblo romanos de los Quirites los llenéis de terror, de espanto y los sepultéis en la muerte. Tal como lo he pronunciado con mis palabras, así también ofrezco conmigo por la República de los Quirites, por el ejército, las legiones y los auxiliares del pueblo d ellos Quirites, a las legiones y auxiliares de los enemigos a los dioses Manes y a la Tierra” (Traducción de J. Guillén). Tito Livio, VIII, 9, 4-8.
 
El sacrificio personal se llevó a cabo: Decio se arrojó contra los enemigos, que quedaron paralizados por el terror que les inspiró una actitud tan loca (locura y divinidad solían estar asociadas). El momento fue aprovechado por las legiones para rehacerse y para, poco a poco, derrotar a los enemigos.

Esta entrega a la República, al bien público, en definitiva, posteriormente parece haber conocido otros ejemplos: en la batalla de Sentino (295 a. C.) Publio Decio Mus hijo repitió la heroicidad de su padre; en la batalla de Asculum (279 a. C.) otro Decio, según Cicerón, se arrojó a las flechas enemigas.

Esta ceremonia de último recurso acabó por engrandecer la idea de la entrega a la patria, aunque con el tiempo se vio redirigida hacia el culto al emperador. Sabemos que como parte del mismo los romanos consideraban que debían ofrecer sacrificios al emperador para que intermediara entre los dioses y los súbditos, y eso, junto a otras cosas, llevó a una peculiar anécdota: Calígula, famoso por sus locuras, cayó enfermo en cierta ocasión. Algunos incautos se atrevieron a ofrecerse como gladiadores para que éste sanara y otros, incluso, ofrecieron sus cabezas para tal fin (Suetonio, Calígula 14, 2). El gracioso emperador les recordó después sus votos y les exigió cumplirlos (Suetonio, Calígula 27, 2).

La verdad es que todo esto podría haber quedado en simples anécdotas más o menos verídicas de no ser por un último ejemplo de devotio: la del propio emperador Claudio II el Gótico en la batalla de Naissus (Nis). Cuenta Amiano Marcelino (Res Gestae 16, 10, 3) que en el año 269 este emperador ofreció a los dioses su vida por la victoria del ejército contra los godos. El caso es que, bien por una plaga, bien por viruela, Claudio II murió, y la tradición afirmó que ése era el pago por la victoria. Fue inmediatamente convertido en dios. Es decir, fue recompensado por su entrega asumiendo la forma más perfecta de vida.

La devotio, aun siendo (podríamos decir) un fantasma a lo largo de la historia de Roma, fue un hecho cultural que pudo haber conformado una suerte de entrega por la causa, una suerte que, más allá de los hechos, llevara a muchos cristianos a entregarse (como sabemos) durante las persecuciones para ofrecer su vida a la divinidad. Algunos de estos fueron después considerados santos.

Saludos cordiales.

https://www.eugeniogomezsegura.es/
logos@ugeniogomezsegura.es
 
Lunes, 15 de Febrero 2021
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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