CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Peligrosas generalizaciones negativas sobre el valor de Flavio Josefo acerca de la existencia de Jesús de Nazaret (18-02-2021) (1164)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Flavio Josefo. Tomado de Wikipedia.
 
Voy a traducir la p. 41 del libro de R. Carrier “Jesus from the Outer Sapece” y luego comentaré:
 
A partir de haber establecido Carrier la idea de que, en la “historia de las religiones” ninguna divinidad que muere y resucita (entre las que se halla Jesús) tiene ninguna existencia histórica., Carrier se pregunta si Jesús es una excepción:
 
“A partir de este momento, tenemos que preguntar: ¿hay alguna prueba o testimonio (el vocablo evidencia es aquí un bárbaro anglicismo, pero que se está introduciendo sin remedio) que asegura que Jesús es una excepción? Podemos rescatar a Jesús de nuestras justificadas sospechas (de que nunca existió)?”
 
“Cuando miramos los testimonios fuera del NT, concluimos que nada hay utilizable para este propósito. Las primeras menciones que tenemos, desde sesenta a noventa años posteriores, son los «Anales» de Tácito y las «Antigüedades» de Flavio Josefo. Incluso si son auténticas (y hay buenas razones para dudar de ello), tales escritos serían las únicas   menciones a Jesús como figura histórica (fuera del NT) hasta pasados cien años desde que comenzó la religión (cristiana). Ahora bien, tales fuentes no proporcionan indicación alguna de ora fuente de información que no séanlos Evangelios, o bien informantes que se basan en los Evangelios”.
 
“Por consiguiente, no tienen capacidad de corroborar (la información) de los Evangelios, puesto que no podemos dar por seguro que no sean otra cosa que ecos de tales obras. Justamente eso: meros ecos de los Evangelios directa o indirectamente. No hay en ellas una corroboración independiente de algo concerniente a Jesús. Eso significa que no existía ninguno que pudiera ser citado; o bien que de alguna manera se perdió o se ignoraba. Sea una cosa o la otra, no existe para nosotros prueba alguna que podamos tener en consideración”.
 
Hasta aquí Carrier.
 
Por lo menos en lo que respecta a Flavio Josefo (Antigüedades XVIII 63-64: escritas en el 95 d. C. y cuando muchos de los cristianos con los que pudo contactar Josefo en Roma eran judíos creyentes) lo  que dice Carrier es sencillamente muy dudoso, por no decir erróneo.
 
Argumento tomando notas de mi libro “Aproximación al Jesús histórico” 4ª edición Trotta 2020:
 
Ningún historiador independiente duda de que ese testimonio flaviano haya sido interpolado por los escribas cristianos.
 
El texto de Flavio Josefo es el siguiente:
 
“Por esta época vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de los hombres que acogen la verdad con placer y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Él era el Cristo. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él. Y hasta el día de hoy existe la estirpe de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”.
 
Están de acuerdo todos los investigadores en que el texto ha sufrido las manos de los escribas cristianos, que lo han glosado e interpolado.
 
Los retoques cristianos son, en opinión casi unánime de la investigación, los siguientes:
 
a) “Vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre”;
 
b) “Era el Cristo”;
c) “Al tercer día se les apareció vivo, como lo habían anunciado los profetas de Dios, así como habían anunciado estas y otras innumerables maravillas sobre él”.
 
Estas frases son ciertamente imposibles en Flavio Josefo, pues representan una clara profesión de fe cristiana y ese autor no le era; no lo fue nunca. Por tanto, son claramente añadidos cristianos. Si quitamos estas frases más que dudosas, diría que imposibles, quedaría el texto así:
 
“Por esta época vivió Jesús, un hombre [sabio]. Fue autor de obras sorprendentes y maestro de hombres que acogen la verdad con placer, y atrajo no solamente a muchos judíos, sino también a muchos griegos. Y, aunque Pilato, instigado por las autoridades de nuestro pueblo, lo condenó a morir en cruz, sus anteriores adeptos no dejaron de amarlo. Y hasta el día de hoy existe la tribu de los cristianos, que se denomina así en referencia a él”.
 
Parece que este pasaje puede atribuirse sustancialmente a Josefo, pues su estilo e ideas y vocabulario son típicamente suyas. Opino, pues, que la hipótesis de la “autenticidad de ese texto, pero con retoques” es la más convincente.
 
Y existe un argumento suplementario en pro de su autenticidad. Casi todos los investigadores mencionan este famoso pasaje tal cual lo hemos transcrito al principio, aislándolo de su contexto y considerándolo en sí mismo, pero pocos hacen hincapié en el final del texto sobre Jesús que sirve de empalme con el siguiente y que me parece iluminador:
 
“Y por el mismo tiempo (de Jesús) ocurrió otra cosa terrible (griego: héteron ti deinón) que causó gran perturbación entre los judíos (griego ethorýbei toùs ioudaíous)”.
 
Ciertamente este último pasaje aclara mucho. De él se trasluce que el núcleo del testimonio de Flavio Josefo sobre Jesús estaba dentro de una lista de personajes y sucesos tristes y malos que impulsaron a los judíos a la desastrosa sublevación del 66 d.C. Por tanto, el historiador judío estaba dando unos breves toques sobre tipos dañinos para el judaísmo y en concreto menciona la vida de un personaje mesianista, Jesús de Nazaret, cuya existencia había causado daños al pueblo judío, pues había potenciado las expectativas mesiánicas; había contribuido notablemente al ambiente exaltado general que llevó al pueblo judío a la catástrofe del año 70 d.C.: destrucción de Jerusalén del pueblo, de gran parte del país, innúmeras gentes hechas prisioneras y esclavas, y muchos muertos.
 
Flavio Josefo no tenía ningún interés en inventarse la existencia de un Jesús de Nazaret nefasto y colocarla dentro de una lista de personajes para él desastrosos. Luego, si eliminamos los retoques cristianos, el pasaje es un testimonio directo de la existencia de Jesús.
 
Por tanto, el texto no puede eliminarse alegre y desenvueltamente de la discusión, como si todo él fuera un añadido voluntario, con ánimo falsario, por obra de un escriba cristiano que apoyaba así la existencia de un personaje que en el fondo era un puro mito. El argumento se revela insostenible, a mi parecer.
 
Opino que lo único que hizo el escriba cristiano fue manipular el texto y presentar a Jesús a mejor luz. Así el retoque consistió en a) eliminar un posible principio del texto que ponía a Jesús dentro de una lista de personajes indeseables; b) añadir tres frases (las arriba destacadas); c) cambiar la más que probable palabra de Josefo sophistés, “sofista” (Jesús era un sofista más) por sophós = “sabio”.
 
Teniendo todo esto en cuenta, no es extraño que el texto de Josefo reconstruido por R. Esissler en su obra de 1931 “Jesús, el rey que nunca reinó” sea bastante plausible y haya comenzado del siguiente modo:
 
“Por aquel tiempo ocurrió el inicio de nuevas perturbaciones: Jesús, varón sofista… (griego archè néon thorýbon)”.
 
La reconstrucción del texto griego originario está citada en una amplia nota por el editor, Louis Feldman, en la p. 48 del volumen IV de las Obras de Josefo de la Loeb Classical Library, de 1965. L. Feldman era un excelente filólogo y un judío muy religioso y conservador, de quien no cabe esperar tantas simpatías por Jesús como para no declarar espurio un texto de Flavio Josefo si así lo creyera.
 
Así pues, según el historiador judío, Jesús de Nazaret agitó con su predicación a las masas judías y fue un eslabón más de los que la condujo a la catástrofe. Lo mismo que antes Juan el Bautista, que aparece por ello en la misma lista. Por tanto, si no es posible rechazar en bloque este texto como totalmente inauténtico, y si estimamos la mención josefina de Jesús como muy negativa, no sospechosa de ser una interpolación, debo concluir que es un testimonio directo de la existencia histórica de Jesús de Nazaret. 
 
Algún estudioso podría argumentar que este pasaje de Josefo es demasiado positivo respecto a Jesús, aun despojado de las posibles glosas cristinas. Pero el argumento tampoco es válido: si se estudian las palabras que este texto, en apariencia o por hipótesis más o menos neutro sobre Jesús, utiliza para describir la actividad de Jesús, observaremos que se emplean en el resto de su obra para designar actos negativos. Es esta una tarea propia de especialistas, en la que no puedo detenerme y mostrar listas de palabras unidas a una discusión filológica de su significado en este preciso texto, pero sus resultados son también muy concluyentes.
 
Alguien puede volver a argumentar en contra: El pasaje de Flavio Josefo no se encuentra en el texto del sabio cristiano Orígenes (muerto hacia el 250). Luego es falso.
 
Pues tampoco este argumento es seguro. Es más probable lo siguiente: la transmisión del texto de Flavio Josefo fue obra de cristianos ya que los judíos lo odiaban como traidor. Al llegar al Testimonio los escribas cristianos lo eliminaron (= texto en manos de Orígenes). Pero luego se dieron cuenta que era más provechoso para la propaganda cristiana falsificar el texto josefino añadiéndole glosas = texto que ha llegado hasta nosotros.
 
Sostengo que lo dicho es más plausible que la opinión de Carrier de que Flavio Josefo simplemente copió o bien de los Evangelios o de cristianos que citaban los Evangelios.
 
Síntesis: opino que la hipótesis de Carrier sobre Flavio Josefo no es en absoluto convincente.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 18 de Febrero 2021

Los mártires de las persecuciones romanas forman una buena parte de quienes se encuentran en el grupo de los considerados santos. El respeto que los mártires alcanzaron entre sus compañeros de religión es una de las marcas de su futuro culto como tales. Pero parece que hay algo más que cristianismo en su desafiante actitud ante la muerte.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


047. Del culto a los difuntos al culto a los santos (4).
Calígula. Tomada de Wikipedia.

La devotio era una práctica propia de la religión romana más antigua que, si bien prácticamente desapareció de los usos comunes, permaneció en la tradición y la ética religiosa del Imperio.

La devotio consistía en ofrecer la propia vida a los dioses para lograr un bien para la ciudad de Roma. Este voto extremo tuvo al parecer pocas ocasiones de celebrarse. La primera gran cita de la devotio con la historia tuvo lugar en la batalla del Vesubio, disputada en el año 340 antes de nuestra era. Para sofocar la revuelta que los habitantes de Campania y otras regiones al sur de Roma habían iniciado contra ésta, los romanos habían enviado un ejército compuesto por cuatro legiones, dos dirigidas por el cónsul Publio Decio Mus, las otras dos por otro cónsul, Tito Manlio Torcuato. El caso es que, según cuenta el historiador Tito Livio, ambos cónsules soñaron que los dioses les avisaban que el triunfo caería en favor del ejército cuyo general muriera en combate ofreciendo su vida a la Madre Tierra y a los dioses subterráneos. Los cónsules tomaron la decisión de entregar su vida si alguna de las legiones a su mando estaba en peligro inminente de ser derrotada. Cuando la batalla tuvo lugar, fue Publio Decio Mus quien ofreció su vida. Para ello habló con el pontífice M. Valerio:
 
Necesitamos la ayuda de los dioses, M. Valerio. Ea, pues, Pontífice público del pueblo romano, ve pronunciando delante las palabras con las que yo me consagre por las legiones. El Pontífice le ordenó que tomara la toga pretexta, y una vez cubierta la cabeza y llevada la mano bajo la toga hacia el mentón, le ordenó que, estando de pie sobre una espada arrojada al suelo, repitiera una a una estas palabras: “Jano, Júpiter, Padre Marte, Quirino, Belona, Lares, dioses Novensiles, dioses Indigetes, dioses, bajo cuya potestad estamos nosotros y los enemigos, Dioses Manes, os suplico y ruego con veneración, os pido y consigo que concedáis al pueblo romano de los Quirites la fuerza y la victoria, y a los enemigos del pueblo romanos de los Quirites los llenéis de terror, de espanto y los sepultéis en la muerte. Tal como lo he pronunciado con mis palabras, así también ofrezco conmigo por la República de los Quirites, por el ejército, las legiones y los auxiliares del pueblo d ellos Quirites, a las legiones y auxiliares de los enemigos a los dioses Manes y a la Tierra” (Traducción de J. Guillén). Tito Livio, VIII, 9, 4-8.
 
El sacrificio personal se llevó a cabo: Decio se arrojó contra los enemigos, que quedaron paralizados por el terror que les inspiró una actitud tan loca (locura y divinidad solían estar asociadas). El momento fue aprovechado por las legiones para rehacerse y para, poco a poco, derrotar a los enemigos.

Esta entrega a la República, al bien público, en definitiva, posteriormente parece haber conocido otros ejemplos: en la batalla de Sentino (295 a. C.) Publio Decio Mus hijo repitió la heroicidad de su padre; en la batalla de Asculum (279 a. C.) otro Decio, según Cicerón, se arrojó a las flechas enemigas.

Esta ceremonia de último recurso acabó por engrandecer la idea de la entrega a la patria, aunque con el tiempo se vio redirigida hacia el culto al emperador. Sabemos que como parte del mismo los romanos consideraban que debían ofrecer sacrificios al emperador para que intermediara entre los dioses y los súbditos, y eso, junto a otras cosas, llevó a una peculiar anécdota: Calígula, famoso por sus locuras, cayó enfermo en cierta ocasión. Algunos incautos se atrevieron a ofrecerse como gladiadores para que éste sanara y otros, incluso, ofrecieron sus cabezas para tal fin (Suetonio, Calígula 14, 2). El gracioso emperador les recordó después sus votos y les exigió cumplirlos (Suetonio, Calígula 27, 2).

La verdad es que todo esto podría haber quedado en simples anécdotas más o menos verídicas de no ser por un último ejemplo de devotio: la del propio emperador Claudio II el Gótico en la batalla de Naissus (Nis). Cuenta Amiano Marcelino (Res Gestae 16, 10, 3) que en el año 269 este emperador ofreció a los dioses su vida por la victoria del ejército contra los godos. El caso es que, bien por una plaga, bien por viruela, Claudio II murió, y la tradición afirmó que ése era el pago por la victoria. Fue inmediatamente convertido en dios. Es decir, fue recompensado por su entrega asumiendo la forma más perfecta de vida.

La devotio, aun siendo (podríamos decir) un fantasma a lo largo de la historia de Roma, fue un hecho cultural que pudo haber conformado una suerte de entrega por la causa, una suerte que, más allá de los hechos, llevara a muchos cristianos a entregarse (como sabemos) durante las persecuciones para ofrecer su vida a la divinidad. Algunos de estos fueron después considerados santos.

Saludos cordiales.

https://www.eugeniogomezsegura.es/
logos@ugeniogomezsegura.es
 
Lunes, 15 de Febrero 2021
Curso en línea sobre el "Jesús histórico"
MORIAH COLLEGE
 
Instituto adscrito a la UNIVERSIDAD HEBREA de Jerusalén
 
Curso en línea  “Una aproximación al Jesús Histórico”, dictado por el profesor Antonio Piñero
 
Para inscribirse:
 
https://moriacollege.com/aproximacion-jesus/
 
Nuestro objetivo durante este curso online es presentarte diferentes aspectos de la vida de Jesús, que serán analizados por uno de los principales expertos en el tema en clases en vivo.
 
Durante el curso, tendrás acceso a contenidos valiosos, fruto de décadas de investigación académica, interpretados por el profesor Antonio Piñero, sin sesgos religiosos.
 
Con eso, la idea es que, al completar el curso, puedas desarrollar un enfoque crítico e independiente de este tema que despierta el interés de millones de personas en todo el mundo.
 
Para ello, tendrás acceso a 8 clases en vivo, con los siguientes temas:
 
Clase 1: El Cristo de la fe y el Jesús de la historia. ¿Son compatibles? Breve historia de la investigación. ¿Existió realmente Jesús? Análisis de los argumentos a favor y en contra. Resultados.
 
Clase 2: La infancia y formación de Jesús. La cuestión especial de los “Evangelios de la Infancia” (Mateo 1–2; Lucas 1–2)
 
Clase 3: Vida pública de Jesús: duración; su relación especial con Juan el Bautista. Jesús como profeta apocalíptico.
 
Clase 4: La enseñanza de Jesús (I): El Reino de Dios.
 
Clase 5: La enseñanza de Jesús (II): La iglesia / la eucaristía /  La vida moral según Jesús.
 
Clase 6: Autoconciencia de Jesús: ¿Hijo de Dios? ¿Hijo del hombre? ¿Mesías? ¿Profeta?
 
Clase 7: Proceso de Jesús. Muerte y sepultura.
 
Clase 8: La cuestión histórica de la resurrección y las apariciones.
 
Este  curso online “Una aproximación al Jesús Histórico”, dictado por el profesor Antonio Piñero, tiene la inscripción abierta
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
Viernes, 12 de Febrero 2021
“Es razonable la posibilidad de que Jesús de Nazaret no haya existido nunca” (11-02-2021. 1162)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Osiris, dios egipcio (foto de “Historiando.org”)
 
El título de esta postal está tomado del título del capítulo 2 del libro de R. Carrier “Jesus from Outer Space” (“Jesús desde el espacio anterior”) aunque no sea una traducción meramente literal del título en inglés: “There is a good chance Jesus never existed”.
 
En este capítulo Carrier desmenuza la historia de Osiris tal como la expone Plutarco en “De Isis y de Osiris”, un tratado de sus “Moralia” (obras sobre la vida moral y ética).  Primero resume Carrier el mito de Osiris, luego describe como eran –en el ámbito del Mediterráneo oriental– las nociones en torno a los cultos cuya idea central es la de un Dios que muere y resucita; enumera sus características y luego las compara con la noción central del cristianismo en torno a Jesús como hijo de Dios, que desciende del cielo, habita en la tierra, muere, resucita, asciende al cielo. Y cómo el cristiano puede obtener la salvación imitando la peripecia de este dios que muere y resucita.
 
No lo explica nada mal, ciertamente. En castellano tienen los lectores el capítulo del Prof.  Jaime Alvar “Pablo los misterios y la salvación” en el libro comunal “Biblia y Helenismo”, del 2006, reeditado con éxito por la editorial Herder de Barcelona hace algo más de dos años, pp. 331-358.
 
Pero comparar la reinterpretación de la muerte y resurrección de Jesús por parte de Pablo y sus seguidores es súper conocida desde el siglo XIX gracias sobre todo desde el famoso libro de Richard August Reitzenstein Das Iranische Erlösungsmysterium: Religionsgeschichtliche Untersuchungen (“El misterio de la salvación según (la religión) irania. Investigaciones sobre la Historia de las religiones”).
 
Así que esto es más o menos “descubrir el Mediterráneo”.
 
Como conclusión de esta parte descriptiva de su capítulo 2 afirma Carrier que es posible describir el cristianismo “antes de que este existiese” combinando el sustrato judío del cristianismo con el conjunto común de concepciones de otras religiones de salvación de la época. Y eso no es pura coincidencia".
 
Mi respuesta es: Acabo de escribir que es cierto en gran parte. Siempre he defendido que el cristianismo como tal “nace” con la interpretación paulina de la muerte y resurrección de Jesús hecha por Pablo. Pero eso se refiere a la tal reinterpretación. Y es un error de lógica deducir de ello que –como el Jesús cristiano se parece a los dioses que mueren y resucitan– Jesús no existió nunca. Es así que los dioses paganos, Osiris por ejemplo (del que habla Carrier) no existió nunca…, hay muchas posibilidades de que Jesús no existiera nunca.
 
Sinceramente solo veo la lógica de la posibilidad, pero la posibilidad no es una realidad. El grupo cristiano helenístico, al designar ya como salvador a Jesús (y en esto ese grupo es un precedente de Pablo), unía en la persona de éste una de las características del Dios veterotestamentario con la designación de ciertos dioses de las religiones de misterios e incluso de los monarcas que habían recibido ese título, y honores divinos, por su función salvadora de los peligros.
 
Con ello pretendía proclamar ante los paganos que la verdadera salvación no habría de buscarse ya en esas divinidades mistéricas o en el amparo de señores terrenales, sino en el Hijo de Dios. La insistencia en esta titulación, fácilmente comprensible por las masas del Imperio, explica suficientemente que muy pronto casi desapareciese de la tradición el misterioso título de "Hijo del Hombre", ininteligible para los que procedían del paganismo.
 
No lo dudo. Pero estamos hablando de la teología cristiana evolucionada tras el pensamiento de Pablo. He escrito en la obra comunal “Orígenes del cristianismo” (también reeditado por Herder, p. 403):
 
La aceptación de la influencia en el cristianismo de la "religiosidad pagana contemporánea y particularmente de los cultos mistéricos, [...] de todas estas modalidades de la soteriología individualista que habían confluido en la figura-tipo del personaje divino que muere, vuelve a la vida y hace partícipes a sus devotos de su victoria sobre la muerte" (así José Montserrat) nos conduce directamente al origen histórico de una concepción nuclearmente cristiana: en último término ésta nace aplicando a Jesús concepciones que provienen no solo del mundo judío, sino de la religiosidad pagana”.
 
Repito que lo dicho no se refiere a Jesús  de Nazaret, sino a la reinterpretación y “repensación” de si figura por parte de Pablo de Tarso en primer lugar. El Prof. Jaime Alvar citado arriba escribe en ese capítulo de “Biblia y Helenismo”:
 
“Resulta, en mi opinión, un error sostener que la salvación paulina y la mistérica es esencialmente distinta porque no la establecen exactamente con los mismos parámetros. Cuando se insiste en el hecho diferencial cristiano atendiendo al fenómeno de la redención, se está forzando la situación de modo innecesario para dramatizar las diferencias. No hay que olvidar que en todo este asunto lo primordial, no es la forma mediante la que se accede a ella, sino la existencia de una vida eterna garantizada individualmente. Y precisamente en esto hay coincidencia entre los misterios y el cristianismo.
 
Y luego sostiene:
 
Se puede “aceptar que Loisy  (en su obra Les mystères païens et le mystère chrétien, París 1930) se excedió al considerar la salvación ultramundana en el cristianismo como préstamo mistérico. Sin embargo, es preciso reconocer que las réplicas de los autores confesionales no han sido mucho más acertadas (por ejemplo, se ha banalizado la complejidad religiosa indiscutible de los misterios paganos). La salvación personal… está confirmada en el libro XI de las Metamorfosis de Apuleyo, donde se puede constatar la esperanza en una vida ultramundana muy próxima a la que postula el cristianismo. Y que la intervención divina es imprescindible para la salvación individual no sólo se deduce del hecho de que es la divinidad la que señala quién ha de ser iniciado, sino que está explícito en el famoso texto del mitreo de Sta. Prisca en Roma, reiteradamente mencionado: «et nos servasti [eternali] sanguine fuso: “Nos salvaste derramando sangre [eterna]»”
 
Todo esto lo han admitido los historiadores independientes desde hace mucho tiempo. Pero no es de recibo el que a partir de las cartas auténticas de Pablo y otras del Nuevo Testamento deduzca Carrier que como no hablan del Jesús terreno, sino solo del salvador celestial, hay muchas posibilidades de que Jesús de Nazaret nunca haya existido.
 
Se trata solo de la reinterpretación de Jesús de Nazaret por parte de los judeocristianos helenistas con Pablo a la cabeza, pero no la idea  que tenían los primeros seguidores de Jesús en el grupo primitivo de Jerusalén.
 
Como otras veces, Carrier –opino– va bastante más allá de lo que dicen los textos. Lo veremos el próximo día.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 11 de Febrero 2021

El mundo clásico conoció un tipo de muerte honrosa que funcionó como un modelo ético de cierta importancia social, política y filosófica: la entrega a la muerte respondiendo a ciertos ideales.
Hoy escribe: Eugenio Gómez Segura.


046. Del culto a los difuntos al culto a los santos (3).
Muerte de Séneca, de Manuel Domínguez, Museo del Prado
 
Entre las muertes más admiradas en el mundo clásico figuran las de Aquiles y Héctor porque un héroe mítico también es un modelo con el que aprender a morir. Mediante el patrón de los héroes en Grecia se aprendía a morir y revivir para siempre en la memoria colectiva. La muerte como un hecho cultural de primera magnitud. Así, Aquiles y Héctor pueden ser modelo de la aceptación consciente y valiente del final. En el canto XVIII de la Ilíada, el primero desvela a su madre, la diosa Tetis, que está decidido a aceptar su muerte (vv. 88-92) Todas las traducciones de E. Crespo Güemes):
 
...Mas sucedió así para que sufrieras penas infinitas en el alma
por el fallecimiento de tu hijo, a quien no volverás a dar
la bienvenida de regreso a casa, pues mi ánimo me manda no
vivir ni continuar entre los hombres, a menos que Héctor
pierda antes la vida abatido bajo mi lanza...
 
Y poco después continúa (vv. 115-121):
 
...Mi parca yo la acogeré gustoso cuando Zeus
quiera traérmela y también los demás dioses inmortales.
Ni la pujanza de Hércules logró escapar de la parca,
aunque fue el mortal más amado del soberano Zeus Cronión,
sino que el destino lo doblegó y además la dura saña de Hera.
Así también yo, si el destino dispuesto para mí es el mismo,
quedaré tendido cuando muera.
 
En cuanto a nuestro segundo héroe, Héctor, el canto XXII ofrece su muerte frente a Aquiles. De todo este canto destaca el pasaje en que finalmente reconoce que ha llegado su hora (vv. 297-305):
 
¡Ay! Sin duda los dioses ya me llaman a la muerte.
Estaba seguro de que el héroe Deífobo se hallaba a mi lado;
pero él está en la muralla, y Atenea me ha engañado.
Ahora sí que tengo próxima la muerte cruel; ni está ya lejos
ni es eludible. Eso es lo que hace tiempo fue del agrado
de Zeus y del flechador hijo de Zeus, que hasta ahora me
han protegido benévolos; mas ahora el destino me ha llegado.
¡Que al menos no perezca sin esfuerzo y sin gloria,
sino tras una proeza cuya fama llegue a los hombres futuros!
 
Observemos cómo ambos héroes arrostran el final con la misma entereza, si bien envueltos en una moral nobiliaria y guerrera que, con todo, no obsta para convertirlos en modelos a la hora de asumir la muerte como final de todo, una concepción expresada a propósito del destino de Héctor (vv. 361-363):
 
Apenas hablar así, el cumplimiento de la muerte lo cubrió.
El aliento vital voló de la boca y marchó a la morada de Hades,
llorando su hado y abandonando la virilidad y la juventud.
 
Estas dos muertes mitológicas se convirtieron en muertes que culturalmente fueron reales: la muerte voluntaria, aceptando el final y renunciando a una vida normal, se convirtió en un hecho real. Una manera de apreciar la trascendencia de las ideas en la realidad del comportamiento de la humanidad puede ser la que ofrecen los casos de los ilustres romanos que prefirieron la muerte honrosa a la vida sin honra (el dulce et decorum est propatria mori de Horacio). Ejemplos de tales actos de valentía personal digna de la mayor alabanza por los contemporáneos y las generaciones futuras fueron (y siguen siendo), los siguientes:
  1. Catón el joven, que se suicidó en Útica para no ver las maldades de César;
  2. Ático, amigo de Cicerón, que tras muy duradera enfermedad decidió poner fin a su vida;
  3. Séneca, bajo la presión de Nerón, se convirtió en modelo del filósofo que acepta la muerte tal como había ocurrido con Sócrates.
No quiere esto decir que los filósofos tuvieran una forma estereotipada de suicidarse, sino que había una cultura de la aceptación de la muerte que dignificaba y convertía en merecedor de La buena reputación, la seguridad de ser elogiado tras la muerte, de tributar honores a quien la llevaba a cabo, fueron posiblemente motivos culturales para arrostrar los últimos momentos de la vida. Y hubo muchos más, como la devotio, de la que hablaremos la próxima semana.
 
Saludos cordiales, Eugenio Gómez Segura.
 
Domingo, 7 de Febrero 2021
Las medias verdades son más peligrosas que las mentiras (04-02-2021.- 1161)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Uno de los manuscritos de los rollos del Mar Muerto.
 
Recuerden que escribir en una de mis postales anteriores que prometí a Richard Carrier que criticaría su libro. Y también se lo prometí a su portavoz en Chile, David Cáceres. Y lo cumpliré hasta que Ustedes digan “¡Basta! ¡Estamos hartos de este tema!”.
 
Pues bien, una de las cosas que más cansan a la hora de dialogar o escribir es tener que presentar argumentos en pro de lo evidente. Es aburridísimo ya que debería verse y entenderse por sí mismo. Casi peor, sin embargo,  es lo de las medias verdades. Contra ellas es difícil luchar
 
Afirma Carrier que los primeros cristianos, judíos de pura cepa, que seguían yendo al Templo todos los días a rezar para que se cumpliera la vuelta de Jesús, pero ya confirmado por d como juez de vivos o muertos (Hechos 2,46: “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón” defendían que Jesús, sí Jesús, vivía en espacio exterior.
 
Yo creo que jamás sostuvieron eso. Lo que sí mantuvieron era que  Jesús fue un hombre en el que en vida entró en su cuerpo el Espíritu divino. Así se expresa  en el documento judeocristiano del siglo III (el escrito básico), titulado “La novela de Clemente” / La pugna de Pedro con Simón Mago. En él dice Pedro al sumo sacerdote Caifás (en la versión latina, llamada “Reconocimientos”) que los judíos con Caifás a la cabeza  “rogaban que hablásemos con ellos de Jesús, si él era el profeta que Moisés predijo… pues en esto solamente estriba la diferencia entre nosotros los que hemos creído en Jesús frente a los incrédulos judíos”. Pedro acabará explicando que una vez que entró en el hombre Jesús el Espíritu de divino de la Profecía, este se convirtió en el “mesías eterno”. Pero primero fue un hombre, conocido por algunos de los  viejos del lugar.
 
Es claro para quien sepa algo del judaísmo del siglo I, antes y después, que –como creo que he dicho más de una vez– los judíos creían firmemente que había cosas que habían sido “creadas” (es decir, prexistían en la mente divina, antes de d creara el Universo). Y destacaban siete cosas: “El Templo, el trono de gloria, la gehenna, el arrepentimiento, la ley de Moisés, el paraíso y el mesías” (La fuente principal se halla en el Talmud de Babilonia tratado Nedarim  39b). Por influencia probablemente del platonismo vulgarizado –al igual que la moral estoica vulgarizada– que había alcanzado a Israel desde dos siglos antes de Jesús, esas “cosas preexistentes” eran las ideas ejemplares, perfectas, de la mente divina que servían de modelo para la realización terrestre, cuando llegara su momento. En el templo real de Jerusalén se concretó esa idea divina, o en la ley de Moisés, o en el mesías igualmente, que era necesariamente humano. De lo contrario no era mesías.
 
Por tanto, no es correcto decir con Carrier (p. 31) que los primeros cristianos creían que “Jesús”  residía desde siempre en el espacio exterior, sino que era un hombre inhabitado en un momento de su vida por el Espíritu divino.
 
Decir eso “habitar en el espacio exterior” es no entender en nada la mentalidad judía. Deseo que quede claro que para un judío del siglo I el mesías era necesariamente un ser totalmente humano, realmente existente, en el que penetraba la idea divina de mesías, del mismo modo que el espíritu profético divino (que los judíos llamaban el Espíritu Santo) había penetrado en el cuerpo de un hombre concreto, Elías, por ejemplo, y lo había transformado en profeta…¡Pero no por eso Elías dejaba de ser humano… y jamás ningún judío pensó que antes de presentarse en la tierra Elías viviera en el espacio exterior…¡Pues de Jesús tampoco!
 
Según los primeros cristianos, Jesús era un hombre corriente hasta que le invadió, en el momento que Dios quiso (según Marcos en el bautismo); según Lucas y Mateo en el mismo vientre de su madre, según Juan en un momento indeterminado de la vida de Jesús en el que penetra en él El Verbo divino. Y según Pablo, el mesías en un hombre casi “normal y corriente”, aunque descendiente físicamente de David” (Romanos 1,3). Y en él entró el espíritu/concepto divino de “mesías” y lo hizo eso, mesías.
 
Según algunos cristianos tal cosa había ocurrido en la vida misma terrenal de Jesús (Marcos). Según Pablo, la constitución de Jesús como mesías pleno y total que incluye la función de juez no tuvo lugar hasta la resurrección. Pero de ningún modo Pablo pensó jamás que antes de morir y resucitar Jesús fuera un “dios solar o astral” y que Jesús vivía en el espacio exterior, y que era un ángel y no un hombre (Carrier). ¡Nunca!
 
Si Jesús, para Pablo hubiese sido un ángel, no tendría sentido alguno su evangelio, a saber que un hombre, el segundo Adán (y Adán fue un hombre y no un ángel), Jesús, murió en la cruz y resucitó. ¿Cómo iban a pensar Pablo los primeros cristianos que Jesús como ángel que era tomó cuerpo humano y murió en la cruz y resucitó? Carrier cae en la cuenta de esta dificultad y aduce como prueba de que era así Filipenses 2,6-8:
 
6El cual, existiendo en forma de Dios,  no consideró rapiña ser igual a Dios.  7Sino que se anonadó a sí mismo  tomando forma de esclavo,  llegando a ser en semejanza de hombres  y fue hallado en condición de hombre;  8y se humilló a sí mismo,  hecho obediente hasta la muerte  y muerte de cruz”.
 
Este texto es muy difícil por ser un himno poético (sea de Pablo o no, es decir, Pablo lo copia, no importa ahora para el argumento). El transfondo, de modo obscuro y casi implícito, al tratarse de una composición semipoética, de esta comparación sería doble. Por un lado, el relato de la creación según el Génesis en la que se dice que el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios es semejante a éste (Gn 1,27: tendría la forma de Dios). El mesías sería el paradigma del ser humano perfecto, y podría haber vivido una vida excelente en este mundo.
 
Por otro, el trasfondo sería la concepción de un mesías humano que se apoya en el paradigma de la contraposición entre el primer Adán y Jesús como segundo Adán, que en principio son ambos humanos. Tal esquema se halla en textos como Romanos 5,14-15: 
 
“Pero reinó la muerte desde Adán… Pues si por el delito de uno (solo) murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don (otorgado) por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos!”,
 
O 1 Cor 15,20.45:
 
20 “Como, pues, en Adán mueren todos, así también en Cristo serán vivificados”… 45 “Y así está escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida”.
 
Pero en 1 Cor 10,4 aparece ya una idea parecida a la de Filipenses:
 
“Todos (los israelitas en el desierto del Sinaí) bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo”. Aparentemente –según este testo– el mesías era preexistente
 
Pienso, pues que el himno de Filipenses era una reflexión mística sobre la vida de Jesús, que no fue la existencia gloriosa, como mesías que era, de los señores, o héroes con grandes poderes, que eran aclamados como tales en los reinos de la época, sino un héroe que se abajó a una vida y muerte de esclavo. Pablo –sostienen algunos estudiosos-- estaría quizás contraponiendo las actitudes y la actuación política y humana de un gobernante malvado, Nerón en esa época, a la del Mesías que obró radicalmente al revés.
 
Esta exégesis hace hincapié en la dificultad enorme de aceptar la preexistencia física de un ser a quien Dios luego resucita (la exaltación a los cielos es también una forma antigua del judeocristianismo para expresar la resurrección) y sitúa en una posición privilegiada. Es evidente que cualquier judío pensaba a Dios no podía resucitar a quien era “preexistente”, es decir, “había vivido desde siempre”. Imposible resucitar a un ser así. La solución tiene que estar en otro lado.
 
Sin duda es claro que en la segunda parte del himno se habla de una divinidad suprema (Dios de Israel) y de una entidad inferior, el mesías, que es exaltada posteriormente al rango divino; de ningún modo se expresa la igualdad, por así decirlo, de sustancia divina propia de dos seres. La divinidad exalta al mesías humano hasta un rango divino tras su resurrección: hay, pues, una “apoteosis” = elevación al rango divino. Sin embargo dice que “existiendo en forma de Dios,  no consideró rapiña ser igual a Dios”
 
 
Probablemente lo que ocurre es que el himno está equiparando al mesías, una vez constituido como tal por el Espíritu divino, con la Sabiduría divina que es naturalmente preexistente, puesto que es un modo de Dios. Esa equiparación es propia de un  judaísmo místico y visionario, en nada racional, ya –por lo menos– desde el siglo III antes de Cristo.
 
 
La interpretación que estoy ofreciendo de un texto dificilísimo es congruente con el pensamiento global de un Pablo judío y practicante, aunque debo confesar que el v. 6 se las trae. No es lo mismo en griego ser un “eikôn”, una “imagen” de Dios, que “existir en forma de” (griego “en morphéi theoû hypárchein”) de Dios, que apunta hacia la unidad de forma y sustancia.
 
 Estaríamos en uno de los casos difíciles de imprecisión retórica, mística, visionaria en los que Pablo, que está pensando siempre en el Cristo celestial, que no le importa para nada el lado humano del Mesías, retroproyecta poéticamente al Jesús humano cualidades divinas, como henos visto en 1 Cor 10,4 arriba citado.
 
En síntesis, a partir de este texto difícil, en contra de otros muy claros, no se puede decir que todos los cristianos creían que “Jesús”  (insisto: Carrier escribe “Jesús” p. 31) residía solamente en el espacio exterior antes de venir a la tierra. Añade Carrier que a lo mejor este Jesús imaginario jamás vino a la tierra, puesto que la idea de que Jesús “estuvo en la tierra” no aparece nunca en Pablo. Y deduce: A lo mejor Pablo nunca oyó nada en verdad  de la existencia en la tierra del predicador de Galilea. ¿Acaso fue esa idea una ficción posterior? (Carrier: p. 31).
 
No entiendo como dice esto Carrier cuando Pablo mismo dice en 2 Corintios 5,16 “En adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así”, lo que significa bastante claramente –pienso– que aunque él, Pablo, conoció a Jesús  como hombre, ese conocimiento no le interesa. Ese es un conocimiento carnal. A él solo le interesa el conocimiento espiritual del evento final de la vida de ese hombre, su muerte y su resurrección. Y dese ese momento final retroproyecta a la vida humana de Jesús lo que se piensa solo tras su resurrección
 
Todo esto es teología judía pura y dura. Algunos pensaron lo mismo de Henoc, el “sétimo varón después de Adán”  (Génesis 5,21-24) a quien imaginaron siempre como un ser humano, no como un ángel.
 
Perdonad esta larga y abstrusa disquisición…, pero no quiero escaparme de ningún argumento de Carrier, aunque personalmente considere que este, por causa de no haberse metido en la piel de los judíos de la época, es muy posible que no entienda el Nuevo Testamento (los Evangelios en especial) de la manera como los judíos de la época lo habrían entendido. Pienso que muchos paganos que procedían de los “temerosos de Dios”, que frecuentaban el contacto con los judíos, sobre todo los sábados también eran capaces de entender los Evangelios al modo judío, como lo que son obras judías. Para eso no hay que leer solo el Nuevo Testamento, sino también la literatura judía de la época para entenderlos.
 
Síntesis de nuevo: para entender el Nuevo Testamento a fondo y de verdad, un Nuevo Testamento que es un libro judío de cabo a rabo, hay que pensar como un judío.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
 
DOS NOTAS:
 
1. Una entrevista en video que me hizo Jesús Bastante, subdirector de “Religión Digital” (la transcribirán y publicarán dentro de unos días):
https://www.youtube.com/watch?v=TUEqaLb5wms
 
2. Enlace audio de una entrevista que me hizo José Rafael Gómez  (programa “Universo de Misterios”):
 
https://www.ivoox.com/215-aproximacion-historica-a-figura-de-audios-mp3_rf_64639054_1.html
 
Saludos de nuevo
 
Jueves, 4 de Febrero 2021
“Nuevos enigmas de la Biblia” (III) de Ariel Álvarez Valdés (28-01-2021; 1160)
Foto: Libro
 
Escribe Antonio Piñero
 
Si no me equivoco es esta la octava o novena vez que escribo sobre este ilustre colega, Ariel Álvarez Valdés y sobre sus libros de divulgación bíblica, que me parecen excelentes. Ariel tiene un buen acumen crítico, escribe claro y ordenado y lleva al lector en volandas hasta la conclusión de cada uno de los capitulitos/capítulos de sus libros. Su método de análisis es el usual en la investigación histórica de textos antiguos, intentando aclarar sus lugares difíciles por medio del estudio del contexto histórico, del vocabulario, de la historia de las ideas, del pensamiento global del autor bíblico del que comenta alguna sección o pasaje.
 

Los resultados son buenos, porque creo que en la mayoría de los caso convence al lector de que su opinión interpretativa es la correcta. En la ocasión actual comento la tercera entrega de su serie sobre “Nuevos enigmas de la Biblia”, Editorial PPC, Madrid, 2020, 12x19 cms, 172 páginas. ISBN: 978-84-288-3541-1. Precio 16,50 €.

 

 

En esta entrega el autor propone la resolución de 10 “enigmas” bíblicos, que son los siguientes: 1. “¿Quién es el único personaje bíblico concebido por un ángel?”. 2.  “¿Se casó el rey David con su propia suegra?”. 3. “¿Mató el profeta Eliseo a cuarenta y dos niños?”. 4. “¿Predijo el profeta Isaías el nacimiento de Jesús?”. 5. “¿Anunció Jesús su muerte con una parábola?”. 6. “¿Cómo supo el centurión al pie de la cruz que Jesús era Hijo de Dios?”. 7. “¿Por qué se pelearon san Pablo y Bernabé?”. 8. “¿Condenó san Pablo la homosexualidad?”. 9. “¿Por qué Judas escribió su carta?”. 10. “¿Por qué el autor del Apocalipsis viajó a Patmos?”.

 

 

Siete, pues, de estos temas abordan cuestiones del Nuevo Testamento, por tanto del ámbito en el que trabajo preferentemente. No quiero destripar el libro, pero sí deseo comentar algunas cosas que me han llamado la atención.

 

 

En el texto 4, el pasaje de Isaías 7,14 (“El Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”), que servirá, por ejemplo, al evangelista Mateo 1,23 para probar que las Escrituras ya habían profetizado el nacimiento virginal de Jesús (“Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros»”) como “enigma” se halla resuelto si se considera el proceso de traducción y reinterpretación del pasaje por parte de los LXX traductores al griego que creyó/creyeron que debían traducirlo así, referido a Jerusalén y a un rey futuro, porque ese era el pensamiento verdadero de Isaías: “donde decía «muchacha» (la mujer del rey Ajaz 2 Reyes 18,2) el traductor escribió «virgen», ya que pensó, al traducir al griego, que el profeta se refería no a la mujer del rey sino a Jerusalén suele identificarse con una virgen en la Escritura Is37,22; Jer 14,17; Lamentaciones 2,13), y en donde se decía en el hebreo «ha concebido» puso un futuro «concebirá». Así el traductor más que traducir hizo una acomodación del texto pasado al futuro.

 

 

El evangelista Mateo, cuya lengua era el griego, se encontró en ella esta traducción del pasaje de Isaías, y le pareció clarísimo que eso explicaba el nacimiento de Jesús de maravilla: Jesús era un héroe especial, como otros héroes del mundo grecorromano, cuyo nacimiento se debía a Dios y solo a Dios. Pero en Jesús en grado excelso.

 

 

Otro caso, muy bien explicado por Ariel, es el de la parábola de los viñadores homicidas de Marcos 12,1-11:

 

 

“Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros.  Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: “A mi hijo le respetarán”. 7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia.” 8 Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. 10 ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; 11 fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»”.

 

 

Sostiene nuestro autor la misma tesis que diversos comentaristas críticos,  por ejemplo, John P. Meier, quienes estiman que la parábola es auténtica, pero hasta el v. 8 exclusive (“Lo agarraron, lo mataron, y lo echaron fuera de la viña), aunque quizás con una formulación no exactamente igual a la que aparece ahora en Marcos. El resto (“¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»”) NO pertenece a Jesús. ¿Por qué? ¿Por qué/Porque refleja la teología del evangelista o de su grupo cristiano primitivo? Y ¿cómo podemos llegar a esa conclusión? Pues porque para contar al pueblo esta parábola (mejor, “alegoría) Jesús tendría que haber sabido muchas cosas que no es verosímil que supiera.

 

 

¿Y cuáles eran esas cosas? Por ejemplo, que él era “el Hijo de Dios” (hijo único en sentido ya paulino, y una entidad divina, al menos después de la resurrección; que las autoridades romanas lo matarían; que moriría fuera de las murallas de Jerusalén; que después vendrían sus seguidores que acabarían formando con gentiles, no solo con judíos, una religión nueva, el cristianismo; que Jesús sería la “piedra” esencial de esa nueva construcción/religión, etc. Todo este conjunto de argumentos pertenece al modo de razonar de la crítica evangélica desde hace siglos, que concluye que tal como está el final de la parábola (versículos 8-11) no pueden en modo alguno proceder del Jesús histórico.

 

 

Y así podría seguir poniendo ejemplos, pero –como dije– no destriparé el libro.

 

 

Hay otros casos en los que la postura de Ariel quizás pueda discutirse. Señalaré algo. Por ejemplo, en el enigma nº 7 “¿Por qué se pelearon Pablo y  Bernabé?”, opino que Ariel tiene razón al destacar que en el período de la vida de Pablo que narran los Hechos de los apóstoles hay mucha señales de que al principio la figura de Bernabé era mucho más importante que la de Pablo en el conjunto de la comunidad judeocristiana primitiva. Y también tiene razón en poner en duda muchos datos de Hechos porque no resisten la crítica histórica.

 

Un paréntesis: creo que Hechos es una obra mucho más tardía que el 90 que postula Ariel. El análisis del estilo por potentes computadoras, la igualdad, sin embargo, de temática y de frases con el tercer Evangelio, las evidentes contradicciones de Hechos respecto a Lucas, sobre todo en la resurrección y Ascensión de Jesús, hacen que sea probable que Hechos fue compuesto por un discípulo de Lucas que actuando con el “espíritu” del maestro imitó su estilo y parte de sus ideas, añadiendo las propias. Cierro el paréntesis.

 

 

Sigo. Creo que no se profundiza en la razón por la cual Pablo discutió agriamente con Pedro y con Bernabé. Ciertamente no fue por la “fuga” de Marcos que dejó en la estacada a estos dos, como afirma Hch 13,13. Hay otra razón que solo se descubre teniendo en cuenta, como apunta ciertamente Ariel, Gálatas 2,11-14. He aquí el texto:

 

“Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»”.

 

El pasaje exige páginas enteras para desarrollar y explicar bien su complejidad. Opino, sin embargo, que hay una razón básica para la discusión entre Pablo, Pedro y Bernabé: el evangelio de Pablo dirigido a los gentiles (las cartas todas de Pablo, las conservadas, van dirigidas a gentiles, no propiamente a judeocristianos; Pablo adopta retóricamente el punto de vista de los gentiles, aunque él sea un judío convencido y practicante, solo que creyente en Jesús como mesías, y afirma que los gentiles al creer en Jesús no tienen que hacerse judíos. Por tanto, la parte de la ley de Moisés que está dirigida solo al pueblo judío (pureza ritual, pureza de los alimentos y circuncisión) no afecta a quienes NO son judíos, aunque sean creyentes en Jesús.

 

Pablo distingue muy bien entre dos partes de la ley de Moisés: 1. Una eterna y universal, fundamentalmente el Decálogo; 2. Otra especial, y en parte temporal, dirigida solo a los judíos. Lo único que  dice Pablo en sus cartas (desgraciadamente sin especificar –utilizando solo la palabra “ley”, sin más–, ya que sus corresponsales lo entendían perfectamente, es que esa parte de la Ley no les obligaba.

 

Cuando desde S. Agustín y Lutero sobre todo se dice sin precisar que Pablo “negó la validez salvadora de la ley de Moisés”, sin concretar más, se está diciendo un auténtico disparate. La parte esencial de la Ley es el Decálogo y la Shemá (la confesión de que el Dios de Israel es el único Dios)… Siendo esto así, ¿le cabe a alguien en la cabeza que Pablo hubiera dicho que la “Ley” (insisto que contiene el Decálogo y la Shemá) ya no tiene función salvadora? Pues aunque parezca una increíble imprecisión se ha dicho siempre que Pablo  y el cristianismo negaron toda validez a la ley de Moisés. Disparate mayúsculo, repito. Lo que Pablo  negó fue que la observancia de la parte de la ley de Moisés que afectaba solo a los judíos (alimentos, pureza y circuncisión) NO era precisa para los gentiles creyentes en Jesús como mesías, ya que por creer en Jesús no se habían hecho judíos. Como ramas de oleastro se habían injertado en Israel (el único que se salva, según Pablo), pero no se habían hecho judíos. Así se cumplía la promesa de Dios a Abrahán de que sería “padre de numerosos pueblos” (Génesis 17,4; no solo del pueblo judío) Y si alguien tiene alguna duda que lea 1 Corintios 7, 17-19:

 

“En todo caso, a cada uno como le asignó el Señor; cada cual viva del modo como le ha llamado Dios. Y así lo ordeno en todas las iglesias. 18 ¿Fue llamado uno siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Fue llamado uno siendo incircunciso? No se circuncide. 19 La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. 20 Permanezca cada uno en la llamada en la que fue llamado por Dios”.

 

Ahora bien, hay que reconocer que a los judíos normales no creyentes en Jesús como mesías, les daba cien patadas en el estómago que viniera Pablo a decirles que un gentil, con tal de que creyera en Jesús y cumpliera la ley del amor o del Mesías, se iba a salvar con iguales derechos que ellos, el pueblo elegido que además tenía que cumplir 613 preceptos. ¡No había derecho! Israel perdía, con la doctrina de Pablo todas sus ventajas en la salvación. Jamás persiguieron los judíos a Pablo porque hubiera pensado que el mesías una vez resucitado fuera divino de algún modo, y nunca pensaron que Pablo estaba poniendo en duda el más estricto monoteísmo. Eso, acerca de un mesías semidivino tras su muerte, lo pensaban muchos judíos piadosos de la época, sino porque con la doctrina de Pablo Israel perdía todas sus ventajas en cuanto a la salvación.

 

Por tanto, la disputa de Pablo / Pedro y Bernabé era muy seria: “Pablo afea a Pedro el cambio de actitud: primero le había dado la razón en la reunión de Jerusalén --los gentiles convertidos a la fe en el Mesías se salvarán incluso sin cumplir la ley de Moisés completa--, pero luego se la quitó con su actitud en Antioquía: la salvación de los gentiles sería de segundo grado, puesto que eran impuros. Como la actitud de Pedro suponía aceptar que los rigoristas tenían razón, todo el concepto del evangelio de Pablo --en su importante idea acerca del cumplimiento de la Promesa a Abrahán con la incorporación de gentiles a Israel sin circuncidarse, en cuanto gentiles etc.-- se venía abajo. Por eso se enfadó tanto Pablo con Pedro y con Bernabé” (véase aquí  mi obra “Guía para entender a Pablo”, Trotta, Madrid 2ª edición de 2018, p. 157)

 

Y un par de cosas más para valorar el libro de Ariel Álvarez Valdés: sobre el enigma nº 8 (8. “¿Condenó san Pablo la homosexualidad?”) habría que discutir bastante, pero lo dejo para otra ocasión. Solo decir que aquí la aportación de Ariel es muy importante y que puede servir, y mucho, para una discusión acerca de cómo conviene precisar el tema de si Pablo condenó la homosexualidad tal como se entiende hoy.

 

Me temo, sin embargo, que a pesar de las precisiones del libro se olvida el autor que ante todo y por encima de todo Pablo es un judío, y un judío cabal y diría que “fanático” en el buen sentido, y que si hoy levantara la cabeza, no creo que aceptara los argumentos de Ariel, porque aplicaría sus principios judíos clarísimos hasta hoy día sobre la sexualidad (siempre dentro del matrimonio y como fin primario la procreación) y no abonaría en absoluto las tesis del libro que estamos comentando.

 

 

Y, por último, lanzo una mera hipótesis a propósito del “enigma” nº 9: “¿Por qué Judas escribió su carta?”. La carta de Judas es mucho más tardía que lo que supone Ariel. Está escrita ciertamente por un judeocristiano que se sabe de memoria su Biblia y que sabe escoger ejemplos estupendos de la Biblia hebrea para atacar a los “herejes”.

 

Pues bien, propongo como hipótesis de trabajo que el autor de Judas, para describir a los “falsos maestros” de dentro y de fuera de la comunidad que combaten  “la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre” (concepción típicamente lucana y tardía en el cristianismo primitivo: la fe ha caído del cielo con la revelación de Jesús formada ya perfectamente y sin mancha; solo los herejes, libertinos, que se dejan llevar de la avaricia y sus pasiones corrompen la fe recibida) utiliza la descripción paulina de los “pneumáticos” o espirituales de 1 Corintios, y de los falsos maestros que se recomiendan a sí mismos de 2 Corintios 10. El autor de Judas, pues, se inspira no solo en la Biblia hebrea en su furibundos ataques, sino en lo que encuentra en 1 2 Corintios cuando Pablo se defiende también de sus adversarios. La carta de Judas debe situarse, pues, a finales del siglo I.

 

 

Resumo: merece la pena leer y pensar en esta tercera entrega de “Enigmas” de la Biblia del filólogo/ teólogo argentino Álvarez Valdés. La divulgación de Ariel tiene detrás de sí muchísimas horas de estudio técnico y profundo de la Biblia hebrea y del Nuevo Testamento en particular. Es pues una “divulgación/investigación” porque “divulgar” es simplemente ofrecer al gran público las ideas del pensar medio de la investigación, pero aquí hay mucho más que mera divulgación: hay reflexión propia sobre los textos bíblicos, lo cual no es divulgación solo, sino investigación.

 

 

Saludos cordiales de Antonio Piñero

http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html

 

Mi intervención en RNE “Espacio en blanco”, con Miguel Blanco, sábado a domingo 23/24 enero 2021

https://www.rtve.es/alacarta/audios/espacio-en-blanco/zombies-convento-24-01-21/5770673/
A partir del minuto 12.45
 
 
 
Jueves, 28 de Enero 2021

El culto al emperador no comenzó humildemente, sino que, en su mismo arranque, apuntó a las más altas cimas de gloria. Con ese principio, fácil es entender que acabara siendo una arraigada costumbre religiosa de las gentes del Imperio.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


045. Del culto a los difuntos al culto a los santos (2).
Moneda acuñada por Augusto que muestra el templo que se dedicó a César (su padre adoptivo) como divino tras su muerte (tomada de aquí)

La religión del Imperio Romano ha de considerarse un factor importante en la evolución de la religión cristiana. El simple hecho de constituir precisamente la población que comenzó a creer en un Jesús de Nazaret divinizado y que, a la postre, fue convertida en su totalidad al cristianismo, basta para entender este dato.

Una de las costumbres religiosas más importantes de aquella época imperial romana (tomada desde Julio César) fue adorar a la persona del emperador como casi divina en vida y divina a su muerte. Los restos que de ella tenemos son múltiples y abrumadores, quizá en un sentido restringidos a las muestras más elitistas del arte figurativo (estatuas, arquitectura, etc.) sí; y también, gracias a textos y hallazgos arqueológicos menores, confirmada para la religión más llana, más cercana al día a día de los habitantes del Mediterráneo romano.

La llegada a Roma ciudad de esta costumbre que ya había causado sensación en Oriente (sólo hay que recordar las ideas de Alejandro Magno al respecto y el legado que éstas dejaron) puede estudiarse bastante bien con los datos que el historiador Suetonio nos proporciona sobre la persona de Julio César (vida de César, 76):
 
Sin embargo, predominan sobre estos otros actos y dichos suyos, que hacen pensar que abuso del poder y que fue asesinado con razón. En efecto, no solo acepto honores excesivos, como varios consulados seguidos, la dictadura y la prefectura de las costumbres a perpetuidad, además del prenombre de Imperator, el sobrenombre de Padre de la Patria, una estatua entre los reyes y un estrado en la orquesta, sino que permitió también que se le otorgaran por decreto otras distinciones que sobrepasan incluso la condición humana: un trono de oro en la curia y en su tribunal, un carro y unas andas en la procesión del circo, templos, altares, estatuas junto a los dioses, un lecho sagrado, un flamen, unos nuevos lupercos, el que un mes se designara con su nombre; y no hubo cargo público que no recibiera u otorgara a su capricho (Trad. de R. Acudo Cubas).
 
El escenario ofrecido por Suetonio resulta de lo más clarificador: a César se le atribuyeron (o logró que se le atribuyeran) cultos propios de los dioses. César sobrepasó los límites de la política romana al llamarse Padre de la Patria (eran o bien Eneas o Rómulo), Imperator (cargo excepcional), una similitud con los reyes (cargo desterrado de Roma en el 499 a. C.). Quizá esto hubiera sido asumido más o menos (con muchas reticencias desde luego por la personalización del poder y el desprestigio de los senadores como clase política). Pero ser considerado por encima de los límites de la condición humana es sumamente interesante: trono de oro (como cualquier divinidad del Olimpo, al estilo de la escultura de Zeus en Olimpia); carro y andas en la procesión (tal como eran paseadas las estatuas de los dioses romanos en los días principales), templos, un flamen (sacerdocio adscrito a una divinidad), lupercos (miembros de dos colegios sacerdotales así llamados por las fiestas Lupercales; César creó un tercer colegio y lo denominó Lupercos de César); y según una costumbre antiquísima de Roma y muchos pueblos un mes recibió su nombre como otros meses recibían un nombre divino o asociado a una divinidad.

Hay que insistir en que la adoración a César no sólo es un registro de la vida política, una parte quizá demasiado institucionalizada del total de Roma; es también una costumbre que trascendió lo político y se convirtió en popular.

También Suetonio muestra cómo, a sus ojos, el exceso podía extenderse o controlarse. De esto último, Tiberio (Vida de Tiberio, 26):
 
Prohibió que se le decretaran templos, flámines y sacerdotes, e incluso que se le erigieran estatuas y bustos sin su permiso, que, por otra parte, solo concedió a condición de que no los colocaran entre las imágenes de los dioses, sino entre los adornos de los templos. Se opuso también a que se le prestara el juramento de ratificar sus actos y a que el mes de septiembre recibiera el nombre de Tiberio… (Trad. de R. Acudo Cubas).

Estas costumbres fueron ratificadas con el tiempo con la confirmación de apoteosis, la subida de los emperadores y sus esposas al Olimpo. Pero el paso ya estaba dado: un mortal puede ser divino en vida y tendrá premio tras su muerte al hallarse junto a los dioses. Los réditos políticos y sociales de la costumbre no tardaron en manifestarse: Marco Antonio ya se había representado en Oriente como Dioniso; Calígula incluso se declaró dios en vida; Claudio se representó como Zeus ; Nerón se hizo conmemorar con una colosal estatua semejando a Helios-Sol…
 
Saludos cordiales.
 
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Lunes, 25 de Enero 2021
“Elija Usted su Jesús mítico” (21-01-2021) (1159)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: Un Jesús mítico (tomada de catxipanda.tothistoria.cat)
 
Hasta ahora, en mi diálogo con R. Carrier (su propuesta está explicada de un modo claro en la postal nº 1156 del 7-01-2021), he discutido y argumentado como muy probable, o probabilísimo lo siguiente:
 
· Que del Talmud no podemos sacar ningún dato fiable sobre Jesús de Nazaret. Que los cristianos del Oriente se equivocaran sobre la fecha de existencia de Jesús no es prueba alguna de su no existencia: porque los disparates en fechas en historia antigua son el pan nuestro de cada día, y de ello no podemos deducir la inexistencia de personajes o incluso de grupos. Recuerden que las Pseudo Clementinas, cuya base es del siglo III, escribe que la secta de los saduceos nació en época de Juan Bautista!!! (Menudo disparate, pero de eso no deduzco que los fariseos son un mito literario): “Postales”  1151 y 1153 (10-12-2020 y 17-12-2020)
 
· Que los cristianos dibujaron en los evangelios un Jesús con aspiraciones reales al trono de David en Israel. Por ello, la hipótesis que esos mismos cristianos primitivos, una vez creado mentalmente por alguien, o por algunos, utilizaran el nombre de Jesús de Nazaret, al igual que podrían haberlo llamado teóricamente Ben Pantera, para “historizar” a Jesús –es decir, que cualquier personaje le bastaba para “historizar” los mitos que estaban creando– es una hipótesis totalmente implausible.
 
Me explico: quiero decir, que explicar el origen de los evangelio y del cristianismo en general como el intento de dar una pátina artificial de historia a un mito, a una creación puramente teológica (a saber un Jesús que desciende del espacio exterior para cumplir el encargo de su padre y morir en la cruz, o empalado, da igual, de modo que esa muerte sea un sacrificio que  borra los pecados del mundo) es totalmente inverosímil: Postal nº 1154 (24-12-2020)
 
· Que Pedro no fue el inventor del mito cristiano, sino en todo caso, Pablo. Lo pruebo por medio de un análisis del Nuevo Testamento: Postales  1155 y 1157 (31-12-2020 y 8-01-2121)
 
· Que no hay una cristología angélica consistente en los Evangelios: luego no hubo un invento de Jesús como un ángel: Postales 1147 y 1148  (12-11-2020 y 17-12-2020) más, la postal sin número del 5-11-2020 titulada: “La llamada cristología angélica. ¿Pensaban los cristianos que Jesús no era un hombre, sino un ángel?”. Por tanto la idea de que “todos os cristianos” creían que Jesús era en realidad un ángel venido del cielo no puede probarse.
 
· Que la teología de la epístola a los Hebreos no puede aplicarse a todos los cristianos: Postal nº 1158 (14-01-2020). No puede decirse que “los cristianos primitivos pensaban como el autor de Hebreos que Jesús vivía en el templo celestial donde fungía como sumo sacerdote y que luego se creó el mito de un personaje real de carne y hueso.
 
A esto he añadido unas consideraciones extratextuales:
 
A) A ningún judío después de la derrota ante Roma en la Guerra del 66-70, momento en el que los judíos eran profundamente odiados en todo el Imperio se le podía ocurrir (repito a ¡un judío!) inventar el mito de un judío crucificado en la cruz como sedicioso contra Roma como el salvador nada menos no solo de los judíos, sino del mundo entero. Tal invento es absolutamente inverosímil en el momento histórico en el que se produce: postal nº  1155 del 31-12-2020
 
B) Ningún judío del siglo I se haría seguidor de un Jesús mítico y extraño, porque todos los judíos desde pequeños habían mamado la idea de que el mesías tenía que ser un hombre, de carne y hueso y sucesor de algún modo de David: Postal nº  1155 del 31-12-2020. Hay que tener en cuenta que el cristianismo nace entre judíos muy religiosos.
 
C) Ningún judío en sus discusiones contra los cristianos, hacia los años 70 / 80 (cuando todavía podía estar con vida alguien que hubiera visto a Jesús de Nazaret en persona, se le ocurrió decir que toda discusión teológica acerca de ese Jesús no valía la pena, porque “ese Jesús nunca había existido”. Jamás, nunca jamás los judíos utilizaron ese argumento fácil e imposible de rechazar: “Vuestro Jesús no existió jamás”. Si lo hubieran pensado y hubiese sido verdad, lo habrían utilizado: Postal nº  1155 del 31-12-2020.
 
Una vez que esto queda claro, juzguen Ustedes las afirmaciones de R. Carrier, en su capítulo 1 de su obra “Jesus from the Outer Space”, en su capítulo 1, “¿De qué Jesús estamos hablando exactamente?”, de las pp. 18 a la 34:
 
· El Evangelio de Marcos se compuso al final de la década de los 70, sabiendo lo sucedido respecto a Jerusalén y el Templo, ya que tomó noticias de esa destrucción del templo de Jerusalén a partir de la historia de Jesús ben Ananías, de Flavio Josefo (“La guerra de los judíos”, obra compuesta el año 76).  P. 18. 
 
Sostengo: Probablemente el Evangelio de Marcos se compuso antes del 76. No necesitaba inspirarse en Josefo.
 
· “El Evangelio de Marcos se llama así no porque lo compusiera Marcos, sino porque Marcos es su fuente”… (p. 19)
 
Habría que precisar: ciertamente no sabemos quién es ese Marcos. Pero Papías señala que Marcos era discípulo de Pedro (obra “Explicación de las palabras del Señor” de Papías, perdida, pero citada por Eusebio de Cesarea Historia Eclesiástica III 39,14-16). Es decir, entre Pedro y el tal Marcos se inventaron todas las historias y dichos de Jesús, a partir de visiones y revelaciones de Pedro. Como hipótesis parece totalmente inverosímil.
 
·  “No hay fuentes sobre Jesús independientes del Evangelio de Marcos (p. 22) en cualquier obra compuesta después de este Evangelio”.
 
Opino que esta afirmación es sencillamente errónea, ya que hay muchísimo material en Mateo y Lucas, Evangelio de Tomás, al menos, que no proceden de Marcos. Hay noticias en el Evangelio de Juan que tampoco son marcanas e incluso que contradicen a Marcos.
 
· “De la predicación y enseñanzas de Jesús se dice explícitamente en nuestras fuentes antiguas que su origen está en visiones  e interpretaciones de las Escrituras; no que provengan de un rabino itinerante que hubiese conocido alguien en persona” (p. 24)
 
Opino que esta frase es imprecisa, exagerada y sencillamente no extraíble tal cual de nuestras fuentes. Opino de nuevo que Carrier no hace exégesis de las fuentes sino “eiségesis”, que significa introducir en las fuentes significados que estas no tienen en absoluto.
 
· “Antes de que el Evangelio de Marcos se publicara después de la gran guerra de los judíos contra Roma, ningún texto cristiano dice siquiera que Jesús fue crucificado en la tierra” (p. 24). Un poco antes sostiene Carrier que nadie impide que los primeros cristianos creyeran que la crucifixión en el Gólgota era una mera “historización” de una “crucifixión ocurrida en el cielo (y vista en visiones por Pedro).
 
Explico: como, según “Marcos”, la crucifixión es un hecho meramente simbólico (todo el Evangelio de Marcos es un símbolo o una parábola extendida” según Carrier), ese mismo Marcos la describió en la tierra para que sus lectores cristianos, o no cristiano,  pudieron creer que la “crucifixión” sucedió de verdad, aunque en  realidad lo que pudo haber sucedido fue una visión de Pedro de lo ocurrido en el ámbito de lo supranatural, fuera de la tierra, “una crucifixión llevada a cabo por demonios”.
 
Carrier afirma (el lector saca al menos la impresión de que es así) que textos anteriores a Marcos son Pablo, Hebreos, 1 Clemente, 1 Pedro, Santiago y Judas.
 
En mi opinión, repito, todas estas propuestas –aún sin probar en el capítulo primero– son meras hipótesis implausibles.
 
Y desde luego, si he entendido bien este capítulo primero, de presentación, Carrier está mezclando Carrier “churras con merinas”, ya que sostener (según parece; de lo contrario que lo hubiera redactado más claro) que 1 Clemente, 1 Pedro, y las epístolas de Santiago y de Judas son anteriores cronológicamente a la composición del Evangelio de Marcos, y que por eso no hablan de la crucifixión de Jesús (¡aún no se había inventado este mito!) es totalmente erróneo desde el punto de vista crítico e histórico-literario. Esos escritos son posteriores al Evangelio de Marcos y no hablan de la crucifixión porque todos los cristianos la conocían. No era necesario narrarla de nuevo, sino extraer las consecuencias teológicas. Esos escritos dan, pues, por supuesto, que sus lectores conocen las historias evangélicas sobre Jesús, que ellos no tienen necesidad de repetir.
 
· Afirma Carrier además que Marcos jamás pretendió escribir historia, sino en todo caso (algo que se ve mucho mejor en sus sucesores, Mateo, Lucas y Juan) un intento de presentar un personaje simbólico en una suerte de narración, que en realidad no es más que una parábola amplia. Solo décadas después de Marcos, en los evangelios de Mateo, Lucas y Juan, sus autores pretenden conscientemente afirmar que están escribiendo historia. Así que para Carrier lo que hubo en realidad fue un mito construido por Marcos en forma de parábola (pretendidamente así ¡una parábola!, no un relato histórico, ni nada  que pretendiese conscientemente aparentar que era histórico.
 
Y como la Iglesia iba evolucionando y convirtiéndose en una entidad social, surgió la pretensión de los jefes de las comunidades de ser sucesores de los apóstoles. Esa pretensión llevó a la fabricación de “historias”, que en  realidad eran inventadas. “Como Jesús solo era conocido por visiones y códigos secretos de la biblia, cualquiera podía postular para sí la autoridad apostólica. Detener y erradicar tales pretensiones exigía fabricar la leyenda de un Jesús real y terreno” (pp. 29-30).
 
Opino: que Marcos solo pretendiera dibujar un personaje simbólico y no historia, es decir una parábola continuada durante 16 capítulos me parece imposible de probar. Es más opino que es descabellado, porque a nadie se le ocurriría pintar a un héroe que es la teóricamente la perfección en persona, el mesías, rey de Israel, hijo de Dios por excelencia, un héroe que, sin embargo, se hace bautizar para el perdón de sus pecados; un héroe ignorante, que no sabe cuándo va a venir el fin del mundo (Mc 13,32), que tenía poca perspicacia y escogió entre sus íntimos a uno que tenía ya tendencias traicioneras (Judas), que pintó igualmente a ese héroe tan estúpidamente que sus discípulos no lo entendían (Mc 9,32), que fue asesinado por los romanos por sedicioso, lo mismos romanos que controlaban la sociedad completa donde tenía que aparecer ese sedicioso como salvador… ¡Menuda parábola más torpe!
 
Todavía tendría para seguir comentando el material de este primer capítulo de un libro cuyo fin es que el lector se sienta atraído por lo bien fundado de las hipótesis, y por la racionalidad de las propuestas del autor. Supongo que Carrier escribió este capítulo de modo que ningún lector sienta la tentación de tirar el libro, o que se le caiga de las manos…,  porque a poco que se conozca la historia de Israel del siglo I y el modo de pensar de los judíos esas hipótesis propuestas en este capítulo  son más que implausibles.
           
De todos modos tendré que seguir, porque prometí a Carrier que comentaría su libro. Pero pienso: ¿hasta cuándo me van a aguantar mis propios lectores cuando les hago ver que el libro que comento no hay por dónde cogerlo al menos desde el punto de vista de la investigación media independiente, no confesional, una investigación del cristianismo primitivo en marcha desde hace por lo menos 250 años?
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Nota: les dejo los enlaces a una entrevista hecha por radio en un programa de “arte y espirutalidad”:

https://open.spotify.com/show/5WKTXrDjKQbWyQ89oZ6PCE
 
https://www.youtube.com/watch?v=WMRWtaBpPZ8
 
Jueves, 21 de Enero 2021

Tras revisar algunos de los puntos esenciales del origen de la veneración a las reliquias, pasamos a estudiar por qué se recondujo esa corriente hacia el fervor por los santos cristianos y, en consecuencia, por sus reliquias.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.


044. Del culto a los difuntos al culto a los santos (1).
Base de la columna de Antonino Pío con la apoteosis del emperador y su mujer Faustina. Tomado de Wikipedia.

Para comenzar a tratar el tema de la secular veneración cristiana por los santos de la Iglesia, quizá sea interesante fijarse en algunas características que, unidas a los comentarios de las últimas entregas, basarán una correcta comprensión de los hechos.

La creencia en una relación especial entre los difuntos y las divinidades conoció una variante de sumo interés en el caso de los emperadores romanos. No todos, por supuesto, ya que algunos reinaron poco o lo hicieron demasiado cruelmente. El caso es que la costumbre de reverenciar al emperador muerto, e incluso considerar que había ascendido al Olimpo, hunde sus raíces en la más tradicional religión de la Roma Republicana.

Los datos que los antiguos romanos de los siglos III-I antes de nuestra era recopilaron son para nosotros de inmenso valor. Entre ellos destaca, para nuestro actual tema, el concepto que tuvieron de genius. El genius era en principio una fuerza intermedia entre humanos y divinidades que, asociada a la tendencia natural a procrear (genius-genética) debía proteger la continuidad vital de la estirpe de cada varón. Se trataba de un ser que amparaba el impulso por dejar descendencia y al propio varón, de manera que era su salvaguarda para cumplir con la fuerza de la estirpe.. Además, era individual, pues cada varón tendría a su lado a un genius. Las mujeres, por el contrario, disfrutaban en común del amparo que les proporcionaba la diosa Juno.

Este genius aparece en la mitología y el arte romanos de muchas maneras. Está asociado a la felicidad de la casa, felicitas que tenía un sentido mucho más cercano a nuestro español “estar de buen año” (es decir, tener prosperidad evidente) que a la idea de vivir en un estado de permanente alegría. La alegría sería la consecuencia de la felicidad, no la felicidad misma. El genius, por tanto, funcionaba como un favorecedor de las familias formadas por cada varón. Es esa función aparece en varios frescos de Pompeya y Herculano en los que se muestra a dicho genius como una serpiente que, enroscada en el altar que venera la familia, hace crecer la hierba que simbolizaba la prosperidad de la economía agrícola.

En cuanto al caso de los emperadores, este culto se desarrolló en varias facetas:
Por una parte, se veneraba en vida el genius del emperador para que protegiera a éste y le permitiera gobernar a su pueblo de la mejor manera posible. En algunas ocasiones la imagen del genius del emperador aparecía en monedas asociada a la leyenda FELICITAS.
Además, ese genius podía asociarse también a figuras divinas concretas, caso de algunas monedas que representan el genius como un joven desnudo observando la cabeza del dios Serapis, divinidad asociada a los difuntos y a la productividad de los campos. Esta moneda de Licinio es un ejemplo.
 
En otros casos, sin embargo, la imagen se prefirió una más potente: para conmemorar el buen reinado de Antonio Pío se dedicó un obelisco cuya base mostraba a éste y a su esposa Faustina ascendiendo hacia el Olimpo sobre la espalda del genius del emperador. Desde allí, y acompañando a los dioses sempiternos, el difunto mandatario podría seguir interviniendo en favor de su pueblo.
 
Para terminar, un enlace con la entrevista que, sobre los orígenes de la veneración a María, me hizo Gabriel Andrade:
https://www.youtube.com/watch?v=eEod-WZ8iWE
 
Saludos cordiales.
 

 
Domingo, 17 de Enero 2021
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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