CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


Hoy y el próximo día transcribiremos textos gnósticos.


Tratado sobre la resurrección (Nag Hammadi ) 1,47


Pues si tú no existías en la carne, recibiste carne cuando entraste en este mundo. ¿Por qué no recibirás carne cuando subas al eón? Lo que es superior a la carne es lo que representa para ella la causa de la vida. Lo que existe por tu causa ¿no es tuyo? Lo que es tuyo ¿no existe contigo? Eso es lo que te esforzaste por aprender.


Apocalipsis de Pablo (Nag Hammadi) 5,20-21

Ahora bien, en el cuarto cielo yo vi las cosas según sus clases. Vi, en efecto, a los ángeles que se asemejan a los dioses, a los ángeles que transfieren almas de la tierra de los muertos. La depositaron en la puerta del cuarto cielo y los ángeles la azotaban. El alma levantó la voz diciendo: “¿Qué pecado he cometido en el mundo?” El guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo: “Aporta testigos y que [muestren] en qué cuerpo cometí transgresión. [¿Quieres] traer un libro [leer en] él?” Y acudieron tres testigos. El primero tomó la palabra y dijo: “¿No estuve yo en el cuerpo en la segunda hora? Me levanté contra ti hasta que [te sumiste] en ira, en enojo y en envidia”. El segundo habló y dijo: “¿Acaso no estaba yo en el cosmos? Entré en la hora quinta y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes que cometiste”. El tercero habló diciendo: “¿Acaso no me llegué a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te di tinieblas hasta que remataras tus pecados”. Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza. Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma que fue precipitada hacia abajo [accedió] a un cuerpo que había sido preparado [para ella]. Y he aquí que terminaron sus testigos.


Enseñanza autorizada (Nag Hammadi) 6, 27,1-35


(23) Lo mismo sucede con el alma espiritual: después de ser arrojada en el cuerpo, pasó a ser hermana de la concupiscencia, del odio y de la envidia, un alma material. Es de saber que el cuerpo vino de la concupiscencia, y la concupiscencia provino de la sustancia material (...)..(31) (El alma) ha entendido su malignidad y se aparta de ella. Entonces adopta una nueva conducta (...).(32) Deja ya los alimentos engañosos y adquiere conciencia de su propia luz. Hace su camino despojándose de este mundo. Mientras la verdadera vestidura la arropa por dentro. Entonces su vestido de novia la adorna con íntima belleza, no ya con el orgullo de la carne. Se percata de lo que hay en ella de profundo y se afana en acceder a la cámara nupcial en cuya puerta aguarda erguido su pastor.


Véase para más textos –consultando el índice del tomo III– la edición de A Piñero, J. Montserrat, y F. García Bazán, (eds.) 1997, 1999 2000 (4ª edición 2011), Textos gnósticos, 3 vols., Madrid. Trotta.


El próximo día pondremos textos del famoso tratado del siglo IV Pistis Sofía

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero
Viernes, 7 de Octubre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


La historia antigua se construye por medio del análisis de los testimonios que nos han legado los siglos. Estos son textos –bien propios de un personaje, bien ajenos redactados por amigos o enemigos– restos arqueológicos y numismáticos. Muchas veces, la mayoría, estas bases son escasas. Pero no se pueden construir hipótesis interpretativas de lo ocurrido sin algún testimonio/prueba de este tipo. No valen especulaciones fantasiosas sin base alguna. Por ello ofrecemos a continuación los textos más importantes que han llevado a la construcción de la historia del concepto de reencarnación/transmigración en el cristianismo antiguo. El lector puede así hacerse una idea propia del estado de las fuentes y quizás obtener sus propis conclusiones


1. Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino 3,13 (hacia el 340; publicada póstumamente y sin revisión por el editor)

“Cuando se hubo determinado la fecha para la apertura del concilio (de Nicea, año 325), en el que se debía buscar solución a temas conflictivos (...) los convocados entraron en la sala central del palacio imperial y (...) fueron ocupando sus asientos según jerarquía. Una vez sentada toda la asamblea en decoroso concierto, la concurrencia guardó silencio a la espera de que apareciera el emperador. Entraron primero, uno tras otro, tres escoltas. Iba precedido, al llegar, de fieles amigos. Se pusieron todos de pie a una señal que indicaba la entrada del Emperador, mientras que éste avanzaba en medio, cual celeste mensajero de Dios, luciendo reluciente vestidura como con centelleos de luz relumbrando con los fúlgidos rayos de la púrpura y adornado con el límpido lustre del oro y las piedras preciosas”.

2. Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino 3,21-22

“Por el mismo tiempo se cumplió el vigésimo aniversario de su subida al trono. Mientras que en otras regiones se hacían celebraciones públicas, el Emperador en persona presidió un banquete en homenaje de los ministros de Dios (...). No faltó ningún obispo al festín imperial. El evento resultó de una magnificencia superior a cualquier intento de descripción. Lanceros y hoplitas con las hojas de sus espadas desenvainadas, vigilaban en círculo los accesos al palacio, por en medio de ellos pasaban libres de temor los hombres de Dios y penetraban en la parte más interior de la mansión. Mientras algunos se tendían junto a él, otros se recostaron en los butacones de madera instalados en ambos lados. Uno podría imaginarse que se estaba representando una imagen del reino de Cristo y que lo que estaba ocurriendo era un sueño y no una realidad (...). (22) (Los obispos) hicieron su camino de vuelta con regocijo y desde entonces predominó en todos un único sentir en sintonía con el Emperador, fundiéndose en un solo cuerpo los que desde hacía mucho tiempo se habían mantenido segregados”.

3. Justino Mártir (hacia 150), Diálogo con Trifón 4,4 -5,1

Dime sólo una cosa: –¿Ve el alma a Dios mientras está en el cuerpo o cuando se ha separado de él? (5) –Mientras el alma está en forma de hombre, le es posible, le digo, acceder mediante la inteligencia, pero especialmente, una vez que se ha liberado del cuerpo y ha llegado a ser ella misma según ella misma, alcanza aquello que amó todo el tiempo. –¿Se acuerda también de eso cuando ha vuelto de nuevo al hombre? –Me parece que no, le dije. –¿Qué ventaja hay para las almas que han visto o qué provecho añadido tiene sobre el que no lo ha visto el que ha visto si no se acuerda de nada de lo que vio? (6). No puedo responderte, dije yo. –¿Qué padecen, dijo, las almas que son consideradas indignas de esta visión? –Viven encarceladas en cuerpos de fieras y ése es el castigo. –Y ¿saben que viven en esos cuerpos porque pecaron? –Pienso que no. (7) Según parece éstas no obtienen ningún provecho por el castigo. Diría que ni siquiera sufren un castigo si no toman conciencia del castigo. –Pues no. -Pues ni las almas ven a Dios ni transmigran a otros cuerpos, pues sabrían que de ese modo son castigadas y temerían hacer cualquier tipo de falta en lo sucesivo (...). (5.1) –Pues aquellos filósofos, en efecto, nada saben sobre estas cuestiones pues ni siquiera pueden decir qué es el alma. –Parece que no.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

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Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
Jueves, 6 de Octubre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


f) La purificación final y la consecución de una vida beatífica es una creencia común a la transmigración y a la resurrección. Para la consecución de esa otra vida contribuyen en ambas creencias una cierta expiación de las culpas, que suele ir acompañada por ciertos ritos, que se consideran llave para acceder a los misterios del Reino. Para pitagóricos y órficos la transmigración era purificadora.

Los Padres cristianos admitieron el fuego como elemento purificador, pero no eterno, sino hasta que el alma quedara purificada y en condiciones de restituir en ella la imagen de Dios. Hasta el IV Concilio de Letrán (1215), presidido por el Papa Inocencio III, quien introdujo la práctica de bulas e indulgencias, no se definió como dogma la eternidad del infierno.

g) La ortodoxia cristiana mostró siempre reticencias, aunque asimilara alguno de sus elementos, frente a la doctrina de la transmigración. Justino pone en boca de su interlocutor Trifón que las almas reencarnadas no son conscientes de que han cambiado de cuerpo como castigo y por tanto la reencarnación se revela ineficaz.

Orígenes piensa que los que se adhieren a esta doctrina es porque no creen en la parusía y porque no saben que el castigo de los pecados es el fuego y no las sucesivas reencarnaciones. Una de las críticas más generalizadas se dirige a la posibilidad de que un alma humana pudiera reencarnarse en el cuerpo de un animal o incluso en una planta; otra, lo absurdo que sería pensar que de la región celestial el alma cayera a lo más bajo y que, sin embargo, desde lo más bajo se elevara a lo superior. Basilio ensaya una explicación “científico-teológica” en un intento de explicar las diferencias entre el alma humana y la de los animales, y la imposibilidad de transmigrar de unos a otros. El Nazianzeno también ridiculizó esta doctrina

h) Entre los Padres latinos fue Tertuliano quien elaboró la más completa refutación de la reencarnación, mientras que entre los Padres griegos fue Gregorio de Nisa el que hizo una crítica más elaborada de la transmigración, sin dejar de lado las más populares. Muestra los puntos comunes entre transmigración y resurrección para pasar a continuación a refutar la reencarnación y a hacer el elogio de la resurrección.

i) La crítica a la reencarnación en autores como Gregorio de Nazianzo es compatible con la adopción de terminología neoplatónica sobre el destino del alma para expresar en categorías filosóficas las doctrinas cristianas sobre el alma (por ejemplo, palingenesia para resurrección).

j) Después del II Concilio de Constantinopla (553), donde se declararon anatemas a quienes sostuvieran la preexistencia del alma, tanto esta doctrina como la de la transmigración y reencarnación dejaron de ser objeto de discusión en la iglesia latina y, en consecuencia, también se acallaron las críticas que se les dirigían. En la iglesia bizantina, en cambio, vivieron, más o menos matizadas, en autores de la talla de Máximo el Confesor, Simeón el Nuevo Teólogo o Gregorio Palamás.

Mañana publicaremos una selección de textos de los autores antiguos citados en los que se han basado estas postales

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

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Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.

Miércoles, 5 de Octubre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

En conclusión, podemos afirmar:

a) Que la reflexión de los cristianos sobre la transmigración comienza a tomar auge en el siglo II con el platonismo medio y llega probablemente hasta el siglo VI, cuando se declaró anatema a todo el que defendiera las ideas de Orígenes que algunos consideraban propicias a admitir la transmigración.

b) Que la concepción pagana y cristiana del alma tienen ciertos supuestos comunes, como son la dualidad cuerpo/alma, la pervivencia del alma después de la muerte y la creencia en una vida futura bienaventurada.

c) Que la preexistencia del alma ha sido aceptada por buena parte de los primeros teólogos cristianos, sobre todo por los que estaban más familiarizados con la filosofía de Platón, como Orígenes y los gnósticos, lo que queda de manifiesto tanto en los textos de Nag-Hammadi, como en las referencias que ofrece Ireneo de Lyon. Aparece también en Sinesio de Cirene e incluso asoma en Gregorio de Nazianzo. Esta idea estuvo presente hasta que en el II Concilio de Constantinopla, ya en el siglo VI (553), fueron condenados como anatemas aquellos que la defendieran. Otros autores como Tertuliano y Gregorio de Nisa sostuvieron que cuerpo y alma se originan y se desarrollan simultáneamente.

d) Que la culpa antecedente del alma antes de haber entrado en cuerpo alguno es otro elemento de la transmigración que comparten cristianismo y paganismo, aunque con diferentes matices: así, la culpa antecedente se debe en el orfismo a la parte titánica (herencia de los Titanes como entidades divinas malvadas) del hombre. Los órficos consideraban las sucesivas reencarnaciones como castigo que purificaba la culpa recibida de los Titanes.

Para Orígenes sería razonable que el cuerpo en el que se introduce el alma estuviera en consonancia con los méritos y hábitos previos de ella, que procederían de la dirección que toma el alma movida por algún espíritu externo y por su propia voluntad. Sinesio de Cirene habla de la “huella de las penas”. Sin embargo, en ninguno de estos textos se alude al pecado original, quizás porque no se acuñó el concepto de “pecado original” hasta el Concilio de Cartago del año 393.

e) Que el acceso del alma a otros cuerpos no fue en principio extraño al cristianismo primitivo. San Justino, que vivió a principios del siglo II, habla de ello como de algo asumido y considera que las almas humanas que habitan cuerpos de fieras están como castigo en esa cárcel para purgar sus pecados.

Aparece también esta idea en algunos tratados de Nag-Hamadi, como en la Carta a Regino y en el tratado Exposición sobre el alma. También aparece en el tratado denominado Pistis Sofía. Debió de ser defendida por Basílides y Carpócrates. Parece que el autor del Apocalipsis de Pablo también creía que las almas pecadoras ingresaban en otro cuerpo.

Orígenes, en cambio, censuró la metensomatósis pero aceptó alguno de los elementos que la constituyen y habló de ella como de una creencia muy difundida en su entorno social. La opuso a su concepto de resurrección, según el que, cuando el hombre muere, el alma se despoja de su vestimenta, el cuerpo, y asciende a regiones más puras y celestes para preparar su encuentro con Dios. Basilio de Cesarea y Gregorio Nazianzeno rechazaron la reencarnación.

Sin embargo, Gregorio de Nisa puso en boca de su hermana Macrina que, a fin de cuentas, reencarnación y resurrección no eran tan diferentes, ya que ambas sostenían que el alma después de morir reingresa en un cuerpo: según los cristianos en el mismo al que estuvo unida; en otro u otros según los paganos.

La Iglesia definió como dogma la resurrección de los muertos en el Concilio de Nicea (325), convocado bajo la égida del Emperador Constantino, y lo codificó en el credo niceno. Precisamente a partir de esa fecha empieza a manejarse el argumento de la resurrección en contra de la transmigración.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero
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NOTA: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
Martes, 4 de Octubre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Después del análisis realizado en la postal anterior Gregorio de Nisa expone las ideas cristianas sobre la resurrección. Parte de la base de que el alma ni preexiste ni es creada después del cuerpo, sino que cuerpo y alma se originan simultáneamente. Examina pasajes bíblicos relacionados con el tema, que reafirman el concepto de la resurrección. Macrina, su hermana y destinataria del escrito, después de la exposición de los argumentos a favor de la resurrección de los cuerpos, plantea el tema de cuál es el cuerpo que resucita –el de cuando se es joven o el que ya está viejo, el sano o el enfermo–, para concluir que la resurrección consiste en la restauración del ser humano a su condición originaria, esto es, divina, antes de adquirir cualquier impulso hacia el mal, y que el objeto de la resurrección es, cuando se haya completado la plenitud de nuestra naturaleza, la restauración de la imagen de Dios en todas y cada una de las criaturas humanas.

Cree Gregorio de Nisa que llegará el momento en que el género humano finalice y entonces, abandonado el cuerpo como un vestido usado, la vida adquirirá otra dimensión pues no habrá más nacimientos ni, en consecuencia, más corrupción, por lo que la vida futura será inmutable y sin posibilidad de disolución. En ese momento las almas volverán a reunirse y en su plenitud quedarán estables y dedicadas a la contemplación en un cuerpo glorioso, como afirmaba el apóstol Pablo en Primera Carta a los Corintios (15,31-38). Esa restauración de los elementos a su antiguo estado, esto es, a esa vida en la que no había vejez ni infancia, dolor ni enfermedad, es lo que el Niseno llama “resurrección” (6,148).

Cuando todos los seres humanos lleguen a su plenitud, unos purificados durante la vida presente y otros curados por medio del fuego, participarán todos, como también defendía Orígenes, en el encuentro con Dios. Ésta es la apocatástasis o restauración universal imaginada por el Niseno. El punto de contacto con la transmigración es que después de las necesarias purificaciones, sean éstas del orden que sean, llegará la vida bienaventurada, que en el cristianismo consiste en la contemplación de Dios o de su imagen, que no es sino la naturaleza humana.

En síntesis, los Padres capadocios conocieron, pues, y reflexionaron sobre la doctrina de la reencarnación. En la obra de Gregorio de Nazianzo se encuentran manifestaciones a favor de la preexistencia mientras que el de Nisa hace interesantes observaciones en los paralelos que ve entre la transmigración y la resurrección. Todos creen que al final de los tiempos –no importa en cuántos ciclos– todas las almas quedarán purificadas y se alcanzará la restauración universal.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

DOS NOTAS reenviadas por Juanjo Sedeño y Genny di Bernardo respectivamente:


Comenzamos el 2º programa del 7º CURSO--ESTA NOCHE
2 de Octubre de 2016

La Puerta Estelar Sedeño Sedeño y

https://www.facebook.com/candelariaradio/?fref=ts
presentamos a Don Antonio Piñero y su obra escrita:

"Gnosis, Cristianismo Primitivo y Manuscritos del Mar Muerto"
Comenzando el 7º curso radiofónico de Juanjo Sedeño.

En esta obra escrita el autor se basará en dos de tres religiones abrahámicas. Se dejaran aparte: el islam, Cristianismo y judaísmo. El libro, no va a tratar en sí de la esencia, historia primitiva o de sus figuras principales como: Jesús de Nazaret, Pablo o alguno de los rabinos famosos, sino de dos fenómenos interesantes que ayudan a comprender algo más ese cristianismo que ha marcado directa o indirectamente las vidas de quienes vivimos en el hemisferio occidental. Primero, de cómo los famosos Manuscritos de Mar Muerto no dicen ni una palabra directa sobre el cristianismo, pero ayudan mucho para comprenderlo como un fenómeno esencialmente judío con sus características peculiares, y segundo, una de las formas de cristianismo más controvertidas e interesantes, la gnosis cristiana y judía de los siglos I y II. Movimiento que no duró mucho en su pujanza, pero que ha dejado rastros en la cábala judía y el misticismo cristiano.
No se lo pierdan.

Mañana a las 22.00 horas desde las Islas Canarias y
a las 23.00 horas desde la España peninsular.
Nos puedes escuchar por:
http://www.candelaria.es/reproductorradio/
En México nos escuchas desde las 4 P.M.--
Venezuela nos escuchas desde las 5 P.M.--

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Profe Morales te ha enviado un mensaje de www.ivoox.com, tu portal de Audio a la Carta, recomendándote el siguiente audio:
Entrevista al Dr. Antonio Piñero 10-02-16

El Profe Morales entrevista al Dr. Antonio Piñero. Es una figura de prestigio internacional en los estudios sobre el cristianismo primitivo. Es licenciado en Filología Clásica, en Filosofía Pura y Filología Bíblica Trilingüe. Doctor en Filología Clásica. Ha editado Apócrifos del Antiguo Testamento; Apócrifos del Nuevo Testamento. Hechos apócrifos de los apóstoles; Biblioteca copto-gnóstica de Nag Hammadi. Es autor de numerosos artículos en revistas nacionales y extranjeras, así como de más de cincuenta capítulos en libros editados por otros, y 16 traducciones de obras científicas del alemán, inglés, francés e italiano.

http://www.ivoox.com/entrevista-al-dr-antonio-pinero-10-02-16_rf_13151193_1.html
Lunes, 3 de Octubre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Gregorio de Nisa en su tratado Sobre la creación del hombre se plantea si fue primero el alma o el cuerpo o si su creación es simultánea. No le parece adecuada la idea de la preexistencia del alma, y, aunque no lo nombra, señala a Orígenes, pues él mantuvo la teoría de que el alma que cae al cuerpo es la que se ha apartado del bien.

Tampoco está de acuerdo con la teoría de “Moisés” expuesta en el Génesis de que Dios hizo primero el cuerpo del hombre para después dotarle de alma. Gregorio piensa que la creación de cuerpo y alma debió de ser simultánea y gradual en su desarrollo. Argumenta el de Nisa respecto a los que creen en la preexistencia de las almas que lo que les ocurre es que no se han purificado aún de la doctrina de la metensomatosis imaginada por los griegos, lo que le da pie para hacerle la crítica.

Respecto a los que creen que primero se creó el cuerpo y después el alma, les argumenta que nada hay inanimado que tenga la facultad de moverse y crecer, y además que esta postura vendría a decir que el alma se creó en función del cuerpo y que eso es tanto como decir que el cuerpo es más importante que el alma, pues ésta estaría al servicio de aquél, cuando, en su opinión, no es lo espiritual lo que está al servicio de lo material.

En el tratado Sobre el alma y la resurrección, que es un diálogo entre Gregorio y su hermana Macrina, examinan los hermanos la naturaleza espiritual del alma, su sustancia, sus movimientos y su permanencia tras la muerte; tratan de armonizar “la visión platónica del alma inmortal y la cristiana de la resurrección del cuerpo” y defienden que el alma progresivamente va asimilándose en una tensión infinita a la naturaleza divina (105, 4.4) y que tras la resurrección se unirá de nuevo al cuerpo que tuvo, al que ama, ya más sutil y etéreo, más bello y amable en su restitución. Con ello cierra aparentemente el paso a cualquier idea sobre la transmigración.

Sin embargo, no es así, pues poco después Macrina introduce el tema de la metensomatósis, como doctrina pagana, y señala que las diferencias con la doctrina cristiana de la resurrección no son insalvables (108, 5.1). Dice así:

“Pues que éstos digan que el alma, después de la separación de este cuerpo, entra de nuevo en otros, no dista mucho de la resurrección que nosotros esperamos”.

Argumenta que unos y otros están de acuerdo en que los elementos del cuerpo son materiales y que el alma accede de nuevo al cuerpo; y que la diferencia sólo estriba en que los cristianos piensan que al final de los tiempos el alma va a ingresar en el mismo cuerpo, mientras que los paganos creen que el alma puede ingresar en otro cuerpo o pasar de uno a otro e incluso a cuerpos de animales.

Esta diferencia, argumenta, procede del hecho de que los cristianos piensan que los elementos constitutivos del cuerpo serán los mismos al final de los tiempos que al inicio, mientras que los paganos piensan que el cuerpo, tras la muerte, ya no adquirirá los mismos elementos que cuando el alma estaba encarnada en él, por lo que su doctrina guarda coherencia con su pensamiento, pues ya no es posible que el alma vuelva al cuerpo al que estuvo unida. A esta explicación de los puntos comunes entre las dos doctrinas le sigue una explicación de las diferencias, en la que se explican los fundamentos de la resurrección y se refutan los principios que sustentan la transmigración.

En su refutación de la metensomatósis cita Gregorio, en palabras de Macrina, algunos de los rasgos, que le hacen pensar que la resurrección está más cerca de la verdad. A quienes defienden la metensomatósis les objeta, en efecto, que, si el alma entrara en una persona y después en otra y así sucesivamente, la vida humana estaría regida por las mismas almas, unas veces en unos y otras en otros. Y que si el alma, dotada de razón e inteligencia, entrara en reptiles, aves o animales de carga (108-112, 5.1-3) se confundirían las propiedades naturales y todo se mezclaría arbitrariamente, lo racional con lo irracional, lo que tiene sensibilidad con lo que no la tiene y toda la realidad sería confusa e indiscernible, pues ninguna propiedad distinguiría una cosa de la otra. Esta vida, dice, nos llevaría a comportarnos con devoción ante todos los seres por motivo de consanguinidad o con aspereza ante los hombres, al no haber diferencia entre ellos y otros seres.

No está tampoco de acuerdo el Niseno en considerar que existe un pueblo de almas, desde donde un alma, en caso de inclinarse hacia el mal, cae en un cuerpo primero humano, y de ahí puede rebajarse hasta un cuerpo animal e incluso hasta una planta, para luego igualmente ascender hasta la región celeste. Si desde el cielo el alma cae y desde un árbol puede ascender ¿qué es más excelente –pregunta Gregorio– la vida vegetal o la celestial? Y además se pregunta Gregorio que si la naturaleza celeste es inmutable ¿cómo allí un alma puede inclinarse hacia las pasiones o hacia el mal? Otro absurdo, argumenta Gregorio, es pensar que cualquier persona sólo puede nacer cuando le cae un alma movida por el vicio, pues esto significaría que el mundo está guiado por el mal y no podría ni pensarse que del mal pueda nacer la belleza moral (118-120, 5.4).

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Domingo, 2 de Octubre 2016


Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero

Basilio de Cesarea, San Basilio el Grande (Homilías sobre el Hexameron= la obra de la creación en seis días, III 8) también quiso mantenerse dentro del credo niceno y adoptar las posturas “oficiales” de la Iglesia. Mostró su desacuerdo con los estoicos por haber introducido la doctrina de las infinitas destrucciones y renacimientos (paliggenesas).

En la homilía en la que comenta el pasaje del Génesis sobre la formación del mundo, explica las diferencias entre el alma humana y la de los animales (VIII 2). Argumenta que esta última perece cuando la carne perece y dice, de acuerdo con las Escrituras (Levítico 17,11 y Deuteronomio 12,23), que “el alma de todo animal es su sangre, que la sangre, cuando se espesa, se convierte en carne, y que la carne, una vez corrompida, se disuelve en la tierra” y que, por tanto, no es posible el recorrido inverso. Le asombra que ciertos filósofos equiparen sus almas a la de peces o perros. Dice, no sin ironía, que él no podría afirmar si tales filósofos en otra vida fueron peces, pero que puede afirmar con toda seguridad que en esta cuestión se muestran más irracionales que los peces (Homilía VIII 2). Equipara esos filósofos a los intérpretes de sueños, que dan el significado que quieren a las imágenes oníricas y les censura que introduzcan sus pensamientos personales en los textos bíblicos.

Frente a ese tipo de cambios que supuestamente se producen en la transmigración, Basilio invita a sus lectores a creer en la transformación que anuncia Pablo de Tarso en el momento de la resurrección (VIII 8). Les anima a no abdicar de su fe y a aceptar las promesas de cambio que Pablo les anuncia (1 Corintios 15.35-50). Les critica por no creer en los cambios y la transformación que sobrevendrán con la resurrección, cuando, sin embargo, aceptan con normalidad, por ejemplo, las transformaciones de los insectos voladores.

Llama también la atención de las mujeres, para que se den cuenta de que el hilo de sus vestidos de seda procede de las transformaciones de las larvas. Imagina Basilio la vida futura como una restauración del estado original y parece que la concibe no como algo individual sino universal bajo la guía del Espíritu Santo, cuya actividad, dice, pasa de una persona a todas las demás y ofrece ayuda adicional a los que sufren por no alcanzar los dones divinos (Reglas, cuestión VII 2.


Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero
Viernes, 30 de Septiembre 2016



Gregorio de Nazianzo en su tratado poético Sobre el alma reflexiona sobre ella, sobre su función en la economía divina y su relación con el cuerpo. Critica la doctrina de la transmigración, pues, dice, le resulta difícil creer en un alma común que vaga por el aire, que ingresa en múltiples cuerpos y que cambia constantemente “como premio a su virtud o como castigo por sus faltas”.

No admite tampoco que un alma humana pueda convertirse en fiera, planta, ave, pez o reptil y no sin ironía asegura no haber visto nunca matorral que hable ni pez que no nade mudo por las aguas del mar. Su crítica a la reencarnación es, sin embargo, compatible con la adopción del vocabulario órfico y platónico para expresar a continuación su propia doctrina del alma. En realidad, Gregorio no hace sino sustituir las “teorías falsas” que circulaban en poemas –de Orfeo y Empédocles, sobre todo– por la propia.
Sin embargo, en sus poemas se trasluce que algunas de las implicaciones de la doctrina de la transmigración no era ajena a su pensamiento. Afirma, en efecto, que el alma cae desde fuera al cuerpo carnal (versos 79-80), lo que, desde luego le acerca a la idea de la preexistencia del alma. También al final del poema retoma la metáfora del viaje, con la que inicia su obra Sobre los principios, para decir que en última instancia todo hombre cual navegante que ha sufrido ventosas tormentas, vuelve a puerto, o bien dirigido por suaves brisas o bien con fatigoso remo culmina su viaje.

Recoge la misma idea en el poema Sobre las alianzas y epifanía de Cristo en la que se le compara al caminante que, tras su esfuerzo, recupera el aliento y retoma su paso de nuevo. Termina con una imagen cíclica que evoca en versión cristiana los ciclos y ciertos conceptos de la transmigración de las almas. Así dice:

Común es para todos el aire y común es también la tierra, común es el ancho cielo y las estaciones que cíclicamente cumplen su curso, y común para todos los hombres es el bautismo que trae la salvación a los mortales (95-99).

Sin embargo, pese a la adopción de cierta terminología coincidente con la reencarnación, su rechazo de ésta es claro y consecuente.

Ya falto poco para terminar esta serie

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
Jueves, 29 de Septiembre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


En la parte oriental del imperio la transmigración de las almas mereció aún en el siglo IV detallada atención de los más ilustres autores cristianos de la época. En Atenas, donde habían ido a formarse en filosofía, se encontraron tres personas, a las que unió una gran amistad: Gregorio de Nazianzo, Basilio de Cesarea y Juliano, que más tarde llegaría a ser emperador y al que se le dio el sobrenombre de “el Apóstata”.

La amistad de Gregorio y Basilio duró toda la vida. Nacidos el mismo año (329), recibieron ambos una esmerada educación en filosofía y retórica con estancias de estudio en Constantinopla y Atenas, y visitas a Alejandría. Ambos fueron ermitaños y obispos. Basilio organizó el monacato cenobítico, regulando la vida de monjes y ascetas para que vivieran en pequeñas comunidades, pues además de pensador y teólogo fue un gran organizador. Gregorio vivió en la tensión entre aceptar el compromiso de cargos eclesiásticos y su deseo de retirarse al desierto para dedicarse a la oración y a la poesía.

A las actividades de Gregorio y Basilio pronto se unió el hermano menor de éste, llamado también Gregorio y conocido como “el de Nisa” por haber sido obispo de esa diócesis. Gegorio de Nisa o Niseno no viajó fuera para estudiar como hiciera su hermano sino que recibió su formación de Basilio. Él mismo afirma que no tuvo mejor maestro que su hermano, al que después llegó a superar por la profundidad de su pensamiento. El Niseno conoció bien la filosofía griega clásica y helenística y también el neoplatonismo y admiró la obra de Orígenes.

Estos tres personajes –Gregorio de Nazianzo, Basilio de Cesarea y Gregorio de Nisa– constituyen el trío conocido como “Padres capadocios”. Dieron al cristianismo desde Capadocia –en el interior de la actual Turquía– una estructura intelectual, de acuerdo con las categorías filosóficas griegas, que contribuyó, sin duda, a su permanencia, al armonizar la doctrina cristiana con la paideia o educación griega Con ello el cristianismo se aseguró la hegemonía política y cultural en el mundo tardoantiguo y probablemente su influencia en el mundo bizantino y en la Europa occidental.

Los padres capadocios estudiaron el pensamiento griego y muy especialmente a Platón. También leyeron y conocieron la obra que les legó Orígenes pero, a pesar de que en muchos temas se consideraron seguidores suyos, en otros discreparon. Reflexionaron sobre la naturaleza del alma, sobre su origen, su destino y sobre su unión al cuerpo. No aceptaron la transmigración y quisieron tomar distancia de ella, pero la conocieron y se sintieron en el deber de criticar algunos de sus puntos, como, por ejemplo, la creencia en que un alma humana pudiera pasar a un animal o a un vegetal y que también pudiera hacer el camino inverso. Ello demuestra que en el siglo IV seguía, en efecto, abierto el debate sobre este tipo de cuestiones que iniciaran órficos y pitagóricos, y que contaba aún con seguidores entre los cristianos y entre todos aquellos formados en el neoplatonismo.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero

Nota: como hemos indicado ya varias veces, esta postal es parte del capítulo del libro editado por Alberto Bernabé, Madayo Kahle y Marco Antonio Santamaría (eds.), con el título “Reencarnación. La transmigración de las almas entre Oriente y Occidente”, Abada Editores, Madrid, 2011.
Miércoles, 28 de Septiembre 2016
Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero


Arnobio de Sica (253-327), sucesor de Tertuliano en la retórica apologética norteafricana, presenta un siglo después en su Adversus nationes un pasaje que parece no descartar la posibilidad de la reencarnación:

“Y aunque fuera verdad lo que en los cultos de misterios se dice, que las almas de los malvados van al ganado y a otros animales, después de vestirse de cuerpos humanos, se prueba más claramente que estamos cerca de otras formas de vida y no nos separan grandes distancias” (Adversus nationes = Contra los gentiles II 44-45).

Su ambigua referencia, como la de Clemente antes señalada, pretende probar un razonamiento diferente, la cercanía del hombre y el animal, y por tanto no indica definitivamente que Arnobio creyera de hecho en la metempsicosis, aunque deje la puerta abierta. Probablemente en este texto el apologista africano “construyó un puente que no llegó a cruzar” como afirma H. Zander. No deja de ser curioso que Arnobio presente la misma ambigüedad en su condena que Clemente de Alejandría, que es su fuente directa para muchos aspectos de la religión griega.

A partir del siglo IV ya las escasas referencias a la reencarnación en autores cristianos latinos se limitan a la polémica antiplatónica (Lactancio, Ambrosio), antiorigenista (Jerónimo) y antimaniquea (Agustín), sin desarrollar nuevos temas (Lactancio, Divinae Institutiones = Las instituciones divinas III 18,15. Ambrosio de Milán Sobre la resurrección 65-66, 127). Desde el Concilio de Nicea la reencarnación en la parte occidental del Imperio parece haber quedado como mero recuerdo literario y perdido toda fuerza como amenaza para un cristianismo ya triunfante que se enfrentaba a otros problemas distintos.

Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero
Martes, 27 de Septiembre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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