CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
​Culto al emperador, dios manifestado en la tierra, salvador del género humano y del universo entero (II) (931)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Estamos comentando el artículo del Dr. Sabino Perea, “«Dios manifestado en la tierra, salvador del género humano y del universo entero». Encomios de Augusto en Priene, Halikarnassos y Myra”, en “Ideología y religión en el mundo romano”, Actas del XIV Coloquio de la “Asociación Interdisciplinar de estudios romano”, celebrado en la Universidad Complutense de Madrid los días 23-25 de noviembre de 2016. ISBN: 978-84-16202-15-7, pp. 149-174. La serie en la que está incluido el libro lleva por nombre “Monografías y Estudios de la Antigüedad Griega y Romana”.
 
 
Escribe Sabino Perea muy oportunamente a propósito de las inscripciones que leímos el día pasado:
 
 
«Quiero subrayar la importancia que tienen las inscripciones, pues se hacen en vida del propio emperador y con su conocimiento y consentimiento. Particularmente me merecen menos credibilidad los mitos creados a posteriori ―en un momento incierto― y reunidos o contados por las fuentes literarias «históricas», como son Suetonio o Casio Dión, ambos muy aficionados a intercalar en sus relatos prodigios, coincidencias astrológicas y omina.
 
 
»Así, y por centrarnos en el natalicio de Augusto, se decía que Apolo llegó al seno de su madre, Atia tomando la forma de serpiente. Una concepción prodigiosa similar atribuye la leyenda a Olimpia, la madre de Alejandro. Suetonio indica que, su nacimiento, los ojos de Octavio «eran claros y brillantes e incluso quería que todo el mundo creyese que poseían como una especie de fuerza divina, y le gustaba que las personas a las que miraba fijamente bajasen los ojos como deslumbrados por el resplandor del sol».
 
 
»Varias historias asocian a Augusto con el dios-sol, una asociación familiar para el gobernante universal y apropiado para quien aseguraba ser hijo de Apolo. Esa mirada divina se ha equiparado a la potencia de la mirada del águila, que es el heraldo del Júpiter, y símbolo de la realeza. Antes de su nacimiento se dijo que su madre había soñado que el fruto de su vientre era llevado al cielo y se extendió por toda la tierra y del cielo. En el mismo período se le atribuye a su padre un sueño de que el esplendor de los rayos del sol resplandecía alrededor del cuerpo de su esposa.
 
 
»El gran astrólogo romano de la época, el senador Nigidio Fígulo, habría dicho al padre de Augusto el día de su nacimiento que su hijo gobernaría el mundo. Un astrólogo de Apolonia, aunque ignorante de su identidad, se habría rendido ante Augusto cuando se enteró de la hora de su nacimiento. Suetonio indica que «nació poco antes del amanecer», paulo ante solis exortum (Suet. Aug. 5), como indicando que su nacimiento trajo la luz al mundo, y que «el primer suelo que tocó el recién nacido fue consagrado», aedituum soli, quod primum Divus Augustus nascens [...] consecraretur (Suet. Aug. 5). También se refiere al horóscopo del neonato y al destino que los cielos le prometen. Desde el año 27 se le dio gran importancia a Capricornio, el signo de su concepción y la hora de su nacimiento coincidentes con la de Rómulo. A esto hay que añadir los sueños de Catulo y Cicerón, mostrando el destino que Júpiter había reservado a Augusto, y con señales de las águilas, señuelos del favor con que el recién nacido gozaba en el cielo.
 
 
»Estas noticias se complementan con los augurios que él mismo relató en sus memorias (los doce buitres que saludaron su llegada para su primer consulado y el cometa que apareció en sus juegos) prodigios que muchos explicaron como una predicción del destino del hijo de César. Suetonio recoge otra historia atribuida a un liberto sirio de Augusto que habla de una matanza de inocentes, episodio que también contaría Mateo (2. 116-18) relacionándola con el nacimiento de un niño nacido en Belén de Palestina en época de Augusto.
 
 
»Pero lo más importante, como indicamos, es que al tiempo que relatos circulaban, se le rendían realmente y espontáneamente honores a Augusto inspirados por la verdadera fe en sus cualidades divinas. De hecho, era un auténtico libertador que había traído paz y abundancia donde antes había guerra y desolación. Como tal, fue honrado con homenajes, principalmente en Oriente, donde los honores divinos eran tradicionales, pero también en Roma, donde había llegado una gran cantidad de gente procedente de Grecia y de Oriente, que poco a poco, por la mezcla de población, fue matizando (aunque todavía sin llegar a descomponer) la religión romana tradicional de raíz itálica.
 
 
»El texto, como hemos visto, insiste en el concepto de la paz augústea, y creo que no se ha advertido un hecho importante en relación con este hecho: la consagración en Roma, el 30 de enero del año 9 del Ara Pacis, símbolo culmen del ideario augústeo de paz, prosperidad y justicia, que es justamente lo que se proclama en los textos epigráficos que tratamos aquí. Es decir, que desde el momento de los inicios de las obras del altar de la Paz en Roma y el momento de su consagración ya se había tomado en Roma la decisión de difundir por todas las provincias del Imperio la idea motriz de la Paz Augusta».
 
 
Casi sobra cualquier palabra de comentario a este texto importante. Sirve de maravilla para quien quiera comprender dos cosas:
 
 
1. El ambiente estaba totalmente preparado para que un predicador como Pablo, y sobre todo sus seguidores, sembraran por doquier la idea de que desde Oriente (Ex Oriente lux!!!) venía un hombre-Dios, cuyo nombre era “Dios salva”, Jesús, que era en realidad el esperado. El traía la  verdadera paz y la salvación. La expansión del cristianismo tenía una base sociológica-religiosa sólida y bien preparada. Nadie tenía dificultad alguna en aceptar la idea de un hombre que era un dios a la vez.
 
 
2. Dado lo que hemos leído, se explica igualmente bien cómo desde el principio los cristianos se opusieron radicalmente al culto al emperador. No hay más que un solo Dios y un solo Señor (1 Corintios 8, 6)… y ese es Jesús de Nazaret…; y a la vez cómo las gentes ilustradas en el Imperio se reían de este propósito: “De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46). La mayoría de los mártires
murieron por este motivo.
 
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com 

Sábado, 4 de Noviembre 2017

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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