CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero

Valoramos el conjunto de textos, del Antiguo Testamento, de los apócrifos del Antiguo Testamento, conservados en lengua griega y de los rabinos.

Es importante, en primer lugar, consignar la valoración de ellos por parte de los estudiosos judíos modernos de la figura de Jesús. Decía Martin Buber que los judíos conocen a Jesús de un modo –en los impulsos y emociones de su judaísmo esencial- que permanece inaccesible a los no judíos, aunque crean profundamente en Jesucristo.

Uno de ellos, David Flusser, en su mencionada obra Jesús en sus palabras y su tiempo, cree que ante este catálogo notable de textos judíos acerca de la paternidad de Dios, no hay que dar demasiada importancia al hecho de que no encontremos pasaje concretos en la literatura en lengua aramea cercana a Jesús en la que aparezca el vocablo “abba” dirigido a Dios.

Como el Nazareno era tan piadoso -argumenta Flusser- y dada la atmósfera judía de reconocimiento de Dios como padre de Israel, ¿es extraño que se le hubiera ocurrido a Jesús rezar a este Dios denominándolo “abba”, padre, en su lenguaje coloquial y materno? Con esta pregunta viene a decir Flusser que es posible que sea una mera casualidad de la historia el que no se nos hayan transmitidos textos en este sentido… y que a esta ausencia no hay que darle demasiada importancia.

Geza Vermes, en su obra La religión de Jesús el judío, sostiene que

« “No tiene nada de sorprendente que la concepción de Dios como el Padre celestial, típica de la predicación de Jesús encaje en el desarrollo del pensamiento judío precisamente donde se espera. Trazando un esquema panorámico del pensamiento religioso judío desde la Biblia hasta los rabinos, la idea del padre divino se desplaza del nivel colectivo del Creador del pueblo judío dentro de la humanidad hacia el de protector amoroso y afectivo del miembro individual de la familia (p. 214). »

Jesús encaja, pues, dentro del tránsito de la noción de un Dios como rey y juez soberano de Israel –idea que se tiene gran vigencia en el Antiguo Testamento, sobre todo en la liturgia del Templo y alcanza un auge notable en la literatura de los esenios de Qumrán (Dios dirige la guerra contra los gentiles en el Rollo de la Guerra)- a otra imagen de una divinidad mucho más próxima a los individuos, como Padre, que era típica de los rabinos sanadores y carismáticos, como Jesús, personajes que no eran extraños en el Israel del siglo I de nuestra era.

Vermes opina –al igual que últimamente Mario Sabán en su obra Jesús el judío que comentamos en el otro blog- que justamente en este aspecto tan característico de la religión de Jesús, ésta se parece más a la de los rabinos de époa de Jesús, o poco posteriores, que a la imagen propia de la piedad que se manifiesta en los manuscritos del Mar Muerto. Me parece interesante ofrecer a los lectores una cita más, al respecto:

« En toda la literatura de los Manuscritos del Mar Muerto no hay prácticamente ningún ejemplo de uso directo de la idea de Padre divino y sólo uno de Padre amoroso. Ninguno de los himnos de Qumrán, a pesar de ser la mayoría de ellos oraciones individuales, se dirige al Padre, sino que empiezan como norma con “Te doy gracias, Señor” (Vermes, p. 215). »

Son muchos los teólogos cristianos, tanto católicos como protestantes, que han hecho la observación que el Dios de Jesús no abunda, ni mucho menos, en los atributos regios y en la insistencia de la sensación que todo ser humano debe tener ante él de humillación y anonadamiento, y que esto es tanto más curioso cuanto que el anuncio del reino o reinado de Dios es precisamente el núcleo de la predicación de Jesús.

El Nazareno insiste mucho en la salvación del individuo, más que en la del pueblo, y en esa atmósfera se halla más a gusto el sentido de la providencia de Dios, de la acogida amorosa del arrepentido y la fe/confianza en Él, d un Dios como Padre, que la imagen de un Dios regio y majestuoso. Por supuesto, el Dios de Jesús puede ser también terrible como un monarca defraudado, si no se admite la posibilidad de penitencia que Él ofrece por medio de Jesús, pero –según Jesús- de momento lo que más importa es su paternidad y bondad que hace de su figura un “Dios cercano y abordable”. Movidos por esta imagen, deben prepararse para aceptar que el reino de Dios viene enseguida.

Vermes critica también, en la valoración que de ella hace en su libro, la tesis de Joaquim Jeremias de que el uso de Jesús del vocablo “Abba” era algo “nuevo y nunca visto”. Y lanza sus ataques tamnbién contra la nefasta influencia en muchos investigadores, quienes afirman -movido por las tesis de J. Jeremias- que “Abba” pertenecía al ámbito del lenguaje de los niños, de modo que muchos de talles investigadores han llegado a pensar que en el arameo de la época significaba algo así como “papaíto” (daddy en inglés).

Esto último indigna a Vermes, ya que si J. Jeremias estuviera en los cierto, la expresión de Jesús sería tan peculiar, "idiosincrásica", dentro del judaísmo, que sería un únicum tal que desde el punto de vista histórico-crítico nada, o casi nada, de la tradición judía podría servir de aclaración para tal uso. Y llega a escribir:

«  “Teniendo en cuenta el análisis anterior, puede decirse que J. Jeremias entendió mal los datos y puede incluso que se obstinase en interpretarlos mal” (p. 217). »

En síntesis, tanto Flusser, como Vermes, como otros, excelentes conocedores del mundo de Jesús y también del pensamiento religioso de éste, observan independientemente entre sí que no hay nada de absolutamente extraño dentro de la tradición judía en esa sensación de filiación respecto a Dios por parte de Jesús.

Seguiremos con las valoraciones. Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” trato del siguiente tema:

“Reimaginando los orígenes del cristianismo”

Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha.

Saludos de nuevo.

Sábado, 21 de Marzo 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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