CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy, domingo, me permito repetirles el anuncio de la semana pasados del curso sobre

Orígenes del cristianismo / Iniciación al estudio del Nuevo Testamento

impartido por Antonio PIÑERO

en Alcobendas (Madrid) a partir del próximo

lunes 2 de marzo 2009 a las 19,30 horas, c/ Albacete 11 (trasera).


El siglo I de nuestra es una época fascinante. En ella, y tras la derrota ante el Imperio romano, el judaísmo sufre su última gran mutación que lo configura en la forma que tiene hasta hoy. En este siglo vive Jesús de Nazaret y nace también el cristianismo cuya máxima expresión es el Nuevo Testamento.

El curso presente sobre los "Orígenes del cristianismo" está centrado en el libro cristiano por excelencia: el Nuevo Testamento, sus antecedentes y su entorno. Indagaremos en lo posible sus entresijos para comprender mejor cómo y por qué nace la fe cristiana.


El programa es el siguiente:

1. Orígenes del cristianismo. Introducción histórica. La apocalíptica

2. Orígenes del cristianismo. Precedentes en cuanto a las ideas.

3. Fuentes del cristianismo. ¿Qué es el Nuevo Testamento y cómo se ha transmitido?.

4. Cómo se hizo la lista de libros sagrados: El canon del Nuevo Testamento.

5. Los apócrifos: qué son y cuál es su valor.

6. Introducción a los evangelios aceptados por la Iglesia.

7. Un ejemplo de crítica histórica: La verdadera historia de la pasión.

8. El éxito clamoroso de Pablo de Tarso: un caso de marketing en el mercado religioso del siglo I.

El curso es lunes alternos y en cada una de las sesiones se desarrollará un tema.


Repito los días:

Marzo: 2, 16 y 30

Abril: 20

Mayo: 11 y 25

Junio: 11 y 22

Para más información, pínchese, por favor, en el siguiente enlace:

http://www.estudioartificio.es/Curso%20Antonio%20Pinero.html

Saludos de Antonio Piñero


Domingo, 22 de Febrero 2009


Hoy escribe Antonio Piñero


Aun tras la lectura de este libro de Hengel, hemos ido viendo que el aumento del aprecio por la verosimilitud histórica del relato lucano que de ella se desprende no llega a despejar ese ambiente de desconfianza hacia Lucas que la crítica ha inculcado a los modernos lectores de teología hasta los tuétanos.

Precisamente la "tendencia" de Lucas a presentar una imagen ideal de la Iglesia primitiva y el papel teológico que Jerusalén tiene en su doble obra pueden haberle llevado a reconstruir a su manera (en contradicción con los datos ofrecidos por Pblo mismo en Gálatas 1) la formación de Pablo, en la que tenía que desempeñar a priori un papel preponderante Jerusalén. La información de Lucas es unilateral de hecho.

Sigue siendo una enorme dificultad la siguiente cuestión:

• ¿Cómo es posible que un historiador que escribe sobre uno de sus héroes principales 20 o 30 años después de su muerte ignore por completo la fundamental correspondencia de éste (Hengel lo admite como un hecho seguro) de la que se hacían copias para enviar a las diversas iglesias? Es decir, en su "biografía de Pablo, Lucas ignora por completo la existencia de sus cartas... y del pensamiento teológico que en ellas se expresa.

• ¿Cómo es posible que Lucas dibuje a Pablo ya al final de su vida aún como un fariseo y un celoso defensor de la Ley (Hch 23,6)? Esto es imposible de casar con el contenido completo de la Epístola a los Gálatas.

El autor de los Hechos presenta bajo una luz evidentemente errónea tres hechos cruciales de la vida de Pablo

1. La afirmación de un segundo viaje de Pablo a Jerusalén antes del "Concilio de los Apósto¬les": Hch 11,29; 12,25, que contradice a Gál 1,17-2,1;

2. La información de Hch 15,7-21, según la cual Santiago y Pedro fueron los primeros defensores de la misión a los paganos, que contradice a Gál 2,15ss;

3. El contenido del decreto del famoso "Concilio apostólico de Hch 15,23-29 que contradice palmariamente al repetido en Gál 2,6-9),

Esta constatación triple nos sigue poniendo en guardia contra la argumentación de Hengel en pro de que Lucas tenga ineluctablemente razón en 23,3; 26,4 y 23,6.

Hengel no explica en absoluto la flagrante contradicción entre Hch 26,4 -donde Pablo sostiene: "Mi estilo de vida desde la juventud, que transcurrió desde el principio en mi nación y en Jerusalén, lo saben todos los judíos" ("judíos" entendido como "Palestina entera" como argumenta Hengel a propósito de Gál 1,22)- y el texto de Gál 1,22, que afirma sin lugar a dudas: "Personalmente era desconocido de las iglesias de Judea (¡lo que incluye también Jerusalén!) que vivían en Cristo".

Hengel trata sin duda este texto, pero desde el punto de vista de las concomitancias con lo que afirma Pablo, no de las diferencias. Y éstas son tan flagrantes que bastan para hacer tambalearse toda la seguridad en esa estancia prolongada del Apóstol en la ciudad santa, que se proyectó públicamente -según Lucas- hacia "toda Judea".

Tampoco queda clara la explicación de Hengel que trata de conjugar la noticia de Hch 7,58 (Pablo era un jovencito, en griego neanías, cuando lapidaron a Esteban) con su propia reconstrucción cronológica: Pablo tendría entonces de 25 a 30 años.

Pero dudo mucho que Lucas hubiera empleado el vocablo neanías para designar un joven doctor y experto en la Ley de esa edad que pululaba por la capital enseñando a los judíos que procedían de la Diáspora.

La formación farisea de Pablo, defendida consecuentemente por Hengel, ha sido puesta en duda por Hyam Maccoby en Paul and Hellenism. Londres (SCM Press) 1991, cap. 5, "Paul and Pharisaim", pp.129-154, con solidísimos argumentos.

Es cierto que Hengel no había podido tener acceso a este libro durante la composición de su obra en 1990, quizás sí a la hora de salir la versión italiana, aunque parte de las tesis de Maccoby estaban ya expuestas in nuce en su obra The Mythmaker: Paul and the Invention of Christianity de 1986, que parece desconocer Hengel.

La conclusión de Maccoby en la primera de las dos obras citadas sobre la epístola más teológica de Pablo, Romanos, es la siguiente:

« "Nuestro análisis de Romanos no nos ha revelado ningún signo de un estilo o metodología genuinamente rabínica (farisea) en los escritos de Pablo. (Éstos) revelan a veces el fuerte interés de Pablo por dar la impresión de haber recibido una enseñanza rabínica, y precisamente estos esfuerzos son los que prueban claramente que él no posee tal instrucción" (p. 153).  »

Este análisis de un erudito judío añade un interrogante más a las dudas que Hengel trata de disipar cuando -tras su interpretación de Gál 1 y Rom 15,19b- realiza un gran esfuerzo por describir el "estudio farisaico de la Ley en Jerusalén" y "La formación sinagogal griega en una Jerusalén de lengua griega", de la que Pablo es el primer recipiendario.

En Flp 3,5-6 Pablo no se llama a sí mismo sophér en hebreo (grammateús en griego), "escriba o experto en la ley" cuando tenía ocasión de hacerlo.

Hengel esquiva la dificultad argumentando que el vocablo griego era entendido por los lectores de lengua materna helénica como "escribano, secretario e empleado", por lo que Pablo lo evita. Pero a la vez, ¡el mismo Hengel sostiene que en 1 Cor 1,20 Pablo sí puede emplearlo al describir la tríada de funciones en la Bet Midrash ("casa de estudio de la ley") de orientación farisea!

Seguiremos con el resumen. Aunque habíamos prometido una síntesis en tres entregas, añadiré el próximo día una cuarta y última. Espero que así gane la claridad.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

www.antoniopinero.com
Sábado, 21 de Febrero 2009


Hoy escribe Antonio Piñero

Esta reconstrucción de la vida del Pablo precristiano en la obra de M. Hengel -que él presenta ciertamente como hipotética - tiene como resultado reafirmar la validez de la opinión tradicional sobre la vida, educación y acción del joven Pablo (vindicación en especial de Hch 22,3; 26,4 y 23,6, como señalamos, y su valor plenamente histórico).

1. En este sentido aporta o añade poco a lo que se ha tenido siempre como cierto. A este propósito Gálatas 1 es reinterpretado (sí hubo en la vida de Pablo una estancia previa en Jerusalén antes de la señalada en este capítulo; en este texto el Apóstol dice la verdad, pero sólo una parte de ella, según Hengel) y Romanos 15,19b, junto con Hch 9,28, resultan ser un testimonio decisivo de una actividad misionera paulina que parte desde Jerusalén y no desde Damasco.

2. Hengel no ahorra pequeñas críticas a Lucas (por ejemplo:

· A veces este autor sacro va contra la realidad histórica;

· Su relato contiene alguna incongruencia;

· Lucas exagera los inicios de la persecución anticristiana en Jerusalén y atribuye en estos momentos a Pablo un papel nada claro;

· Hay cierta contradicción entre Hch 9,24 y 2 Cor 11,32, etc.).

3. Pero, a pesar de las leves críticas, su tesis lo enfrenta directamente contra la mayoría de los críticos, que desconfían de la historicidad de muchos pasajes de los Hechos de los Apóstoles y niegan radicalmente cualquier estancia previa de Pablo en Jerusalén anterior a la descrita en Gál 1,13ss (sólo al tercer año tras su conversión) y muy breve (quince días). En sustancia, según Hengel, el primer historiador de la Iglesia tiene razón en su presentación de los primeros años de la vida del Apóstol.

A pesar de la humildad de la puesta en escena en forma de hipótesis de la reconstrucción histórica, la obra de Hengel, cuyos resultados hemos sintetizado en nuestra primera entrega de este resumen, está llena de ironía y sarcasmo -en mi opinión totalmente innecesarios- contra los colegas que adoptan una postura más crítica respecta a la obra de Lucas:

• La crítica radical es, a veces, irracional -opina Hengel-;

• Algunos, como H. Stegemann no conoce bien las fuentes ;

• G. Strecker no se ha leído convenientemente a Flavio Josefo y desconoce las últimas investigaciones sobre los posibles habitantes de Jerusalén;

• El profesorado moderno de las facultades de Teología ignoran lo que es ir directamente a las fuentes, basándose en bibliografía secundaria ;

• Apenas valen los argumentos históricos entre ciertos estudiosos de hoy (especialmente, como es natural, los colegas de Hengel, de la escuela protestante liberal alemana) ya que funcionan con el a priori de que Lucas es un mal historiador, etc., etc.

Pero,

• En nuestra modesta opinión, y a pesar del denodado esfuerzo de Hengel por demostrar lo contrario, el centro del problema en torno a la primera estancia jerosolimitana de Pablo -testimoniada sólo por Lucas- permanece aún sin resolver.

• La bien trabada argumentación del profesor Hengel (me parece admirable la solidez de su reconstrucción partiendo de ciertos supuestos) no nos llega a convencer en su conjunto. El núcleo de la dificultad radica en la discusión de Gál 1,13ss y en especial de 1,17-23. Hengel debería haber tratado el problema absolutamente a fondo al principio sin postergarlo a las páginas finales, pues de la conclusión que se obtuviera ya de avance dependería si merecía la pena o no seguir argumentando largamente en pro de esa estancia previa de Pablo en Jerusalén y de su formación sinagogal farisaica en lengua griega, en la ciudad santa.

• Así pues, pesar del hilo argumentativo del libro que comentamos, las claras palabras del Apóstol en Gál 1,17ss: "Ni subí a Jerusalén...", "Personalmente era desconocido de la iglesias de Judea que vivían en Cristo..." (v. 22) me han parecido imposibles de casar con el relato de los Hechos canónicos.

Es evidente que en una iglesia en sus orígenes, tan exigua en su número de adeptos, se conocían prácticamente todos los miembros de ella, sobre todo aquellos sobresalientes por su celo y temperamento y elaboración ideológica, precisamente como Pablo. El v. 22 de Gál 1 ha de referirse sobre todo a la iglesia de Jerusalén, la más notable entre las pocas que había a la sazón en Judea.

• Tampoco me ha resultado claro que Romanos 15,19b sea una argumento definitivo en pro de esa primera estancia.

M. Hengel refiere estas palabras a Hch 9,28, pero las discusiones con los "helenistas" descritas en ese texto no encuentran hueco entre los acontecimientos descritos en Gál 1,17-22. Pero argumenté que eso es precisamente lo que está en discusión.

Romanos 15,19b ("De forma que desde Jerusalén y, describiendo un círculo, hasta el Ilírico, he llevado el evangelio de Cristo hasta el final") tiene un sentido global, generalizante, en la acepción de "desde un extremo a otro", pero no es una prueba irrefutable (de modo que haya que forzar y reinterpretar Gálatas) de una primera etapa en Jerusalén.

• El texto de Hch 8,3ss que habla de una persecución de Pablo "a la iglesia" permite una exégesis diversa a la propuesta por Hengel: el pasaje es situado por Lucas en el contexto de una persecución anticristiana que comienza contra la iglesia de Jerusalén. Pero tras la dispersión de los creyentes por "Judea y Samaría", la frase adquiere un tono general: no tiene por qué referirse precisa y exclusivamente a la iglesia en Jerusalén.

Ciertamente esta persecución es histórica en el sentido de que Pablo la admite en sus cartas y se denomina a sí mismo "perseguidor"( Gál 1,13s), pero lo que está en juego en la discusión en torno a la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles es precisamente esa estancia previa de Pablo en Jerusalén que parece negada por la epístola a los Gálatas.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com

Viernes, 20 de Febrero 2009
Hoy escribe Gonzalo del Cerro



El siglo XIX conoció el florecimiento de los estudios e investigaciones sobre los Hechos Apócrifos de los Apóstoles con los trabajos de C. Tischendorf, Th. Zahn, W. Wright, M. R. James, y la obra poco menos que definitiva de R. A. Lipsius y M. Bonnet. Esta atención no ha cesado en toda la extensión del siglo XX, en el que son dignos de particular mención los trabajos de C. Schmidt, H. Hemmecke, J. Flamion, R. Vouaux y otros más recientes como E. Junod, J. D. Kaestli, J. M. Prieur, A. F. J. Klijn, etc.

En ese contexto me permito incluir la edición de los dos volúmenes de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles que A. Piñero y yo mismo hemos dado a la publicidad, para cuyo proyecto de cuatro volúmenes estamos trabajando en la corrección del volumen III. Estos trabajos se han visto enriquecidos por hallazgos arqueológicos y paleográficos, que han venido a llenar algunas de las numerosas lagunas que aún quedan.

El interés de nuestro estudio sobre el uso de la Sagrada Escritura en los HchAp debe situarse en el marco de los trabajos mencionados. Porque los HchAp ocupan, como vamos viendo, una parcela importante dentro de la historia cristiana de los primeros siglos. Empiezan a surgir cuando ya han desaparecido los apóstoles y otros testigos de vista (autóptai en griego) de la vida y la predicación de Jesús, cuando todavía no se tienen ideas claras sobre la forma propia de ser cristiano, cuando los padres apologetas se afanan por defender lo razonable de las posturas cristianas frente a las doctrinas paganas y judías. La iglesia iba perfilando sus listas oficiales de libros inspirados. El primer canon de la Biblia conocido, el de Muratori, es contemporáneo de los primeros HchAp.

Pero a la vez sectas pseudos místicas pretendían imponer criterios propios en los campos de la doctrina y la práctica del evangelio. De todo podemos encontrar huellas ciertas en las páginas de los HchAp, siempre en torno a la figura de unos apóstoles, cuya actividad no había terminado con lo que nos cuentan los libros canónicos. Debo dejar claro que no trato de exponer datos ni desde la historia ni desde la fe. Me muevo con mayor comodidad partiendo de los textos.

Es decir, no pretendo defender ni la verdad histórica ni la verdad teológica, sino la verdad literaria o textual. Luego, los historiadores tienen el campo libre para sus elucubraciones y sus estudios de contextos históricos. Las mismas novelas ofrecen siempre elementos válidos para el estudio de la época y la mentalidad de sus ciudadanos. Y los HchAp son en realidad novelas, escritas muchos años después de la muerte de sus protagonistas, cuando sus figuras habían sufrido la lógica transformación del tiempo y la devoción.

Los autores de los HchAp, su imaginación y su devoción, quieren demostrar que sus héroes no se han ido del todo, que su memoria sigue viva en las comunidades cristianas. Y con un sistemático optimismo exponen la experiencia de la salvación frente al orgullo pagano. Entre los variados objetivos que los autores señalan a la composición de los HchAp, podemos quizás añadir este tan sencillo como elemental: el consuelo oportuno para mantener viva la esperanza.

En todo caso podría ser éste uno de los posibles aspectos que se encierran en ese otro más amplio y genérico de instruir y edificar al sencillo pueblo cristiano. En varias ocasiones los textos delatan esa intención. Virginia Burrus, en el artículo ya citado (Semeia 38, 106) defiende la tesis de que los cuentos populares actúan como catarsis o “wish fulfilment”, y permiten expresar emociones reprimidas y escapar de la triste realidad a una fantasía más placentera. Puede verse en este sentido el artículo de F. Morard, “Souffrance et Martyre dans les Actes Apocryphes des Aportes” en el citado volumen de F. Bovon, Les Actes Apocryphes des Apôtres. Christianisme et monde païen, 95-108.

Uno de los elementos característicos de los HchAp es el martirio glorioso de sus héroes. De ahí que muchos fragmentos de los martirios hayan pasado al elenco de los textos litúrgicos de la iglesia. El martirio del apóstol correspondiente aparece tratado como una apoteosis. Es un elemento prácticamente ausente de los Hechos de lo Apóstoles canónicos. Es la expresión del triunfo definitivo del bien sobre el mal, del poder de Dios sobre la presuntuosa debilidad humana, de la virtud de los apóstoles sobre la maldad de los hombres, del mártir sobre el perseguidor.

Siguiendo el sistema de anillos concéntricos que se van estrechando, nos aproximaremos poco a poco al tema central de nuestro estudio, la presencia de la Biblia en los textos de los HchAp. Y es que los cinco grandes HchAp ofrecen campos inmensos y muy variados. Muchos han sido ya tratados por mentes preclaras. Otros son objeto de encendidas controversias. Algún aspecto queda todavía sin roturar. Y siempre quedan rincones ocultos en los que cualquier estudioso dispone de elementos suficientes capaces para atraer su afición y su trabajo.

Saludos cordiales de Gonzalo del Cerro





Jueves, 19 de Febrero 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

Como prometimos, pasamos a formular una síntesis -en tres entregas- de toda nuestra serie de notas sobre el Pablo cristiano que comenzó con la pregunta en apariencia simple ¿Cómo era realmente Pablo de Tarso antes de hacerse cristiano?

Responder a esta pregunta es para algunos fácil, aunque se confiese que la información es escasa: basta con juntar lo que dicen sobre ello los Hechos de los apóstoles y los dos primeros capítulos de la Epístola a los Gálatas. Para otros, sin embargo, no ha siido tan sencilla la respuesta: esos dos textos se contradicen entre sí. Nos planteamos entonces: ¿qué podemos saber al respecto?

Expresé mi respuesta a esta cuestión por medio de la crítica del único libro que conozco que trata con solvencia este tema. MARTIN HENGEL (en colaboración con R. DEINES), Il Paolo precristiano (Studi Biblici 100). Brescia (Paideia Editrice) 1992, 204 pp. Versión italiana a cargo de G. Pontoglio.

Esta edición italiana es la transformación en un pequeño libro, provisto de una suplementaria introducción, de un largo artículo anterior, "Der vorchristliche Paulus", del mismo autor. Paulus und das antike Judentum. Eds. M. Hengel y U. Heckel. Tübingen, J.C.B. Mohr, 1992, pp. 177-293. He citado por la edición alemana.

La tesis central de esta obra es la siguiente: En lo que respecta al lugar de nacimiento, niñez, ámbito de educación primaria y superior, afiliación al partido fariseo y motivos de la persecución anticristiana de Pablo el texto de Lucas en los Hechos de los Apóstoles es sustancialmente digno de crédito.

La aparente contradicción entre la segunda parte de la segunda obra lucana y los datos proporcionados por las cartas auténticas, en especial Gál 1,13ss, se resuelve positivamente en un cuadro creíble por medio de una buena exégesis y la apelación a datos históricos proporcionados por el contexto de las circunstancias del mundo mediterráneo en el siglo I, en especial el judío.

La fundamental veracidad histórica de Lucas -tan impugnada por la crítica liberal protestante y los adeptos de Escuela de la Historia de las Religiones- queda así vindicada. Con ello, también, se aclaran los puntos obscuros de los primeros años de la vida y obra del fundador de la teología cristiana, Pablo de Tarso.

La norma metodológica que adopta Hengel es sana en sí misma: no hay que dudar de lo que afirma Lucas sobre Pablo de Tarso en sus Hechos, salvo que sea absolutamente necesario. La clave de bóveda de la argumentación subsiguiente es sencilla: de Filipenses 3,5 sabemos, por propia boca de Pablo, que él es "hebreo, hijo de hebreos" y, según la observancia de la Ley, de la secta "farisea".

· Eso significa, en primer lugar, que la familia de Pablo es puramente judía y con lazos afectivos con la metrópoli, Jerusalén, muy grandes.

· En segundo: dada las características de la piedad farisea y sus exigencias, vivir conforme a tales normas era prácticamente imposible fuera de la Palestina judía. Puesto que, además, apenas se sabe nada de una actividad de escuela farisaica en el exilio, sólo Jerusalén entra en consideración. Si Pablo era fariseo sólo pudo ejercitarse como tal en Jerusalén.

· Tercero: con estos datos casa muy bien los que proporcionan los siguientes pasajes de los Hechos lucanos: 22,3; 26,4s y 23,6.

· Por último, sobre su actividad de perseguidor de la iglesia jerusalemita, -según los mismos Hechos 8,3ss- el texto de Gál 1 nada afirma ni en favor ni en contra de esta acción de Pablo como enemigo de la Iglesia primitiva en Jerusalén.

Esta argumentación se confirma por dos razonamientos ulteriores:

· El texto de Gál 1,22 ("Personalmente, katà prósopon en griego , era desconocido de las iglesias de Judea"), se refiere a la Palestina judía en general y nada dice de la capital. Por muy pequeño que fuera el país es imposible conocer katà prósopon a la gente.

· Segundo: el pasaje de Rom 15,19b da a entender que el punto de partida de la actividad misionera de Pablo es Jerusalén, no Damasco, Siria en general o Arabia, lo que se halla de acuerdo en los datos de Hch 9,28ss.

La imagen que se desprende de la reconstrucción de Hengel, combinando esos pasajes paulinos así interpretados y siguiendo fundamentalmente las indicaciones de los Hechos de los Apóstoles es la siguiente:

1. Pablo nace en Tarso de Cilicia, en la actual Turquía, hijo de una familia judía muy ortodoxa, grecoparlante, que mantiene fuertes lazos con la metrópoli, Jerusalén. El conjunto familiar ha adquirido la ciudadanía romana probablemente como resultado de un proceso de esclavitud, deportación a Asia Menor y posterior manumisión del cabeza de familia desde épocas de la conquista de Pompeyo en Palestina (63 a.C.).

2. La educación de Pablo en Tarso es la propia de la escuela primaria greco-judía. Pasada la pubertad, es enviado por su familia a Jerusalén (allí habita una tía suya, Hechos, 23,16); se afilia al partido fariseo y se forma en el estudio de la Ley a los pies de Gamaliel.

3. Esta instrucción en la ley mosaica, aunque ortodoxamente judía y farisea, tuvo lugar tanto en griego como en hebreo-arameo, ya que Jerusalén era una ciudad prácticamente bilingüe. Estos estudios hicieron de Pablo, entre los 25 y 30 años, un joven "sabio y docto en la Ley", capaz de ejercer su enseñanza entre los judíos de la diáspora, grecoparlantes, que se habían asentado en Jerusalén y que mantenían en la ciudad santa sus propias sinagogas.

4. Esta trayectoria vital proporcionó al futuro apóstol una formación técnica "rabínica" (el término es cronológicamente inapropiado, puesto que no hay "rabinos" propiamente hasta después del año 90, pero indica con precisión que se trata de una educación y de un tenor de vida cuyo centro es la Torá), y lo hizo un fanático "celador de la Ley". Cuando surgieron ciertos problemas teológicos en el seno de esas sinagogas helenísticas, provocados por los adeptos judíos helenistas de Jesús, un pretendiente mesiánico recientemente crucificado, Pablo intervino en las disputas contra ellos, aunque de modo secundario.

5. Poco tiempo después, tiene lugar el primer pogrom contra esos judeocristianos y es lapidado su jefe, Esteban. Pablo está de acuerdo con el hecho. Se produce una rápida dispersión de estos "judíos helenistas nazarenos" hacia Samaría y Damasco donde continúan su actividad proselitista.

6. Esto irrita a Pablo, y su celo por la Ley le convierte más directamente en perseguidor violento de las comunidades "nazarenas" (cristianas) de Jerusalén. No contento con ello, pide y obtiene del Sumo Sacerdote permiso para trasladarse a las sinagogas de Damasco y continuar allí con su represión violenta contra ese grupo de disidentes teológicos que proclamaban como mesías a un crucificado.

7. Las razones de su actividad como perseguidor eran su rechazo a las nuevas orientaciones teológicas de esos "nazarenos" que implicaban una crítica a la función salvífica de la Ley, al papel del Templo como lugar preeminente de la presencia divina y una concepción diversa de la misión del profeta-mesías Jesús en un nuevo esquema de salvación.

8. En el camino de Damasco tiene lugar la famosa visión del Resucitado y la conversión de Pablo. Toda su formación farisea anterior sufre un profundo cambio de valores, pero ella sigue siendo la sustancia de su pensamiento. Ella le vale como transfondo absoluto y único para interpretar y predicar desde ese momento en adelante su manera de entender el "evangelio", la teología de la cruz, la justificación del impío por la fe y la nueva función de la ley mosaica en la historia de la salvación.

Posteriormente hicimos un análisis y crítica detenida de cada uno de estos puntos.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Miércoles, 18 de Febrero 2009

hoy escribe Antonio Piñero

Como dijimos en la nota anterior, he aquí como veo que fue el contenido de esa llamada tal como se deduce del conjunto de las cartas conservadas de Pablo. La llamada significó ciertamente una verdadera conversión intelectual y se fue perfilando con el tiempo.

Los rasgos del “nuevo Evangelio” fueron los siguientes:

• A pesar de la cruz y el aparente fracaso, Jesús es el verdadero mesías. Tras su muerte, que ha de interpretarse como sacrificio expiatorio querido y aceptado por Dios, éste había hecho a Jesús señor y mesías.

• Estos acontecimientos inauguran el tiempo mesiánico, preparatorio para la salvación final de la humanidad y para la instauración definitiva del poder de Dios sobre ella.

• Hay un nuevo plan de Dios para la salvación; comienza una era de gracia; se va a cumplir la promesa a Abrahán. El mesías no es sólo el redentor de Israel tal como lo entiende la masa de los judíos, sino del Israel completo o restaurado, que en los últimos tiempos acogerá también en su seno a un cierto número de gentiles. Todo el pueblo de Dios, judíos y gentiles por igual, está siendo reunido por Dios en aquellos momentos gracias a la obra de Jesús.

• Los elegidos, antes pecadores pero luego declarados justos por su fe en Jesús y en lo sucedido con él, tenían que darse prisa para lograr dos objetivos del plan de Dios sobre los últimos tiempos:

a) que todo Israel aceptara el mesianismo de Jesús;

b) que se completara cuanto antes el número de los gentiles predeterminado por la divinidad para integrar el verdadero pueblo de Dios.

El fin del mundo está muy cerca. El tiempo que resta es muy escaso. Pronto, muy pronto, habrá de venir Jesús como juez definitivo de vivos y muertos. En ese momento se instaurará la soberanía de Dios. Ello significará el final del mundo presente, y la inauguración de un reinado divino ultramundano y eterno.

Esta revelación incluía una noción clara de lo que significaba la figura y misión de Jesús, a saber qué es lo que él, Pablo, tenía que predicar acerca del que ahora creía el verdadero y único mesías.

Fue tan clara, definitiva y contundente esa percepción que no necesitó el refrendo de nadie:

« “Os hago saber hermanos, que el ‘evangelio’ (es decir, su mensaje sobre Jesús) por mi predicado no es de hombres, pues yo no lo recibí o aprendí de los hombres, sino por revelación de Jesucristo” (Gál 1,11-12).  »

Sólo hay un “evangelio”, el suyo. Escribe a sus conversos en Galacia:

« “Me maravillo de que tan pronto, abandonando al que os llamó en la gracia de Cristo, os hayáis pasado a otro evangelio. Y no es que haya otro; lo que hay es que algunos os turban y pretenden pervertir el evangelio de Cristo. Pues aunque nosotros, o un ángel del cielo, os anunciase otro evangelio distinto al que os hemos anunciado, sea maldito. Os lo he dicho antes y ahora de nuevo os lo digo: si alguno os predica otro evangelio distinto al que habéis recibido, sea maldito” (Gál 1,6-9). »

Así que Pablo sigue siendo tan “celoso y apasionado” como lo era antes de la “llamada”. Ya vemos que afirma con rotundidad: Quien no crea en lo que predico sea maldito (anatema).

Esta nota está tomada de mi obra Guía para entender el Nuevo Testamento, Editorial Trotta, Madrid 32008, pp. 267-268.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

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Martes, 17 de Febrero 2009


Hoy escribe Antonio Piñero

Dijimos, en síntesis, en notas pasadas que para el Pablo previo a su llamada los judeocristianos, sobre todo los “helenistas”, los que criticaban la Ley y la función del Templo como únicos medios de salvación, eran como malditos transgresores de la Ley y seguidores y proclamadores de la dignidad mesiánica de un seductor del pueblo, maldito especialmente por la Ley (Dt 21,23), porque había terminado sus días colgado en un madero.

Afirma Martin Hengel (p. 288) que Pablo era un hombre apasionado como lo demuestran algunas de sus afirmaciones en sus cartas posteriores. Por ejemplo, 2 Cor 11,29:

« “¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?”  »

y un poco antes:

« “Celoso estoy de vosotros con celos de Dios”. »

Por tanto , como joven fariseo, su celo en contra de quienes creía de corazón que iban contra la ley de Moisés, que representaba inequívocamente la voluntad de Dios, era igualmente grande: en aquella época, y dados estos presupuestos, no tenía más remedio que comportarse así, como un perseguidor... y celoso, ardiente.

Así pues, a lo que parece, la reflexión profunda sobre las razones de los perseguidos le hizo ver, que el personaje que él creía un maldito de Dios se le iba presentando en toda su gloria: había sido exaltado a la diestra de Dios (Salmo 110,1), y eso le confirmaba en que era en verdad Hijo de Dios, el mesías de Israel y el salvador… no sólo de los judíos, sino de los paganos que creyeran en él. En la visión del camino de Damasco, sea como fuere en realidad, Pablo creyó que Dios le confiaba una nueva “buena noticia”: sus perseguidos tenían razón; el Dios de Israel y de los paganos, el Padre del mesías, había decidido una nueva vía de salvación, que comprendía también a los paganos, al menos a algunos.

Por tanto, la futura teología/cristología paulina se basa en lo que él creía un encuentro directo con Jesús de Nazaret. Esto cambia todos sus valores:

• De experto en la ley de Moisés, exclusiva para los judíos, se convertirá en predicador de que la salvación plena es también para (algunos, luego muchos, luego todos) los paganos.

• En vez del “celo por la Ley” predicará con el tiempo un “evangelio de la salvación sin necesidad de cumplir la Ley

• En vez de pensar que Dios justificaba al pecador si “obraba las obras” de la Ley, predicó luego que el pecador es declarado justo por Dios sólo por la fe en el efecto redentor del sacrificio de la cruz.

• En vez de sostener que el hombre por sus solas fuerzas es capaz de cumplir la Ley, a defender que sólo es posible cumplir la voluntad de Dios por la sola gracia divina.

• Del odio al crucificado como un falso mesías pasa Pablo a una “teología de la cruz”: éste fue el sacrificio único por el cual se restauró la amistad perdida entre la humanidad y su Creador. La restauración de esa amistad significa la salvación.

Un pasaje célebre de su carta a los Filipenses sintetiza este cambio de valores que experimenta el Pablo “llamado”/ “convertido”:

« Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. 8 Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, 10 y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, 11 tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. »

Todo este cambio de valores muestra cuán judía es la nueva teología paulina…, ya que sus elementos y su estructura mental son judías, y a la vez –probablemente lo veremos algún día en este blog- cómo a la hora de presentarla a los paganos se viste de un ropaje tan griego, que ese ropaje, en apariencia exterior acaba por penetrar en el interior y modificar el mensaje mismo.

A pesar de que en mi nota anterior dije que concluiríamos hoy con la presentación del Pablo precristiano (luego ofreceremos un resumen), desearía expandir en la nota siguiente y última lo que significó este cambio de valores con palabras tomadas de la Guía para entender el Nuevo Testamento (Trotta, Madrid 32008)

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com


Lunes, 16 de Febrero 2009
Les quiero anunciar hoy solamente un curso sobre

Orígenes del cristianismo / Iniciación al estudio del Nuevo Testamento

impartido por Antonio PIÑERO

en Alcobendas (Madrid) a partir del próximo

lunes 2 de marzo 2009 a las 19,30 horas, c/ Albacete 11 (trasera).


El siglo I de nuestra es una época fascinante. En ella, y tras la derrota ante el Imperio romano, el judaísmo sufre su última gran mutación que lo configura en la forma que tiene hasta hoy. En este siglo vive Jesús de Nazaret y nace también el cristianismo cuya máxima expresión es el Nuevo Testamento.

El curso presente sobre los "Orígenes del cristianismo" está centrado en el libro cristiano por excelencia: el Nuevo Testamento, sus antecedentes y su entorno. Indagaremos en lo posible sus entresijos para comprender mejor cómo y por qué nace la fe cristiana.


El programa es el siguiente:

1. Orígenes del cristianismo. Introducción histórica. La apocalíptica

2. Orígenes del cristianismo. Precedentes en cuanto a las ideas.

3. Fuentes del cristianismo. ¿Qué es el Nuevo Testamento y cómo se ha transmitido?.

4. Cómo se hizo la lista de libros sagrados: El canon del Nuevo Testamento.

5. Los apócrifos: qué son y cuál es su valor.

6. Introducción a los evangelios aceptados por la Iglesia.

7. Un ejemplo de crítica histórica: La verdadera historia de la pasión.

8. El éxito clamoroso de Pablo de Tarso: un caso de marketing en el mercado religioso del siglo I.

El curso es lunes alternos y en cada una de las sesiones se desarrollará un tema.


Repito los días:

Marzo: 2, 16 y 30

Abril: 20

Mayo: 11 y 25

Junio: 11 y 22

Para más información, pínchese, por favor, en el siguiente enlace:

http://www.estudioartificio.es/Curso%20Antonio%20Pinero.html

Saludos de Antonio Piñero


Domingo, 15 de Febrero 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Vamos a profundizar un poco más en lo dicho al respecto en una nota anterior, ya que éste es probablemente el tema más interesante, aunque –como reconoce también M. Hengel en su tratamiento del tema- sea el más difícil y controvertido entre los estudiosos.

El cambio en la mentalidad del Pablo precristiano fue tan tremendo, como lo describe indirectamente 2 Corintios 4,6:

« “Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo” »

El cambio fue, por tanto, como un paso de las tinieblas a la luz. ¿Por qué? En realidad debemos confesar que tampoco lo sabemos, porque Pablo no ofrece explicación psicológica o teológica de su tremendo cambio de mentalidad:

« “Nada sabemos de que en el fondo de su corazón estuviera impresionado por el mesías crucificado o por sus seguidores perseguidos por él mismo o que en el fondo estuviera disgustado con algunos aspectos de la Ley y sus tremendas exigencias” (M. Hengel, p. 283). »

Pablo sólo dice que el ambio se produjo porque era un plan de Dios. Éste “tuvo a bien” llamarlo:

« “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles”. »

Lo que sabemos en verdad es que su llamada le hizo cambiar todos los valores. Por tanto, podemos sospechar que fue un cambio lentamente madurado, quizá a base de irse enterando bien durante los interrogatorios a sus perseguidos de cuál era la reinterpretación de éstos de la vida y figura de Jesús, lograda por medio de una nueva e iluminadora lectura de las Escrituras, que afirmabab inspirada por el Espíritu santo.

Es de saber -en efecto- que la teología cristiana nace (léase bajo este punto de vista el capítulo 24 del Evangelio de Lucas: los discípulos camino de Emaús) a base de repensar a Jesús leyendo las Escrituras con otros ojos, los de los judeocristianos de Jerusalén y de Galilea, seguidores de Jesús que estaban convencidos previamente que Dios lo había resucitado.

A este propósito repetirá que soy de la opinión –en contra también de M. Hengel- que la teología posterior de Pablo no nace de repente de una visión, de su sola facultad de reinterpretación de Jesús, sino que fue adelantada, como señala el evangelista Lucas con razón, por los comienzos tímidos de la teología de los judeocristianos helenistas de Jerusalén (capítulo 7 de los Hechos) que comenzaron a cuestionarse el valor de la Ley y de Templo en los momentos finales del mundo, según creían. De todo ello se iba enterando Pablo en sus interrogatorios de judeocristianos y de alguna manera se iba archivando en su cabeza y le hacía reflexionar. Sobre todo el modo nuevo de leer e interpretar las sagradas Escrituras.

En contra de Hengel deseo sostener que contra este punto de vista interpretativo no luchan motivos serios de cronología paulina, ni de la situación sociológica o teológicadel judaísmo palestino. Sin duda, me parece posible también que estos “helenistas” perseguidos por Pablo le iban trnasmitiendo a éste qué pensaban sobre la conversión y salvación de los gentiles en los momentos finales -en los que creían estar- y qué función desempeñaba en esa salvación la >Ley y el Templo.

Sí admito con gusto la sugerencia de M. Hengel que los judeocristianos que reflexionaban -y criticaban- sobre la Ley y el Templo tomaran pie para sus críticas las posturas sobre la Ley y el Templo que -según iba ya formando la tradición, se decía que había tenido Jesús.

Por tanto, opino que es plausible que los judeocristianos helenistas se apoyaban para sus críticas
en:

A) Las discusiones de Jesús sobre la interpretación correcta de la Ley, pero tomadas como si él hubiese querido superar esta Ley, y

B)
El distanciamiento respecto a la piedad del Templo que era normal entre los galileos, que daban la primacía a la ética interior y a la oración antes que a la piedad ritual, hacia la que se sentían naturalmente inclinados quienes vivían en Judea y en concreto en Jerusalén y sus alrededores, cerca del Templo

Éste ha sido siempre mi principio: en el desarrollo de la teología del cristianismo primitivo ningún progreso ocurre, normalmente, sin que los cristianos dejen de buscar un apoyo en algún paso o aspecto de la vida y doctrina del Jesús terreno.

Por tanto: no es extraño tampoco que en la crítica al valor salvífico de la Ley y a la función del Templo haya participado también alguno que otro, más abierto de mente, entre los judeocristianos “hebreos”. Es decir, gentes que no fueran del grupo, tan cerrados teológicamente, de los que Pablo luego llamaría “falsos hermanos” (de Jerusalén) que exigían a los paganos convertirse estrictamente al judaísmo para salvarse (Hch 15,1).

Éste puede ser el trasfondo de la escena “ideal”, no real en mi opinión, que describe Lucas en el capítulo 10 de los Hechos (el episodio de Cornelio y la visión de Pedro de que todos los alimentos son puros).

Llego así a la siguiente propuesta:

"Todo este proceso de maduración se concreta en una visión. Toda visión religiosa está condicionada por el ambiene en el que se vive".

Afirmo que es muy posible que en el interior de Pablo se llegara a ese proceso de maduración intelectual que luego se manifiesta, conforme a su temperamento visionario y extático (véase 2 Corintios 12,2ss que habla de los trances revelatorios de Pablo) en un proceso de revelación.

¿Cómo fue en concreto esta visión? Tampoco lo sabemos, puesto que la narración de su visión fundamental en el camino de Damasco, relatada con contradicciones tres veces en los Hechos de los apóstoles (capítulos 9, 22 y 26) tiene rasgos totalmente legendarios y fabulosos.

Debemos quedarnos tan sólo con que Pablo estaba absolutamente convencido de que tuvo una revelación divina que lo hizo cambiar totalmente. Y que Dios, por pura gracia hacia la humanidad, de acuerdo con sus planes eternos y porque la plenitud de los tiempos había llegado, lo había escogido a él misteriosamente, y por sola gracia, para la misión de publicar y proclamar el nuevo plan de Dios definitivo para la salvación. Este plan estaba ligado con la aceptación de Jesús como el mesías definitivo.

Esa maduración hizo pasar a Pablo de considerar a sus perseguidos de peligrosos sujetos que amenazaban todo el sistema de salvación elaborado por el judaísmo y que conmovían en sus cimientos la teocracia, a verlos como verdaderos judíos piadosos que eran los que habían percibido, gracias a la luz del Espíritu lo que en el fondo había en la vida del Jesús terreno: en él se hallaba la acción salvadora de Dios para los últimos tiempos… no sólo para los judíos, sino también para los paganos. Sólo había que verlo con ojos iluminados por el Espíritu.

Concluiremos pronto con el tema.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
Sábado, 14 de Febrero 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con las razones del perseguidor.

Martin Hengel reconoce también que el relato lucano sobre Pablo como perseguidor de los judeocristianos sufre de otra contradicción, que nosotros hemos ya señalado repetidas veces. A saber, es muy improbable la imagen de unidad que ofrece Lucas de la comunidad judeocristiana primitiva de Jerusalén, reduciendo sus fricciones a meras disputas “sociales” sobre el cuidado de las viudas, y omitiendo las diferencias tanto de lengua (= mentalidad) como sobre todo teológicas, a saber, las discrepancias en torno a la función disminuida de la Ley en la nueva economía de la salvación traída por la muerte de cristianismo en la cruz, así como sobre el papel del Templo como lugar exclusivo de encuentro con Dios, y lugar también obligado para cualquier acción “sacramental” de perdón de los pecados.

Acepta Hengel que las escenas de la división meramente nominal o social de la comunidad cristiana jerusalemita son “escenas ideales”, literarias, redactadas por Lucas, que describe una situación que no se compagina en absoluto con

a) La descripción de las funciones dentro de la comunidad de los siete dirigentes de los “helenistas”, con Esteban a la cabeza, que son de predicación, enseñanza, estudio de las Escrituras y en nada funciones propias de “diáconos”, como los llama Lucas, encargados de tareas meramente sociales. Léase para ello el inicio del capítulo 6 de los Hechos de los apóstoles.

b) La diferencia de lengua materna llevaba a que los oficios religiosos propios de los judeocristianos, fuera del Templo, quizá el primer día de la semana, después del sábado y que consistía en la “fracción del pan” y rezar y leer las Escrituras juntos, se hacía por separado. Los helenistas por un lado y los hebreos, por otro.

c) Con las grandes diferencias teológicas que hubo de haber necesariamente, como hemos ya apuntado (Ley y Templo)

d) Con la gran persecución contra los judeocristianos helenistas de la que se habla en Hch 8,1. Los perseguidores , otros judíos helenistas, pero "ortodoxos, habían matado antes al jefe de los judeocristianos de lengua griega, Esteban, pero a los Doce apóstoles y a los que les seguían no les hicieron nada.

Hengel tiene que aceptar que esta pintura de Lucas, sobre todo d) es muy inverosímil. Hubo de ocurrir que la persecución a los judeocristianos helenistas por parte de los judíos “ortodoxos” –incluidos los de lengua griega, como los miembros de la “sinagoga de los libertos procedentes de Alejandría y de la Cirenaica, la actual Libia”- y luego por Pablo se debió a motivos teológicos muy profundos. Si dejaron al resto de los judeocristianos (“hebreos”) en paz, fue porque su teología sobre Jesús no les parecía tan peligrosa.

Una vez dilucidados, en lo posible, los motivos de la persecución, volvamos, por un momento, de nuevo al tema tratado en nuestra nota del día 07/02/2009, sábado (3-06-L) donde expusimos las razones por las cuales el texto de Gálatas 1,22 (“Personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo”) me parece definitivo en contra de una estancia larga, como estudiante, del Pablo precristiano en la capital de Judea, Jerusalén, porque también afecta a la cuestión que ahora estamos tratando:

¿Sería posible mantener que la comunidad a la que Pablo perseguía era la “iglesia madre” de Jerusalén? Y si respondemos que sí, ¿podemos mantener al mismo tiempo que es verdad que “Personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en Cristo?”.

Respondemos:

· Ante todo afirmar que en Gálatas 1,13 (“Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba”) no se nombra expresamente lugar alguno de persecución.

· Segundo: que no me parece posible que un individuo que sacaba a las gentes de sus casas, las llevaba a juicio, y luego las encerraba en las cárceles (Hch 8,3) en Jerusalén fuera un desconocido más tarde para esos pobres perseguidos en aquella ciudad.

· Tercero: que me parece posible que Pablo –según Hch 9,1- fuera momentáneamente a Jerusalén a ver el sumo sacerdote (no tuvo por qué verlo ninguno de los judeocristianos en esos momentos) para pedirle cartas para luego perseguir a esos judeocristianos en un lugar que –por el motivo que fuese- él conocía muy bien, Damasco, donde –según Lucas- no consiguió consumar persecución alguna:

Dicen los Hechos: “Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén” (9,1-2).

Lucas da por supuesto que antes hubo persecuciones de Pablo en Jerusalén, al igual que antes Pablo se había formado en la misma ciudad, pero eso es precisamente lo que estamos discutiendo: este punto de vista de Lucas que no nos parece correcto.

Cuarto: que como Gálatas 1 no nombra para nada a Jerusalén, no me parece convincente el argumento de M. Hengel de que Pablo “no dice toda la verdad”. “No nombra a Jerusalén por conveniencia y oculta algunos datos” (p. 278). Este razonamiento me parece muy peligroso y casi alcanza la categoría de “petición de principio”.

Quinto: que es muy plausible que Pablo tampoco llegara a consumar una persecución real en la ciudad de Damasco. Lucas dice que la “conversión” tuvo lugar en el camino, antes de llegar a la ciudad (Hch 9,1; 22,5, 26,12); y es muy improbable que si allí había perseguido Pablo a los fieles fuera luego recibido con los brazos abiertos.

Entonces la pregunta se reduce a lo siguiente: ¿Dónde fue, pues, el lugar de la persecución paulina?

Y la respuesta:

Ateniéndonos a Gál 1,13 (citado más arriba: no nombra lugar alguno) y 1 Corintios 15,9 (“Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios”) donde tampoco nombra lugar alguno, la conclusión es: no lo sabemos.

Terminaremos en seguida con este tema del Pablo precristiano. Y cuando lo hagamos, efectuaremos un resumen global de lo dicho.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.

www.antoniopinero.com
Viernes, 13 de Febrero 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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