CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero



Hoy escribe Antonio Piñero


Después de publicar mi nota, numerada como 164-23, sobre “Un cristianismo que promocionaba una cierta independencia de las mujeres”, recibí una nota personal de mi amigo Ariel, un prestigioso teólogo argentino, a quien muchos de los lectores conocen, discrepando cortésmente del fondo de algunos aspectos de mi nota.

Al parecer di a entender que para el autor del Cuarto Evangelio María Magdalena ocupaba un papel muy importante. En verdad no es exactamente esa la idea que yo quería poner de relieve, sino –como indicaba la continuación del título de mi postal- que del Evangelio de Juan y su actitud con Magdalena podía deducirse la existencia de un rama del cristianismo que concedía una cierta importancia e independencia a las mujeres.

Ariel argumenta del modo siguiente:

“Me permito humildemente discrepar con usted sobre el rol de María Magdalena en el evangelio de Juan. Según mi opinión, ella no aparece engrandecida sino más bien disminuida y rebajada en el Evangelio de Juan. La escena de Jn 20,1-2.11-18 es reveladora, más allá de su historicidad o no:

- En los vv. 1-2: se confunde e interpreta mal el sentido de la tumba vacía ante los discípulos: cree que han robado el cadáver.

- En los vv. 11-13: vuelve a interpretar mal la tumba vacía, esta vez ante los ángeles;

- En los vv. 14-15: de nuevo interpreta mal la tumba vacía, ahora ante Jesús. No lo reconoce y lo confunde con el jardinero (en Mt 28,9 ella sí lo reconoce).

- En los vv. 14.16: dos veces debe “darse vuelta” para poder encontrarse con Jesús.

- En el v. 16: llama a Jesús rabuní (=en arameo, “mi pequeño maestro”, “mi maestrito”). Durante su vida pública (en 1,38) la gente lo llama rabí (=maestro). Al parecer, ella en su ignorancia cree que Jesús regresó a la tierra y volverá a ser su maestro como antes.

- En el v. 17: Jesús la reprende para que deje de tocarlo. Y de paso le aclara que él no se quedará en la tierra para siempre como una aparición, como ella erróneamente ha pensado.

- En los vv. 16-17: no se le pide que anuncie la resurrección (como en los sinópticos), sino sólo la ascensión.

- Finalmente, si decimos que al menos estuvo en la categoría de los que “vio” a Jesús, en Jn 20,29 se felicita a los que creen sin ver, como el Discípulo Amado en 20,8, que vio la tumba vacía y creyó”.

Luego añade en un addendum que ni siquiera el número de veces que aparece en escena María Magdalena en los evangelios canónicos (Mc 4; Mt 3; Lc 2; Jn 2) favorece mi “teoría” sobre la función de esta mujer en el Cuarto Evangelio”.

En efecto: en Marcos aparece en 4 escenas (Mc 15,40; 15,47; 16,1; 16,9); en tres escenas en Mateo (27,56; 27,61; 38,1), dos en Lucas (8,3; 24,10) y en dos en Juan (19,25;28,1ss).

A todo ello tengo que indicar:

Estoy totalmente de acuerdo con lo que Ariel dice en las notas a los versículos al capítulo 20 como en el addendum. Su percepción es correcta. Siempre he defendido que María Magdalena es pa el evangelista el ejemplo claro del paso de la fe incorrecta a la correcta. Pero yo escribí lo siguiente:


“De cualquier modo que el autor del texto resalte la importancia de una mujer como ‘apóstol de los apóstoles’ es evidente”. Ello contradice de cualquier modo el axioma jurídico del judaísmo que sostiene que “la mujer no es válida como testigo por sí sola”.

“La posible rectificación del IV Evangelio (me refiero al transmitir una tradición que no presenta Pedro como el primero que gozó de una aparición) presentando a María como la primera mujer que ve al Resucitado, y que transmite la noticia a los apóstoles tuvo un éxito grande, lo que implica que había un público receptivo a la idea: existía una rama del cristianismo en la que la mujer era mejor considerada que en otras”.

“La escena dio pie también para que los autores de los evangelios apócrifos gnósticos, que apreciaban mucho al IV Evangelio (El primer comentario conocido del Evangelio de Juan es gnóstico, de Heracleón, en el siglo II), cultivaran este ambiente más favorable a las mujeres”.


Creo que está clara mi posición, que por otro lado es bastante modesta.

Además, aunque las dos escenas johánicas sean correctivas, son escenas tremendas que ponen de relieve indirectamente la importancia de esta mujer, incluso para el evangelista. Y esto es lo importante. Y no digamos de la escena de la presencia al pie de la cruz: por muy correctiva que sea, sólo María Magdalena estaba allí, ningún otro discípulo varón, salvo el Amado.

En síntesis: Juan se comporta en estas escenas como hace en general con el material “sinóptico” (es decir, el correspondiente a la tradición en conjunto que está detrás de Marcos, Mateo y Lucas), a saber: corrige continuamente, pero nunca llevando expresamente la contraria o diciendo “tal cosa está mal”: “transcribe” discursos de Jesús, o presenta escenas ideales, u omite otras (la institución de la eucaristía)… y piensa que todo ello “habla por sí mismo”.

En el caso de María Magdalena mi argumento sería: de modo indirecto tenemos aquí un gran reflejo de un cristianismo que de algún modo “promocionaba una cierta independencia de las mujeres o favorecía su autonomía religiosa respecto a los varones”. Y es bastante ya eso a finales del siglo I, donde –como señalamos- el papel preponderante de las mujeres en las iglesias paulinas de l inicio había decaído en extremo porque habían cambiado mucho las circunstancias sociales.

El cristianismo era ya menos “doméstico”; pasaba a ser una entidad “más pública”, debido simplemente al aumento del número de miembros en los grupos. Con ello la función de la mujer, que gobernaba una iglesia doméstica como si fuera su ámbito familiar…, decreció. Al ser las comunidades cristianas de “dominio público” (sin exagerar), se encargaron pronto los varones de tomar las riendas, puesto que, según las convenciones sociales, lo público era su ámbito de poder.

Pero como veremos al comentar el Evangelio de María (Magdalena) gnóstico, la corriente que se trasluce por debajo de las críticas del Cuarto Evangelio, es como un intento de equiparación de la mujer con el varón en la Iglesia. Subsistían esas variedades de cristianismo.

Sospecho además otra cosa: es muy posible que esa corriente que promovía a las mujeres estaba presente dentro de la comunidad johánica misma. Por eso la critica un Evangelio que se dirige sobre todo a cristianos iniciados. Se trata de una crítica a gente dentro de su propio grupo.

Y no me extraña, porque el Evangelio de Juan deja traslucir una comunidad cristiana un tanto mística. Y allí donde impera el Espíritu y la mística, allí tienen mayor importancia las mujeres.

Gracias, Ariel, que has dado pie a estas reflexiones.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


Martes, 19 de Octubre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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