CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero


Para hacernos una idea sobre cómo evoluciona el concepto del mesianismo en Israel hasta llegar a los momentos en los que vivió Jesús no hay más remedio que –salvo una excepción, el Libro de Daniel- recurrir a textos luego declarados “apócrifos” por el judaísmo del siglo II d.C., decisión que aceptó la Iglesia cristiana, aunque tenía a muchos de esos textos en gran estima, como inspirados, y ciertamente como lectura espiritual.

Sin embargo, la literatura mesiánica contenida sobre todo en los Apócrifos del Antiguo Testamento –que se desarrolla con energía en torno al siglo II a.C. en adelante- no nació de la nada. Citábamos al principio de esta serie acerca del mesianismo a Florentino García Martínez, el editor de textos de Qumrán y traductor español de este conjunto, y ahora vamos a tomar como guía a Paolo Sacchi, citado en la nota del día anterior, pues ha tratado de una manera competente el tema del mesianismo antes de la era cristiana en su obra Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo (Trotta, Madrid, 2004, capítulo 14, pp. 405-432). Dicho esto, no es necesario citarlo de nuevo constantemente.

Aunque se ha señalado que el vocablo hebreo y arameo masiah no indica nunca en el Antiguo Testamento una figura salvadora del futuro, es posible extraer de los textos veterotestamentarios una noción mínima de “mesías” de modo que veamos cómo estos inicios sirven de base a desarrollos posteriores.

En el pensamiento hebreo existe una categoría que podemos señalar con el nombre de mesianismo y que está construida sobre dos elementos fundamentales:

· El primero es la certeza de la llegada de un mundo feliz en un tiempo futuro imposible de precisar;

· El segundo, estrictamente ligado al primero, es la convicción de que este mundo feliz del futuro no será obra de fuerzas únicamente humanas, sino también de un mediador dotado por Dios de carismas particulares.

Llamaremos “mesías” a la figura de todo mediador de salvación, cualquiera que sea su naturaleza.

Por otra parte, esta espera de un mundo futuro profundamente mejor respecto al que se vive no es realmente distinto a éste aunque algunos profetas hablen de que Dios establecerá en él una nueva alianza con Israel. Es famoso el pasaje de Jeremías al respecto:

« 31 He aquí que días vienen - oráculo de Yahvé - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; 32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahvé -. 33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahvé -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 34 Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahvé», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande - oráculo de Yahvé - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme. »

Aunque Isaías 65,17 hable de la creación de “cielos nuevos” se refiere naturalmente al reinado de Dios en la tierra de Israel que no es esencialmente distinta a la que fue, sino que está muy mejorada por el establecimiento del reinado de Dios, que aporta tanto bienes espirituales como materiales:

« 17 Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; 18 antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear. Pues he aquí que yo voy a crear a Jerusalén «Regocijo», y a su pueblo «Alegría»; 19 me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo, sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido. 20 No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años, y el que no alcance los cien años será porque está maldito. 21 Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto. 22 No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues cuanto vive un árbol vivirá mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos. 23 No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para sobresalto, pues serán raza bendita de Yahvé ellos y sus retoños con ellos (Isaías 65,17-23). »

Como se ve por este texto en un principio, y en general, no siempre el concepto de mesianismo está ligado a la figura de un hombre, profeta, rey u otro personaje.

Por esta razón, el concepto de “mesías” termina convirtiéndose en algo que tiene múltiples facetas por la dificultad de diferenciar lo que es esencial al mesianismo de lo que no lo es. Pero una cosa es clara desde el principio –como lo señala la expresión misma de “mesianismo” derivada de un adjetivo aplicado a un hombre— lo mesiánico está ligado a la concepción de un “mesías” humano.

El concepto del “mesianismo” puede aparecer también de forma más abstracta, vinculado exclusivamente a la fe en un acto salvífico de Dios. Por tanto –se pregunta Sacchi- es necesario formularse la cuestión si el elemento fundamental del mesianismo es el mesías o quizás más bien la esperanza mesiánica, es decir, la esperanza basada en elementos de la Escritura gracias a los cuales vendrá un día maravilloso en el que “el lobo y el cordero pastarán juntos”, cualquiera que sea el modo en el que se realice este mundo nuevo.

Éste podría nacer de la intervención directa de Dios que crea ese mundo nuevo de la misma manera que ha creado el presente, o podría surgir de la obra misma del hombre al poner en práctica todos los mandamientos de la Ley.

Pero también podría producirse, de conformidad con gran parte de la tradición bíblica, por la intervención de una figura excepcional imaginada muchas veces como un rey que actúa como instrumento de Dios. En realidad, al utilizar el término “mesianismo” se entiende casi siempre sólo este último tipo.

La forma más antigua es la del mesianismo real. Ya sabemos, como apuntó Florentino García Martínez y otros muchos que su fundamento en la Biblia hebrea está en la profecía de Natán tal como se narra en el cap. 7 del segundo libro de Samuel: “Tu casa y tu reino estarán seguros por siempre ante mí; tu trono será estable por siempre”.

Ahora bien, en realidad se trata de un texto que, al menos en la forma en que ha llegado hasta nosotros, es ciertamente muy posterior al hecho narrado y refleja esencialmente la ideología respecto a la salvación del redactor de los libros históricos, un monárquico convencido que reescribe toda la historia de los reyes de Israel en época del Exilio, o posterior, probablemente en Palestina.

Seguiremos con estos antecedentes del mesianismo en el Antiguo Testamento.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“¿Se formó la tradición sobre Jesús sin influencia alguna de la creencia en su resurrección?”

Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha.

Saludos de nuevo.

Miércoles, 10 de Junio 2009

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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