CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Antonio Piñero


Una vez que se ha entendido –así lo espero- el contenido de la carta en sus líneas esenciales, sin introducirnos en menudencias que pueden hacernos perder la visión general-podemos ya sintetizar en un cuadro de conjunto los rasgos que con gruesos trazos nos dibujan en la epístola quiénes eran los adversarios de Pablo en Galacia, qué pensaban, es decir, las ideas con las habían seducido a los gálatas y los habían hecho apartarse del Apóstol:

1. Los enemigos de Pablo predicaban una interpretación del cristianismo distinta a la del Apóstol.

Como es natural en este período tan temprano, en el cristianismo no había aún ninguna autoridad doctrinal fija. Convivían en él una notable diversidad de interpretaciones de Jesús y de su significado, una variedad de teologías mayor de lo que quizá nos podamos imaginar hoy, teologías a veces opuestas. Por ello no es exacto en este momento calificar de “herejes” a los oponentes a Pablo, como hacen algunos comentaristas.

Entonces no había aún “herejes”, sino distintas interpretaciones de lo que había representado lo acontecido con y en Cristo. Debemos recordar que en alguna ocasión he expresado que el nacimiento del cristianismo no es otra cosa que el nacimiento de la teología cristiana, y que ésta se forma cuando los seguidores de Jesús, una vez muerto éste, reflexionan sobre el impacto que les había causado el Maestro. Y reflexionan sobre su figura y misión a la luz de la creencia de Dios ha resucitado a Jesús, es decir, lo ha confirmado en las líneas esenciales de su vida. Por tanto, cristianismo era interpretación de Jesús y había diversas interpretaciones.

2. Esos adversarios eran misioneros itinerantes judíos, cristianos, procedentes de Israel en general(Judea y Galilea), quizá de Jerusalén.

Aunque defendían una concepción diferente del cristianismo respecto a la paulina, sus ideas debían sonar muy plausibles, ya que obtuvieron un éxito rápido entre los gálatas (1,6).

Sostenían en primer lugar que el evangelio de Pablo no era en verdad “apostólico”, ya que no había conocido a Jesús; no había formado pare del grupo de sus “apóstoles”. Seguramente procedería ese evangelio, la doctrina de Pablo sobre Jesús, de alguna información meramente humana, es decir, del contacto con otros cristianos que le hubieran adoctrinado erróneamente.

Según la imagen que podemos formarnos del Jesús de la historia, hay que confesar que estos misionero judeocristianos defendían una teología que se acercaba mucho más a la del Jesús histórico que a la de Pablo en el punto crucial del valor que tenía la ley de Moisés como camino de salvación.

Los recién llegados a Galacia afirmaban que no había “justificación” completa ante Dios (= salvación) si no se sumaba al bautismo cristiano el cumplimiento de la ley de Moisés. Eran predicadores consecuentes con la sentencia de Jesús de Mt 5,17:

« “No penséis que he venido a abolir la ley y los Profetas. No he venido a abolirlos, sino a darles su cumplimiento. Os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes de que una i o un ápice de la Ley haya dejado de cumplirse”,  »

y eran consecuentes también con la idea -correcta a nuestro parecer- de que Jesús no había roto o se había salido del marco del judaísmo y del Antiguo Testamento. Por tanto, tenían buenas razones para seguir defendiendo la necesidad de observar la ley de Moisés, si alguien quería salvarse.

3. El cristianismo de estos adversarios confesaba que Jesús era el mesías, pero pensaban que esta afirmación no cambiaba nada respecto a otras normas del judaísmo.

Por tanto, al afirmar consecuentemente que había que volver a cumplir la ley de Moisés, sostenían que ello suponía guardar tanto preceptos importantes, como circuncidarse, como otras normas de no tanta relevancia pero significativas, por ejemplo observar las fiestas judías (4,10).

Afirmaban también que era cierto que en Abrahán y en la promesa a él concedida por parte de Dios cabían los paganos si se convertían, pero que los nacidos judíos tenían una cierta preeminencia: eran descendientes de Sara, la esposa legítima; los paganos, por su parte, lo eran de la esclava Agar.

4. Algunos comentaristas han apuntado la idea de que estos predicadores eran gnósticos judíos.


“Gnósticos” eran los cristianos que afirmaban haber recibido una revelación especial de la divinidad, de modo que prácticamente ellos solos eran los que iban a salvarse. Consistía en esencia esta revelación en caer en la cuenta de que lo más elevado del ser humano, el espíritu, es consustancial con la divinidad; que ésta no es la que la gente cree –el Dios normal de judíos y cristianos-, sino un Dios trascendente, superalejado y superoculto que habita más allá de los cielos; y en segundo lugar que la salvación consiste en que el ser humano obre de acuerdo con su espíritu, de modo que éste, desprendido del cuerpo, pueda retornar al lugar de donde salió, el cielo donde se halla el verdadero Dios trascendente, y allí unirse con Él y con los demás espíritus.

Pero, a decir verdad, por lo que hemos explicado del contenido de la carta no se observa en ella ningún rasgo nítido y claro que permita sostener esta suposición, ni siquiera la unión de espiritualismo y peligro de “libertinaje” (se puede hacer lo que uno quiera con el cuerpo, porque ello no afecta al espíritu: 5,13 y 6,8), pues es ésta poca base para caracterizar a alguien como gnóstico.

Aunque sea cierto que en algunos casos en el siglo siguiente, el II, se dio tal mezcla de espiritualismo en unas pocas sectas gnósticas, es deducir demasiado de pocos datos. Así que no afirmamos que tales adversarios sean “gnósticos”. Nos contentamos con decir que eran “judaizantes”

Seguiremos con esta caracterización de los adversarios nos ayudará para comprender mejor el pensamiento de Pablo y con ello el núcleo de su evangelio, la “salvación, o justificación, por la fe”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Profeta del reino de Dios”

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Saludos de nuevo.




Martes, 14 de Abril 2009

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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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