CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Si bien se creía en una diosa madre que habría dado a luz a las divinidades que ordenaban y recreaban el mundo en subsiguientes oleadas de ordenación frente al caos, en Mesopotamia no parece haber existido un culto del estilo observado en Egipto uniendo maternidad y agricultura.

Hoy escribe: Eugenio Gómez Segura


028. Maternidad, agricultura y religión (4): Inana / Ishtar.
La agricultura dependía en Mesopotamia de un factor un poco diferente al otro gran reino del Creciente Fértil. A diferencia de Egipto, no había un gran río circunscrito a su curso en una inmejorable colaboración con los propósitos humanos: las mejores cosechas de forma regular. Mesopotamia conoció una soberbia mejora de su calidad de vida cuando se dominó el curso de Tigris y Éufrates mediante las canalizaciones y represas, que permitían desde ese momento controlar el flujo de agua para riegos. Pero los canales no eran cosa femenina, antes bien, una civilización centrada en lo varonil dio a sus dioses el privilegio de haber inventado, y legado a la humanidad, la reconducción del agua con fines agrícolas.
 
En época muy antigua se atribuía la construcción de los canales a Ninurta, dios de la vegetación y la lluvia que, resultado de una guerra cósmica contra la montaña, ideó las acequias: el conocido poema Lugal.e, o Ninurta y las piedras (traducción de Bottéro-Krammer, Cuando los dioses hacía de hombres, pp. 366-367) dice en las líneas 349-362: “él, entonces, amontona en la Montaña las piedras y, desplegando sus brazos como una espesa nube que cruza el cielo, encierra la parte delantera del país, como con una alta muralla: forma una presa al final del horizonte. Con suprema habilidad construye, de la misma manera, diques en todas las ciudades, poniendo freno a las potentes aguas con paredes de piedra: ¡Desde ese momento ya nunca más volverán a subir de la llanura a las alturas! Reúne todo aquello que estaba disperso: las aguas que en la Montaña estaban diseminadas en lagos, las mezcla todas y las hace desembocar en el Tigris, para que rieguen, durante las inundaciones primaverales, la tierra arable”. Y en la línea 706 del mismo poema se dice: “Las aguas cuya ruta, personalmente, había trazado de arriba a abajo”.
 
En época babilónica este dominio sobre los canales se atribuyó a Marduk. En la Glorificación de Marduk este dios es reconocido como (VII 57-63): En.bi.lu.lu: ¡es el Señor munífico por naturaleza! ¡El poderoso pastor de los dioses, que instituye sus ofrendas, que funda y hace prosperar sobre la tierra pastos y aguadas, que excava los ríos y, con ellos, distribuye el agua fertilizadora! Que también se le denomine E.bi.lu.lu.e.pa.dun: ¡El Señor de la llanura y de la oleada(?), el Fontanero del universo, el Fundador de los surcos! ¡Aquél que, en pleno desierto, estableció la santa agricultura, que alinea la distribución de las tierras y los canales y que traza los surcos! En tercer lugar, que se le celebre como En.bi.lu.lugú.gal: ¡El Fontanero de los cursos de agua divinos, señor de la abundancia, de la opulencia y de las grandes cosechas!” (Traducción de Bottéro-Krammer, Cuando los dioses hacían de hombres, p. 647-648).
 
Pero sí hubo un culto a la diosa madre, no sólo dadora de vida sino criadora. En este abigarrado y difícil panteón parece que hubo varias divinidades que con el tiempo fueron unidas más o menos claramente por los fieles. Si en principio la madre de los dioses para los sumerios fue Ninhursaga, luego se habló de Ninmah o Nammu. Esta última fue la madre del Cielo (An) y la Tierra (Ki), y otros muchos dioses. Como su nombre se escribía con ellos mismos signos que un sinónimo de Abzu / Apsu, el agua primordial de la que vendrían todas las fuentes y ríos, se cree que la gran diosa habría estado unida a la idea de “partera del todo”, por así decirlo.
 
Pero ese mundo cambió cuando se adscribió la vida a la civilización que provenía de la agricultura, se concibió el canal como una obra masculina que ordenaba el mundo y permitía una vida mejor.  Las antiguas diosas del parto, de la crianza, perdieron presencia en favor de grandes consejos de divinidades presididos por dioses trasunto de los grandes dirigentes humanos. Con todo, se opina que Inana / Ishtar, diosa de la sexualidad como motor de la vida, era también diosa de la crianza. Podrían ser prueba de ello (aunque el debate no se ha cerrado ni mucho menos), algunos ídolos muy antiguos que muestran diosas amamantando o con criaturas en los brazos que muestran un marcado pubis. En algún caso han aparecido en las excavaciones imágenes de mujeres embarazadas, y también alguna suelta de divinidad con críos en los brazos y ataviada con el típico faldón divino. Esto hace pensar que hubo alguna diferencia entre dar a luz (Nintu, “Señora del nacimiento”) y criar, pero es difícil asegurar nada.
 
Enlaces a imágenes:
 
  1. Diosa con cabeza de serpiente, con marcado pubis y amamantando criatura animal (IV milenio A. C.)
https://i.pinimg.com/originals/e2/6f/6c/e26f6c7a1f5303dda6b5cc8d04588c4e.jpg
 

 
  1. Placa de terracota con una mujer amamantando a su hijo, sur de Mesopotamia, 2000-1500 a. C. Esta pieza parece indicar la veneración por una diosa de la crianza.
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/f/f6/Old-Babylonian_plaque_of_a_sitting_woman_breastfeeding_her_infant%2C_from_Southern_Mesopotamia%2C_Iraq.jpg/800px-Old-Babylonian_plaque_of_a_sitting_woman_breastfeeding_her_infant%2C_from_Southern_Mesopotamia%2C_Iraq.jpg
 

Lunes, 14 de Septiembre 2020


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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