CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Notas

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Consciente de la extensión del tema, voy a dividir esta comunicación en dos partes, igualmente densas en contenido. En primer lugar es preciso conocer la realidad filológica del nombre de Yahvé con sus perfiles etimológicos. Después de este necesario preludio, será el momento de comparar el texto bíblico de la revelación del nombre (Éxodo 3, 14) con la teología de Plutarco de Queronea en uno de sus diálogos píticos (dedicados a la profetisa o Pitia del santuario de Apolo) Sobre la E de Delfos.


El nombre de Yahvé es el famoso y sagrado tetragrámmaton o conjunto de cuatro letras que lo representan: YHWH. Su carácter sagrado impedía cualquier uso profano, como sería el hecho simple de pronunciarlo. El mismo gesto de escribirlo llevaba consigo alguna forma de reverencia. En los escritorios comunitarios descubiertos en el monasterio de Qumrán en las orillas del Mar Muerto, había unos pequeños recipientes de agua donde los escribas se lavaban las manos antes de copiar las cuatro letras del nombre sagrado. Más aún, después de ese gesto de purificación y respeto, escribían el nombre de Yahvé sirviéndose del alfabeto fenicio. Con ello ocultaban el nombre a ojos profanos y le añadían una nueva dosis de misterio y dignidad.

Al lado de su carácter sagrado, debemos recordar la trascendencia que el nombre tiene para la mentalidad hebrea. El nombre va más allá de un recuerdo sentimental. Es un augurio, una plegaria, una definición. La glosa que hace “el ángel del Señor” al anuncio del nacimiento de Juan Bautista, demuestra la importancia del nombre (Lucas 1, 14-17). Como la demuestran las palabras del ángel Gabriel para glosar la mención del nombre de Jesús (Lucas 1, 31-32).

“El Nombre”, expresado así con frecuencia en ambientes hebreos, fue objeto de la revelación de Dios a Moisés según el relato del Éxodo (3, 14). La importancia de este pasaje estriba, a mi entender, en estos pilares:

1) Dios encomienda a Moisés la complicada tarea de sacar a Israel de Egipto, lo que cambiará y marcará la historia del pueblo.-

2) Moisés pide a Dios, como quien dice, cartas credenciales que acrediten su autoridad para realizar la misión.-

3) Dios le contesta: “Soy el que soy”. Es decir, el personaje que envía a Moisés responde al nombre de “SOY”.-

4) La identidad de Dios tiene el carácter y la categoría de nombre: “Este es mi nombre para siempre” (Éxodo 3, 15).

Este último detalle echa por tierra la teoría de quienes han visto en esta revelación algo así como una manera evasiva de ocultar su personalidad. Como si el nombre fuera un asunto menor frente a la importancia de la misión encomendada por Dios a Moisés.

El nombre de Yahvé aparece 6823 veces en el texto masorético de la Biblia, es decir, en el texto hebreo que recibió en la Alta Edad Media la puntuación vocálica que facilitaba su lectura. Porque el texto original de la Biblia carecía prácticamente de vocales. En consecuencia, el nombre de Yahvé, el tetragrámmaton, era un conjunto de cuatro consonantes sin vocales. Los masoretas o puntuadores no se atrevieron a poner vocales al Nombre, considerado además como impronunciable.

Los signos vocálicos que acompañan a las consonantes en la Biblia son los propios de ´Adonay (mi Señor) o ´Elohah (Dios). Eso quiere decir que cuando un piadoso israelita topaba con el nombre sagrado, leía ´Adonay o ´Elohîm. Porque, para evitar pronunciar un nombre (etimológicamente) nefando, sustituyen el tetragrámmaton por un equivalente semántico. Los judíos sefardíes leen hash-Shem (el Nombre); los del Este de Europa prefieren ordinariamente ´Adonay. Las vocales de ´Adonay son precisamente las que han dado origen al nombre, en mi opinión erróneo, de Jehová.

Pero la impronunciabilidad del nombre está en la base de la inseguridad en que se mueven los autores a la hora de fijar su pronunciación histórica. Citas y alusiones han inclinado la balanza a una pronunciación similar a Yahvé o Yahwé. Teodoreto de Ciro (393-458), por ejemplo, en sus Cuestiones sobre el Octateuco (112, 11ss), hablando del “nombre del Señor”, cita el pasaje del Éxodo y añade que el nombre es áfraston (impronunciable) para los judíos, no así para los samaritanos que, libres de la prohibición, lo pronuncian como Yavé. Cuenta que lo escribían con las cuatro letras, cuyo conjunto se denominaba tetragrámmaton. Como signo de reverencia y respeto, el sumo sacerdote lo llevaba escrito sobre un pétalon (hoja) de oro en una cinta atada a la cabeza.

Si el nombre de Yahvé era impronunciable, era también intraducible. No es correcto lo que dicen algunos exegetas cuando afirman que los LXX traducen Yahvé por Kýrios (Dominus). Ni los LXX ni la Vulgata traducen el nombre de Yahvé, sino el de ´Adonay, que lo sustituía en la lectura. La única interpretación semántica del nombre es la que hace Dios en la fórmula de la revelación: “Soy el que soy”, sin el pronombre personal “yo” que emplean las versiones griega y latina. “Así dirás a los hijos de Israel: SOY me envía a vosotros” (Éxodo 3, 14).

Como es obvio por razones gramaticales, Dios usa la primera persona del singular, que pasa a la tercera en boca de terceros. El ´Eheyeh (SOY) en boca de Dios pasa en boca de los hombres a Yiheyeh (ES), que es la forma normal activa o forma kal (prácticamente presente de indicativo), o a Yihweh con la wau primitiva en la segunda radical. El nombre Yahweh es la forma causativa del verbo ser. Por la misma razón, el hombre que se dirige a Dios debería usar la segunda persona “ERES”. Es lo que hacían los peregrinos que llegaban a Delfos al responder al saludo del dios con la misteriosa E.

La escena de la revelación del nombre pertenece a los textos de la tradición elohísta (s. VIII a. C.). Pero inmediatamente después de esa revelación, el texto usa ya el nombre de Yahvé como el del Dios de los patriarcas (Éxodo 3, 15). La actitud de los textos rabínicos hacia el nombre sagrado es de un respeto institucional que se traduce en detalles minuciosos. En Sadaîm, 8, se prohíbe escribir el nombre de Yahvé en documentos en que aparezca el nombre de otros personajes, como el emperador. Por el tratado del Talmud Qidushîm (B 71 a) sabemos que el Nombre, usado en un principio por cualquier israelita, quedó reservado a los más piadosos de entre los sacerdotes. Era una obligación preservar el Nombre de cualquier detalle que lo pudiera degradar.

Y para terminar –y como supongo que los lectores querrán saber algo más del extraño nombre Jehová- me permito hacer una aclaración a este respecto (omita su lectura aquel que no tenga ganas de meterse en disquisiciones filólogicas):

Cuando afirmo que Jehová es Yahvé, o sea el tetragrámmaton con las vocales propias de Adonay, o Eloha, no hago otra cosa que reproducir el hecho exacto. Las vocales de Adonay son schewá (que es a con laringal o e breve con el resto de consonantes), o larga y a larga con el apéndice de la yod (´adonay). Es decir: schewá con álef (laringal) da a, pero con la yod de Yahvé da una e breve. El resultado es Yehovah, con vocales eoa, que con ´adonay son aoay. Ello es tanto así cuanto que en los casos en que Yahvé va junto con Elohah, las vocales que lleva Yahvé dan en la lectura Yehoví, para no repetir.

Debe quedar claro que Schewá o Shewá es de suyo “ausencia de vocal”. Es el que se escribe debajo de las letras como dos puntitos similares a nuestros dos puntos. Suele llamarse "incoloro". Los Schewás "colorados" toman junto a los dos puntitos las vocales que les dan color. Suelen ir con gran frecuencia bajo las guturales, como es la álef inicial de ´Adonay, que debería llevar un espíritu suave. Yo suelo poner a falta de otra posibilidad el acento así ´Adonay. Tengo la teoría de que el espíritu suave del griego es equivalente a la pronunciación de la álef, técnicamente, "glottal stop" = una parada al pronunciar (ejemplo: como si pronunciáramos “Isra – el”, con paradita). Cuando digo "es a con laringal", sería mejor decir "suele ser"; y en vez de "breve con el resto", se debe decir mejor "incolora con otras". Adonay es un extraño plural mayestático reservado para Dios con la yod final de la primera persona; ´adôn en hebreo moderno es “Don”. Conviene aclarar lo de la repetición del nombre divino. Cuando en el texto bíblico vienen juntos Adonay y Yahvé, la palabra Yahvé suele llevar las vocales de Elohah (e-o-a) para no repetir dos veces Adonay.

Muchos saludos de Gonzalo del CERRO

Nota publicada en "El blog de Antonio Piñero" el día 18-02-07

Domingo, 22 de Marzo 2009


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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