CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
​Los manuscritos del Mar Muerto y otras obras del Nuevo Testamento (XIV). La carta a los Hebreos (919)

 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Los estudiosos del cristianismo primitivo han notado unánimemente la abundancia de contactos entre esta "Epístola" y los textos qumránicos. La obra de H. Braun (Qumran und das Neue Testament = “Qumrán y el Nuevo Testamento” en dos volúmenes. Mohr, Tubinga, 1968, todavía valiosa a pesar de los años, señala más de 90 puntos de encuentro entre los manuscritos de Qumrán y la "carta" a los Hebreos. Esta Epístola, insiste teológicamente en el aspecto sacerdotal del mesianismo de Jesús (una construcción teológica interesante, pero puramente intelectual ya que el Jesús histórico nunca fue sacerdote) y hace hincapié en que éste cumple todas las esperanzas mesiá­nicas, lo cual responde de manera expresa a pretensiones qumranitas, que tiene dos mesías (al menos en una parte de la secta), el mesías real /guerrero y el mesías sacerdotal: Jesús está por encima de los profetas; es superior a Moisés; es hijo de David, pero despojado –no le interesa al autor– la evidentes implica­ciones políticas de este título; Jesús es ante el sumo sacerdote, perfecto,  del orden de Melqui­sedec, superior al de Aarón.
 
 
Siguiendo a C. Spick, González Lamadrid  (en su bora varias veces citada Los descubdrimientos del Mar Muerto. Balance de 25 años de hallazgos y estudios, BAC, Madrid  21973señala que estas analogías, que nos ayudan notablemente a entender la "carta", son las siguientes :
 
a) analogías de carácter literario: hay vocablos comunes.
 
b) métodos exegéticos, de interpretación de la Escritura similares;
 
c) afinidades en la disciplina penitencial: el autor de Hebreos es contrario a la llamada “segunda penitencia”: una vez que alguien ha creído en el Mesías y ha sido bautizado, si cae en un pecado grave, sobre todo la apostasía, no tiene perdón alguno y se irá al infierno eterno
 
d) concomitancias en la doctrina ética: el rigorimso moral es común
 
e) afinidades de carác­ter cultual (Los descubrimientos..., 323s).
 
 
 B) El evangelio de Mateo
 
 
El lector interesado puede encontrar una síntesis de los temas más impor­tan­tes con los paralelos más llamativos entre el primer evangelio y los textos de Qumrán en el artículo de J. Trebolle ya cita­do ("Los textos de Qumrán y el Nuevo Testamento", 246‑249, en García Martínez, F. ‑ Trebolle J., Los hombres de Qumrán, Trotta, Madrid, 1993). Aludo brevemente a ellos:
 
 
1. Las bienaventuranzas del Ser­món de la montaña (Mt 5,3‑11 par) y la colección de macarismos qumránicos (4Q525) presentan no sólo sorprendentes afinidades en la utilización del mismo género literario, sino también, aunque en menor grado, de contenido. Por ejemplo, la aclaración de la enigmática frase "pobres de espíritu" de la primera bienaventuranza (Mt 5,3), que en tiempos se pensó como una glosa o añadido a un original simple "pobres" (contrastar con Lc 6,20). Según K. Berger, Qumran und Jesus, 88, la frase significa --por comparación con textos de Qumrán (1QM 14,7; 1QH 14,3)-- "piadosos, elegidos de Dios, en una situación de angustia, desanimados y oprimidos por una situación moral contraria"
 
 
2. La antítesis "amor al prójimo ‑ odio al enemigo" (Mt 5,43; 1QS 9,21‑22), aunque con peculiaridades evangélicas que no permite ese odio.
 
 
3. La perfección de los seguidores de Jesús, o la de los esenios, fundamentada en la imitación del modo de ser y actuar del Padre celestial (Mt 5,48; 1QS 1,8), a quien hay que imitar. La imitación de Dios es la fuente del comportamiento moral
 
 
4. La doctrina de los dos caminos, el estrecho y áspero es el que conduce a la salvación, como las dos puertas: la estrecha es la vbuena para la salvación (Mt 7,13‑14; 1QS 3,20‑21) igual en ambos textos.
 
 
5. La imagen de la firmeza de la "roca" como fundamento del grupo que sigue a Jesús (Mt 16,18, que lo aplica a Pedro… pero que no tiene paralelos en los otros evangelios; 1QS 8,4‑8) que también aparece en Qumrán.
 
 
6. La corrección fraterna (Mt 18,15‑17; 1QS 5,24‑6,1) similar en ambos grupos.
 
 
El próximo día trataremos la cuestión del silencio del Nuevo Testamento acerca de los esenios… que no son nombrados jamás.
 
 
Estoy yendo en esta serie a lo esencial, lo descubierto y puesto de relieve hace mucho tiempo y que no cambia. Al final haré algunas precisiones más modernas (pero que cambian poco en lo esencial, por medio del libro de James Vanderkam y Peter Flint, “El significado de los Rollos del Mar Muerto. Su importancia para entender la Biblia, el judaísmo, Jesús y el cristianismo”. Trotta, Madrid 2010.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
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Viernes, 6 de Octubre 2017
​Los manuscritos del Mar Muerto y los títulos mesiánicos que suponen que el mesías es celestial.  Los paralelos de Qumrán no explican todo (y III). (XIII) (918)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Puesto que lo que se discute en esta problemática cristoló­gica (es decir, la construcción de una teología sobre el mesías cristiano, el Cristo por antonomasia) es la constatación de si hay o no una diferencia específica entre el judaísmo, concretamente el qumránico, y el cristianismo (que difieren en la aceptación o rechazo de la encarnación de una persona divina en Jesús), y cómo se constituyó esa diferencia (su lugar de procedencia; factores que intervinieron), debe afirmarse también, en general, que no parece muy sano metodológicamente buscar esa tal diferencia específica en el seno del judaísmo mismo del que se diferencia netamente el cristianismo en esta divinización de Jesús. Escribíamos hace tiempo:
 
                        "Si bajo el lema ‘para qué buscar fuera de casa lo que podemos encontrar dentro’, llegamos a afirmar que el An­tiguo Testamento, en los textos de Qumrán (o en otros del judaísmo helenístico) hallamos todas las claves para el de­sarrollo teológico del cristianismo, si mantenemos que no hay en absoluto nada en el Nuevo Testamento para lo que no pueda hallar­se un parangón, un algo muy similar, en el judaísmo helenístico y en especial en los textos de Qumrán; si sostenemos que son explicables todas las dife­rencias específicas del cris­tianismo respecto al judaísmo apelando a textos y concep­ciones judías, tenemos que llegar necesariamente a la afirmación de que el cris­tia­nismo se constituye como una verdadera religión, como algo nuevo, diferente especí­ficamente del judaísmo, utilizando elementos teológicos –algunos conocidos en concreto últi­mamente gracias a los textos qumranitas– que son todos ab­so­lutamente judíos.
                       
                        Desde el punto de vista de la historia de las religiones, lo que hace a una religión, en concreto la cristiana, específi­camente diferente de la religión “madre”, o mejor “hermana” en este caso la judía, no puede proceder del mismo seno materno, y ni siquiera de una derivación sectaria de este seno. Hay que buscar en otro lado. Y en la historia de las ideas religiosas para un proceso de divinización como el que ocurre con Jesús tenemos múltiples ejemplos y analo­gías en el mundo grecorromano anterior y contemporáneo al cris­tianismo, no en el mundo judío. Qumrán, o el judaísmo helenístico no son un prece­dente absoluto para estas ideas propiamente cristianas. Sí es interesante percibir, sin embargo, que el terreno teológico podía irse preparando y que las nuevas ideas cristianas al respecto podían no caer en un ámbito que las considerara una locura totalmente rechazable"
 
(Así en una obrita que publiqué con Dimas Fernández Galiano, Los manuscritos del Mar Muerto. Balance de hallazgos y de cuarenta años de estudios, El Almendro, Córdoba, 1994, capítulo "Los manuscritos del Mar Muerto y el Nuevo Testamento", p. 173).
 
 
Mi idea es que tiene razón la Escuela de la historia de las religiones cuando desde finales del siglo XIX e inicios del XX afirmó ya que el núcleo de la divinización extrema de Jesús (ojo: no estoy hablando de la semidivinización judía de personajes como Elías, Henoc / Metatrón, que están muy cerca del torno de Dios y a quienes este delega ciertas funciones suyas como instaurar el reino de Dios o la función de juez en el Juicio Final, sino una divinización plena que se nota en seis textos del Nuevo Testamento: Jn 1,1; 1,4; 20,28; Tito 2,23; Hb 1,8; 2 Pe 1,1; Rm 9,5 es en extremo dudoso), y mi conclusión es que a pesar del ensanchamiento de la noción de "mesías" o de "hijo de Dios" en el judaísmo sectario, que nos ofrecen los textos de Qumrán, el paralelismo de las concepciones subyacentes a estas expresiones referidas a Jesús en la cristo­logía neotestamentaria, unidas substancialmente a la concepción de que este "mesías" o "hijo de Dios" padece vicariamente por la salvación de la humanidad, muere y resucita, se halla con más facilidad entre las religiones mistéricas y en la religiosidad helenística en general que en el ámbito del judaísmo. José Mont­serrat lo ha expuesto con claridad de la manera siguiente:
 
                        "La presentación de Jesús como salvador individual que opera a través de su propio sufrimiento y de su propia muer­­te es un elemento que, genéricamente, tiene obvios paralelos en la religiosidad pagana contemporánea (al cristianismo) y particularmente en los cultos mistéricos del entorno helénico, arameo, egipcio, iránico, babilónico y de Asia menor. Todas estas modalidades de soteriología individualista habían confluido en la figura-tipo del personaje divino que muere, vuelve a la vida y hace par­tícipes a sus devotos de su victoria sobre la muerte. Puede hablarse de una misteriosofía genérica que extiende su influencia más allá del ámbito de los cultos particu­lares, siendo discernible en la literatura y aun en el lenguaje corriente. No hace falta más para situar al cristianismo en su lenguaje específico. Los primeros teólogos cristianos supieron captar la tensión soterio­lógica del entorno reli­gioso de las ciudades del Imperio Romano y adaptaron a este vector las categorías judaicas de mesianidad (y de filia­ción divina). No son discernibles en la soteriología cris­tiana ingredientes procedentes de nin­gún culto mistérico en particular, pero... reducido a sus términos más elementa­les, el tema (la analogía o seme­janza de las religiones mistéricas con la soteriología del cris­tianismo) adquiere solidez y cumple de sobra su cometido, que es ofrecer una característica del cristianismo primi­tivo absolutamente irreductible a su adscripción al judaísmo"(en el capítulo: "El marco religioso del cristianismo primitivo. Reflexiones y perspectivas", en A. Piñero (ed.), Orígenes del cristianismo. Antecedentes y primeros pasos. Córdoba (El Almendro) 1991, 78).
 
Creo que está muy claro. Recuerden lo que dije el día anterior: para el esquema mental que rige la concepción virginal de María por el poder  / sombra del Espíritu Santo –que  es igual a Dios actuando como espíritu en estos momentos– no hay paralelos judíos de ninguna clase… Ni acercarse a esa idea. Pero sí los hay en el mundo grecorromano. Y el que más acertado me parece es el de la lluvia de oro fecundante Zeus sobre la virgen Dánae que concibe así a Perseo. Este es un héroe, como Heracles / Hércules…, y el proceso de divinización de Jesús por apoteosis es muy parecido al de ese mismo Heracles / Hércules, como también han visto los estudiosos de la historia de la religiones, por ejemplo, Marcel Simon, judío en su libro sobre Hércules y Cristo.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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NOTA PARA LOS QUE VIVAN EN TORNO A VIGO / PONTEVEDRA
 
Hoy, miércoles 4 de octubre 2017, a las 19.00, en el local del Círculo de Empresarios / Club Financiero de Vigo, c/ García Barbón 52, conferencia:
 
“El clamoroso éxito de Pablo de Tarso. Un caso de márqueting religioso en el siglo I”.
 
Entrada libre hasta completar el aforo.
 
Miércoles, 4 de Octubre 2017
Los manuscritos del Mar Muerto y los títulos mesiánicos que suponen que el mesías es celestial.  Los paralelos de Qumrán no explican todo (II).   Algunas preguntas y respuestas (XII) (917)

 Escribe Antonio Piñero
 
 
Hemos tratado en las últimas entregas la cuestión de cómo el mesianismo cristiano, donde el componente celestial es notable, tiene paralelos en Qumrán. Obtenemos la idea de que cuando el primer cristianismo concibe Jesús como mesías es elevado al cielo y Dios le otorga un estatus nuevo, mezcla de celestial y humano, tiene un cierto parecido con algunos textos de Qumrán. Pero el mesianismo cristiano que en Pablo es celestial, pero sigue aún líneas judías, es enseguida llevado a más alturas celestiales por los discípulos de Pablo, los autores de Colosenses, Efesios, 1 y 2 Pedro, el anónimo autor de Hebreos. Ese mesianismo es más “celestial”: de Jesús pasará a Jesucristo, con elementos muy divinos. ¿Por qué?
 
En líneas generales puede responderse –como ha visto la investigación desde el siglo XIX porque el cristianismo que va creciendo deja de recibir un flujo notable de judeocristianos y se va haciendo cada vez más griego. Nunca deja de ser un judeocristianismo…, cierto. Pero las notas helénicas se van percibiendo cada vez más en la teología cristiana. Hacia el 250, sobre todo en Alejandría, el Dios cristiano ha dejado de ser Yahvé y pasará a ser un divinidad neoplatónica que se parece mucho al dios de Plotino.
 
 
El problema del surgimiento de la nueva teología / cristología cristiana ha sido expresado por Martin Hengel del modo siguiente:
 
"La discrepancia entre la muerte oprobiante de Jesús como reo judío convicto de un delito contra el Estado y la confesión de fe pau­lina (de Flp 2,6‑8) que describe a ese ejecutado como una figura divina preexistente, que se hace hombre y se humilla hasta la muerte en cruz, esa discrepancia ‑‑sin analogía en el mundo an­tiguo, a mi entender‑‑ pone de relieve el enigma del nacimiento de la cristología cristiana primitiva" (Der Sohn Gottes, “El hijo de Dios”, 28).
 
Precisamente esta cues­tión del nacimiento de la cristología se suscita cuando ras­trea­mos en Qumrán, como lo hemos hecho en esta serie sobre Qumrán y la teología cristianas, los orígenes de los nuevos significados de “Hijo de Dios” o “Señor”. Antes que en los Evangelios Sinóp­ticos el cambio de significado de estos títulos puede observarse en la religión de Pablo, y en concreto en su doctrina del meca­nismo de la salvación. Tal doctrina se halla ligada a la idea de un redentor celeste que desciende a la tierra, padece, redime a los mortales con su muerte, resucita y retorna al cielo. A este respecto comenta Hyam Maccoby, un autor al que cito con gusto muchas veces:
 
            "Ese concepto paulino de Jesús como un visitante celeste preexistente que llega a la tierra y que realiza una función salvífica en forma humana es totalmente ajena al judaísmo. Procede más bien de la noción paulina básica de que la redención debe proceder de arriba, puesto que lo terrenal, material y la naturaleza moral del hombre se hallan demasiado corruptas como para ser salvadas por el esfuerzo humano. El descenso de un ser divino en la materia mala y corrupta es un concepto característicamente hele­nístico y es totalmente claro en la gnosis. En el fondo deriva de una concepción de la materia como mala que es platónica y del concepto de una divinidad prometeica que no se preocupa de huir de la materia con tal de ayudar a los mortales inferiores. En el transfondo de ese platonismo podemos discernir ideas órficas e hindúes del mismo estilo. Esa concepción no puede ser judía, pues el judaísmo jamás ha considerado la materia y el mundo como malos" (H. Maccoby, Paul and Hellenism, 63).
 
 
Es más: según la Escuela de la historia de las religiones, el cristianismo no sería original en las doctrinas implicadas en la utilización amplia y específica del título “Hijo de Dios” (como ser preexistente, realmente divino, y enviado a la tierra), sino que –afirma–esas ideas teológicas fundamentales han sido tomadas de la religiosidad helenística en su más amplio sentido. Para probar esta tesis sustancial con sus tres aspectos nucleares (hijo de Dios / envío / más el corolario de muerte y resurrección), los comparatistas aducen paralelos de otras religiones anteriores al cristianismo que debieron influir de algún modo en éste. Tales religiones son particularmente los cultos de misterio, tanto griegos como orientales, en especial del ámbito iranio. Igualmente, a partir de datos cronológicamente tardíos (desde el s. II d. C.), los comparatistas deducen hipotéticamente que hubo estadios religiosos de la “religión gnóstica” (Que n sabemos si existió alguna vez como tal; sí existe una “religiosidad gnóstica”) anteriores al cristianismo que influyeron en éste y lo moldearon por analogía o rechazo.
 
 
En nuestra opinión, por mucho que el concepto "hijo de Dios” se estime enriquecido, ampliado y ensanchado en el judaísmo helenístico, incluido los textos Qumrán, respecto a concepciones más angostas O “pobres” de la misma expresión en el Antiguo Testamento, y por mucho que se consi­dere que ese sintagma "hijo de Dios" se aplica en época helenística a sabios, carismáticos, místicos, incluso a una figura obs­curamente mesiá­nica como la que aparece en 4Q246 (un texto en el que se dice que el mesías ¿? es “hijo de Dios”), se debe confesar que, en esos contextos judíos, se trata siempre de designaciones esen­cialmente metafóricas que competían a hombres de unas cualidades excepcionales; que tales denominaciones nunca hacían alusión, como en el caso de Jesús en una parte de la teología del Nuevo Testamento, a una filiación óntica, real y física de Dios, que conllevara la preexistencia y la mediación en la obra crea­tiva divina (si no en Pablo, sí claramente en Hebreos, el Evangelio de Juan, en 1 2 Pedro).
 
 
Por el contrario, se debe tener en cuenta que en la religio­sidad helenística pagana el puente entre la divinidad y los mor­ta­les era mucho más patente, y que se admitía sin rubor la exis­tencia de seres humanos generados directa y físicamente por los dioses, y que se concebía con absoluta facilidad el paso de cier­tos humanos, tras la muerte, al ámbito absoluto de lo divino.
 
 
Una conclusión razonable de lo dicho sería aceptar que el judaísmo helenístico, a pesar de la enorme riqueza ideológica contenida en los llamados apócrifos o en los manuscritos del Mar Muerto "no nos aclaran directamente el misterio cristiano", en palabras de F. García Martínez aunque, en muchos casos, sin embargo, "nos iluminen el transfondo judío en el que las ideas cristianas han brotado y nos permitan así comprender su de­sar­rollo". Insistamos en este extremo: los manuscritos qum­ránicos, o la literatura judía helenística en general, nos ilu­minan el transfondo, ciertamente, pero los posibles precedentes judíos no llegan a aclarar el enorme salto teológico que supone el paso de un "hijo del hombre" puramente humano, de un "mesías" terrenal como debió de ser el Jesús de la historia, a un "hijo de Dios" ontológico y a un mesías celeste.
 
Hay que buscar en otra parte. Cero que se puede ir pensando que ya en el Evangelio de Lucas, más griego, o helenístico, que el de Mateo, probablemente posterior a este, mantiene una idea de que Jesús es hijo de Dios desde su misma concepción en el vientre de María, por el efecto fecundante de la “sombra” del Espíritu de Dios, es decir, de Dios actuando como espíritu. Por muchas vueltas que le dé, no encuentro ningún parecido tan notable como el que se halla en la fecundación de la virgen Dánae, que alumbra luego al héroe Perseo, gracias al efecto fecundante de Zeus que la cubre como con una lluvia de oro.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Lunes, 2 de Octubre 2017
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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