CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero


Sigo exponiendo la necesidad de contrastar los textos de la tradición sinóptica para observar cómo esta añade a los textos recibidos los adversarios que le parece bien. Al ser un añadido del evangelista, no tiene valor histórico alguno, o muy poco.


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Mt 12,27: Y si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces”.


“Vuestros hijos” se refiere a los hijos de los judíos, no a los hijos de los fariseos. Luego este discurso se dirigía a los judíos en general. Lo mismo en Lucas:


“Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces”.



2. Compárese Lc 9,57 y Mc 12,35:


“Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.») y Mt 8,19 (Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.») El escriba queda mal porque luego no sigue a Jesús”.


Mc 12,35: “Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?”


Pero Mt 22,41 escribe: “Estando reunidos los fariseos, les propuso Jesús esta cuestión:”


Es evidente que Mateo ha añadido “los fariseos” por su cuenta con la intención de denigrarlos.


3. Compárese Lc 17,20 con sus paralelos o semiparalelos: 

“Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.” 


Pero en los semiparalelos de Mc 13,21: 


“Entonces, si alguno os dice: “Mirad, el Cristo aquí” “Miradlo allí”, no lo creáis”, 


y Mt 24,23: 


“«Entonces, si alguno os dice: “Mirad, el Cristo está aquí o allí, no lo creáis”  la pregunta parecida o análoga es impersonal.


Por tanto, el añadido “los fariseos” es propio de los evangelistas: no refleja ninguna tradición primitiva. Con toda razón, argumentaba Karl Ludwig Schmidt a principios del siglo XX en su obra “El marco de la historia de Jesús. Investigaciones de crítica literaria  sobre la tradición más antigua sobre Jesús, de 1919 que todos los datos concretos, situacionales, topográficos y cronológicos no pertenecen a la tradición primitiva sobre Jesús, sino que son obra de la pluma de los evangelistas. No pueden tomarse como históricos.


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 25 de Noviembre 2016

Notas


Escribe Antonio Piñero
 
Lo que estoy intento con la paráfrasis de unas páginas de R. Bultmann, “Historia de la tradición sinóptica”, que durará unas cuantas postales, es mostrar en lo posible que la tradición que pinta a Jesús discutiendo agriamente sobre todo con fariseos no es fiable. Es un producto polémico de la situación antifarisea sobre todo de la Iglesia primitiva, en especial la de Mateo. Esta dinámica afecta también a escribas y doctores de la Ley, y otros adversarios de Jesús, reales o presuntos.
 
Véase, por ejemplo, Mc 9,14-15:
 
“Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle”.
 
En los paralelos de Mateo y de Lucas faltan los escribas. Así Mt 17,14 dice:
 
“Cuando llegaron donde la gente, se acercó a él un hombre que, arrodillándose ante él”. Y Lc 9,37-38:
 
“37 Sucedió que al día siguiente, cuando bajaron del monte, le salió al encuentro mucha gente. En esto, un hombre de entre la gente empezó a gritar: «Maestro, te suplico que mires a mi hijo, porque es el único que tengo…”.
 
En Mt 21,12-17, en el relato de la purificación del Templo (que en Mateo es aún más inverosímil, se añade al final una mención polémica a la unión de escribas y sumos sacerdotes contra Jesús: He aquí el texto:
 
“Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. 13 Y les dijo: «Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!».
14 También en el Templo se acercaron a él algunos ciegos y cojos, y los curó. 15 Mas los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el Templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron  16 y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen éstos?» «Sí –les dice Jesús – ¿No habéis leído nunca que  «De la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza?»  17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche.
 
Y volvemos con los fariseos: la tradición primitiva era evidentemente impersonal. La corrección antifarisea. Lo que sigue es un contraste entre textos de Lucas y Mateo:
 
Lc 6,39:
 
“Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?»”.
 
Compárese con Mt 15,12-14:
 
“Entonces se acercan los discípulos y le dicen: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tu palabra?» 13 El les respondió: «Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. 14 Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.»
 
De nuevo el contraste:
 
Lc 6,42-43:
 
¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo”, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano. 43 «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno (Sermón del Llano, para todos).
 
Pero Mt 12,33-35 lo introduce en una polémica especial contra los fariseos:
 
“Raza de víboras, ¿cómo podéis vosotros hablar cosas buenas siendo malos? Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas.
 
Obsérvese que este dicterio antifariseo está enmarcado entre Mt 12,24-25
 
“Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: «Este no expulsa los demonios más que por Beelzebul, Príncipe de los demonios.» El, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir”,
 
y Mt 12:38:
 
 “Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti»”.
 
Me parece que por ahora va quedando claro la regla que ya expusimos: “Cuando hay un hueco, porque la tradición de los diálogos de escuela o polémicos de Jesús se había transmitido de forma impersonal, ese hueco lo rellenan los evangelistas añadiendo el nombre de “fariseos” sobre todo.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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Jueves, 24 de Noviembre 2016
Jesús y el fariseísmo (III). Educación de Jesús (23-11-2016)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Hay otros casos en la tradición sinóptica en el crítico tiene toda la impresión de que la presencia de los fariseos en determinados textos se ve forzada, secundaria, añadida, no se justifica por la situación que presenta la escena que el evangelista está dibujando. Así en Mc 2,15-16:
 
 
“Y sucedió que estando él (Jesús) a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?».
 
 
El sintagma “escribas de los fariseos” es considerado por muchos críticos como incomprensible en sí y como un elemento secundario añadido a la escena. En realidad no sabemos qué significa esta precisión de escribas propios de los fariseos. En sí, además,  la celebración del discipulado en una escena de comensalidad en casa del nuevo seguidor de Jesús se convierte en una crítica por parte de los fariseos. Da toda la impresión de que el redactor ha introducido aquí a los fariseos para concretizar una crítica general que se habría hecho a Jesús.
 
 
Otro caso se observa también en el mismo Marcos. Por ejemplo, 2,18:
 
 
“Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar”.
 
 
El transfondo probable de esta perícopa es una disputa entre los discípulos de Jesús y los de Juan Bautista. Los fariseos han sido añadidos secundariamente.
 
 
Otro caso: Mc 10,2:
 
 
“Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»”
 
 
Pero el famoso manuscrito D (el Códice Beza, testigo del texto denominado occidental en Evangelios y Hechos) omite “fariseos”.  Estimo que esta ausencia es probablemente original.
 
 
En Mc 7,1-3: los fariseos vienen expresamente desde Jerusalén para disputar con Jesús. Esto es muy notable y para muchos críticos un tanto sospechoso:
 
 
“Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas –es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos”.
 
 
En mi opinión, el texto es ambivalente. Ciertamente se ve una insistencia en citar a los fariseos como los principales enemigos de Jesús Mas, por otro lado, quizás la escena no sea tan irreal. Supone que Jesús tuvo un momento de atracción de masas en Galilea hasta que le sobrevino la sensación de fracaso y decidió “subir a Jerusalén”. Y los fariseos de Jerusalén tomaron nota de ese prestigio y quisieron intervenir. Y a la vez –y lo digo respecto a los que creen que Jesús no pudo ser un fariseo– se puede mantener que los fariseos eran tan poco sociables con los ajenos…, que jamás habrían hecho caso a Jesús y se habrían trasladado expresamente de Jerusalén a Galilea si Jesús no fuera uno de los suyos. De algún modo. Si no lo fuera, no le habrían hecho ni el menor caso.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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Miércoles, 23 de Noviembre 2016
Escribe Antonio Piñero
 
La perspectiva atenta y comparativa sobre el tema “Jesús y los fariseos” ayudará, y mucho, a ver el comportamiento de la tradición evangélica: se percibirá, sobre todo al final del análisis de variados textos y en una vista de conjunto, cómo son erróneas ciertas percepciones que se nos ofrecen como seguras en lecturas rápidas de los Evangelios, lecturas no comparativas, es decir, no teniendo en cuenta los paralelos de los otros evangelistas.
 
Es interesante –opino– comprobar cómo la tradición aumenta el papel negativo de los fariseos en las discusiones que Jesús mantuvo según los textos con diversos tipos de personajes. Este hecho es muy perceptible: basta con comparar sinópticamente los textos en los que en alguno de ellos aparecen los fariseos como enemigos de Jesús y cómo en otros no hay nada. A veces es tan perceptible que se nota en un mismo y único texto sin recurrir a la comparación. Así:
 
 
Mc 3,1-8: “Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2 Estaban  (¡obsérvese el impersonal!:varios e indeterminados) al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle…Y luego, de repente, en el v. 6, que es claramente secundario, ya aparecen los fariseos como añadidos –muy probablemente por Marcos mismo–– a una historia que la tradición había transmitido como propia de adversarios o dialogantes anónimos. Escribe Marcos sin haberlo justificado antes: “En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.”
 
Otro caso en el que basta igualmente con analizar el texto de un solo evangelista para observar el añadido, por parte del evangelista del vocablo “fariseos” a una tradición previa. Así Mc 8,10-13:
 
“Subió a continuación (Jesús) a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanutá. 11 Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba. 12 Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice (Jesús): «¿Por qué esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación ninguna señal.» 13 Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.
 
 
Parece bastante claro que “los fariseos” fueron aquí añadidos por Marcos para crear una situación concreta para un dicho de Jesús que en principio no estaba dirigido solo a los fariseos, sino a “esta generación”.
 
Otro ejemplo de añadido, opino que malicioso, observable en este caso por comparación sinóptica, es el siguiente:
 
· Lc 11,15 (Q): “Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios.»
 
· Mc 3,22: Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.
 
· Mt 12,24: “Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: «Este no expulsa los demonios más que por Beelzebul, Príncipe de los demonios.»
 
Obsérvese que Lucas recoge por su parte una tradición también indeterminada. Marcos añade que los oponentes son los escribas. Pero Mateo –cuya comunidad está aún dentro del ámbito sinagogal, después del 70 d.C. por supuesto, con el Templo ya destruido–  y que tiene grandes problemas con los dirigentes de esa comunidad por su fe en Jesús como Mesías rechazada por la mayoría,  añade, o cambia, para afirmar que los oponentes de Jesús eran fariseos.
 
Téngase en cuenta que los dirigentes de la comunidad judía a la que pertenecía el grupo de judeocristianos en los que estaba integrado Mateo eran ya fariseos declarados, prácticamente todos, pues eran los únicos supervivientes de la catástrofe de la lucha contra Roma (esenios y saduceos habían desaparecido y los celotas extremos también), y que estos fariseos empezaban ya a recomponer el judaísmo buscando una ortodoxia. A estos dirigentes les fastidiaba que un grupo de judeocristianos siguiera defendiendo y creyendo en un Mesías sedicioso a los ojos del Imperio Romano, ajusticiado en una cruz. En estas circunstancias de ataque a su comunidad por parte de los dirigentes, fariseos o filo fariseos, no es extraño que Mateo cargue las tintas contra los fariseos e intente “demostrar” en lo que es posible que el Maestro, Jesús, ya en vida había tenido graves problemas con los fariseos. Y así demostraba que no era extraño que ellos, sus seguidores los tuvieran también con el mismo grupo.
 
Y otra nota: un análisis de la “Fuente Q” nos muestra que no hay disputas con los fariseos estrictamente. Y es natural ya que los fariseos estrictos apenas existían en Galilea, como hemos indicado en una postal anterior.
 
Por tanto, primera conclusión:
 
Se constata una tendencia de la tradición, que pasa por escrito en los Evangelios: Allá donde hay dudas de quién se oponía a Jesús, o era indeterminado, los fariseos y los escribas aparecen en la tradición posterior sustituyendo a esos personajes indeterminados (algunos, la gente, etc.)”.
 
Seguiremos mañana con esta argumentación.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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Martes, 22 de Noviembre 2016
Escribe Antonio Piñero
 
Del fariseísmo de Jesús hablaremos en su momento detenidamente. Ahora me interesa poner en cuestión la imagen antifarisea de los Evangelios. Para ello me voy a servir de un  análisis, lúcido en extremo, de Rudolf Bultmann en su Historia de la tradición sinóptica (pp.  54-56: son de la 7ª edición alemana de 1967; no tengo la española, que sé que existe y que creo publicó la Editorial Sígueme).
 
Hay unas veinte escenas de los tres primeros evangelios (Marcos - Mateo - Lucas) que nos pintan a Jesús disputando agriamente contra los fariseos. Estos episodios nos llevan de modo espontáneo a considerar a Jesús como adversario acérrimo de este grupo, y en general ésta es la opinión de los cristianos de hoy. Sin embargo, esta tradición es muy insegura y por lo menos exagerada. En general, un examen detenido de los textos nos lleva a sostener que la tradición evangélica tiende a convertir en una disputa, a veces agria, lo que primero podría ser en Jesús un simple “diálogo didáctico”, es decir una explicación de la Ley ante un auditorio más menos restringido.
 
Veamos algunos casos. Así por ejemplo, Mc 12,28-34:
 
 
“28 Uno de los escribas, tras acercarse y oír que estaban disputando, y al ver que les respondía correctamente le preguntó:
–¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Le contestó Jesús:
–El primero es: «Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, 30 y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu vida, toda tu mente, toda tu fuerza». 31 El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Mayor que éstos no hay otro mandamiento.
32 El escriba le dijo:
–Bien dicho, maestro, hablas según la verdad, porque «es uno y no hay otro excepto él».33 Y «amarlo con todo el corazón, todo el entendimiento, toda la fuerza», y «amar al prójimo como a uno mismo» es mucho más importante que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Jesús, al ver que respondía inteligentemente, le dijo:
–No estás lejos del reino de Dios.
Y nadie se atrevía ya a preguntarle”.
 
 
Obsérvese el contraste con el paralelo de Mt 22,34-40:
 
34 Al enterarse de que Jesús había hecho enmudecer a los saduceos, los fariseos se juntaron y volvieron a la carga. 35 Uno de ellos, que era escriba, le puso una pregunta mal intencionada:
             36 –Maestro ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?
             37 Él le contestó:
             –«Amarás al Señor tu Dios”
 
 
El contraste está entre Mc 12,28 (“uno de los escribas”) que   Mateo en 22,34 sustituye por fariseos que vuelven a cargar contra Jesús y le hacen una pregunta mal intencionada, es decir “para tentarlo”.
 
Y Lucas, por su parte, sigue la tendencia de empeorar la relación Jesús – fariseos:
 
 
“Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” (Lc 10,25).
 
Obsérvese de nuevo la anotación: el legista no obra inocentemente sino que lo hizo "para ponerle a prueba" = tentarlo.
 
 
Otro caso es cuando la tradición más primitiva  recoge una pregunta de “alguien”, no especificado,  y la misma tradición en otro evangelista sustituye ese “alguien” ignoto por fariseos o "escribas y fariseos".
 
Un ejemplo  claro es:
 
Lc 11,16:  “Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo”.
 
En el paralelo de Mateo se recoge la misma tradición, pero el evangelista la modifica  negativamente:
 
Mt 12,38: “Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti.
 
 
Otro ejemplo de la tradición sinóptica se halla en un famoso texto, aunque no canónico, el Papiro de Oxirrinco 840 que amplifica la perversidad de los fariseos:  
 
 
(Verso): “Tomando Jesús a sus discípulos, los introdujo en el mismo lugar de las purificaciones. Y él se paseaba por el Templo. Entonces se acercó cierto pontífice fariseo, de nombre Leví, les salió el encuentro y dijo al Salvador: “¿Quién te ha dado permiso para poner los pies en este lugar de las purificaciones y contemplar estos vasos sagrados sin haberte lavado y sin que se hayan lavado los pies tus discípulos? Más bien, estando contaminado, has pisado este templo, lugar sagrado, que nadie que no esté lavado y haya cambiado sus vestidos, puede pisar ni se atreve a contemplar los vasos sagrados”. Pero poniéndose al instante el Salvador al lado de sus discípulos, le respondió:
 
(Recto) 23-45: “Entonces tú, que estás en el templo, ¿eres puro?”. Aquél le dijo: “Sí, estoy puro, pues me he lavado en la piscina de David, y he subido por una escalera distinta de la de bajada; y me he puesto vestidos blancos y limpios. Así he venido y contemplado estos vasos sagrados”. El Salvador le respondió diciendo: “¡Ay de los ciegos que no ven! Tú te has bañado en corrientes en las que se han metido perros y puercos de noche y de día. Te has lavado y te has enjugado la piel exterior, lo que también las meretrices y las flautistas perfuman, lavan, enjugan y atavían para excitar la concupiscencia de los hombres. Pero su interior está lleno de escorpiones y de toda clase de maldad. En cambio yo y mis discípulos, de quienes dices que no nos hemos purificado, nos hemos lavado en aguas de vida eterna”
 
Hay que fijarse cómo exagera la importancia del fariseísmo como opositor de Jesús haciendo que el fariseo sea un pontífice (algo insólito). Y amplificando la respuesta de Jesús en tonos totalmente ofensivo. Es un caso claro cómo una tradición apócrifa posterior a los evangelios canónicos sigue una tendencia inaugurada por estos.
 
Seguiremos porque lo creo interesante. Está en juego la credibilidad de la tradición… que no es aséptica.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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Lunes, 21 de Noviembre 2016
Escribe Antonio Piñero
 
En líneas generales opina la mayoría de los investigadores que el pensamiento global judío de Jesús –si es que le puede incardinar con total seguridad dentro de las denominadas “sectas judías” por Flavio Josefo, saduceos, fariseos, esenios y celotas– se parece bastante al sistema fariseo.
 
Y aquí, en cuanto a la formación de Jesús, surge la pregunta: ¿cómo es posible que Jesús adquiriera –de cualquier forma– una formación farisea? Por lo que sabemos, apenas había fariseos en Galilea (según los evangelios algunos fariseos subían desde Jerusalén para discutir con Jesús), ya que sus ideario de llevar a la vida ordinaria el sistema de pureza sacerdotal era
 
a) muy difícil en un entorno lleno de paganos (recordemos que los fariseos no eran escribas profesionales, por tanto vivían de su trabajo; he repetido varias veces que Hillel era zapatero y en Galilea no era nada fácil no tener contactos con clientes)
 
b) tenía poco sentido procurar un estado tal de pureza si el Templo estaba tan alejado
 
Por otro lado, lo que sabemos de la piedad galilea en general tampoco favorecía precisamente el fariseísmo. Aunque cumplidores de lo más importante de la ley de Moisés, los galileos tenían fama de un tanto “laxos” o relajados en sus interpretaciones de la Ley entre los fariseos, cuyas opiniones al respecto son recogidas por la Misná. Según este corpus, ensamblado a finales del siglo II o comienzos del III d.C., los fariseos acusaban a los galileos de ignorantes en materias legales-religiosas.
 
Esta opinión antigalilea, recogida en tiempos posteriores a la época de Jesús, quería probablemente indicar en Jerusalén que los galileos no daban tanta importancia al espíritu puntilloso y minimalista en la observancia de la ley de Moisés que imperaba en círculos capitalinos. Los galileos rodeados de gentiles tenían que concentrarse en lo más esencial de la religión judía -la circuncisión, la observancia del sábado, el respeto general por la Ley y la Alianza, el sustento económico del Templo y las peregrinaciones anuales a él- y quizá no hicieran tanto caso a cuestiones exteriores del ámbito de la pureza ritual que se podían observar mejor en un ambiente donde no había tantos gentiles.
 
Galilea tenía respecto a Jerusalén sus peculiaridades –fomentadas por la distancia geográfica- que forjaron ciertos detalles de la personalidad de sus gentes que explican algunos de los rasgos del Jesús histórico y de sus seguidores. Así, el carácter marcadamente rural, campesino, del ministerio y predicación de Jesús visible en sus parábolas, llenas de comparaciones de la agricultura y, segundo, el vivo sentido de que su misión estaba orientada preferentemente a los israelitas y no a los paganos (Mt 10,6 y 15,24). Jesús realizó sus viajes de predicación sólo por las aldeas de Galilea y no por las ciudades importantes de la región, como Séforis y Tiberíades, plenas de gentiles y a las que nunca rindió visita.
 
Respecto al fenómeno de la oposición antiextranjera, y antirromana en particular en Galilea, puede hacerse una observación. A) Por un lado, es cierto que el levantamiento más importante de los años de la infancia de Jesús –exactamente en el año 6 d.C.–  fue el de Judas de Gamala, por tanto un “revolucionario” que no había surgido precisamente en el corazón de Judea. Es claro que en la región galilea había suelo y base para un sentimiento antirromano.
 
Pero, por otro lado, B)  es cierto también que en la patria de Jesús, en el momento en el que Jesús se lanza a predicar el reino de Dios, el ambiente no era tan revolucionario y antirromano como el de Judas. Salvo la revuelta de este, no hubo otras de importancia hasta pasados más de sesenta años en el siglo I.
 
Por consiguiente, al estar los galileos físicamente alejados del Templo, era lógico que su espiritualidad estuviera más centrada en la sinagoga –que significaba ante todo la lectura y el estudio de la Ley y la oración en común– que en los sacrificios. Aunque hay sobradas muestras en los evangelios de la lealtad de Jesús al santuario central de Jerusalén (sobre todo el Evangelio de Juan presenta a Jesús asistiendo con asiduidad a las festividades del Templo) la lejanía de este hubo de generar una piedad más interiorizada que compensaba la imposibilidad de asistir con asiduidad a los oficios del santuario de Jerusalén.
 
Quedaría, por tanto, la conclusión hipotética de que el tono y sentido francamente fariseo de la teología de Jesús hubo de generarse en el contacto con la sinagoga: lo que allí se leía y explicaba en torno a las Escrituras era de tonalidad farisea, pues no en vano sostenía Flavio Josefo que los fariseos habían influido con sus doctrinas (en tiempos de Jesús es probable que la secta tuviera unos 170 o 180 años: de Antígono de Soco, fariseo de esa época, se recoge un sentencia en la Misná, cuya síntesis es nada merecemos si cumplimos la Ley; siervos inútiles somos y no hacemos más que cumplir con nuestro deber) en la población de todo Israel y no solo en Judea. Y como Nazaret era tan minúsculo, no sería extraño que Jesús frecuentara algunas otras sinagogas más importantes: Séforis que estaba al lado y la de Cafarnaún, donde más tarde implantaría su residencia (Mc 2,1).
 

Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Domingo, 20 de Noviembre 2016
Educación de Jesús. Revisión crítica. ¿Sabía Jesús hebreo y griego? (V) 18-11-2016)

Escribe Antonio Piñero
 
¿Conocía Jesús el hebreo? Sabemos que aunque toda la nación israelita hablaba normalmente arameo occidental, como herencia de los doscientos años en los que Israel estuvo bajo el dominio persa (desde la vuelta del exilio de Babilonia hacia finales del siglo VI o comienzos del V a.C.), ya que esta lengua era la oficial del Imperio persa para su parte occidental, las discusiones entre los eruditos sobre la Biblia eran a menudo en hebreo convertido en Israel en lengua erudita y “clásica”. Por tanto, si Jesús discutía a menudo de la “Ley y los Profetas”, es bien posible que Jesús supiera hebreo, ya que lo había oído desde pequeño en la sinagoga. No era tan difícil, y pues el arameo y el hebreo son lenguas estrechamente emparentadas la Biblia se aprendía en hebreo.

Los estudiosos han querido ver en algunos casos cómo Jesús hace un juego de palabras en hebreo. Así el juego entre ben (“hijo”) y eben (“piedra”:
 
Mc 12,10 cuenta que Jesús , dentro de la parábola de los viñadores homicidas que matan al “hijo”, cita el Salmo 118,22::
 “¿No habéis leído esta Escritura: «La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido»”. Aquí se habla del hijo, ben, asesinado por los viñadores que se convierte en eben, piedra angular 
 
Otro juego de palabras en hebreo pudo haber hecho Jesús entre qais (“verano”) / qes (“fin”)   en el pasaje traído por  Mc 13,28-29:
 
“«De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el (el final = qes; así en Lc 21,31; el reino de Dios; Mt 13,49 “final de los tiempos: qes ha-olamin) está cerca, a las puertas”.
 
¿Sabía Jesús griego? Muchos críticos lo niegan… Pero creo que hay argumentos suficientes para pensar que es probable al menos que Jesús hubiese manejado el griego, al menos para desenvolverse en su oficio de carpintero cuando le encargaban trabajos (en Séforis y Tiberíades) gente que solo hablaba griego. Es este un argumento de mera plausibilidad histórica, una hipótesis razonable, pero nada más.
 
A este argumento puede añadirse un par de textos de apoyo.
 
A. En una ocasión unos griegos quisieren ver a Jesús, como relata Jn 12,20-21:
 
“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús»”.
 
Naturalmente querían verlo porque podían comunicarse con él fácilmente: es probable que se hubieran expresado en su lengua al hablar con Jesús. Pero este no quiso recibirlos no porque no la supiera, sino porque posiblemente en paganos. Este rechazo encaja bien (criterio de  
 
B. Los adversarios de Jesús suponen que puede predicar a los griegos:
 
Se dice en Jn 7,34-35:
 
“Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo esté, vosotros no podéis venir.» Se decían entre sí los judíos: «¿A dónde se irá éste que nosotros no le podamos encontrar? ¿Se irá a los que viven dispersos entre los griegos para enseñar a los griegos?”.
 
A pesar de estos posibles datos, una lectura aun rápida del Evangelio nos indica que Jesús no parece tener una influencia clara de la mentalidad del helenismo. Lo que se respira en los evangelios es Israel puro y duro. Por eso su uso de la Biblia tendría que ser en hebreo o arameo. Parece muy poco probable que Jesús usara en su predicación y discusiones la traducción de los Setenta al griego
 
Y desde luego, sin duda algina,  su lengua materna era el arameo. en  momentos claves de su vida los Evangelios  transcriben algunas palabras suyas en esa lengua:

Así en Mc 5,41: “Y tomando la mano de la niña, le dice: «= Talitá kum =», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate»”, 

Mc 15,34: “A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz:  «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», – que quiere decir– «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»”.
 
 Otra cuestión: ¿en qué habla con el prefecto durante su juicio? No lo sabemos, ya que toda la peripecia de Pilato y Jesús está llena de fantasía y leyenda sobre todo en Mateo, Lucas y Juan.

Y por último:
 
¿Viajó Jesús a la India? ¿Hay influencias ciertas y comprobables del budismo en las palabras de Jesús ? ¿Hay influjo directo de la religión del Irán en sus dichos?

La respuesta es: No tenemos datos y no lo podemos suponer. Son hipótesis altamente inverosímiles.
Nuestras fuentes nos muestran un Jesús judío al cien por cien, y un Jesús campesino y galileo también al cien por cien.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com 
Viernes, 18 de Noviembre 2016

 
Escribe Antonio Piñero
 
Sobre la educación de Jesús los críticos han discutido todo, hasta si sabía leer y escribir, cosa que extraña normalmente a la gente, la cual considera que los estudiosos “sacan punta” a todo y ponen todo en cuestión. John P. Meier, en el primer volumen de su obra, “Un judío marginal”, discute el tema tanto en cuanto permiten las fuentes Señala tres pasajes de los Evangelios al respecto. Cita tres textos:
 
1. Lc 4,16-17: “Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.  17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:”

2. Jn 7,15: “Los judíos, asombrados, decían: «¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?»”.

3. Jn 8,6: “Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra”.
 
La opinión de J. P. Meier al respecto es:
 
“Los distintos textos de los evangelios prueban muy poco sobre la alfabetización de Jesús. Sin embargo, la argumentación indirecta basada en la convergencia de varias líneas de probabilidad nos lleva a pensar que Jesús de hecho sabía leer y escribir. Las consideraciones generales sobre el judaísmo palestino del siglo I (es decir, la idea general de la investigación (aunque recientemente con muchas dudas, es que los varones en Israel en el siglo I estaban alfabetizados al 90%,) más el testimonio coincidente de las distintas corrientes de la tradición evangélica, junto con la aportación indirecta de Jn 7,15, hacen plausible que Jesús supiera leer las Escrituras hebreas y mantener debates sobre su significado” (I 289).
 
Yo estoy de acuerdo Parece que el conjunto de sus discusiones con sus semi colegas (al menos) fariseos y sus intervenciones en las sinagogas, dato corriente en los evangelios, apuntan a que Jesús sabía leer y escribir. Respecto al texto 2 (Jn 7,15), lo que se preguntaban las gentes se refería solamente a si Jesús había sido alumno de algún maestro de la Ley de alguna fama en Galilea. Y la respuesta era que no. Formulado en términos modernos ¿tuvo estudios superiores a los que podía enseñar un “hazán”, un cuidador (“sacristán”) de la sinagoga de un pueblo pequeño?
 
Tales estudios se reducían a ser un talmid, “alumno” de un rabino. El aprendizaje era memorístico: sanáh en hebreo significa “repetir”  y el libro, a partir del incio del siglo III d.C. el sustantivo derivado de sanáh es Misnáh, que no significa sino “aprendizaje por repetición”. No lo sabemos ni podemos saberlo; sencillamente porque no hay fuentes.
 
La mayoría de los estudiosos responden negativamente: casi seguro que no, que Jesús no frecuentó a ningún rabino. Y se basan en el texto de  Mc 6,2 donde se dice:
 
“La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él”. Por eso Jesús no fue nunca un “maestro de Israel”. Igualmente Jn 7,15, más arriba.
 
No hay que extrañarse, sin embargo, de que Jesús pudiera discutir con los maestros de la Ley sin haber estudiado especialmente. La historia está llena de gente más o menos superdotada en algún aspecto del conocimiento que aprenden solos, únicamente oyendo lo que se dice en su casa y en la escuela. Jesús, que fue un pensador potente en lo religioso, y bien pudo ser uno de estos personajes que brillan con luz propia en una disciplina intelectual. Le bastó probablemente leer su Biblia y asistir regularmente y aclaraciones de los texto sacros de la Ley y los Profetas que se hacían entre todos los asistentes a los oficios sinagogales de los sábados para luego reflexionar por su cuenta. Adviértase que cuando Jesús discute con fariseos y otros maestros de la Ley tiene en torno a los 30 años. Suficientes como para haber aprendido solo.
 
Relacionado con el tema de los “estudios superiores”, otros estudiosos se han preguntado si en realidad conocía bien la Biblia Jesús, o por el contrario si fueron los evangelistas, y la tradición que recogen, los que han embellecido y engrandecido los conocimientos escriturísticos de Jesús en las discusiones de este con los fariseos y doctores de la Ley. Creo que aquí la crítica puede ser ya un tanto exagerada en su escepticismo respecto a las fuentes evangélicas. A tenor de los evangelistas, Jesús dominaba la Escritura como un fariseo. Aunque teóricamente es posible que hayan “mejorado” su conocimiento, ya que la cristología se formó sobre el estudio e interpretación de las Escrituras. Los evangelistas pudieron retroproyectar a Jesús el material que ellos empleaban en las discusiones con otros judíos sobre Jesús como mesías.  Mi opinión no es sin embargo, escéptica. Creo que es más que posible que Jesús conociera bien el Génesis, los  Profetas (Isaías; Zacarías, Oseas), y los Salmos. Esto pertenecía al fondo común de la espiritualidad de todo israelita que se preciara.
También es probable que Jesús conociera el desarrollo de la teología veterotestamentaria que conlleva la lectura de algunos de los que hoy conocemos como “Apócrifos del Antiguo Testamento”. Pero aquí no podemos precisar. Ni siquiera si conocía I Henoc y el libro de Daniel (que al final entró en el canon, gracias al feliz resultado del engaño de su autor que se hizo pasar por Daniel, un personaje de la corte del monarca babilonio Nabucodonosor). Creo también posible que así fuera, ya que afectaba a la espera mesiánica que era común en ese momento.
 
De lo contrario, no se explicaría cómo pudo hablar de “el Hijo del Hombre” como una figura distinta, sin duda, de sí mismo y que sería la mano derecha de Dios como ejecutora del Juicio Final y la instauración del Reino por ejemplo, en Mc 14,62:
“El sumo sacerdote poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo»” (Dn 7,13).
 
No entramos aquí en una exégesis detallada, ni siquiera si este interrogatorio ocurrió así como lo pinta el evangelista, pero sí parece cierto que Jesús está citando el libro de Daniel en su respuesta –en ese momento o en otro de su vida– a si él se consideraba el mesías.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com 
Martes, 15 de Noviembre 2016
Hoy escribe Antonio Piñero

Posibles estudios de Jesús.
 
Según Flavio Josefo, Contra Apión, II 16ss, lo normal en la Judea de su tiempo (aunque probablemente se refiera solo a Jerusalén y a los ricos) era:
 
a) Que la educación paterno/materna tratara exclusivamente sobre la Ley y sus preceptos como indican los textos siguientes Dt 4,9 (“Cuídate con todo cuidado de no olvidarte de cuantos tus ojos han visto… y enséñaselo a tus hijos y a los hijos de tus hijos…); 6,7s; 6,20s; 11,19sss; Pr 22,6.
 
b) Que los niños (no las niñas, que quedaban excluidas y condenadas al analfabetismo) fueran a la escuela elemental en la sinagoga. Según los evangelios (Lc 4,16) la educación elemental se reducía a aprender a leer la Biblia, y de ahí a leer en general, a escribir, y las matemáticas esenciales para la vida de los negocios, los números esenciales.
La organización de estas escuelas primarias, que se llamaban “Bet ha-sépher” (“Casa del libro”) es atribuida por el Talmud de Babilonia, tratado Baba-Bathra 21 A, a Joseph ben Gamba hacia los años 63-65… o a Joshua ben Gamala instituyendo escuelas elementales donde debían estudiar todos los niños desde los seis o siete años. En el anexo de la sinagoga instruidos por el hassán.
 
Se ha discutido hasta si sabía leer y escribir. Tres pasajes al respecto:
1: Lc 4,16-17: “Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. 17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:”
2. Jn 7,15: “Los judíos, asombrados, decían: «¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?»”.
3. Jn 8,6: “Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra”.
Opinión de J. P. Meier:
“”Los distintos textos de los evangelios prueban muy poco sobre la alfabetización de Jesús. Sin embargo, la argumentación indirecta basada en la convergencia de varias líneas de probabilidad nos lleva a pensar que Jesús de hecho sabía leer y escribir. Las consideraciones generales sobre el judaísmo palestino del siglo I, más el testimonio coincidente de las distintas corrientes de la tradición evangélica, junto con la aportación indirecta de Jn 7,15, hacen plausible que Jesús supiera leer las Escrituras hebreas y mantener debates sobre su significado” (I 289).
 
Acerca de su oficio: los evangelios lo denominan “tékton”, en griego, es decir, “carpintero en todo aquello que concierne a una casa”, o incluso constructor de ellas. No veo razón alguna seria para rechazar el dato evangélico sobre el oficio de Jesús, aunque el dato no esté atestiguado por múltiples fuentes (“Criterio de autenticiodad: “atestiguación múltiple: más de una fuente independiente, o la menos que la noticia esté eatestiguada en géneros literarios de transmisión independiente). En todo caso podría dudarse el que este fuera el oficio del padre de Jesús, pero no el suyo, según un análisis fino de los textos. Son los siguientes:
 
Mc 6,3: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él.”.
 
Mt 13,55: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?”.
 
Lc 4,21-22: “Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
 
 
 
La base de esta noticia es indudablemente del texto de Marcos. Por tanto se trata de un testimonio único.
 
 
Pero se puede dudar si en el texto primitivo (1ª edición de Marcos; la que leemos nosotros es muy probablemente una segunda edición) se decía literalmente: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María…”
 
 
Ahora bien, se supone que Marcos lo toma de una tradición en griego a la que subyace una noticia que primitivamente se transmitió en arameo. Y en esta lengua, por la falta de adjetivos, “hijo del carpintero” podría significar simplemente “carpintero” (del mismo modo que “hijo de la iniquidad” significa inicuo; “hijo de hombre” = hombre.; “hijo de Satanás = “satánico”). Por tanto, “hijo de carpintero” podría ser el primer resultado de un original “hijo de la carpintería” que podría significar no que su padre (José) fuese en sí carpintero, sino que él, Jesús, era un carpintero.
 
 
En síntesis: podemos aceptar que de cualquier modo lo que quiere decir tanto marcos como su noticia subyacente es que Jesús trabajaba la madera, era un carpintero (recordemos que el famoso rabino Hillel era zapatero).
 
 
La única duda –puesto que Nazaret, según los restos arqueológicos actuales— era una aldea muy pequeñita, es si realmente tendría trabajo en ella para vivir, o si le era necesario buscarlo en las ciudades vecinas como Séforis o Tiberíades. Probablemente esto último, lo que pudo suponer para Jesús un abrirle los ojos a la vida y tener una mentalidad más abierta que la de un mero aldeano.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
Www.antoniopinero.com
Domingo, 13 de Noviembre 2016
Como historiadores, tenemos que confesar casi de antemano que no tenemos datos fiables en los evangelios canónicos y menos en los Apócrifos. Casi nos vemos reducidos a formular ciertas hipótesis y generalidades sin más.

Marcos y Juan nada saben de esta infancia. Mateo solo cuenta que estuvo en Egipto, lo cual, en medio de la narración maravillosa de los magos, la estrella y la matanza de los inocentes es un hecho que no se puede comprobar y dudoso en sí. Luego vuelve Jesús de Egipto, no se albergan en la antigua casa de José en Belén, sino que se asientan en Nazaret.

Lucas nos cuenta algo más, pero muy escaso y poco fiable. Toda la infancia se comprime en una frase:

“Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” (2,39-40).
Y al final:

“Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (2,52)

Y un segundo episodio que es el del niño perdido y hallado en el Templo que todos conocemos. Es verosímil el marco. Las mujeres no tenían obligación de ir a Jerusalén pero también era verosímil que lo hicieran. Que el niño fuera también es posible. No sabemos a qué edad se entendía por lo general que un jovencito estaba obligado a cumplir la Ley. Más tarde a los 13 años. Es posible que los piadosos de la época opinaran que a los 12. No sabemos.

La historia en sí es, o parece, fantasiosa. Pero uno puede creerla ciertamente ya que Flavio Josefo cuenta de sí mismo que a los catorce años los doctores de la Ley ya le preguntaban sus dificultades en Jerusalén y que él las resolvía.

Surgen dudas respecto a los números 3 (días de viaje y para el reencuentro) y 12 (años). Los tres días es la cifra de a salvación según Oseas 6,2:

“Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos”.

Y doce son los años que tenía Salomón cuando fue nombrado rey y comenzó a ser cantor y profeta, según Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos V 10,4; el mismo año en el que Daniel comenzó a profetizar y denunció a los ancianos que acechaban a la casta Susana (Ignacio a los magnesios III 5,4. Y según un midrás al Éxodo la tradición era que Moisés abandonó la familia del Faraón a los 12 años. Por tanto cifras sospechosas.

La reacción de María y José da a entender que esta anécdota se creó antes de que se extendiera la creencia de la concepción y nacimiento virginales: “Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: 48«Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando»”. Y además: 49 El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio”.

Y no se entiende nada el texto de Mc 3,20 (su familia cree que Jesús está más o menos loco) si “María, Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón”: 2,51.

No sabemos las fuentes de este episodio. Pero historias parecidas se cuentan de Moisés, Alejandro Magno, Buda, Samuel (indicaciones al respecto se encuentran en los “Comentarios”. Por ejemplo, pueden consultarse los Comentarios de Ulrich Luz a Mateo de cuatro volúmenes y el de François Bovon a Lucas: otros cuatro volúmenes; los dos editados por la Editorial “Sígueme” de Salamanca. Véase página web).

Otros detalles de su infancia serán considerados el próximo día, brevemente.
Jueves, 10 de Noviembre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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