CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

16-09-2022 (1257)


Escribe Antonio Piñero
 

 
Seguimos reflexionando de la mano de S. Guijarro y de su libro sobre “Los Cuatro Evangelios”.
 
Hasta llegar a la “cristalización” de la tradición oral sobre Jesús  en “textos” escritos hay mucha tela que cortar, ya que este tránsito llevó por lo menos 20 años, si se considera que Jesús murió en el año 30 de la era común y que la Fuente Q se compiló en el 50.
 
La tesis actual frente a la idea de la “Historia de las formas” (escuela interpretativa del Nuevo Testamento) a saber que la creencia en la resurrección de Jesús era “un muro que impedía el acceso a la tradición sobre este”, la tendencia actual  de la investigación nos lleva a recalcar y valorar más la existencia de una tradición oral, independiente de la creencia en la resurrección, que ha de tenerse en cuenta. Esa tradición oral es muy valiosa para reconstruir al Jesús histórico. Pero la cuestión es cómo llegamos a la tradición oral (o la extraemos) cuando lo único que tenemos es tradición escrita sobre Jesús: el Nuevo Testamento y en especial los evangelios. Volveré inmediatamente sobre ello.
 
Sostiene S. Guijarro que “El estudio reciente de la naturaleza oral de los textos antiguos ha cuestionado alguno de los presupuestos de la escuela de interpretación de los textos del Nuevo Testamento denominada Historia de las formas que reflejan un contexto cultural muy diferente a aquel en el que tuvo lugar la comunicación entre los transmisores de la tradición oral sobre Jesús y sus destinatarios” (p. 112). Sin duda alguna es así. Y la ambigüedad de la expresión guijarriana “la naturaleza oral de los textos antiguos”, como si nuestro autor quisiera decir “todos los textos antiguos”, se resuelve cuando se precisa que se esos textos antiguos son preferentemente los evangelios.
 
La Historia de las formas no cayó en la cuenta, según Guijarro, de que su manera de comprender la composición de los Evangelios era parecido a como entienden los arqueólogos su trabajo. Estos investigadores, al excavar un asentamiento, van encontrando / delineando estratos que ellos, los investigadores, diferencian claramente por años o épocas. Según la Historia de las Formas cada estrato de los evangelios, bien estudiado y señalado, es un medio para identificar las diversas etapas de la evolución del cristianismo primitivo. En este se distinguen sobre todo dos estratos: el más tardío, en lengua griega helenística, y otro más antiguo, en lengua aramea (y también en griego): estrato palestinense.
 
Critica luego Guijarro no el uso, sino el empleo abusivo de esta estructura mental de la investigación por parte de la Historia de las Formas y advierte oportunamente que esta manera de pensar está influida subconscientemente por un paradigma mental: el uso del papel y de la imprenta.
 
“Acostumbrados durante siglos a un modelo que considera el texto escrito la forma más perfecta de comunicación, resulta muy difícil imaginar un mundo en el que la comunicación escrita ocupaba un lugar secundario respecto a la comunicación oral. Los textos escritos cumplieron una función importante en el cristianismo naciente…, pero esos textos no eran la forma primaria de comunicación, Por ello para comprender lo que significaba entonces la comunicación oral no se puede partir de lo que significa ahora la comunicación escrita, sino que es necesario hacer un esfuerzo para entender los procesos implicados en esa otra forma de comunicación. Y el lugar que ocupan en ella los textos escritos” (p. 113).
 
Y entonces cita Guijarro  a J. D. G. Dunn, y sostiene que hay que cambiar de paradigma: para entender bien lo que es y supone la tradición oral en la plasmación de los evangelios es incorrecto partir del “paradigma literario” de la Historia delas Formas. Es necesario absolutamente volver los ojos y configurar otro paradigma, el de la tradición oral;  cómo funciona la tradición oral, en el supuesto de que primero fue la palabra y luego el texto escrito.
 
Sin duda es este un planteamiento interesante. Y aquí tiene que ver mucho la investigación de Eugenio Gómez Segura, con quien trabajo actualmente en la preparación a largo plazo de un volumen amplio sobre “Jesús de Nazaret. Historia y mito”, ya que él, en su reciente libro “Hijos de Yahvé. Una arqueología de Jesús y Pablo” (Edit. Dilema, Madrid 2021) ha planteado la necesidad de considerar los estratos de nuestra única fuente (insisto como dije: ¡un texto escrito!, el Nuevo Testamento), aunque Gómez Segura no afirme necesariamente, por supuesto, que un estrato más reciente se superpone a otro como una “reelaboración” necesaria y por escrito del estrato precedente.
 
Tema interesante para reflexionar. Seguiremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com  
Viernes, 16 de Septiembre 2022

08-09-2022 (1256)


Escribe Antonio Piñero
 
Decía en mi postal anterior del día 2 de septiembre que “será interesante averiguar cómo explica Guijarro la func­­ión que tiene la tradición oral en el proceso concreto de formación de los Evangelios. Lo comentaremos”. Eso es lo que hago hoy.
 
Argumenta Guijarro en las pp.110 y siguientes que la denominada Escuela de las Formas (Véase una explicación de lo que piensa y significa esta escuela en mi libro “Aproximación al Jesús histórico”, Trotta, 4ª edic. 2020, pp. 179-194) aceptaba en su metodología “implícitamente el carácter literario de la tradición sobre Jesús” y “que imaginaba la composición de los Evangelios como el resultado de un proceso de copia y corrección de documentos escritos. Se conocía y se valoraba el papel de la tradición oral pero no se tenían los instrumentos para identificarla y estudiarla”.
 
Tiene razón Guijarro, así como en la idea de que la tradición oral se plasmaba luego por escrito en forma de sagas y leyendas de todo tipo, como las que explicaban el origen de una costumbre o cualquier otra entidad (“una etiología”). Por tanto la tradición oral no funciona solo como tal, sino que discurre paralela a una “tradición por escrito”.
 
 
También veo oportuno por parte de Guijarro, que este señale cómo la Historia de las formas “inventó” o descubrió lo que se llama el “contexto vital” (que a menudo se suele aludir en su forma alemana “Sitz im Leben”: p. 111). Lo aclaro brevemente: las tradiciones no se forman porque sí, sino que están determinadas por el contexto o situación social, económica, religiosa o de otros intereses, que la condicionan. Y señala nuestro autor que la filología/ teología alemana redujo en la práctica esta idea del contexto vital no a los condicionantes que acabo de señalar, sino solamente al “contexto eclesial”, es decir, al pensamiento religioso de los grupos cristianos primitivos que formaban “iglesias” o grupos que se  reunían normalmente en la casa del individuo del grupo, casa que fuera la más grande y tuviera cabida para 20 o 30 personas, no más al principio
 
 
Y es verdad también lo señalado por nuestro autor que el influjo del fideísmo protestante, de los estudiosos alemanes sobre todo, otorgó demasiada importancia a la creatividad de ese grupo de primeros discípulos de Jesús que se reunían después de la muerte de éste, pertrechados ya con la creencia de que Jesús había resucitado, y que reflexionaban sobre lo que había pasado realmente con él y como interpretarlo.
 
 
Y sostiene –Guijarro, con razón, que la influencia de Rudolf Bultmann fue decisiva en toda la investigación de lengua inglesa y alemana (ciertamente no entre no –o mucho menos– en países en los que se escribía en español, italiano y francés). Bultmann defendía que no era posible que la ciencia histórica y filológica tuviera acceso a la tradición sobre Jesús antes de su muerte (“prepascual y teñida por la fe en un hecho sobrenatural, la resurrección de un muerto”). Y es más: aunque se mantuviera que sí, que es posible acceder a ella, nada de lo encontrado ayudaría a la fe cristiana.
 
 
¿Por qué? Porque Jesús, su vida y sus ideas son puramente judías; no cristianas. Jesús no fue un cristiano. El cristianismo había comenzado solo con la proclamación no de un hecho histórico, sino de un hecho ciertamente (la muerte de Jesús en cruz) más una interpretación teológica, de pura fe en algo que no pertenece a la historia sino  a la fe: la proclamación de que Jesús había resucitado. Por tanto, y aquí viene lo importante, el único fundamento de la fe no es la  historia, sino lo proclamado por los primeros seguidores de Jesús, que eran los mesianistas = “cristianos”… Y se insiste en que mucho o casi todo de lo proclamado por estos, guardado en las comunidades o grupos de las primeras iglesias, no era más que una especulación de fe sobre hechos en sí no relevantes para la fe. La fe no depende de la historia real, sino de lo que pensaban y transmitieron los primeros cristianos.
 
 
Creo que este resumen de Guijarro que yo he amplificado o parafraseado un poco para que sea más inteligible a todos es interesante y merece la pena reflexione sobre ello.
 
Seguiremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Jueves, 8 de Septiembre 2022

Notas

La existencia de un resto bueno de Israel que fuera el receptor de las bendiciones divinas por comportarse según deseaba Yahvé es una peculiaridad del pensamiento de Jesús y Pablo. La idea, sin embargo, se difuminó en otras especulaciones a la muerte del de Tarso.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


084. El resto bueno (y 3).
Imagen de Clemente de Roma.

Las notas subyacentes a la imagen del olivo con un injerto de acebuche tal como se puede leer en Rom 11, 13-24 podrían resumirse como sigue:
  • Sólo un resto de judíos merecería ser considerado pueblo de Yahvé atendiendo a la “poda” que mencionaba Juan el Bautista y podemos reconstruir en Jesús: ese árbol, como todo olivo agrícola, nunca debe ser considerado el árbol natural sino el adaptado a las necesidades de la producción, mejorado por el agricultor para las mismas.
  • Por tanto, el injerto no puede ser considerado tampoco el conjunto de ramas de un olivo silvestre, más bien todo lo contrario: la metáfora que identifica injerto con paganos es extraordinariamente restrictiva.
  • Tras estos dos matices está la idea de que Abrahán fue padre de muchos pueblos, es decir, el sustrato común entre olivo agrícola y acebuche identifica a los miembros de una misma, pero muy remota, ascendencia. Más que hermanos, judíos y paganos eran parientes lejanísimos.
  • La gran diferencia entre unos y otros radicaba en la atención a las exigencias que demandaba Yahvé, bien derivadas del cumplimiento de la Ley de Moisés, bien derivadas de la Ley universal que se desprendería del comportamiento de Noé cuando no había promulgado Moisés su Ley.
  • En todo caso, se entiende que había una limitación que, para Jesús y Pablo, impedía la inclusión automática en el número de los Hijos de Yahvé.
La existencia, sin embargo, de dos pueblos lejanamente emparentados permitió desarrollar la idea de universalismo, si bien parece que en principio no se aplicó a la humanidad indiscriminadamente. La secuencia se puede reconstruir muy bien en el evangelio de Mateo si leemos los siguientes pasajes:
  1. Mt 8, 10-12: 10 Al oírle, Jesús se admiró y dijo a quienes le seguían: "Con seguridad os digo, de nadie encontré semejante confianza en Israel. 11 Y os digo que muchos procedentes de oriente y occidente llegarán y serán sentados a la mesa junto a Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 12 pero los hijos del reino serán arrojados a la tiniebla exterior; allí estará el llanto y el rechinar de dientes".
  2. Mt 15, 21-28: 21 Y marchándose de allí Jesús se retiró a las regiones de Tiro y Sidón. 22 Y he aquí que una mujer cananea procedente de aquellas regiones gritaba diciendo: "Compadécete de mí, Señor, Hijo de David; mi hija está malamente endemoniada". 23 Pero él no le respondía ni palabra. Y tras acercarse sus discípulos le pidieron diciendo: "Despídela, porque grita detrás de nosotros". 24 Él les dijo a modo de respuesta: "No fui enviado salvo a las ovejas perdidas de la casa de Israel". 25 Pero ella, tras acercarse, se puso ante él de rodillas diciendo: "Señor, ayúdame". 26 Y él le dijo a modo de respuesta: "No es bueno tomar el pan de los hijos para arrojarlo a los cachorros". 27 Pero ella dijo: "Sí, señor, pues también los cachorros comen de las migas caídas de la mesa de sus señores". 28 Entonces, a modo de respuesta le dijo Jesús: "Mujer, grande es tu confianza; que te suceda como deseas". Y recobró la salud su hija desde aquel momento.
  3. Mt 28 19 “id y enseñad a todas las gentes, bautizándolos …”,
Cuando leemos esta secuencia encontramos la evolución de la comunidad de judíos que estuvo tras el evangelio conocido como Según Mateo: ya no se trataba de alcanzar a los hijos óptimos de Israel sino de llegar a aquellos parientes lejanos que aceptaran los requerimientos para ser incluidos en el árbol elegido y renovado: podado, injertado y cuidado para producir el aceite de la verdadera unción sagrada.

Había, por tanto, un verdadero “resto bueno” también entre los gentiles, un resto que debía ser incorporado para que las antiguas profecías se cumplieran:
 
  1. Mi 4, 6-7: “Aquel día - oráculo de Yahvé - yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado. De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahvé sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre”.
  2. Pero no ocurriría sin los gentiles, máxima prueba del poder Yahvé: Is 2, 2-4, Mi 4, o  Tob 14, 5-6: las naciones, tras reconstruir el templo, llegarán a él temerosas y enterrarán sus ídolos; Or Sib 3, 616: cuando llegue el gran rey, un mesías, los gentiles se arrodillarán ante Yahvé; Or Sib 3, 772: las naciones venerarán a Yahvé en el templo quemando incienso y trayéndole regalos. Incluso para los judíos de la diáspora que ansiaran fervientemente la restauración de su mítico reino divino había pasajes extraordinarios: Za 8, 23 prometía que los gentiles acompañarían a los dispersos; Sa Sal. 7, 31-41 afirmaba que los gentiles se encargarían de llevar a los dispersos a Jerusalén.
La literatura cristiana ajena al Nuevo Testamento da información precisa al respecto. Podemos citar, por ejemplo, un par de fragmentos de Clemente de Roma. En su Carta a los corintios (del 95 d. C. aproximadamente) escribió como encabezamiento (1, 1): “La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. El texto deja claro que hay que ser llamado para luego ser santificado y pertenecer a ese futuro reino. No todos, en consecuencia.

Un poco más tarde, en la misma carta, escribió Clemente (1, 12): “Y procurabais día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno”. No hace falta comentario.

Sin embargo, esta línea de pensamiento había quedado desfasada para el autor de Colosenses, escrita en el último tercio del siglo I. En Col 1, 16 su anónimo autor escribió: “Él (Cristo) es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura”, implicando que toda la humanidad había de atender a su ejemplo, no sólo los elegidos. Y en evangelio conocido como Juan (fechado hacia el año 100) se indica que la divinidad no amó sólo a sus elegidos, sino a toda la humanidad (Jn 3, 16-17): “16 Pues tanto amó Dios al mundo, que dio a su hijo único para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna. 17 Pues no envió Dios a su Hijo al mundo para que juzgara al mundo, sino para que el mundo fuera salvado gracias a él”.

El cristianismo, quizá animado por ideas estoicas sobre la hermandad universal, quizá llevado por el universalismo del Imperio Romano, acabó por superar la idea de “resto bueno”.
 
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Saludos cordiales.
 
Domingo, 4 de Septiembre 2022

1255 / 2-09-2022


Escribe Antonio Piñero
 
En el libro de S. Guijarro sobre “Los Cuatro Evangelios”, que he comentado repetidas veces en postales anteriores, el tratamiento de la “tradición oral” se encuadra con toda razón como sección segunda dentro de la primera parte  su obra. La sección va titulada como “La formación de los Evangelios. La tradición oral” y va desde la página 109hasta la 160. Comentaré a partir de ahora (e intercalando otros temas cuando se tercie) lo que me parezca más interesante de esta sección.
 
 
Escribe Guijarro, con razón, que
 
“La existencia de la tradición oral se puede deducir de la comparación entre los cuatro evangelios, no solo porque en algunos pasajes las diferencias entre ellos son tan notables que es imposible explicarlas como reelaboraciones de misma fuete escrita, sino también porque en los relatos evangélicos es posible identificar numerosas unidades menores de carácter tradicional” (p.109).
 
Me quedo aquí con dos ideas importantes:
 
· La primera: la constatación de las enormes diferencias entre los evangelios.
 
· Segunda: la identificación de unidades menores que luego fueron incorporadas a los evangelios.
 
Primera: Las grandes diferencias entre los evangelistas y en temas esenciales, como por ejemplo, el lugar de nacimiento de Jesús y la posible fecha, o día de la semana, de su muerte, ponen en guardia respecto a la valoración de los evangelios como fuente que –según algunos– debe entenderse inspirada al pie de la letra (“Inspiración verbal” por el Espíritu Santo o, por un ángel).
 
Esta inspiración verbal suele llevar como añadido la creencia en la inerrancia absoluta de los Evangelios, es decir, que tales textos no se equivocan en nada. No exagero, y por extraño que parezca a la mentalidad crítica moderna, hay gente piadosa que lo defiende. Tal gente piadosa debe considerar que elementos del clero como Guijarro no están de acuerdo con ellos, ni podrían aceptar sus consecuencias. No son ideas de gente anticlerial o por el estilo.
 
Tiene también razón Guijarro en recordar que aun en el siglo II había gente que todavía, al modo platónico, se fiaba tanto del “lógos vivo”, la palabra viva, en concreto sobre Jesús, como del “lógos puesto por escrito”. Y cita el famoso texto de Eusebio en su Historia Eclesiástica (III 39,4), al que suelen acudir algunos para sostener  que Papías de Hierápolis estimaba más la tradición oral que la escrita. Esto no es exacto, ni tampoco lo dice Guijarro, sino otros. Cito el texto completo de Eusebio porque no se suele leer con su contexto:
 
“Papías en ningún modo explica que él fuera oyente ni testigo ocular de los santos apóstoles, sino que enseña que acogió los asuntos de la fe de manos de los que lo conocieron; dice como sigue: 3. No dudaré en añadir todo cuanto aprendí muy bien de los ancianos y que recuerdo perfectamente en mis explicaciones, pues sé con toda certidumbre que es verdad. Porque no me contentaba con lo que dicen muchos, como ocurre con la mayoría, sino con los que enseñan la verdad; tampoco con los que repiten mandamientos de otros, sino con los que recuerdan aquellos mandamientos que fueron dados a la fe procedentes del Señor y que tienen su origen en la verdad. 4. Y si alguna vez llegaba alguien que había seguido a los ancianos, yo observaba las palabras de los ancianos, que era lo dicho por Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacobo, o Juan, o Mateo, o por cualquiera de los otros discípulos del Señor, e incluso lo que decían Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, pues creí que no obtendría el mismo provecho de lo que aprendiera de los libros como lo aprendía por medio de una voz viva y perdurable».  (Tomado de http://escrituras.tripod.com/; http://www.ricardocosta.com/textos/eclesias.htm)
 
Segunda: en este caso considero también interesante añadir que esta premisa afecta e interesa sobre todo al Evangelio de Marcos, que es el primero y del que parece que no copia de nadie en concreto. Es importante esta premisa para caer en la cuenta que en muchos casos el evangelista no se “saca de la manga” como puro invento suyo las historias que cuentan (sean luego consideradas históricas o no por los investigadores), sino que se basa en fuentes anteriores, de las que se sirve.
 
Será interesante averiguar cómo explica Guijarro la función que tiene la tradición oral en el proceso concreto de formación de los Evangelios. Lo comentaremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com 

NOTA:
 
Echen, por favor, si el tema eles interesa, una ojeada a una revista nueva titulada “De dioses y Hombres. Religiones y Mitología, que trata de una mezcla al menos para mí interesante, que puede atraer la atención de muchos:
 
https://www.talleroperaciones.org/online-store/De-Dioses-y-Hombres-núm-1-Preventa-p490419178?fbclid=IwAR0cWbPmeLUbDvbVjMi9mEscm8C9rmVeo6Wgj-7Lhn42KstfneIbSbDR93w
 
Viernes, 2 de Septiembre 2022

Notas

Cuando Pablo de Tarso predicó entre los gentiles pensaba en el resto bueno. Si no en todos los lugares en los que se presentó, sí, al menos, en el único al que dirigió una carta sin haber estado presente antes: Roma. La comunidad judía de la capital leyó su razonamiento sobre el resto bueno.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


083. El resto bueno (2).
Estatua de Pablo ante la basílica de San Pablo Extramuros en Roma.

Y dijo (Isaías) a Israel: Durante todo el día extendí mis manos a un pueblo que desconfiaba y replicaba. Digo entonces: ¿abandonó Dios a su pueblo? No. Pues también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No abandonó Dios a su pueblo, al que de principio conoció. ¿Acaso no sabéis qué dice la escritura en Elías, cómo se dirige a Dios contra Israel? Señor, mataron a tus profetas, destruyeron tus altares y yo quedé solo y buscan mi vida. ¿Pero qué le dijo la revelación? Me dejó siete mil hombres que no doblaron la rodilla a Baal. Entonces, pues, también ahora surgió un resto según elección por merced. Y si lo es por merced, ya no procede de las obras (de la ley), ya que entonces la merced no sería merced. ¿Qué, pues? Que lo que Israel busca no lo encontró, pero el grupo de los elegidos sí. (Rom. desde 10, 21 hasta 11, 7)
El pasaje es relevante para desdecir la falsa idea de que Pablo abandonó el judaísmo: es evidente que Pablo trabajó el concepto de resto bueno en sí mismo. Pero hace falta concretar de qué modo se sirvió de él atendiendo a la historia que anunciaba de la restauración del reino de Yahvé.
Esos siete mil mencionados por Isaías (número, por otra parte, simbólico pues es múltiplo de siete y permite conjeturar una gran cantidad total) serían sólo los judíos aceptados, los absueltos el día del juicio final como cumplidores de la Ley (tal como lo entendía Pablo). Y, a la hora de incorporar a los nuevos elementos paganos, que no podían dejar de ser paganos, Pablo se sirvió de una metáfora también muy simbólica. En la misma carta a los romanos se incluye el siguiente pasaje:
 
Os digo a vosotras las naciones: en cuanto se refiere a que yo soy el apóstol de las naciones, daré gloria a mi ministerio, ¡Si por un casual despertara el celo de los de mi carne y salvara a alguno de ellos! Pues si su rechazo es la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión sino la vida de los muertos?  Y si la primicia es santa, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas. Y si algunas de las ramas fueron arrancadas, tú que eres acebuche, fuiste injertado entre ellas y llegaste a ser copartícipe de la raíz (que da la) sabia del olivo, no desprecies las ramas. Y si las desprecias, no sostienes tú la raíz sino la raíz a ti. Dirás entonces: “Las ramas fueron cortadas para que yo fuera injertado”. Correcto. Fueron cortadas por su falta de confianza, y tú te mantienes en pie por tu confianza. No pienses grandezas, al contrario, teme; pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, no sea que a ti tampoco te perdone (Rom 11, 13-24).
 
Los de su religión entendidos como raza (“los de mi carne”) no siguen la idea de un Jesús Mesías ni la aceptación de gentiles sin circuncidar en el pueblo elegido. Pablo había de luchar contra esa idea y lo hizo mediante el razonamiento de la adopción. El razonamiento pudo ser el siguiente:
a)           los gentiles no son judíos, y no pueden serlo;
b)           son gentiles y no dejarán de serlo (no deben circuncidarse), pues las profecías incluyen a gentiles dentro del reino;
c)            pueden ser adoptados como hijos de Yahvé: pertenecen a otra familia pero los admitimos según cierta lectura de los criterios legales.
Esto es lo que Pablo, recogiendo un término del derecho, denominó hyiothesía. La adopción antigua incluía costumbres que en la actualidad no son exactamente iguales: presentación a la familia y también al culto distintivo de la misma, incorporación al clan, a la fratría y a la tribu a la que se perteneciera según el caso, siempre con la ineludible aceptación de los restantes miembros de estas instituciones sociales. En general se acompañaba de la redacción de un testamento. Desde el punto de vista religioso era una ceremonia bastante importante, pues, como ya se ha visto, la religión era una forma de integración y participación de la sociedad y de certificación de los derechos de ciudadanía.
En la mitología clásica sólo hay un caso de adopción divina, pero parece que realmente importante como modelo cultural que permitiera la aceptación de Jesús como hijo de Yahvé para un pagano. Se trata del mortal Heracles, hijo natural de Zeus, que, una vez muerto en la pira funeraria, ascendió al Olimpo y allí fue recibido por los dioses. Tras esta recepción, Zeus persuadió a Hera, su esposa, de que aceptara al bastardo Heracles en la familia olímpica, lo cual ocurrió.
Por otro lado, esta costumbre era común en el mundo romano. Quizá el ejemplo más importante por trascendencia histórica y por frecuentemente comentado, es el de Octavio, el futuro primer emperador, que fue adoptado como hijo por Julio César. Una vez muerto éste y decretada su divinización , la adopción permitió al joven acuñar moneda con la inscripción F. DIVI IVLI, “hijo del divino Julio”, lo cual abrió el camino para su declaración como Augusto.
Así, mediante la adopción, los gentiles entrarían a ser ciudadanos del reino sin dejar de ser de otra nación y podrían ser incorporados al olivo que representaba el resto bueno: un olivo que podía ser podado de las ramas que no daban fruto (aquella imagen del Bautista que aceptó el Galileo) e injertado con ramas de olivo silvestre, emparentadas por haber sido creadas también por Yahvé, pero no iguales al olivo agrícola, el pueblo elegido. Un olivo que proporcionaba el aceite para ungir al primero y a los restantes hijos de Yahvé.
 
Saludos cordiales.
 
Domingo, 21 de Agosto 2022

Notas

082.


El “resto bueno” (1)
El “resto bueno” es un concepto muy presente en las predicaciones de Jesús y Pablo tal como las reconstruye la crítica independiente. Veámoslo aplicado al primero y a su maestro, el Bautista.
 
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.
 
Imagen: Jesús proclamando las bienaventuranzas.
https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcS-yhStLtwBQH5bQavHJ0AaCIiwHE_223DdTA&usqp=CAU
 
La situación religiosa de los creyentes hebreos en el Mediterráneo del s. I de nuestra era resultaba compleja. Las distintas corrientes pensaban poseer en exclusiva la verdad y continuamente disputaban para hacerlo ver a sus contrarios. La idea que basaba estas disputas era la de que sólo algunos (precisamente los integrantes de cada grupo) tenían razón. Esto significaba que quienes aceptaran los planteamientos ofrecidos por cada una de las ramas judías, en términos suyos “volver a los caminos de la Justicia (de Yahvé)”, acabaría por contarse en las filas del verdadero Israel (verus Israel). Esta idea permite entender algunas alusiones a la estirpe de Abraham que podemos leer en las fuentes neotestamentarias. De Juan el Bautista se nos incluye el siguiente anuncio:
 
Así pues, decía a las multitudes que salían a bautizarse por él: "Crías de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Dad en consecuencia frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir entre vosotros: “tenemos como padre a Abraham”. Pues os digo que Dios es capaz de hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham. Y el hacha ya se encuentra junto a la raíz del árbol; es más, todo árbol que no da fruto bueno es talado y arrojado al fuego” (Lc 3, 7-11).
 
El aviso es contundente: quienes huyeran del arrepentimiento se enfrentarían a la cercanía del final en las peores condiciones, pues ya estaría todo preparado: el árbol que no dé fruto bueno (el judío que no cumpla la Ley) no será absuelto el día del juicio aunque sea judío. Habría, por tanto, un resto de judíos buenos. Dicho en términos coloquiales, el Bautista avisó: no iba a valer “genio y figura hasta la sepultura”. El discurso aparece, también en boca del Bautista, en Mt 3, 9-10 con palabras muy parecidas.
 
Este “ser hijo de Abraham no basta” se explica muy bien atendiendo al “resto bueno”: hay un resto bueno que merecerá la absolución el día del juicio final. El resto bueno será el verdadero hijo de Abraham, el verdadero hijo de Yahvé. Este resto (lemma en griego) aparece con frecuencia en los manuscritos de Qumrán y la literatura de la época de Jesús. En algunos casos se asocia a la pureza exigida por el ritual (1QSa 2.3-10 y 1QM 7.5); en otros es la idea de justicia mosaica en general lo que predomina a la hora de seleccionar ese resto bueno (Salmos  de Salomón. 17, 26). La idea es antigua, como demuestra Miqueas 4, 6-7: “Aquel día –oráculo de Yahvé– yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado. De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahvé sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre”.
 
Casa con esta idea el ejemplo de Mt 22, 1-14, el gran banquete de bodas al que muchos no quisieron asistir y que termina con la frase “pues muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, ejemplo para el que parece preferible un escenario puramente judío más que universal.
 
A esto hay que añadir que el fragmento de Miqueas alude a la reinstauración del reino de Yahvé, es decir, otra idea plenamente judía. Si atendemos a los hechos que acompañarían esa reinstauración del reino de Yahvé, hay que mencionar que los hijos auténticos de Israel verían desfilar a las naciones ante Jerusalén, tal como anuncia, entre otros, Isaías:
 
“Caminarán las naciones a tu luz… Acudirán a ti encorvados los hijos de quienes te humillaban… Mamarás la leche de las naciones, mamarás la riqueza de los reyes… Llamarás a tus murallas Victoria y a tus puertas Alabanza” (Is 60, 3-18).
 
Y parece coincidir con el tema del poder de Israel, el resto bueno y la llegada de gentiles, este pasaje de Mateo, respuesta de Jesús a la petición de un centurión en favor de un criado:
 
Al oírle, Jesús se admiró y dijo a quienes le seguían: “Con seguridad os digo, de nadie encontré semejante confianza en Israel. Y os digo que muchos procedentes de oriente y occidente llegarán y serán sentados a la mesa junto a Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino serán arrojados a la tiniebla exterior; allí estará el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 8, 10-12).
 
Esta exclusión de los israelitas parece un motivo de los seguidores paganos de Pablo o de la comunidad judía que está detrás del texto conocido como Mateo, es decir, unos judíos creyentes en Jesús como mesías opinarían que sólo ellos eran el resto bueno.
 
Si aplicamos a Jesús lo visto hasta ahora parece que éste fue de la opinión de que el reino de Dios era cosa de judíos, de que algún pagano, como mucho, demostraría el poder de Yahvé entrando a formar parte del Reino.
 
En efecto, una lectura somera de las Bienaventuranzas las refiere a los pobres, los que sufren y los hambrientos, los temas básicos del Padre Nuestro, que son, además, la predicación básica sobre el reino de Yahvé por instaurar sobre la Tierra. En efecto, la pobreza aparece mencionada en el tema de las deudas; el hambre, en la referencia al pan necesario; el sufrimiento es una suerte de conjunto entre estos dos temas y el general de quiénes son el resto bueno que sufre a manos de los impíos, tema muy querido, por ejemplo, para Isaías, entre otros profetas. Jesús el Galileo parece haber sido un judío más que pensó el futuro de su pueblo en términos correspondientes a la idea del “resto bueno”.
 
Saludos cordiales
Eugenio Gómez Segura

 
Martes, 9 de Agosto 2022

Notas

El “resto bueno” es un concepto muy presente en las predicaciones de Jesús y Pablo tal como las reconstruye la crítica independiente. Veámoslo aplicado al primero y a su maestro, el Bautista.

Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


082. El “resto bueno” (1).

Jesús proclamando las bienaventuranzas.

La situación religiosa de los creyentes hebreos en el Mediterráneo del s. I de nuestra era resultaba sumamente compleja. Las distintas corrientes pensaban poseer en exclusiva la verdad y continuamente disputaban para hacerlo ver a sus contrarios. La idea que basaba estas disputas era la de que sólo algunos (precisamente los integrantes de cada grupo) tenían razón. Esto significaba que quienes aceptaran los planteamientos ofrecidos por cada una de las ramas judías, en términos suyos “volver a los caminos de la Justicia (de Yahvé)”, acabaría por contarse en el verdadero Israel (
verus Israel). Esta idea permite entender algunas alusiones a la estirpe de Abraham que podemos leer en las fuentes neotestamentarias. De Juan el Bautista se nos incluye el siguiente anuncio:

Así pues, decía a las multitudes que salían a bautizarse por él: "Crías de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Dad en consecuencia frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir entre vosotros: “tenemos como padre a Abraham”. Pues os digo que Dios es capaz de hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham. Y el hacha ya se encuentra junto a la raíz del árbol; es más, todo árbol que no da fruto bueno es talado y arrojado al fuego” (Lc 3, 7-11).

El aviso es contundente: quienes huyeran del arrepentimiento se enfrentarían a la cercanía del final en las peores condiciones, pues ya estaría todo preparado: el árbol que no dé fruto bueno (el judío que no cumpla la Ley) no será absuelto el día del juicio aunque sea judío. Habría, por tanto, un resto de judíos buenos. Dicho en términos coloquiales, el Bautista avisó: no iba a valer “genio y figura hasta la sepultura”.

El discurso aparece, también en boca del Bautista, en Mt 3, 9-10.

Este “ser hijo de Abraham no basta” se explica muy bien atendiendo al “resto bueno”: hay un resto bueno que merecerá la absolución el día del juicio final. El resto bueno será el verdadero hijo de Abraham, el verdadero hijo de Yahvé. Este resto (lemma en griego) aparece con frecuencia en los manuscritos de Qumrán y la literatura de la época de Jesús. En algunos casos se asocia a la pureza exigida por el ritual (1QSa 2.3-10 y 1QM 7.5); en otros es la idea de justicia mosaica en general lo que predomina a la hora de seleccionar ese resto bueno (Salmos de Salomón. 17, 26). La idea es antigua, como demuestra Miqueas 4, 6-7: “Aquel día - oráculo de Yahvé - yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado. De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahvé sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre”. Casa con esta idea el ejemplo de Mt 22, 1-14, el gran banquete de bodas al que muchos no quisieron asistir y que termina con la frase “pues muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, ejemplo para el que parece preferible un escenario puramente judío más que universal.


A esto hay que añadir que el fragmento de Miqueas alude a la reinstauración del reino de Yahvé, es decir, otra idea plenamente judía. Si atendemos a los hechos que acompañarían esa reinstauración del reino de Yahvé, hay que mencionar que los hijos auténticos de Israel verían desfilar a las naciones ante Jerusalén, tal como anuncia, entre otros, Isaías: “caminarán las naciones a tu luz… Acudirán a ti encorvados los hijos de quienes te humillaban… Mamarás la leche de las naciones, mamarás la riqueza de los reyes… Llamarás a tus murallas Victoria y a tus puertas Alabanza” (Is 60, 3-18). Y parece coincidir con el tema del poder de Israel, el resto bueno y la llegada de gentiles, este pasaje de Mateo, respuesta de Jesús a la petición de un centurión en favor de un criado:

Al oírle, Jesús se admiró y dijo a quienes le seguían: “Con seguridad os digo, de nadie encontré semejante confianza en Israel. Y os digo que muchos procedentes de oriente y occidente llegarán y serán sentados a la mesa junto a Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino serán arrojados a la tiniebla exterior; allí estará el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 8, 10-12).

Esta exclusión de los israelitas parece un motivo de los seguidores paganos de Pablo o de la comunidad judía que está detrás del texto conocido como Mateo, es decir, unos judíos creyentes en Jesús como mesías opinarían que sólo ellos eran el resto bueno.

Si aplicamos a Jesús lo visto hasta ahora parece que éste fue de la opinión de que el reino era cosa de judíos, de que algún pagano, como mucho, demostraría el poder de Yahvé entrando a formar parte del reino.

En efecto, una lectura somera de las Bienaventuranzas las refiere a los pobres, los que sufren y los hambrientos, los temas básicos del Padre Nuestro, que son, además, la predicación básica sobre el reino de Yahvé por instaurar otra vez en la Tierra. En efecto, la pobreza aparece mencionada en el tema de las deudas; el hambre, en la referencia al pan necesario; el sufrimiento es una suerte de conjunto entre estos dos temas y el general de quiénes son el resto bueno que sufre a manos de los impíos, tema muy querido, por ejemplo, para Isaías, entre otros profetas. Jesús el Galileo parece haber sido un judío más que pensó el futuro de su pueblo en términos correspondientes a la idea del “resto bueno”.

Saludos cordiales.

 

Saludos cordiales.

Lunes, 8 de Agosto 2022

1254- 05/08/2022


Escribe Antonio Piñero
 
 
En mi “postal” del día 29/07/22 deseaba que la comunidad científica confesional fuera consecuente con la imagen que –debido al consenso general– propalan sobre Jesús, a saber que fue un judío íntegro, por lo que jamás quebrantó la Ley y no pretendió nunca fundar religión nueva alguna.
 
Otra idea de la crítica neotestamentaria confesional respecto a Jesús que no me parece consecuente es mantener a la vez el judaísmo total de Jesús y defender que estableció o instituyó la eucaristía. Es bien sabido que el primer testimonio al respecto es el de Pablo en 1 Corintios 11,23-26:
 
23 Porque yo recibí del Señor lo que os transmití: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Éste es mi cuerpo por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» 25 Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» 26 Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga”.
 
En el v. 24 que el pan pueda entenderse como el cuerpo del mesías es bastante inverosímil desde el punto de vista histórico en un judío integral.  Igualmente la idea paulina de un acto de comunión con la divinidad, o con el mesías es insólita dentro del judaísmo, aunque desde luego y también según Pablo, no hay que subentender ninguna idea de transubstanciación de las especies de pan y vino. Para Pablo también el pan y el vino simbolizan meramente el cuerpo de quien ha sido sacrificado o libado en honra de Dios.
 
Por último, me parece inverosímil dentro del judaísmo de Jesús que la interpretación habitual de la última cena pueda ser achacada al Jesús histórico y no a Pablo mismo, pues roza continuamente el tabú judío de la ingestión de la sangre, aunque sea simbólicamente. Dentro del contexto judío palestinense no puede entenderse fácilmente –como sostiene la exégesis confesional– que Jesús instituyera una celebración repetida (“en memoria suya”) que aniquila una de las funciones principales del Templo, como lugar de la purificación de los pecados de Israel. Según los evangelio sinópticos Jesús  acababa de presentarse triunfalmente en la capital como el mesías de Israel y había «purificado» a continuación el Templo, dando muestra sobrada, por un lado, de su interés político-religioso por Israel, y por otro, de que estimaba en extremo la función de la institución del Santuario dentro de su judaísmo, aunque de momento la considerara corrupta por el mal uso del Templo por los israelitas mismos.
 
En síntesis, pues, no casa en absoluto con la imagen de un Jesús judío cabal la institución de la eucaristía como mantiene la exégesis tradicional católica: tal institución, de ser cierta, implicaría:
 
A) Romper con el tabú de la ingestión de sangre aunque fuera simbólicamente;
 
B) Daría por supuesta dentro del judaísmo una teología de comunión simbólica con el mesías,  algo sumamente improbable;
 
C) Aniquilaría la función expiatoria de los pecados por parte del Templo: de hecho acabaría con el santuario mismo;
 
D) Supondría un cambio repentino de la mentalidad de Jesús: de ser el mesías del Israel al modo tradicional un domingo y de asumir la importancia del Templo purificándolo (un lunes, según Marcos), a destruir un jueves por la noche la función principal del Templo por medio del sacrificio redentor de su sangre;
 
E) Supondría igual y finalmente que Jesús fue a Jerusalén no para triunfar, convencer a sus conciudadanos llevándolos al arrepentimiento, y esperar allí la venida del Reino, sino para aceptar fácticamente su muerte como designio misterioso divino, como sacrificio para le eliminación/perdón de los pecados potencialmente de la humanidad entera, no solo de los judíos.
Creo que ninguno de estos supuestos se corresponde con la imagen de Jesús de Nazaret como judío que nunca abandonó su religión, idea abrazada también por quienes escribieron “¿Qué se sabe… de Jesús de Nazaret?”
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Viernes, 5 de Agosto 2022

Me han formulado la pregunta que aparece como título de esta postal


Escribe Antonio Piñero
 
Leamos primero el texto completo que corresponde al Evangelio de Marcos 5,35-43:
 
35 Estaba todavía hablando, cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga y dijeron:
–Tu hija ha muerto ¿por qué molestas aún al Maestro?
 36 Pero Jesús, sin hacer caso de las palabras que decían, dijo al jefe de la sinagoga:
–No temas; cree solamente.
37 Y no permitió que lo acompañara nadie, salvo Pedro, Jacobo y Juan, el hermano de Jacobo. 38 Fueron a casa del jefe de la sinagoga y vio el alboroto y a gente llorando y dando grandes alaridos. 39 Y entrando les dijo:
–¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto, sino que duerme.
40 Y se burlaban de él. Pero él, expulsando a todos, tomó consigo al padre de la niña, a la madre y a los que iban con él, y entraron donde estaba la niña. 41 Entonces, tomando la mano de la niña, le dijo:
Talitha koum,
 
que significa: “Muchacha, a ti te digo, levántate.” 42 E inmediatamente la muchacha se puso en pie y echó a andar; pues tenía doce años. Al momento quedaron fuera de sí totalmente. 43 Y les ordenó repetidamente que nadie lo supiera, y dijo que se le diera de comer.
 
Parece evidente por la mera lectura del pasaje completo y el talante del Evangelio que el evangelista trata de mostrar un hecho milagroso, que va unido con la curación, también milagrosa, tras el contacto con la ropa de Jesús, de una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años y luego el hecho milagroso de resucitar a una jovencita.
 
Se discute la historicidad de esta escena de resurrección; hay quienes defienden que es una narración totalmente inventada por la comunidad cristiana para mostrar el poder de Jesús incluso sobre la muerte. Otros, que aceptan una cierta base histórica, suelen rebajar el milagro a una “resucitación” desde un estado cataléptico, lo que sirve para no atribuir a Jesús un milagro contra las leyes naturales (explicación creyente pero racionalista). La mano del evangelista se observa en el añadido que presenta a Jesús, después de realizar un prodigio portentoso ante mucha gente, ordenando «que no se entere nadie», lo que se corresponde con el artificio del «secreto mesiánico» (no revelar a nadie que Jesús es el mesías hasta después de su resurrección).
 
Talitha koum: [esta expresión aparece como koumí en otros manuscritos importantes]. La transcripción de las palabras en una lengua ininteligible (arameo; ininteligible para los lectores griegos, lengua del evangelio, por tanto paganos, ex pagano o judíos de lengua griega) aumenta la solemnidad del milagro. Por tanto, soy de los que creen que el evangelista pretende mostrar que se trata de una resurrección auténtica. Pero que Jesús, modesta y retóricamente, le quita importancia diciendo que está “dormida”. Piénsese, sin embargo, que en el ámbito de la metáfora, el “sueño” equivale a menudo a la muerte (por ejemplo, en 1 Tesalonicenses 4,15: “los que durmieron” = los miembros de la comunidad que han muerto ya). El Jesús del evangelista hace, quizás, un cierto juego de palabra.
 
Respecto al sintagma Talitha koum: puesto que el autor lo traduce,  creo que este pretende evitar el efecto de que se entiendan como un conjuro mágico. Algunos estudiosos piensan que, siendo el milagro legendario, las palabras han sido colocadas ahí por Marcos mismo, que es también el inventor del «secreto mesiánico», relacionado con el milagro en el v. 43.
 
En síntesis: la frase en arameo como tal no es prueba ninguna de un hecho realmente milagroso. Todo depende de la fe que otorgue el lector al evangelista. Para el intérprete independiente o agnóstico se trata de una leyenda que aumenta la fe en un Jesús sanador. Para un creyente, sin embargo, es un hecho más que demuestra el carácter especial de Jesús, bien como profeta de los últimos días, bien como “hijo de Dios”. Y esto último lo puede entender como hijo real y físico, óntico, de Dios (creencia compartida con la religión pagana) o bien como un “hijo” metafórico, al igual que otros cristianos, cuya filiación divina, espiritual, es más intensa que la de un increyente, el cual es hijo de Dios también aunque no lo sepa o lo crea.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Martes, 2 de Agosto 2022

1253 / 29-07-2022


Escribe Antonio Piñero
 
En el libro Qué se sabe... de Jesús de Nazaret, Verbo Divino, Estella, 2009, 271 pp., cuyos autores son Rafael Aguirre, Carmen Bernabé y Carlos Gil Albiol, se intenta responder responder a las preguntas de los lectores desde el punto de vista meramente histórico. Porque qué es Jesús/Jesucristo desde el punto de vista teológico es conocido por la inmensa mayoría de los lectores de esa serie de libros desde pequeñitos, gracias al aprendizaje del catecismo, a las clases de religión o a las homilías y sermones.
 
En la contracubierta, el aviso/reclamo de la Editorial sostiene que Jesús «no es patrimonio de ningún grupo ni iglesia», y que tal personaje, de trascendencia histórica mundial, debe conocerse bien históricamente. Hay que “socializar su historia”, se escribe, lo cual significa que los datos meramente históricos sobre el personaje (no los teológicos) deben ponerse al alcance de los lectores…, y que la publicación de ese libro, sencillo, breve, de fácil lectura responde adecuadamente a ese propósito.
 
Todo esto está muy bien. Pero luego los autores deslizan afirmaciones sobre Jesús que realmente no son históricas en sí mismas. Así, por ejemplo, que «su vida y su mensaje son inagotables: en realidad es imposible presentar “lo que se sabe de Jesús de Nazaret”, pero solo con evocarlo ya resulta fascinante». Ahora bien, opino que la afirmación de que  la vida y mensaje de Jesús son “inagotables” entra de lleno en el ámbito de la fe, no de la historia. En todo caso lo que debe afirmarse no es que sea “inagotable”, sino que algunos datos o precisiones sobre su vida, dichos, hechos, o pensamiento en general no nos son accesibles por falta de fuentes. Y eso significa no que el personaje sea inagotable en sí, sino que nosotros somos forzadamente ignorantes, muy a nuestro pesar. Se trata de pura ignorancia, no de la profundidad insondable del personaje.
 
Me aclaro un poco más. Si en el título se dice “¿Qué se sabe… de Jesús de Nazaret?”, se supone que se acepta que lo «que se sabe» es el consenso medio de los investigadores, aquello en los que están de acuerdo la mayoría de los estudiosos de Jesús, sobre todo los independientes. Naturalmente no puede uno fijarse solo en la opinión de los autores meramente confesionales (que les cuesto o no pueden afirmar como plenamente históricos datos que como historiadores creen incontestables pero que chocan con la verdad dogmática sobre el personaje).
 
Por ello, siempre he sostenido que las líneas básicas y fundamentales sobre la misión y figura de Jesús no son ningún “misterio” y menos “insondable” (véase mi breve ensayo El Jesús histórico. Otras aproximaciones. Reseña crítica de algunos libros significativos en lengua española, de Edit. Trotta, Madrid 2020, pp. 78 y siguientes). Pienso que es posible —aunque el libro resultante llegara a ser bastante grueso por la necesidad de aclaraciones— exponer todo lo que se sabe de Jesús..., si se acepta que lo «que se sabe» es el consenso medio de los investigadores, todos, no una parte, como acabo de señalar.
 
Hoy día son suficientemente conocidas tales líneas básicas que dibujan bastante bien la figura e ideología de Jesús; buena parte de ellas las exponen los autores mencionados arribas al final de ese volumen indicado. En la cuarta parte del libro “¿Qué se sabe…?, titulada “Para profundizar», los tres autores señalan conjuntamente de nuevo la «relevancia actual de la historia de Jesús». En este apartado los tres reflexionan —entre otras cosas— sobre los consensos actuales en los estudios sobre el Jesús histórico. En el punto 7 de esa síntesis se destaca como idea que todo investigador debe aceptar, porque hay consenso prácticamente unánime (entre las obras serias de investigación), que «Jesús se mantuvo siempre fiel al judaísmo».
 
Muy bien. Pero si esto es así, la pregunta resulta evidente: Si Jesús se mantuvo siempre fiel al judaísmo, parece evidente que Jesús nunca intentó fundar una religión nueva. Entonces, ¿es históricamente posible sostener –tal como apunta el capítulo 16 del evangelio de Mateo– que Jesús fundó una iglesia que habría de durar eternamente, ya que las puertas del infierno no habrían de prevalecer contra ella y que tal iglesia y su jefe supremo tiene el poder de “atar o desatar en la tierra que será atado o desatado en los cielos”? Es claro que tal concepción va en contra de lo que sabe históricamente, con total seguridad: que la predicación de la inminentísima llegada del reino de Dios por parte de Jesús y de la preocupación que debían tener todas las gentes de entrar en ese Reino, es un ámbito en el que tal iglesia no cabe en modo alguno.
 
A esta cuestión responden los autores (en especial en el volumen siguiente, “Así empezó el cristianismo”, de la misma editorial, publicado en 2010) con la idea de que Jesús tuvo una “cristología implícita”, a saber que de su pensamiento implícito –nunca explícito– se deduce que en la nueva sociedad de sus seguidores sí tenía cabida una asociación que remedara y superara la del grupo minúsculo de sus doce apóstoles que representaban simbólicamente a las doce tribus de Israel. Creo que esta respuesta no pertenece al ámbito de  la historia, sino al de la teología (una construcción mental humana, falible, cambiante), y que el problema de la fundación de una iglesia, tal como se describe en el Evangelio de Mateo, una iglesia que sigue hasta hoy día, que se proclama sucesora de Jesús y de su grupo, no corresponde al pensamiento de un Jesús judío, que por tanto nunca quiso superar el judaísmo, que era su religión desde pequeño hasta su muerte.
 
Por tanto, si se es consecuente, habrá que decir con toda claridad que la institución de la Iglesia de Dios no encaja de ningún modo con el Jesús histórico. No es fácil decírselo al grupo de fieles que asiste a la misa los domingos. Pero históricamente, así es.
 
Seguiremos con algún punto más que, creo, puede ser evidente.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
Enlace  al tema “¿Posibles influencias mitológicas de Egipto en la construcción de la figura de Jesucristo?”
Entrevista a Antonio Piñero:

 https://youtu.be/M6_S-92l99I
Viernes, 29 de Julio 2022
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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