CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
La búsqueda liberal y neoliberal de Jesús (24-11-2019. 1099)

Hoy escribe Antonio Piñero
Foto: Adolf von Harnack
Como apuntábamos en la postal anterior, el estudioso británico del Nuevo Testamento/Jesús histórico-recordado James D. G. Dunn divide la historia de la investigación sobre Jesús de Nazaret en la “búsqueda del Jesús liberal” y posteriormente en la “búsqueda de un Jesús neoliberal” dentro de un división cuatripartita de esa investigación: 1. El despertar de la conciencia histórica, como opuesta a la “época de la fe del carbonero” que duró prácticamente hasta el siglo XVIII. 2. El alejamiento del dogma y 3. El alejamiento de la historia. 4. Nuevas perspectivas.
 
El número 2 se dividía –entre otros apartados menos generales-- en A. La búsqueda del Jesús liberal y B. La “llegada” del Jesús neoliberal. El apartado 3. se centra en la investigación crítica en torno a la figura de Jesús producida por los estudios de Rudolf Bultmann, quien en el fondo deseaba encontrar en los Evangelios un espacio invulnerable para la fe, es decir, protegida de cualquier crítica racional (ya que su sistema de análisis de los Evangelios había llegado a la conclusión de que apenas se podía encontrar nada nada histórico relativo a la vida de Jesús). Dunn se une al esquema general de las “búsquedas” para el que este intento bultmanntiano generó una fuerte, aunque tardía, reacción que produjo la Segunda y Tercera Búsqueda.
 
En la Segunda búsqueda se sitúan los teólogos alemanes discípulos de Bultmann, como E. Käsemann y G. Bornkamm, quienes como si estuvieran solos en el ámbito de la investigación mundial iniciaron –contra el parecer de su maestro-- la reconstrucción del Jesús histórico por medio de los métodos histórico críticos. Lograron así algunos resultados que permitieron superar el escepticismo de R. Bultmann: algo al menos se sabe del Jesús histórico… sostuvieron, aunque a la verdad nada dijeron que no se hubiese dicho antes. Y en la Tercera búsqueda se sitúan todos los demás hasta nuestros días: sobre el Jesús histórico se puede llegar a saber lo suficiente como para situarlo bien en el ambiente religioso del judaísmo de Israel del siglo I de nuestra era. Si antes, en la segunda búsqueda solo parecía existir un mundo germánico (los eruditos escribían para sus colegas alemanes), en la actualidad solo parece existir un mundo anglosajón. Lo que no se escioba en inglés no existe…, o casi.
 
La búsqueda del Jesús liberal tuvo su culmen en la señera figura de Adolf von Harnack, dotadísimo e importante estudioso que encarnó a la perfección la finalidad de esta búsqueda: hay que utilizar todos los métodos críticos posibles en el estudio de los evangelios para llegar al núcleo histórico de los escritos evangélicos. Si se alcanza ese núcleo –y es posible— se muestra a un Jesús que es un personaje único en la historia, digno de todo honor, respeto y veneración porque su doctrina nos enseña la verdadera esencia del cristianismo. Este Jesús nada tiene que ver con la visión dogmática de Jesús, puesto que el dogmatismo varió la imagen de Jesús debido a que aceptó de corazón el influjo de la filosofía griega. Eliminado este influjo, se llega a descubrir la sencillez y libertad del Evangelio, que es la siguiente: el ser humano debe centrarse en la paternidad de Dios, en el valor infinito del alma humana y en la importancia del amor (p. 67 de la obra de Dunn, ya citada, “Jesús recordado”). Gracias a esta limpieza de los “posos dogmáticos”, la imagen conseguida de Jesús es intemporal, por lo que se puede acomodar muy bien a las necesidades espirituales de la época moderna.
 
Señala Dunn que esta búsqueda liberal del Jesús prístino condujo ciertamente a un gran avance  en los métodos de la crítica textual, de fuentes y de la crítica histórica, al descubrimiento de la muy posible existencia de la “Fuente Q”, unida a la prioridad cronológica del Evangelio de Marcos sobre los de Mateo y Lucas, y otros instrumentos de trabajo. Dunn acepta que la influencia tremenda de Rudolf Bultmann produjo un “silencio” (= ausencia) de investigación sobre Jesús que duró setenta años (p. 89).
 
Ya he dicho muchas veces que este presunto silencio/ausencia de investigación es absolutamente falso. Y también he insistido en que casi me parece mentira que Dunn no haya tenido en cuenta el hecho del continuo progreso de la investigación independiente, con figuras tan señeras como J. A. Robertson, H. Maccoby, A. Loisy, M. Goguel y Ch. Guignebert,  cuyos  resultados son válidos hasta hoy día. Esta ceguera se debe principalmente a un movimiento (consciente o semiconsciente) mental que lleva a considerar como no válido, no atendible, no mencionable, cualquier investigación sobre Jesús que no esté teñida de confesionalismo religioso (aunque sea con apariencias “heréticas”). Me parece muy lamentable, porque se pierden así muchas e interesantes perspectivas sobre el Jesús de la historia.
 
Más tarde señala James Dunn, que tras un silencio tan amplio ha renacido en nuestros días el Jesús liberal, al que denomina “Jesús neoliberal”. Las características de esta investigación son más que parecidas a la búsqueda liberal de Jesús: A. Alejamiento de toda posición dogmática; B. Confianza en nuevas fuentes para reconstruir al Jesús histórico (Evangelio de Tomás gnóstico de Nag Hammadi; Evangelio de Pedro; Papiros con restos evangélicos parecidos al texto sinóptico (de Mateo, Marcos y Lucas, pero casi seguramente anterior); C. Conversión de Jesús en un maestro de sabiduría, casi en un filósofo ambulante, con la consiguiente eliminación de los rasgos apocalíptico-escatológicos de su figura , que son creación de la iglesia temprana. Según Dunn, este Jesús neoliberal tiene principios morales que pueden calificarse de modernos y subversivos (p. 90).
 
Los representantes más conspicuos de este Jesús neoliberal son Robert Funk y su “Jesus Seminar” californiano, P. Hollenbach, que considera el cristianismo como un error, ya que no se deriva del Jesús auténtico; G. Lüdemann, crítico radical que vuelve a la idea de lo imposibilidad de recuperar una figura histórica de Jesús que sea el fundamento de la fe cristiana; J. D. Crossan, que utiliza –aparte de los Evangelios canónicos—casi un cincuentena de posibles fuentes desgraciadamente consideradas apócrifas, pero de validez para reconstruir al Jesús histórico o H. Köster, quien admite por ejemplo, la validez como fuente de El Evangelio secreto de Marcos.
 
La figura del Jesús histórico que emerge de las directrices “neoliberales” conducen a un Jesús (cito a Dunn p. 93) “de conducta anómala”, “espíritu libre”, “amigo de fiestas y no de ayunos”, “sabio (parecido a un filósofo cínico) vagabundo”, “sabio subversivo”, “sabio sin más”, “subversor del mundo cotidiano que lo rodeaba” y otras descripciones semejantes…, lo cual –creo—es demasiada originalidad.
 
Lo curioso para mí es que estos investigadores que atacan de raíz todas las creencias usuales de los cristianos de hoy están relacionados de algún modo con instituciones eclesiásticas, como departamentos de teología de diversas universidades que tienen estudios teológicos dentro de sus programas. Y son citados, y otros investigadores más decididamente confesionales se toman el trabajo de refutarlos…, o de enmendarles parcialmente la plana. Mientras que los estudiosos verdaderamente independientes, aunque presenten una imagen de Jesús perfectamente razonable y plausible dentro del Israel del siglo I, son absolutamente ignorados y cubiertos de un espeso manto de silencio.
 
Seguiremos con el comentario a esta curiosa y –en mi opinión-- poco enriquecedora manera de confeccionar una historia de la investigación en torno del Jesús histórico.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
 
AVISO:
 
En Madrid, en la Fundación Pastor de Estudios Clásicos, c/ Serrano 107
Martes, 26 de noviembre de 2019
De 18.00 a 20.00 hs.: Curso sobre “Primeros pasos del cristianismo”
Primera Parte: “Antecedentes de Jesús”.
Conferencia de Antonio Piñero.
La entrada no es libre, ya que se trata de un Ciclo semestral de Cultura Cl´ñasica. No sé cuánto hay que pagar por una conferencia individual.
 
Domingo, 24 de Noviembre 2019
¿Qué es el Jesús liberal? Historia de la investigación sobre el Jesús histórico (18-11-2019. 1098)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Foto Ernest Renan
 
 
En nuestro breve análisis de los aspectos metodológicos de la obra de James D. G. Dunn “Jesús recordado” llega el turno al escrutinio razonado de la división en períodos de la historia de la investigación sobre el Jesús histórico desde el racionalismo de la Ilustración hasta nuestros días. La periodización de Dunn tiene los apartados siguientes: 1. El despertar de la conciencia histórica desde el Renacimiento. 2. El alejamiento de posiciones dogmáticas (entendida tal posición dogmática como una pura interpretación teológica de Jesús a partir de los Santos Padres hasta el siglo XIX, interpretación que ha fundado la “fe del carbonero” hasta nuestro días más o menos) gracias a la Ilustración. 3. La imagen “liberal” de Jesús. 4. El Jesús neoliberal. 5. El alejamiento de la historia en búsqueda de un espacio invulnerable para la fe. 6. Segunda y tercera “búsqueda”.
 
 
Para un hablante de lengua castellana que no sea experto en teología esta compartimentación de la historia de a investigación resulta en principio sorprendente. ¿Qué es eso del Jesús liberal y el neotestamentaria liberal? ¿Por qué se llama primer, segunda y tercera búsqueda? ¿Hay alguna búsqueda más del Jesús histórico después de la tercera búsqueda? Creo que conviene aclarar estos conceptos. Y lo haremos siguiendo el esquema de Dunn y contraponiéndolo al final con otro esquema que en España ha sido propalado por F. Bermejo.
 
 
El Jesús liberal es uno de los productos del romanticismo. “Este hace referencia a una nueva importancia de la experiencia de la emoción interna y profunda como fuente de inspiración y de creatividad para el artista” (p. 64) y –dentro de la investigación histórica– a destacar el impulso a entrar en la experiencia de la inspiración creadora de la que habían nacido los escritos cristianos”. Se intentaba así convertir el hecho de la interpretación de los evangelios y otros escritos cristianos “en un acto de empatía con el autor del escrito”  (pp. 64-65). Naturalmente –se pensaba– los autores de los evangelios no tenían aún posición dogmática alguna sobre Jesús, sino que dibujaban su figura tal como la sentían. Y esa figura estaba representaba  ante todo por la imagen de un “hombre ideal” –que había influido tanto en sus vidas–, “diferente de todos los demás, por el poder constante de su conciencia de Dios , que era una verdadera existencia de Dios dentro de él”.
 
 
Se llama  a esta liberal a esta “búsqueda del Jesús histórico” porque está “liberada” del dogma tradicional. Más bien es una reacción contra ese dogma tradicional dentro de una sociedad básicamente luterana, como era la propia de la mayoría de los investigadores de Jesús en la Alemania del siglo XIX. Lo que buscaba la investigación liberal era, por un lado, describir los sentimientos religiosos de Jesús, o la vida interior de Jesús, para luego acomodarla a los momentos del presente e intentar  que fuera como la base de la comunión del cristiano con Dios a través de Jesús. Era pues, una ciencia con propósitos históricos, pero aplicada la vida del cristiano. Como consecuencia, esta “búsqueda” liberal/liberada del Jesús de la historia se interesaba en la investigación de la conciencia mesiánica de Jesús, a partir de la cual se construía toda la teología acerca de él.
 
 
Con acierto, en mi opinión, James Dunn resume esta “búsqueda liberal” de Jesús en dos investigadores de un cariz totalmente distinto. El primero, francés, es  Ernest Renan, cuya “Vida de Jesús” fue un éxito editorial impresionante en la Francia de la época (61 ediciones), y que pronto se extendió por la Europa culta. Renan presentaba a un Jesús que no fue el fundador, o la base, de una dogmática posterior, sino que era como el prototipo de un hombre religioso perfecto y libre a la vez. El Jesús de Renan tenía “el más alto grado de conciencia de Dios jamás existente en el seno de la humanidad”. Jesús fue original porque destacó como nadie la filiación divina del ser humano: la relación con Dios era como la de un hijo con su padre. Jesús superó el prejuicio nacionalista judío (pueblo elegido, apartado de los demás seres humanos) haciendo hincapié en la hermandad universal de todos los hombres respecto a Dios, padre de todos. Jesús dictó unas normas morales que son “la más alta creación de la conciencia humana, el código de vida perfecta más hermoso que podrá concebir moralista alguno”. “Un culto puro, una religión sin sacerdotes ni observancias externas, un culto que descansa enteramente en los sentimientos del corazón, en la imitación de Dios, en la relación directa de la conciencia humana con el Padre celestial” (pp. 66-67). El culto a Dios se basaba, pues, en la pureza de corazón y en la hermandad universal humana.
 
 
No es de extrañar que una obra así, que representa a un Jesús de altísimos valores morales y humanos –muy bien escrita desde el punto de vista literario– fuera una explosión de éxito entre los lectores que deseaban evadirse de las estrecheces producidas, sin pretenderlo a veces o pretendiéndolo, el corsé del dogma. Imperaba, pues, una religión de la libertad del corazón, orientada por Jesús hacia el bien, la pureza de ese corazón  y la fraternidad universal.
 
 
Como puede observarse fácilmente, esta imagen del “Jesús liberal” dista bastante de la figura correspondiente del Jesús histórico que impera hoy día, al menos en el consenso entre los investigadores independientes. No me parece nada mal el resumen que hace Dunn de este primer autor del Jesús liberal, Ernest Renan. Seguirá otro autor, más científico-histórico –que construye una idea de Jesús (y del cristianismo tal como era al principio y a la que se debe volver en la actualidad, alejada sin remedio de la imagen genuina-primitiva de lo que era Jesús y el cristianismo)– que no es otro que Adolf von Harnack, quizás el más famoso de todos los eruditos del siglo XIX y principios del XX, cuya influencia dura hasta hoy, y que –según Dunn– es la imagen más perfecta de la búsqueda “liberal” del Jesús auténtico e histórico.
 
 
Seguiremos otro día con este tema.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
 
Lunes, 18 de Noviembre 2019
“Fe e historia” (12-11-2019) (1097)
Escribe Antonio Piñero
 
Foto: David Friedrich Strauss 

En mi revisión de los principios metodológicos de James G. D. Dunn que he iniciado en las postales anteriores llego a un punto en el que nuestro investigador  sostiene que la figura de Jesús es de “una significación inconmensurable” (p. 37 de la obra que comentamos “Jesús recordado”, Verbo divino, 2009). Esta expresión empleada en su Introducción al tema “la fe y el Jesús histórico” supone avanzar ante el lector una propuesta, Jesús es prácticamente un únicum en la historia, no debería escribirse al inicio del trabajo, sino solo al final de la investigación, y después de las pertinentes demostraciones. No sé si no sería mejor ahorrarse todo calificativo de este estilo al principio de una obra que se pretende de envergadura histórica.
 
 
Diría personalmente que, tras una mirada cautelosa  a los evangelios, la figura de Jesús se parece tanto a la de un fariseo medio, un fariseo que defiende las ideas que pertenecían al fondo común del judaísmo de su momento, me parece muy difícil calificar al personaje de únicum. Opino que las ideas del fariseísmo común de su época y lugar (Israel/Palestina del siglo I de nuestra era), en todo caso, están expuestas por Jesús con el tono de un profeta que se siente en contacto directo con Dios, y que expone esas ideas con esa autoridad de un profeta. Eso lo hace distinto de un fariseo de “escuela”. Pero desde tiempos de Elías  (quien actuó como profeta en el reinado de Ajab/Acab, hijo de Omrí, en eel Reino del Norte, 874-853) hubo muchos profetas en Israel, de la misma potencia espiritual que Jesús, por lo que deberían ser (si no fuese por la fe cristiana que se centra en el Nazareno) declarados también únicum, cada uno.
 
 
Del mismo modo me parece que la sentencia de Dunn (p. 41) “Cada vez estoy más convencido de que es preciso analizar la búsqueda del Jesús histórico desde la perspectiva de la tensión y el diálogo entre fe e historia” puede provocar serios malentendidos entre los historiadores, ya que va unida a un concepción de la hermenéutica que tiene cierto sabor a creencia. El llamado “diálogo hermenéutico entre fe e historia” (p. 39) no me parece pertinente como principio, ya que un historiador no pude tener fe o creencias de antemano, no puede tener una tesitura que –aunque no lo desee explícitamente– pueda conducirle a tener unos pre-juicios. El historiador de hecho no sabe nada de antemano. En el caso de Jesús debe empero previamente conocer bien el judaísmo de su época y el mundo del Imperio Romano, en especial en su parte oriental. Teóricamente pues no debe estar impulsado el historiador por ningún “diálogo” con fe alguna. Si pone sus ojos en la “hermenéutica”, a su utilización en el contacto con los textos de los evangelios, y al interpretarlos con los ojos puestos en entenderlos como lo harían los primeros lectores, y si utiliza esa “hermenéutica” como método al examinar cuestiones de fe (a saber, lo que creían los autores de los evangelios), debe hacerlo con el mismo tacto que emplearía ante el estudio de cualquier otra idea, o ideología, de un personaje o situación determinada objeto de ese estudio. Tengo, pues, cierta sospecha que la “hermenéutica” esté dirigida por la fe…, aun sin saberlo.
 
 
Sigue luego, en la larguísima “Introducción” de Dunn (unas 380 páginas netas), un resumen de la investigación acerca del Jesús histórico desde el Renacimiento hasta el momento de escribir su obra, hacia el 2003. Ciertamente comienza nuestro autor su historia de la investigación con los deístas ingleses y sobre todo con Herrmann Samuel Reimarus y David Friedrich Strauss, pero no tiene en cuenta los momentos trascendentales (que ciertamente pasaron desapercibidos prácticamente a casi todo el mundo) que ha puesto de relieve F. Bermejo en su obra, a saber los trabajos de investigación sobre el Jesús de la historia del judío León de Módena y del “racionalista” Martin Seidel.
 
 
El análisis de Dunn es ciertamente correcto al destacar cómo Reimarus empleó, como escalpelo crítico,  los criterios de “dificultad / contradicción” (“Todo lo que aparezca en los Evangelios y que vaya en contra de lo que era la fe en Jesús como Cristo divino es probablemente auténtico”; por ejemplo, el bautismo de Jesús por el perdón de los pecados que va en contra de la fe en su impecabilidad hubo de ser un hecho real”) y el de coherencia. Y lo es también al poner de relieve cómo Strauss cayó en la cuenta de que el concepto de “mito” (La expresión de una verdad religiosa por medio de una fábula cuando esta la expresa mejor que los dichos y hechos de un personaje) gobernó la confección de los evangelios. Ejemplo: la narración legendaria de la transfiguración de Jesús tiene sentido, si se piensa que esta surgió como expresión plástica de que Jesús era considerado ya divino, y si se le veía como mesías terreno era el nuevo Moisés). La transfiguración (mito) expresa una verdad religiosa (para el creyente): Jesús como exaltado al cielo y sentado a la derecha del Padre, es superior a Moisés y Elías, figuras semi divinizadas en el judaísmo de la época.
 
 
Pero empieza luego a sonarme muy raro (al menos personalmente) el esquema con el que Dunn organiza a continuación la “búsqueda” del Jesús histórico posterior a Reimarus y Strauss, a saber: “El Jesús liberal” / “El Jesús neoliberal” / el “Método histórico-crítico” como conducente a un escepticismo radical / La “segunda” búsqueda / La “tercera” búsqueda. Y la razón de mi extrañeza es porque esta sistematización (repetida también en España como si fuera un dogma de la investigación) cae de lleno en el olvido de la imponente y fructífera “búsqueda” que supone la investigación fuera del área de la que se hacía en alemán (sobre todo) y luego en lengua inglesa. Es una ignorancia supina de los hechos  y de autores señeros (Goguel, Loisy, Guignebert, entre otros), que ha llevado con razón a F. Bermejo –que sigue los pasos de otros investigadores– a criticar durísimamente este olvido y esta división en “búsquedas” (primera, segunda, tercera) que no tiene en cuenta en absoluto lo que iba más allá de las narices alemanas o anglosajonas.
 
 
Pero esto es harina de un costal especial, que comentaremos, deo favente, en una próxima ocasión.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Martes, 12 de Noviembre 2019
¿Hay crisis en la utilización del método histórico crítico en el estudio de los Evangelios? (03-11-2019- 1096)
Escribe Antonio Piñero
 
 
James D. G. Dunn en el capítulo 1 de su obra “Jesús recordado” (Verbo Divino, Estella, 2003; trad. española 2009) escribe que en el inicio del tercer milenio se ha producido una crisis en la utilización de los métodos histórico-críticos empleados en el estudio de los Evangelios canónicos como fuente principal para obtener de ellos resultados seguros acerca del Jesús histórico. Y añade, sin especificar más, que los estudios sociológicos “Han arrojado en los últimos tiempos abundante luz sobe los textos neotestamentarios y los orígenes del cristianismo”. Hay que incorporar, por tanto los resultados de estos estudios  a la visión general del cristianismo primitivo. Y añade que el descubrimiento de los manuscritos del mar Muerto y los textos de Nag Hammadi “han socavado las antiguas ideas sobre la “aparición de un cristianismo diferenciado de su matriz judía y dentro de la amalgama religiosa existente [en] los dos primeros siglos de nuestra era en el mundo mediterráneo” (p. 29).
 
 
Creo que la posición de Dunn es un tanto alarmista, quizás tendiente a justificar su trabajo acerca del Jesús recordado y los inicios del cristianismo. Estoy convencido de A) que los estudios sociológicos han valido mucho para matizar las condiciones en las que vivía Jesús, por ejemplo, los estudios sobre la Galilea del siglo I, y sobre todo la de los primeros cristianos en el ámbito del Imperio. Pero B) que no cambia absolutamente nada nuestra percepción de lo que era la figura y misión de Jesús, percepción bastante antigua por cierto dentro de la investigación independiente, fortalecida si cabe por los estudios más recientes.
 
 
Esta investigación dibuja un Jesús de compleja personalidad, pero en la que priman rasgos esenciales como su religión judía; su no quebrantamiento del judaísmo; su nulo deseo de fundar religión nueva alguna; que las consecuencias que para la evolución de su teología y ética se derivan de su concepción central acerca del advenimiento inmediato del reino de Dios a la tierra de Israel; Reino aún no llegado, Reino enmarcable totalmente en las concepciones judías predominantes del siglo I en Israel; el miedo que su figura provocaba entre las autoridades judías –no en el fariseísmo piadoso del momento– por motivos de orden público; su clasificación por Herodes Antias como peligrosísimo seguidor del movimiento del Bautista, y su catalogación por las autoridades romanas como sedicioso para el Imperio –ya que su concepción de la tierra de Israel como propiedad absoluta de Yahvé, y su idea del reino de Dios que iba ser instaurado sobre esa misma tierra era absolutamente incompatible con el dominio del Imperio Romano en Palestina-Siria– dan justa razón del final de su vida en una cruz romana.
 
 
Que Jesús fuera mucho, poco o casi nulamente armado (en comparación con el poderío romano) no interesaba demasiado al gobernador cuanto la potencialidad enorme de Jesús para suscitar algún movimiento popular  de orden religioso-política entre los súbditos del Imperio que acabarían inevitablemente en desórdenes públicos. Que esto fue lo que llevó a los romanos a detenerlo, juzgarlo y condenarlo a la muerte en cruz, como sedicioso contra la autoridad de Tiberio, probablemente con un par de seguidores, queda igualmente en pie… y en nada es quebrantado por los nuevos estudios sociológicos. En nada.
 
 
Tampoco los descubrimientos de manuscritos del mar Muerto sacuden la imagen de Jesús y de sus inmediatos seguidores. Por mucho que se empeñan algunos, no se “caen los palos del sombrajo” que sostienen la fe de los seguidores de Jesús con los “nuevos”  (hoy ya añejos) descubrimientos de textos judíos entregados a nosotros in intermediarios…, textos  –algunos de ellos– procedente de al menos un siglo y medio  antes de la era cristiana, y oros muy cercanos a los años en los que vivió Jesús. Nada cambian estos textos nuestra visión esencial acerca de Jesús o su movimiento primigenio, salvo la discusión –ya perfectamente asimilada en sus resultados esenciales– sobre en qué grado se acercaba la teología de Jesús a la de los esenios / qumranitas / henóquicos, o en qué grado se alejaba y podría ser un tanto peculiar; si Jesús era un fariseo independiente, galileo, o del tipo predominantemente shammaíta o bien más cercano a los esenios en algunos puntos como su negativa al divorcio.
 
 
Desde luego estos textos el mar Muerto han contribuido en tal grado a conocer el plurifacetismo, o mejor a fortalecer la idea del plurifacetismo del judaísmo del siglo I, que hoy no nos extrañamos de nada si hay profundas divergencias entre las “escuelas” de pensamiento judío del siglo I. Pero en el fondo ya lo sabíamos, porque casi es imposible encontrar más diferencias esenciales entre un fariseo piadoso, uno de los haberim (“compañeros”) y los saduceos que mandaban en Jerusalén. Y, sin embargo, los dos se consideraban perfectamente judíos y los dos pertenecientes al mismo pueblo elegido y miembros de la alianza de Dios con Abrahán. Mil matices y enriquecimientos concretos se han añadido a nuestro conocimiento, pero lo esencial lo sabíamos ya.
 
 
Por tanto, con la mente puesta en el Jesús histórico, cabe hacer de los manuscritos del mar Muerto, la siguiente valoración:
 
1. No hay nada en los manuscritos que se refiera a Jesús y al cristianismo primitivo
2. Los manuscritos ayudan a caer en la cuenta que ciertos judíos del siglo I contaban con la posibilidad de que el mesías fuera una entidad tan apoyada por Dios que podría considerarse semicelestial.
3 El gran valor de los manuscritos radica en la riqueza de datos que ayuda mucho para entender mejor el mundo teológico en torno a Jesús.
4 Los manuscritos del mar Muerto nos obligan a pensar que la transmisión dela Biblia hebrea es distinta y más flexible a la que pensábamos hasta ahora. Dentro de decenas cambiará el texto de algunos libros de la Biblia hebrea. Pero eso no afecta a los orígenes del cristianismo.
 
 
Y respecto a los textos de Nag Hammadi: hubo alguna sacudida con la insistencia de J. M. Robinson, H. Köster, J. D. Crossan en el uso de los evangelios apócrifos para determinar algunos dichos de Jesús. Es cierto: por todas partes se ve como se cita el Evangelio “gnóstico” de Tomás, o el Evangelio de Pedro y alguno que otro fragmento papiráceo más para completar o robustecer lo que sabíamos de los dichos de Jesús. Pero hoy día se ha vuelto a una posición más ecuánime, y estos evangelios apócrifos sirven más para confirmación de lo que sabíamos de los dichos de Jesús por el estudio crítico de los Sinópticos, que para aportar datos nuevos y significativos sobre Jesús. No creo que el aporte de los nuevos estudios sobre evangelios apócrifos haya variado ni un milímetro la visión que tenía la investigación independiente sobre el Jesús histórico. Opino que no se han impuesto en el común de la investigación ninguno de os hallazgos sobre una nueva impostación de la figura de Jesús más sapiencial y menos apocalíptica, menos profética y más magisterial, gracias a los nuevos estudios sobre la aportación de los evangelio apócrifos más importantes al conocimiento del Jesús histórico.
 
 
Sobre el plurifacetismo del cristianismo primitivo (igual al de su religión hermana el judaísmo), sobre su gran variedad y riqueza,  tampoco hay variación sustancial sobre la que ya sabíamos en nuestra percepción de esa variedad, desde que cualquier idea al respecto quedara ya súper  reforzada para quien haya leído una obra tan añeja como la de Walter Bauer,  “Rechtgläubigkeit und Ketzerei im frühen Christentum” de 1933 (hay versión inglesa de 1934 “Orthodoxy and Heresy in Earliest Chrisianity” de 1934 = “Ortodoxia y herejía en el cristianismo primitivo”).
 
 
 No nos detenemos ahora en la “crisis” en el empleo de los criterios para la búsqueda del Jesús histórico, porque los más críticos con ellos sólo han conseguido añadir matices, o bien cambiar el aspecto de alguno de ellos por otros criterios mucho más problemáticos, por ejemplo, el uso de la “plausibilidad intelectual” de G. Theißen que pretende sustituir al uso de otros criterios como el de dificultar o coherencia. Opino que este criterio –que utiliza ante todo el concepto de la inserción de Jesús en las coordenadas de su momento histórico–, más que un instrumento o criterio de discernimiento por sí mismo es una norma complementaria que da verosimilitud a lo conseguido por otros criterios ya bien establecido (no me extiendo más; véase “Aproximación al Jesús histórico, Trotta, 3ª edic. de 2019, 207-219).
 
 
En fin: sostengo que las prometidas aportaciones sociológicas y los estudios del mundo judío (Manuscritos del mar Muerto) y sobre evangelios apócrifos no nos han hecho cambiar los rasgos esenciales de la figura y misión del Jesús histórico que teníamos ya hace más de treinta años.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Domingo, 3 de Noviembre 2019


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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