CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

(1296 /13-06-23)


Cuarta entrega sobre “El Diablo”
 
Hoy escribe Antonio Piñero
 
 
Consideramos hoy la influencia del orfismo y del platonismo popularizado en la difusión por el mundo dominado por la lengua griega de la idea de la existencia de démones y demonios. Es un verdadero atrevimiento por mi parte aventurarme en la idea de sintetizar lo que nos interese de un movimiento, el orfismo, y una filosofía, la platónica, que he generado miles de libros-comentario-historia  en torno a Platón y su movimiento.  Respecto al orfismo, menos conocido, recomiendo el estupendo artículo de síntesis de Alberto Bernabé “El orfismo y e neopitagorismo”, cap. XVIII del libro comunal, editado por mí “Biblia y Helenismo”, reeditado por Herder, Barcelona, 2017pp.
 
El orfismo era más bien una suerte de religión de pequeños grupos esotéricos dentro del mundo griego pero llamados a extender su influencia más allá de los conventículos estrictos de adeptos, sobre todo a través de los filósofos itinerantes, o predicadores que mezclaban ideas órficas con los aspectos más místicos de la filosofía de Pitágoras, por lo que en general se los designa como pitagóricos. Para estos personajes Pitágoras, el filósofo y matemático, era casi como una figura divina y su “religión” o misticismo giraba en torno a especulaciones sobre la idea del Uno, el primer número y el primer principio en la constitución del universo.
 
La tradición religiosa órfica se fundamentaba en un mito en el que los Titanes desempeñaban un papel primordial. Aunque esta leyenda tiene muchas variantes, las líneas generales respecto a lo que ahora nos interesa eran como sigue: durante la lucha de Zeus contra los Titanes, éstos logran apoderarse de uno de los dioses jóvenes, Dioniso (el Baco romano). Lo atraen con los reflejos de un espejo, lo conducen aparte, lo matan desgarrándolo y lo devoran. Palas Atenea logra rescatar el corazón del joven dios y se lo presenta a Zeus.
 
Zeus siente pena por lo ocurrido, y unido a una joven semidiosa, Semele, engendra a un nuevo Dioniso, a la vez que se torna contra los malvados Titanes, y acaba con ellos lanzándoles terribles rayos. Pero de las cenizas de los Titanes nacen otros seres, que son los humanos. Como los Titanes habían devorado a Dioniso, es decir habían incorporado dentro de sí algunas partes buenas de los dioses olímpicos, sus cenizas comportan también algo bueno. Los seres humanos, engendrados de las cenizas titánicas tienen, por tanto, una parte buena ‑que procede en último término de Dioniso-, el alma, y otra mala (procedente de manera directa de los Titanes), el cuerpo.
 
Con este mito se introduce en Grecia otro tipo de dualismo también muy acusado. Según esta concepción, el alma, lo espiritual, lo dionisíaco, es bueno; y el cuerpo, lo material, lo titánico, es malo. Con el correr de los siglos este dualismo órfico, típicamente griego, se extenderá por el Mediterráneo ‑por la influencia y el atractivo que irradiaba todo lo helénico- y en muchas almas piadosas se unirá a nociones dualistas que proceden en último término del dualismo iranio.
 
Pero mientras éste tenía un carácter marcadamente ético (el Bien y el Mal en el hombre se reducirán a elecciones de la voluntad influenciada evidentemente por esos principios), el dualismo griego mostrará un talante marcadamente cosmológico: en el ser humano –quiéralo o no- se produce una oposición entre la materia (mala) y el espíritu (bueno). Estas concepciones tendrán más tarde, heredadas y bien recibidas por el judaísmo y el cristianismo, consecuencias incalculables en estas dos religiones tanto en la concepción del Diablo, el Mal, como en las ideas religiosas en general sobre el mundo, la naturaleza del hombre y las nociones sobre el más allá.
 
En lo que respecta a la creencia en los demonios, el orfismo contribuyó sobremanera -al expandir este dualismo de alma y cuerpo- a que la gente sencilla sintiera que los espíritus malignos (titánicos) son seres apegados a lo material, que utilizan la materia, que es mala, para hacer daño a los humanos.
 
La filosofía de Platón, muy espiritualista, heredera de los órficos en las nociones sobre la composición dual del ser humano –alma y cuerpo– aceptó en líneas generales la existencia de los démones, o espíritus en los que creía el pueblo y los incorporó a su sistema cosmológico, con lo que otorga un respaldo "científico" a las creencias populares.
 
Según el filósofo ateniense, la divinidad es el Bien Supremo y habita más allá del Universo en un mundo sublime y aparte, intelectual - espiritual. El ámbito que existe entre la divinidad y los hombres está poblado de démones o dioses secundarios, que hacían de intermediarios entre la alejadísima y trascendente divinidad y los seres humanos. En la época de nacimiento del cristianismo y en lo que se refiere a su conocimiento y aceptación por las gentes sencillas del pueblo, la filosofía platónica había sido concentrada en máximas elementales, y era expandida por innumerables “filósofos” o charlistas que entretenían a las gentes en plazas y mercados.
 
Junto con otros principios, también elementales, de la ética estoica, la filosofía platónica se había popularizado hasta extremos insospechados y había llegado a ser conocida hasta por las capas más bajas de las poblaciones helenizadas: en estos años en torno al surgimiento de Jesús se aceptaban en general estas ideas sobre los démones como semidioses, que habitaban en el cielo más abajo de la luna. De estos démones, unos eran buenos y otros malos. Unos procuraban beneficios y otros, daño.
 
También se creía que las almas o espíritus de ciertos difuntos se transformaban también en démones. Como tales espíritus estaban en contacto con el mundo de los hombres y de la materia podían haberse degradado y corrompido, y ser fuente para los humanos de toda suerte de desgracias. De hecho, para el pueblo, el demon acabó casi siempre en personificación de lo más cercano a la materia, de lo malo (¡dualismo órfico aceptado por el platonismo!), de lo funesto y fatal, a la vez que se dejaba para las divinidades superiores, alejadas del mundo material, el origen de todo lo bueno en este mundo.
 
En los casos de peligros y desgracias los griegos creían que los hombres debían aplacar a los démones o contrarrestar los efectos funestos de su influencia o acciones con ritos mágicos o suplicar remedio contra ellos a las divinidades superiores. Con estas concepciones se reforzaba aún más el dualismo que asociaba lo malo con lo inferior, lo material, y lo bueno con lo superior, lo alejado, lo espiritual.
 
Más tarde, en el judaísmo y en el cristianismo y en lo que respecta al Diablo, este mundo conceptual dualista que se había extendido por doquier habría de ayudar a la formación del concepto de un ser no tangible, más o menos espiritual, pero malvado y dispuesto siempre a luchar en pro de la materia, lo antiespiritual, lo alejado de la divinidad, y contra todo lo verdaderamente espiritual.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
 
 
Sobre Jesús de Nazaret, Pablo de Tarso y el Nuevo Testamento. Entrevista del grupo de “Senderos de la Sabiduría” subido a diversos medios como podcast:
 
Enlaces:

iVoox: 
https://go.ivoox.com/rf/108008466
Spotify:
https://open.spotify.com/episode/1SccuNoABQg85zUPb1CoNZ?si=e0c92a5bee95458f
Google Podcast
Apple Podcast
 
 

 
Martes, 13 de Junio 2023

Breve historia del Diablo y sus diablos


 Escribe Antonio Piñero
 
Esta es la tercera entrega de una miniserie sobre el Diablo y los diablos
 
La religiosidad griega, por su parte, creía en demonios desde tiempos inmemoriales, tanto que es la lengua helénica la inventora de la palabra: demon y daimonion. Desde tiempos del poeta Homero (s. VIII a.C.) se designaba con estos vocablos los poderes superiores al hombre o las fuerzas divinas hacia el exterior.
 
En un principio se percibía muy poco la diferencia: en general todo poder superior entre las divinidades del panteón olímpico y el ser humano era un "demon". Estas entidades eran en sí mismas neutros; podían ser buenos o perversos; guiar correctamente al hombre conforme a la razón –el demon que creía tener Sócrates en su interior, y que le indicaba lo que debía hacer– o conducirlo a la perdición, acarrearle desgracias o enfermedades. Esta dualidad representa, como ocurre en otras religiones, la ambivalencia con la que los humanos se imaginan a los dioses.
 
Así Hefesto –Vulcano para los romanos–, por ejemplo, poseía una naturaleza terrorífica: si por un lado era el dios de la industria y del saber metalúrgico, por otro significaba la indomeñable fuerza destructora de los volcanes y el misterioso y aterrorizante poder asociado con antros, cavernas y montañas. Afrodita, la sensual diosa del amor, era en ocasiones la causante de la locura más salvaje, perniciosa y desgraciada.
 
El origen de otras fuerzas maléficas se halla también en una cosmogonía relativamente parecida a la mesopotámica y quizás influida por ésta. Resumo brevemente esta historia. En un principio Caos engendra a Urano –el Cielo– y a Gaia/Gea –la Tierra–. Durante tiempos y tiempos ambos yacen en un abrazo perpetuo. Tienen descendencia naturalmente, pero de modo que ésta se siente comprimida y abrumada, sin ámbito vital, continuamente dentro del seno de la madre Tierra, cubierta sexualmente sin descanso por el Cielo.
 
Gaia decide liberarse y liberar a sus hijos de esa continua opresión: forma una hoz y se la entrega a uno de sus hijos, Crono –el Tiempo–, quien ataca a su padre y lo castra. Gracias a esta acción termina ese continuo abrazo sexual entre Urano y Tierra, y ambos pueden separarse. Con ello comienza la vida del universo. Caos, una vez cumplido su cometido primordial, se retira de la escena a un apartamiento solitario y casi perpetuo. De la sangre de los genitales de Urano nacen doce seres monstruosos, los Titanes, seres divinos pero inferiores, que albergan desde su nacimiento un odio profundo hacia el resto de los dioses.
 
Crono se une a una de sus hermanas, Rea –la diosa de todo lo que fluye– y engendra de ella a una serie de hijos: éstos son, como en Mesopotamia, las divinidades jóvenes, los Olímpicos, destinados a suceder a los antiguos dioses primordiales. Pero así como Urano, con su continua actividad sexual, no dejaba escapar a sus hijos del seno de Gaia, Crono, el Tiempo que todo lo consume, va devorando uno a uno a sus propios hijos.
 
Rea, siente una enorme pena y urde una estratagema para salvar a su predilecto, Zeus, que iba también a ser devorado. En vez del tierno dios, Crono ingiere una roca engañado por su esposa. Zeus crece escondido. Sale luego de su escondrijo y mata a su padre, es decir, la divinidad nueva desplaza a la vieja por la sensación de que el caos sigue perdurando y hay que poner orden en él. Este asesinato enfurece a los Titanes, hermanos de Crono, que se aprestan a vengarlo luchando contra Zeus. Pero son vencidos y encadenados por éste en el mundo subterráneo. Desde allí, envidiosos, malhumorados y amargados por su derrota, procuran enviar al cosmos todo el mal que pueden, por lo que pronto se van identificando con el Mal en sí.
 
Otro monstruo, Tifón, interviene también en la lucha como aliado de los Titanes. Fue creado por Gaia, consorte de Urano, unida al  Tártaro para vengarse de Zeus por la derrota de sus otros hijos, los Titanes. Tifón vive bajo tierra y su cuerpo –de caderas abajo– está formado por dos terribles serpientes, a la vez que de sus hombros nacen multitud de otros reptiles espantosos. Tifón se aparea con Échidna y tiene con ella otros innumerables monstruos maléficos, entre ellos la Hidra y el can Cerbero, guardián de las puertas del Hades, el Infierno. También como ocurre a menudo, tras un comienzo exitoso, es al final vencido por la divinidad joven, Zeus, destinada a poner orden en el caos.
 
Así pues, junto con dioses buenos y por una cierta necesidad del Caos primordial surgen divinidades malas, que con el tiempo acabarán convirtiéndose en demonios. Todo ocurre como si el universo de dioses y hombres hubiera de estar compuesto por necesidad de una parte buena y otra mala, como si el Bien y el Mal no pudieran existir el uno sin el otro.
 
La mitología griega contaba con otra serie de dioses malvados, divinidades inferiores, que se encuadran perfectamente dentro de la categoría de demonios perniciosos descendientes de algún modo de Tifón. Entre ellos destacan:
 
· Las Ceres, espíritus casi siempre malhumorados, con terribles garras y horrible faz, cuya boca estaba siempre ávida de la sangre de los muertos;
 
· Lamias, parecida a la Lilitu mesopotámica, que procuraba la muerte nocturna de los más tiernos infantes;
 
· Las Harpías, horrísonas mujeres aladas, demonios de los vientos, que arrebatan a los mortales;
 
· Las tres Gorgonas (la más terrible era Medusa), demonios del mar y de los naufragios;
 
· La Hidra, monstruo acuático enorme serpiente con múltiples cabezas, que guarda las puertas del Tártaro o inframundo; · las Erinias, espíritus que vengaban a los injustamente asesinados persiguiendo a los criminales.
 
Aparte de los mitos cosmogónicos y dentro del mundo religioso en amplio sentido de los griegos, hallamos dos líneas de pensamiento que influyeron a lo largo de los siglos anteriores a la era cristiana en el desarrollo de las concepciones sobre los demonios: el orfismo y el platonismo popularizado.
 
De ellos hablaremos el próximo día.
 
Saludos cordiales, Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
Martes, 6 de Junio 2023

Notas

Un interesante libro de Pedro Giménez de Aragón


¿Qué es el judaísmo?
Escribe Antonio Piñero
 
 
Aunque llevo muchos años, más de cincuenta, muy interesado en el judaísmo antes de la época cristiana y en los siglos I y II de la era común, he de confesar que este libro me ha proporcionado un buen monto de informaciones y perspectivas nuevas, por lo que no dudo en calificarlo como interesantísimo, porque sin duda alguna la historia del judaísmo no debe resultar ajena a ningún cristiano con un poco de conciencia histórica. El cristianismo no es una religión hija del judaísmo, sino una rama separada de este, herética para la inmensa mayoría del judaísmo normativo después del gran fracaso de su aventurada Primera Gran Guerra contra Roma (66-73 d. C.). Es, pues, una religión hermana.
 
Y así como el cristianismo fue evolucionando inmensamente desde sus tímidos inicios hasta hoy día (a veces piensa uno que el cristianismo del sigo XXI se parece poco al del siglo XIX), el judaísmo de igual modo. A lo largo de la historia ha cambiado su faz extraordinariamente.
 
Pero no es esta la percepción que tiene la mayoría de los cristianos hoy día, quienes al tener noticias y al ver fotografías de los judíos ultraortodoxos de Jerusalén y alrededores, piensa que el judaísmo “auténtico” ha evolucionado muy poco desde la época de la redacción de la Misná (primera gran colección de comentarios de rabinos a las Sagradas escrituras judías = la Biblia hebrea, compuesta hacia el 220 d. C.). Por tanto, cuando el libro de Pedro Giménez de Aragón que estoy comentando le presente el desarrollo de los cuatro grupos étnicos en los que el judaísmo se divide hoy día y su evolución histórica, se quedará un tanto asombrado, al menos.
 
Y no solo eso, sino que le extrañará cómo en el mundo de hoy cabe, dentro del judaísmo, un individuo que se declare radicalmente ateo. Caerá en la cuenta, pues, que no solo la religión judía ha ido mutando a lo largo de los siglos (a pesar de que los teólogos incluso de hoy la presentan como casi inalterable), sino también que la historia ha hecho mudar de piel al judaísmo –en cuanto a su situación y comprensión sociológica– muy profundamente.
 
Giménez de Aragón presenta claramente su programa para el libro que presento: hay que hacer entender al público hispanoparlante no solo una síntesis de la religión judía, sino cómo nació realmente el concepto mismo de judaísmo, y cómo fue evolucionando. Piénsese que en la Biblia hebrea no hay ningún vocablo para expresar lo que hoy entendemos por “religión” un conjunto de creencias y prácticas, sino ante todo lo que hay son normas, leyes, para el desarrollo de un culto a la divinidad y leyes o normas meramente sociales, es decir, que afectan al trato ente los judíos mismos y los pueblos de fuera. Por ello, afirma nuestro autor que la historia cultural, de las ideas y conceptos tiene mucho que decir respecto a cómo comprender el judaísmo junto con la necesaria historia de su evolución geográfica y expansión tanto por Europa, Asia, África y América a lo largo de los siglos.
 
El presente libro está divido en cuatro grandes secciones:
 
1. “El judaísmo antes del judaísmo” (sus ideas teológicas básicas antes de que en el imperio helenístico, desde Alejandro Magno, empezara a formarse la idea general de judaísmo: años 1300 a. C.– 300 a. C. = el mundo teológico de la Biblia hebrea.
 
2. “El judaísmo como judaización” (300 a. C.- 300 d. C.: helenización de las creencias judías; proselitismo judío en el Imperio grecorromano; constitución de instancias básicas organizativas del judaísmo: la sinagoga y la organización de los ritos, prácticas, morales y derecho interno judío.
 
3. “Judeidad y judaísmo dentro de la historia hasta la época moderna”. Aquí el lector se encuentra con ciertos tipos de judaísmo de los que quizás no había oído hablar en su vida:
 
A. Judaísmo falasha, de Etiopía con su peculiar su historia.
B. el judaísmo mizraijí u oriental, asentado hasta bien entrado el ato Medievo en la zona del antiguo imperio persa, la Babilonia clásica y su entorno.
C. Judaísmo askenazí (Lituania y Europa Central).
D. Judaísmo sefardí, o proveniente de Sefarad, la Hispania romana y medieval hasta los Reyes Católicos. Su dispersión por Europa y parte de África y Asia cercana.
 
4. Los judaísmo contemporáneos, a su vez dividido en
A. Judaísmo sin judaísmo: gentes que siguen siendo judías, pero que han abandonado la religión propia del judaísmo
B. El judaísmo ortodoxo de hoy día
                 C. El judaísmo de la Haskalá o de la Ilustración
                 D. El judaísmo sionista.
 
Y hay un capítulo final con unas potentes e interesantes reflexiones del autor sobre las perspectivas de futuro del judaísmo y del moderno estado de Israel. El autor reflexiona también sobre los vínculos históricos y las relaciones entre las tres religiones monoteístas, nacidas del “Libro” (la Biblia hebrea): judaísmo, cristianismo e islam.
 
En el libro de Giménez de Aragón la síntesis de las creencias en los tiempos bíblicos, que muestran también una notable evolución (piénsese, por ejemplo, que le politeísmo era predominante en Israel hasta la época del exilio; que uno de los hijos de Saúl se llamaba Ishbaal: “El hombre de Baal”…, el Baal divinidad cananea, la gran adversaria de Yahvé) es muy interesante y está bien hecha, pero es relativamente mejor conocida. No asombra, pero hace que el lector disponga de una buena síntesis.
 
Por ello lo que me parece más interesante para el lector en muchos aspectos –supongo– , y también deslumbrante para muchos no introducidos en la historia de las religiones, es el resto del libro, comenzando por la descripción del judaísmo como judaización en la época imperial romana.
 
Y, sin duda también, el lector agradecerá la abundante información sobre otros judaísmos para él desconocidos, incluido el askenazí ahora predominante en Israel, pero cuyo bagaje cultural es inmensamente inferior al sefardí (capítulo este notabilísimo en datos, por lo que merecía bastantes más páginas, para evitar la impresión de ser un mero inventario, muy rico pero apresurado). Leyendo este capítulo el lector se quedará hasta cierto punto  abrumado por la notable cantidad de nombres ilustres que jalonan la historia del judaísmo sefardí.
 
Personalmente me he sentido muy bien informado sobre los judaísmos contemporáneos a los que por razón de oficio había prestado una menor atención. Interesantísima igualmente la información sobre la Ilustración y sobre el judaísmo moderno.
 
Me parece una verdadera pena el constreñimiento que ha sentido el autor al ver limitadas drásticamente las páginas de las que disponía en la serie a la que pertenece el libro, “Biblioteca de conceptos fundamentales” de la Editorial Senderos de Sevilla. Completo la ficha: ISBN: 978-84-124528-4-6; 238 pp.; 14 X 20 cms. Precio 16,50 euros.
 
Este libro merece un segunda edición con la corrección de algunas erratas, con el cuidado del autor en nombrar ciertos vocablos, como Tanak / Tanaj, siempre con la misma grafía, en la atención debida para explicar ciertos conceptos, que pueden no ser entendidos cuando aparecen por vez primera. Estas posibles mejoras no harán más que aumentar el notable valor informativo de este libro.
 
Así que… ¡Enhorabuena al autor  y a la Editorial!
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 www.antoniopinero.com
Martes, 30 de Mayo 2023

Notas

Segunda parte de “El Diablo en tierras de Canaán”


Escribe Antonio Piñero
 
Mencionados muy frecuentemente en la literatura apócrifa y en el Nuevo Testamento, los demonios son ángeles rebeldes de varias clases, enfrentados a los ángeles fieles y enemigos del hombre. Como los ángeles fieles, los demonios tienen también clases y jerarquías. En una época ya desarrollada de la religión de Israel como es la de los Apócrifos los primitivos espíritus malignos de variadas clases que aparecen en la Biblia hebrea (Lilit y otros con forma de gato salvaje) se han ido reduciendo básicamente a dos clases.
 
El capítulo 19 del Libro I de Henoc hace una clara distinción. “Aquí (en una cárcel infernal, como una profunda sima en la tierra: así se lo está revelando el ángel Uriel a Henoc) permanecerán los ángeles que se han unido con mujeres. Tomando muchas formas han corrompido a los hombres y los seducen a hacer ofrendas a los demonios como a dioses, hasta el día del Gran Juicio”.
 
Así pues tenemos dos clases de espíritus malvados:
 
A) Ángeles caídos que se han unido con mujeres.
 
B) Demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos.
 
Al frente de las dos clases está Satán, «el acusador», quien en el libro de los Jubileos lleva el nombre de Mastema (de la raíz stm: “acechar, perseguir, enemistar”). Mastema Satán es, pues, el Enemigo, el Perseguidor, cuyo “oficio” es extraviar. Esta tarea fatal la hace por sí mismo y por sus subordinados (Jubileos 10,8; 11,5).
 
La clase A), los "ángeles caídos" según el Libro 1 de Henoc (6,1) han llegado a formar esta clase por haberse dejado llevar de la lujuria. El texto básico de esta concepción se halla en el Génesis 6,1-5 y ya lo hemos citado. Recuerden que su idea central es que ciertos hijos de Dios = ángeles se unieron a las hijas de los hombres y ellas les dieron hijos. Según Jub 4,15, los ángeles los ángeles vigilantes descendieron del cielo en tiempo del patriarca Jared, hijo de Malaleel y de Dina, en el décimo jubileo; la finalidad era buena: «enseñar al género humano· a hacer leyes y justicia sobre la tierra»; sólo más tarde, en el jubileo tendrá lugar el pecado de los ángeles.
 
Eran doscientos y se juramentaron entre sí para tomar juntos mujeres, aunque sabían que esta acción no iba a gustar nada a Dios (6,3). Abandonaron el cielo y bajaron a la tierra: convivieron con sus mujeres y les enseñaron toda suerte de ensalmos y conjuros; las adiestraron en recoger plantas y a fabricar espadas cuchillos, petos, los metales y sus técnicas, brazaletes y adornos; cómo alcoholarse los ojos, embellecer las cejas y a distinguir las piedras preciosas y selectas (1 Henoc 8,1). Total, "que se produjo en la tierra mucha impiedad y fornicación, erraron y se corrompieron las costumbres" (8,2).
 
En la tradición de los Apócrifos aparece siempre un jefe de esos doscientos ángeles extraviados. En las Parábolas de Henoc = 1 Henoc 37-71, Satán es el responsable del extravío de los ángeles, a los que hizo sus súbditos (1 Henoc 54,6; 69,5). En 1 Hen 6,3 hace responsable de lo mismo a Semyazá que arrastró a sus doscientos ángeles subordinados y les hizo juramentarse bajo anatema, en el monte Hermón, que bajarían a tomar por esposas a las hijas de los hombres y engendrar hijos de ellas. En 1 Hen 69,4 responsabiliza a Asbeel (nombre que acaso provenga de ‘azab ’el, «el que abandonó a Dios») de haber enseñado las malas artes y la corrupción de los hijos de los hombres a los hijos de los ángeles y de las hijas de los hombres. Otras veces, el jefe de los ángeles rebeldes es llamado Beliar.
 
En todos los Testamentos de los XII Patriarcas, otra obra apócrifa del Antiguo Testamento, se le denomina así alguna vez; en algunos de ellos, varias veces. Beliar es una corrupción del descalificativo Beli‘al (= un ser «sin provecho»), denominación frecuente en Qumrán, que también figura en 2 Cor 6,15. Este «el príncipe de la mentira» en T. Simeón 2,7, quien al final será aherrojado (T. Leví 18,12) y echado al fuego para la eternidad (T. Judá 25,3).
 
Hasta aquí he mencionado una parte de los Apócrifos que culpa a los ángeles de ser vencidos por la lujuria. Pero hay otra parte en la que las mujeres son las culpables de la caída de los ángeles. Sobre todo el Testamento de Rubén, 5,5-7 se exhorta a las mujeres a prescindir de adornos en la cabeza y el rostro con los que pudieran seducir a los hombres, pues así fue como antes del diluvio sedujeron a los ángeles vigilantes. En el Apocalipsis de Baruc sirio 56,10-14 se recoge también la tradición de la caída de los ángeles por la seducción de las mujeres.
 
Existe otra tradición paralela explica la caída de los ángeles que no tiene que ver con el ámbito sexual. Así Jubileos 10 presenta una versión más espiritualista: no hubo pecado carnal; sólo que esos espíritus, como Prometeo, enseñaron a los hombres lo que no debían por una cierta aversión a la divinidad. Todos se corrompieron y el resultado fue el castigo del Diluvio universal.
 
Otra tradición judía antigua afirma que la caída de los ángeles se debió a un pecado de orgullo: cuando Dios creó a Adán a su imagen y semejanza, Miguel le rindió pleitesía e invitó a Satán a que hiciera lo propio; pero Satán se negó a ello alegando que había sido creado antes que Adán y que debería ser Adán quien le hiciera reverencia a él; en esta actitud secundaron a Satán otros ángeles, y por el pecado de orgullo fueron arrojados del cielo; después Satán, por envidia, continuó persiguiendo a Adán y Eva por la tierra.
 
La versión latina de la Vida de Adán y Eva 12-16 dice el Diablo entre lágrimas: Adán, toda mi hostilidad, envidia y dolor viene por ti, ya que por tu culpa fui expulsado de mi gloria… Dios inspiró en ti el hálito vital, y tu rostro y figura fueron hechos a imagen de Dios; cuando Miguel te trajo e hizo que te adorásemos delante de Dios y dijo Dios: He aquí que hice a Adán a nuestra imagen y semejanza. Entonces salió Miguel, convocó a todos los ángeles dijo: Adora la imagen del Señor Dios. Yo respondí: No, yo no tengo por qué adorar a Adán. Como Miguel me forzase a adorarte, le respondí: ¿Por qué me obligas? No voy a adorar a uno peor que yo, puesto que soy anterior a cualquier criatura, y antes de que él fuese hecho ya había sido hecho yo. Él debe adorarme a mí, y no al revés. Al oír esto, el resto de los ángeles que estaban conmigo se negaron a adorarte”.
 
Vamos ahora con la clase B) los demonios que reciben inicuamente ofrendas por parte de los humanos. La tradición sobre el origen de los demonios parte del mismo texto de Génesis 6,1-6: de la unión de los ángeles con las mujeres nacen los gigantes. Estos personajes se enseñorean de la tierra y la llenaron de maldades. Incluso llegaron a comerse a los hombres. La tierra se corrompió de tal modo que no era posible para la divinidad soportar tales atrocidades. Para acabar con ellos, Dios hizo que el arcángel Gabriel los azuzara unos contra otros. Así ocurrió, y se fueron matando entre ellos llenándose toda la tierra de sangre.
 
Pero en realidad sólo perecieron los cuerpos de los gigantes, porque sus espíritus siguieron vivos, y continuaron merodeando por la tierra cometiendo toda suerte de tropelías contra los hombres. Estos espíritus de los gigantes son los demonios. Noé, harto de esta situación, rogó a Dios para que la humanidad se viera libre de ellos. La divinidad accedió y dictaminó que estos demonios "fueron atados en el lugar de la condenación”. Según el Apocalipsis, que recoge esta tradición es un lago de azufre: Ap 19,20 y 20,10.
 
Entonces su jefe, llamado Mastema, hizo muchas súplicas a Dios y este permitió que una décima parte quedara libre para causar el mal a la humanidad. Pero, la divinidad permite que su acción perversa continúe hasta el día del Juicio: andan sueltos por la tierra sometidos a Satán (Jubileos 10,11); son estos espíritus los que causan toda clase de males a los hombres, y para prevenir o curar esos males Noé recibe lecciones de medicina (Jubileos 10,8-13). Finalmente tras el juicio final en el que Dios los entregará al fuego, esta vez eterno.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Entrevista realizada por Omar Navarro:
 
 https://youtu.be/LsEXtoxGWlE
 
Martes, 23 de Mayo 2023

16-05-2023


“El Diablo en tierras de Canaán”
 
 
Escribe Antonio Piñero
 
Me propongo hacer una serie de unas 12 “postales” para desarrollar el tema de los diablos en la fe judeocristiana, sobre el que me han preguntado muchas veces.
 
El mundo cananeo, al que pertenecían los hebreos (aunque la Biblia diga que viniendo de lejos… zonas de Siria y Mesopotamia se asentaron en ella) hoy ocuparía grosso modo una buena parte de Palestina, Fenicia y parte de Siria. Este ámbito semítico creía firmemente en la existencia de demonios, y la prueba está en que los textos descubiertos durante el siglo XIX de Ugarit, en Canaán, que se van traduciendo poco a poco, nos hablan de multitud de prácticas mágicas muy desarrolladas para defenderse de ellos; es decir, había en Canaán (insisto: también es el mundo hebreo antiguo) un catálogo de exorcismos y conjuros contra los demonios maléficos.
 
Pero no conocemos bien los diablos del mundo cananeo. Sin embargo, pensamos, que se reflejan de algún modo en los seres maléficos del folclore hebreo antiguo que debió de asumirlos porque pertenecían a su cultura. En efecto, leyendo con cuidado la Biblia hebrea, y a pesar de que en el culto israelita no existía de modo oficial ninguna prescripción para defenderse de los demonios ni se habían compuesto oraciones para suplicar a Yahvé que protegiera al pueblo ante sus ataques, caemos en la cuenta de que los hebreos creían en la existencia de variados seres o genios maléficos.
 
En Levítico 17 se nos dice que los israelitas durante la travesía del desierto ofrecían sacrificios a los seirim ("los peludos"), una suerte de seres peligrosos que vivían entre las arenas o las ruinas.
 
También creían los primitivos judíos que por la noche circulaba una diablesa peligrosa, llamada Lilit, emparentada sin duda con el demonio babilónico Lilitu, el "Nocturno", dios también de las tormentas.
 
En Deuteronomio (en conjunto y eliminados los arreglos “modernos”, de los siglos VI y V a. C., quizás el más antiguo del Pentateuco = los 5 primeros libros de la Biblia)  32,17 prohíbe el legislador que los israelitas den culto a los shedim, vocablo que a falta de mayor precisión se traduce por "demonios" en general. Se piensa hoy que estos shedim serían en principio los ayudantes o el cortejo de dios secundario, porque el vocablo es el plural del dios Shedu del panteón babilónico, una especie de divinidad en forma de toro que unas veces aparece como genio benéfico y otras como maléfico. El nombre de shedu se relaciona con la raíz shud ‘ser fuerte’; pero como en hebreo el verbo shadad significa ‘devastar’, para los judíos los shedim serían “los espíritus ‘devastadores’ por antonomasia”.
 
También en los desiertos moraban otros genios maléficos, llamados iyyim o tsiyyim (“los sedientos”), que según la imaginación popular debían de tener forma de chacales o gatos salvajes.
 
Según Génesis 4,7 existía un demonio llamado robets (relacionado con el rabitsu babilonio "el agazapado") que atacaba a los hombres y que en concreto fue el que incitó a Caín a matar a su hermano.
 
Por Levítico 16,17s sabemos que todo el pueblo creía en la existencia de un demonio poderoso, llamado Azazel, que habitaba en el desierto, y al que eran enviados los pecados del pueblo el gran día de la purificación, pecados introducidos dentro del cuerpo de un macho cabrío gracias a un acto mágico, la imposición de las manos del Sumo Sacerdote.
 
Así que el mundo primitivo cananeo tenía multitud de demonios, pero en esos tiempos remotos no se veía una estructura organizada, ni un “jefe” que ejerciera el control sobre todos ellos.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com

NOTA:

Enlace a una larga entrevista, el canal "Fe  Hebrea" dividida en dos partes:
 
Santiago la iglesia de Jerusalén:
 
https://youtu.be/KKut5h60iVc
 
Los otros cristianismos:
 
https://youtu.be/OEzGxKE1YBs
 
Martes, 16 de Mayo 2023
La fascinante historia del descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto

 
9-05-2023
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Confieso que me he sentido “enganchado” desde el primer momento leyendo este libro, bastante “gordito”, de mi admirado amigo Jaime Vázquez Allegue. No cabe duda de que, como se ha repetido mil veces, el descubrimiento de estos textos ha sido auténticamente la noticia bomba sobre los hallazgos de textos antiguos en mucho tiempo. Desde luego en los siglos XX y XXI. Y como dice el autor, el relato de su descubrimiento es pertinente porque no se le había ocurrido todavía a nadie escribir de un modo amplio y atractivo  los rocambolesca historia de tan fabuloso hallazgo.
 
He aquí el título completo del libro: "Los manuscritos del Mar Muerto. La fascinante historia del descubrimiento de su descubrimiento y disputa”. Editorial Arzalia, Madrid, 2023, 555 pp. ISBN 978-84-19018-26-7. 23 x 15 cms. Precio: 23,65 euros.
 
No me cabe duda ninguna de que su autor estaba plenamente capacitados para emprender la escritura esta historia, ya que desde su tesis doctoral sobre «La Regla de la Comunidad de Qumrán» en 1999, se ha dedicado en casi cuerpo y alma al estudio de estos textos, así como a otros campos afines, como la escritura de una “Guía de la Biblia” y de un “Diccionario de hebreo bíblico”.
 
Recuerdo todavía una anécdota, que me contó el propietario y director de la Editorial Trotta, Alejandro Sierra, cuando publicó en 1992 los “Textos de Qumrán”, estupendamente editados y traducidos por Florentino García Martínez. En esos años la conmoción por el contenido de los manuscritos había sido enorme, ya que muchísima gente creía a pies juntillas que en tales escritos se hallaba por fin la historia oculta del cristianismo primitivo, y las pruebas “irrefutables” de que la figura de Jesús no era más que una mera copia (nada de verdad) de la imagen del Maestro Justo, probablemente el fundador de la secta de los qumranitas / esenios.
 
Pesaban mucho en aquel entonces estas ideas propagadas en especial por dos de los primeros investigadores de los manuscritos, John Allegro,  Albert Dupont-Sommer, defendiendo este punto de vista, libros a los que se añadieron otros volúmenes sensacionalistas de Robert Eisenmann y Barbara Thie­ring sobre el contenido de los Manuscritos y la presunta historia secreta del cristianismo. ¡Que tiemble el Vaticano!
 
El interés fue tan grande, que tras varias ediciones de los textos y agotados de momento los ejemplares, un individuo llamó a la editorial Trotta y resultó que cogió el teléfono el mismísimo director. El desconocido al otro lado de la línea le dijo con cierta ansiedad que no encontraba ningún ejemplar de la versión de García Martínez. Y luego le preguntó: ¿Y cuándo van a sacar usted una nueva edición de los Manuscritos de King Kong?”.
 
A la confusión general sobre el impacto de los textos se añadió sin duda la publicación por Martínez Roca (una rama de Planeta), Barcelona, en 1992 una traducción de la obra de dos periodistas, que deseaban llenarse los bolsillos con historias sensacionales, M. Baigent y R. Leigh,  con el título: El escándalo de los rollos del Mar Muerto.
 
Pues bien, no hay nada de eso, ni truculencias ni nada por el estilo, sino el relato, apasionante y muy bien escrito, de la historia del descubrimiento y de su importancia tremenda para la comprensión del judaísmo antiguo, de Jesús de Nazaret y de sus seguidores más inmediatos. Pasada la efervescencia de esos primero años, algún lector de hoy puede, a pesar de todo, preguntarse por qué son tan importantes esos manuscritos y cómo un autor, técnico sin duda, pero a la vez muy buen periodista y escritor, se le ha ocurrido publicar hace tan poco una narración estupenda del hallazgo de esos manuscritos y de sus consecuencias.
 
Respondo por mi parte: esos  textos hallados en Qumrán y sus alrededores son muy importantes en primer lugar porque han llegado a nuestras manos directamente, sin intermediación de diversos copistas, que hubieran podido alterarlos con el correr de los siglos. Transmisión directo; hecho rarísimo en el mundo de las obras antiguas.
 
En segundo, porque las copias de casi todos los libros del Antiguo Testamento, que se han encontrado entre esos textos descubiertos en 1947, son varios siglos anteriores a los manuscritos conocidos en los que se han basado hasta el momento las modernas ediciones de la primera parte del libro sagrado cristiano, la Biblia Hebrea. Así, por ejemplo, el Antiguo Testamento actual se edita tomando como base el manuscrito B 19 de Leningrado del siglo XI. Y a mí no me cabe duda de la nueva edición de la Biblia hebrea que se está preparando cambiará mucho el texto gracias al texto bíblico que ofrecen esos manuscritos, que proceden del siglo II a. C. !!! El trabajo está en marcha y la nueva Biblia hebrea tendrá variantes considerables gracias a los datos de los textos qumranitas
 
En tercer lugar, porque los manuscritos del Mar Muerto son un testimonio, también de primera mano, de las ideas religiosas del mundo del judaísmo anterior a nuestra era, justamente en un período crucial para la historia de los siglos inmediatamente anteriores al nacimiento de Jesús, o de ese mismo siglo.
 
Y en cuarto, porque los manuscritos del Mar Muerto nos enseñan mucho, aunque indirectamente, sobre el mundo del Nuevo Testamento y su entorno natal: sus preocupaciones, sus ideas religiosas, su manera de expresarlas. El Nuevo Testamento es un libro totalmente judío, por lo que otros testimonios de un tiempo inmediatamente anterior es precioso por lo que puede informar del ámbito en el que se gestó el corpus cristiano de libros sagrados.
 
El estudio de esos pergaminos (algunos textos, pocos se han conservado también en papiros e incuso en lengua griega) nos ayudan a responder a los múltiples interrogantes a los que hacía mención unas líneas más arriba y que todavía están sobre el tapete para algunos: ¿es parecido el movimiento cristiano al de los esenios de Qumrán? (suponiendo, como se mantiene comúnmente que los esenios son los autores o recopiladores de esos manuscritos). ¿Ha influido éste último mucho o poco sobre las concepciones del cristianismo? ¿Fue Jesús un esenio? ¿Lo fue su maestro Juan Bautista? O bien, la teología cristiana ¿es una mera copia de la de Qumrán? ¿Se inspiró realmente la vida de Jesús, y el modo de contarla de los evangelistas, en el Maestro Justo de Qumrán?
 
Entre otras razones me ha parecido muy interesante el libro de Vázquez Allegue por la importancia que concede –a la hora de describir el descubrimiento– a la conexión que tuvo tal hallazgo con el interés de los sionistas, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, por ofrecer más fundamentos sólidos a la declaración política de la fundación del estado de Israel en mayo de 1948. Es fascinante la conexión y la importancia que le otorgaron los fundadores del moderno estado hebreo a esos textos de hacía más de dos mis años para garantizar cómo es un hecho histórico, aparte de lo que dice la Biblia hebrea, que la posesión de la tierra de Israel por los judíos y sus sucesores en aquellos momentos era totalmente legítima. El libro relata los diversos intentos por adquirir esos manuscritos y conservarlos en Israel ad memoriam, sobre todo tras el Holocausto y la disputa con los palestinos sobre los derechos a la tierra.
 
Vázquez Allegue tomó la decisión de escribir esta historia no como una novela; tampoco como un ensayo erudito, a veces fatigoso por la abundancia de datos, sino como una narración literaria, ciertamente y con todas sus consecuencias, pero que sigue paso a paso los resultados de una cuidadosa investigación de años sobre lo ocurrido. El producto, este libro, es de primera clase y se lee, como indiqué al principio, con pasión e interés notables.
 
Un ejemplo de este afán “narrativo literario” es la introducción de numerosos diálogos dentro del material puramente descriptivo del relato, diálogos que no son de ningún modo un invento del autor sino la plasmación dialógica de las relaciones entre los actantes de la narración. Rápidamente se me ocurrió la comparación con los discursos que pone Tucídides en boca de sus personajes en su «Historia de la Guerra del Peloponeso». Este preclaro autor confiesa que es posible que no reproduzca al pie de la letra los dichos, o discursos,  de los personajes de su historia, pero asegura que el contenido no traiciona en modo alguno la realidad de lo que se dijo y ocurrió.
 
Repito, pues, que este relato está muy bien escrito y que es un gran gusto leerlo. El lector no se aburrirá en ningún momento y aprenderá muchísimo no solo de los textos de Qumrán, sino también de la historia del Israel de los años posteriores a su descubrimiento. Enhorabuena, pues, al autor y a la Editorial.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com  
Martes, 9 de Mayo 2023

Notas

35votos
No creo que exista ninguna “tradición “prepascual” de los dichos y hechos de Jesús
 
(2-05-2023)
 
Escribe Antonio Piñero
 
En las últimas postales he insistido en la idea de que S. Guijarro, para fundamentar su idea nuclear de que la tradición se los dichos y hechos de Jesús es fundamentalmente fiable y correcta, sostiene que esa “tradición” tuvo un largo recorrido: había empezado en la vida  misma del Maestro. Y no solo eso: “La peculiar relación que Jesús estableció con sus discípulos no solo hace plausible la existencia de una tradición prepascual, sino que en cierto modo a exige” (p. 127 de su obra “Los Cuatro Evangelios. Edit. Sígueme, 4ª edic. de 2021).
 
Por el contrario, yo sostengo que un maestro como Jesús que creía en un fin del mundo presente inmediato, es decir, de meses o pocos años –de cualquier modo antes de que hubiera pasado la generación que era la suya (Mt 23,36; 24,34: “No pasará esta generación hasta que todo esto se cumpla”)–, no pudo haber suscitado una verdadera tradición, sino solo “recuerdos” más o menos fieles. Y he argumentado que cuando una persona amada y respetada muere, los recuerdos se hacen selectivos y normalmente se recuerda lo bueno y positivo, y no lo de algún modo deficiente o negativo.
 
Para probar la existencia de esta tradición sobre Jesús durante su ministerio público como profeta, Guijarro apela a la idea de que Jesús fue un maestro tan extraordinario que causó un impacto muy grande en su seguidores. Estoy totalmente de acuerdo, sin duda. ¿En qué era extraordinario Jesús como maestro? Guijarro señala lo siguiente:
 
1. Jesús no hablaba de forma improvisada, sino que cuidadosamente elaboraba sus discursos para facilitar su memorización (algo vital en una sociedad sobre todo oral): pp. 127-128.
 
2. La mayoría de las sentencias de Jesús son sentencias breves y rítmicas, que recurren al paralelismo o la repetición (ejemplo Mc 10,44: el que quiera ser el más importante se haga escavo de todos”), lo que facilita igualmente el recuerdo.
 
3. Jesús utilizaba símiles, comparaciones y parábolas. De este modo el oyente, aunque cambiara algún dato menor, recordaría el esquema de la parábola y la reproduciría en lo esencial.
 
4. Las acciones de Jesús eran fáciles de recordar. Ejemplos: a) comidas con los pecadores, cosa que evitaban los fariseos más estrictos: Mc 2,15-18; expulsión de los mercaderes en el Templo (Mc 11,15-17); la maldición de la higuera (Mc 11, 24).
 
5. Las sanaciones y exorcismos fueron reconocidos como verdaderos incluso por sus enemigos, aunque lo achacaran a un pacto con el Príncipe de los demonios o mantuvieran que Jesús los había realizado de forma inadecuada (ejemplos Mc 3,1-6; 3,22; Lc 11,15)
 
Es claro, pues, que Jesús era un maestro y que así fue reconocido por muchos de su tiempo como tal. La gente lo llamaba “maestro” (Mc 3,38; 10,17), y reconocían que poseía “auctoritas”, aunque sus enemigos cuestionaran cuál era el origen de tal autoridad (si de Dios o del Diablo: Mc 1,21-22; 11,27).
 
Ahora bien, observen cómo a la hora de calificar este modo de hablar o de actuar de Jesús, impresionante para las gentes, Guijarro  afirma continuamente que lo importante es el recuerdo, naturalmente personal, no para contárselo a otros, salvo ocasiones particulares:
 
a) “Los recursos (retóricos) de Jesús eran propios de la poesía oral y esta se recitaba de memoria
 
b) “Tales recursos facilitaban la memorización de sus enseñanzas”;
 
c) El tono paradójico de sus muchos de sus dichos “hacía más fácil su memorización”;
 
d) Las parábolas son las secciones de los evangelios que conducen a una “más fácil memorización”;
 
e) “Las acciones de Jesús eran fáciles de recordar”;
 
f) Sus gestos proféticos tenían una forma plástica y llamativa, la cual facilitaba mucho su memorización”;
 
g) Las sanaciones y exorcismos “habrían sido fácilmente recordados”;
 
h) El vivo interés por lo extraordinario en el mundo antiguo… creaba un clima adecuado para que las acciones portentosas de Jesús (sanaciones y exorcismos) fueran recordadas, y no solo entre sus discípulos, sino también entre sus adversarios.
 
Todo esto en la p. 128: 8 veces habla Guijarro de memorización y recuerdo… nunca de tradición.
 
Y en la p. siguiente, 129 sigue afirmando:
 
· Al ser Jesús un maestro “sus palabras y acciones serían fáciles de recordar”; “el recuerdo de sus enseñanzas”; Jesús quiso transmitir un mensaje de forma que sus seguidores “pudieran (fácilmente) retenerlo”: tres ves se menciona el recuerdo.
 
Pues bien, apoyándome en las palabras mismas de S. Guijarro y en lo que sabemos del Jesús histórico mi argumento sigue en pie:
 
Concedo con gusto, ciertamente, que el ministerio de Jesús supuso para él un esfuerzo  para que sus palabras y acciones fueran recordadas. Sin duda alguna, el buen recuerdo ayudaría a que la transmisión futura de dichos o acciones fuera más fidedigna que el mal o débil recuerdo.
 
Pero eso no significa en absoluto que tales recuerdos estuvieran destinados por parte de Jesús a formar una tradición para ser repetida y una vez por sus seguidores una vez muerto. No hay tal. El Jesús histórico no contemplaba esa posibilidad. Entre el virtuosismo real y efectivo de Jesús, como maestro de buenísima retórica, y la formación de una verdadera tradición media nada menos que la su desaparición por una muerte cruel e ignominiosa, el que no se hubiera encontrado su cadáver, y posteriormente la creencia firme en su resurrección y en las apariciones.
 
En mi opinión, Jesús nunca tuvo intención de que sus palabras fueran recordadas como tal en el futuro, ya que –según su doctrina repetida una y otra vez– se habría implantado el reino de Dios a pesar de su previsible muerte, un reino el que –según los profetas– habrían cambiado los corazones de los israelitas. Todos, niños y mayores, cumplirían la ley de Dios de una manera casi espontánea debido a ese cambio mental producido por la llegada del Reino. Este panorama cambia radicalmente la necesidad del recuerdo. Insisto en que –en la perspectiva del Jesús histórico– ya no sería necesario en el reino de Dios ninguna admonición profética para obrar bien.
 
Pero, tras morir Jesús y retrasarse su segunda venida y consecuentemente el Reino, al cambiar todo el panorama; el recuerdo de lo que hizo Jesús en su ministerio público se hace ya verdadera tradición para enseñar a generaciones futuras hasta que viniera realmente el reino de Dios. Y aquí conviene repetir que el recuerdo se hace selectivo, magnificante e idealizante porque el Maestro había muerto. Jesús resulta, pues, tras su muerte,  idealizado y magnificado. Sus recuerdos se convierten en tradición solo después de su muerte y por e retraso de su segunda venida (parusía) y la consiguiente llegada del Reino.
 
Solo digo esto, y ya es bastante. Creo que mi argumento es suficientemente sólido.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA: un enlace:


https://open.spotify.com/episode/4rj8nyEvpJGytM2IiVjzM6
 
 
Se trata de una entrevista sobre el tema “La creación desde la nada y la Biblia, que por el momento es un podcast disponible en Anchor, Spotify, Google Podcasts, Amazon Music y Apple Podcasts.
Martes, 2 de Mayo 2023

(1285 = 25-04-2023)


 
Escribe Antonio Piñero
 
 
A lo largo de mi pausado comentario a las ideas de S. Guijarro en su libro “Los cuatro Evangelios” (Sígueme; Salamanca, 2021) sostenía que durante la actividad pública de Jesús no pudo formarse “tradición” estricta y forma sobra las palabras y hechos de Jesús, sino meros impactos en la memoria de sus seguidores. Argumentaba, además, que tal vida pública debió de ser muy breve, ya que molestaba a Heridos Antipas, al Imperio y al gobernador romano, Poncio Pilato y a las grandes familias sacerdotales de Jerusalén que veían con enojo cómo un sucesor del  Juan Bautista asesinado seguía erre que erre con las ideas de su maestro, a saber que el mundo presente se iba a acabar en un futuro próximo y que (probablemente este podría ser el pensamiento del Jesús histórico) Dios mismo  con sus ángeles instauraría en la tierra de Israel el reino de Dios y luego en el mundo entero.
 
Ahora bien, la “experiencia pascual” (creencia en la resurrección auténtica de Jesús y las apariciones consecuentes) sí dio lugar a una tradición sobre sobre Jesús. Pero lo que ocurre a los ojos de un mero historiador es que la resurrección (para una vida no ya en este mundo sino en el cielo) es un tema de fe y de la teología y que ahí no puede meterse ese historiador, sino respetar las opiniones de los creyentes, declararse incompetente en el tema de la resurrección y afirmar solo dos cosas aparentemente contrapuestas.
 
Una: que los testimonios sobre la resurrección y las apariciones son muy variados, llenos de contradicciones.
 
Segunda: que sin la creencia firme en la resurrección y las apariciones por parte de los seguidores de Jesús no puede explicarse con congruencia histórica el surgimiento de una secta judía que proclamaba que esa resurrección era una prueba evidente de a Jesús había sido el mesías; que Dios lo había confirmado en este cargo de ungido / cristo, que Dios lo había puesto a su derecha, ya sentado o de pie (ahí variaban las tradiciones) y que consecuentemente habría de volver a la tierra para cumplir con su función de mesías truncada por su muerte.
 
Sin duda alguna, la resurrección de Jesús (y no de los que habían muerto con él en la cruz, que probablemente serían parte de sus seguidores, lo cual explica mejor que Jesús no fuera crucificado solo, sino en el centro de dos sediciosos contra al Imperio, según el punto de vista de los romanos) suponía un adelanto en un individuo particular de la creencia general de los judíos influenciados por los fariseos y los esenios de que antes de la llegada del Reino se produciría una resurrección general de los muertos para ser convocados al juicio. Y si un profeta de verdad –según pensaban de él muchos de sus compatriotas– había sido resucitado por Dios era que ese profeta tendría que ser un hombre muy especial.
 
Según afirma S. Guijarro en la p. 130 de su libro “Los recuerdos que se habían conservado sobre Jesús se convirtieron (¡entonces sí; ¡no antes!: Guijarro se precisa a sí mismo y afirma lo contrario a lo que antes había escrito, a saber que en vida de Jesús había “tradición” sobre él) en verdaderas tradiciones”. Y yo añado: desde esos momentos comienza la idealización de la figura del maestro querido ya muerto (y por gracia de Dios resucitado) y comienza la magnificación de su figura.
 
Con otras palabras, como se ha afirmado ya a lo largo y ancho de la investigación, la creencia en la resurrección singular y anticipada de Jesús es un comienzo, quizás, o ciertamente  no de una divinización temprana, pero sí ciertamente de una magnificación y engrandecimiento de su figura. En este sentido S. Guijarro me parece que no precisa claramente que la memoria de los discípulos de Jesús no era una reproducción exacta de las palabras y hechos de Jesús, el Nazoreo, sino una idealización y magnificación –en un proceso que estaba en sus inicios– de  los hechos y palabras de Jesús.
 
Guijarro señala que las tradiciones sobre la llamada (vocación”), seguimiento y el envío a predicar son absolutamente fieles. Pero observo Jesús dijo predicar “solo a los pueblos y villas de Israel”, noción que se transforma relativamente pronto en un envío universal a todas las naciones = Mt 28,18-20:
 
“He recibido plena autoridad en el cielo y en la tierra. Ahora pues, id y enseñad a todas las gentes bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que os he mandado. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Obsérvese aquí como en una comunidad de judeocristianos de Siria (probable patria de nacimiento del Evangelio de Mateo) la tradición de dichos y hechos de un Jesús que predicaba la venida del reino de Dios solo “a las ovejas de Israel” (5 A estos doce los envió Jesús impartiéndoles las siguientes instrucciones:  No vayáis por camino de gentiles ni entréis en ciudad alguna de samaritanos, 6 antes bien id a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Una vez llegados, proclamad que se acercó ya el reino de los cielos.
 
La presunta tradición “formalmente controlada” que es uno de los lemas, o mejor, desiderata, de S. Guijarro, se ha transformado radicalmente en otra en unos 55 años (si aceptamos que la muerte de Jesús fue en el año 30 y la escritura del Evangelio de Mateo fue en el año 85). Y no en todos los grupos de cristianos de esa época, sino incluso dentro del mismo grupo.
 
Por ello pongo en duda las palabras de S. Guijarro en la p. 127, del que disiento cortésmente, puesto que nos conocemos desde hace muchos años:
 
“El hecho de que los discípulos de Jesús fueran enviados a anunciar el mismo mensaje que Jesús presupone que habían asimilado sus enseñanzas y que daban razón de ellas. Todos estos datos demuestran que existió una tradición prepascual (antes de su muerte y resurrección, concepto que acabo de criticar: no era tradición, sino recuerdos) en el grupo de los discípulos, sino también una adhesión a él y la fe en él. Estas desempeñaron un papel determinante en este proceso (de guardar una tradición prepascual y postpascual desde el comienzo” (p. 127).
 
Juzguen los lectores de esta postal.
 
En resumen: me parece que S. Guijarro está idealizando el concepto de “tradición absolutamente fiel” de las palabras, hechos, y misión de Jesús. Es una idealización que, en mi opinión, no se corresponde a la más que posible realidad histórica.
 
Opino que Guijarro olvida que la memoria humana es selectiva y cambiante –por mucho que el impacto de Jesús en sus discípulos fuera muy fuere– y que eso que se denomina en la psicología de los grupos  “disonancia cognitiva” (en nuestro caso: “¿Cómo es posible resolver el enigma de un Jesús tan excelente y maravilloso, pero que fue crucificado por los romanos como un insurrecto con la ayuda de los jefes de los judíos?”).
 
No estoy seguro de que S. Guijarro y su grupo  dará razón de estas dificultades, ya que suele responder con el silencio.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
NOTA:
 
Enlace a una entrevista, sobre "Jesús de Nazaret y las mujeres", grabada por Jordi Fortiá (Gerona)  hace un par de meses está editada con fotografías y vídeos sobre los puntos que se van  tratando en la charla:
 
https://www.youtube.com/watch?v=bDYs5ySdjSI
 
Martes, 25 de Abril 2023
Rellenar los huecos que faltan en nuestras bibliotecas. El Apocalipsis de Esdras en antiguo eslavo
Escribe Antonio Piñero
 
Hoy deseo comentar la edición bilingüe (antiguo eslavo / español) del “Apocalipsis de Esdras”, publicado por la Editorial Académica Española, Madrid,  con Introducción, traducción y notas aclaratorias. Su autor es Salustio Alvarado, Doctor en Filología Semítica por la Universidad Complutense de Madrid, y Profesor titular de Filología Eslava en la misma Universidad hasta su jubilación hace relativamente poco tiempo. Si ISBN es 978-83-8417-5859-0. Lo publica la Editorial Académica Española, lo cual es ya un signo de garantía. Tiene 215 pp. con más de 700 notas filológicas para aclarar o complementar con citas bíblicas al aclaración del texto.
 
El libro está impreso en la página par en eslavo eclesiástico (antiguo búlgaro) y presenta una impecable traducción española en la página impar, con notas filológicas aclarativas.  La impresión es clara, nítida y de fácil lectura.
 
Salustio Alvarado es también el editor y traductor del “Apocalipsis de Abrahán”, en las pp 61-106 del volumen VI de la colección “Apócrifos del Antiguo Testamento” de editorial Cristiandad, cuyo volumen VII y último está ya maquetándose para que vea la luz en este año de 2023, posiblemente..
 
En mi opinión el interés del libro “Apocalipsis de Esdras” es doble.
 
I. Por un lado, el texto en sí, un apocalipsis apócrifo del ciclo del profeta, político del siglo V a. C. que organizó el pueblo judío en Israel tras la vuelta del exilio de Babilonia. En la Introducción, El Dr. Alvarado explica la complicada historia de este ciclo que dio origen por lo menos a seis libros distintos, de los cuales dos, Esdras y Nehemías, están dentro de la Biblia hebrea y por tanto, también dentro del canon de libros sagrados del cristianismo. Como ocurre con otros libros de la Biblia hebrea, un primitivo original semítico fue traducido al griego, o al latín, y mucho más tarde a otras lenguas “cristianizadas” como el copto (la lengua egipcia de los faraones, pero desarrolladas durante siglos), siríaco, etíope clásico y sobre todo al eslavo eclesiástico. Esta lengua ha conservado un notabilísimo número de manuscritos  de textos apócrifos cristianos, en número mayor que el de cualquier otra lengua europea.
 
 
La hipótesis más aceptada hoy día es que esta obra, “El Apocalipsis de Esdras” al igual que ocurre con el libro del profeta Daniel, con el que tanta relación tiene, fue escrita en hebreo con quizá algunas partes en arameo. Posteriormente, como el original semítico fue traducido al griego, y de éste al latín, al siriaco, al árabe, al etíope y al copto. La versión griega es también la base de las reelaboraciones armenia y georgiana.   
 
Explica el autor del libro que comento, en su Introducción:
 
«Dado que el autor de los capítulos III-XIV, fue un judío piadoso versado en las Sagradas Escrituras, son muy numerosos los pasajes dependientes de los libros canónicos del Antiguo Testamento, siendo de señalar la relación con el Libro de Daniel. También son abundantes y notables los paralelismos con el Nuevo Testamento, en especial con los evangelios, las epístolas paulinas y el Apocalipsis de San Juan, no obviamente por influencia directa, sino más bien, como reflejo del hervidero de ideas que fue Tierra Santa en los años anteriores y posteriores a la destrucción de Jerusalén por los romanos.
 
»Esta misma circunstancia explica las coincidencias con la literatura intertestamentaria, especialmente con el Libro I de Henoc, el Libro II de Baruc y el Libro III de Baruc. Estas afinidades, como ya se ha repetido, se señalan en las notas a pie de página». 
 
 
II. El segundo punto de interés, relacionado con el título de esta “postal” (no es necesario el anglicismo latino “post”) es el de rellenar huecos, escandalosos desde el punto de vista histórico-crítico-literario de la “Biblioteca de apócrifos bíblicos en lengua española. Muchas veces he pensado que si un lector tuviera el poder virtual de contemplar los plúteos dedicados a Apócrifos del Antiguo Testamento (ojo, del Antiguo, no del Nuevo) en la biblioteca nacional de países de lengua no hispana, como Italia, Francia, Alemania, Inglaterra y EEUU, verían que esos plúteos están llenos. Pero  si contemplara virtualmente los estantes correspondientes en la Biblioteca hispana de los mismo temas, tales plúteos /estantes están vacíos.
 
Pero alguien dirá “¡Qué importa!”. Yo respondería “Pue sí, importa y mucho porque toda la tradición apocalíptica que nace en la Biblia hebrea y se prolonga en los Apócrifos de Antiguo Testamento y otra literatura judía de la denominada época del Segundo Templo (desde el siglo V a. C. hasta el 70 d. C. y un poco más) es la verdadera matriz de esa parte apocalíptica tan fundamental en la teología cristiana.
 
Por tanto, desde ese doble punto de vista yo me congratulo (¡y mucho1) de que alguien, muy bien preparado filológicamente como Salustio Alvarado, presente un libro bilingüe –antiguo eslavo y español– una de las piezas de ese complejo titulado “Literatura del ciclo de Esdras·” que tiene por lo menos seis libros distintos y que importa para comprender la teología cristiana de los primeros siglos
 
No me resisto a copiar de nuevo lo que dice Salustio Alvarado en su Introducción a propósito tanto del Libro IV de Esdras como de este Apocalipsis de Esdras que presento ahora  sobre la influencia literaria de estos libros:
 
«Debido a su privilegiada situación de “para canonicidad”, este apócrifo ha ejercido, abundando en la opinión de Muñoz León, una “influencia profunda en el cristianismo” y muy en especial, debido a su presencia en Vulgata, aunque fuera en los apéndices, en la Iglesia de Roma, de lo que dan testimonio, por un lado, las citas que de él hacen los santos padres y, por otro, su empleo en la liturgia, el ejemplo más conocido del cual es el del Introito de la Misa de Difuntos: Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis, que está tomado de los versículos 34 y 35 del capítulo II.
 
»Los siguientes versículos 36 y 37 son parafraseados en el Introito de la misa del martes de Pentecostés: Accipite jucunditatem gloriae vestrae, alleluia, gratias agentes Deo, alleluia, qui vos ad caelestia regna vocavit, alleluia. Y como estos ejemplos, hay otros varios.
 
»Por otro lado, cuenta la historia que del versículo 42 del capítulo VI (et tertio die imperasti aquis congregari in septima parte terrae, sex vero partes siccasti et conservasti, ut ex his sint coram te ministrantia seminata adeo et culta), Cristóbal Colón tomó uno de los principales argumentos (aunque la ciencia luego demostrara que ocurre justo al revés) para convencer a los Reyes Católicos y conseguir que financiaran su empresa». 
 
En síntesis, enhorabuena al Prof. Alvarado y a la Editorial Académica española por haber puesto en nuestras manos, con todo lujo de detalles, eta pequeña e importante obra del “Ciclo de Esdras” que rellena uno de los huecos de nuestra Biblioteca de lengua hispana, un hueco que nos distancia de la bibliotecas de otros países.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 
NOTA
 
Enlace a un diálogo / entrevista con la Escuela de Formación Humana y Teológica San Juan Crisóstomo. Sobre religión y religiosidad
 
https://www.facebook.com/EscuelaSanJuanCrisostomo/videos/179814514911348  
 
Martes, 18 de Abril 2023
Por si fuere de interés.
 
Hoy jueves 13-04-2023
 
Debate entre Eugenio Gómez Segura y Irving Gatell
 
Hora 19.00 hs españolas
 
He aquí el enlace de Youtube:
 
https://www.youtube.com/live/rBFdsxkJEUo?feature=share
 
Saludos de Eugenio Gómez Segura
y subsidiariamente Antonio Piñero
 
Jueves, 13 de Abril 2023
1 ... « 2 3 4 5 6 7 8 » ... 293


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile