CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Hoy escribe Antonio Piñero/Paolo Sacchi


Continuamos con la figura del “mesías” en el Libro de las Parábolas de Henoc y complementamos lo que ya se ha dicho –cuyas ideas centrales han sido tomadas de mi propia introducción a este libro en el tomo IV de la serie Apócrifos del Antiguo Testamento, Cristiandad, Madrid, 1984- con la excelente síntesis de P. Sacchi, en su capítulo 14 del libro Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo, Trotta, Madrid, 2004, 420ss. A él cedo hoy la palabra (la versión en castellano es de Carlos Castillo Mattasoglio y Adela Sánchez Rojas, revisada por mí):

»El fulcro del mundo regido por el Hijo del hombre es la justicia, y la sabiduría proviene de esta justicia en un movimiento descendente hacia el ser humano. Éste a su vez sólo podrá alcanzar la justicia por medio de la sabiduría en un movimiento en la misma dirección, pero en sentido opuesto. La justicia celestial se reserva solamente a los justos o elegidos, pero habrá un tiempo en el que toda la humanidad podrá participar de la libación de la sabiduría gracias a la obra mesiánica del Hijo del hombre.

»En el Libro de las Parábolas se lee también:

g[ En aquel lugar [En aquel lugar: así en el manuscrito “c”. El resto de la tradición lee “entonces”] mis ojos vieron al Elegido de la justicia y de la fidelidad. La justicia prevalecerá en sus días; los elegidos y los justos serán innumerables ante él por la eternidad. Vi su morada bajo las alas del Señor de los espíritus y todos los santos y elegidos resplandecían delante de Él como luz de fuego; sus bocas estaban llenas de bendición y sus labios alababan el nombre del Señor de los espíritus y la justicia ante Él (sentido probable “por obra suya”) no se agotaba jamás.

Me quise quedar allá (es decir, “bajo las alas de Dios”) y mi alma (es decir, “yo”) amó tal residencia, porque allá estaba mi parte desde antiguo, pues así había sido establecido sobre mí por el Señor de los espíritus (1 Henoc [Libro de las Parábolas] 39,6-8). ]g

»Uno de los instrumentos de los que se servirá el Hijo del hombre para establecer la justicia en la tierra será su conocimiento, si se puede decir así, absoluto de la Ley. En la época del Libro de las Parábolas ya existían en Israel diversas interpretaciones de la Ley, varias halakhot (o “normas”). Por tanto, debía estar vivo el problema de cuál debería ser la interpretación verdadera de la Ley. Sólo el mesías, según este libro, tendrá el conocimiento preciso del significado de cada norma:

(El elegido) es poderoso en todos los secretos de la justicia, y la iniquidad pasará como sombra y no tendrá lugar donde detenerse, porque el Elegido está ante el Señor de los espíritus (es decir, “hace Su voluntad”) y su gloria y poder son eternos (1 Henoc [Libro de las Parábolas] 49,2).

»La tarea principal del Hijo del hombre es llevar a cabo el Gran Juicio en nombre de Dios. Derrocará a todos los malvados, que para el autor son esencialmente los políticos y los que de cualquier modo tienen el poder, mientras que los buenos son por definición los pobres, los humildes y marginados en general. Derribará a los reyes de sus tronos, romperá los dientes de los pecadores. Su juicio será durísimo.

Él solo -el Hijo del hombre- ejecutará la función que la Epístola de Henoc (otra parte, o mejor, otro de los libros que han sido fundidos en 1 Henoc) atribuía al conjunto de los ángeles vigilantes (1Hen (Epístola de Henoc] 91,15).

Así, instaurará el reino de Dios en la tierra. En este texto la llegada del reino de Dios coincide con la venida de la figura mesiánica a diferencia del Libro de los Sueños, donde el juicio precedía a la llegada del mesías.

»El reino del Hijo del hombre-Mesías no es sólo una realidad futura, como en la apocalíptica precedente, sino que existe ya. Este reino es ya una realidad en el pensamiento divino, que Paolo Sacchi denomina “mundo del medio”. Pero en el Libro de las Parábolas el “mundo del medio” tiene una función distinta a la que tenía en el pensamiento de Zacarías. No es sólo el “lugar” (es como una “proyección” de la mente divina) donde se genera una realidad destinada a reproducirse en la tierra. La realidad del “mundo del medio” en el Libro de las Parábolas tiene alguna comunicación ya ahora con nuestro mundo: los justos (o los elegidos) que han dejado esta tierra viven ya ahora en el mundo del mesías, junto con los ángeles.

»Lo que otros esperaban para el futuro en el Libro de las Parábolas se convierte en futuro y presente. Este escrito es un desarrollo posterior de la ideología cósmica del antiguo Libro de los Vigilantes, estructurada de tal modo que en ella aparece un reino con su rey.

»Así pues, lo que distingue a la ideología del Libro de las Parábolas del pensamiento esenio es que estos últimos pensaban poder cantar las alabanzas de Dios junto con los ángeles ya en esta tierra. Para ellos lo eterno se iniciaba ya aquí abajo: no existía tránsito de este mundo al otro. El paso ocurría en el momento en el que el miembro de la secta alcanzaba la virtud del “bien eterno” (1QS 4,3) y la contemplación del “ser eterno” (1DS 11,5-6), como da a entender la obra conocida como Shirot hashabbat, en castellano Cantos para el sacrificio sabático o Liturgia angélica (4Q400-407 y 11QShirShabb).


Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Pedro en la literatura apócrifa: en el apócrifo del Pseudo Lino”

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Lunes, 20 de Julio 2009
Tomo VI de los Apócrifos del Antiguo Testamento  4-01
Hoy escribe Antonio Piñero

Deseo anunciar la aparición de una obra de textos judíos -en versión castellana desde las lenguas originales: griego, siríaco, copto, arameo, etíope clásico, latín- sin cuya lectura no puede uno hacerse una idea cabal de cuál es el trasfondo de la teología cristiana en su parte judía. Este trasfondo es triple: la Biblia hebrea/griega; las paráfrasis y explicaciones judías de entorno del siglo I o II d.C.a esta Biblia: targumim y midrasim; los amnuscritos del Mar Muerto y los Apócrifos del Antiguo Testamento. El libro que presentamos es el tomo VI de esta colección de escritos, que se empezó a editar en 1982.

Tras un gran silencio de años, debidos entre otras razones a la muerte del primer editor literario, el Prof. Dr. D. Alejandro Díez Macho y del primer editor, D. Miguel Sanmiguel, a la venta de la Editorial y a diversos y penosos imponderables, sale a la luz el volumen VI de la colección Apócrifos del Antiguo Testamento, que se completará lo más rápidamente posible con un siguiente volumen dedicado a los Fragmentos de escritos religiosos judíos de época helenística con algunos complementos de otras obras menores. Finalmente la colección se culminará con la segunda parte de este mismo volumen dedicado a los Índices, que –si todo sale bien- serán lo más completo posible.

He aquí su ficha técnica:

« A. Díez Macho (ya fallecido)-A. Piñero, Apócrifos del Antiguo Testamento, volumen VI, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2009, 627 pp. ISBN: 978-84-7057-542-6. Autores de las versiones de los diveros apocalipsis: G. Aranda Pérez. S. Alvarado. F. del Río Sánchez- J.J. Alarcón Sáinz. N. Fernández Marcos. D. Muñoz León. F. Corriente Córdoba y L. Vegas Montaner. »

El volumen ofrece a los lectores los escritos apocalípticos generados por el judaísmo de la época grecorromana poco antes del tiempo de Jesús o contemporáneamente a él. Unos son plenamente judíos, mientras que otros muestran signos claros de reelaboraciones cristianas, pero siempre sobre una base judía anterior claramente perceptible.

Por tanto este tomo VI presenta los materiales necesarios para responder a la pregunta, planteada desde el siglo XVIII, y con más claridad a mediados del XX: “¿Es la apocalíptica judía la matriz de la teología cristiana?”. Los orígenes del cristianismo naciente en el siglo I parecen ser los de una secta apocalíptica judía entro otros grupos que conocemos de la misma época. Pero, a la vez, ello no quiere decir que el cristianismo como fenómeno histórico pueda reducirse sólo a la apocalíptica, ni que su teología sea idéntica a esta tradición judía.

La lectura de los textos que pueden leerse en este volumen, algunos de ellos los más imponentes que nos ha legado el judaísmo de todos los tiempos, como el Libro IV de Esdras, iluminará la mente del lector que ha de verse confrontado a los orígenes ciertos de una parte de la teología que quizás crea sólo cristiana.

« El contenido de este volumen contiene los siguientes apocalipsis: de Adán, Abrahán, Elías, Apócrifo de Ezequiel de Sofonías y Sedrac. El ciclo de Baruc, secretario del profeta Jeremías contiene dos libros: el Baruc (siríaco) de Baruc (griego). Luego viene el imponente ciclo del “profeta Esdras: Libro IV de Esdras, Apocalipsis griego de Esdras Visión de Esdras Libros V y VI de Esdras, para finalizar con la Ascensión de Isaías. »

El lector de la serie de Apócrifos del AT debe completar este elenco de literatura apocalíptica apócrifa, que recogemos como volumen VI de la colección:

• Con el “Ciclo de Henoc” del volumen IV,
• Con una buena parte de los Oráculos Sibilinos –especialmente textos del Libro III- del volumen III de nuestra serie,
• Con los pasajes 29,1-32,12; 33,1-9; 52,1-12 del Testamento de Job (volumen V),
• Con variados pasajes –normalmente al final de cada obra- de proyección hacia el futuro de los doce testamentos que componen los Testamentos de los Doce Patriarcas (volumen V),
• Y con otros textos apocalípticos del Testamento/Asunción de Moisés (volumen V) como 6,1-9; 7,1-10; 8,1-5; 9,1-7; 10,1-15.

De este modo el lector se formará una idea más cabal de la importancia de la literatura apocalíptica dentro de los apócrifos veterotestamentarios.

Podemos afirmar que los apócrifos y pseudoepígrafos (es decir, obras que no presentan el nombre de su verdadero autor, sino de uno fingido, normalmente un personaje ilustre del pasado) del Antiguo Testamento son muchísimo más importantes para la comprensión del cristianismo primitivo y para iluminar sus orígenes que cualesquiera apócrifos del Nuevo Testamento.

En efecto, estos escritos judíos de la época helenística constituyen una gran parte del trasfondo, o de la base, que sustenta muchas de las ideas religiosas que aparecen en el Nuevo Testamento. Digámoslo sin rodeos: desde el punto de vista científico, sin conocer estos apócrifos no seremos capaces de entender en toda su dimensión el ideario religioso del Nuevo Testamento.

Pero, a pesar de ello, confesémoslo también, dentro incluso de los ámbitos teológicos no se había empezado a prestar una verdadera atención a estos escritos hasta 1970. Desde ese momento, sin embargo, se suscita una especie de interés colectivo, se producen gran cantidad de ediciones críticas o traducciones con notas a las lenguas cultas y se fundan seminarios y revistas dedicados íntegramente a su estudio. Y diez años más tarde, en 1980, escribía ya un experto filólogo inglés: «Ya es obvio para muchos – ¡al menos en teoría! – que conocer a fondo el trasfondo judío del Nuevo Testamento (es decir, esta literatura intertestamentaria) no es un extra optativo, sino que, por el contrario, sin tal conocimiento es inconcebible una adecuada comprensión de las fuentes cristianas»

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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En el otro blog, “El blog de Antonio Piñero”, el tema de hoy es el mismo, pues hacemos la presentación de este libro.

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Domingo, 19 de Julio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

La figura del “mesías” como Hijo del Hombre en el Libro de las Parábolas de Henoc nos proporciona aún más material interesante. Empezamos por el tema del juicio del que hemos ya mencionado algún rasgo muy parecido al que también aparece del Evangelio de Mateo.


El juicio de Dios y su mesías, el Hijo del Hombre, tiene dos momentos. Uno es el diluvio universal y la prisión de los ángeles caídos. Estas historias ocupan los capítulos 54 y 55 del Libro de las Parábolas.

El primero parece por tanto que una unión de las tradiciones sobre el juicio con el tema del diluvio más el tema de Henoc como juez. Veámoslo. Henoc ve en primer lugar en sus visiones que existe un valle profundo en la tierra que arde en llamas. Allí son llevados los reyes de la tierra y los poderosos –naturalmente malvados- y arrojados al fuego. Igualmente Henoc ve cómo se preparan los grillos y cadenas que sujetarán al Diablo para un momento que llegará pronto (cap. 54).

A continuación, con la unión sólo de la frase “en aquellos días”, se pinta el Diluvio en el que perecen todos los que moran sobre la tierra, menos Noé y los suyos. Dios se arrepiente de un castigo tan tremendo y restaura la tierra. A continuación, también sin solución de continuidad, Dios amenaza con el juicio a los ángeles caídos y avisa a los reyes poderosos de la tierra: “Habréis de ver a mi Elegido, sentado en el trono de mi gloria, juzgar a Azazel y su huestes…” (55,4), como ya hemos visto.

Inmediatamente, Henoc pinta el combate semifinal de castigo tanto contra el Israel infiel como contra los malvados de la tierra. Son los reyes de los partos y de los medos -como instrumentos del castigo divino- los que se lanzan contra Israel asolado además por una guerra intestina. En ella “nadie conocerá a su prójimo, a su hermano, ni el hijo a su padre y su madre, hasta que a consecuencia de sus muertes haya multitud de cadáveres y su castigo no se en vano. Entonces el sheol (infierno o gehenna) tragará a los pecadores a la vista de los elegidos (56,8)”. Así perece una parte de Israel, que también contiene elementos malvados.

Pero no todo acaba aquí: el vidente, Henoc, ve como se reúnen en Israel los judíos, justos, de la diáspora, simbolizados por otro ejército de carros, montados por hombres que llegaban sobre los vientos (conforme a la profecía de Isaías, 27,13 o 2 Macabeos 2,18s; Baruc 2,27ss), de oriente, occidente y el mediodía… (cap. 57).

Esta noción recuerda el dicho de Jesús de Mt 8,11 y Lc 13,29: "Vendrán de oriente y occidente a sentarse a la mesa con Abrahán…").

La concepción del reino mesiánico como tal varía en el Libro de Henoc según las diversas secciones (autores y épocas un tanto diversas).

1. En la parte más antigua del Libro I de Henoc –Libro de los vigilantes- no aparece el reino del mesías directamente, con esta figura, pero sí una suerte de reino milenario, en la tierra :

“Los elegidos tendrán luz, alegría y paz; ellos heredarán la tierra [compárese con Mt 5,4] mientras que para los impíos será la maldición: 5,7; “En aquellos días la tierra será labrada con justicia; toda ella quedará cuajada de árboles, y será llena de bendición. Una medida producirá mil y cada medida de aceitunas producirá diez tinajas de aceite… (10,18-19)

2. En el Libro de los Sueños aparece la descripción de una “nueva Jerusalén”, terrestre, donde habitan la paz y la justicia, tanto los israelitas como cierto número de gentiles…, cómo el mesías surge de la comunidad, etc.: 93,3-10; 91,11-17). De esto hemnos hablado ya.

3. El Libro de las Parábolas presenta un reino de Dios en el que aparece muy claramente también la figura del mesías, que habita entre los elegidos en una tierra y cielo transformados:

« En ese día asentaré entre ellos a mi Elegido y transformaré el cielo, volviéndolo bendición y luz eterna. Transformaré la tierra haciéndola bendición, y asentaré en ellas a mis elegidos, pero los que cometen pecado no la pisarán…” (45,4-5). Habrá una nueva “casa de reunión o templo nuevo y los justos vivirán descansados, libres de toda opresión de los reinos terrenales y de los pecadores: »

« “Después de esto mostrará el justo Elegido su casa de reunión: desde ese momento no serán ya rechazados a causa del nombre del Señor de los espíritus. Y estos montes no serán ante su justicia tan firmes como tierra; los collados serán como fuente de agua, y descansarán los justos de la opresión de los pecadores”(53,6-7). »

Los judíos dispersos en la diáspora serán congregados por Dios en Israel (cap. 57, como dijimos más arriba) y algunos gentiles se convertirán:

« “En el día de la angustia se volverá contra los pecadores su propia maldad, y triunfarán los justos en el nombre del Señor de los espíritus. Y (Él) lo hará ver a otros para que se arrepientan y dejen la (mala) obra de sus manos; no tendrán gloria en el nombre del Señor de los espíritus, pero en su nombre serán salvos; y el Señor de los espíritus se compadecerá de ellos, pues mucha es su misericordia (50,2-3). »

Como puede observarse, la concepción del mesianismo es bastante completa en el Libro de las Parábolas. Ahora bien, da la impresión de que Dios mismo es el que se encarga de instaurar el reino, no el mesías, mientras que el éste tiene como cargo el gobernarlo en justicia una vez constituido el reino y ejercer las funciones de juez, tanto en el juicio previo (Primer juicio “final”) como en el Segundo o definitivo, que es el único que merecería ese calificativo.

Y de cualquier modo –con la mente puesta en lo que nos interesa en toda esta serie-, observe el lector:

A. Cómo el reino de Dios es siempre en la tierra, en el país de Israel;

B. Cómo el mesías es siempre también un ser humano, aunque en algunos momentos alcanza cotas celestiales por deseo divino;

C. Cómo el reino consta de bienes espirituales, sin duda, pero también materiales.

D. Cómo las implicaciones políticas del Reino respecto a los reyes y poderosos que desean imponer su gobierno sobre la tierra de Israel son igualmente evidentes.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“¿Jesús hombre o Dios? Teología básica del judeocristianismo (VI”

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Viernes, 17 de Julio 2009
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

La Biblia en los HchAp

El aprecio que en otras épocas suscitaron las teorías de autores como Dobschütz, Flamion, Reitzenstein y otros, que relacionaban los HchAp con la novelística griega, ha recibido últimamente importantes matizaciones. Ni Kaestli, ni Plümacher, ni Burrus, ni Schneemelcher consideran el tema resuelto. Porque si no es posible defender la dependencia directa de los HchAp con respecto a la novela de la antigüedad griega, tampoco resulta convincente la teoría de una simple imitación de los Hechos canónicos, ya que las diferencias son grandes y significativas. Es en el ambiente bíblico, desde mi punto de vista, y concretamente en esos Hechos de Lucas, donde hay que buscar el modelo literario de los HchAp. Éstas son mis razones:

1. El título tradicional de Práxeis, tanto si es original como si no lo es, demuestra que la tradición ha visto en estas obras un producto relacionado de alguna manera con los Hechos canónicos. Y es una realidad que son conocidas bajo la denominación de Hechos de los Apóstoles. El mismo Schneemelcher, al analizar las conexiones de los apócrifos con la Escritura, alude expresamente a su título epigráfico de Hechos. Pero fue C. Schmidt quien lo afirmó con claridad y contundencia: “No solamente el título de Práxeis se ha tomado de allí (los Hechos de Lucas), sino también toda la estructura de la composición, el pensamiento, etc.” Puede verse la opinión de este sabio en su obra Die alten Petrusakten im Zusammenhang der apokryphen Apostelliteratur (TU 24,1), Leipzig 1923.

Es verdad que, como explica M. Erbetta en la introducción general al volumen segundo de su obra sobre los Apócrifos del Nuevo Testamento, el título Práxeis viene a situar estas obras dentro del contexto más amplio de género literario antiguo usado para relatar las gestas de los héroes. Pero, aun admitiendo ciertas semejanzas de los HchAp con esas obras de la antigüedad, subraya también las profundas diferencias y los múltiples aspectos originales que caracterizan a los Hechos Apócrifos. El sabio italiano se remonta incljuso a Homero y a los nóstoi o viajes de regreso, y desciende por las teorías de Isócrates sobre el concepto de historia, así como por los numerosos “Hechos” aparecidos durante la época helenística, incluidas las obras de Jenofonte.

Para estos relatos antiguos, también estuvo en uso la denominación de períodoi (viajes o peregrinaciones). Pero era una denominación descriptiva más que un título propiamente dicho. Focio, en el código 114 de su Biblioteca, habla precisamente de la colección de los llamados viajes (períodoi) de los apóstoles, entre los que se encontraban los Hechos (Práxeis) de Pedro, Juan, Andrés, Tomás y Pablo. Lo cual quiere decir que, para el erudito patriarca, aunque el conjunto llevara el epígrafe genérico de períodoi, las obras allí contenidas se denominaban Práxeis (Hechos).

En consecuencia, sin negar la existencia de un género literario antiguo de semejantes características, hemos de reconocer con C. Schmidt que el título mismo de Hechos pudo haber sido tomado del libro canónico de los Hechos de Lucas. De ahí que, por muchas y graves que sean las diferencias entre los HchAp y los Hechos canónicos, el título no deja de evidenciar la intención de sus autores y de los receptores de la tradición de referirse a una obra similar, cuando menos, a la obra de Lucas.

Como tendremos ocasión de comprobar en otro día, la estructura de los HchAp viene a ser coincidente con la de los Hechos canónicos: viajes de evangelización llevados a cabo por un apóstol de Jesús, discursos programáticos, milagros, escenas bautismales y eucarísticas, procesos ante los tribunales. Y todo, precedido por una posible y o probable escena de reparto o sorteo de las tierras de misión tal como aparece en HchTom 1 y en el Martyrium Prius de Andrés. Una misión que implica viajes por todo el mundo según la recomendación que los apóstoles reciben de Jesús (Mt 28,19; Mc 16,15ss; Lc 24,47; Hch 1,8).

Era una tradición conocida ya por Orígenes según la cita que recoge Eusebio de Cesarea en su Historia de la Iglesia III 1-3. Los apóstoles, protagonistas de los HchAp, se consideran responsables de una misión recibida de Jesús y tratan de cumplirla viajando, predicando, haciendo milagros como confirmación de su autoridad y de la de su doctrina. Era, además, la forma de evangelizar practicada por Jesús, que “recorría toda la Galilea enseñando…. predicando…, curando toda enfermedad y dolencia” (Mt 4,23; 9,35).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Jueves, 16 de Julio 2009



Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con la figura del “mesías” como Hijo del Hombre en el Libro de las Parábolas de Henoc. Para dibujarlo , el autor recoge también una tradición especial que está emparentada con la que aparece en el libro de la Sabiduría 4,10-14. Recordemos este pasaje:

« “10 Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre pecadores, fue trasladado. 11 Fue arrebatado para que la maldad no pervitiera su inteligencia o el engaño sedujera su alma; 12 pues la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo. 13 Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años. 14 Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de entre la maldad”. »

Igualmente, según esta misma concepción, Henoc es elevado por Dios al cielo y allí es declarado “Hijo del Hombre”. Como el autor de las Parábolas parece inspirarse en el Libro de Daniel, lo que quiere decir es que Henoc es constituido por Dios “señor y mesías”, ese mesías misterioso del Libro de Daniel, que es sólo mesías porque está junto a Dios (no se explica exactamente cómo). Obsérvese en el pasaje que vamos a transcribir que (el concepto) de Hijo del Hombre –como ya advertimos- existe previamente ante Dios:

« “Y ocurrió que estando aún en vida fue asunta la persona de Henoc ante ese Hijo del Hombre y el Señor de los espíritus, lejos de los que moran en la tierra. Y ascendió en el carro del espíritu y salió su persona ante ellos” (70,1-2) »

Inmediatamente, sin solución de continuidad, habla Henoc en primera persona:

« “Desde aquel día no fui contado entre ellos (los ángeles) y el Señor me puso entre dos puntos cardinales, norte y occidente, donde ya los ángeles domaban medidas para medirme el lugar de los elegidos y los justos” (70,3). »

Vuelve la descripción en tercera persona:

« “Y el Espíritu arrebató a Henoc a lo más alto del cielo… vi innumerables ángeles… y a Miguel y Rafael… y con ellos al ‘Principio de Días’ cuya cabeza era blanca y pura como lana y su vestidura, indescriptible…” (71,5-10). »

Dios es dibujado como en el Libro de Daniel, como un anciano venerable con cabellos blancos… una imagen que perdura hasta hoy. Cuando Henoc está ante el trono de ese “Principio de días”, toma la palabra el ángel que lo acompañaba y en nombre de Dios le dice:

« “Tú eres el Hijo del Hombre que naciste para la justicia; ella ha morado en ti y la justicia del Principio de días no te dejará” (71,14). »

Es decir, Henoc –como persona de carne y hueso, aunque ya en el cielo junto a Dios, es investido de las prerrogativas que existían antes previamente, pero aún sin concretizarse en una figura concreta. La consecuencia es que Henoc -desde ese momento- será el que presida el reino de Dios, inaugurado al parecer por Éste. Implícitamente se supone que Henoc baja a la tierra investido de los poderes del Hijo del Hombre. El ángel añade:

« Dios invoca para ti la paz en nombre del siglo venidero (el reino mesiánico), pues de Él ha salido al paz desde la creación del mundo, y así será contigo por los siglos de los siglos. Todos (los humanos) marcharán por tu camino, no dejándote la justicia nunca. Contigo será su morada, contigo su suerte, y de ti no se separarán por los siglos de los siglos. Habrá así largura de días (el reino mesiánico durará mucho sobre la tierra) en la época de ese Hijo del Hombre, y tendrán los justos paz e irán por el camino recto en nombre del Señor de los espíritus eternamente” (71,15-17). »

Da toda la impresión, a pesar de la obscuridad intrínseca de este texto que mira hacia el futuro, que Henoc se transforma por voluntad divina en Hijo del Hombre. Es decir, el mesías encarnado en el cuerpo celeste de Henoc.

Toda esta tradición, que es puramente judía, se plasmará con más claridad si cabe en un libro posterior, un desarrollo del ciclo de Henoc, que conocemos como Libro III de Henoc, o Henoc hebreo (Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. IV, pp. 221-294).

En ese texto Henoc aparece de nuevo como el “Elegido” y se transforma en una especie de ángel, que se sitúa inmediatamente detrás del trono del Altísimo. De ahí viene su nombre, que se pronuncia en griego dentro de la tradición hebrea, que es “Metatrón” (un indicio de que estas doctrinas se transmiten tanto en griego para los judíos helenizados- como en hebreo: pra los judíos de Israel). Metatrón, qunque es un ser humano, ejerce las funciones de virrey celeste del Altísimo. Se logra así que Dios intervenga en la historia (sobre todo de Israel), pero que al mismo tiempo conserve su trascendencia.

El juicio de Dios y su mesías tiene dos momentos, como veremos en la nota siguiente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Jesús mesías. Teología básica del judeocristianismo (V)”

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Miércoles, 15 de Julio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con la figura del “mesías” como Hijo del Hombre en el Libro de las Parábolas de Henoc. Debemos recordar que la fecha de este apócrifo judío es insegura: oscila entre mediados del siglo I a.C. hasta finales del siglo I d.C. Ello tendrá consecuencias para valorar su posible influencia en las concepciones cristianas.

Esta suerte de mesías que pinta el desconocido autor de Las Parábolas de Henoc presenta una teología que es muy conocida para los cristianos, aunque sea puramente judía: él es el receptáculo de todos los dones divinos y en él habitan los espíritus de sabiduría, fuerza y justicia:

« “En él moran el espíritu de sabiduría, e espíritu de entendimiento, el de enseñanza y fuerza y el espíritu de los que han fallecido en la justicia” (49,3). »

Henoc pregunta al ángel que le acompaña en su viaje celeste qué significan siete montañas de metal que ha visto. Y responde el ángel:

“Todas estas cosas que has visto serán para el poder del mesías, para que sea fuerte y se enseñoree de la tierra […] Ocurrirá en los días (del gobierno del mesías) que no se salvará nadie con oro ni plata, ni podrá escapar. No habrá hierro para la guerra, ni nada que ponerse como peto, ni servirá el bronce, ni el estaño valdrá o contará, ni se querrá el plomo. Todas estas cosas serán deshechas y habrán de desaparecer de la faz de la tierra, cuando aparezca el Elegido ante la faz del Señor de los espíritus” (52,3.6-9).

Como se ve, este mesías instaurará un reino de paz en la tierra, pero a la vez lo dominará todo: es un mesías pacífico y guerrero a la vez.

Este mesías actúa como revelador de los tesoros celestiales que Dios quiere que se sepan al final de los tiempos:

« “Éste es el Hijo del Hombre, de quien era la justicia y la justicia moraba en él. Él revelará todos los tesoros de lo oculto, pues el Señor de los espíritus lo ha elegido, y es aquel cuya suerte es superior a todos eternamente por su rectitud” (46,3). »

El mesías es también el vindicador, el que defiende a los justos frente a los pecadores.

« “Vi la morada del Elegido bajo la égida del Señor de los espíritus y todos los justos y escogidos resplandecían ante él como luz de fuego y sus bocas estaban llenas de bendición… la justicia anta él no se agotaba ni la verdad cesaba junto a él” (39,7) »

« “Él servirá de báculo a los justos para que en él se apoyen y no caigan; él es la luz de los pueblos, y él será esperanza de los que sufren en sus corazones. Caerán y se prosternarán ante él todos los que moran sobre la tierra y bendecirán, alabarán y cantarán el nombre del Señor de los espíritus” (48,4-5) »

« “Los rostros de los justos brillarán de júbilo, pues en esos días el Elegido se habrá alzado y la tierra se alegrará; los justos morarán sobre ella y los elegidos por ella irán y andarán” (51,5). »

Otra función propia de este mesías es la de juez: sentado en su trono de gloria, juzgará tanto a los hombres como a los ángeles:

« “Reyes poderosos que habitáis la tierra: habréis de ver a mi Elegido, sentado en el trono de mi gloria, juzgar a Azazel (El Diablo), a toda su compañía y toda su hueste, en nombre del Señor de los espíritus” (55,4) »

« “Y se sentó (el Hijo del Hombre) en su trono de gloria, y le fue dada la primacía del juicio, y quitará y aniquilará a los pecadores de la faz de la tierra y a los que corrompieron el mundo” (69,27) »

“El Señor de los espíritus colocó al Elegido sobre el trono de su gloria, y juzgará todas las acciones de los santos en lo alto del cielo… cuando alce su rostro para juzgar su ocultos caminos[…]. Así ha ordenado el Señor a los reyes, poderosos y encumbrados que habitan la tierra: ‘Abrid los ojos y levantad vuestras frentes a ver si podéis conocer al Elegido’. El Señor de los espíritu está sobre su trono glorioso, el espíritu de justicia fluye sobre el Elegido, y la palabra de su boca matará a todos los pecadores e inicuos, que desaparecerán de la faz de la tierra” (61,8-9; 62,1-2)

Obsérvense las evocaciones de este texto y las concomitancias con lo que leemos sobre Jesús como Hijo del Hombre en el Evangelio de Mateo, cap. 25,31ss cuando juzga, sentado en su trono, a las ovejas y cabritos = los justos e injustos…

A la verdad, surge espontáneamente la pregunta: ¿quién se inspiró en quién? ¿Mateo del anónimo autor de Las Parábolas? O ¿a la inversa? No es fácil responder.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“La mujer sirofenicia. Teología básica del judeocristianismo (IV)”

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Lunes, 13 de Julio 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Finalizamos con el Libro de los sueños y comenzamos a tratar otra parte del riquísimo y complejo Libro I de Henoc.

Comenta P. Sacchi a propósito de los pasajes (Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. IV, Cristiandad, Madrid, 1982, 120-123) que he transcrito en la nota anterior:

g[ El buey esperado es evidentemente un hombre que volverá a gozar de la misma bendición divina que recayó sobre Adán y los patriarcas hasta Isaac. El buey gobernará a todos los pueblos (1Hen [Libro de los sueños] 90,37). El esquema del pensamiento del autor es éste: la historia siempre está destinada a empeorar hasta que intervenga Dios para castigar a todos los impíos, sean o no judíos. Después del Gran Juicio Dios construirá un templo nuevo y, finalmente, habrá un reino de justicia gobernado por este ser excepcional, que vuelve a ser el mesías en el sentido de “rey”, pero sin estar vinculado a la casa de David. Tendrá también una naturaleza superior a la de los hombres de su tiempo, hasta que todos los hombres lleguen a ser como él. El mesías vendrá después del Juicio y tendrá la función de administrador en la tierra del orden y de la justicia deseados por Dios. ]g

Veremos más adelante que esta concepción reaparece, con algunas diferencias en los llamados Salmos de Salomón (compuestos probablemente en Jerusalén hacia el 60/55 a.C.).

Aparte de Las Parábolas –que consideraremos a continuación- y lo que acabamos de mencionar del toro/buey blanco del Libro de los sueños (90,37) sólo hay una fugaz mención al mesías en todo el Libro I de Henoc: en 105,2-3: al final de los tiempos habrá “recompensas sobre la tierra” para los justos y “Dios con su Hijo” habitará entre los mortales eternamente, ya que los hombres caminan por senderos rectos y habrá paz.

Según esta breve mención se supone que hay un reino divino, gobernado por un emisario divino. Éste es el mesías y se lo denomina “Hijo de Dios” como en 4Q246de Qumrán, que ya hemos comentado en una nota anterior.

Y ahora concentrémonos en el Libro de las parábolas de Henoc, que ocupa los capítulos 37-71 del actual Libro I de Henoc, y que es importantísimo para nuestro propósito de caer en la cuenta de qué pensaban los judíos sobre el mesías y sus funciones en la época inmediatamente anterior a Jesús y en los años de éste. Veremos cómo las ideas sobre el mesías del desconocido autor de esta sección de 1 Henoc son notablemente parecidas a las de los evangelistas cristianos.

El problema de estos capítulos henóquicos radica en que no sabemos fecharlos con seguridad. Es la única sección de 1 Henoc que no ha aparecido entre los manuscritos del Mar Muerto, mientras que el resto del libro está bien representrado, poues hay incluso varias copias. De este hecho deducen los estudiosos que "Las Parábolas de Henoc" son de fecha tardía. De lo contrario, no se ve por qué no habrían sido copiados en Qumrán. ¿Qué fecha? No se sabe, pero los estudiosos oscilan entre comienzos del siglo I antes de Cristo hasta finales del siglo I después.

Por tanto lo que se plantea ante este texto es lo siguiente: dadas las concomitancias de ideas mesiánicas, como vremos, ¿copiaron los cristianos un material judío–o se dejaron influenciar- del Libro de Henoc? O ¿al revés: copiaron los judíos a los cristianos?

De cualquier modo dado que la figura del mesías del libro de las Parábolas es una combinación de diversos estratos de tradición –en los que aparece el Elegido; el Siervo de Yahvé; el Hijo del Hombre; el Juez final- y que estos estratos coinciden en gran parte con lo que hallamos en los Evangelios, es de suponer a priori que nos encontramos en un espacio cronológico similar.

En Las Parábolas de Henoc aparece el mesías con los títulos de “justo”, “elegido” (53,6; 40,5) y “juez” + “Hijo del Hombre”. Esta última expresión está tomadas sin duda del Libro de Daniel, cap. 7. En etíope clásico –lengua en la que se nos ha transmitido entero 1 Henoc; en griego conservamos los caps. 1-36- esta última expresión aparece con variantes como “hijo del varón” o “hijo de la madre de los vivientes = Eva”, y siempre significa “ser humano”.

En las Parábolas de Henoc (abreviado desde ahora en adelante LP = Libro de las Parábolas) la expresión Hijo del Hombre, aunque signifique "ser humano", deja de ser la designación de “mero hombre” y empieza a adquirir el tono de “título” del mesías, pues está como pegada a una figura misteriosa, sobrehumana, que tiene funciones mesiánicas…, y que el LP identifica expresamente con el profeta Henoc (71,14). De cualquier modo hay que insisitr que este título se fija sobre todo en la apariencia -al menos- totalmente humana del mesías.

La unión de “juez” y “mesías” aparece también en otras obras apócrifas del Antiguo Testamento, como el Apocalipsis siríaco de Baruc (40,1ss; finales del siglo I d.C.) 4 Esdras (12,32ss: del año 100 d.C.) y en los Testamentos de los XII Patriarcas (Testamentos de Leví y de Judá, que veremos en su momento; entre el siglo I a.C. y siglo I d.C.)

Lo más curiso de todo es que el mesías en el LP es un ser preexistente de algún modo, o mejor (ya que se identifica con Henoc y éste es claramente no preexistente) el concepto de mesías/Hijo del Hombre existe cabe Dios desde toda la eternidad. Siempre pensó Dios en el mesías de algún modo. Por exageración retórica se dice en el texto de LP que la figura es preexistente, aunque en verdad es sólo el concepto lo que preexiste y que luego "se encarna" en Henoc. He aquí el texto clave:

« En ese lugar vi la fuente de justicia: es inagotable y en torno a ella hay muchas fuentes de sabiduría. Todos los sedientos beben de ellas y se llenan de sabiduría, siendo su morada con los justos, santos y elegidos.  »

« En aquel momento fue nombrado aquel Hijo del Hombre ante el Señor de los espíritus, y su nombre ante el “Principio de días”. Antes de que se creara el sol y las constelaciones, antes de que se hicieran los astros del cielo, su nombre fue evocado ante el Señor de los espíritus. Él servirá de báculo a los justos para que en él se apoyen y no caigan; él es la luz de los pueblos, y él será esperanza de los que sufren en sus corazones. Caerán y se prosternarán ante él todos los que moran sobre la tierra y bendecirán, alabarán y cantarán el nombre del Señor de los espíritus.  »

« Por esto fue elegido y escogido junto a él antes de crearse el mundo y por la eternidad. Lo reveló a los santos y justos la sabiduría del Señor de los espíritus, pues reservó el lote de los justos porque aborrecieron y desecharon este mundo inicuo, y aborrecieron todas sus obras y maneras en el nombre del Señor de los espíritus, por cuyo nombre son salvos, pues ha sido él el vindicador de sus vidas (1 Henoc 48, 1-7). »

Parece, pues, que el Hijo del Hombre henóquico espera la hora de su manifestación permaneciendo junto al “Anciano de días” O “Principio de días” (Dios, como lo designa el texto etíope). Realmente es impresionante, pues a pesar de qye hemos visto entre los textos de Qumrán atisbos de que el mesías está conectado de algún modo con el ámbito celeste, ahora aparece con toda claridad como un personaje celestial. ¿Cómo es esto posible?

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Conclusiones a la explicación de Gálatas 2,1-10”

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Sábado, 11 de Julio 2009
Los Hechos de Tomás. Cronología de los Hechos Apócrifos de los Apóstoles.
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Los Hechos Apócrifos de Tomás

Las semejanzas entre los HchTom y los demás HchAp han sido ya suficientemente subrayadas. Recuerdo, a modo de ejemplo, la opinión de E. Peterson, según la cual son tantos los aspectos paralelos de los HchPl y los HchTom, que podrían ser considerados como la obra de un mismo autor. Dos capítulos interesan de modo particular a los estudiosos de los HchAp. El cap. 14 “Eininige Bemerkungen zum Hambuger Papyrusfragment der Acta Pauli”, pp. 183-208, y el cap. 15 “Einige Beobachtungen zu den Anfängfen der christlichen Askese, pp. 209-220. El primero habla de los puntos de contacto entre el papiro de Hamburgo de los HchPl y los HchTom; el segundo aborda los principios de la ascesis cristiana. Son capítulos de su libro Frühkirche, Judentum und Gnosis, Friburgo de Brisgovia, 1959.

Más aún, de tratarse de distintos autores, sería el autor de HchPl el que había imitado al de los HchTom. La forma parecida con la que tratan el tema encratita Los HchAnd, los HchJn y los HchTom le hacen pensar que estos tres Hechos, los más leídos por los encratitas según Epifanio, podrían haberse escrito durante el reinado del emperador Adriano (117-138). El mismo Peterson ve en el orden con que son nombrados en la conocida cita de Orígenes (en Eusebio, HE III 1,1) el probable orden cronológico de la composición de los cinco primitivos: Tomás, Andrés, Juan, Pedro y Pablo.

Por su parte, Prieur enumera las abundantes semejanzas entre los HchAnd y los HchTom, que recapitula haciendo referencia a la estructura de los relatos, los modelos literarios y el encratismo. Pero insiste, con razón, en tres detalles que avalan una fecha posterior para los HchTom: las prácticas cultuales, la cristología más clásica y el uso frecuente de la Sagrada Escritura. Aunque siempre según la forma actual de los textos conservados. A la misma conclusión llegamos si comparamos los HchTom con otros Hechos, particularmente con los HchPl, como hace Peterson en el artículo citado que dedica al estudio del Papiro de Hamburgo (PH). Los lugares comunes, muchos de ellos evidentes, no llevan a la conclusión, como quiere Peterson, de que los HchPl dependen de los HchTom, sino al contrario.

El tema sobre lo efímero de las riquezas (HchPl PH 2,18-27 y HchTom 88, 2; 117,1) es un topos en donde aparecen los puntos básicos del alegato de la carta del apóstol Santiago (5,2-3): riqueza, vestidos, oro… con mención del fuego como en PH 2-3, sorprendentes coincidencias con los HchTom. Así es el pasaje que contienen frases paralelas como “solo Dios permanece y la filiación concedida por él” (PH 2,27-28) y “solo Jesús permanece siempre y los que en él tienen puesta la esperanza” (HchTom 88,2). Pero el texto de los HchPl parece ser más original tanto por el contenido como por la forma. El paso de “solo Dios” a “solo Jesús” es un avance; lo contrario sería una regresión.

El tema de las puertas que se abren solas está tratado de una forma más sencilla en PH 3,22ss frente a lo reiterativo de HchTom 122,2; 154,1; 161-162. El joven sonriente de PH 3,14-15.28 recuerda más al de HchJn 73 que al de HchTom 27. El bautismo en PH 2,35 lleva la fórmula “en Dios”, y en PH 3,32s “en el nombre de Cristo Jesús”. En cambio, en los pasajes de los HchTom se administra el bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (HchTom 49,2; 121,2; 132,2; 157,4). El afirmar que los HchPl espiritualizan el milagro de las puertas, como hace Peterson, no tiene demasiado sentido desde el momento en que los acontecimientos, como en los HchTom, se reducen a que las puertas se abren solas mientras los guardias están dormidos, y ello gracias a la oración del Apóstol (cf. PH 3,7 con HchTom 48). Tampoco estimo que en PH se distinguen con mayor claridad Dios y Cristo.

Otras doctrinas aparecen desarrolladas de una forma muy evolucionada, como son las relaciones eucarísticas o las referencias a grados jerárquicos. Sobre la eucaristía encontramos expresiones tales como “los hizo partícipes de la eucaristía (HchTom 27,4”, “participar de la eucaristía de tu santo cuerpo y de tu sangre” (HchTom 49,3), “hacer partícipe del cuerpo del Señor” (HchTom 121,2), “comemos tu cuerpo santo que fue crucificado por nosotros, y bebemos tu sangre que por nosotros fue derramada” (HchTom 158,1). Algo parecido podemos decir de las referencias a los grados jerárquicos con mención del diácono (HchTom 49,2; 169,2) y del presbítero (HchTom 169,2).

Por todo ello, tengo la impresión de que los HchTom ocupan cronológicamente el último lugar de los cinco HchAp primitivos. Y aunque sus tendencias encratitas aparezcan con mayor acritud en Hechos como los de Pablo, ello puede deberse al influjo de la comunidad en la que surgen, muy proclive a las actitudes rigoristas.

En consecuencia de lo dicho, el orden cronológico relativo quedaría según mi punto de vista de la manera siguiente: HchAnd, HchJn, HchPe, HchPl y HchTom. Y el absoluto, si partimos del año 190/5 para los HchPl, en un espacio que iría desde los alrededores del año 150 hasta la mitad del siglo III.
(Cuadro de la escena del evangelio de Juan 20,24ss)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Viernes, 10 de Julio 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Seguimos con las figuras (mesiánicas) a medias entre el cielo y la tierra que se van formando en el judaísmo a lo largo del siglo II a.C.(VI).

Dentro del Libro I de Henoc (cuyas secciones fueron compuestas desde el siglo III a.C....) hay una parte denominada “Libro de los sueños (o visiones)” que ocupa los capítulos actuales 83-90 (Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. IV, Cristiandad, Madrid, 1982, pp. 109-123)). Contiene este breve tratadito elementos mesiánicos muy claros y una figura simbólica que puede considerarse como el mesías.

El tema general del es el siguiente: el autor relata como fue el contenido del primer sueño del profeta Henoc –sueño que transmite a su hijo Matusalén- y describe el diluvio (caps. 83-84). En el segundo sueño Henoc ve como un esquema de la historia del mundo desde Adán hasta el reino mesiánico, incluida la caída de los ángeles malvados. Naturalmente, este sueño es descrito como algo que ocurrirá en el futuro.

Tras la invasión asiria del reino del norte (= Israel, con la caída de Samaría: 721 a.C.), Dios entrega el gobierno de su pueblo a setenta pastores (= ángeles no buenos) que permiten que perezcan más israelitas de los debidos, devorados por fieras salvajes.

Dios entonces, apiadado del pueblo judío, establece un juicio que juzgará a estos pastores, los ángeles caídos, junto con los apóstatas de entre los judíos y a los enemigos de Israel. Luego Dios funda una nueva Jerusalén y establece en ella su reino. Cierto número de gentiles se convierte entonces al verdadero Dios y a la religión israelita y a continuación se consolida el reino mesiánico. Los paganos que no se convierten se mantienen al menos con gran respeto, a distancia de Israel.

La fecha de composición de este libro se calcula por lo que cuenta y sabe y por lo que no cuenta y no sabe: el autor parece conocer bien la historia hasta la batalla de Bet Sur de Judas Macabeo (164 a.C.), pero luego no parece saber más. Es decir, el libro debió de componerse en torno a la época inmediatamente psoterior, hacia al 160 (fecha de la muerte de Judas Macabeo, batalla de Bet Horón) o un poco más tarde.

Para épocas posteriores, puesto que ya no sabe nada, su obra hace una verdadera profecía de lo que cree que será la edad mesiánica. En ella piensa que Dios tomará venganza de los ángeles malvados –los causantes, por sus pésimas inspiraciones e impulsos, de que los hombres sean a su vez también malos y que han gobernado Israel inhabitando el interior de sus gobernantes humanos-, junto con todos los judíos que han apostatado de su fe y a todos los pecadores de entre las naciones.

Comenta Sacchi (p. 417) sobre los elementos simbólicos que utiliza el desconocido autor del Libro de los sueños:

En el lenguaje metafórico de nuestro autor a los judíos se les llama siempre ovejas; los ángeles son representados como hombres y los pueblos extranjeros, como animales feroces e inmundos. En el medio, entre los ángeles y los hombres o, en el lenguaje del autor, entre los hombres y las ovejas, están los bueyes, es decir, figuras de la tradición bíblica bendecidas por Dios, como Adán y Noé. Este último es el único entre los vivientes que se convierte directamente en un hombre, es decir, eliminando la metáfora, en un ángel (1Hen [Libro de los sueños] 89,1.9). Sem, Abrahán e Isaac son aún bueyes, aunque Jacob es simbolizado ya como una oveja, como lo son también los doce patriarcas de las doce tribus de Israel. También son ovejas, y no bueyes, Moisés y Aarón (1Hen [Libro de los sueños] 89,17 y 18).

El comienzo del reino mesiánico es descrito así en el Libro de los sueños 90,18-27:

Vi que se llegó a ellos el dueño de las ovejas [es decir, Dios mismo, quien según el texto parece descender a la tierra; ovejas = israelitas] y en tomó en su mano la vara de la cólera y golpeó la tierra, que se abrió. Todas las bestias y las aves del cielo [pueblos paganos] dejaron de estar junto a las ovejas y fueron tragadas por la tierra que las cubrió.

El vidente continúa así:

Vi que se dio a las ovejas una gran espada y salieron contra las bestias salvajes para matarlas [batalla final contra los impíos]. Vi que era construido un trono sobre una tierra amena, y que se sentaba en él el dueño de las ovejas, y que otro cogía los libros sellados y los abría ante el dueño de las ovejas…

Se juzga a los ángeles –como dijimos- simbolizados por astros y son arrojados al infierno; se juzga a los pastores y a las ovejas apóstatas que son condenadas y arrojadas a la misma sima llena de fuego (90,21-27).

Finalmente, tras el juicio se describe el reino mesiánico (1 Henoc 90,28-39):

Me levanté para ver hasta que él [Dios] enrolló la vieja casa [Israel dentro del mundo caduco]… Vi que trajo el dueño de las ovejas una casa nueva, más grande y alta que la primera, y la puso en lugar de la que había sido recogida… y el dueño de las ovejas estaba dentro. Vi a toas las ovejas que quedaron y cómo todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo caían prosternándose ante las ovejas, suplicándoles y obedeciéndolas en todas sus órdenes[…]

Las ovejas eran todas blancas… todas las bestias del campo y todas las aves del cielo se reunieron también en esa casa [la Jerusalén o país mesiánico; se piensa que la mayoría de los gentiles se convierte; el reino mesiánico no es sólo judío, sino universalista]. El dueño de las ovejas se alegró muchísimo, pues todas eran buenas y habían vuelto a casa.

Vi que las ovejas habían depuesto la espada que les había sido entregada, la volvieron a su vaina y la sellaron ante el dueño [la paz mesiánica]… Toda la casa estaba llena…

Vi que nacía un toro/buey blanco, de grandes cuernos [el mesías], y cómo todas las bestias del campo y aves del cielo lo temían… y el dueño de las ovejas se alegró por él y por todos los toros [los ayudantes del mesías].

Aquí, en este texto simbólico, puede observarse de nuevo la variedad de concepciones mesiánicas del judaísmo. De este pasaje se deduce que el mesías aparece detrás del Juicio, no antes. La tarea de juzgar es llevada a cabo por Dios mismo, solo, sin ayudantes; el mesías viene después del Juicio; nace de la misma comunidad, es un mero ser humano; tiene la misión de gobernar la comunidad de los justos israelitas una vez establecido el reino de Dios por Éste; ante el tiemblan todas las naciones de los gentiles que no han llegado a convertirse.

Seguiremos con este imaginario mesiánico. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Explicación breve del texto de Gálatas 2,1-10 (II)”

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Miércoles, 8 de Julio 2009

Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con las "figuras (mesiánicas) a medias entre el cielo y la tierra" que se van formando en el judaísmo a lo largo del siglo II a.C.(V).

Otra de estos tipos mesiánicos del imaginario judío es el “Hijo del Hombre”. El pasaje básico que sirve de transfondo para esta figura es el Libro de Daniel, capítulo 7. El contexto es una visión de este profeta/apocalíptico que describe los momentos finales del mundo presente y la irrupción en la tierra de Israel del mundo futuro, es decir, del reino de Dios.

El vidente -que aunque se denomine a sí mismo Daniel, vive después del levantamiento macabeo contra los reyes griegos seléucidas, es decir después del 167 a.C.- ve en sueños cómo Dios le revela que antes de que ocurra el final del mundo presente se sucederán cuatro reinos o imperio terrenos, absolutamente injustos simbolizados por cuatro bestias terribles (capítulo 7,2-8). Éstas son descritas del modo siguiente: la primera era como un león; la segunda como un oso; la tercera como un leopardo. La cuarta era diferente, de forma casi inimaginable, terrible y feroz, con diez cuernos, más uno pequeño; tenía ojos de hombre y una “boca que hablaba con gran arrogancia” (7,8).

Por el contexto del Libro los comentaristas están de acuerdo en que estas bestias se corresponden con las cuatro partes de una gran estatua que –también en sueños- había visto el rey Nabucodonosor en 2,32-35. La cabeza era de oro; su pecho y brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; y sus pies, parte de hierro y parte de barro. Entonces y de pronto:

« Una piedra se desprendió (de un monte cercano); sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra (Dn 2,34-35) »

Los comentaristas están todos de acuerdo también en interpretar los cuatro reinos y las cuatro partes de la estatua como los Imperios babilónico; el persa; el de Alejandro Magno y el de los Seléucidas, los sucesores de Alejandro en la zona de Siria y tierras más al este, quienes desde el 200 se habían apoderado de Israel.

El cuerno pequeño de la visión de la cuarta bestia (Dn 7,8) es el rey Antíoco IV Epífanes, el que con sus exigencias al pueblo judío para que renunciara a sus costumbres patrias –la Ley, la circuncisión, etc.- y adoptara la cultura helénica, provocó el levantamiento de los Macabeos, es decir, una reacción absolutamente en contra de todo lo griego.

La piedra que golpea la estatua, que se desprende de un monte sin intervención de mano humana, que machaca la estatua y que “llena toda la tierra” es el “mesías”, el agente divino que lucha contra esos reinos malvados y los vence..., sea como fuere cómo se entienda su figura. Su misión, pues, es acabar con los malvados reinos humanos, opuestos a los planes de Dios sobre su pueblo elegido.

El vidente Daniel, inmediatamente después de insinuada esta idea, dibuja la escena de una suerte de Juicio final antes de la implantación del Reino del Altísimo, acá en la tierra. El pasaje es impresionante:

« Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros (Dn 7,9-10) ».

Y luego aparece la figura que nos interesa, un “como hijo de hombre”:

« Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás(Dn 7,13-14). »

El vidente no especifica cómo es esta figura, que actúa como mano derecha del Altísimo. De acuerdo con el pensamiento del Tercer Isaías, al final, en la época mesiánica, habría de reinar Israel sobre todas las naciones con la inmensa ayuda de Dios. Algunos gentiles se convertirán, y el resto mirarán con estupor el poderío de Israel, lo respetarán, llevarán dones al templo del Altísimo… y en resumidas cuentas comenzará la época de gloria mesiánica para Israel en esta tierra..., cuya duración no se sabe.

Opinan por lo general los estudiosos que esta figura de “hijo de hombre” (sin artículo ninguno, = un ser humano) es la representación del pueblo elegido. Por tanto no es una figura individual, sino colectiva. Así parece indicarlo con claridad el siguiente pasaje del mismo capítulo:

« Pero el tribunal se sentará, y el dominio le será quitado, para ser destruido y aniquilado definitivamente. Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán (Dn 7,26-27). »

Esto parece cierto, pero también lo es que los intérpretes antiguos debieron de olvidarse de esta interpretación evidente –ofrecida por el autor mismo del Libro de Daniel- y pensaron que ese personaje no era el pueblo elegido sino algo más concreto, individual y real: un ser humano de carne y hueso dispuesto por Dios misteriosamente para no tener la necesidad de intervenir Él directamente en la tierra (peligra su trascendencia), sino por medio de este agente.

Y lo cierto es que una figura puramente simbólica en el Libro de Daniel adquierió con el paso del tiempo consistencia entre los piadosos del pueblo judío y se convirtió en su imaginario en un individuo especial, que está al lado de Dios, que tiene amplios poderes de actuación, y que bajará a la tierra a establecer finalmente el reino divino.

No sabemos exactamente los pasos o los modos cómo ocurrió este cambio, pero lo cierto es que cuando los Evangelios Sinópticos hablan -para los tiempos de Jesús- del "Hijo del hombre" no necesitan explicar su figura, ni describirla. Presuponen que todo el mundo entiende.

Veremos algunos otros textos judíos que dan cuerpo a la, en su momento, noción sólo simbólica.

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Lunes, 6 de Julio 2009
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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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